Sospechoso.

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Natacha:

Mientras tanto en otro lugar...

Natacha estacionó su coche frente a la casa de Karina, con el corazón latiéndole con fuerza. Había pasado un mes desde que Karina y ella se despidieron por teléfono en el aeropuerto, prometiendo llamar en cuanto llegara a su destino. Pero no lo había hecho. Ahora, Natacha estaba en la puerta, decidida a obtener respuestas.

Tocó el timbre con firmeza y esperó, apretando los puños para controlar la ansiedad. La puerta se abrió y apareció la madre de Karina, una mujer de cabello negro y ojos verdes, como los de su hija.

—Natacha, qué sorpresa verte. Pasa, pasa —dijo con una sonrisa forzada.

—Gracias, señora Dachs —respondió Natacha, entrando al recibidor con paso decidido—. Necesito hablar con ustedes sobre Karina.

La madre de Karina, Karen, la guió hasta la sala, donde Owen Dachs, un hombre de cabello negro rojizo, estaba leyendo el periódico. Al verla, dejó el periódico a un lado y se levantó para saludarla.

—¿Cómo estás? ¿Quieres algo de tomar?

—No, gracias, señor Dachs. Estoy bien —dijo ella, sin poder ocultar la urgencia en su voz.

—.Estoy aquí porque estoy muy preocupada por Karina. No sé nada de ella desde que se fue y eso no es normal. Ustedes también deben estar preocupados, ¿Verdad?

Los padres de Karina intercambiaron una mirada rápida antes de que Karen hablara.

—Natacha, cariño, entendemos tu preocupación, pero a Karina la pasó nada. Nos escribió diciendo que necesitaba tiempo para adaptarse al nuevo lugar y que prefería no comunicarse hasta entonces.

—Eso no tiene sentido —insistió la rubia, alzando un poco la voz.

—Conozco a mi amiga. Ella nunca haría algo así. Nos prometió que llamaría en cuanto llegara y no lo hizo, sin duda algo no está bien.

Owen, frunció el ceño, pero mantuvo la calma.

—Entiendo que estás preocupada, pero debes confiar en nosotros. Karina está bien. Solo necesita tiempo.

—¡No puedo confiar en eso! —exclamó, sintiendo cómo la frustración y el miedo se apoderaban de ella

—¡Sé que algo le ha pasado! ¿Por qué no quieren buscarla? ¿Qué están ocultando? —gritó con desesperación.

Había prometido mantener la calma, ser educada y paciente, pero ver la indiferencia en sus rostros estaba llevando su paciencia al límite.

"Sabía que a su familia no le importaba Karina, pero ¿Tanto la odiaban como para actuar como si nada cuando claramente algo no está bien?" Se preguntó, mirando una vez más a los padres de su amiga.

Entonces vio cómo Karen se llevó una mano al pecho, visiblemente afectada por las palabras de Natacha. Su rostro se crispó de dolor, pero se recuperó rápidamente y habló de nuevo.

—No estamos ocultando nada, Natacha. Solo estamos respetando el deseo de nuestra hija de tener su espacio.

—¡Eso es mentira! —se levantó del sofá, incapaz de contenerse más.

—Karina nunca se aislaría así. Por favor, solo tenemos que verificar si llegó, y si no es así buscarla antes de que sea demasiado tarde.

El señor Dachs se puso de pie también, impasible, como si todo esto no fuera con él o no le afectara.

—Natacha, te aseguro que si hubiera alguna razón para preocuparnos, ya habríamos tomado medidas...

—¡Si no van a hacerlo, entonces lo haré por mi cuenta! —gritó, sin dejar que el hombre terminara.

—¡deja de crear un escándalo de una situación que no existe! Además, este asunto solo nos concierne a nosotros —soltó Owen con una voz más severa, que la hizo estremecerse ligeramente.

Ambos se fulminaron con la mirada. Natacha no añadió más y se fue de esa casa, más decidida que nunca. No iba a descansar hasta encontrar a su amiga. Sabía que algo no estaba bien y que no podía confiar en las explicaciones que le habían dado. Ahora, tenía que seguir su instinto y descubrir la verdad, y para ello necesitaría ayuda.

"Seguro que papá me ayuda a encontrarla."

Por todo lo que le contó su amiga, sabía cómo eran los padres de Karina con ella y el trato que siempre le habían dado. Un ejemplo no muy lejano era el hecho de llevarla lejos para deshacerse de ella, por un error que no había provocado.

"En vez de investigar si era cierto lo que pasó, decidieron creer a ese estúpido de Kevin y a la zorra de Danna."

Siempre había sido así; los padres de su amiga siempre la habían maltratado y regañado en favor de su hermana Danna.

"No, no puedo confiar en ellos."

Se subió al coche, donde el chófer la esperaba, y frunció el ceño al ver el rostro consternado de Natacha a través del retrovisor.

—¿Todo bien? —preguntó el hombre, de nombre Alexander.

—Nada está bien. Debo ver a mi padre ahora mismo —dijo con determinación en los ojos.

Alexander, sorprendido, asintió y arrancó el coche, conduciendo directamente a Skyline, la empresa de su padre, una de las más influyentes de la ciudad.

Sabía que si alguien podía ayudarla a encontrar a Karina, ese era él. La familia Demishew no solo tenía recursos, sino también contactos que podrían ser de gran ayuda en una situación como esta. Además, Natacha era la princesa consentida de su padre y ella lo sabía.

Al llegar al imponente edificio, no se detuvo a saludar a nadie y se dirigió directamente al despacho de su padre. La secretaria intentó detenerla, pero Natacha, con una mirada firme, solo dijo:

—Es urgente, Margot. Necesito hablar con mi padre ahora mismo.

La secretaria, confundida pero entendiendo la gravedad en la voz de Natacha, asintió y le permitió pasar. Al entrar, encontró a su padre, Djoser Demishew, un hombre de cabello rubio canoso sentado detrás de su escritorio, revisando unos documentos.

Natacha se sintió aliviada de que su padre no estuviera en una reunión importante. Sabía que, aunque su padre la consentía, era muy estricto cuando se trataba de su trabajo.

—Papá —lo llamó casi en un susurro, y las lágrimas que había estado conteniendo durante todo el camino comenzaron a rodar por sus mejillas.

—¿Nati? —preguntó, confuso el hombre, al ver a su hija llorando en medio de su oficina.

—Necesito tu ayuda —dijo ella, sin preámbulos.

Djoser levantó la vista y, al ver la expresión en el rostro de su hija, dejó los papeles a un lado y se levantó para abrazarla.

—¿Qué ocurre, pequeña? ¿Por qué estás llorando? Dime qué pasa, yo lo arreglaré —dijo el hombre con su voz ronca, que infundiría miedo a cualquiera, pero no a Natacha.

Ella lloró aún más al sentir el afecto y la preocupación en la voz de su padre, algo que habría deseado ver en los rostros de los padres de su amiga.

Lloró lo que pareció una eternidad, hasta que, pasados unos minutos, logró cesar el llanto.

—¿Mejor? —preguntó su padre. Ella asintió, avergonzada, separándose de él y limpiándose las lágrimas.

—Ahora, siéntate y dime qué pasa.

Natacha tomó asiento y trató de mantener la calma mientras le contaba a su padre lo sucedido.

—Es Karina. Hace un mes que no sé nada de ella desde que se fue de viaje, y sus padres no parecen estar preocupados. Dicen que necesita tiempo para adaptarse, pero yo sé que es mentira. Karina nunca se aislaría así.

 Se detuvo por unos segundos para tomar aire y seguir.

—A pesar de que sus padres siempre le hicieron la vida imposible, nunca me metí, pero esto es diferente, papá. Y ya que ellos no están dispuestos a buscarla, quiero hacerlo yo, pero no puedo hacerlo sola.

Djoser la escuchó atentamente, asintiendo con gravedad.

—Sabes que siempre te he dicho que no te metas en los asuntos familiares de otras personas...

—Lo sé, papá, pero ella es mi mejor amiga, es como una hermana. Sabes cuánto me ayudó cuando mamá nos dejó, siempre ha estado ahí para mí —dijo, mirándolo con tristeza.

A la mención de su madre, Djoser sintió una punzada de angustia, pero se mantuvo sereno.

—¿Has pensado en la posibilidad de que sus padres estén diciendo la verdad? Quizás te estés preocupando innecesariamente.

—Por favor, papá, si lo que sus padres dicen es cierto, iré a su casa y les pediré disculpas por todo el alboroto, pero quiero estar segura —alegó con firmeza.

El hombre miró a su hija, con los ojos hinchados y rojos, y vio la desesperación reflejada en ellos. La última vez que la vio así fue cuando su esposa luchaba contra su enfermedad que la mataba por dentro, y se prometió a sí mismo no dejar que volviera a sufrir de esa manera.

—Sabes que haré todo lo que esté en mi poder para ayudarte. ¿Por dónde quieres empezar?

Natacha sintió una oleada de alivio al escuchar la disposición de su padre.

—Quiero saber si llegó a su destino. Necesitamos verificar si tomó el vuelo y si alguien la vio llegar. También debemos investigar a su familia. Siento que están ocultando algo.

Djoser la observó detenidamente por aquello último que dijo. Pues no era de los hombres que se insminscuían en los asuntos familiares de otras casas, pero asintió, ya pensando en las personas a las que debía contactar.

—Hablaré con nuestros contactos en la aerolínea y en el aeropuerto. También tengo amigos en la policía que pueden ayudarnos a investigar más a fondo a la familia Dachs. Si están ocultando algo, lo descubriremos.

Djoser no pensaba que una familia de bajo estatus como los Dachs estuviera ocultando algo significativo, pero lo haría si eso daba tranquilidad a su hija.

—Gracias, papá. Sabía que podía contar contigo.

Djoser sonrió y acarició la mejilla de su hija.

—Por supuesto, princesa. Sabes que haría cualquier cosa por ti —aseguró con una sonrisa confiada.

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