La traición.

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APROXIMADAMENTE UN AÑO ATRÁS:

Avanzaba con premura, apoyándose en la pared y gritando en busca de auxilio, pero ningún eco respondía a su desesperada llamada. Parte de su ropa estaba rasgada debido al forcejeo con aquel hombre que nunca había visto en su vida. "¿Cómo pudo llegar todo a este punto?"

Ella y su hermana se encontraban en el bar del hotel que habían reservado para celebrar la última noche antes de su boda. De repente, comenzó a sentirse enferma. Al principio, no le dio gran importancia, ya que en ocasiones experimentaba malestares debido a su escasa tolerancia al alcohol, producto de no beber con regularidad. Sin embargo, la preocupación se apoderó de ella cuando su visión se tornó abrumadoramente borrosa tras solo dos copas. Si bien era intolerante al alcohol, no hasta ese punto. Lo malo fue que cuando quiso darse cuenta de lo que estaba sucediendo, cayó inconsciente.

Al poco tiempo, recuperó un poco el sentido, pero ya no estaba en el bar, sino en una gran habitación lujosa que conformaba ese hotel, lo peor era que había un hombre que la doblaba la edad, la cual se disponía a sacarle la ropa para abusar claramente de ella.
El pánico y el horror la invadieron y no dudo en luchar para su liberación. Por suerte, pudo liberarse golpeando al hombre con un jarrón que adornaban una de las mesitas de noche de la habitación.

Ahora, recorría los pasillos, tambaleándose y sintiéndose cada vez peor y más extraña a cada paso que daba. "Maldita sea, ¿Qué tipo de droga me dio ese maldito pervertido?"

Los recuerdos de lo sucedido hace pocos minutos la invadieron, uno de los fragmentos de la conversación o intento de esta se hicieron más claros en su mente, pues no entendía quién la había hecho algo así, por lo que entre súplicas, para aquel hombre la dejara libre le preguntó por la razón de todo y este solo señaló que había pagado mucho dinero por pasar una noche con ella.

"¿Quién podría querer hacerme tanto daño?" se preguntó con angustia. A pesar de que su familia había suscitado numerosas envidias debido a su riqueza, ella siempre había mantenido un perfil bajo. Tanto era la cosa que si madre la obligaba a teñirse su hermoso cabello rojizo a uno negro para no destacar. De hecho, muy pocos, prácticamente nadie aparte de su familia y amigos cercanos, conocían su existencia, tal como había deseado su padre, quien era el jefe y patriarca de la familia Dachs.

Finalmente, decidió acercarse a una de las puertas de las habitaciones en busca de ayuda, pero escuchó una voz que le resultaba familiar.

—¿Danna?—murmuró al reconocer la voz de su hermana.

El alivio se manifestaba en su expresión, aunque no estaba completamente segura. La voz procedía de la izquierda del pasillo y se acercaba, pero su esperanza se desvaneció al reconocer otra voz, una voz familiar: era la voz de Kevin. Sin poder creerlo, se acercó lo más posible y observó.

—¿Estás segura de que esto va a funcionar?

—Cállate, discutiremos eso adentro.

Era evidente que se trataba de su hermana Danna y su prometido Kevin, que entraban juntos en una habitación. Aún incapaz de asimilar lo que veía, se aproximó a la puerta por donde habían ingresado, con la esperanza de escuchar algo más.

—Calmate, hemos estado planeando esto durante meses. Me aseguré de drogarla y llevarla ante ese hombre repugnante —escuchó que decía su hermana.

Se llevó las manos a la boca para sofocar un grito de sorpresa por semejante revelación. "¿Entonces fue ella quien me drogó y me condujo a la habitación de ese depravado?"

—En estos momentos, ese hombre debe estar haciendo lo impensable con ella. Relájate, lo único que nosotros debemos hacer es disfrutar del espectáculo de mañana.

Escuchó la risa cínica de su prometido, antes de escucharlo hablar.

—Tienes razón, me estoy preocupando demasiado.

—Exacto. Después de esta noche, mis padres la repudiaron, y yo seré la nueva heredera de la casa Dachs. Todo el sufrimiento que soporté durante años finalmente será recompensado.

—Entonces, ¿Deberíamos celebrarlo, no?

No esperó más y salió de allí, tan impactada que si no se hubiera aferrado a la pared, habría caído por la impresión. "¿Fue todo esto planeado por Danna y Kevin?"
Le costaba creerlo. Sacudía la cabeza de un lado a otro, negándose a aceptar tan cruel realidad, aunque sus ojos se llenaban de lágrimas sin poder evitarlo. "No, ellos no podrían ser capaces... no podrían..."

Pero tuvo que posponer aquel dilema por un momento, ya que aún deambulaba por los pasillos. Su cuerpo se encontraba en peores condiciones; lo que sea que hubiera en esa bebida, la estaba deteriorando cada vez más, al punto de dejarla casi sin fuerzas para caminar. Sabía que en cualquier momento podría desmayarse.

"No puedo desplomarme aquí, quién sabe qué cosas peores podrían pasarme." Con ese pensamiento en mente, siguió probando puerta tras puerta, desesperada y rezando para que alguna se abriera y alguien con buenas intenciones la ayudara.

Mientras continuaba tocando las puertas y suplicando ayuda, vio una de ellas abrirse. Corrió hacia ella temiendo que se cerrara y chocó de frente contra alguien. Sin embargo, su vista estaba tan nublada por las lágrimas y la influencia de la droga que no logró distinguir claramente a quién se enfrentaba.

—Por favor, ayúdame... —suplicó a la persona desconocida.

En ese momento, no le importaba ver quién era, solo deseaba que todo esto terminara.

—¿Qué ganaré si decido ayudarte? —murmuró una voz masculina y seductora en su oído, lo que la hizo estremecer y jadear al mismo tiempo.

—Lo que desees —respondió sin pensar, acercándose más al hombre en cuestión.

—Muy bien, no olvides esas palabras —dijo él, tirando de ella con suavidad hacia el interior de la habitación.

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