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"No puedes encontrar paz evadiendo la vida"

Nunca sé como comenzar a contar historias, menos las que tienen que ver conmigo. Quizás sea porque nunca las cuento, porque no sé que decir, o porque sinceramente no me importa. No me importa lo que me pasa, no me interesa que me conozcan, porque al hacerlo es inevitable que se preocupen y yo nunca podré darles lo que esperan. Por eso prefiero la soledad. Nadie quiere estar cerca de un hielo como yo.

Mi nombre es Adela "Más fría que el hielo" O'Connor, y esta es mi historia. 

Comenzaré contándoles que tengo 20 años. Mi cabello recorre mi espalda de un color café claro, casi rubio. Mis ojos grises achinados reflejan lo vacía que estoy y mi estatura pequeña me ayuda a esconderme de todo lo que pueda provocar alguna emoción en mi. 

Mi cuerpo es un retazo que tiene tres obras de arte que son mi todo, además de un aro visible en mi ceja derecha, más todos los que tengo en las orejas. Me visto como me siento, siempre oscura, aunque no le doy mucha importancia. 

Voy a la universidad y además vivo sola en un departamento en el centro de la ciudad, mi santuario, mi guarida, mi cueva. Y esto es lo único que tengo junto con mi tío y también lo único que me importa, se podría decir.

Mi problema empezó... bueno, para mí no es un problema ser así, es la consecuencia de unos años de mierda. Ahora si, todo comenzó exactamente dos años atrás, yo era la típica chica callada, que no sonreía mucho, la "tímida" pero buena, siempre hacia lo que debía, seguía las reglas, nunca hacia nada malo. Con mis "amigos" era la mejor, siempre daba todo de mí, todo lo que tenía, siempre que necesitaban yo estaba ahí, la mejor amiga de todos, pero... (siempre hay peros) cuando yo lo necesité nadie estuvo.

Cuando tenía 18 años y estaba en los últimos meses de mi último año de escuela, en una ciudad pequeña donde todos se conocían, mis padres Elisa y Gaspar murieron a causa de un incendio en la empresa que ellos crearon. El incendio fue intencional y el responsable fue el socio de mi padre, Damián, quién afortunadamente está en la cárcel. Pero solo lleva encerrado unos meses, antes andaba libre por las calles de la ciudad. Yo sabía que era él desde el principio. Mi mente, mi corazón, todo lo que existía dentro de mi me gritaba que él era el responsable de quitarme todo lo que me importaba, de dejarme sin nada, de convertirme en la asquerosa persona que soy hoy.

Durante meses me observaban, me apuntaban con el dedo, me amenazaban. ¿Quiénes? mis supuestos "amigos" y mi supuesta "mejor amiga", la hija de Damián. ¿Por qué me amenazaban? Porque como yo estaba segura de que el padre de mi mejor amiga era el responsable hice todo para que la policía lo investigara. No entraré en tanto detalles, pero como es un pueblo pequeño en la policía habían amigos de mis padres. Todos los días iba a hablar con ellos, rogándoles que abrieran una investigación contra ese hombre, y aparte de eso yo siempre rondaba su casa, buscando pruebas, buscando cualquier indicio que confirmara mis sospechas. Se volvió mi adicción, lo único que me hacia levantar en las mañanas, lo único por lo que mi vida tenía sentido. Eso no le gustó para nada a la gente del pueblo que veían a ese engendro como la mejor persona del mundo, por lo que comenzaron a hablar y para acallarlos la policía abrió la investigación porque sabían que yo no me detendría. Logré mi objetivo, lo encerraron pero eso no me dejó satisfecha. Nunca he podido cerrar ese capítulo, no sé que hace falta para que lo haga. Mientras aún lo investigaban, cosa que duro todo un año tuve que esconder todo dentro de mi, mis sentimientos pasaron a último plano y me convertí en otra persona. Una chica fría, sin ganas de vivir. En ese tiempo trabajamos duro para recuperar lo que quedó de la empresa de mis padres, con mi tío León. Él es lo único que tengo, lo único que me queda. Viajó desde el país donde vivía después de la muerte de mis padres para quedarse conmigo y hacerse cargo de mi y de todo lo poco que quedó de ellos. Esos dos años han sido los más largos y peores de toda mi vida.

Cuando por fin encontraron todas las pruebas necesarias para meter a ese asesino a la cárcel (historia que contaré más adelante) tuve que mudarme, no podía seguir en ese sitio con todo esos recuerdos que lo único que hacían eran romperme en mil pedazos más de los que ya tenía. 

Cuando me mudé traté de olvidar todo, traté de dejar todo atrás, empezar el nuevo año de cero, pero aunque quisiera hacerlo mi cuerpo no pensaba lo mismo. Llegó la ansiedad a mi vida y me aferré a ella lo más que pude. Aparecieron demonios, esos que rondan en tu cabeza, esos que te acompañan siempre, esos que te abrazan y no te sueltan nunca. Llegaron los ataques de pánico, y como no sabía lo que eran, solo los dejé entrar y quedarse. Los dejé meterse en mi cabeza, en lo más profundo de mi hasta darme cuenta que ya no era posible sacarlos y tampoco tenía las fuerzas para hacerlo. Comenzaron a resurgir más frecuentemente, a veces mientras estaba en la universidad por lo que fui al médico ya que estaban interfiriendo con mis clases, y eso no podía ser ya que quería ser una de las mejores, eso era lo único que sacaba mi mente de todo lo malo, además de otras cosas. El estúpido doctor me dijo que sufría de ansiedad y principios de depresión, me dio pastillas que no tomé porque no podría beber, y eso era algo que no dejaría porque aunque fuera adictivo y malo para mi, me ayudaba en más formas de la que podría admitir. Como no quise tomarlas, me derivó a un psiquiatra, lo que es bastaste extremo si me preguntan. Fui a las primeras sesiones y supe que no me serviría, así que le hice la vida imposible. Se aburrió tanto de mi que prácticamente me dijo que una terapia en solitario no me serviría nunca, que lo que necesitaba era terapia de grupo porque al escuchar a los demás y sus problemas, inevitablemente iría contando los míos, y muchas mierdas más que no entendí. 

Lo único que sé es que en exactamente media hora tengo que ir a perder el tiempo escuchando a personas que no conozco y que tampoco me interesan. 

Mundo, ayúdame.

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