Capítulo 6: La fortaleza de los desolados

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 23 de diciembre de 2034

Charleston, Illinois 

21:20 pm


CLAIRE

Abrí lentamente los ojos; mi cabeza aún dolía intensamente como si hubiera sido golpeada por un martillo. Parpadeé varias veces tratando de enfocar mi visión, mientras me esforzaba por recordar lo que había sucedido. En mi mente aparecieron leves flashes de la discusión con ese tipo y la tensión en el aire mientras luchaban por el control de la situación, pero luego de eso nada, un golpe, una explosión de dolor, y luego oscuridad.

Vi a mi alrededor intentando averiguar dónde me encontraba, era una habitación mal iluminada y austera; sus paredes de concreto gris con manchas de humedad no le daban para nada un aspecto amigable. Intente moverme, pero mis manos y pies se encontraban atados con firmeza a una silla, y una sensación de pánico me invadió en ese momento; cualquier intento de escape se encontraba frustrado por las ataduras que me mantenían inmovilizada.

Trataba de buscar desesperadamente alguna pista sobre dónde me encontraba; además necesitaba saber qué le había sucedido a Abril y a su padre, Ezra. Fue entonces cuándo la puerta se abrió bruscamente, revelando la figura imponente del hombre parado en el umbral; su mirada fría y despiadada se clavó en mí mientras avanzaba con paso seguro.

—¿Dónde están Abril y Ezra? ¿Qué les has hecho? —exigí respuestas a la vez que luchaba por soltarme, claramente sin éxito alguno en mis intentos.

—¿Ah? Así que finalmente has decidido despertar— tomó mi barbilla con sus manos, las cuáles se sentían ásperas y desgastadas por el paso del tiempo—. Pensé que podrías quedarte dormida para siempre, pero parece que eres más resistente de lo que pensaba —agregó y yo giré bruscamente mi rostro, viéndolo con desprecio.

—¡Contesta mi pregunta, maldito! ¿Qué les has hecho? ¡¿Dónde están?! —grité, moviéndome con desesperación en aquella incómoda silla.

—Oh, querida Claire... Siempre tan impaciente —respondió en un tono suave y con clara superioridad—. Pero no te preocupes, tus amigos están a salvo por ahora, aunque no puedo decir lo mismo de su destino si sigues negándote a cooperar —una sonrisa apareció en su rostro en cuánto dijo esto último.

—¿Qué es lo que quieres de mí?—fruncí el ceño, confundida; mi respiración se encontraba entrecortada a causa de mis esfuerzos.

—Simple, quiero que aceptes que somos nosotros, los errantes, quienes controlamos el nuevo mundo —dijo caminando por la habitación; su voz era tenue y segura.

«Genial, es otro loco que cree que dominará el mundo» 

—Y si no estás dispuesta a aceptar eso —se detuvo viéndome a los ojos— entonces serán tus amigos quienes pagarán el precio por tu terquedad.

Apreté los dientes, luchando contra la ira y la impotencia que amenazaban con consumirme. Sabía que tenía que mantener la calma si quería tener alguna posibilidad de salvar a la niña y a su padre.

—Eso nunca va a pasar, y si les hiciste algo a esa niña o a su padre, te aseguro que pagarás por ello —le informé con las pocas fuerzas que me quedaban.

Él me observaba de forma calculadora y sonrió con malicia, sus ojos sostenían un brillo siniestro mientras se inclinaba hacia adelante. Susurrando en mi oído promesas de dolor y sufrimiento.

—Oh, querida Claire, eres más valiente de lo que pensaba... Pero aún no has visto lo que somos capaces de hacer, y si no cedes pronto, te aseguro que tu sufrimiento será sólo el comienzo —finalizó saliendo de la habitación y dejándome nuevamente en un limbo de incertidumbre.

21:40 pm

EZRA

Me desperté atado a una silla, desconcertado y desesperado por no saber dónde se encontraban mi hija y Claire. Intentaba desatarme sin éxito cuándo de pronto alguien entró.

—Bienvenido de vuelta a la realidad, amigo mío, parece que has estado disfrutando de un pequeño descanso, ¿no es así? — él tomó una de las desgastadas sillas de metal que había en la habitación—. Hablaba con tu nueva amiga pero no fue de mucha ayuda que digamos, quizás tú sí quieras cooperar —agregó con sarcasmo y se sentó en la silla, quedando frente a mí.

—¿Dónde estoy? ¿Qué hiciste con mi hija? ¡Exijo respuestas, maldito imbécil!—grité exaltado por la desesperación.

—Oh, ¡qué lenguaje tan colorido! —exclamó—. Pero no deberías preocuparte; tu pequeña está a salvo, al menos por ahora, siempre y cuándo tú y esa mujer cooperen —sonrió con satisfacción.

—¿Cooperar? ¿Qué es lo que quieres de nosotros? —lo observé con desprecio.

—Simplemente quiero que tú y esa mujer acepten que nosotros somos quienes hacemos las reglas aquí, y ustedes deben acatarlas—explicó y se paró de la silla, empezando a caminar en forma autoritaria de un lado a otro de la habitación junto a su arma.

—Verás, Ezra, todos aquí en el nuevo mundo buscan algo de alguien —indicó.

—Sólo deja tú maldito discurso y dime qué es lo que buscas —lo interrumpí frustrado por la situación, me encontraba agotado, sin fuerzas, y lo único que quería era saber dónde estaban Abril y Claire

—Veo que tienes prisa —volvió a sonreír—, está bien, te lo diré entonces, quiero la cura —me vio con seriedad. Lo miré confundido; lo que dijo no podía ser posible. Él no podría saber lo que escondía sobre Abril. Nadie lo sabía, ni siquiera Claire.

—No sé de qué estás hablando. ¡Suéltame y déjame ver a mi hija! —insistí, y podría apostar a que mis gritos eran lo único que se escuchaba en ese lugar.

—¿Qué? De verdad creías que nadie lo iba a descubrir —hizo una breve pausa, suspirando pesadamente—; sabemos que la niña es inmune, Ezra.

—¡Juro que si te atreves a tocarla soy capaz de terminar con cada maldita cosa que te importe en este lugar! —grité, viéndolo a los ojos fijamente.

—Shh, no necesitas gritar y tampoco estás en condiciones de amenazarme. Si no colaboran te aseguro que las consecuencias serán desagradables —me informó esto último con un particular tono de sinceridad que hizo que me estremeciera. Mi interior se llenó de incredulidad y desesperación mientras procesaba las palabras de ese tipo.

«¿Cómo es que podía saber él que Abril era inmune al virus?» Esa pregunta aún seguía en mi mente, ahora mi secreto había sido descubierto, y eso ponía a Abril en un peligro aún mayor.

—¡Maldita sea! ¡¿Dónde están Claire y mi hija?! —exigí en mi último esfuerzo por saber la verdad, viendo al desconocido desaparecer tras la puerta, sin obtener respuesta alguna.

La desesperación en mi voz era palpable mientras luchaba contra las ataduras que me mantenían inmóvil. Mi mente, atormentada por la preocupación por el paradero de mi hija y de la mujer que había sido mi única esperanza en este mundo despiadado, no sabía cómo, pero debía escaparme de este lugar cuanto antes.



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