━ PRÓLOGO.

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( LA LEYENDA )

CUENTA la leyenda, que en uno de los balcones del eventualmente conocido y famoso Valle de Godric, una mujer gitana de piel realmente morena se encontraba recargada contra el barabdal de su habitación hablando. Si alguien llegara a aparecerse en las calles aquella noche, jurarían ver a la mujer hablando sola, sin embargo, no lo hacía, hablaba con la enorme y redonda Luna que alumbraba las calles y callejones más oscuros del lugar. Hablaba con ella esperando la escuchara y la ayudara. Pasó horas ahí, sus brazos estaban entumecidos por el frío y su cuerpo exigía descanso a gritos, sin embargo, ella no movió ni un músculo. La conjuró hasta el amanecer.

"Por favor" pedía llorando "Por favor ayúdame a desposar un calé" la mujer estaba en completa desesperación, necesitaba aquello, también lo quería. Necesitaba salir de casa de sus padres y sabía que la mejor manera de hacerlo, sería si desposaba a alguien y creyendo, como lo hacía de pequeña, que la Luna le escuchaba y cumplía sus deseos o incluso caprichos, la ayudaría en aquello.

Alguna vez cuando era más joven aquella hermosa figura le había hablado, le había ayudado cuando más lo necesitaba, sin embargo, no parecía que aquella noche la atendería, solo lo parecía, pero era una idea errónea. Cuando Rae cerró los ojos y suspiró soltando el vaho que demostraba lo frío de la noche, fue cuando ocurrió.

    "Tendrás a tu hombre, piel morena"desde el cielo habló, por fin, la Luna llena, llamándola por el «apodo», que dio a Rae, cuando ella solo era una niña, por su característica piel oscura. "Cumpliré tu deseo, pero a cambio quiero el hijo primero que le engendres a él".

    Pensándolo algunos segundos, analizando la situación de lo que sería dar a un hijo, no lo creyó tan malo, la Luna podría pedirle algo peor. Por lo que decidió que poco era lo que le iba a querer a su primogénito. Sentía escepticismo. Algo dentro de ella le hacía dudar. No estaba segura si era él hecho de que pidiera a un niño o si era aquella duda de que en verdad le daría un esposo.

     "¿Para qué quieres a mi hijo? ¿Qué pretendes hacer con un niño de piel?", preguntó de pronto protectora sobre la idea de tener a un niño suyo y tener que darlo a alguien sin saber que haría con él.

    "Solo quiero ser madre, he vivido millones de años sin tener un hijo, sin tener a alguien conmigo, quiero tener a alguien", aclaró. "Con este acuerdo busco que ambas tengamos lo que más queremos, tú serás mujer de un calé y yo tendré a mi hijo, ¿es un acuerdo?"

    La mujer tardó poco más de lo esperado, pero aceptó aquella, para nada sencilla, petición que la Luna hacía.



PRONTO aquel mismo mes, Rae conoció a un hombre de piel morena, nada parecida a la suya, él era de un tono de piel más claro, demasiado en comparación y tenía unos preciosos ojos azules verdosos que destellaron al ver a la gitana.

    Algunos años después, el matrimonio de Rae Sexton y Etzio Wrightson se consumó y a los pocos meses la pareja se anunció esperando un hijo.

    Los nueve meses pasaron volando, Etzio era el esposo perfecto, todo lo que Rae alguna vez había soñado; sin embargo, todo aquello cambió la noche en que la mujer dio a luz.

    Había ido una curandera a casa de la familia de piel morena a atender a la mujer que estaba en labor, no habían querido ir a un hospital, así como tampoco querían un verdadero médico en el lugar, como tal prefirieron llamar a aquella mujer que alguna vez conocieron y decidieron sería la indicada para traer a Elijah.

    Los gritos de dolor por el parto no cesaron por horas, sin embrago, cuando el pequeño "Elijah llegó a la tierra"; Rae estaba exhausta y deseando cargar a su pequeño. Sin embargo toda su emoción cambio cuando vio la expresión de su marido y la curandera.

Algo definitivamente iba mal.

    "¡Este Niño es de un payo! Este no es mi hijo", gritó con molestia al ver la piel del pequeño, quien no contaba, para nada, con ninguno de los tonos de piel de sus padres.

    Elijah, había nacido con la piel blanca, incluso podríamos decir un tanto rosada, por el reciente parto, dejándolo fuera del rango de color de piel de sus padres.

    "¿Qué estás diciendo?", preguntó Rae preocupada aún sin poder ver al pequeño, enderezándose como cuidado en la cama. Un parto nunca era sencillo para nadie, ni siquiera en el mundo mágico.

    "Es de piel blanca, Rae. Es un Niño blanco. ¡Esto no puede ser hijo mío! ¿con quien te has metido?"

    "Calla ya, Etzio", pidió mirando a la curandera quien bajando la mirada  y entregando apresuradamente al bebé a su madre,  salió del lugar.

    "Esto no me lo callo; dime de quién es", la apuntó amenazante, mientras su mirada no podía ocultar el odio que sentía.

    "Tuyo y solo tuyo", dijo tratando de levantarse de la cama para acercarse a su marido, pero con cuidado de no despertar al pequeño, quien tan pronto había sentido el calor del cuerpo de su madre se había quedado completamente dormido.

El gitano se sentía y creía deshonrado por la mujer que amaba, a una magnitud tan impresionante, que dejó que su juicio se nublara sacando su varita apuntando en dirección a su esposa quien paró en seco sus acciones y le miró con una expresión de terror.

"Lo preguntaré una vez más, Rae. ¿De quién es el hijo?", la mujer juró escuchar un nudo en la garganta de su marido, así como vio sus ojos empañarse por las lágrimas.

"No miento cuando digo que es tuyo".

Negando y con una lagrima finalmente cruzando su mejilla pronunció el conjuro.

"Avada Kedavra", aquello fue todo lo que se escuchó antes de que la mujer quedara muerta en la cama donde había parido, con su hijo en brazos llorando.

Con total desprecio, Etzio tomó al pequeño, cargándolo y se dirigió a algún monte lejano para abandonarlo; había tenido las agallas de matar a su esposa y la persona que más amaba en el mundo, pero no quería manchar sus manos con la sangre de un bastardo de payo, le odiaba pero dejaría que alguna arpía** lo encontrara para que se alimentara de él.

Al llegar a un lugar completamente aislado, dejó al niño en el suelo y fue de vuelta a su casa a ocuparse de su esposa, diciendo que había muerto dando a luz, y que había perdido a su hijo; teniendo en secreto lo que había conjurado.

La mentira, claramente no duró mucho tiempo y todo fue expuesto, sin embargo nunca encontraron a Elijah por ningún lado. Algunos creyeron que el pequeño había muerto a manos de su padre, Etzio, otros decían que las arpías habían hecho de las suyas con el pequeño niño.

Sin embargo, el mito prevalece. Se dice que el pequeño vivió y fue criado por su madre, no por Rae, sino, por la misma luna. Le enseñó cada buena acción que había aprendido de hechiceros a lo largo de los años que hablaban con ella. Era difícil, especialmente cuando Elijah era solo un bebé. En las noches que la luna se encontraba en su mayor esplendor y en su fase de "Luna llena", significaba que Elijah se encontraba de buen humor, sin embargo, si el pequeño lloraba; la luna menguaba para hacer una cuna y arrullarlo.

Años pasaron y a pesar de que Elijah Wrightson no tenía una casa particular donde residir o un buzón; había llegado. La carta de Hogwarts reposaba frente a su cara dormida con una lechuza a un lado, esperando a que la carta que acababa de entregar el joven mago la leyera.


**Arpía: Son criaturas mágicas con aspecto de mujer, son salvajes en apariencia, y es sabido que comen niños. Las arpías pueden ser terroríficas, ya que Quirrell les solía temer. Una vez, en 1993, Harry Potter vio a una Arpía comiendo un hígado en El Caldero Chorreante. Y Gilderoy Lockhart hizo mención de ellas en su libro titulado: "Vacaciones con Arpías".

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