Respuestas III

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Los primeros rayos del alba se colaban entre las persianas de Ángela y su luz hizo que esta se despertara algo ansiosa. Por fin iba a ver a la propietaria de la cuna.

Se levantó y recordó por un momento el sueño que había tenido, no estaba segura de sí, tendría algo que ver con las cosas tan raras que estaban pasando en su casa, pero esa idea desapareció rápidamente, pues creyó que seguramente esos sueños se debían al temor que sentía por sus hijos y los sucesos acontecidos ligados seguramente a esa enigmática cuna.

Entró en el baño y se dispuso a ducharse, todos en la casa estaban dormidos, así que se dio toda la prisa que pudo para poder prepararles el desayuno a todos antes de que ella se marchara.

Había quedado con Isabel a las cinco de la tarde, pero decidió ir esa misma mañana a casa de su hermana Graciela para poder ponerla al tanto de los últimos acontecimientos.

Justo cuando estaba terminando de preparar el desayuno, escuchó la voz de su hija que la llamaba a gritos.

- Mamá, mamá, mamá.

La niña parecía desesperada, así que Ángela soltó el vaso de leche que portaba en la mano, haciendo que este se estampara contra el suelo, haciéndose añicos y dejando una gran mancha de leche con cacao por toda la cocina.

Ángela subía a toda prisa las escaleras cuando al llegar al rellano pudo ver como una figura blanca salía de su habitación levitando sobre el suelo, la figura era como una silueta poco definida, en ella no se distinguía rasgo alguno, pero adivinó por un giro en su movimiento que de alguna manera le lanzó una mirada para acto seguido perderse en la habitación de Clara.

La visión de esa extraña figura no amedrento a Ángela que de un salto entró dentro de su habitación y miró a su hija.

Carlos había encendido la luz cuando escuchó gritar a Clara, ambos estaban muy pálidos y Ángela dudaba de si su marido habría logrado ver aquella desafiante figura.

- ¿Estáis bien? - Ángela miró a Aarón que se reía nervioso sin saber muy bien como reaccionar ante el susto que había sufrido cuando lo despertaron los gritos de su hermana, el pobre creía que se trataba de algún tipo juego o una broma.

- Mami, me ha dicho que me vaya con ella, que tengo que estar a su lado - El vello de Carlos se erizó de golpe, él no había visto nada y pensó en un principio que a su hija la habría despertado alguna pesadilla.

- Tranquila, cariño, ya estoy contigo y no va a pasarte nada malo.

Ángela abrazaba a su hija lo más fuerte posible tratando evitar hacerle daño, le daba besos en la frente y no dejaba de repetir lo mucho que la quería. En ese momento Aarón se dio cuenta de que había llegado el momento de actuar y recibir algo de atención, el niño empezó a llorar y Ángela también lo consoló.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó Carlos, aun con el corazón desbocado.

- La he visto, la he visto.

- ¿A quién? - Carlos temía la respuesta, pues en lo más profundo de su alma sabía qué tendría que ver con la maldita cuna.

- A esa mujer, la muy... - Ángela se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de Clara chillando y maldiciendo - No voy a permitirte que te acerques a ellos, ¿me escuchas? No voy a dejar...

Carlos siguió a su mujer a la habitación de Clara, un poco sorprendido ante la actitud de su esposa. Nunca antes la había visto así, parecía que estuviera fuera de sí y no dejaba de gritar.

- Aléjate de ellos, ¿me oyes? Son mis hijos, atrévete conmigo si puedes y si logras matarme, te buscaré hasta en el mismísimo infierno y te sacaré de allí arrastrada por los pelos¿te enteras?

Carlos agarró a su mujer y la zarandeo varias veces para que se calmara y saliera de esa enajenación mental en la que se encontraba.

- Calmante cariño, por favor.

- ¿No te das cuenta? Esa hija de...

-Mami - Aarón estaba muy sorprendido de la actitud de su madre, y pensando que la regañina iba con él, se puso a hacer pucheros.

- No, cariño, no llores corazón, todo se va a arreglar, sabes qué mamá te quiere mucho, ¿verdad?

Clara se encontraba bajo el quicio de la puerta y miraba a su madre como si fuese su heroína. Se sentía segura y protegida y se alegró de que su madre se hubiese enfrentado a esa mujer blanca pensando que con sus gritos la habría asustado y se marcharía para siempre.

- ¿De verdad la has visto? - Carlos, tenía la esperanza de que la mujer blanca hubiera sido una imaginación de su hija, era cierto que habían pasado cosas extrañas, el mismo las había visto, pero la idea de que una siniestra mujer atacará a su hija lo llenaba de pánico.

- Sí - dijo Ángela recordando el momento exacto en que le pareció que aquella cosa la miraba - siempre había creído que si alguna vez veía un fantasma me moriría de la impresión, pero¿sabes? Ya no le tengo miedo y no voy a dejar que se acerque a mis hijos.

- Pues no sé cómo vamos a hacerlo - Carlos estaba realmente impresionado del coraje que había mostrado su mujer al enfrentarse así a esa criatura.

- Por lo pronto vamos todos a casa de Graciela, tenía pensado ir yo sola pero...

Después de recoger los cristales rotos que cubrían todo el suelo de la cocina, Ángela y su familia se fueron a visitar a la hermana de esta.

Graciela vivía no muy lejos de la casa de Ángela, la cual quedó bastante impresionada con los últimos sucesos que habían tenido lugar en la casa de Ángela.

-Todavía no entiendo como no te ha dado un infarto - Graciela movía la cabeza de un lado a otro y miraba a Ángela con sus enormes ojos azules.

- ¿Sabes? Yo tampoco - Ángela jugaba con hilo suelto que tenía en la manga de su abrigo - pero si me volviera a encontrar con esa dichosa mujer no sé qué haría, espero que la abuela de Isabel pueda aclarar algo de lo que sucede.

- ¿Qué esperas descubrir hablando con esa mujer?

- No sé, supongo que espero que me diga quién es esa mujer y que le paso.

-¿Crees que servirá de algo saberlo? - Graciela no entendía cómo saber la historia de la cuna podía ayudar a resolver la situación.

- Eso espero, quizá sabiendo quiénes son esos entes, podamos calmarlo y hacer que se vayan. Brigitte me dijo que me ayudaría en lo que pudiera.

Ambas estuvieron hablando un buen rato y mientras tanto Carlos llevó a los niños a un parque cercano.

A la hora de la comida todos comieron en casa de Graciela, esta había preparado una deliciosa paella. Mientras comían todos se dieron cuenta de que Aarón estaba dando cabezadas, el pobre había jugado tanto en el parque que estaba agotado y luchaba por llevarse el tenedor a la boca mientras intentaba mantener los ojos abiertos.

-¿Tienes sueño? - Carlos preguntó a Aarón, el cual al escuchar la voz de su padre pareció haber salido de un estado de letargo.

- No - el pequeño respondió soltando un sonoro bostezo que a todos hizo mucha gracia.

- Puedes acostarlo arriba - Graciela tenía preparado una habitación muy confortable para cuando iban sus sobrinos.

- Será lo mejor.

Ángela cogió al niño en brazos y lo llevó a la cama.

- ¿Quieres que te encienda la tele? - Ángela pensaba que si le ponía los dibujos al niño no le importaría que su madre se fuese a terminar de comer, y pensaba además que se dormiría enseguida.

- No, tero mami - a Ángela no le importó demasiado esta respuesta, pues el niño respondió con los ojos cerrados y no le llevaría demasiado tiempo dejarlo dormido.

Ángela se tumbó junto a Aarón y sin ser consciente empezó a cantarle una extraña nana.

-Acucucucurrucado está mi niño tumbado, acucucucurrucado duerme mi niño adorado. Acucucucurrucado tu mamá te hará un regalo, acucucucurrucado duerme mi Ángel soñado...

Las palabras salían de la boca de Ángela, casi sin darse cuenta, ¿dónde habría escuchado esa preciosa nana? No lo recordaba; sin embargo, la melodía era tan pegadiza que pensó que sería una de esas canciones que al escucharlas no te las puedes quitar de la cabeza.

Aarón quedó dormido casi enseguida y cuando Ángela se disponía a seguir comiendo vio que Clara estaba asomada en la puerta de la habitación.

- Mamá, yo también tengo sueño, ¿me cantas también la nana?

- ¿La nana? ¿No estás ya mayorcita para nanas? - dijo Ángela con una sonrisa burlona.

- ¿Qué? - Clara sabía que su madre tenía razón, pero le apetecía mucho escuchar de nuevo esa hermosa canción.

- Nada mi vida, métete en la cama y duerme que yo canto.

-Acucucucurrucada está mi niña tumbada, Acucucucurrucada duerme mi niña adorada, Acucucucurrucada...

Los niños quedaron profundamente dormidos y Ángela, que ya no tenía hambre, acompañó a Carlos y a su hermana a tomar un aromático café.

Carlos había decidido quedarse en casa de Graciela, la hasta que Ángela volviera de su visita a casa de la dueña de la cuna.

Eran las cuatro y media y Ángela cogió su coche para esperar a la señorita Isabel en la puerta de su hogar. Estaba distraída fumando un cigarrillo cuando vio aparecer un coche negro conducido por una morena muy expresiva que le hacía señas con la mano.

- Hola, debes de ser Ángela, ¿no? - dijo la chica sin bajarse del coche.

- Sí, y tú Isabel, ¿verdad? - Ángela alargó la mano para estrechársela a esa chica tan peculiar.

- ¿Te llevo o prefieres llevar tu coche? - Ángela se fijó en lo bien maquillada que iba Isabel, parecía mucho más joven de lo que había imaginado, su pelo era totalmente rizado y de un negro profundo, sus ojos eran color miel y aunque iba sentada se adivinaba un cuerpo menudo y delgado.

- Gracias, eres muy amable, pero prefiero llevar el mío, así cuando termine no tendré que molestarte más.

- No es molestia en serio, pero como quieras. Sígueme entonces.

Ángela subió a su coche y se dispuso a seguir a la simpática Isabel, mientras iba conduciendo no dejaba de pensar en que le iba a decir a la abuela de esa muchacha, temía que si le decía la verdad la trataran de loca, así que se dispuso a tramar una pequeña mentira para sonsacar información a aquella anciana.

Llevaban casi dos horas conduciendo cuando Ángela vio que Isabel cogía un desvío que parecía ir a ninguna parte, la siguió pensando que la chica se habría equivocado cuando, a lo lejos, vio aparecer ante sus ojos una majestuosa casona con una verja de color beige y un hermoso jardín.

Isabel aparcó el coche e indicó a Ángela con la mano donde podía dejar el suyo.

- Bueno... ya hemos llegado, aquí vive mi abuela, espero que obtengas de ella lo que estás buscando, ya que puede ser algo... bueno ya lo verás - Isabel hablaba bastante rápido y parecía estar llena de energía, vestía unos vaqueros color negro y un jersey de lana blanco impoluto que a Ángela le gustó mucho.

- Solamente espero no haber causado muchas molestias.

- No te preocupes, ven, entremos.

La hospitalidad de la chica impresionó bastante a Ángela, que la siguió cruzando el inmenso jardín y entrando en la gran casa que tenía ante ella.

La sobriedad de la casona era palpable en cada estancia, estaba decorada con muy buen gusto, había pocos muebles, lo que hacía que las habitaciones por las que pasaba Ángela parecieran más grandes y espaciosas. Las cortinas eran blancas y contrastaba con el marrón oscuro del suelo de barro.

Isabel condujo a Ángela a un enorme salón con una chimenea rústica en un rincón, el fuego estaba encendido, lo que hizo sentir a Ángela una calidez de hogar que echaba de menos en su propia casa.

- Siéntate, por favor - Isabel señaló unos enormes sofás marrones de piel - voy a buscar a mi abuela.

- Gracias - a Ángela le latía muy rápido el corazón, y no sabía si su plan de mentir para sacar información daría resultado.

- Hola joven.

Ángela se sobresaltó al escuchar el saludo. Miró hacia el lugar de donde provenía la voz y pudo ver una señora mayor, de unos ochenta años, vestida con un traje de chaqueta y pantalón muy elegante, su pelo era totalmente blanco, pero con un brillo inusual. El color de sus ojos, al igual que los de Isabel, eran de un miel claro, muy bonito, pero Ángela advirtió en ellos un halo de tristeza que nunca antes había visto.

Llevaba zapatos de tacón bajos, de un color vino a juego con su traje que resaltaba el luminoso blanco de su camisa. Ángela se fijó también en el precioso collar de perlas que colgaba del cuello de la impresionante anciana, y por un momento se sintió fuera de lugar con su sencilla indumentaria.

- Hola señora - Ángela se levantó para saludar a la abuela de Isabel sin saber muy bien como hacerlo, pues el entorno en el que se encontraba hacía que dudase del protocolo a seguir - soy Ángela.

- Siéntate por favor - dijo la anciana en tono solemne.

- Esta es mi abuela Sofía - Isabel sonrió a Ángela para intentar que se relajara un poco, ya que la postura en la que estaba sentada denotaba tensión.

- Encantada.

Ángela repasaba mentalmente su pequeña mentira, cuando otra vez se sobresaltó.

- ¿Qué es lo que te trae por aquí? - la cara de Sofía era totalmente inexpresiva, no reflejaba emoción alguna, lo que hacía que Ángela se sintiera más intimidada.

- Bueno yo... Yo...

- Ha venido para que le hables de la cuna, ya te lo había dicho - dijo de inmediato, Isabel para intentar echar un cable a la temerosa mujer que tenía delante.

- ¿Acaso piensas que tu abuela chochea? - dijo Sofía en tono de reproche - ya sé que viene a hablar de la cuna, pero quiero saber que es lo que le interesa de ese trasto y por qué.

- Verá señora, un anticuario de la zona me ha pedido la cuna para exponerla en una feria de antigüedades, y me ha preguntado si podía recopilar información del objeto en cuestión - Ángela estaba asombrada de lo creíbles que resultaban sus palabras.

- Pues usted verá jovencita, ¿que es lo que quiere saber? - La voz de la anciana era contundente y autoritaria y hacía sentir a Ángela cómo una niña pequeña.

- ¿Qué antigüedad tiene la cuna?, ¿es usted la propietaria original? ¿Cuántos niños se han criado en ella? - las preguntas salían muy rápido de la boca de Ángela, como si esta temiese no poder hacer las todas.

- Despacio jovencita, ¿te apetece tomar algo? - Sofía, miraba a Ángela fija y detenidamente, en el fondo la mujer que tenía enfrente la intrigaba y aunque la idea de revivir dolorosos recuerdos la disgustaba, quería descubrir lo que Ángela había insistido tanto en encontrar. - No hace falta, muchas gracias - Ángela lamentó esas palabras tras haberlas dicho, apenas había comido al medio día y estaba realmente hambrienta, pero la falta de confianza ante Isabel y su abuela, hizo que contestara lo contrario de lo que deseaba.

- Isabel, por favor, ve a la cocina y trae unos chocolates calientes con pastas, seguro que la señorita Ángela no me los va a despreciar, ¿verdad?

- No, Señora, muchas gracias - ¿un chocolate caliente? Ángela se moría de ganas de probarlo y solo esperaba que no se notase demasiado lo hambrienta que estaba.

Isabel se levantó del sofá que había enfrente de Ángela y desapareció por un largo pasillo, enseguida volvió portando una gran bandeja con tres tazas de chocolate y un plato de apetitosas pastas.

- Ahora jovencita, come y pregunta lo que quieras.

- ¿De qué año data la cuna señora? - Ángela cogió una de las tazas que había en la bandeja y tomó un buen sorbo de chocolate caliente, mientras lo hacía, se fijó en los grabados que tenía la delicada taza de porcelana que sujetaba entre sus manos.

- Mi padre, la compró para Helena cuando ella estaba embaraza, si no me equivoco en 1930 - La voz de Sofía cambió cuando pronunció el nombre de Helena y fijándose en ese detalle, Ángela aprovechó para preguntarle a la anciana por esa tal Helena.

- ¿Quién era Helena? ¿Ella era la dueña original de la cuna? - Ángela estaba esperanzada, parecía que su plan iba a dar resultados e iba a conseguir bastante información.

- Helena era la mujer que me dio a luz.

-¿Su madre? - Ángela no entendía por qué Sofía se refería a su propia madre por su nombre de pila.

- No jovencita, mi madre era la mujer que me crio y Helena la que me parió.

- Su madre... quiero decir Helena, ¿no la crio? - Ángela estaba intrigada, pareciera que la historia que guardaba Sofía tenía mucha miga.

- No, Helena no me crio, pero dudo que esa información le sea muy útil en la feria de antigüedades, ¿verdad? - el sarcasmo de Sofía hizo que Ángela se ruborizara.

- Lo siento, señora, no pretendía ser indiscreta - Ángela dio otro sorbo al chocolate para intentar ocultar el rubor de sus mejillas.

- No te preocupes, nadie tiene la culpa de que Helena no fuese una buena madre - Ángela creyó ver como nacía unas lágrimas en los ojos de Sofía al decir estas palabras, pero al segundo se dio cuenta de que en realidad, lo que brillaba en los ojos de la anciana era una frialdad absoluta.

- ¿Solamente usted utilizó la cuna? - Ángela no quiso seguir indagando en el tema de Helena, ya que Sofía había dejado muy claro que no era de su incumbencia.

- También mi hermano se crio en ella.

- ¿Su hermano? - ¿Por qué la anciana era tan encuesta en sus respuestas? Ángela no podía entender esa extraña actitud de Sofía cuando hablaba de su familia.

- Sí, mi hermano.

Tras casi una hora de conversación y de preguntas triviales, Ángela se dio cuenta de que era imposible conseguir información valiosa para sus fines, así que decidió sincerarse con Sofía y le contó todo lo que en su casa estaba sucediendo, le contó que clara había empezado a ver esferas blancas en su habitación, que vio una mujer blanca cruzando el pasillo, que ella misma había visto un niño en el hueco de la escalera y que temía por la seguridad de sus hijos y la suya propia.

- Me parece de muy mal gusto lo que está intentando hacer, ¿es esto parte de algún timo? - Sofía no daba crédito a lo que Ángela acababa de decirle y pensaba que aquella mujer intentaba timarla de alguna manera.

- Señora, comprendo que no me crea, incluso yo he tardado bastante tiempo en descubrir que lo que me contaba Clara era cierto y...

- Abuela, deberías escucharla, quizás... - Isabel interrumpió a Ángela intentando que su abuela diera una oportunidad a la historia que Ángela contaba, ya que aunque era bastante escéptica, pensaba que Ángela decía la verdad.

- No digas tonterías Isabelita, eso es absurdo - Sofía no parecía alterada, pero la contundencia de sus palabras dejaban claro que no había nada más que hablar.

- Señora, entiendo que crea que estoy loca, pero no es así, solamente estoy desesperada porque temo por mis hijos - unas enormes lágrimas salieron de los ojos de Ángela deslizándose por sus mejillas.

- Helena está muerta. Mi hermano murió siendo un bebé, y yo quedé sola. Nada de mi funesto pasado tiene que ver con sus problemas mentales. Te lo aseguro, jovencita.

Ángela se sentía muy humillada y tremendamente avergonzada, pero no se dio por vencida.

- ¿Era Helena una mala mujer? - Ángela solo quería estar segura de que sus hijos no corrían peligro.

- Mala, muy mala, ¿sabe? Creo que estaba tan loca cómo usted.

Ángela quedó devastada ante esa respuesta y no dejaba de llorar cómo una niña pequeña.

- Isabel, acompaña a esta joven a la puerta, ya estoy harta de timadores.

Ángela se levantó del cómodo sofá y se dispuso a irse totalmente derrotada. Isabel la acompañó y se disculpó por el temperamento de su abuela.

- Ángela, siento mucho la actitud de mi abuela, y lamento de todo corazón que esta reunión haya acabado de esta manera - Isabel miraba a Ángela con compasión, ella creía lo que Ángela contaba y no iba a quedarse sin descubrir el pasado de su abuela - este es el número de teléfono de esta casa, si descubro algo más te llamaré, y si pasa algo importante puedes llamarme tú ¿de acuerdo?

Ángela cogió entre sus manos el papelito que Isabel le había dado y lo apretó con fuerza.

- Gracias Isabel, te juro que digo la verdad y que no quiero timar a nadie, únicamente quiero que todo esto se acabe y poder dormir una noche entera, sin temor a despertar y ver a esa mujer y ese niño acechando a mis hijos.

- Nunca había oído hablar a mi abuela de su madre biológica, ni siquiera sabía que se llamaba Helena. No sé qué pasó, pero te ayudaré a averiguarlo.

-Gracias Isabel.

Isabel despidió a Ángela y entró de nuevo al comedor donde estaba sentada Sofía.

- ¿Por qué lloras abuela? - Era la primera vez que Isabel veía llorar a su abuela y eso la entristeció mucho.

- No te preocupes Isabelita, no me pasa nada, es solo que algunas cosas deben quedarse en el pasado, y no hay que desenterrar viejos recuerdos - Sofía sacó un pañuelo de lino que guardaba en el bolsillo de su chaqueta y se secó las lágrimas.

Eran casi las diez de la noche cuando Ángela llegó a casa de Gracielita, Carlos la esperaba en la puerta.

-¿Cómo te ha ido cariño? - cuando Carlos vio la cara de su mujer supo enseguida que algo no había salido como ella esperaba.

- Ha sido horrible - Ángela se derrumbó en los brazos de su marido y tardó un rato hasta que pudo continuar hablando - la señora ha pensado que soy una timadora.

- ¿Por qué ha pensado eso? ¿Tú qué le has dicho? ¿Se lo has contado todo? - Carlos creía que si Ángela le había contado a aquella mujer toda la verdad, era normal que esta pensara que le estaba mintiendo, a él mismo le había costado mucho convencerse de que Ángela no estaba perdiendo la cabeza.

- Es que esa anciana insolente no soltaba prenda, contestaba a todas mis preguntas con monosílabos - Ángela no podía parar de llorar mientras hablaba - nada de lo que decía me servía para comprender lo que está pasando en casa.

- Bueno cariño, no te preocupes, de perdidos al río, ¿no?

- Pero creo que sé quién es la mujer blanca, es la madre de esa antipática vieja, y también tenía un hermano que al parecer murió - Ángela tomó aire y continuó - me ha dicho que esa mujer, su madre estaba loca y que era muy mala. Tengo miedo por los niños.

- No te preocupes cariño, todo va a salir bien - Carlos no estaba seguro de que lo que estaba diciendo, pero pretendía tranquilizar a Ángela.

- Esa mujer ni siquiera la llama madre, ¿y si era una asesina o algo peor?

- Conseguiremos salir de esta, ya lo verás.

Ambos entraron en la casa de Graciela, recogieron a los niños y volvieron a casa.

Ángela se levantó a la mañana siguiente un poco mareada, eran las cuatro de la madrugada y a las cinco empezaba su turno en el restaurante. Ese día Ángela hacía turno doble y aunque iba a terminar muy cansada, agradecía el estar ocupada para intentar pensar lo menos posible en su desastroso encuentro con Sofía.

En su cabeza no dejaba de darle vueltas a las palabras con las que la abuela de Isabel se había referido a su madre "muy mala" "loca" y temía seriamente en tener que enfrentarse a un espíritu psicópata o algo así.

Cuando ese día Ángela acabó su doble turno y llegó a casa, todos estaban dormidos. Entró en casa intentando hacer el menor ruido posible para evitar despertar a Carlos y los niños. Acababa de cerrar la puerta cuando escuchó unos extraños crujidos en el hueco de la escalera"clack, clack, clack"de inmediato sintió cómo cada vello de su cuerpo se erizaba. Subió las escaleras y se metió en la cama sin ni siquiera quitarse la ropa, estuvo temblando hasta que se durmió.

Esa noche Ángela volvió a soñar esos dos niños pequeños, jugaba con ellos y era feliz, los arropaba y les cantaba esa dulce nana que últimamente no hacía más que rondándole por la cabeza.

Cuando despertó un sentimiento de vacío, llenaba su corazón, intentó no darle importancia a sus sueños y se dispuso a ducharse, ya que la noche anterior y debido al susto que se llevó tras oír los crujidos, se acostó sin ni siquiera ducharse.

Estaba secándose el pelo cuando vio a Carlos entrar en el baño.

- Buenos días, cariño, ¿terminaste muy tarde anoche? - Carlos sabía que Ángela debió de acabar muy cansada y lamentaba que de nuevo tuviera que irse a trabajar.

- Un poco, ¿y los niños se portaron bien? - Ángela dijo esto mientras le daba un beso de buenos días a Carlos.

- Bueno...

Los gritos de Clara interrumpieron las palabras de Carlos.

- Mami, mami, mami.

Carlos corrió a su habitación y vio a Clara agarrándose a las sabanas de la cama como si temiera caerse.

- ¿Qué te pasa? - Ángela preguntó esto con la esperanza de que su hija le dijera que solo había sido una pesadilla.

- Esa mujer, la mujer blanca, quería llevarme con ella, ha tirado muy fuerte de mí y me ha hecho daño - Clara señalaba a sus piernas y no dejaba de llorar.

- ¿Seguro que no ha sido una pesadilla? - Carlos levantó el pijama de Clara y vio unos horribles arañazos en las piernecitas de su hija.

Ambos quedaron impactados, Clara lloraba y Ángela casi se desmaya.

Estaba pérdida, totalmente desesperada y no sabía qué hacer. En un arrebato de ira, cogió su bolso, sacó el número de teléfono que le había dado Isabel y marcó el número con la esperanza de que fuese Isabel quien lo cogiera.

- ¿Dígame?

- ¿Isabel? - Ángela esperaba que no fuese Sofía, pero si lo era, se enfrentaría a ella y le diría que su maldita cuna era la responsable de lo que le estaba pasando a su hija.

- Soy su abuela, ¿Quién es?

- Mire usted, señora - Ángela pidió a Dios que le diera las fuerzas necesarias para enfrentarse a esa dura mujer.-soy Ángela, estuvimos hablando...

-¿Usted? ¿Cómo se atreve a llamar? - Sofía interrumpió a Ángela en un tono poco afable.

- Señora, he llamado para decirle que no quiero su maldita cuna, esa mujer ha hecho daño a mi hija y no voy a consentir...

- No diga tonterías, yo no quiero esa cuna y por favor, no vuelva a llamar - Sofía estaba a punto de colgar cuando escuchó una familiar nana.

-Acucucucurrucado, está mi niño tumbado, Acucucucurrucado duerme mi niño adorado...- era la voz de Ángela que sin saber por qué empezó a cantar esa preciosa nana que no podía quitarse de la cabeza.

- No es posible que usted conozca esa canción - los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas y tuvo que sentarse para no perder el equilibrio.

- No es posible, pero lo es, algo malo hay en mi casa y tiene que ver con su cuna.

- Mis puertas están abiertas, jovencita, ven cuando quieras y te contaré todo lo que desees saber - Sofía aún estaba llorando, no podía comprender lo que estaba pasando, pero de una cosa estaba segura, era imposible que Ángela conociera la nana que Helena compuso para ella y su hermano.

- Está bien señora, esta misma tarde, cuando acabe del trabajo, me pasaré por ahí si le parece bien.

- Cuando quiera.

Ángela respiró tranquila, Sofía iba a contarle todo y si lograba descubrir la historia de Helena, quizás Briggitte y Bárbara podrían ayudarla.

NOTA DE AUTOR: ( Por favor, si te está gustando el libro, vota por el capítulo y comenta. No cuesta nada y al hacerlo, me estarás ayudando a que está historia llegue a más gente, MUCHAS GRACIAS. )

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro