[ 010 ] waterland, part 1

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𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓'𝐒 𝐆𝐀𝐑𝐃𝐄𝐍
━━━ 🌼 ━━━
10. WATERLAND, PART I

—¿ESE ES MI PRIMO? ¿QUÉ CLASE DE FAMILIA TENGO?

La pregunta de Percy llena el aire mientras los cinco caminan al garito medio decente que les ha recomendado Ares, un típico restaurante de comida rápida de carretera en el que los transeúntes hacen su parada tras un largo y agotador viaje, solo para comer hamburguesas o cualquier otra comida grasosa, así como bebidas y postres como helados o chocolate. Incluso, a juzgar por el olor que les golpea la cara al entrar, también venden café.

El olor a café les recuerda a los gemelos los fines de semana con tío Rory, cuando pasan todos en familia y él prepara para tía Helena y appa y añadiendo nubes de azúcar para los niños cuando están en casa.

Ares se sienta en un reservado donde caben diez perfectamente, riéndose histéricamente de algo que lee en un periódico mientras los mestizos y el sátiro se aproximan. En la mesa, hay montones de hamburguesas con queso y bebidas para dar de comer a toda una ciudad. Lo que tiene de ira, lo tiene de gula también. Nadie hace el amago de sentarse a su lado, todos ocupan asientos frente a él, haciendo espacio suficiente para que puedan caber los cinco, bastante apretados todos, pero logran sentarse

—Dadme un segundo —pide Ares, que se ríe como maníaco antes de cerrar el periódico y mirarlos uno a uno—. Vuestra misión va a fracasar. Preguntadme cómo lo sé.

—No va a fracasar —responde Percy sin dudar.

—Claro que sí —Ares se ríe por tercera vez—. Para empezar, tu cara está plasmada en todos los carteles de las ciudades, y has salido hasta en las noticias —señala hacia arriba, donde un televisor cuelga de la pared mostrando a un tipo con bigote sentado en un sofá, hablando hacia la cámara.

Percy siempre ha sido conflictivo —suena desde la televisión. Los clientes no parecen interesados, así que es algo bueno, suponen, porque están muy ensimismados en su comida como para ver las noticias que son siempre deprimentes—. Pero... nunca pensé que fuera capaz de hacer algo así.

—¿Quién es ese? —pregunta Chee.

Percy pone cara de asco.

—Mi padrastro. Pero ¿qué hace?

—Ahora verás —Ares señala con el dedo para que presten atención.

¿Crees que también tuvo algo que ver en la desaparición de su esposa?

¿Un niño tan trastornado? —continúa el del bigote—. ¿Qué no haría? Se fueron en mi coche... —de repente le salen lágrimas de tristeza—. Ay, mi coche, le tenía mucho cariño. Mucho. Corte, por favor, corte...

—Pues tu padrastro es un imbécil —Yong-hwa hace una mueca y su gemela está totalmente de acuerdo. Los cinco regresan la vista al dios de la guerra, que sorbe un batido con fuego refulgiendo en sus ojos por el enfado creciente en el ambiente—. No entiendo qué quieres que hagamos, ¿que dejemos que todo vaya al traste? Es decir, que el tío este se ponga a pelear con el papá de Sirenito y nos haga comer una hostia a base de rayitos solo nos perjudica a nosotros. Vosotros los dioses estáis muy felices retozando en las nubes.

Ares sube una ceja.

—¿Sirenito?

—Ya sabes, por Ariel. La Sirenita. Venga, tío, tú has estado vivo más tiempo que yo, seguramente te habrás topado una o dos veces con esa película. Es de 1989. Te va bien a este idiota, siempre haciendo decisiones catastróficas.

—Fue muy famosa en cines cuando se estrenó, o eso nos dijo nuestra tía —aporta Chee, recordando los comentarios de su tía de ir al estreno y salir llorando.

Por descontado que Helena llora hasta porque se le quiebra una uña.

—Meh —Ares le resta importancia y sorbe del batido—. No es que pase mucho por el cine a menos que sea una película de una buena guerra. ¿Habéis visto Pearl Harbor? Buenísima.

—¿Podrías dejar de sonar tan estereotipado? Hace mal a tu imagen. Y sí, la ví, a escondidas porque mi appa es un miedica que pretende protegerme de todo y mi hermana es una rajada que no dudaría en contárselo —Yoongie repone rodando los ojos—. De todos modos, ese no es el punto. Te lo repito, ¿qué ofreces que hagamos? Es decir, se lo repito. Se me va olvidando que tú eres uno de los grandes y todo eso.

¿Es solo Chee o su hermano suena más enfadado que de costumbre? Al echar un breve vistazo a sus amigos, los ve a todos con ceños fruncidos, y ella comienza a fruncir como ellos. Ares en tanto, está sonriendo como el gato ese de Alicia en el País de las Maravillas.

—Me gusta tu actitud, chico. Tienes fuego, pero no te pases, tú y yo no somos amigos así que bájale a tu intensidad.

Yoongie rebufa.

—Y tú bájale a tu chulería.

Antes de que se desate una guerra en la cafetería, Ares estira la mano hacia el chico y una especie de aura roja negruzca es absorbida por Ares como si parte de la molestia del muchacho fuera repentinamente sosegada. El pelinegro parpadea confuso y se echa hacia atrás, sacudiendo la cabeza en desorientación.

—¿Te sientes mejor? A veces olvido los efectos que tengo en la gente cuando está a mi alrededor. Oopsies —Ares señala, devolviendo su mano al lugar correspondiente—. Aliento de muerto lo llama Cabreo Celestial y la mamaita de la rubita lo llama Inducción de Ira. Ya te digo, esa vieja vanidosa es de lo más sosa.

Annabeth decide intervenir.

—Mi madre no es vanidosa.

Ares sonríe de medio lado.

—Quizá quieras explicarle eso a Medusa, rubita.

Grover se pellizca el puente de la nariz mientras Percy luce tan aturdido como un cachorro perdido sin entender muy bien qué exactamente estaba pasando. Naturalmente, ese es su estado natural siempre. Todavía le cuesta entender el concepto de que él es mestizo. Chee ladea la cabeza.

—¿Disculpe? ¿Señor Ares? ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué... sea lo que acaba de hacer no funcionó conmigo? —pregunta ella con voz suave mirando tanto a su hermano como al dios y luego a Annabeth que parece que le han propinado un puñetazo en la mandíbula, porque por primera vez, se había callado.

O eso, o sabe que es inútil discutir con un ser mucho más poderoso que tú.

—Bueno, bonita. Debe de ser porque tú tienes la sangre sucia, igual que él —responde el hombre inclinándose hacia adelante—. No te rayes, no es tu culpa. Algunos de vosotros sacáis rasgos más potentes de vuestros padres, madres o abuelos dioses y otros llevan la sangre un poquito más diluida. También puede deberse a otros factores que son más complejos de explicar a una cría de trece años. No es que seas una inútil, aunque te comportes como una.

Nuevamente, el gemelo de la chica rezonga.

—¿Siempre es usted tan encantador, Amo de la Guerra?

—¿Siempre se te da bien el apodar a la gente de manera peyorativa?

Entonces, Percy farfulla:

—Ares, ¿qué quieres de nosotros?

Ares posa la vista en el chico.

—Que me hagáis un trabajillo para yo ayudaros con el vuestro. Os prepararé el resto del viaje —el fuego en sus cuencas brilla con mayor intensidad al pensar en ello—. No es demasiado. Quiero mi escudo. Lo dejé en un parque acuático abandonado aquí en la ciudad. Tenía cita con mi novia pero nos interrumpieron. En la confusión me dejé el escudo. Quiero que lo recuperéis.

—¿Por qué no va usted, señor Ares? —le pregunta Chee.

—Porque no me apetece. El parque acuático está a un kilómetro y medio al oeste, en Delancy. Buscad la atracción del Túnel del Amor.

—¿Quién interrumpió su cita, señor?

Ares muestra una sonrisa de dientes con una mirada amenazante que la coreana ya ha visto más de una vez en Clarisse, sobre todo en el muro de escalada.

—Tienes suerte de haberme encontrado a mí, bonita, y no a algún otro Olímpico. Como necesito recuperar ese escudo, me quedaré al sátiro de rehén para que no huyáis.

—¿Qué? —Annabeth frunce—. ¡No!

Pero Grover responde:

—Vale.

—Ni hablar —Percy menea la cabeza, el recuerdo del arco y todo lo que conllevó separarse apareciendo en su mente—. No nos separaremos más.

—Tranquilo —asegura Grover, poniendo una mano sobre su brazo antes de mirar a Are—. ¿Puedo acompañarlos a la puerta?

Ares se lo concede. En la puerta del restaurante, Grover les susurra a los cuatro que confíen en él, que sabe lo que hace, y ellos salen de allí con un nudo en el estómago y mal sabor en la boca. Ares tiene fuerza, nada más. Y a veces la fuerza debe doblegarse ante la inteligencia, por eso les ha pedido a ellos que busquen ese escudo. Chee se pregunta qué haría interrumpir al dios de la guerra una cita con su novia y huir despavorido del parque acuático, y mira a su hermano para saber si está pensando lo mismo; él la mira a los ojos y asiente, y ella da por hecho que sí. Cosa de gemelos, supone, o de mestizos gemelos.

El sol se hunde tras las montañas cuando encuentran el parque llamado Waterland.

O "WATRAD", que es lo que se lee porque algunas letras han desaparecido.

La puerta principal está cerrada con candado y protegida con alambre de espino. Dentro, enormes y secos toboganes, tubos y tuberías se enroscan por todas partes, en dirección a las piscinas vacías. Entradas viejas y anuncios revolotean por el asfalto. Al anochecer, aquel lugar tiene un aspecto triste y da escalofríos, es el típico sitio al que huyen los protagonistas de una película de terror para tener una batalla final donde el personaje más amado por el público muere o, sorpresa, sorpresa, acaba siendo el asesino.

—¿Y cómo entramos? —dice Percy, llevándose la mano al mentón.

Suena un ¡crash! y luego un ¡crack! cuando una raíz rompe de cuajo el candado. Los tres miran a Yong-hwa, que baja la mano y se encoge de hombros, como si la pregunta del hijo del dios del mar hubiera sido de lo más estúpida para él.

—Claro, qué tonto soy —dice con sarcasmo el chiquillo, rodando los ojos al gemelo mientras se palmea la cara. Chee suelta una risita y le pone le da unas palmadas en el hombro.

Entran. No hay mucha luz, pero logran apañárselas para no tropezar en el suelo y llegar hasta la cabina donde usualmente le das tu entrada al dependiente, pasando por ese mecanismo rotatorio que hay en todos los parques o en los metros subterráneos.

—Si Ares trae aquí a su novia para una cita —habla de nuevo Percy—, no quiero imaginarme qué aspecto tendrá ella.

—Tienes que ser más respetuoso —dice Choon-hee.

—¿Por qué?

—Su novia es muy temperamental —explica la rubia.

—¿Quién es? ¿Equidna?

... ¿No? —a Chee le resulta divertida la expresión de confusión en el rostro de Percy. Su hermano ha rodado tanto los ojos que sus cuencas se ven blancas, como sacado de un cuadro espeluznante. Percy prosigue mirando hacia las chicas y ellas se mandan una mirada antes de que Choon-hee se sorprenda de verdad—. Espera, ¿qué? ¿No sabes quién es? Es como, um, conocimiento común, Perce...

—Es Afrodita, la diosa del amor —Annabeth suspira.

—Pensaba que estaba casada con alguien.

—¿Y qué si fuera así?

—Pues... ¿no se llama fidelidad?

—Los dioses no la conocen —Yong-hwa se para frente a la cabina con los brazos cruzados—, ¿por qué crees que los padres y madres humanos de los semidioses del campamento nunca son los mismos?

—Bueno... —Percy se siente incómodo. La gemela mayor lo nota y le pone una mano sobre la espalda en forma de confort que él agradece cuando la tensión baja de sus hombros—. Mejor entramos —anda hacia la máquina de seguridad por donde pasas el ticket y tira sin siquiera pensarlo, la voz de Annabeth tras él sonando con una advertencia. El muchacho se queda quieto repentinamente y abre los ojos para mirar hacia arriba y ver un mecanismo que rechina y gira sin parar; está lleno de dientes afilados que se lo comerán si da un paso más.

—¡¿Es que no sabes esperar o qué?! —Yoongie grita y maldice en griego y coreano a la vez.

—Percy, tranquilo —Choon-hee pone las manos al frente—, no te muevas.

—Claro, porque eso ha ayudado en la historia de la humanidad, ¿cuántas veces? —ironiza el muchacho coreano rodando los ojos—. Pues es lo mismo que dijeras: eh, que todo va a salir bien. Eh, que arreglaremos esto juntos como equipo. Mejor lanzad ideas útiles y no palabras vacías. Tú, sabelotodo, ¿algún plan?

¡Shhh! —chista ella, estrechando los ojos hacia arriba—. No hay suficiente luz como para saberlo con certeza, pero creo que eso de ahí arriba es bronce celestial.

—Lo que nos faltaba, ilumínanos, oh gran sabia —el pelinegro masculla lleno de ironía.

No es que el sea un gran ignorante al respecto, es decir tiene conocimiento en gran parte por el mundo mestizo, pero a su lado está Percy, que es prácticamente un novato y cada día aprende cosas nuevas. Quizá no le caiga bien el crío, pero también quiere que sepa un poco de todo.

—Ethan me enseñó sobre esto —Chee mira hacia arriba y da unos pasos más cerca de Percy—. El bronce celestial atraviesa a los humanos, es decir, no les hace nada. Pero a los monstruos y los semidioses... Sí que les hace daño.

—¡Fantástico! —Percy cierra los ojos, ya imaginando su destino fatal.

—Claro... —Annabeth se da cuenta—. Esto no es un parque acuático cualquiera, esto lo construyó un dios.

Percy está de los nervios.

—¡¿Qué dios construye parques acuáticos?!

—¿Hefesto? —sugieren los gemelos Choi, dándose cuenta rápidamente igual que Annabeth.

—¡¿Para qué?!

—A lo mejor le resultan atractivos —dice la rubia. Los gemelos le lanzan una mirada y Percy se desespera una vez más—. Vale, perdón, perdón. Empuja el torno.

—¿Que empuje? ¿No has dicho hoy que las Moiras dicen que uno de nosotros va a morir y debemos tomárnoslo en serio?

—Ha sido un placer, Ariel. Que te vaya bien en los Campos Elíseos.

Chee le propina un puñetazo suave a su hermano en el hombro y él baja la vista hacia ella y la ve con las cejas fruncidas. Annabeth le dice a Percy que empuje una vez más sin rechistar; dubitativo, el semidiós pone las manos en el torno y da unos pasos cortos pero decisivos hacia delante, tomando una respiración con cada uno. Llega al otro lado sin ningún rasguño mientras un pequeño "¡ding!" suena a su vez.

—¿Qué ha sucedido? —pregunta Jackson una vez al otro lado—. ¿Por qué no me ha desmenuzado como pollo en la cena de Acción de Gracias?

—La máquina no está diseñada para matar, solo asustar —responde Annabeth. Mueve una mano hacia los hermanos y la redirige al torno—. Venga, nos toca.

Yong-hwa mira el número arriba del torno cuando este se mueve, lentamente cambiando hasta otro número cuando Annabeth lo cruza y le da un ligero empujón a su hermana para que esta lo atraviese antes que él. Choon-hee aturdida por el súbito empuje estrecha los brazos hacia adelante por si llega un impacto, pero el empuje de su hermano ha sido tan liviano que ni a golpearse llega, ella gira el torno y se une a los otros dos tan felices.

Dramatismo en su máximo esplendor, damas y caballeros.

(Esto pasa cuando te juntas mucho con Connor y Travis Stoll.)

Rodando los ojos, él es el siguiente.

—Supongo que ahora lo sabe, ¿venís o qué?

Sin esperar respuesta alguna de sus compañeros de misión, el chico coreano comienza a caminar hacia adelante, pasando por entre medio de Percy y Annabeth para poner al hijo del dios del mar a su lado, donde sus ojos lo vean, y en parte para separarlos. Es cierto decir que Percy Jackson no se espera que el chico lo agarre de la muñeca y lo comience a arrastrar como un niño chiquito a través del parque, pero no se opone tampoco, todo esto es por su culpa, al fin y al cabo. Sabe que está mejor calladito.

Annabeth en cambio, es otra historia. Reniega atrás de ellos mientras trata de seguirles el tranco, pero Yong-hwa la ignora como lo ha estado haciendo la mayor parte del viaje y por primera vez Percy se queda en silencio, ni siquiera tratando de defenderla. Annabeth habla tanto que en cierto punto el coreano está a punto de sacar las raíces del suelo y enrollarla como a una momia con tal de que se calle.

Ciertamente pasar tantas horas y días en tanta cercanía lo está sacando de quicio, por no mencionar lo que pasó en el restaurante...

Es Choon-hee quien consigue que no haga una locura, porque señala a lo lejos unas luces rosas en forma de corazones que van del más pequeño al más grande.

—Esa es la única atracción encendida —indica, y los otros le dan la razón. Excepto su hermano que murmura algo que suena bastante a '¿te encanta ser la reina de lo obvio, cierto?'

Es un túnel con una barquita flotando sobre el agua de una piscina y un enorme letrero que reza: EMOCIONANTE ATRACCIÓN DEL AMOR: ¡ÉSTE NO ES EL TÚNEL DEL AMOR DE TUS PADRES! Alrededor del borde, una docena de estatuas de Cupido montan guardia con las alas desplegadas y los arcos listos para disparar. Al acercarse más, se dan cuenta que la barquita es de color blanco y rosa y tiene un dosel lleno de corazones.

—De acuerdo, eso no es escalofriante para nada —el pelinegro alza una de sus cejas, recorriendo el lugar con la mirada el parque de atracciones, es todo fierros, oscuridad, óxido y un aura fantasmagórica propia de una casa de terror en Halloween. O una película de terror, vaya—. Eh, ¿nadie le ha dicho a Hefesto que coja una escoba y se ponga a barrer? Este lugar es un chiquero. Salubridad cerraría esto en un abrir y cerrar de ojos.

—Está abandonado por una razón, manito.

Ella está detrás de él, por lo que no puede ver la tremenda cara de disgusto ante el mote que su hermana le da y le hace sentir como de siete años cuando en realidad son de la misma edad. Choon-he cree que es tierno y todo eso, pero en realidad es, uff, irritante de narices.

Ojalá su hermano fuera Luke, al menos él sí sabe luchar en vez de creer que todo se soluciona con el poder del amor y la amistad.

Afortunadamente, Percy interviene.

—Vamos a visitar el espantoso y fantasmagórico recorrido, ¿por qué no?

—Yo voy contigo —se apresura a decir Yong-hwa antes de que cualquiera pueda decirle algo al respecto o siquiera tratar de ofrecerse. Sabe que su hermana es la primera en ofrecerse siempre y... bueno, ha aparecido seguro en el telediario de las siete a nivel local o nacional en lo que respecta.

A ella no se le da muy bien.

Percy frunce.

—¿Tú no me odias?

—Odiar es una palabra muy grande, ¿no crees?

—Preferiría ir con tu hermana, si eso está bien —pide Percy, con un tono de voz renuente, retrocediendo.

El coreano no se da marcha hacia atrás y mantiene su punto firmemente, tanto que a pesar de ser un crío de trece, Percy y las chicas se ven reducidas en altura, como si él hubiera crecido hasta convertirse en imponente. Es lo que pasa cuando usas otro tono de voz, o es simplemente cosa de él, quién sabe.

—Claro, porque eso nos fue tan bien la última vez. No, por descontado, hacemos las cosas a mí manera esta vez. Súbete al dichoso paseo o te arrastraré hasta ahí desde la oreja.

Y Percy no lo discute, en absoluto.

Al ser una atracción diseñada para parejas, los asientos del bote están tan juntos que los dos chicos van codo con codo y, además, la diferencia de altura es notable una vez que se sientan, lo que hace que Percy se pregunte cómo puede haber alguien tan grande a tan corta edad. La barquita da un ligero empujón hacia adelante y comienza su marcha lenta por el agua, llevando a los dos chicos a la entrada del túnel.

—¡Que os divirtáis! —la niña mayor menea la mano de izquierda a derecha, dándoles una sonrisa cuando los chicos miran hacia atrás.

Juntos, los dos desaparecen por el túnel, dejando a las chicas allí afuera. Las dos estatuas de cupido cerca de las letras se mueven para enfrentarse, disparando flechas en forma de luces hacia el lado contrario respectivamente. Las muchachas se miran y es imposible que unas risas filtren el aire del lugar, porque saben que Yong-hwa se habría enfadado y Percy ruborizado si lo hubieran visto. Deciden entonces dar una vuelta por el parque cuando Chee pregunta si puede quedar algo de ropa en alguna tienda de souvenirs, encontrando una abierta no demasiado lejos de la atracción.

Annabeth agarra una hilera llena de cosas y tira de su amiga hacia el probador, colocando frente a ella diferentes tipos de camisetas para saber cuál le sienta mejor. Choon-hee sonríe, porque le parece amable y tierno que haya pensado en ella primero, pero también divertido, porque la hija de la diosa de la sabiduría luce súper concentrada en su trabajo, moviendo los brazos a tal velocidad que Chee ya se ha probado casi todo lo que ha agarrado.

—No, definitivamente la blanca te sienta mejor, esta de florecitas se la guardamos a tu hermano —la mete en una mochila con el estampado de Waterland en letras vivas. Chee enarca las cejas—. Toma, ponte esto, yo me pondré esto otro y el resto se lo dejamos a los chicos para cuando volvamos con ellos.

—Veamos si tienes buen ojo para la moda.

Choon-hee desaparece detrás de la cortina del vestidor mientras su amiga entra al de al lado. A los pocos minutos la rubia sale con unos pantalones cortos de flores, una camiseta roja y unas zapatillas surferas, todo de Waterland; la pelinegra sale con una camiseta blanca con el estampado de Waterland por detrás, pantalones blancos con el mismo estampado a la derecha, las mismas zapatillas que su amiga y un chal floral con mangas.

—Me faltan unas gafas decorativas para ser mi appa —comenta la chica, mirando hacia abajo, a su atuendo que, sin duda, es algo que vestiría su padre en un día de verano.

—Robemos unas.

No duda dos veces en desaparecer y volver con unas gafas de cristal amarillo que le pone a Chee sobre la nariz.

—Te quedan perfectas —Annabeth levanta el pulgar—. Y voy a robar unas para mí también, de paso...

Desaparece una vez más mientras Choon-hee se va para la entrada. Es agradable haberse cambiado de ropa después de tantos días, sobre todo tras caer del arco y bañarse en esa agua tan contaminada y tener que usarla durante el resto del viaje en ese tren. No es que se haya dado una ducha, que la necesita igual que los otros, pero se siente un poco más limpia que antes. Cuando Annabeth regresa con otras gafas amarillas, emprenden su viaje de vuelta a la entrada de la emocionante atracción del amor solo para notar que algo es distinto a cuando se marcharon. Ahora, todas las estatuas de Cupido apuntan hacia ellas y no a direcciones al azar. Emiten la misma luz que al momento de soltar las flechas del amor, pero en esta ocasión no son flechas; de la estatua más cercana se dispara una diminuta cosa metálica con patas puntiagudas y pinzas afiladas. Nada más se posa sobre el hombro de Annabeth, ella suelta un chillido de horror y Chee da un respingo a su lado, abriendo los ojos en dirección a la criaturita metálica.

Araña.

Es una araña.

Y montones más comienzan a salir.

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