Capítulo 4: Háblame del cielo verde vómito.

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Quiero escuchar la historia de nuevo.

Caden.

Cuando algo me asustaba solía correr a encerrarme bajo llave. Era poco capaz de hacerle frente a las cosas, por eso la idea de dejar de ir a la escuela sin siquiera una semana de asistencia comenzó a rondar en mi mente.

Estaba asustado también, de nunca poder hacerle frente a mis miedos.

—El cielo es verde otra vez.

Murmuré, observando las nubes brillantes apilarse. Densas, imponentes, chocando en abrazos idénticos a los que tenía en sueños con ella; juntos, enlazando cada suspiro. Me asustaban los truenos así que prefería evitar los días lluviosos.

Heroine dijo que cuando las nubes se enojaban chocaban entre ellas para lastimarse y hacerse llorar.

El dolor de las nubes, su agonía, servían para alimentar al mundo con la lluvia.

—El cálculo integral me acaba de romper el culo. —Clamó la primera chica en abandonar el salón.

—Por suerte somos pareja de estudio, lo malo es que somos idiotas.

Dan Santiso limpiaba la pizarra con orgullo. Yo estaba detrás de él, observando por las ventanas el cielo mientras me trataba de centrar en las palabras que le diría. Quería trabajar en los proyectos solo, pero incluso en otras clases eso era imposible pues la escuela creía que tener un compañero para todas las materias por todo un semestre era increíble.

"El resto de profesores tuvo un tiempo limitado para escucharme, pero ya que esta es la ultima clase quería comentarle si pueden hacer la excepción conmigo en el programa. Puedo trabajar solo, mis padres prefieren esa solución debido a mi nota médica", era tan largo que temía trabarme y morder mi lengua.

—Profe...

—¡Han de amarme los que decidieron esto, Dan! —Gritó Chaos a un costado mío, aplastándome mientras su barbilla reposaba en mi hombro para dirigirse a Santiso—. ¡Soy horrible estudiando pero este chico parece ser muy inteligente! ¡Caden, gracias por ser mi compañero!

Demonios.

—Se eligen al azar, Chaos —Dan giró en sus talones junto a sus ojos hastiados, una imagen distinta a la que mostraba en clases—. Y aunque lo pidan, no habrá cambios.

Lo dijo por mí.

—¿Necesitaba algo, Wilson? —Inquirió sobre mi rostro.

—No, disculpe.

Mary Luna ya había abandonado el salón. No quería cruzármela después del incómodo día cuando acepté sentarme en la misma mesa; ella era una enferma de Heroína. Y su elefante era todo menos de mi gusto.

Se molestó... La discriminé como si fuera yo.

Debía acostumbrarme a encontrar pacientes en cualquier lugar. Podían identificarse entre ellos pero no solían decir nada al respecto. Había gran cantidad de afectados en todo el mundo, las cifras lo revelaban; la muerte de una celebridad podía ser en extremo peligrosa.

—Nos veremos en la tarde, ¿de acuerdo? —Chaos presionó mi hombro para que me pegara más a la pared del pasillo, el resto de alumnos era descuidado y podían golpearme por andar con prisa—. Dame tu número.

Dale el libro.

—Ah, un segundo —abrí mi mochila, sacando el celular junto al libro de Ray—. Chaos, ¿será que puedas firmar esto para mi novia?

Me quiero morir. Esto luce aprovechado pero él ya debería estar acostumbrado.

Parpadeó varias veces con sorpresa, articuló una sonrisa apenada mientras jugaba con la pequeña coleta de su nuca. Asintió seguro, me pidió un bolígrafo mientras leía el titulo del libro.

—¿Esto qué? —Se carcajeó, abriendo las primeras páginas—. ¿Tu novia planea botarte?

—No lo sé. Espero que no. —Respondí, inclinándome al frente para observar que pusiera su nombre sobre el papel.

—Toma —me devolvió el libro con su gran firma junto al dibujo de un chico vomitando arcoíris. No entendí el garabato, aunque mucho menos lo entendía a él, ni siquiera sabía de qué trataban sus videos y no estaba interesado—. Ahora tu celular. Si te botan, ¡vayamos por unas pizzas!

—¿Es una celebración? —Inquirí sin emoción, entregándole mi teléfono para dejarle anotar su número.

—Tal vez —se encogió de hombros, arrugando más su camiseta blanca que le quedaba enorme—. Una pizza nunca te traiciona. Oh, ¡en general la comida no lo hace! Excepto cuando comí felizmente una pizza y mordí dentro una piña. Entré en depresión. Cuando voy a ese lugar me deprimo.

—¿No te gusta la pizza con piña? —Me exalté, bajando mi tono de último momento al ver que asusté a unas chicas que salían de su salón a mi costado.

—¡Puagh, ¿para qué quiero fruta en una pizza?! —Sacó la lengua asqueado, pero calló cuando entendió mi sorpresa—. ¡¿A ti te gusta?!

—¡Claramente!

—Puagh. —Siguió fingiendo vomito.

—Pero si la pizza con piña es delic...

—¡Puagh! ¡Me deshonras!

—Oye...

—¡Puagh!

—Ya. —Bufé, cubriendo mi rostro con la palma de mi mano—, cambiando de tema, para evitar más ofensas a mis gustos, ¿no te molesta estudiar en mi casa?

No podía salir pues me hallaba castigado, mucho menos ir a la casa de otro compañero. Estaba seguro de que le daría una mala impresión a Chaos si lo llevaba a mi habitación, eso estaba bien, así lo alejaría; seguro ya comenzaba a verme distinto por algo tan ridículo como la pizza con piña. Ni siquiera a Ray le gustaba comerla así.

—Nooo, no hay problema siempre y cuando no pidamos pizza con piña —se rió, dando golpes incómodos a mi espalda—. Entonces, Wilson, ¿por qué en tu casa? Podría ser en la mía.

—Me gusta estar en mi habitad natural. —Tampoco mentí.

—Debería llevar pizza mitad queso mitad pepperoni —susurró Chaos, terminando de anotar su nombre con letra cursiva sobre la hoja. Cerró el libro y me lo entregó, tras esconder sus manos detrás de su espalda dirigió una sonrisa amable a mis ojos—. Si quiero entrar a tu habitad no puedo prohibirte un gusto. Nos vemos en la tarde, ¿sí, Caden? ¡Cuídate!

Cuídate también, segunda persona en darme su número.

~•~•~•~

Si no sales de tu cuarto olvido que existes.

¿Quieres leche con chocolate, Deeca? —Pronuncié, elevando la vista hacia el sofá de la sala principal. Quise ignorar sus palabras.

—¡Sí, por fa! —Respondió mi hermana, encimando sus pies con esmalte color menta sobre el respaldo—. Oye, ¿pero vas a beber solo eso, hombre? Ni has comido, papá se enojará. ¿O volviste a vomitar por estrés?

—Solo no tengo mucha hambre. Aparte, no hay nada que pueda preparar aquí, no hay ingredientes —me defendí desde el sitio, abriendo la leche sellada para vaciarla sobre la gran cantidad de hielos y chocolate en polvo—. Tú comiste afuera. A madre se le olvida que no todos los días vivo de lo que cocina Ray.

Encendí la licuadora. El sonido vibrante sacudía mi mano, al igual que el golpeteo a mis oídos. Observé los ingredientes mezclarse, un poco de leche quería escaparse de la boquilla; cubrí la salida con unas servilletas. El terrible ruido de los hielos siendo triturados me aturdió.

Frente a mí los azulejos con palabras de deseos se extendían a lo largo de la cocina. Eran de color menta, te incitaban a querer cambiar tu día para algo mejor, aunque creo que solo mi madre se los tomaba en serio. Compraba cosas que le hacían bien a su espíritu; y mantenía la casa impecable para que no pudieran morar allí los demonios que dominaban nuestras almas.

—Esa cosa ya está lista. Deja de licuarla —habló Deeca al quitarse un audífono—. Caden, te dije que no la licúes ya. ¡Oye!

—Lo siento. —Traté de apagar la licuadora con mis dedos temblorosos debido al movimiento.

Al apagarla, abrí uno de lo compartimientos sobre la pared y saqué unos vasos grandes para servir la leche. Eché un poco en mi vaso para asegurarme de que no le faltaba ni vanilla o más chocolate. El primer sorbo llegó a mi estomago con dolor, mis fosas nasales sufrían de igual forma pero nada comparado al sufrimiento de mi lengua.

Puta leche.

—Ah... —Tosí, escupiendo la leche sobre el lavabo.

—¿Qué? ¿Estás volviendo a vomitar? —Deeca hizo una mueca al ver mi negación. Bajó los pies del sofá, se sentó elegantemente mientras su cabello en extremo largo tomaba forma. Cuestionó sobre la leche—. ¿No la probaste antes? Estaba cortada, ¿cierto? Ugh, aunque estén selladas pueden estar así, Caden.

Me vi obligado a vaciar el contenido. Era demasiado, me sentí mal de verlo escurrirse. No tenía mas leche así que no podía preparar más. Mi intento de desayuno y comida moría con eso, dirigiéndose a las profundas tuberías de las que salían extraños insectos por las noches.

—¿Puedes ir a comprarme un jugo? Te doy dinero. —Pedí, sentándome en la sala tras lavar mis dientes.

—Ve tú. Estoy cansada. —Bostezó, rodando sus grandes ojos de venado.

—No puedo salir. Am... y quiero quitarme el mal sabor al menos con un jugo. —Insistí agotado, mis manos se resbalaban por la poca energía mental que me dejó el no beber mi leche.

—No voy a ir, Caden. Mejor llámale a Saint, él saldría del trabajo por ti aunque lo despidieran. —Propuso con mala intención.

—Deeca, por favor. Solo quiero un jugo...

—¡¿Por qué eres tan insistente siempre?! ¡Que porque estás castigado! —Se carcajeó con amargura, levantándose del sofá para no verme cerca. Dio grandes pasos hacia la escalera y marcharse—. ¡Oh, vamos, solo pon tus pies afuera y camina! No eres un inútil aunque estés enfermo, sí es que de verdad lo estás.

Sí pudiera describir la actitud de Deeca le llamaría "Fuego". Insistirle mucho en algo podía producir un incendio, pero si la apreciabas de lejos se resumía a calidez. Una persona con quien debías tener cuidado, pisabas mal y estallaba. Yo nunca fui una persona de fuego, era más como la tierra.

Cada acercamiento con el fuego podía arrasar conmigo.

—Lo siento. —Susurré cuando ella subió por completo.

Me recosté en mi habitación tras lavar mis dientes. Hubo un pitido en lo profundo de mí, y detrás de él vino el silencio a mi cabeza. Sentí lágrimas sin expresión escurrir a mis costados. Mis labios entreabiertos, una mirada confusa, mirando al techo, carente de molestia o tristeza.

Mis ojos lloraban.
Lloraba, sin saber con exactitud si estaba lastimado o tenía algo más herido.

—Te ves precioso cuando lloras. Pero lloras demasiado. —Las palabras detrás de mi oreja me asustaron, obligándome a sentar sobre la cama e inspeccionar los alrededores vacíos.

Heroine, por favor, no me hables tú también...

—Tengo hambre. —Musité con la pupilas recorriendo las esquinas de basura en mi habitación.

El timbre sonó con su canto de aves. Me retorcí ante el sonido, cubriendo mi oreja derecha por inercia. Temblé en mi sitio, cuestioné la vida de Jeffrey detrás de la puerta, pero el recuerdo de Chaos Misui hablando me reconfortó.

Me apresuré a salir de la habitación. Deeca iba en la misma dirección. Dije que yo abría pues era mi compañero de equipo. No me arrepentí de hacerlo al verlo con la pizza de dos mitades como mi cabello, sonriente y orgulloso de haberme pedido un poco con piña.

—¿Esto es suficiente para adentrarme en su mundo, Wilson? —Hizo una reverencia, inclinándose al frente para elevar su rostro con más cercanía al mío.

Me habló a usted, pff...

—¿No me la vas a cobrar? —Inquirí sarcástico.

—¿Estabas llorando? —Soltó con sorpresa, fijándose en mis ojos rojizos.

Le di la espalda con molestia. Estiré mi mano al frente para permitirle pasar. Chaos mantuvo el silencio, adentrándose a la casa donde vivía con mis dos padres y una hermana que no podían comunicarse entre ellos ni comer a la misma hora.

—Disculpa la suciedad. —Hablé.

—Está súper limpio. —Se rió levemente, andando sobre la madera con su sudadera gris de talla superior a él.

"Está súper limpio", su sonrisa junto a aquella afirmación se cabrearon al ver mi cueva llamada habitación. Observé sus ojos de párpados caídos contraerse, nos miramos un momento esperando alguien soltara algún chiste.

—Ya no está tan limpio, ¿verdad? —Le mostré mi dentadura al sonreír.

—Esto es un basurero. —Se carcajeó como idiota, dejándome  ok ir algunos sonidos agudos peculiares—, ¿nos sentamos en tu cama? Luce bastante limpia.

Accedí, apartando con mis tenis la basura alrededor para abrir un camino hacia la cama. Bolsas de frituras, platos sucios y agua rancia estaban en todo espacio del suelo. Lo único que lavaba continuamente eran mis sabanas así que el único buen olor venía de allí.

Me dejé caer sobre el colchón, palpándolo para indicarle que se sentara a mi lado. Sostuve la pizza mientras él se quitaba la mochila de su espalda.

—¿De verdad vamos a estudiar? —Preguntó al verme rebuscar mis libretas sobre el suelo.

—¿Querías ver una película? —Inquirí confundido.

—No, pensé que comeríamos la pizza y nos iríamos a recorrer la ciudad como fugados —se carcajeó, señalando la cámara dentro de una pequeña bolsa que colgaba de su cuello—. Suelo hacer eso con mis amigos o cualquier persona. Sirve para grabar blogs. Termino pagándole a alguien más para que me pase su proyecto.

—Comamos y hagamos los ejercicios. —Contradije, apagando sus ánimos.

No soy tan irresponsable.

Una rebanada de pepperoni se fue directo a su boca, mientras la tenía allí con otra mano agarró su segunda pizza y la izquierda restante me pasó una con piña. Era capaz de devorarse toda la mitad, seguro creyó que yo también podría.

—¿Y? ¿Qué... —balbuceó, masticando con la boca abierta mientras levantaba su mochila para sacar sus libretas—...vamos a ver hoy? No he prestado atención en ninguna clase de cálculo integral.

—Te explicaré un poco de ello entonces —suspiré, estirando mis piernas. Metí mis dedos debajo del colchón en busca de algún lápiz pues no había en mi mochila tampoco. Chaos no dijo nada de mis extrañas costumbres, aunque él tampoco lucía tan normal; estaba sentado como un peluche pequeño aguardando a un niño para jugar con él—. Para comprenderlo debemos volver al cálculo diferencial. Haremos unos ejercicios para refrescar tu memoria y...

—¿Qué es cálculo diferencial? —Se mostró inocente al jugar con el cabello de su nuca.

—Es álgebra básica... —lo miré como si viera a un ser más estúpido que yo—. ¿Función límite y derivada?

—Oh —formó un extraño sonido de acuerdo—. Caden Wilson, eres un chico prodigio.

—Soy un estúpido que sabe pasar sus materias. Todos deberían saber esto. —Respondí aterrado de su pensamiento.

No tenía pasatiempos, ni algo bueno que hacer, estudiar era lo único que hacía porque mis padres insistían en ello. Tampoco era fan de las matemáticas pero Saint quería que prestara atención para que en algún futuro obtuviera un buen título. Pero la idea de ser bibliotecario o solo obtener un trabajo de fuerza sonaba más favorable.

—No tengo buena memoria. Me cuesta retener lo que aprendo en clases, soy el cara bonita de la publicidad y el primero en vomitar en las fiestas —explicó calmado, diría que había cierta emoción en su tono al dirigirse a mí. Su libreta estaba llena de cosas poco relacionadas a la escuela; de todo lo que llevaba solo un bloque de hojas estaba relacionado al estudio—. Carajo, SE ME REGÓ, NOOOOOO.

Arrojó sus papeles por todas partes, golpeando mi rostro de forma accidental. Algunos cayeron sobre la madera del piso y su tinta negra fue directo a mis cobijas, inclusive mi ojo izquierdo recibió algunas gotas. Me quedé en posición de robot gigante con movimientos toscos; la combinación entre molestia y gracia.

—¡Ay, perdóname! —Lamió su dedo índice y quitó la mancha debajo de mis pestañas, volteando más la mochila que continuaba regándose en mi cama—. ¡Puta madre, nada me sale bien!

Las lavé ayer...

Le pedí que nos levantáramos para que pudiera quitar la sobrecama. Me pidió disculpas, igual le comenzó a dar calor por la vergüenza y se quitó su sudadera gigante. Era bastante más delgado de lo que aparentaba, cosa de su complexión. Seguro comía más que yo pero en mi caso siempre fui de huesos anchos.

—¿Eres artista o algo así? —Curioseé, ayudándole a recoger los papeles con bocetos tétricos.

—Dibujo cómics. Aunque soy un aprendiz, estoy bajo el cuidado de Marshall Cook, ¿has escuchado de él? —Mis manos se detuvieron por un instante. Elevé la vista al atardecer verdoso que se abría paso por la ventana hasta reposar en su rostro—. ¿Caden?

—¡¿Hablas del ex-aprendiz de Heroine Rymer?! —Levanté la voz, emocionándome como no lo hacía en meses—. ¡Ese hombre es un genio! Dicen que puede desde componer música excelente hasta dibujar y crear grandes historias. Su obra publicada en el 2011, Los ángeles de los 32 colmillos, fue increíble. Una novela diría a un nivel superior a su primer trabajo El ángel del vitruvio. No lo compararía con su éxito en el 2012 de Los tres reyes púrpuras, fue una simple genialidad usar los nombres de personajes bíblicos.

—Sí tienes buena memoria, en general, yo no sabía que tenía obras tan viejas y con temas similares —destacó, levantándose de golpe con sus hojas negras. Buscó con la mirada por un contenedor de basura, le señalé el vacío sobre mi escritorio lleno de migajas—. Marshall no escribe ya cosas de ese tipo. Se concentró en solo seguir una obra que actualiza cada cierto tiempo pero me da buenas recomendaciones respecto al arte.

No he seguido su trabajo actual por mi carente conexión a internet.

—Decidí trabajar con él solo porque sabe muchas cosas sobre Heroine Rymer. —Añadió.

Nos pusimos a hablar de ella como fans que aún se mantenían activos. Ignorando su muerte, su inexistencia en el mundo, charlando igual que el día antes de perderla. Ninguno mencionó que aquella mujer había muerto hace 5 años.

Se sintió bien.

—¡Heroine Rymer no era una artista! ¡No hacía nada por amor al arte! —Gritó como un borracho irritable.

—¡Es cierto, recuerdo que odiaba leer y en general el arte poco le importaba! ¡Dijo que solo quería sentirlo todo, escribir para ella y dibujar porque se le daba la gana! Ni siquiera terminó la secundaria. —Me aferré a las cobijas con manchones, parado de pie mientras gritaba junto al pelirrojo que asentía a todo lo que abandonaba mi boca—. ¡Ella era un genio! ¡De verdad lo era!

—¡Era asombrosa! —Concluyó, lleno de euforia, ocasionando que me percatara de la realidad actual.

—Era. —Susurré incómodo.

Chaos me tomó de la mano, arrojando las sobrecamas al suelo. Me miró decidido antes de tratar de arrastrarme con toda su fuerza fuera de mi habitación. Me sostuve del marco de la puerta y le pregunté qué demonios trataba de hacer.

—¡Vamos a fugarnos!

—¡No, estoy castigado, en serio! —Resistí, arrugando el entrecejo al recordar que mi voz iba a delatarme con mi hermana. Aunque a Deeca poco le importara—. No puedo irme.

—Esta vez te haré feliz. —Me respondió aquello, tirando de mis dedos hasta dejarme soltar el marco y correr junto a él.

Chaos Misui andaba por la vida en su audi blanco, por ello solo se estacionaba en lugares que consideraba seguros. Corrimos una larga distancia sin parar hasta llegar al lugar cerrado y frío en las sombras. Traté de cerrar mis ojos, dejándome guiar por él para no perder la cabeza con la sobrecarga de emociones.

—¿A dónde vamos? —Jadeé, sosteniéndome de mis rodillas.

—¡Solo manejaré y charlaremos! ¡Hay muchas cosas que dirás, ¿cierto?! ¡Grabemos el camino! —Abrió la puerta del copiloto, impulsándome a entrar. El carro olía a gardenias por el aromatizador que colgaba de su retrovisor—. Un podcast sería genial. ¿De qué quieres hablar?

No pude oponerme o poner un tema pues me cerró la puerta en el rostro. Caminó al frente con distintos saltos irregulares hasta llegar al otro extremo y entrar. Me puso el cinturón de seguridad, extrajo sus lentes de sol de la guantera y miró al frente con las manos bien puestas sobre el volante.

—Entonces, Caden Wilson, ¿hablarás del cielo verde vómito?

—¿Qué cosa?

Arrancó el carro, dejando atrás el estacionamiento de doble piso. El sol nos iluminó, intenso, coloreando el paisaje a los alrededores como un incendio precioso. El golpe del viento se adentraba por las ventanas abiertas hasta volver loco mi cabello al igual que mis pensamientos por la explosión repentina.

—En clase, dijiste que el cielo era verde. —Me recordó—, ¿qué querías decir con eso, eh? Sonó bien.

—No sé —respondí, poco que decir. Nadie estaba realmente interesado en ello, ni siquiera Ray cuestionaba lo que yo veía o buscaba saber más del tema. No me acostumbraba a su interés repentino—. No tiene sentido, olvídate de eso.

—¿Y estabas llorando por qué? —Continuó con las preguntas, sacando una lolipop de su bolsillo para llevarla a la boca. Me invitó una—. Cuando toqué la puerta, estabas llorando, ¿no?

—Porque no bebí chocomilk. —Rechacé la paleta, fijo en la presa de agua debajo del puente por el que cruzábamos para llegar a ningún lugar.

—¿Eres un bebé llorón?

Su pregunta fue todo menos molesta.

La imagen de que alguien me viera como un llorón no fue desagradable, la prefería antes de ser tachado como loco o insensible. El medicamento me adormecía, incluso si no hacía una expresión distinta o sufrida, mis ojos eran los únicos que lloraban.

—Sí, lo soy. —Sonreí, cerrando los ojos mientras centraba mis sensaciones en el viento.

Soy un llorón, y se siente bien.

Chaos puso Cry Baby de The neighborhood en el vehículo, subiendo la mayor cantidad de volumen mientras me repetía que solo sería un viaje corto por la ciudad. Las bocinas vibraban hasta adormecerme.

Me preguntó si quería ir al centro o a algún lugar en particular. Le dije que conduciera a donde fuera, todo menos lugares que pudiera conocer. A un mundo distinto si no era humano.

—Te llevaré al final de este mundo. Te gustará verlo. —Bromeó, refiriéndose a los linderos de la ciudad.

No le presté mucha atención a sus palabras. Mi vista reposaba sobre el retrovisor, observando con plena confusión al chico gris que sonreía en los asientos traseros.

No estaba allí hace un momento.

• • •

Jelou.
Espero estén teniendo un buen jueveeeeees. Sin problemas en el paraíso ni en el infierno por aquí. ¡Y ya puedo poner música en Wattpad! No me dejaba. :(

¿Qué tal el capítulo de hoy con Chaos Misui, alias el carismático? 👁

Caden es alguien que llora constantemente. Puede parecer que no tiene razón para hacerlo, solo lo hace y se siente bien. De alguna forma es lo único que puede entregarle un poco de paz.

¡Nos leemos pronto!
Gracias por tanto. 🤍

~MMIvens.

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