Of hope

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Habían pasado dos días y todavía no había noticias de Meshinui. Tanto Masaru como Kotoko regresaron a la casa a salvo e informaron de todo al resto de niños. Se habían sentado en el salón a la espera de la noche, tiempo en que el albino suele regresar a casa, pero no lo hizo.

A la mañana siguiente, todavía no había vuelto.

Ni al día siguiente.

Los niños estaban demasiado preocupados, y rondaba por su cabeza que le hubiera pasado algo. En cierto momento Jataro dejó al aire la posibilidad de haber sido abandonados, pero pronto lo descartaron: Meshinui era demasiado amable para hacer algo así. Además, si lo hubiera querido, lo hubiera hecho mucho antes, no los hubiera cuidado durante tantos años.

Esos dos días se alimentaron de algunas sobras que quedaron por la cocina, y no supieron si era por la falta de cocción o por su ansiedad que a todos les supo mal. Sin embargo, las reservas eran escasas. Al no tener electricidad, no había ninguna nevera donde guardar sobras, por lo que la cantidad de ellas era muy escasa. Meshinui solía comprar poco, lo que se iba a comer inmediatamente.

Las ganas de jugar o de hacer algo, cualquier cosa, habían desaparecido. Esos niños estaban viviendo los dos días más tristes de sus últimos 3 años de vida.

Así que, cuando escucharon algunas pisadas en el jardín, no pudieron evitar emocionarse un poco. Podría ser un animal salvaje pero, ¿quizá Meshinui había logrado regresar?

Aunque algo no se sentía bien. No eran simples pisadas. Sonaban fuertes y superpuestas, como si alguien tratara de caminar con los dos pies al mismo tiempo.

Para cuando Masaru se dio cuenta, era tarde. Eso no era una persona: eran varias.

Un fuerte golpe en la puerta de entrada, que se derrumbó inmediatamente por culpa de su mal estado. Los cinco niños gritaron asustados y se acurrucaron juntos en una esquina. No pasó mucho tiempo antes de que estuvieran rodeados de adultos vestidos de negro, todos armados y con caras aterradoras.

Las emociones los abrumaron. ¿Quiénes eran? ¿Qué querían? ¡No tenían nada que ofrecer! Solo querían que se fueran, porque estaban asustados y tenían miedo, mucho miedo.

Kotoko empezó a llorar y Masaru sintió las lágrimas picar en sus ojos. Monaca estaba temblando y Jataro estaba rascando fuertemente su mano. Mientras, Nagisa trataba de mantenerse fuerte, abrazando a todos.

Masaru se estaba mareando. Cerró fuertemente los ojos y todo se sintió aislado, como si nada del mundo le llegara. El sonido de los adultos discutiendo sonaba embotellado, como si tuviera algodones en los oídos. No quería escucharlos, pero si no los escuchaba no sabía que estaban haciendo y eso le daba más miedo. Su respiración se empezó a acelerar, el oxígeno era muy fino y no alcanzaba sus pulmones. No podía respirar, no podía-

- Estáis bien chicos. Todo estará bien.

El calor familiar los envolvió y Masaru abrió los ojos, sin poder parar las lágrimas de alivio que se le formaron.

- ¡Meshii!- Gritaron todos a la vez.

- Estas personas os van a ayudar, os darán un futuro mejor, uno que yo nunca podría ofreceros. Id con ellos y pórtense bien, ¿vale?

- ¿Y tú? ¿No vas a venir? ¡No nos dejes!

- No te preocupes por mí... Chicos... Lo siento.

- Camina. - Uno de los adultos tiró del albino, quitándolo del camino con rudeza.

- ¡Meshi-nii!

- H-hocus pocus... Todo saldrá bien, ¿recuerdan?- Y Masaru no dejaría nunca de recordar esa sonrisa triste pero satisfecha que les dedicó por última vez.

- ¡MESHINUII!

La mayoría de adultos aterradores salieron de la casa mientras inmovilizaban a su persona más preciada.

- ¡Hocus pocus! S-si lo decimos todos, entonces las cosas definitivamente saldrán bien, ¿verdad? ¿verdad?

Los cinco niños gritaron el hechizo mágico que se convertiría en su única esperanza de volver a verle. ¿Por qué tenían que hacerles esto? Él no era el malo aquí, sino todos esos adultos. Tenían una vida tan perfecta, jugando juntos, comiendo comida caliente, sonriendo como si no hubiera un mañana, viviendo en familia. Cuando por fin tenían un lugar al que llamar hogar, todo tuvo que venirse abajo. Las cosas no son eternas, dijeron, pero tampoco esperaban que fueran tan efímeras. Y la idea de que fue culpa suya destruyó a Masaru por dentro.

- No quiero esto...

- Traigan a Meshi-nii...

El ánimo se desmoronaba junto a sus sueños. Todo estaba cambiando y era muy aterrador avanzar sin la persona que los ayudó a vivir. Solo se tenían los unos a los otros pero, ¿durante cuánto tiempo más? Los adultos los iban a separar, ¿verdad? Esos demonios los romperían uno a uno hasta que no quedara nada de ellos.

- O-oigan, ¿qué tal? Mi nombre es Suichi Saihara. Encantado.

Se acercó a ellos un joven de cabellos azulados y mirada dulce y tímida. Se veía incómodo, quizá algo apenado por el estado de los niños, o quizá solo no sabía cómo tratar con ellos.

- ¿Por qué se lo llevan? Monaca quiere a Meshi-nii ahora.

Él sonrió comprensivamente. - Lo lamento, no puedo hacer eso. Pero ahora estáis a salvo, os llevaremos a un lugar seguro.

- ¡Ningún lugar es seguro con ustedes, demonios! ¡Esta casa es nuestro lugar seguro! ¡Así que váyanse y dejadnos en paz!

Las palabras de Nagisa parecieron alertar a uno de los adultos mayores, que se acercó con el ceño fruncido y una expresión violenta. El pequeño abrazó más cerca a sus hermanos, hasta que notó como el joven Saihara alejaba al adulto. Él parecía un adulto joven, quizá como Meshinui, y quizá no había sido corrompido como los otros demonios aún. Quizá era a él a quien Meshinui se refería cuando dijo que los iban a ayudar.

- Oye, ¿Qué queréis de nosotros?

Él joven detuvo su conversación con el demonio y le miró sorprendido de su iniciativa para hacer conversación. - Nosotros solo queremos hacer justicia.


Masaru se reía de su justicia. Todos los adultos eran iguales, los odiaba con toda su alma y no podía hacer más que detestar que él mismo se iba a convertir en uno algún día.

Antes de notarlo, fueron llevados a comisaría, cuestionados uno a uno bajo una horrible presión y conversado en una terapia de grupo con una terapeuta que los diagnosticó con "síndrome de Estocolmo".

En las noticias no paraban de salir titulares de "Niños desaparecidos durante 3/4 años han sido encontrados" o "El secuestrador infantil ha sido arrestado" o cualquier título que deshonrara el nombre de Nagito Komaeda, porque por alguna razón la historia se contó a favor del padre de Masaru, la cual decía que él había encontrado a su hijo con el secuestrador e intentó salvarlo, pero para evitarlo Komaeda trató de asesinarle, teniendo de prueba el cristal que Masaru le clavó en el costado.

Durante el juicio, Nagito Komaeda fue acusado de secuestro e intento de asesinato. Ni siquiera trató de defenderse a sí mismo, ni tampoco su abogado hacía esfuerzo por intentar salvarlo. Durante otro programa, apareció una entrevista con la señora Komaeda, que siempre se refirió a su hijo como un loco y una decepción. Masaru empezó a entender por qué hizo lo que hizo por ellos.

La única cosa buena fue que el detective del caso, Shuichi Saihara, escuchó y tomó en cuenta cada uno de los argumentos de los niños, cosa que no hizo ninguno de los otros adultos. Gracias a él, se investigaron a sus familias biológicas y fueron acusadas de maltrato infantil. Pero ninguno de ellos obtuvo justicia.

"¿El dinero compra la libertad? Towa y Shingetsu quedan libres"

"Suicidio de Kemuri en su apartamento"

"Huída de Utsugi a Estados Unidos"

"Admisión de Daimon en el psiquiátrico de XXXX"

Durante unas dos semanas continuaron visitando a la terapeuta, quien seguía tratando de razonarles el por qué Komaeda era malo. No eran ellos los tercos, creía Masaru. Ella no podía comprender que Meshinui nunca les obligó a permanecer ahí, sino que ellos se quedaron porque querían, que Meshinui les daba todo lo que nunca recibieron en sus hogares, que Meshinui fue la primera persona amable que conocieron en sus vidas. Pero por mucho que gritaran, lloraran o rogaran, nunca nadie les hizo caso. Nunca nadie se puso del lado de Nagito Komaeda.

Así que pensaron que el mundo era una basura.

Pocos meses después, cada uno de ellos fue adoptado por una familia diferente. Se iban a separar y estaban aterrados, pero era hora de ser valientes.

- Veámonos en ese mismo lugar, el 28 de Abril de dentro de seis años. - Fue el acuerdo entre los cinco.

Y es que aunque estuvieran separados, nunca dejarían de pelear por su verdadera familia, por los seis felices integrantes que habitaron esa derruida casa en el bosque. Nunca abandonarían la lucha por la justicia.

Se convirtieron en guerreros de la esperanza.

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