𝐨𝟏𝟗. matemáticas inexactas

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o19. ❝ and you kissed me in a way that's gonna screw me up forever ❞






























































































❝ en este momento, las matemáticas se volvían inexactas cuando se trataba de natalia y pedri ❞

✦•─────• LA PREMIACIÓN HABIA ACABADO Y era hora de volver a la normalidad.

Los días pasaron y con ellos Natalia trató de olvidar el horrible momento que vivió tras bambalinas luego de la entrega de su reconocimiento. Luego de estampar su celular contra el suelo y prácticamente romperlo, tuvo que sostenerse de las cosas buenas que le habían pasado para seguir adelante y no colapsar otra vez. Aferró firme su premio en sus manos y regresó a su mesa como si nada hubiera sucedido.

Bueno, ojalá nada hubiera sucedido.

Ella sabía que algo iba a pasar. Lo quisiera o no, llegaría un punto donde no sería capaz de detenerlo.

Pero por el momento...Había que seguir adelante.

Luego de que sonara el timbre de su casa, Natalia se acercó a la puerta a recibir el paquete que le había llegado. Agradeció al repartidor y entró a la casa nuevamente con una media sonrisa y una bolsa de papel con el logotipo de Apple impreso.

—¿Y eso?

La pregunta de Pedri señalando la bolsa resonó por la sala.

Sí, él estaba ahí. Elías les había pedido trabajar en unas ideas para la nueva etapa de la colección y —en contra de su voluntad— estaban compartiendo el mismo espacio. Al menos por ese día.

La chilena llegó hasta donde él estaba poniendo la bolsa sobre la isla de la cocina y se sentó en un banquillo igual que él. Al inicio no respondió, sólo sacó el objeto de la bolsa y se lo enseñó.

Él soltó una suave risa—¿Tan malo quedó el anterior?

Se trataba de un celular nuevo, y sí, le había contado que había sufrido un pequeño accidente donde su emoción la hizo botar su teléfono haciendo haciendo este se rompiera. Obviamente evitó la versión oficial donde ella lanzaba su teléfono por enojo y miedo ante el mensaje que había recibido.

Además, cambiar de teléfono y número serviría para que aquella persona no volviera a comunicarse con ella. Esa era la verdadera razón.

—Lo rompí, Pedri —hizo una mueca y comenzó a hacer el unboxing de su nuevo aparato—. Tuve que comprarme uno nuevo.

—Vaya fuerza —rió.

—Para que veas con quién te metes si me vuelves a molestar —alzó su puño hacia él haciéndolo reír. Aunque la amenaza era cierta.

Entonces oyeron una voz por el pasillo:

Nati —Laura apareció alargando el nombre de su hermana con su voz. Tenía una larga expresión de cansancio y un cuaderno colgando de sus manos. Finalmente se detuvo en frente de ella.

—¿Qué pasa? —inquirió la mayor con preocupación.

—No entiendo nada de esto —levantó su cuaderno—. Las matemáticas me tienen ¡Aburrida!

Los mayores se echaron una rápida mirada y rieron suavemente. Luego, la actriz le hizo un pequeño gesto para que se acercara y ella se sentó en el banquillo entre la pareja.

Dejó su cuaderno, su lápiz y su goma con fuerza sobre la isla—Ya no quiero más. Sácame de la escuela.

Alzó una ceja—Laura.

—Es que estoy haciendo todo mal —alegó—. Hago los ejercicios y el programa de revisión me dice que están malos pero no me dice porqué —dejó caer su cabeza sobre el cuaderno.

Hubo un corto momento de silencio donde Natalia consoló y animó a su hermana para luego disponerse a revisar su cuaderno.

No obstante, alguien más lo hizo primero.

—Es que la regla que estas aplicando está mal.

Ambas hermanas Dietz se giraron a mirar con sorpresa a Pedri cuando éste habló.

—¿Qué? —dijeron al unísono.

Él, con expresión calmada, atrajo el cuaderno hacia sí y le señaló a la menor lo que estaba mal en sus ejercicios.

—Pusiste que 0 multiplicado 3 te daba tres —explicó.

—Sí —se encogió de hombros—. Está bien ¿No? Es como en la suma.

González la miró con media sonrisa y antes de hablar buscó los ojos de Natalia, como pidiéndole permiso para hablar y ser quién diera la explicación, a lo que ella asintió.

—No es como en la suma, Laura —comenzó—. En la multiplicación es diferente. Cuando multiplicas cualquier número, el que sea, por cero...Siempre te va a dar cero.

El castaña frunció el ceño—¿Así nada más?

Asintió—Así nada más.

Desde su posición y solamente mirando y escuchando, Natalia le puso extrema atención a aquella escena. Había algo que se le revolvía en su interior cuando veía al futbolista en ese rol con su hermana. Tuvo que darse un disimulado pellizco para salir de su trance y dejar esas ideas tontas de lado.

—Es que suena muy fácil —protestó Laura haciendo a los mayores reír.

—Es que es fácil. Simplemente tienes que tener eso en cuenta y podrás resolver tus ejercicios.

Ella meditó en silencio las indicaciones recién recibidas, como si tratara de hacerlas entrar a su cabeza. Poco a poco, una pequeña sonrisa comenzó a aparecer en su rostro.

—Ay, ya entiendo —tomó sus cosas—. Gracias Pedri —le dio un corto abrazo—. Después vuelvo para que revises si lo hice bien ¿Sí?

Él rió—Claro.

Posteriormente, vieron como la menor desaparecía de su presencia a cortos y rápidos pasos para volver a su cuarto y terminar su tarea.

Cuando ella ya no estuvo, Natalia se volteó a ver a Pedri con una ligera mirada de sorpresa.

—Vaya, profesor —molestó—. No me sabía eso de ti.

El canario se encogió de hombros—Venga, era algo fácil.

—Lo sé —se bajó del banquillo y se fue al refrigerador en busca de algo—. He tenido que estudiar toda esta materia básica otra vez para poder ayudarla. Matemáticas es un asco.

—Era mi asignatura favorita en la escuela.

La chilena se detuvo y sacó su cabeza del refrigerador para mirarlo con las cejas alzadas.

—Es webeo.

Ya parcialmente familiarizado con lo que esa frase significaba, él negó—Te lo juro.

—Eso es raro —volvió a su búsqueda en el frigorífico.

—Venga tía —alegó—. No me culpes, de verdad me gustaba.

—Como digas.

Ella, mientras buscaba, seguía pensando en la escena anterior. Había sido tan...Tierno, y aunque minúsculo, había agitado algo dentro de ella en cuanto a Pedri. Había visto una faceta diferente de él y ahora no sabía qué hacer con esa información.

Se sentía distinto.

Y era raro.

Entonces recordó algo.

—Oye —le llamó—, hablé con Elías.

Ligeramente el español se tensó. Ella no lo estaba mirando, seguía sumida en el refrigerador y su voz salió bastante neutral, y eso le asustaba.

Se acomodó nervioso en su asiento—¿Sobre qué?

—Bueno —salió con una jarra de agua fría y se sirvió un vaso—, le pregunté por aquel supuesto paso que él te dijo que hicieras el otro día en los premios. Sabes de qué hablo.

En silencio, y tragando saliva con dificultad, el canario la observó en silencio mientras volvía a dejar la jarra en el refrigerador y cerraba éste para luego acercarse a él.

Lo había descubierto.

—Y fue chistoso, ¿Sabes? —tomó un sorbo de agua—. Porque me dijo que en ningún momento él te dijo que me besaras por segunda vez.

Él permaneció estático en su posición y ya era imposible ocultar su expresión facial. Estaba expuesto ¿Qué más daba? No podía negárselo. Debía buscar una forma de salir del paso.

—¿Es verdad?

La voz de la chica volvió a resonar en su cabeza.

—Tú elegiste besarme.

Él cerró los ojos y se tomó el puente de la nariz justo cuando comenzó a cranear una idea para salvar su pellejo.

—Tú me dijiste que había que estar preparado para todo —ella alzó una ceja—. Pensé que era buen momento. Hubo un espacio vacío y todas las cámaras estaban mirando. Al final sólo lo hice por...Estética.

—¿Estética? —trató de aguantarse la risa.

Él suspiró con pesadez y se bajó del banquillo para quedar frente a frente con ella.

—O sea que me besaste sólo por que sí —siguió ella—. Porque a ti se te ocurrió.

El soltó una risa nasal encontrando el argumento perfecto para desviar ese tema—¿Con qué cara me dices eso? Tú fuiste la que el otro día me pidió que la besara.

Ella palideció.

Literalmente se tragó todos sus argumentos.

Natalia se sintió ligeramente humillada y escondió su rostro por unos segundos. Sí, tenía razón, pero lo que más le incomodaba era recordar la razón por la que le había pedido eso. Había sido un momento de debilidad después de esa estúpida llamada en donde ella se había desconocido totalmente y se comportó como una idiota.

Buena jugada de Pedri.

Aclaró su garganta—Bien —puso sus brazos en jarra y se acercó a su rostro dejando el vaso en la mesa. No podía dejar que la viera flaquear—. Entonces estamos a mano, supongo.

La cercanía era inevitable.

Ahí iban otra vez...

Las palabras de la rubia resonaron en la cabeza de González y, sin querer ser menos, también se le acercó.

—¿A mano?

Par de idiotas. No podían evitar mirarse los labios.

—Sí —contestó ella. Su tono de voz era cada vez más despacio.

Tan suaves, tan rosados, tan gruesos y, en el caso de Natalia, con ese mismo aroma a cereza que dejó al futbolista enganchado desde la primera vez. Ese maldito bálsamo labial en su boca lo tenía a sus pies. Era tan distintivo en ella.

Suspiró y el aire se mezcló en el espacio entre ellos—Supongo que sí, entonces.

Ay, niños.

Están acabados.

Se besaron.

Pedri atrajo a la chica hacia sí mientras ella lo tomaba por las mejillas para unir sus labios de una buena vez. Se habían estado aguantando las ganas como unos verdaderos idiotas, y ahora que podían liberarse, no se estaban conteniendo para nada.

Pedri se deleitó en confirmar una vez más que el aroma a cereza no era sólo un olor, sino que estaba también en el sabor. Los labios de la chica eran realmente una maravilla. Se movían perfectamente con los suyos y el vaivén combinado con la dulzura comenzaba a ser tortuoso. Era como si tuviera ganas incluso de darle un mordisco y confirmar si era real o no.

Las manos de González en su cintura iban a terminar de volverla loca. El agarre que siempre tomaba él allí cuando se besaban cabía a la perfección. Parecía que sus manos habían sido hechas para caber en la cuenca de sus caderas y acercarla hacia él mientras se besaban.

Estaban en la misma ruina.

Y ya no había regreso.

Al separase, sus rostros volvieron a quedar a una cercanía bastante peligrosa, una que, con tan sólo un simple roce o una desmedida respiración, podía hacer que otra vez sintieran el roce de sus bocas. Pero ¿A quién iban a negárselo? Morían por volver a sentir eso otra vez.

Ninguno había tenido pareja en el último tiempo. Cualquier terapeuta diría que era lógico que estuvieran propensos a besarse cada cierto tiempo porque estaban disfrutando una sensación que añoraban. Pero ese no era el caso con ellos. Algo más pasaba. No tenía que ver con el tiempo de soltería, sino de la química y la explosión de emociones que cada uno sentía dentro cuando sus labios se tocaban.

Eso estaba yendo mucho más allá de un agente externo. Sabían que el mayor componente de la adicción a besarse eran ellos mismos.

Solamente sucumbían.

La ecuación no calzaba, la matemática se volvía inexacta, los cálculos no daban, no había una respuesta clara...Simplemente había algo más.

Pero justo cuando Pedri había tomado la iniciativa para volver a acercarse, Natalia bajó el rostro.

—No.

Su susurro indicaba que ella estaba notando que había algo fuera de lugar. ¿Qué rayos estaban haciendo? Estaban perdiendo la cabeza y no se estaban dando ni cuenta. Cuando se besaban, sólo se cegaban.

La reacción tomó al canario por sorpresa y trató de buscar la mirada de la mujer, mas tardó en hallarla.

—Estamos haciendo todo mal —se lamentó ella cubriéndose el rostro—. Esto no tenía que pasar.

Pedri soltó un largo y pesado suspiro sabiendo perfectamente que ella tenía razón. Miró al techo como si quisiera buscar respuestas, pero no fue capaz de encontrar ni una.

—Tienes razón —soltó al final—. Pero siempre que decimos que esto está mal volvemos a hacerlo.

Aquella frase fue la que sirvió para que la rubia alzara la vista hacia él. Una confundida mirada que había buscado que le dijeran que parara, que era suficiente y que todo lo que estaban haciendo estaba en contra de lo estipulado en un inicio. Sin embargo, González no fue esa clase de respuesta para ella.

Fue todo lo contrario.

—Míranos —ella se encogió de hombros—. Me caes fatal.

Imitó la acción pero en un ritmo más delicado, casi inexistente—Tú a mí igual.

Suspiraron al mismo tiempo.

El gesto no provocó otra cosa que causarles un escalofrío. Sus tibios alientos mezclándose como tantas veces lo habían hecho los llevó a, inconsistentemente, fijar la vista otra vez en los labios del otro. Rosados, húmedos, hinchados. Sí, todo a causa de ellos mismos y la atrocidad en la que se estaban metiendo.

Una que no tendría retorno.

Ella asintió—Bien.

Y ellos lo sabían.

—Pero hoy aprendí algo de las reglas de matemáticas.

Ambos lo sabían.

—Cualquier cosa multiplicada por cero da cero —torció los labios—. Así que...Cómo esto que está pasando es como un cero; sin valor...

Inconsistentemente sus rostros se volvieron a acercar.

—Al final no debería pasar nada ¿Cierto?

El silencio llenó la sala y el punto de crisis comenzó a llegar cuando sus narices fueron las que se rozaron. Se sentían frías, como si pidieran a gritos el estrecho contacto de sus pieles y sus bocas. Una reacción en cadena que seguiría y seguiría y ni ellos serían capaces de poder frenarla.

Insisto.

Ambos lo sabían.

Pedri asintió—Aprobaste la clase, Dietz.

Ellos se volvieron a besar.

Un beso que estaba siendo un poco más diferente que el anterior. Uno que los cargaba de culpa. Haciéndolos completamente consientes de sus acciones y de lo culpables que eran de haber sucumbido de esa forma tan drástica. Pero ¿Creen que eso hizo que bajara la fuerza del beso? Todo lo contrario, lo hizo mucho más intenso.

Las manos del futbolista aprisionaban la cintura de la mujer y no tenían ninguna intención de dejarla ir; como si apegarla más a su cuerpo ya fuera posible. Mientras tanto, los brazos de Natalia lo rodeaban por el cuello y sus manos jugaban con los cortos cabellos que descansaban en la parte de su nuca.

Maldita sea, se estaban volviendo adictos.

Y todos aquí sabemos lo que pasa con las adicciones.

Luego de un rato, Dietz comenzó a empujarlo levemente, incitándolo a que caminara. Iba de espaldas siendo guiado por ella y su reconocimiento de memoria de la casa, el cual le permitía avanzar en la dirección correcta, sin chocar, a pesar de tener los ojos cerrados.

Su trayecto terminó en la sala; específicamente en el sofá. Allí fue el único momento donde ellos se separaron, ya que la rubia lo empujó haciéndolo caer sentado en el inmueble. Desde su baja posición, el mediocampista la observó atentamente y siguió cada uno de sus movimientos mientras ella se sentaba sobre él, con sus piernas a cada uno de sus costados.

Hubieran querido tomarse más tiempo para procesar la posición en la que estaban, pero estaban tan deseosos de los labios del otro, que no pasaron ni tres segundos y ya habían vuelto a besarse.

Las manos de cada uno volvieron a las posiciones donde estaban anteriormente y el perfecto ritmo continuó. Sin embargo, la chilena notó que las manos de Pedri estaban un poco más arriba que en la posición anterior, y ella no lo quería ahí, quería sentir el calor de la yema de sus dedos donde había estado antes.

Le soltó el cuello unos segundos y le tomó las manos como pudo para guiarlas hacia abajo. Hasta que quedaran sosteniendo su cintura y parte de sus caderas. Ahí era donde ella lo quería.

Una vez asegurándose de que efectivamente la chilena estaba a gusto con esa posición y que no se le estaba pasando la mano, Pedri la acercó más a él, al mismo ritmo en que sus labios y sus lenguas salían a jugar. Le acción de acercarla a él de esa manera le sacó además un corto suspiro a la rubia, pero no quiso darle el lujo de verla así, sólo siguió besándole.

Sus bocas se movían de forma intensa. Buscaban escudriñar hasta cada rincón como si eso fuera posible. Sentían que las barreras iban cayendo poco a poco y no sabían donde eso podía parar.

Mentira, sí lo sabían.

Había una fina línea que cruzar, la cuál los podría llevar al precipicio final y perfectamente podían caer en el siguiente nivel que terminaría por arruinar sus vidas y todo lo que habían construido en contra del otro. Ellos eran muy conscientes de eso, y también sabían que si seguían de esa forma, terminarían perdiendo el control, la cordura, todo tipo de dominio propio y olvidarían sus diferencias aunque fuera por un rato.

Sin embargo, el teléfono de Pedri comenzó a sonar.

En el bolsillo de su pantalón ambos lo sintieron vibrar, mas no reaccionaron de inmediato.

—No contestes —le dijo ella entre besos.

—Puede ser...Mi hermano —trató de explicar él de la misma forma.

—Que no contestes —insistió ella ya gruñendo y presionando sus labios contra los suyos.

—Natalia... —susurraba contra su boca.

—Pedri... —respondió de la misma forma.

—Había quedado con él para algo —la chica comenzó a ralentizar sus besos—. Tengo que ir con él a...

Entonces Dietz se separó.

Cansada de las excusas y avergonzada de ella misma por haber insistido en seguir el beso, la rubia se separó de su cuerpo y se levantó para darle la espalda. Se alejó hasta la otra esquina de la sala con la asustada mirada del canario pegada a su cuerpo.

Por un instante él pensó en decirle que iba a ignorar la maldita llamada. Pensó en decirle que regresara a su maldito regazo y que volviera a besarle la maldita boca.

Pero la cordura lo trajo a Tierra.

Negado ante la situación que estaba viviendo, finalmente decidió tomar su teléfono y contestarle a quien efectivamente era su hermano mayor.

Aún dándole la espalda, Natalia se llevó dos dedos a la comisura de sus labios. Era como si aún sintiera la esencia del canario sobre ella. Aquella electricidad que le causaba cada vez que lo besaba la hacía sentir demasiado bien, pero al final del día todo parecía efímero, ya que terminaban separándose o siendo interrumpidos.

La chilena no le prestó mucha atención a la conversación del futbolista con su hermano. Estaba demasiado absorta en sus propios pensamientos que el único ruido que percibía era el suyo propio de su maquinadora mente que siempre buscaba jugarle malas pasadas.

¿Cómo había dejado que eso sucediera...De nuevo? ¿Y con tanta intensidad?

Se desconocía, y eso le asustaba.

—Vale, ya voy —la voz del mediocampista terminando la llamada la sacó de su trance—. Sí, te veo en un segundo.

El sillón hizo un leve sonido indicando que él se había puesto de pie luego de cortar la conversación. Ella sintió intuitivamente que se le iba a acercar así que se pasó las manos por la cara para no verse como una ridícula, y se volteó para encararlo.

Ahí estaba él otra vez, con su sonrisa ladina, sus grandes ojos marrones y con sus rosados y gruesos labios que a ella le parecían tan apetitosos.

Sacudió su cabeza.

—Sí, era mi hermano —aclaró cuando ya estuvo en frente de ella—. Olvidé por completo que había quedado con él a ir a un lugar y está abajo esperándome.

La respuesta de la rubia tardó en llegar. No sabía como reaccionar a eso. Verdaderamente no lo sabía. ¿Debía actuar indiferente como siempre lo hacía y restregarle su odio de paso? ¿O se expresaría como realmente se sentía reclamándole porque iba a tener que irse en medio de lo que habían comenzado?

Mala idea.

—Oh —terminó asintiendo—. Está bien. Vete o te vas a atrasar.

Trató de sonreír igualmente para darle a entender que no le importaba su partida y se volteó para irse a otro lado, queriendo dar por terminada la conversación.

Sin embargo, él la detuvo.

Estiró su mano para tomarla de una de sus caderas y la hizo girar de vuelta hacia él. Al mismo tiempo se le acercó y esto causó que sus pechos volvieran a chocar. Pedri mantuvo su mano en la misma área pero ella se negó a siquiera tocarle.

Todo estaba tan, pero tan tenso, que ellos lo podían palpar en el aire.

Era una locura.

González la analizó tratando de buscar en su mirada algún indicio de duda o de algo que le estuviera pidiendo que se quedara. No obstante, recordó que ella era actriz. Estaba manejando muy bien sus expresiones faciales y no sabía qué podía estar ocultando detrás de esa calmada careta.

—¿Estás bien?

¿Si estaba bien? Vaya, qué pregunta para ella.

No, no estaba bien. Tenía sus hormonas hechas un desastre y su estúpida y corrompida mente ya se habia encargado de dibujar todos los planos de lo que podían terminar siendo las cosas que haría con el canario. Se odiaba por eso. Se odiaba porque podía verlo en su mente.

Pero no debía.

Sonrió de lado pero pareció una mueca—Sí, estoy de maravilla —suspiró—. Pero insisto, ya deberías irte. Tu hermano te está esperando.

Él frunció los labios. Esa no era la respuesta que interna y silenciosamente había esperado.

Pero no podía insistir y tampoco iba a hacerlo. No iba a darle el lujo de que ella pensara que él era ese tipo de persona. Aún cuando también se encontrara en un conflicto con su mente, la cuál se estaba asegurando de crear infinitos escenarios e imaginaciones que estaban todas estricta y enteramente relacionadas con ella.

Finalmente el canario asintió, entiendo que era momento de irse. No obstante, quiso acercarse a ella para besarla por última vez, creyendo que era justo despedirse de esa manera luego del espectáculo que habían tenido.

Pero ella corrió el rostro.

La acción los dejó paralizados —bueno, a Pedri un poco más más a ella—. La intención había sido denegada y una fría atmósfera entre ellos vino a reemplazar las altas temperaturas que habían sentido minutos. Fue un cambio drástico. No les miento que ellos fueron capaces de sentirlo, ya que así fue.

Las cosas volvían a ser como antes.

González —sumamente avergonzado y probablemente rojo como un tomate—, asintió entendiendo su reacción y se separó de ella. Ambos habían vuelto a tener la cabeza en su lugar y a entender que lo que habían hecho estaba mal, así que solamente les quedaba llenarse con el sentimiento de culpa.

El futbolista finalmente se apartó de ella para buscar sus cosas alrededor de la casa, teniendo la mirada de la rubia pegada a su anatomía; siguiéndolo bien de cerca. Una vez que tuvo todo, caminó a la puerta, eligiendo el camino más fácil: Irse rápido y estar lejos de ella.

—Nos vemos —fue lo único que dijo antes de cerrar la puerta y desaparecer.

Recién allí, cuando él ya no estaba en su presencia, Natalia pudo soltar el aire que había estado reteniendo en sus pulmones.

Su presencia la estaba ahogando, y el problema era que él era el aire.

Era perfectamente consciente de la seguidilla de errores que había estado cometiendo y estaba segura de que no iba a terminar bien. Pero ese era el problema: Ambos lo sabían. Sabían que estaban en un camino sin retorno que iba a arruinar todo lo que alguna vez llegaron a creer y, a pesar de saberlo, seguían poniendo empeño en caerse juntos a ese mismo precipicio.

Y no sabían por qué.

—¡Nati, Nati, Nati!

La voz de Laura corriendo por el pasillo hacia la sala la trajo de vuelta a Tierra y se giró para poder esperarla, tratando de no tener una expresión terrible en su rostro.

—¡Ya acabé la tarea! —llegó ante ella alzando su cuaderno en sus manos.

Sin embargo, ella esperó ver a dos personas en el lugar, no a una.

—¿Y Pedri? —analizó la sala con decepción.

—Tuvo que irse —trató de explicarle de forma suave—. Olvidó algo que tenía que hacer con su hermano y se fue.

El rostro de la menor comenzó a decaer poco a poco—Oh... —miró su cuaderno—. Es que quería mostrarle mi tarea y que me revisara mis ejercicios.

De forma inconsiente una sonrisa ladina coloreó el rostro de la rubia y tuvo que darse —literalmente— una cachetada para hacerla desaparecer.

No podía dejar que eso le pasara.

—Pero te los puedo revisar yo —Laura la miró con una ceja alzada, no muy convencida de sus palabras—. Oye mocosa, ¿Quién te ha ayudado con tus cosas del colegio desde que empezaste?

—Tú —se removió en su lugar.

—Yapo ¿Entonces? No sé en qué momento me creíste incapaz de poder ayudarte —le hizo una seña con la mano para que fueran a sentarse a la isla de la cocina.

—Pero Pedri es mejor que tú en matemáticas.

Su murmullo mientras pasaba a su lado hizo a la contraria abrir la boca ofendida.

—Laura, un poco de respeto —la siguió—. Si tienes notas sobresalientes en lenguaje, historia e inglés es gracias a mí.

La menor rió suavemente y puso sus útiles escolares sobre la superficie de la isla, esperando que su hermana llegara a sentarse a su lado para ayudarla.

—Oye Nati —la llamó la castaña mientras la mayor revisaba su cuaderno con un lápiz de color rojo.

—¿Sí?

Hubo una pequeña pausa.

—No quería que Pedri se fuera.

Aquello le cayó como un balde de agua fría.

Odiaba el efecto que las sinceras e inocentes palabras de su hermana habían tenido en ella. Se había quedado meditando en eso mucho más tiempo de lo debido y no le estaba gustando.

La ausencia de Pedri luego de lo que había sucedido seguía marcando fuerte en su interior. Se detestaba. No, se aborrecía, porque desde ese momento no podía dejar de pensar en él. Lo único que tenía en su cabeza era su mera existencia. Su voz, sus ojos, sus marcadas facciones, sus labios, sus besos...

No.

No podía pasarle eso. No quería.

No podía seguir permitiendo que el canario y todo lo que generaba en ella siguieran robándole espacio en su cabeza.

Sin embargo, sentía que algo le faltaba desde que él se había ido. Lo que había comenzado y se vio interrumpido...Seguía pensando en eso, y en las infinitas posibilidades para una conclusión de lo sucedido.

Insisto, ella se estaba ahogando por la misma existencia de Pedri, y el problema era que él era el aire.

Finalmente la mujer soltó un largo suspiro y susurró para sí misma:

—Yo tampoco.










































HOLAAA A TODXS PRIMER CAPÍTULO DE DOS QUE TENDREMOS ESTA SEMANA, ANDO ON FIREEEEEE

qué tal? qué les pareció este cap? pedri profesor? los besos? EL SILLON???? ES DE MIS FAVORITOS HASTA AHORA Y SÉ QUE LES GUSTÓ. les dije que las cosas ya iban a empezar a tomar ese rumbo y lo que se viene ME ENCANTA

soy la que escribe esto y me emociono como lectora, en fin

ademas, capítulo inspirado en la entrevista que dio pedri diciendo que su asignatura favorita del colegio era matemáticas y yo así: ???????????? wow

70 votos para actualización

RECORDAR!!! el cap tiene que llegar al limite para poder subir capítulo el miércoles!!! spoiler: se vienen nuevas apariciones !! muajajaja nos vemossss

SEE YOU SOON

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