Tormenta

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ángela colgó el teléfono sin entender muy bien lo que había pasado, no comprendía por qué había empezado a cantar la enigmática nana sin razón aparente, las palabras salieron de su boca sin que esta fuera consciente de ello, era como si de alguna manera supiera que debía hacerlo.

Subió las escaleras para comprobar cómo se encontraba Clara. La niña estaba aún llorando y Carlos curaba los arañazos de esta, con un trozo de algodón empapado en alcohol. Las heridas no eran profundas, sino más bien superficiales y sin mucha importancia, al verlas Ángela agradeció que no brotara sangre de ellas.

- ¿Qué ha pasado cariño? - Ángela quería entender qué había sucedido realmente, Carlos acababa de salir de la habitación cuando Clara empezó a gritar y no comprendía qué era lo que había hecho gritar a la niña en tan corto espacio de tiempo.

- Yo estaba durmiendo y la mujer blanca me dijo que debía ir con ella, yo me he asustado mucho y he empezado a darle patadas, pero ella me ha cogido de la pierna para que me fuese con ellos.

- ¿Con ellos? - Carlos estaba un poco confuso - ¿A quién te refieres con ellos?

- A la mujer blanca y al bicho de los pinchos en la cabeza, he podido verlo mejor y creo que ese bicho es un niño muy feo, no lo sé papi.

- No te preocupes cariño, ahora tú y tu hermano iréis a casa de tía Graciela, ¿vale? - Ángela no estaba dispuesta a volver a llevar a sus hijos a su casa hasta estar segura de que no corrían peligro.

Ángela y Carlos estuvieron conversando de lo que era mejor para los niños, y ambos decidieron que por lo menos durante las vacaciones de Navidad, los niños podrían quedarse en casa de su tía, Carlos los llevaría todos los días a la guardería, para que no dieran mucha lata a Graciela, y después dormirán con esta para evitar problemas con la dichosa mujer blanca. Esto suponía que Carlos debía quedarse solo en casa hasta que Ángela llegará del trabajo, lo cual no le hacía ni pizca de gracia, pero si en algún momento sintiera mucho miedo, podría esperar a que Ángela acabara de trabajar, también en casa de Graciela.

Los niños se fueron con Carlos a la guardería y Ángela se vistió con unos vaqueros muy desgastados y un suéter de lana color lavanda muy cómodo para irse al trabajo. Al instante recordó que ese día iría a casa de Sofía para comprender lo que estaba pasando con la cuna, y al recordar lo bien vestidas que estaban Isabel y Sofía, lamentó de inmediato la ropa que había elegido para dicha ocasión.

El día en el trabajo había sido algo caótico, las fiestas navideñas habían hecho que el local estuviera muy concurrido. Ángela intentó ver el lado bueno, pues la jornada se le había hecho verdaderamente corta. Se aproximaba la hora de salir y Ángela empezó a ponerse realmente nerviosa.

Decidió pasarse por casa antes de ir a ver a Sofía, así podría cambiar su ropa por una indumentaria más apropiada. Cuando llegó a su casa vio a su marido fumando un cigarrillo en el porche.

- ¿Qué haces aquí fuera? - hacía demasiado frío como para estar fumando en la calle.

- Te estaba esperando - en realidad Carlos había vuelto a oír los extraños crujidos en el hueco de la escalera, se había asustado tanto que se salió a la calle a fumar porque no soportaba estar solo en casa.

- ¿De verdad no te pasa nada? - Carlos estaba muy pálido y parecía muy nervioso, y la explicación que este había dado a Ángela no la había dejado muy satisfecha - ¿y los niños se han portado bien?

- Bueno... Clara no quería quedarse a dormir en casa de Gracielita, pero al final tu hermana la ha convencido diciéndole que verían una película de dibujos y comerían palomitas.

A Ángela no le gustaba estar separada de sus hijos, pero sabía que era necesario para mantener a los niños seguros.

- Voy a darme una ducha rápida y me voy a casa de Sofía, ¿quieres acompañarme?

- Sí, no creo que la señora lo tome a mal, ¿no? - A Carlos le incomodaba la idea de presentarse en casa de esa señora sin avisar, pero haría cualquier cosa con tal de no quedarse solo en su casa con la única compañía de esos fantasmas furiosos.

- No te preocupes, seguro que no le importa.

Ángela se duchó en cuestión de minutos, se secó el pelo con el secador a toda potencia, lo cual hizo que su larga melena quedará bastante encrespada y muy rebelde, ¿por qué su pelo tenía vida propia? Ángela quería dar buena impresión y desde luego con ese peinado no iba a conseguirlo.

Decidió hacerse una trenza de raíz a un lado, lo que pareció domar un poco a su rebelde cabello. Salió del cuarto de baño y se dirigió a su dormitorio, al entrar en el dormitorio Ángela notó de inmediato que la temperatura que había en la estancia era muy baja, el ambiente era casi gélido y notaba una presencia que la incomodaba un poco. Se dijo a sí misma que no pensaría en nada más que en vestirse rápido e ir a casa de Sofía para intentar averiguar qué estaba pasando.

Eligió un pantalón de vestir color negro, y un jersey de lana muy gruesa color marfil. Se miró al espejo y por un segundo se vio guapa.

- ¿Qué te queda? - Carlos se estaba impacientando, no le gustaba nada esperar mientras su esposa se arreglaba.

- Estoy lista, vamos - Ángela cogió su bolso y se dispuso a salir junto a Carlos.

En el trayecto, Ángela le contó a Carlos la mala impresión que le había dado Sofía en su primera visita.

A Ángela le costó bastante llegar a la casa de Sofía, ya que su sentido de la orientación era pésimo. Cuando llegaron, Carlos quedó boquiabierto por la majestuosa mansión que se encontraba ante sus ojos. En la puerta les estaba esperando Isabel, tan vital y sonriente como siempre, iba vestida con una minifalda de cuero negro y unas medias grises muy tupidas a juego con su original suéter, lo que hacía resaltar aún más sus largas y sugerentes piernas.

Carlos la miró un poco embobado por su peculiar belleza, lo cual hizo que Ángela sintiera un pinchazo de celos en lo más profundo de su corazón.

- Hola Ángela - Isabel dio un par de besos a Ángela.

- Hola - Ángela se sintió de inmediato acomplejada por su ropa, y aunque esta vez la había elegido con más cuidado, se vio de nuevo inferior a su vehemente anfitriona - Este es Carlos, mi marido.

- Hola Carlos, encantada de conocerte.

Isabel dio otro par de besos a Carlos, quien pudo sentir como lo embriagaba el delicado aroma del perfume que la chica llevaba y quedó tan desarmado que no pudo más que asentir con una afable sonrisa.

- Espero que no os importe que mi marido me haya acompañado - la voz de Ángela sonaba un poco resentida, pues si su marido no le hubiera metido tanta prisa, esta hubiera podido maquillarse un poco para por lo menos intentar disimular las moradas ojeras que tenía debido al poco tiempo de descanso por los acontecimientos recientemente vividos por ella y su familia - no sabía cuanto tiempo me iba a llevar la conversación con tu abuela y si se hace tarde no tendré que irme sola a casa.

- No te preocupes mujer, entremos.

Ángela no podía entender como Isabel estaba siempre tan guapa, aunque suponía que el hecho de no tener un trabajo agotador, dos hijos pequeños y unos fantasmas espeluznantes tendría algo que ver.

Cuando entraron en la casa, Sofía los estaba esperando sentada en su cómodo sofá. En la mesa había preparada una bandeja de dulces navideños y un juego de café de porcelana en el que seguramente habría chocolate recién hecho.

- Hola señora - Ángela saludó a Sofía, la cual estudiaba a Carlos con la mirada preguntándose quién sería ese apuesto joven.

- Hola señora, soy Carlos, el marido de Ángela - Carlos estaba algo intimidado por Sofía, en verdad Ángela no había exagerado nada al decir que la señora era una persona muy imponente.

- Encantada, sentaos, por favor - Sofía tomó aire y suspiró, pues sabía que lo que tenía que contarle a Ángela no iba a ser plato de su agrado.

La estancia quedó por un instante en silencio, Ángela no se atrevía a abrir la boca, Carlos aún estaba distraído con la

sugerente Isabel, y Sofía estaba ensimismada cómo buscando la mejor manera de empezar su historia.

- Me crie en una pequeña granja de las afueras, fui la primera de dos hijos y mi infancia fue bastante feliz hasta que mi hermano sufrió ese horrible accidente.- La voz de Sofía era entre cortada y se podía ver que estaba haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para intentar no derrumbarse al contar aquella trágica historia - La dichosa cuna se la compró mi padre Manuel a Helena cuando está aún estaba embarazada de mí.

Ángela se dio cuenta de que Sofía había evitado por enésima vez la palabra madre.

- La cuna fue un regalo de mi padre para Helena, amaba a esta con locura y por lo que recuerdo... eran muy felices - Sofía miró a Ángela con una expresión un tanto confusa - por lo que me contaron Helena fue una mujer especial desde que nació.

- ¿Especial? ¿Por qué abuela? - La aterciopelada voz de Isabel distrajo a Sofía de lo que estaba diciendo, y viendo la expresión ansiosa de su nieta Sofía, se apresuró en sacarla de dudas.

- Nunca te he contado esto, en realidad nunca le he contado nada a nadie sobre Helena, pero ha llegado la hora de sacarlo todo fuera y seguir adelante - Sofía inspiró y prosiguió. - Helena siempre fue especial porque nació con una enfermedad que en su día era bastante incomprendida, esa enfermedad era el albinismo.

Vivió toda su vida bastante marginada, pero mi abuela, la madre de Helena, la adoraba con locura y siempre dijo que Dios le había dado un angelito del cielo y que por eso su pequeña era toda de color blanco. Sus ojos eran de un color violeta claro y su pelo parecían finas hebras de seda de un blanco impoluto.

La estancia estaba calmada, todos en ella escuchaban la voz de Sofía con gran interés. Ángela retrocedió por un momento a su infancia cuando ella y sus primos se ponían en corro alrededor de su abuelo para escuchar fantásticos cuentos de hadas.

Carlos estaba ensimismado en las palabras de Sofía e intentaba imaginar cada detalle de la historia que estaba contando.

- Al imaginar a una persona albina, quizá todos la imaginamos de la misma manera, su piel tiende a ponerse roja e irritada al menor contacto con la luz del Sol - Sofía miraba a cada uno de ellos como esperando la aprobación de sus palabras.- pero Helena era diferente, es cierto que mi abuela la protegía mucho del sol por temor a que uno de sus rayos la tocara y ardiera en llamas, pero aunque este la bañara con su luz durante prolongados espacios de tiempo Helena siempre mostraba una tez de un blanco limpio y brillante. En el pueblo donde creció la llamaban la mujer de mármol.

Sofía se levantó del sofá donde estaba y se dirigió a su dormitorio mientras todos la miraban atónitos y sin entender muy bien qué era lo que estaba haciendo o hacia dónde se dirigía.

Enseguida apareció Sofía, en su mano portaba una vieja caja de madera color roble con unos serigrafiados bastantes

antiguos. Sofía tomó asiento de nuevo mientras todos en la sala miraban la caja con gran interés.

- ¿Qué es esa caja abuela? Jamás la había visto - Isabel estaba bastante asombrada, pues creía que conocía a la perfección todos y cada uno de los objetos de la casa.

- Esta caja contiene fotos viejas - Sofía abrió la caja y se puso a remover fotos en un periodo de tiempo que a Ángela le pareció una eternidad, pareciera que la anciana Sofía no iba a acabar nunca de rebuscar en esa preciosa caja de madera - aquí está.

Ángela vio cómo en ese momento la abuela de Isabel sacó lo que parecía una foto envuelta en un amarillento pañuelo de seda.

Carlos intentaba imaginar que era el pequeño tesoro que Sofía guardaba tan delicadamente envuelto en ese viejo pañuelo.

Sofía suspiró mirando amargamente la fotografía que sujetaba en su regazo.

- Aquí guardo la única fotografía que conservo de Helena, en realidad creo que es la única que se hizo durante toda su vida.

Isabel estaba atónita, jamás había oído hablar de esa fotografía y se preguntaba por qué su abuela nunca se la había mostrado.

- ¿Puedo verla abuela? - Isabel estaba impaciente por descubrir cuál era el rostro de la madre de su abuela y si se parecía en algo a Sofía.

- ¿Para qué crees que la he sacado jovencita?

Sofía extendió la mano pasándole la fotografía a su nieta, mientras Ángela y Carlos se miraban algo ansiosos ante la oportunidad de ver el rostro de la mujer que atormentaba a su hija.

- Es preciosa abuela, ¿quién es la mujer mayor que está a su lado?

- Ella es Isabel, la madre de Helena.

¿Ni siquiera llamaba abuela a la madre de su madre? ¿Por qué estaba tan resentida Sofía con su pasado? Las preguntas no dejaban de revolotear por la cabeza de Ángela, quien no veía la hora de que la joven Isabel soltara de una vez la dichosa foto y se la dejara ver.

-¿Tu abuela?, ¿y por qué tiene esa expresión tan rara en la cara? - Isabel no podía descifrar el rostro de esa mujer en la foto, no sabía que era, pero era extraño.

- A ver, no sé si sabrás lo que es una foto post mortem - Sofía miró a sus invitados sabiendo muy bien que sus palabras iban a desconcertar por completo a todos los presentes - esta es una de ellas, es verdaderamente impresionante, ¿verdad?

- Entonces... ¿Tu abuela estaba muerta cuando hicieron esa foto? No me lo puedo creer - Isabel dijo estas palabras mientras pasaba la fotografía a Ángela, que la miraba pálida desde el otro lado del sofá.

- Sí, cariño, Isabel, que así se llamaba y que por cierto es por ella que te pusimos ese nombre, murió a la edad de 54 años debido a una extraña enfermedad que muy bien pudo ser cáncer.

Ángela miraba fijamente a Sofía mientras decía estas palabras, pues aunque tenía la foto en sus manos no se atrevía a mirarla. ¿Cómo que una foto post mortem? ¿En realidad iba a ver la foto de un cadáver? Ángela jamás había oído hablar de esa extraña costumbre de fotografiar a muertos, realmente se sentía confundida y por momentos le parecía estar en un sueño surrealista.

Por fin, los ojos de Ángela se posaron en la imagen mientras escuchaba la firme voz de Sofía.

- Ya sé que esto parece algo morboso y de muy mal gusto. Algo verdaderamente difícil de entender, pero al contrario, en aquella época las fotografías post mortem era una de las mejores maneras que la gente tenía para honrar a sus muertos.

- ¿Honrarlos? Es horrible, a nadie le gustaría que le hiciesen una foto en esas condiciones - Isabel intentaba por todos los medios de encontrar sentido a las palabras que salían de la boca de su abuela, pero por más que lo intentaba no era capaz.

- Hoy en día no se escatiman gastos para realizar funerales ¿no es así? - Sofía tomó aire y se dispuso a argumentar lo que para ella era una gran muestra de afecto - pues en aquellos tiempos las fotografías eran algo innovador, algo único que permitía mostrar la imagen de alguien por siempre, pero el problema era que estas eran muy caras, casi nadie podía permitírselo en condiciones normales; así que tras la muerte de un ser querido la gente se esforzaba al máximo para poder pagar al menos una y tener el rostro de su ser querido para siempre. Jamás volverían a verlos y tener esa foto era una manera de poder superar una pérdida tan grande y dolorosa.

- No lo entiendo, ¿no podían sacar la fotografía mientras esa persona estaba viva? - A Carlos le parecía algo macabro y desagradable.

- Probablemente, las familias pudientes lo hicieran, ahora bien, pensad en una familia desfavorecida de hoy en día, a la hora de hacer un buen funeral, llegan incluso a hipotecarse para poder lograrlo y darle lo mejor a su difunto ¿no? ¿Por qué no disfrutan ese dinero mientras esta persona vive? Pues supongo que tanto antiguamente cómo hoy en día, el tránsito de la vida a la muerte es algo especial que requiere algo igual de especial para honrar a nuestros difuntos. En fin, que tal y como yo lo veo más que macabro, me parece una gran muestra de amor y respeto hacia la persona fallecida, en este caso mi abuela, la madre de Helena.

Ángela había estado todo el tiempo mirando la foto, las palabras de Sofía tenían mucho sentido para ella, y mientras las escuchaba sus ojos no podían apartarse de Helena. Veía en la foto a una mujer joven, ataviada con un sencillo vestido oscuro, al ser la foto en blanco y negro no pudo saber con certeza el color de dicha ropa, aunque imaginó que sería negro o azul marino. La joven tenía el pelo más blanco que jamás había visto, estaba recogido en una especie de moño, pero algunos mechones sueltos enmarcaban un rostro totalmente blanco. La palidez de su piel era totalmente inmaculado, y tenía un cierto brillo que le hacía pensar a Ángela que la piel de la chica reflejaba la luz de su alrededor, haciéndola parecer verdaderamente una criatura que no era de este mundo. Helena tenía un rostro hermoso, sus ojos eran enormes, Ángela siempre había pensado que las personas albinas tenían los ojos pequeños y enrojecidos, pero a pesar de que la foto era en blanco y negro, los ojos de Helena se veían limpios de rojeces y Ángela pensó, que era una verdadera pena no poder ver el color violeta claro que Sofía describía cómo los más bonitos del mundo.

Aunque preciosa, Helena mostraba un semblante muy triste, seguramente debido a la temprana muerte de la mujer que tenía a su lado. Dicha mujer estaba muy delgada, incluso más que Helena, que mostraba una figura bien estilizada. La señora llevaba puesto un vestido bastante bonito, se notaba que la había ataviado con sus mejores galas para esa triste ocasión, tenía los ojos abiertos, cosa que llamó la atención de Ángela, ella no estaba acostumbrada a ver cadáveres, pero mucho menos a verlos con los ojos abiertos y posando como si estuvieran vivos para un retrato.

Las horas pasaron y la atención de la conversación en la sala se había centrado en la fotografía post mortem de la madre de Helena. Isabel, al ver a su abuela algo cansada, sugirió que quedarían de nuevo al día siguiente para continuar con la intrigante historia.

Ángela se fue a casa algo desilusionada, la velada le supo a poco y la historia que Sofía contaba y su manera de contarla atrapó a esta más de lo que ella hubiera deseado.

Por fin había visto el rostro de Helena, por fin sabía a quién se enfrentaba y al día siguiente descubriría por fin toda su historia. Ángela solamente esperaba que conocer el pasado de Helena pudiera servirle de algo a Bárbara y Briggitte para poder ayudarle de alguna manera.

Ángela pasó la noche viendo en su mente el hermoso rostro de Helena.

NOTA DE AUTOR: ( Por favor, si te está gustando el libro, vota por el capítulo y comenta. No cuesta nada y al hacerlo, me estarás ayudando a que está historia llegue a más gente, MUCHAS GRACIAS. )

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro