veinticuatro ─── snow on the beach

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una noche hace algunas lunas atrás, vi manchas de lo que podrían haber sido luces. pero puede que simplemente hayas sido tú, pasando a mi lado sin que me haya dado cuenta

Con el pasar de los días la competencia de natación estaba más cerca, por ende, todo el mundo estaba más insoportable.

Merlía suspiró buscando a su hermana con la mirada, había llegado a las instalaciones en donde todos practicaban para la competencia. El mismo local en el que trabajaba y entrenaba Serena. Pronto la localizó, esta vez rodeada de una parte de su equipo. Parecía bastante alegre y eso le subió el ánimo. Sabía que le iría bien sin Miriam. Por otro lado, en algún lugar cercano escuchó los peculiares regaños de Emma. Giró sobre su eje topándose con su silueta en una de las piscinas. Byron la había vuelto a visitar a lo largo de la última semana. Esta vez sí logró convencerla de que lo ayudara a entrenar, ella aceptó y al parecer estaba en su papel de chica mandona. Tan tierna.

—¡Ey! ¿Ese es mi almuerzo? —Serena la saludó dándole un piquecito en la cintura provocándole risas. —Gracias por traérmelo.

—Por nada. —Merlía dejó de mirar a Emma para concentrarse en su hermana. Ambas tomaron asiento en un par de tumbonas no muy cerca de la piscina. —¿Cómo ves las cosas?

—¿A qué te refieres?

—Para la competición. Emma se ve muy frustrada desde aquí. —la señaló. Estaba a una buena distancia pero eso no impidió que Lía notara sus mejillas rojas ni el movimiento nervioso de su pie.

—Dale tiempo. Emma solía tener una rutina muy estricta. Efectiva. Pero estricta. —Serena le dio un mordisco a su pan. —Byron es muy relajado. Le costará adaptarse.

—Entiendo. —Lía se inclinó sobre la bolsa robándole algunos pedazos de fruta cortada. —¿Vas a participar este año?

—Seguro. Las chicas de este año no me hacen competencia. —alegó con fingida prepotencia haciendo a Lía reír. —Nah, ya es costumbre hacerlo cada año. Mamá incluso ya se pidió el día para venir a verme. Supongo que estoy algo emocionada ¡Oh! Incluso... ¿A que no adivinas? Hoy llegué más temprano para usar la piscina vacía pero ya estaba Leo, entonces entrenamos juntos un rato e incluso me dio algunos consejos para la competencia.

Merlía se atragantó con un pedazo a medio masticar de fruta en su garganta.

Serena elevó las cejas en su dirección.

»¿Tas bien?

—Ajá. —tosió metiéndose otra trozo de manzana a la boca.

—¿Por qué tienes tan rojas las orejas? —Serena la miró fijamente.

—Creo que es raro para mi que pases tiempo con Leo.

—¿Qué? —entonces fue su turno de atragantarse. —¿En serio, Lía? ¿Estás celosa? ¿De tu propia hermana? No, peor... ¿De tu propia hermana a la que ni siquiera le gustan los chicos? Que decepción. —Serena hizo un gesto dramático llevándose la palma a la cabeza y cayendo hacia atrás.

Lía la atrapó con una sonrisa.

—No es eso boba. —la otra se enderezó prestándole atención. —Dije que era raro no que estuviera celosa.

—¿Por qué es raro, rara?

—Porque... No sé, tú eres mi hermana y él es...

—El chico que te gusta. —terminó por ella.

—¡No! —la cortó bruscamente. —No me gusta Leo. No es eso. Te lo juro.

—Dijiste "no" tres veces y dos de ellas me escupiste en el ojo. —Serena se burló. —Lía...

—¿Qué?

—No te creo nada.

—Leo y yo solo somos amigos. —Merlía sintió a alguíen lanzarse a la piscina, el sonido del chapuzón fue cercano así que, por instinto, se encogió a la espera de que ninguna gota la tocara.

Serena la cubrió con una toalla mientras se levantaba para regresar con sus amigas.

—Sierra y yo empezamos siendo amigas y, creéme, me repetí mucho tiempo que solo éramos eso.

Merlía asomó la cabeza de debajo de la toalla solo para ver a su hermana irse. La rubia arrojó la bolsa ahora vacía de su almuerzo al cesto. Suspiró acostándose por completo en la tumbona. Si miraba a la izquierda, podía ver a Emma en la piscina profesional, la que usarían para la competencia de hecho. Seguía luciendo disgustada, con la mirada estrecha y los labios torcidos.

Si buscaba un poco, estaba segura de que encontraría el cabello negro de Leo. Había muchos de cabello oscuro en la Costa Dorada. Pero el de él era inexplicablemente único. La castaña bajó sus lentes rojos en forma de corazón hasta el puente de su nariz para no verse muy acosadora buscándolo con la mirada.

En cualquier caso, le salió mal.

—Dime que no eres de esos que dicen me gusta usar lentes de sol oscuros para que nadie sepa lo que estoy mirando. —Merlía pegó un brinco al sentir la voz de Leo aparecer repentinamente a sus espaldas. El chico rió culpable mientras se acostaba en la tumbona de al lado.

Ella farfulló un saludo y luego... no dijeron nada más.

Aprovechó para mirarlo. Leo tenía la mirada perdida en la piscina. Se veía cansado. No. Se veía como cuando peleaba con su padre. Se veía tenso, como si tuviera muchas cosas en la cabeza en ese momento.

Por otro lado, era gracioso. Ella estaba envuelta en la toalla de Serena, como una pequeña pelotita escondiéndose de gotas de agua extraviadas. Y ahí estaba él, usando una especie de camiseta blanca de tela suave mojada por la natación, las gotas recientes seguían cayendo al suelo. Estaba despeinado pero por alguna razón no se veía mal. La negrura de aquel cabello hacía verlo más pálido, Leo tenía una complexión extraña, pese a vivir en aquel lugar no tenía el característico bronceado de los lugareños. Merlía entendió entonces porqué resaltaba tanto, era un lienzo de tonos exclusivamente blancos y negros. Ladeó la cabeza, curiosa.

»Me estás poniendo nervioso.

Claro que no. No con esa sonrisa autosuficiente.

Merlía le golpeó el hombro.

—¡No te estaba mirando a ti!

—Claro que no. —el tono de Leo era tan parecido al de Serena segundos atrás.

Merlía inventó una excusa. Al notar a un tercero caminando hacia ellos con enojo supo qué responder.

—No te estaba mirando a ti, Woods. De hecho, me preguntaba porqué Zane viene tan molesto para acá.

Leo miró a su derecha sin perturbarse por el enojo de su amigo.

—Te fuiste —fue lo primero que dijo.

—¿De dónde?

—Me estabas tomando el tiempo.

—Ah, cierto. No te enojes. —dijo aburrido.

Zane cerró los ojos claramente carente de paciencia.

—¿Y cuánto hice? —preguntó refiriéndose a su tiempo haciendo largos en la piscina.

—No sé.

Merlía rió retirando sus gafas hasta su coronilla una vez más. Hacía mucho que no se juntaba con estos dos. Cuando eran niños recordaba pasárselo bien a su alrededor.

—Tengo que aguantar a este insoportable todo el día, Merlía, ya estoy harto. Te lo vendo.

Leo giró a verla con una sonrisa.

—¿A cuánto?

—No, en serio. Si te lo llevas yo te pago a ti. —para este punto los tres estaban riéndose de sus propias tonterías.

—¿Ya le preguntaste a Leo si quiere ser vendido? —Merlía lo señaló con sus gafas.

—Véndeme, bestie, te doy permiso.

Merlía dejó de reírse para ahora soltar una carcajada.

-—¿Se divierten mucho, no? —alguien carraspeo interrumpiendo la nube de buen humor de los chicos. Merlía se hundió más en la toalla de Serena al reconocer a Oliver. Por el rabillo del ojo, en su periferia, notó a Leo reemplazar su postura relajada por una tensa. No era la única que no estaba contenta de tenerlo cerca.

Merlía simplemente había decidido que Oliver no le agradaba. Es cierto que el chico no le había hecho nada malo directamente. Al menos no algo por lo que mandarlo a crucificar.

—Sí. —respondió Leo pese a saber que la pregunta no era para él. —¿Algún problema con eso, Hyde?

Oliver le dedicó una dura mirada. Merlía no entendió a qué se debía tanto odio, pero la rabia marcada era evidente entre los dos chicos. Entonces, como con algo de burla en sus ojos azules el Hyde cambió su mirada hacia Lía, pareció adoptar una postura familiar de buen chico antes de invitar a Lía a salir. Como si hacerlo bajo las narices de Leo fuese una forma de atacarlo.

—Lía, ¿quieres salir a dar una vuelta conmigo ahora?

Ella abrió la boca incomoda pero no tuvo tiempo de contestar.

—No quiere. —contestó por ella. —Ella ya dijo que iba a salir conmigo ahora, lo siento. —no sentía nada, ese fue el lo siento más falso que Merlía había escuchado jamás. Lo miró, ¿era imaginación suya o estaba celoso? ¿podía estarlo? Se veía tan tranquilo aunque técnicamente podía palpar la rabia que se tenían.

Oliver la miró ceñudo.

—¿Es así? —rió amargamente. —¿Estás detrás de Leo ahora?

Merlía se incorporó sin creer haber escuchado bien la última pregunta.

—¿Qué?

Tuvo que controlarse para no freírlo con un rayo ahí mismo.

—Claro que lo estás, ¿por qué no lo harías? —decía con desprecio. —Él es el que gana siempre, ¿no? A todo el mundo le gusta eso.

Merlía tuvo la impresión de que ahí había algo más. Algo que no tenía nada que ver con ella. Aún así, se sintió como si le hubieran dado una bofetada.

—¿Sabes una cosa, Oliver? ¿Por qué no mejor te callas? —opinó Zane.

—Lía no le hagas caso. —Merlía sintió a alguien tomarle la mano. Supuso que fue Leo. Todo su control estaba en mantenerse calmada, si se le iba una emoción de las manos un diluvio se desataría en aquella mañana soleada.

—Mira rubio. —la voz de Serena trajo a Merlía de su trance. Tenía una toalla húmeda enroscada entre las manos, le dio una vuelta antes de sonar un latigazo justo en el brazo de Oliver.—Nadie le habla así a mi hermana, ¿de acuerdo?

Oliver ahogó el grito. La marca rojiza pronto apareció en el lugar del golpe.

—¡Loca! —la insultó. —Le diré de esto a mi hermana, seguro que no le hace tanta gracia.

—Estoy esperando. Por cierto, no olvides contarle la versión completa a ver cómo se la toma. —Serena recogió la toalla enroscandola de nuevo en sus manos por si hacía falta dar un segundo golpe. Todo esto sin romper el contacto visual.

Oliver le mantuvo la mirada hasta que, iracundo, se marchó.

La bolita de personas que se había formado a su alrededor empezó a dispersarse. Merlía miró a su hermana sintiéndose fatal. Aunque Oliver contara todo, iba a tener problemas con Sierra por su culpa.

—Desde aquí siento como te fríes el cerebro echándote la culpa. —Serena la miró de reojo. —Es un idiota, Lía. No le creas ni una palabra de lo que te dijo o te dejo calva.

—Pero...

—Oigan, me perdí. —dijo de repente Zane. —¿Y por qué Oliver dijo que a Sierra no le iba a gustar saber que le pegaste?

—Porque son novias.

Zane abrió la boca en una "o" por el giro de trama.

—¿Le pegaste al hermano de tu novia? —la señaló.

—Lo haría dos veces si le vuelve a hablar feo a Lía. —se defendió la rubia.

—Debí haberle golpeado yo.

—Oigan para la próxima mejor ya no golpeamos a nadie. —Merlía suspiró cansada. No quería que nadie se metiera en problemas por su culpa.

—Como quieras. —Serena le dio la espalda. Zane la siguió, mientras se iban Lía podía escucharlo preguntarle si esta podía enseñarle a hacer eso con la toalla.

Merlía se frotó el cuello, descanso las manos sobre su nuca sintiéndose exhausta. Controlar sus poderes era trabajoso. Sospechaba que, con práctica podía dejar de serle tan pesado. Mientras tanto sintió la mirada de Leo sobre ella. Alzó la vista y se topó con dos iris oscuros preocupados.

—¿Estás bien?

—Ajá, ¿ya nos vamos? —recogió su toalla tomándolo por sorpresa. —Dijiste que iba a salir contigo y no con Oliver, ¿no? —lo miró risueña.

—Sobre eso, lo siento, no debería haber hablado por ti... Pero te veías tan incómoda con...

—Está bien. Estoy bien. —le extendió la mano. —Además, ya te compré.

Leo la tomó —ya estaba seco— y se levantó de la tumbona con una sonrisa que no tenía nada que ver con la broma.

Estaban caminando por el borde de la playa. Merlía le había contado a Leo todos sus avances de los últimos días. Sobre como se sentía más confiada con sus poderes y sobre cómo empezaba a entenderlos cada vez más. Sin embargo, este solo contestaba con sonrisas a medias o movimientos de cabeza. Algo iba mal.

—Lía, sobre lo que dijo Oliver... —intentó decir. Merlía se detuvo a prestarle atención, su mirada se posó sobre sus ojos, un pozo de aguas ennegrecidas y turbias, su rostro preocupado y su cabello ¡Ah! Lía sonrió inconsciente dejando de atender a las palabras del chico. Sus mechones oscuros ahora estaban secos y bailando al ritmo del viento salino. Alzó la mano de manera mecánica, no estaba pensando en absoluto, pero cepilló inocentemente uno de sus mechones. Tal como siempre imaginó, eran sedosos y suaves y... Por alguna razón siempre quiso hacer eso. —¿Lía?

—¿Mmm? —la ensoñación se le rompió.

Merlía se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Se miró la mano y entonces se volvió totalmente roja.

»Por Dios, por favor, finge que no acabo de hacer eso.

Leo la miró risueño.

—No.

Lía se cubrió la cara con las manos. Sabía que frente a ella él estaría sonriendo a costilla de su color rojo vergüenza.

Pero hacía frío.

»Lía, mira. —él la sacudió con cuidado, animándola a abrir los ojos nuevamente. —Está cayendo... ¿nieve?

Estaba cayendo nieve en la playa.

Y era raro pero tan jodidamente hermoso.

—Esto es... — perfecto. Merlía cada vez se impresionaba más y más con sus propios poderes.

—Me encanta. —Me encantas.

—A mí también me encanta. —ella sonrió.

Observaron los copos caer un poco más.

—Lo de hace un rato ha sido culpa mía. —dijo él repentinamente.

Merlía giró a verlo sorprendida.

—Tú y Oliver no se caen bien, ¿cierto? —preguntó y él asintió. —Entonces todas las cosas que dijo...

—No creo que de verdad piense eso de ti.

—¿Y por qué...?

Él tomó una respiración pesada. Se sentó entre la nieve, la capa blanquecina empezaba a derretirse. Merlía lo imitó sentándose a su lado.

—La familia de Oliver no se lleva bien con mi padre. Creo que... Intentaron hacer negocios una vez o algo así y papá no quiso cerrar el trato. Según recuerdo, no creyó que el padre de Oliver fuera lo bastante competente como para convencerse. Desde entonces tiene este sentimiento de que mi familia se cree mejor que la suya... —Merlía lo miró. —Y no es del todo mentira porque mi padre cree estar por encima de todo el mundo. Lo que sé es que le ha puesto mucha presión a Oliver siempre.

—¿Para que sea el mejor en todo? —Lía ladeó la cabeza.

—Pero tú...

—Al principio mi padre me presionaba también para que fuera el número uno en todo. Natación, surf, todo lo que se relaciona a la escuela... Con el tiempo seguí en todo eso porque... No lo sé, algunas cosas me gustan y otras se me dan bien. Pero no creo que a mi padre le importen ya. Cada vez está más ocupado.

—Leo... —aunque siempre ha sabido que Leo tiene una relación fatal con sus padres, oírlo hablar de eso hace que se le estruje el corazón.

—Entiendo dónde está Oliver. Supongo que entiendo cómo se siente... Pero nada de eso quita que me no lo soporte ni que hoy se haya portado fatal contigo. —su voz pasó a ser más ronca rememorando los sucesos de hoy.

—¿Y por qué te cae tan mal? —siguió preguntando.

Leo la miró sin saber qué decirle.

La verdad él puede haberle ganado a Oliver en muchas cosas, pero Oliver se ganó una vez el amor de Lía sin siquiera esforzarse. Lo cual era una razón malísima para no soportarlo pero así están las cosas.

—Porque sí. —mintió.

Lía asintió despacio. Señaló la playa.

—¿Quieres nadar conmigo un rato? —de inmediato, pareció arrepentirse. —Ah, perdona, llevas todo el día en la piscina... Debes estar súper cansado.

—Te equivocas, pecas lindas.

Fue lo último que dijo antes de lanzarse a correr al agua con Lía maldiciendo por dejarla atrás.

Mi gente como me gusta este episodio 🙈

Bueno ya tenemos el panorama completo de porqué Oliver y Leo se llevan mal y también vimos que Oliver no es muy friendly 🤠

Siento que Lía ya está empezando a caer *baila

Ustedes no saben todo lo que tengo planeadoooo *ríe en escritora malvada

Pdta: no iba a actualizar hoy pero me sobornaron xd

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comentarios pidiendo actualizaciones/nuevos capítulos no cuentan ;(

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

¡GRACIAS POR LEERME! Y DIGAMOS NO A LOS LECTORES FANTASMA.

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