«Bésame.»

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Él:

Siempre tuvo el sueño ligero, aunque con ella lograba dormir de un tirón. Pero esta vez no fue el caso, pues al sentir unas manos tocar su cuerpo, se despertó abriendo los ojos de golpe.

Agradeció la oscuridad y el pleno control de sus emociones y acciones, y no reaccionó, sino que se mantuvo sereno con una respiración constante.

"¿Qué estará tramando esta vez?" pensó para sí con una sonrisa divertida en su rostro. Pero no pudo pensar más allá, ya que su mente se interrumpió por las manos de ella sobre él.

Lo tocaba con delicadeza, apenas rozando sus dedos con su piel como una suave caricia. 

"Es como si tuviera miedo de que me rompiera en cualquier momento."

Pensar en eso le hizo gracia, y deseó reír, pero se contuvo. Sabía que ella lo tocaba con esa delicadeza por miedo a despertarlo. Y lo que comenzó como algo divertido se volvió tortuoso. Podía controlar al cien por cien su cuerpo, pero había una parte de su anatomía que escapaba a su control: su entrepierna, que se endurecía con cada caricia de Karina.

Sintió sus delicadas manos tocar una de sus cicatrices y siguió la línea de esta con el dedo. Notó cómo se quedó más de la cuenta y reprimió un escalofrío. Se mordió el labio con fuerza para evitar dejar escapar cualquier sonido.

Y recordó cómo llegó esa cicatriz allí. Su rostro se ensombreció solo de pensarlo. Aquella cicatriz fue el principio de muchas de las tribulaciones que atravesó a lo largo de su vida. Pero esa fue la primera y la más dolorosa.

"Eso es pasado", se dijo a sí mismo y la mano de Karina en su entrepierna lo hizo salir de esos pensamientos y volver a la realidad de golpe. Ella apartó la mano tan bruscamente que tuvo que contener la risa al imaginar su rostro, probablemente sonrojado por la vergüenza.

Siguió quedándose quieto para ver cuál sería su siguiente movimiento. Durante unos largos minutos, no la sintió moverse y comenzó a preocuparse de que se hubiera paralizado por el miedo, pero aquella preocupación se disipó cuando volvió a sentir movimientos en la cama.

Ella se alejaba y escuchó cómo contaba. No sabía si ella era consciente de que lo hacía, lo que también lo intrigó. "¿Por qué cuenta?", se preguntaba. Pero una pequeña idea le surgió en la mente: "¿Querrá encender la luz?"

Sonrió. La idea no le desagradaba del todo; si ella viera su rostro, no le preocuparía en exceso. Solo tendría que acelerar un poco las cosas, nada más. "No es como si fuera a lograr escapar si descubre quien soy."

Se movió ligeramente para probar su teoría y notó cómo ella se quedaba quieta. Podía sentir la tensión y la rigidez de su cuerpo a esa poca distancia. A pesar de no poder verla, se deleitaba al imaginar su rostro asustado y horrorizado. Aquello provocó que su parte inferior se excitara en exceso y volviera a endurecerse.

 "Es hora de hacerme notar", pensó. Así que hablado la preguntó del por qué se había detenido cuando estaba haciendo un buen trabajo. Lo cual, como era de esperar, la hizo estallar y no dudó en arremeter contra él.

—Así que estabas despierto, eres un pervertido—lo acusó.

El hombre suprimió una carcajada y le hizo saber que la pervertida era ella por tocar algo que no debía, haciendo referencia a su miembro. Eso la calló por un momento, seguramente la vergüenza pudo con ella.

Aprovechando aquel silencio, se preguntó si ella se había dado cuenta o pudo reconocer su voz, pues no tenía el modulador. Pero juzgando por su comportamiento, estaba seguro de que no era el caso. 

"Debe ser su enfado lo que no la deja ver más allá."

El silencio comenzó a alargarse y se volvió tedioso para él; quería escucharla, amaba su voz, no solo eso, sino todo de ella.

—¿Qué? ¿Te comió la lengua el gato? —dijo él, incorporándose y acercándose a ella. Deseaba tocarla, pero ella reaccionó apartando su mano en cuanto la sintió en su rostro. 

Odio cuando hace eso, pero debí ser paciente." Se decía a sí mismo.

Karina arremetió contra él y le exigió una vez más su liberación. Deseaba que la dejara ir. Por lo que él, no perdió tiempo y le hizo saber el motivo de su visita.

Había estado al tanto de cada uno de los movimientos de ella. Entre otras cosas, podía verla a través de las cámaras y se alegró de que dejara de llorar o gritar. Se estaba comportando, acostumbrándose a su nueva vida. Por lo tanto, decidió que era momento de sacarla de su encierro. Se lo hizo saber.

—Vine a verte porque me informaron de lo bien que te estabas portando. Pero justo ahora... no esperaba que aún tuvieras este tipo de comportamiento.

—¡¿Cómo esperas que reaccione cuando me has secuestrado? !

"¿Secuestrarla?" repitió él, a duras penas conteniendo su ira al escuchar esas palabras de sus labios.

"¿Cómo podía pensar en algo tan horrible? Solo la traje al lugar donde debía estar desde un principio." 

"Si tan solo sus padres no hubieran complicado las cosas, no tendría que estar tomando estas medidas."

—Yo no te secuestré. Solo te traje al lugar al que perteneces —respondió con toda la paciencia que fue capaz de reunir.

Pero ella seguía siendo terca, haciéndole saber lo equivocado que estaba y insultandolo a tal punto de llamarlo Psicópata. 

 Aquello le hizo sonreír. No muchos se atreverían a pronunciar esa palabra sin atenerse a las consecuencias, a pesar de que muchos que lo rodeaban pensaban ciertamente como ella.

Con cierta diversión, se vio dándole la razón en sus palabras, aunque tampoco mentía cuando decía que ese era el lugar al que ella pertenecía.

—¡Yo no pertenezco aquí! ¡Mi casa está con mi familia, ellos deben estar preocupados, buscándome! —gritó encolerizada. Pero, una vez más, sus palabras le hicieron gracia y esta vez no contuvo las ganas de reír.

Notó la vacilación en cada sílaba que soltaba, como si ella misma no creyese en esas palabras. Pero para su desgracia, no se equivocaba. No había nada que pudieran hacer.

Ya hacía casi un mes desde su llegada aquí y él no había visto ni una sola noticia de su desaparición.

"No podrían encontrarme, incluso si lo deseasen. El miedo que me tienen los ciega tanto que no serán capaces de buscar a la hija que tanto han intentado proteger."

"Es lamentable." Pero esa información ella no la sabía, y así iba a seguir hasta que llegase el momento de vengarse.

—Oh, Karina, ambos sabemos que lo que acabas de decir no es cierto. A tu familia le daría igual lo que te pasara, eres una carga para ellos —le recordó con una sonrisa tan maliciosa como macabra.

La ira de ella regresó y una vez más comenzó a gritar, llegando al punto de golpearlo. Lo que lo tomó por sorpresa. Parpadeó varias veces como si lo que acabara de pasar no fuera real, pero podía sentir el ardor del golpe en su mejilla. Sabía que fue un movimiento impulsivo, pues ella no podía verlo.

"¡¿Cómo se atrevió?!" La amaba, pero no iba a permitir esas acciones. Sin esperar, se abalanzó sobre ella, inmovilizando su cuerpo bajo el suyo para que no pudiera escapar, a pesar de sus forcejeos e insultos.

—¿Nunca te enseñaron a no faltarle el respeto a tus mayores? —preguntó el hombre junto a su oído mientras la mordía ligeramente

—¿Tengo que enseñarte cómo comportarte? Te lo dije. Te pedí ser obediente.

—¿Obediente? ¡Si querías a alguien así, habría sido mejor que te compraras un perro y no me secuestrases!—sentenció, intentando mover los brazos. Pero él los tomó y los colocó a cada lado de su cabeza.

—Los humanos pueden ser obedientes, incluso más que los perros, solo si encuentran a alguien que los discipline bien —explicó, dejando caer aún más peso sobre ella, moviéndose encima suyo.

Él notaba cómo el pijama de ella se deslizaba por su cuerpo con cada forcejeo, sin hablar del calor que emanaba, sobre todo en aquella parte tan sensible de su cuerpo a la que deseaba ponerle las manos encima. No solo las manos, sino su boca y todo su cuerpo.

Le hizo saber lo placentero que sería amaestrarla, mientras su miembro cobraba vida bajo ella. Estaba seguro de que ella lo notaba, porque su cuerpo también se tensó.

Entonces, Karina comenzó a Suplicar que no le hiciera nada, Aquello lo tomó por sorpresa, pues no entendía el repentino temor, pero tardó Solo unos segundos en comprender la situación.

"¿Teme que la viole?"

No negaba que la deseaba con todas sus fuerzas, pero no iba a tocarla todavía. Sin embargo, eso no implicaba que no jugaría un poco con ella por haberlo golpeado.

—Por favor... No me hagas daño, no volveré a hacerlo, por favor —suplicaba con clara desesperación.

"Por supuesto que no habrá una segunda vez."

—No es necesario que me digas algo que ya sé de antemano.

—Por favor, haré lo que quieras, no me hagas daño —imploró una vez más con la voz quebrada.

Aquellas palabras llamaron su atención. Quería que ella entendiera el peso de lo que estaba diciendo, pero ella insistió que haría lo que fuera con tal de que no la tocara.

Sonrió al considerar las mil posibilidades de aquellas palabras y se molestó por lo imprudente que era al decir algo así a la ligera.

 "¿Y si le pido algo que atente contra su vida?" Claro, no iba a pedir semejante cosa, pero era molesto lo ingenua que podía ser.

—Bien, tomaré tu oferta. No te haré nada a cambio de un beso.

"Sí, podía conformarme con un beso de momento."

—!¿Qué?! —preguntó Karina como si no hubiera entendido bien.

—Bésame —soltó sin más, creando un silencio sepulcral.

Él esperó a que ella hiciera algún movimiento o dijera algo, pero no lo hizo y los minutos pasaron, lo que empezó a impacientarlo.

—Si haces que vuelva a repetirlo, pediré otra cosa que quizás no te guste tanto —la advirtió de forma severa.

—¿Solo un beso? —preguntó ella al fin con voz temblorosa.

—Si quieres darme más de uno, no me opondré —la provocó, sabiendo cuál sería su reacción.

—Ya quisieras —murmuró, lo que a su vez lo hizo sonreír, pero no dijo nada y esperó de nuevo.

Los minutos empezaron a pasar de nuevo y él nuevamente empezó a impacientarse. Cuando estaba a punto de hacérselo saber, de un momento a otro sintió sus labios sobre los de él.

Aquel movimiento fue tan inesperado que le tomó unos segundos reaccionar, justo cuando ella estaba por alejarse. No lo permitió y la tomó por la cintura para retenerla.

Atrapó su boca y se abrió camino hacia la suya para profundizar el beso. Sorprendido por su reacción, ella correspondió de buena gana, abriendo su boca y dejándole entrar.

Un beso caliente y húmedo, apasionado, que solo se intensificaba aún más por la atmósfera que había. El hombre la atrajo más a él y siguió besándola como si no tuviera suficiente. Su cuerpo, ya duro por las caricias anteriores, volvió a calentarse y endurecerse como nunca. La situación empeoró cuando de los labios de ella salió un jadeo de satisfacción.

"No es suficiente," pensó mientras el beso se detenía y ambos se sumergían en un mar de jadeos y respiraciones entrecortadas.

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