Capítulo 5: Libros y Más Libros.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Hola, casi cuatro meses sin escribir, perdóname estado algo ocupado estos últimos meses, me gusta mucho más leer y ya empecé con mi primer propósito de este nuevo año, no te lo he contado, pero mi padre era alguien muy apasionado por la carpintería y la verdad era bastante bueno, decidí estudiar un poco sobre este lindo arte de crear cosas con madera, he comprado algunos libros de carpintería, son cinco tomos bastante gruesos, ya solamente me falta uno, quizás lo lea hoy en la noche y lo termine, no sé quizás en menos de media hora; sí, leo muy rápido, es una habilidad que consigues con el tiempo, leo desde los siete años y desde entonces no lo he dejado de hacerlo, perdona me desvié del tema.

Dejando algunas tablas sobre la pared y con una lija en su mano acomodaba una de las tablas para lijar, pasaba las horas mientras se acumulaba el aserrín en el suelo.

—¿Vas a limpiar eso verdad? –Preguntó una voz femenina.

—Sí, cuando termine con las tablas lo limpio. –Respondió él con calma, viéndola con una sonrisa,

—¿Por qué ahora si te interesa la carpintería?, ¿Tenías que esperar a que muriera para que lo hicieras? –Preguntó con algo de odio y desprecio.

Él no le respondía, pero su sonrisa desaparecía de su rostro, tratando de evadir aquella pregunta, continuaba lijado la tabla tratando de ignorar aquel comentario.

—Por cierto, te llegó esto. –Dijo ella sin interés, mostrándole una carta.

Nicolás la tomaba emocionado sacando aquella carta, leyendo con su mirada se enteraba de que la universidad más importante de su país lo había aceptado y que tendrá que pasar por un examen médico y psicológico en los próximos días.

—Me aceptaron. –Dijo emocionado levantando sus manos mientras una sonrisa salía de sus labios.

Su madre lo veía con desinterés levantando su ceja derecha.

—Felicidades. –Dijo a secas y sin mucha relevancia. —Avísame cuando termines de hacer el almuerzo. –Su tono de voz era indiferente mientras se retiraba de su cuarto.

—Gracias. –Respondió con amabilidad y una sonrisa.

En la soledad de su cuarto celebraba aquel triunfo que sostenían en sus manos sin dejar que su madre le bajara la emoción.

Con mis propias manos decidí construir un librero ya la terminé, incluso la pinté ¿Sabes que me falta?... libros, muchos libros, prometo llenar la mitad de ese librero antes de finalizar el año, ya llené dos de los ocho estantes que tiene, el último está un poco flojo y se cae con frecuencia, prometo pegarlo bien, sí, ese es mi propósito para este año, llenar ese librero lo más pronto posible.

Pasando una pincelada sobre la suave madera, terminaba de pintar su nueva librería sonriendo al verla con la imagen de su padre arriba pegada en la pared.

—Es perfecto. –Dijo optimista y sonriente.

El último tablón se caía desviando la mirada agotada de Nicolás.

—Bueno, es casi perfecta. –Dijo con una leve ironía en su voz.

Viendo a su alrededor veía todo el aserrín que quedaba de aquel trabajo cansado, tomaba la escoba y comenzaba a organizar y limpiar su cuarto.

Hace unos cuantos meses me aceptaron en la universidad, claro que estoy emocionado por eso, bueno lo estaba, ya que han pasado varios meses desde que eso pasó, casi no me aceptan por algo que debo contarte, tengo una enfermedad y no lo sabía.

Sentado en la sala de espera del psicólogo de aquella universidad, esperaba sus resultados con una revista vieja que le cubría la cara, veía las horas pasar.

La puerta del consultorio se abría y un chico salía ante la mirada atenta de Nicolás, la psicóloga lo llamaba con la mano, dejando la revista sobre la silla, se acercaba al consultorio, ya adentro la psicóloga le ofrecía asiento y está lo miraba con seriedad.

—A ti te quería ver, tus resultados me llaman mucho la atención. –Dijo ella con seriedad sosteniendo unos documentos. —¿Sabías que padeces depresión? –Le preguntó con seriedad viéndolo.

—Ah, no, claro que no. –Mintió desviando su mirada.

—El día de tu examen me dijiste que estuviste antes en terapia por problemas familiares, al parecer está tratando no tocar el tema, acá estoy. –Dijo con sinceridad y comprensión aquella mujer.

—No han sido buenos años, la he pasado demasiado mal. –Le respondió susurrando, agachando la mirada. —Y trato de no prestarle importancia o distraerme para que no me afecte.

—No puede reprimir todo lo que sientes Nicolás. –Le respondió, ella viéndolo. —En algún momento tu mente te atacará, no sabrás que vas a hacer porque lo único que hecho es distraerte.

—Aún así lo hago por qué. –Hacía una breve pausa levantando su mirada. —Solo cargó con todo esto sin quejarme.

—Sabes que con esta enfermedad la universidad te va a negar el ingreso. –Dijo ella con seriedad.

—¿Por qué? Es injusto que por una enfermedad me rechacen. –Dijo algo molesto viéndola.

—Esta universidad es muy estricta, buscan la excelencia sobre la vida de sus estudiantes. –Dijo ella con seriedad. —La depresión tiene como consecuencia que dejes de hacer lo que te gusta, en este caso tu carrera.

—Me he esforzado mucho por esto y los últimos años esto ha sido lo mejor que me ha pasado. –Le respondió con sinceridad viéndola.

—Te pondré una condición. –Dijo ella con firmeza viéndolo.

—¿Cuál? –Preguntó con curiosidad.

—Si aceptas que te ayudé a tratar tu enfermedad antes que empeoré. –Dijo ella con compresión y honestidad. —A cambio ocultaré tu expediente. –Le respondió con calma, cerrando sus ojos y sonriendo.

Nicolás sonreía y se levantaba.

—Gracias, en serio, muchas gracias. –Le respondió con una sonrisa.

—Cumple tus promesas, ya puedes retirarte. –Le señalaba la salida con su mano.

Nicolás salía emocionado de aquel consultorio caminando por la universidad en que pronto estaría estudiando.

Sufro de depresión, pero dudo que sea grave, no te preocupes pronto me mejoraré, es solo algo pasajero como lo es la tristeza, así que no te preocupes estado bien estos últimos meses, solo que estado muy ocupado, la verdad lo pasado muy bien en la universidad mucha tarea y trabajo, pero estado bien.

En la hora del almuerzo había llegado, en aquella cafetería se encontraba Nicolás solo en una mesa comiendo, mientras todos tenía su grupo de amigos, comían y reían y él estaba ahí completamente aislado comiendo, los días en la universidad no eran realmente bueno, le costaba adaptarse y socializar con los demás.

Dentro de clase era un poco más de lo mismo, él solo en lo más profundo del salón, prestando atención a clases, uno de su maestro que era uno de los más estrictos, he engreído, era una mierda de personas en su mayor expresión era como ese tipo de persona que tienes que soportar solo porque tiene un rango superior a ti e ir en contra de él no era muy conveniente.

Así como en la preparatoria, Nicolás volvía a ser aquel chico callado que no hablaba mucho con los demás compañeros, al menos aún no le hacía bullying, los trabajo en equipo era lo más difícil para él, le costaba trabajar en equipo, pero aún así cumplía con su parte del trabajo.

La universidad nada más lograba ver chico más interesado en las drogas en y el sexo que sus estudios, se sentía algo abrumado con aquellos temas que eran como los únicos de los que se hablaba, a sus dieciséis aún no había tenido relaciones ni consumido drogas tampoco era algo que le interesara mucho.

La universidad era una repetición de su tiempo en secundaria y preparatoria, sentado en el amplio campus, solo se dedicaba a leer, al llegar a casa era convertirse en el sirviente de su madre sin recibir mínimo un ''gracias'' por lo que hacía cada día, entre los deberes de la casa y los trabajos de la universidad, Nicolás se sentía algo aislado y solo con un estrés constante.

Me esperan casi cinco o cuatro años de carrera, así que espero sea un poco agradable y te estarás preguntando, bueno que elegí, ojalá estuvieras aquí para hacerte adivinar, pero bueno ya sabes, estoy estudiando diseño gráfico, obvio que mi madre no lo sabe ella piensa que estoy estudiando contabilidad, pero escogí lo que me apasionaba sobre lo que me haría ganar dinero, es una decisión estúpida y arriesgada, pero oye solamente se vive una vez para ser infeliz en lugar que no te agrada.

Se aproxima navidad, es una época del año que me gusta mucho, no tanto como otoño, pero el frío es agradable, el ambiente, las luces y esa sensación de alegría contagiosa que llega con cada diciembre, espero está navidad, sea un poco diferente, no ha sido las mejores las últimas navidades, pero tampoco puedo quejarme no ha sido tan malas.

Decorando un pequeño árbol de navidad llenándolo de luces, su madre lo veía desde la puerta de su habitación, él sin notarlo seguía con las decoraciones hasta que su voz sé hacía presente en su cuarto.

—Eduardo. –Su voz sonaba con seriedad.

Él se giraba viéndola en la puerta, algo sorprendido.

—¿Señora? –Respondió con respeto y curiosidad.

—Esta noche tengo una fiesta en el traba...

—¿Vamos a ir a una fiesta? –Preguntó y la interrumpió emocionado.

—Amm, no. –Le respondió con seriedad, viéndolo de la misma forma. —Yo iré a la fiesta, necesito que estés en casa para recoger un paquete.

—Ah, claro, no hay problema. –Le respondió algo desilusionado, desviando su mirada.

Sin más su madre se iba sin decir nada más, él continuaba de decorar su cuarto algo más navideño, las horas pasaba en lo que él terminaba la decoración, con un pequeño árbol decorado sobre su mesa de estudio, las luces decoraban los bordes de la pared, y un muñeco navideño decoraba más el cuarto, pero la fotografía de su padre estaba decorada con pelusa navideña y algunas luces, con un santa claus muy sonriente pegado cerca de la fotografía.

Ya había llegado la noche y sentado en el comedor comiendo un platillo típico de la festividad, veía a su madre bajar por las escaleras vestida con un hermoso vestido blanco, con la boca llena se levantaba y le sonreía.

—¿Qué? –Preguntó con seriedad viéndolo.

Él se bajaba la comida que tenía en la boca y le respondía.

—Te ves muy hermosa en ese vestido. –Le respondió con sinceridad y una sonrisa.

—Gracias. –Le respondió a secas e indiferente.

Él solo le sonreía algo emocionado, era la primera vez que la escuchaba decir aquella insignificante palabra, ella bajaba y tomaba las llaves de la casa y del auto.

—¿Sabes a qué horas llega tu paquete? –Preguntó con amabilidad viéndola.

—Tenía que llegar hace dos días, solamente quédate atento a la puerta.

—Claro, pásalo bien en tu fiesta del trabajo. –Se lograba notar algo desanimado en su tono de voz. —Feliz navidad. –Le susurró.

—Feliz navidad para ti. –Le respondió con una sonrisa viéndola salir de casa.

Nicolás levantaba la mirada y sonreía, solamente veía como ella se iba y cerraba la puerta, para finalmente escuchar el auto, salir del garaje, soltando un suspiro, caminaba a la mesa donde continuaba comiendo.

Las horas pasaban acercándose a la fecha de la navidad, pasaba el tiempo viendo el cielo, leyendo, jugando, pero sobre todo acompañado por la inmensa soledad de su casa, mientras seguía comiendo comida navideña saltaba del susto viendo aquel hombre que siempre lo acompañaba.

—Eres tú, vaya susto. –Dijo agitado con su mano en el corazón. —¿Quieres comer? Hice bastante para una sola persona.

Aquel hombre le negaba con la cabeza, quizás ya había comido.

—Está bien, quizás estás lleno. –Le sonrió con aquel plato en su mano, caminando con calma y sentándose a su lado, lo veía mientras comía. —Me alegra tener tu compañía hoy, ya me estaba aburriendo estando solo. –Dijo con alegría y sonriente.

Las horas continuaban pasando mientras Nico y aquel hombre pasaba la noche hablando, realmente el único que hablaba era Nicolás, la noche ya no era tan solitaria, al menos tenía compañía en lo que esperaba aquel paquete.

Al final, casi a media noche, sonaba el timbre de la casa.

No quiero contarte que había en aquel paquete, nada más quedémonos que intente hacer lo mejor para que está navidad no fuera tan mala.

¿Puedes estar en la próxima navidad?

Únicamente faltabas tú ese día, tengo que irme, aún tengo tarea y deberes por terminar hoy.

Al abrir la puerta Nicolás veía aquel joven repartidor, aquel hombre solamente veía como Nicolás recibía el paquete, tanto Nicolás como el chico repartidor siente que se había visto antes, pero no le daba importancia aquello, con la caja en su mano Nicolás firmaba.

—Gracias y feliz navidad. –Dijo Nicolás con una sonrisa y amabilidad.

—Gracias igualmente. –Le respondió el repartidor. —Oye, a petición de la persona que lo envía, dice que lo abras lo más pronto posible. –Le dijo con seriedad viéndolo.

—Ah, claro, gracias. –Le sonreía cerrando lentamente la puerta.

Emocionado tomaba la caja y se giraba mirando la sala.

—Oye y si es un... –Dijo emocionado viendo que el hombre ya no estaba. —Regalo. –Susurró desanimado.

Dejando la caja sobre el comedor la destapaba viendo un libro con una nota, sin mucho interés tomaba la nota leyéndola.

—Feliz navidad Nicolás. –Leyó en voz baja sonriendo al final.

Dentro de la caja sacaba un total de siete libros diferentes, girando la nota veía otro texto.

—Lamento no conocer tus gustos literarios, una disculpa mamá. –Leyó en voz baja sonriendo y tomando los libros. —Gracias mamá.

El reloj ya marcaba la media noche y los fuegos artificiales sonaban, llamando la atención de Nico, que corría a la azotea para no perdérselos.

Una sonrisa aliviará temporalmente tu dolor, porque aún no conoces el significado de la palabra amor. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro