𝐨𝟏𝟔. un peligro al volante

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o16. ❝ that nothing safe is worth the drive and i would follow you, follow you home ❞



























































❝ oh, chicos, no lo intenten de nuevo. definitivamente natalia era todo un peligro al volante

✦•─────• —BUENO, SI TENGO NOVIO, AUNQUE SEA FALSO, pero con licencia de conducir, hay que aprovecharse de eso ¿No crees?

Fabiana Montero puso sus brazos en jarra al oír a Natalia desde su posición. Alzó una ceja y ante su reacción, la chilena posicionó sus brazos de la misma forma que ella.

—¿Qué? —dijo de forma seca al notar su silencio.

—Nada —bufó al final—. Tienes razón, qué quieres que te diga.

—¿Viste? —sonrió—. Hay que aprovechar las buenas oportunidades.

Dietz le había pedido a Pedri que fuera su chófer por el día. Tenía bastantes compras que hacer, tanto como para la casa, como para Laura y los medicamentos que debía tomar por su lesión. Además, en el fondo seguía aprovechándose ligeramente del sentimiento de culpa que él aún tenía por lo que le pasó a la menor.

—Sí, sí puedes, pero cuando usas la palabra aprovechar...Suena más macabro.

Dietz la miró con los ojos entrecerrados—Claro que no.

—Como digas —alzó las palmas de las manos eligiendo no pelear.

—Volveré yo creo que en unas 3 horas —se puso su bolso al hombro—. Muchas gracias por cuidar a la Lauri mientras tanto. Aún no quiero hacerla caminar en exceso.

—Tranquila amiga, para eso estamos —hizo una ceña con la mano restándole importancia.

—Sólo espero ir y volver en una pieza sin que él y yo nos matemos en el intento —soltó una risa nasal.

—No manches, ¿Cómo va a ser tanto? —se quejó.

Dietz hizo una corta pausa y ahora fue ella la que miró a la mexicana con una ceja alzada y ojos inquisitivos.

—¿En serio? ¿En serio preguntas eso? —no hubo respuesta—. Recuerda que uno de nuestros mayores problemas e incomodidades se generó por culpa tuya y de Gavi.

Al traer a su memoria aquella imagen que calzaba con lo que ella estaba diciendo, la castaña hizo una mueca y se removió en su lugar.

Por supuesto que recordaba eso. El día en que ella y el mediocampista les habían lanzado el salvavidas de sus vidas para no ser captados por la prensa. Ese día se salvaron de una grande gracias a ellos y al inesperado beso que llamó la atención de todas las cámaras y que tuvo a España hablando de eso por muchos días.

—Sí... —se rascó la nuca—. Creo que nunca te agradecí personalmente por eso.

La mayor suspiró y se pasó una mano por la cara, queriendo dejar su semblante y actitud dura por estar con su mejor amiga.

—No tienes porqué hacerlo. Ustedes son nuestros mejores amigos. Teníamos que ayudarlos en esa situación compleja —hizo una mueca—. El único problema fue la forma en que lo hicimos. Ahora Elías esta obsesionado con lo del beso y...De cierta forma, las cosas han estado raras entre nosotros desde entonces.

—¿Sí?

—Sí. Considerando que, incluso, hemos tenido que volver a besarnos en otras ocasiones por insistencia de Elías.

—Dios, la neta que ese hombre me tiene cansada hasta a mí —se tomó el puente de la nariz—. ¿Y qué? ¿Al menos besa bien?

En ese instante, Natalia pareció ahogarse con su propia saliva y comenzó a toser frenéticamente.

—Fabiana, no me puedes preguntar esa volá —habló mientras se recuperaba.

—¿Por qué? —se encogió de hombros como si nada—. Igual pienso que son preguntas de mejor amiga que debería hacer.

—Pero eso sería en el caso de que fuéramos novios de verdad. Fabiana por favor —sacudió su cabeza—. Además, yo beso mejor, definitivamente yo la llevo en esto.

—Como digas —se encogió de hombros—. Pero cuando a los dos les acabe gustando...

Rápidamente ella se acercó a su amiga para ponerle una mano en la boca, impidiendo que ella continuara.

—Si terminas esa frase me voy a volver loca —la soltó—. Nada hay entre él y yo y estoy cien por ciento segura de que jamás lo habrá. Simplemente no congeniamos y nunca lo haremos.

—Ay tonta, estoy segura de que esto será cosa de tiempo —la contraria bufó—. Su situación es como de las películas y ya sabemos qué pasa.

Soltó una risa nasal—Hermana, el tipo y yo nos odiamos tanto que nuestro final sería como Troya en lugar de Love, Rosie.

—Yo conozco otras películas a las que sí se pueden parecer... —batió sus cejas en el aire.

La chilena se volteó a verla con mala cara.

—Fabi.

—¡Ya perdón!

Justo en eso, él teléfono de Natalia comenzó a sonar. Salvada por la campana.

—Es Pedri —anunció sin contestar el móvil. Ya lo había oído así que sólo bajaría al estacionamiento—. Me voy. Muchas gracias de nuevo por cuidar a la Lauri —le dio un beso en la mejilla.

—Cuando quieras —la rubia estaba por irse hacia la puerta mas la menor la detuvo—. Oye —se giró a verla—. Pórtate bien —le guiñó un ojo de forma cómplice.

Dietz gruñó mirando hacia el techo y eligió no decirle nada más. Abrió la puerta para irse pero, antes de cerrarla, le enseñó el dedo de en medio y desapareció de su vista mientras la mexicana reía.

Una vez en el estacionamiento, Dietz logró identificar el Porsche Cayenne que, lamentablemente, ya se le estaba haciendo conocido y caminó hacia él. Ligeramente movió la mano haciendo que Pedri se percatara de su presencia y, estirándose desde el asiento de conductor, logró abrirle la puerta dejando que ella subiera.

La chilena rió suavemente mientras negaba con la cabeza.

El viaje fue en silencio pero no necesariamente incómodo. De alguna u otra manera ya estaban acostumbrándose al hecho de estar juntos aunque eso implicara no hablarse. El único que sí tenía problemas a veces era González, ya que odiaba los silencios en las conversaciones y eso lo ponía en el riesgo de tener que hablar para cortarlos.

—Así que dime ¿Hasta cuando tengo que ser tu chófer?

Su voz, ligeramente burlona, hizo que la rubia se girara a verlo con los ojos entrecerrados.

—Escúchame español, yo odio pedir favores y soy capaz de abrir la puerta del auto y saltar de él en este preciso momento.

Él rió suavemente y la miró un segundo—Las puertas están con seguro. Tendrías que romper el vidrio para saltar.

Lo miró—Tú sabes que soy capaz de hacerlo.

Él hizo una mueca y regresó su vista al camino.

—Es verdad.

—No tenía muchas opciones ¿Sí? Además, la mayoría de estas compras son por Laura y tú aún me debes por lo que le hicieron —apuntó

Se quejó—¿Y hasta cuándo tendré que pagar por eso? ¿Hasta que venga Jesucristo? Venga, Natalia, no me puedes tener así por el resto de mi vida.

—Puede que sí —se cruzó de brazos—. Yo no tengo licencia así que debo aprovecharme de mi novio falso.

—¿Y sí sabes conducir? —la miró por unos segundos.

Arrugó la nariz—La verdad sí.

La miró con sorpresa—¿En serio? —ella asintió—. ¿Entonces por qué no has sacado carnet?

Frunció los labios—Inicié el proceso en Chile, pero ya después me mudé aquí y todo quedó inconcluso.

—¿Y por qué no lo intentas acá?

—No he tenido tiempo la verdad. Entre el inicio de una mudanza, una nueva vida y todos los pormenores al final lo olvidé y no pude hacerle espacio en mi agenda. También toma tiempo.

González guardó silencio un segundo mientras meditaba. Sólo se oía el ligero sonido del motor.

—O sea que sabes conducir —habló luego de un rato.

Ella se encogió de hombros—Supongo que recuerdo un poco.

Entonces Pedri frenó.

La acción tomó por sorpresa a la rubia y miró a todos lados buscando algún motivo del tan repentino detenimiento. Sin embargo, no halló nada, así que miró al canario de forma inquisitiva buscando respuesta.

—¿Qué pasó?

Lo peor fue que él no le respondió.

El español, luego de apagar el vehículo, abrió la puerta de éste para luego bajar. Todo bajo la asustada mirada de la rubia que lo siguió mientras le daba la vuelta al auto y llegaba hasta su posición. Ahora, él le había abierto la puerta, quedándose de pie con una pequeña y cómplice sonrisa.

—¿Qué miercale crees que haces? —habló ella preocupada.

Su silencio fue la respuesta. Posteriormente, el futbolista le extendió una mano hacia adelante.

—¿Pedri?

—Veamos si es verdad.

Los ojos de la chilena se fueron abriendo poco a poco en exceso.

Con su cabeza apuntó el auto—Conduce.

La mujer comenzó a tartamudear e incluso rió nerviosa. De todas las cosas que se esperaba para aquel día, aquello no había estado en su lista. Estaba sorprendida y no, no de buena manera.

—¿Disculpa? —se llevó una mano al pecho—. Sé que no te gusta esto de ser mi chófer pero creo que esta no es una manera de resolverlo.

Puso los ojos en blanco—No lo estoy diciendo de esa manera. Te estoy dando la oportunidad de que intentes conducir a ver si recuerdas algo.

Aquello no hizo otra cosa que aumentar la sorpresa que sentía.

—No, no, no, no. Es mala idea, muy mala.

—Dijiste que sabías —protestó.

—Ya pero la última vez que lo hice estaba en Chile —se puso nerviosa—. Es un riesgo total.

—Créeme, el riesgo es para mí que estoy prestándote mi auto para que practiques.

Ella se llevó las manos al rostro y quiso que la tierra la tragara en ese instante y la escupiera en su casa, lejos de allí.

—Estás loco.

Ladeó la cabeza—Puede ser.

—Oye, te estoy hablando en serio. No estoy para tus juegos y para que sigas buscando fastidiarme —lo apuntó.

—Te juro que esta vez no es así —el tono de su voz la hizo pensar que hablaba en serio—. Sólo inténtalo. Si ya habías aprendido será más fácil que estar aprendiendo de cero.

—Pedri...

Él volvió a extenderle la mano y está vez agregó una media sonrisa al trato. Aquella imagen en frente de ella estaba convirtiéndose poco a poco en una tortura. Su caballerosidad, su amabilidad y su consideración a veces tan desinteresada y natural que le salía sin querer eran características que buscaban poner en duda todo lo que Natalia creía de él.

Finalmente, ella terminó sucumbiendo. Bufó rendida, le tomó la mano, y éste la impulsó hacia adelante para ayudarla a salir del vehículo.

Una vez fuera ambos cambiaron lugares. Pedri se sentó en el lugar del copiloto —donde ella había estado previamente— y Natalia se sentó en el asiento del conductor. Con mucho temor cerró la puerta, miró todo desde su nueva perspectiva y luego sus ojos regresaron hacia el canario que le transmitía una inusual calma.

—Vamos, hazlo andar —animó.

Ella cerró los ojos frustrada y antes de hacerlo, reguló el asiento para que quedara un poco más adelante.

—¿Qué haces? —se rió él.

—Por favor, eres como 10 centímetros más alto que yo, tengo que regular esto o mis pies no van a alcanzar los pedales—cuando todo estuvo listo tomó aire—. Ponte el cinturón.

—Como diga, chófer —se burló él acatando su acción. Ella hizo lo mismo.

Luego, sus manos se fueron al volante y el temor de no saber qué hacer la invadió. No obstante, divisó el botón con el que se arrancaba el vehículo y al presionarlo comenzó a andar. Escuchar el sonido del motor la hizo sentir aliviada ya que no lo había arruinado. Posteriormente, recordó que debía sacar el freno de mano y eso hizo.

González sonrió y movió su cabeza de forma afirmativa. Se encontraba sorprendido.

—Vaya, no ha sido tan malo el primer intento ¿Eh? —la miró—. Ahora sigue. Avanza.

Ella se tensó e intuitivamente comenzó a buscar el pedal del embrague, mas no lo halló y eso comenzó a desesperarla aún más.

—¿Y el embrague? —miró a todos lados

Frunció el ceño—No tiene.

—¿¡Cómo que no tiene!? —exclamó asustada.

—O sea, sí tiene pero no es un pedal, viene instaurado en el motor. Es automático.

—Ah —dejó caer su espalda en el asiento, ya más tranquila—. Perdón, yo aprendí en uno de motor mecánico, no automático. Ya me había asustado.

Rió—Sólo tienes dos pedales aquí. Acelerador y freno —señaló—. Así que sólo usas tu pierna derecha para los pedales.

Para indicar aquella instrucción, inconsistentemente la mano de Pedri se fue a su muslo derecho, ejerciendo una presión tan delicada y suave que a la rubia le causó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.

Ambos se quedaron mirando ante la acción y rápidamente el canario removió su mano al darse cuenta de lo que había causado.

Ella aclaró su garganta y su vista se fue al frente. Con ambas manos en el volante y su pie derecho en el acelerador, hizo que el vehículo comenzara a moverse lentamente por el pavimento. Para su suerte era una calle poco concurrida. No generaría tráfico ni nadie le tocaría la bocina.

—Vas bien —reconoció el hombre—. Ahora un poco más rápido.

Ella acató la acción mientras miraba la calle con cuidado y con la precaución de que no viniera nada ni nadie. Estaba bastante nerviosa. Estar conduciendo un auto después de todo ese tiempo, considerando además la responsabilidad que aquello significaba, la tensaba cada vez más y su mente se iba poco a poco inclinando hacia sus propios pensamientos.

Y eso comenzó a verse reflejado en su forma de conducir.

Sin darse cuenta, comenzó a acelerar un poco más. Estaba tan absorta que el pie en el pedal del acelerador se fue cayendo más hacia el fondo y eso estaba haciendo que el vehículo aumentará su velocidad gradualmente.

Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Pedri comenzó a asustarse.

—Okey, ahora desacelera un poco —lamentablemente su instrucción no fue acatada—. Nat, desacelera.

—Lo estoy haciendo —reclamó.

—No, no lo estás —seguía estresado—. Retira el pie del acelerador.

—¿Qué? Pero...

—Sácalo y pisa el freno despacio.

Ella comenzó a perder la cordura y el tiempo mirando los pedales. Cosa que no debía hacer—Pero es que...

Asustado por pensar en lo que aquello podía acabar, Pedri —sin saber de dónde había sacado la fuerza y la habilidad— se estiró lo suficiente para poder tomar la pierna derecha de la chica, levantarla e impulsarla hacia abajo en dirección al pedal de freno.

El acto a ella la sobresaltó y el roce de sus manos en su muslo le causó un escalofrío. No obstante, le sirvió para reaccionar y presionó el freno una vez que el canario impulsara su pierna a hacerlo.

Finalmente, eligió presionar a fondo, haciendo que todo el vehículo se detuviera y que incluso sus cuerpos se inclinaban levemente hacia adelante para luego volver hacia atrás.

Hubieron unos segundos de silencio en los que ambos se quedaron meditando en lo recientemente sucedido. Dietz sólo podía pensar que perfectamente podría haber hecho que se murieran.

—Muy bien, se acabó por hoy.

La voz de Natalia captó la atención de Pedri mientras veía como ella buscaba soltarse del cinturón y salir huyendo.

—No, no, no, no, no —la detuvo poniendo su mano en el seguro—. Vas bien. Continúa.

—¿Qué voy bien? —se giró a verlo incrédula—. Casi nos morimos.

Hizo una mueca—No tanto como eso, Nat —ella se cruzó de brazos—. Anda, yo estoy bien. Vuelve a intentarlo.

—Esto fue una mala idea.

Ella quiso intentar bajarse otra vez. Sin embargo, en el segundo intento de hacerlo González fue un poco más decidido que antes y la tomó por la cintura, impulsándola hacia abajo y evitando que se levantara.

La posición los dejó a ambos mirándose a los ojos, pero ninguno irrumpió la acción.

—Escucha —tomó aire—. El supermercado está a una cuadra más derecho y dos doblando la esquina ¿Qué tan difícil puede ser?

—Puede ser —asintió frenéticamente.

—Venga Nat, ¿Dónde está la mujer autoritaria y sin miedo que por semanas me ha hecho la vida imposible?

Ella le puso especial atención a sus palabras y por un instante la respiración se le reguló. Él tenía razón. No podía mostrase débil ante él después de todas las disputas que habían tenido. Era un desafío y ella no se minimizaba ante los desafíos. Debía intentarlo aunque pudiera morir en el proceso.

Finalmente ella gruñó y volvió a sentarse derecha. Las manos del canario se alejaron y ella volvió a tomar el volante.

—Te odio.

Pedri sonrió mientras la veía encendiendo el vehículo otra vez y se acomodó en su lugar cruzándose de brazos.

—Esa es mi novia falsa.

Ella se detuvo un instante al oírlo e incluso el estómago llegó a revolvérsele. Lo miró un instante dándose cuenta de que él no lo estaba haciendo. Realmente no había pensado en sus palabras. Le había salido de manera inconsciente, y aunque hubiera sido en un tono de broma, aquello se había robado segundos adicionales en la mente de la chilena.

Finalmente, eligió hacerle caso omiso a aquellos pensamientos adicionales que no tenían espacio en su cabeza y repitió todas las acciones iniciales hasta llegar al acelerador. Allí, comenzó a avanzar de nuevo pero esta vez a una velocidad más moderada y balanceada. Iba consiente pensando en el ritmo que debía llevar.

—Muy bien —el canario se tranquilizó un poco más en su asiento.

Ella siguió por el resto de la cuadra de forma moderada. Incluso tuvo que apagar la música del vehículo para no desconcentrarse. Iba avanzando a buena velocidad hasta que llegó a la esquina donde debía doblar. Allí recordó el uso de las luces intermitentes y con su mano izquierda alzó la pequeña palanca pata señalizar que iba a doblar. Posteriormente lo hizo. Un giro lento pero seguro. Mirando a todos lados.

Al notar que ella había recordado eso sin que él le dijera, González movió su cabeza de forma afirmativa con media sonrisa.

—Excelente ¿Ves que recuerdas como hacerlo?

—No me hables, por favor, o vamos a chocar —dijo ella con voz tensa haciéndolo reír.

Luego ella siguió las dos cuadras que quedaban que eran en la misma dirección hacia el frente. No obstante, cuando llegaron al supermercado e ingresaron al estacionamiento ella comenzó a desesperarse otra vez.

—No, no, no, espera —detuvo el vehículo—. Yo no me voy a estacionar. Cambiemos.

—Pero aquí no es tan difícil —contestó con simpleza buscando algún lugar desocupado.

—¿¡Cómo que no es difícil!? —le reclamó—. Esta parte sí que la olvidé.

—Mira —se volteó a verla—. Solamente entra en uno de los espacios girando el vehículo segundos después de que la punta de éste llegue al área —él movía sus manos para explicarle pero ella no entendía nada—. Cuando nos vayamos yo conduciré de regreso y sacaré el auto en retroceso. Ahora sólo debes estacionar de frente. Es lo más fácil que hay.

—No es lo más fácil qué hay —volvió a alegar.

En ese momento, el sonido de un claxon detrás de ellos los asustó. Se trataba de un auto atrás que esperaba por pasar pero estaba siendo obstruido por la pareja.

Por supuesto, como buena chilena, Natalia tuvo que bajar el vidrio y gritar de forma sutil lo que pensaba:

—¿¡Tan apurado vas weon!? ¡Pasa por encima entonces, po! ¡Pasa por encima!

Sí, sutil.

Pedri se cubrió el rostro avergonzado—Va a seguir insistiendo si no avanzas.

Ella gruñó cansada—¡Bien! Lo haré. Pero tienes que bajarte e indicarme cuando detenerme o voy a chocar al auto de en frente.

—De acuerdo —a él pareció gustarle la idea y bajó de inmediato.

Una vez sola en el vehículo, Dietz trató de convencerse a sí misma que era capaz de hacerlo, pero tampoco pudo tomarse todo el tiempo del mundo ya que estaba generando una fila de autos detrás de ella que la esperaban para avanzar.

Tomó aire, indicó con la luz que iba a doblar y avanzó despacio.

Pedri ya se encontraba al final del espacio para estacionar, haciéndole hacia adelante con la mano para que avanzara sin miedo alguno. Tragando saliva de manera dolorosa, la chica dobló el volante justo como el canario le había dicho, pidiéndole al cielo no chocar contra ninguno de los dos autos a sus costados.

Para su muy buena suerte, logró ingresar en el espacio y sólo le quedaba avanzar lentamente hasta que Pedri le dijera que parara. Trató de prestarle mucha atención a la presión que su pie ejercía sobre el pedal mientras sus ojos se enfocaban en los movimientos que él hacía con la mano.

Cuando ya estaba casi en el límite, Pedri detuvo sus manos al frente, siendo esa la indicación para frenar. Ella obedeció rápidamente y frenó. Un poco a fuerte a decir verdad ya que terminó sintiendo el leve latigazo del frenado. Sin embargo, todo valió la pena cuando apagó el motor, se echó hacia atrás, y descubrió que lo había logrado.

¿Qué rayos había pasado?

¿Y por qué rayos Pedri la hizo hacer eso?

Entre risas, el canario le dio la vuelta al vehículo hasta llegar a la puerta de la rubia. La abrió y le extendió una mano para bajar. Ella seguía en shock por lo que había hecho.

—¿Ves? Sí se pudo.

Ella se giró a verlo con cara de pocos amigos mientras recuperaba su normal respiración y su expresión hizo al contrario reír. Ella puso los ojos en blanco, tomó su bolso, las llaves y tomó la mano que le ofrecía para bajar.

Una vez ambos afuera, quedaron uno en frente del otro.

—¿Viste que no fue tan caótico? —insistió muy animado con el hecho de molestarla.

Ella mantuvo una expresión rígida—Te odio.

González volvió a reír mientras la veía caminar lejos de él sabiendo que en el fondo le habia gustado aquella caótica experiencia y que había logrado algo con ella gracias a él.

No obstante, Pedri recordó algo y alzó la voz:

—¡Nat! —ella se giró.

No obtuvo otra respuesta por parte del canario, solamente vio que le extendía su mano y recordó un pequeño detalle de su vida actual: El fingir que estaban juntos en un lugar público. Por ende, la mejor opción de todas era entrelazar sus manos para caminar una vez más.

Finalmente ella gruñó, lo tomó de la mano y comenzó a tirarlo hacia la entrada del supermercado.

—No digas nada. No quiero que hablemos de esta humillación otra vez.

Se tragó la risa—Te irás tú manejando de regreso.

—¡Púdrete!









































































HEYYYY MIERCOLES DE USTEDES YA SABEN!!! QUÉ TAL??

bueno, como les había dicho la semana pasada, este cap era medio tierno y tenía muchas ganas de hacerlo!!! qué les pareció??? necesito un pedri en mi vida, ya no aguanto. cuál fue su parte favorita??? les leo!!!

qué les puedo adelantar del siguiente? bueno, que es el inicio de una reacción en cadena de 2 cosas que van a empezar a pasar 😬 una buena (que harto esperan) y una...más o menos mala

yo ya dejando el desmadre jeje

70 votos para actualización ✨

gracias por todo su apoyo! ya somos 10k de la familia icsy😭💙 les adoro, gracias por tanto Y VAMOS POR MUCHO MAS

SEE YOU SOON

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