Capítulo 7: La huída desesperada

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27 de diciembre de 2034

Charleston, Illinois

15:17 pm

CLAIRE

Habían pasado los días, y yo seguía encerrada en esa habitación oscura y fría. Sus paredes grises de concreto se encontraban algo agrietadas y con humedad. Aunque en el tiempo que estuve cautiva los guardias me traían algo que "según ellos" era comida—y digo "según" porque por el aspecto que tenía parecía haber estado allí por días— por lo tanto me negaba a comer. Atada a la incomoda y fría silla de metal y aún sin tener noticias del paradero de Abril o de Ezra. Cuándo de pronto la puerta de la habitación dónde me encontraba se abrió dejando entrar la luz, logré visibilizar la figura del hombre que era responsable de que estuviéramos en ese lugar.


—Buenas tardes, Claire ... esperó que hayas tenido tiempo suficiente para reflexionar sobre nuestra conversación anterior —empezó su discurso, sentándose en la silla que estaba frente a mí.

—¿Qué quieres de mí imbécil? Ya te dije que no estoy interesada en unirme a tu grupo de desquiciados—ya estaba harta de esta situación, de sus delirios de gobernar el "nuevo mundo", como él lo llamaba, pero inesperadamente él caminó hacia mí y me liberó de mis ataduras.

«¿Qué carajos está haciendo?»

—Antes que nada, me llamo Max, así que ya deja de llamarme imbécil —dijo, a lo cual yo sólo rodeé los ojos—. Ahora vamos. Hay algo que quiero mostrarte.

Estaba desconcertada por lo que estaba pasando y creo que también el efecto de no haber querido comer en días y solo tomar agua estaba empezando a surgir. Pero seamos honestos, era un 80% más probable de que muriese a causa de aquella comida que a causa de los huéspedes. Caminé detrás de él junto a los otros guardias, mientras miraba mis muñecas marcadas, enrojecidas por las ataduras y los intentos en vano de soltarme. Finalmente llegamos a su oficina. Mis ojos veían a mi alrededor, buscando una forma de escapar.

—Si estás buscando una forma de escapar, desde ya te digo que no pierdas tú tiempo; ahora siéntate —dijo en forma autoritaria, señalando el sofá el cual se encontraba frente a su escritorio, y que sin duda era más cómodo que la vieja silla de metal.

—¿Es en serio? —pregunté incrédula, y uno de los otros imbéciles me empujo haciendo que caiga en el sofá; lo vi con furia mientras tomaba aire, tratando de mantener la poca paciencia que me quedaba... No podía ser impulsiva ahora, no hasta que sepa donde están.

—Creo que te interesará cuándo escuches lo que tengo que decirte —Max hizo una pausa, viendo su bolígrafo negro—. Sabemos sobre la inmunidad de la niña, Abril, y creemos que podría ser la clave para encontrar una cura que acabe con esté virus.

«¿Qué? ¿Inmunidad? Eso era imposible, no existía una cura para el virus, mucho menos personas inmunes... o al menos eso nos dijeron hace tiempo.»

—¿De que carajos estás hablando? ¿Dónde están Abril y su padre? —pregunté restándole credibilidad a su revelación sobre la niña.

—¿Qué? ¿De verdad no te lo dijo? —se inclinó hacia mí—. Parece que hay problemas en el paraíso, ¿no es así?—insinuó en un tono de burla—. Pero no te preocupes por ellos, Claire, están a salvo por el momento, aunque tú podrías hacer mucho más si te unes a nosotros.

Max jugaba con su estúpido bolígrafo, viéndolo con suma atención, consiguiendo irritarme lentamente. Y de un momento a otro dirigió su mirada hacia dónde yo estaba. Su semblante era de alguien que quiere demostrar estar tranquilo, pero que en el fondo sabía que eso no era así...

—Podrías tener seguridad, influencia, piénsalo bien. ¡Seríamos invencibles si gobernamos juntos el nuevo mundo! Además tendrías todo lo que quisieras—dijo con emoción, definitivamente estaba loco. Fruncí el ceño con desprecio ante su propuesta.

—No me importan tú poder o tú seguridad, es mejor que me digas ahora dónde están esa niña y su padre Max —lo vi a los ojos—, ellos son mi responsabilidad y no pienso dejar que les hagas daño.

Él se levantó y caminó hacia mí sin dejar de verme, cómo si tratara de descubrir algún secreto oculto. 

—Eres terca, Claire, y es por eso que me caes tan bien; sé que eventualmente verás las cosas desde mi perspectiva—suspiro—. Si estuvieras de nuestro lado, tendrías los recursos para mantener a esa niña a salvo.

—Créeme, Max, no dudaré en destrozar todo esté lugar para encontrar a esa niña de ser necesario. —expresé, viéndolo directamente a los ojos de modo desafiante.

La determinación en mi voz era evidente al rechazar la oferta de Max y aferrarme a mi objetivo de encontrar a la niña dispuesta a protegerla a toda costa. Sabía que enfrentarme a los errantes sería peligroso y quizás incluso estúpido dadas mis condiciones actuales, pero no podía permitirme abandonar a la niña. Aunque esa decisión conllevará arriesgar mi propia vida en el proceso. Pensarán "¿por qué esta mujer se arriesga por alguien que conoce hace tan solo unos días?", y no tengo una respuesta concreta; lo único que sé es que les prometí llevarlos a un lugar seguro.

Observe con detenimiento a los guardias que estaban rodeándome; tenía que hacerlo ahora o no saldríamos nunca de allí. Así que en cuanto Max se dio la vuelta para ver por la enorme ventana de su oficina, tire el bolígrafo que se encontraba sobre su escritorio. Y en un último intento de escape, me moví con rapidez, aprovechando el momento de distracción para arrebatar el arma al guardia más cercano y neutralizar a los otros cinco que me rodeaban. Cada disparo resonaba en aquella habitación fría de paredes grises mientras luchaba insistentemente por mi libertad.

Pero él logró escapar de mi alcance y poner en alerta a los demás. El sonido ensordecedor de la alarma llenó el aire, señalando mi escape y desencadenando una persecución para atraparme, yo corría a través de los pasillos oscuros y laberínticos de aquella fortaleza. Mi corazón latía con fuerza, a la vez que luchaba por mantenerme un paso adelante de mis perseguidores. A pesar del miedo y la incertidumbre que me rodeaban mientras corría sin conocer el lugar, la única meta clara en mi mente era: encontrar al hombre y a su hija y asegurarme de que estuvieran a salvo.

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