~ 0 3 ~

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Una vez en las puertas de la empresa. Bajo el techo de ladrillo de la entrada. Jisung contempló el panorama: Los coches no paraban de pasar, desbordando agua a cada lado. No había ni una sola persona en la calle puesto que, no solo caía agua tan potente y a tal cantidad que formaba una completa cortina impermeable, si no que al temporal se le unía un fuerte viento que hacía del intento de resguardarse del agua un chiste. 

El sonido de las fuertes gotas en el pavimento y los coches pasar era ensordecedor.

Sacó apresurado su teléfono móvil. 

----------------------------------------------------------

Última Conversación con Dongyul💕

Jisung:
Dongyul.
Está lloviendo muchísimo.
Me va a ser imposible coger el metro así.
¿Dongyul?
¿Crees que tu padre pueda recogerme?
¿Estás? 
¿Tenéis el coche disponible? 
Me haríais un gran favor si tu papá te lo presta y vienes a recogerme.
Enviado a las 20:01 ✔

----------------------------------------------------------


Soltó un par de maldiciones. 

Barajó sus posibilidades. El metro quedaba a unas casi seis manzanas corriendo. Imposible. Acabaría empapado al solo recorrer dos calles. Para luego, con suerte, si le dejaban subir en tales condiciones deplorables al vagón, esperar empapado más de 50 minutos para llegar a su piso. Eso era resfriado asegurado. Y no se arrastraría por sus padres para que le pagasen un buen médico o mínimo, medicinas. 

Descartado.

Tampoco podía pedir un taxi. Dios. Se había gastado todo el dinero en su almuerzo. 

¿Pedir dinero? Qué vergüenza ¿Pero a quién? Todos sus compañeros se habían ido al karaoke o a sus casas. 

No le quedaba más remedio que esperar a que escampara al menos un poco, para no mojarse tanto cuando echara a correr. 

Volvió a entrar en kakaotalk. 

----------------------------------------------------------

Última Conversación con Dongyul💕

Jisung:
¿Hola? 
Me estoy empapando. 
Supongo que no estás. 
Bueno. 
¿Puedo llamarte cuando llegue a mi piso? 
Supongo que tardaré bastante en llegar.
Hasta que no escampe no puedo recorrer todas las manzanas hasta el metro. 
Enviado a las 20:14 ✔

----------------------------------------------------------

Ya habían pasado unos diez minutos. El agua seguía cayendo en potencia. Nadie salía o entraba del edificio. Estaba completamente solo. 

Intentó llamar a su pareja.

Una vez. 

Dos veces. 

Seis veces. 

Nada, no le cogía el teléfono.

La puerta a sus espaldas sonó. Se dio media vuelta. Los sorprendidos ojos de Minho le interceptaron. 

—¿Todavía sigues aquí? ¿Por qué no te has ido aún? — Minho alzó la voz mientras se acercaba al menor, intentando hacerse escuchar por encima del estruendoso ruido de la lluvia.

Jisung le contó brevemente su situación, alzando también su voz. El metro estaba demasiado lejos. 

Minho se posicionó en su lado derecho. Ahora los dos eran espectadores del diluvio. Hombro con hombro.

—Lo siento Jisungie. Yo también gasté todo el dinero que tenía en el almuerzo. Qué irresponsable no haber traído más. Tampoco cuento con tarjetas. 

—¿Cómo te vas a ir tú? —Preguntó el pelinegro, quien a su vez, le molestaba ya bastante la garganta por alzar tanto la voz.

—El piso en el que me estoy quedando, el de mi amigo, está a menos de tres calles de aquí. Girando en la esquina de la empresa. Solo tendría que correr. Llegaré rápido si tengo cuidado. —Le explicó mientras gritaba. 

En otra ocasión le hubiese gustado reírse de las expresiones de Minho al gritar. Pero toda la situación estaba agotando la paciencia de Jisung. 

—¿Quieres que me quede y espere contigo? 

—¡No, no! Tú deberías marcharte ya. 

—No. Esperaré. No pasa nada. 

—Que no, hyung. ¡Hazme caso, por favor! —Alzó la voz de nuevo el menor, aún más a ser posible, por encima del diluvio.

— He dicho que no.

—¡¿Y cómo- — Jisung empezó a toser, cortando su propia oración por el repentino picor en su garganta.

A Minho se le estrujó el pecho. Jisung era tan tozudo. Tan cabezota. Carácter de hierro. 

¿Por qué le gustaba que le llevase siempre la contraria? 

¿Se dejaría ayudar alguna vez?

Este chico...

Suspirando, Minho agarró los codos del más pequeño y puso sus cuerpos uno delante del otro. Sus pechos rozando. Se acercó a su oreja derecha, y con ahora voz calma, explicó sus acciones.

—Así no tenemos que alzar más la voz. ¿No crees? —Minho sujetó después los extremos de la chaqueta del traje del pelinegro, cerrando los botones e hizo lo mismo con el último botón de la camisa blanca que llevaba debajo, intentando con ello resguardar su cuello del frío.

Alzó la mirada. Jisung se había quedado mudo. Dejándose hacer. Nervioso por desviar la atención a otra parte. Parecía haber dado por perdida su cabezonería.

Sonrió triunfante.

Minho volvió a acercarse al oído del solo un poco más bajo. Lentamente. Sabía que cruzaba una línea al acercarse de esa forma tan íntima a su menor. Pero se sentía tan agusto cerca suya…

—Cuéntame algo. —Le propuso. 

Jisung entonces se puso mínimamente de puntillas, sonrojado, sobre sus pies para alcanzar la oreja derecha de su mayor, al cual le picaban las manos por sujetarle la cintura. 

—¿Tú no tenías un piso también cerca? 

—Realmente no. También tengo que coger el metro, pero es menos tiempo. Y me queda más de camino. Lo comparto con un estudiante, así el gasto es… el gasto es... me-menor...

A Minho no le avergonzaba contarle a Jisung su pésima situación económica. Pero su voz salió medio estrangulada al final porque su menor, para seguir hablando, se había apoyado de sus bíceps e impulsado suavemente hacia su oreja de nuevo, rozando sin querer sus labios en el cartílago. 

El castaño tuvo que retener un escalofrío. Pero los ojos se le cerraron solos. Una corriente de calor inundó su cuerpo. Era hipnótica la voz pausada de Jisung mientras iba pensando y soltando las palabras.

Al rato, ambos habían dejado de acercarse y alejarse de las orejas contrarias de tanto en tanto para responder y simplemente se mantuvieron así, con sus bocas pegadas a sus orejas, conversando entre susurros.

—¿Y no te dice nada tu compañero por pasar estas dos semanas fuera? 

—Es un chico entrañable. Estudia ingeniería. Es muy aplicado. No me dirá nada. Me recuerda a mis días de universitario. Le echaré de menos… Verás, él va a aprovechar mis dos semanas de ausencia en el piso para mudarse. Dice que le sale más rentable desplazarse a la residencia de estudiantes. —Continuó Minho murmurando en el oído ajeno. 

—Además, el piso de Seungmin es increíble, me gusta estar allí, tiene Netflix, y aunque vive solo, tres habitaciones, dos baños… 

¿Sería muy atrevido darle un beso detrás de la oreja? — Pensó Minho. — Jisung olía muy bien. Muy dulce. Le gustaba mucho. 

El mayor intentó inspirar disimuladamente el aroma que el cuello del pequeño desprendía, pero este se apartó con expresión preocupada.

—Dios mío. ¿Y qué vas a hacer ahora? 

¿Jisung se estaba preocupando por él? ¿Porque su compañero de piso le iba a dejar tirado con el alquiler? Al castaño le gustaba la sensación. 

Aunque llegados a este punto, Minho se había percatado que no era ni el olor, ni las sensaciones que Jisung le generaba.

Era simplemente Jisung lo que le gustaba.

Y lejos de sentirse perplejo, parecía que era algo que el cuerpo de Minho ya tenía asimilado. Lo de hoy simplemente era darle nombre a aquellos sentimientos.

—Buscaré otro piso, otro compañero, lo que sea. Puedo solucionarlo, siempre lo hago. No te preocupes. 

—Pero…—Le temblaban las piernas por el tono con el que Jisung le hablaba. Con tanto cuidado. 

Si seguía así… 

—No te preocupes Sung, en serio. Sé que está mal. Es una putada. Y sé que es difícil. Pero también sé que doy todo de mí para que funcione. He salido de peores. Créeme, ¿vale? 

No. No valía. Jisung sabía de sobra que Seúl era una de las ciudades más caras del mundo. Pero, mientras él ya se estaba asfixiando en un contratiempo que ni siquiera le pertenecía, el propietario de dicho problema aseguraba que tenía todo bajo control. 

Sí, desde luego Minho era todo un misterio para él.

Con una sonrisa sarcástica, el pelinegro se separó del cuerpo del castaño y aprovechó para abrir el chat de su pareja. Aún nada. Una profunda presión se instaló en su pecho. 

Miró hacia afuera, hacia la ciudad que estaba siendo ahogada. No había bajado la intensidad ni un poco. 

No se dio cuenta de que, sin querer, había dejado el chat abierto mientras se perdía en sus pensamientos. La capa de agua cristalina en sus ojos no pasó desapercibida para Minho. 

Otra vez esa sonrisa se hacía puchero. 

—¿Es siempre así? —Tuvo el atrevimiento de preguntar el castaño.

—¿El qué?

Minho señaló con un ademán de barbilla hacia el chat abierto. 

Jisung bloqueó su teléfono al instante. Su semblante enfadado. 

—No lo entenderías. —Contestó incrédulo. Su tono de voz elevándose por la repentina lejanía, molesto.

Minho no daba crédito. De nuevo. ¿Quién era la persona que tenía delante? Como si en unos segundos alguien hubiera secuestrado a su Hannie para intercambiarlo por esta irascible persona de evasiones secas que ahora le miraba con ojos de fuego.

—¿Entender el qué? —Replicó en el mismo matiz, fuerte. — ¿Qué es lo que debería de entender, eh? Dime.

—Él no ha venido a recogerme porque no puede. ¿Vale? No puede. De verdad que no lo entenderías. Él, él no… créeme… él… — Se intentaba explicar el menor en vano.

Pero Minho había dejado de escuchar a su pequeño después de la primera frase. No podía despegar sus ojos de las expresiones cambiantes en su rostro. De los nervios, Jisung le daba explicaciones innecesarias, atropelladas una detrás de otra mientras miraba hacia el suelo, retrocedía pequeños pasos y movía las manos para darse a entender mejor. Su cabeza trabajando a toda mecha. Su voz menguando. Sus ojos, desenfocados, parecían luchar por poner en orden los pensamientos que Minho juraba poder ver saliendo como humo por sus orejas. 

Y ahí lo supo.

Jisung no trataba de convencer a Minho.

Jisung trataba de convencerse a sí mismo.

Fue con ese exacto último pensamiento que a Minho se le destaparon los ojos. Lo había tenido delante durante todo este tiempo, como una tupida venda. 

Meses donde Jisung y él compartían bromas en el trabajo, para que después, el menor desapareciese largos minutos en el baño, con la excusa de una llamada telefónica, y volver con una cara larga de rojos ojos hinchados. Manteniendo ese estado de ánimo todo lo que quedaba de día. 

Ahora entendía su nerviosismo cada vez que su teléfono vibraba. El rechazo ante cualquier salida en grupo. La incredulidad cuando se le halagaba algún buen trabajo hecho. Cómo su carácter, humor y autoestima se habían ido apagando paulatinamente.

A Jisung, lo que le había estado quitando su luz, tenía nombre y apellido. 

Una ráfaga de impotencia subió por la espina dorsal del castaño, instalándose en su garganta y pecho. 

Se negaba a sentir decepción de la persona que tenía delante. Él no.

—¿No puede venir a recoger a su pareja? — Escupió Minho.

—No. No puede. Dejemos el tema en paz, Minho. Te digo que no lo entenderías.

—Creo que el que no lo entiende eres tú. Ni siquiera te había pedido una explicación, Hanni. Has sido tú el que has saltado contándome esto. 

Entonces Jisung recorrió los pocos pasos que los separaban, dejando caer sus manos en el pecho contrario. Mirando con urgencia. Angustiado. Como si le hubiesen pillado cometiendo un delito. 

Minho nunca le había visto en estas condiciones. 

—Pero es que él está mal. Es por eso que ocurren estas cosas. 

¿Por qué siempre le justificaba? 

—No lo entenderías, de verdad, — seguía relatando Jisung — él es una persona muy fuerte, creo que tiene depresión, hay veces que simplemente no tiene ganas de nada, pasa por muchas cosas…  

¿Y tú Hannie? ¿Por cuántas cosas pasas tú?

Minho no podía parar de pensar, pero tenía que relajar a su menor, que parecía no parar de alterarse.

Suspiró.

No iba a tranquilizarse en aquel lugar. No podían estar allí eternamente. Así que una idea cruzó su psique. 

—Hannie. Oye. Mírame. Mírame. No va a escampar. ¿De acuerdo? Nos va a dar toda la noche aquí. Mi amigo y yo somos muy cercanos. Él es todo un caballero. Nunca me perdonaría si se enterase de que te he dejado aquí solo, te lo puedo asegurar. Somos como hermanos. Ven conmigo a su piso. Desde allí llamamos a un taxi que podrás pagar porque te daré el dinero. ¿Vale? ¿Qué te parece? 

Jisung alzó la cabeza para encontrarse con la pequeña sonrisa reconfortante de Minho, con suavidad. La misma sonrisa que le dedicó la noche que lo encontró llorando fuera del bar. 

Y Jisung no supo bien si era por el frío, porque el ruido del agua ya lo tenía harto, por el repentino dolor de cabeza que estaba experimentando o cómo el castaño le agarró sutilmente de la mano, pero se encontró a sí mismo asintiendo, ido. 

¿Sería buena idea? Razón tenía. No se podían llevar la noche entera allí. Volver a casa desde un taxi sonaba mucho mejor. Y parecía que Minho no veía inconveniente alguno. — Pensaba Jisung.

El menor sentía mucha vergüenza. Acababa de hablar por primera vez con alguien de su pareja. De su tema tabú. Y de nuevo había sido Minho el que inintencionadamente había soportado sus estupideces. 

—¿Estás preparado? —Recibió un apretón de mano del más alto. Su vista bajó hacia el enlace. Sus manos estaban unidas por sus palmas. Estaba calentito. 

—Agárrate fuerte. —Volvió a hablar el mayor.

—¿Por qué? —Jisung no apartó la vista de la unión. 

—Llueve muchísimo Sung. El nivel del agua ahora está por encima de la suela de nuestros zapatos, a las alcantarillas no les está dando tiempo a succionar todo el agua. Nos vamos a resbalar al correr, pero debemos hacerlo si no queremos llegar empapados. 

Lo entendía. Por eso se estaban dando la mano, para evitar accidentes. Pero para Jisung, desde esa mañana, todo contacto con Minho le generaba unas cosquillas y un fervor allá donde ejerciera fuerza. 

El contacto de sus rodillas. El roce de sus pechos. Casi tiembla cuando sus bocas formaban susurros en la oreja del otro hace escasos minutos. El roce extasiando su piel. Y ahora sus manos. 

—No te comas la cabeza Sungie. Llegaremos rápido. Mira. 

Con toda la parsimonia del mundo, Minho alzó ambas manos para ponerlas a la altura de sus rostros.

Su semblante seguro, le transmitía la misma sensación a Jisung, quedando todo atrás.

La mano izquierda de Minho abandonó, por sólo segundos, la derecha de Jisung para, posteriormente, recorrer con sus dedos la palma del más pequeño, separar los contrarios y anclar sus cinco falanges en los espacios correspondientes, apretando suavemente. 

—¿Mejor?

Jisung asintió atontado, sin dejar de mirar el dorso del castaño y sus dedos unidos. 

Tierno, pues la mano de su hyung era tan pequeña como la suya. Un pelín, al menos.

—Vale. —Minho miró a cada lado de la calle para dar con el momento justo donde no muchos coches transitasen por la zona que ellos debían recorrer. 

Otro apretón de manos. 

—Bien, a la de una...—Se acercaron al bordillo. —A la de dos...— Ambos mirando en todas direcciones. —Y a la de…¡Tres! ¡CORRE SUNG! 

Minho jaló tan fuerte de su mano al echar a correr, que Jisung no pudo evitar soltar una enorme carcajada. 








~  A menos que te sientas cómodo estando solo, nunca sabrás si estás eligiendo a alguien por amor  o por soledad. ~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro