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"¿De qué tienes tanto miedo?"


Hace mucho tiempo que no estoy bien, que no logro salir de mi cabeza, de mi oscuridad. He tratado, en vano, de sentirme mejor. He probado distintas cosas para lograr sentir algo, para poder vivir, pero nada ha servido. 

Aquí estoy, tirada en mi cama mirando el techo una vez más. Hacía tiempo que no lo hacía, antes era una rutina diaria. Me puse a pensar en todo una vez más, en León y su mega noticia de hace unas horas, en mis padres, en las chicas, en Asa. Sin quererlo él siempre llegaba a mi mente, llegaba para sacarme de mi cabeza, para dar un giro a mi vida en el momento en que esos ojos me miraban. Para hacerme no pensar en nada, solo en lo que tenía en frente. En él. Y estaba asustada, no sabía que hacer con todo eso. Quise analizar mis sentimientos, entenderlos, para así poder saber que hacer con mi enredo. Me di cuenta que me desmorono cada día, más cuando alguien quiere entrar a mi vida y lo logra, cuando comienzan a tratar de entenderme, a quererme. Ahí es cuando necesito alejarme, porque no puedo permitirme más decepciones, más tristezas. Quemo todo lo que toco, hasta a mi misma. Por eso no puedo permitirme el acercarme, el sentir algo. 

He aprendido que una vez que dejas entrar a la oscuridad en tu vida, ahí se queda. Aprendes a vivir con ella, la alimentas todos los días, se vuelve tu única compañía y estás bien así o eso crees. Creo que los momentos en que no pienso y no siento son lo más cercano a tener paz. Pero es difícil cuando lo único que hago es pensar, cuando lo único que hago es romperme cada día más.

Me di cuenta que nadie va a salvarme. Me di cuenta que ya no queda color en mi. Ya no queda nada, pero puedo ayudar a que las personas a mi alrededor se salven, a no infectarlas con mi oscuridad. Me di cuenta que últimamente soy cualquier cosa.

Agarré un cuaderno y me puse a escribir lo que llegara a mi. Las palabras salían de mi mente para llegar a mi mano y empapar las hojas de ese cuaderno que nunca había ocupado.

"Te sientes vacía.

Nada cambia, nada avanza.

Todo está ahí, estancado.

No crees que mereces nada, pero aún así esperas algo, algo por lo que tu vida tenga sentido, algo que te haga feliz.

Tratas de no pensar, y resulta por un tiempo, pero después todo llega como un huracán y te lleva con él hasta que no queda nada, hasta que todos los pedazos de ti que tanto te costó recoger vuelven al suelo, dónde crees que siempre debieron estar, dónde crees que pertenecen.

Y los vuelves a recoger, esperando que el huracán no vuelva de nuevo, anhelando que sea la última vez que llegue a ti, pero en el fondo sabes que volverá, cada vez con más fuerza que la anterior, hasta que llegue el día que se detenga o que te lleve completamente y no te devuelva jamás".

Me desperté con el lápiz aún en mi mano, con el corazón hecho pedazos y con la determinación no de arreglar mi vida, si no de arreglar la vida de las personas a las que mis llamas habían alcanzado.

Llegar a la universidad después de tanto tiempo era como un sueño. Todo estaba igual, y esa es la realidad, mientras tu te derrumbas, todo a tu alrededor sigue, la vida no espera a nadie. Mi música era lo único que escuchaba al entrar al salón de mi clase favorita, logrando pasar desapercibida, cosa que agradecía. No te he hablado hace tiempo, Mundo, pero gracias por eso.

-Que bueno que te nos unes nuevamente, Adela, espero que esta vez te quedes más tiempo- Me decía Smith, haciendo que todas las miradas se posaran en mi.

Pude sentir que las miradas de Matilda y Cori se dirigían a mi dirección mientras me sentaba en la ultima fila del salón. Sus ojos mostraban lo tristes que estaban y mis pedazos se clavaron más en el piso, haciendo más difícil recogerlos alguna vez. No sé si iba a poder soportar lo que venía, no sabía que decir.

Al terminar la clase las esperé a la salida, no podía seguir evadiendo todo esto por más tiempo.

-Antes que digan algo, lo siento mucho. Debí hablarles, decirles que estaba bien- dije esperando gritos, cachetadas, llantos, lo que sea que viniera.

Pero para mi sorpresa lo único que hicieron fue abrazarme, tan fuerte que pude notar lo destructiva que soy para los que están a mi alrededor.

-No vuelvas a hacer esto nunca más, porque si lo haces te patearé el trasero- exclamaba Matilda con lágrimas en sus ojos.

-Estaba tan preocupada- decía Cori susurrando.

-No me pregunten nada ahora. Cuando esté lista hablaré de lo que quieran, pero en este momento solo seamos normales, aunque no sea real- dije dejando salir todo el aire que tenía acumulado en mis pulmones y no sabía- Para que me perdonen, les tengo una invitación- 

-¿Qué invitación?- gritaron al mismo tiempo.

-A una boda-

ASA P.D.V.

Sentía algo extraño. Mi cabeza y mi corazón me querían decir algo, pero no sabía que. En ese mismo instante Adela vino a mi mente, la extrañaba. Sabía que entre nosotros no había pasado nada, pero los momentos que compartimos nos acercaron más de lo que pensaba. Se clavó en mi desde el primer momento que la vi y no me había dado cuenta hasta que se alejó, dejándome perplejo por el poder que estaba teniendo en mi. Mi cuerpo la anhelaba, necesitaba verla, saber que estaba bien. Aunque ella no quisiera tener nada que ver conmigo, tenía que cuidarla, tenía que tenerla cerca. No podía aguantar más.

Mi teléfono comenzó a vibrar y al ver el mensaje que había llegado pude por fin bajar la guardia y respirar.

"Volvió". Una palabra que me devolvió la vida. 

Faltaba poco para comenzar la terapia grupal y tenia la esperanza de que ella iba a aparecer por la puerta, y así fue.

Su cara de cansada no le quitaba lo hermosa que se veía. Sus ojos estaban tristes, había bajado de peso. No pude aguantarme más y fui corriendo para envolverla en mis brazos. Para mi sorpresa ella no hizo nada, solo dejó que la abrazara.

-Lo siento- dijo en mi pecho. Eso era lo último que quería escuchar. No tenía por qué pedirme disculpas. Era la chica más hermosa que he visto, una chica a la que sus inseguridades la convencieron de que era un monstruo.

-Ven conmigo, por favor- dije suplicante.

-Está bien-


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