Aquellas veces que me pregunté: ¿por qué a mí?, ¿qué hice mal?... y solo enquistarme en mi sufrimiento... el dolor no es para siempre, pero el sufrimiento se opta o se deja... y se sigue adelante.
Perdí tanto en mi vida, sin darme cuenta que había ganado el doble de lo que creí terminado, olvidado. Aquello que pensé que era "amor" terminó doblegándome ante el peso de la falta de fe hacia mi, de mi propio desamor.
"¿De verdad se puede seguir?", pensé constantemente... y era el sufrimiento, mi sufrimiento opcional el que hablaba... no era yo... no era por mi... y, realmente, se puede. Es por eso que extiendo mi mano hacia mi costado y, sorprendentemente, encuentro cómo se guía con confianza hacia otra mano que estuvo ahi todo este tiempo y que no pude ver (o no quise mirar) esperando el momento justo en que mis murallas cayeran, la venda de mis ojos se esfumara y la voz de mi propio amor gritara la victoria de esta guerra, donde aliado y enemigo eramos la misma persona.
Él está allí ¡gracias Dios! Él estuvo allí por los siglos de los siglos y amén por tanta maravilla.
Él está, me toma suavemente en un abrazo que no tiene ni principio ni fin... porque él es todo y nada. Es toda mi fuerza y mi debilidad. Él también se convirtió en amor hacia mi.