Capítulo 20: La leyenda del Zuklmer.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ziren y Lizcia no se habían alejado demasiado de Meris. En una zona donde se encontraban varios minerales extraídos. No entendió bien el porqué de ello hasta que Ziren abrió la boca.

—Me imagino que nunca habrás visto nada en tu vida, ¿no?

—Perdí la visión cuando era pequeña, así que pude ver algo, pero poco —mintió.

—Entiendo —murmuró. Levantó sus brazos para golpear una roca con varios minerales que mezclaban el azul y verde. Gruñó y alzó de nuevo sus brazos a la vez que explicaba—: A tu alrededor, aparte de esas montañas y los ríos de lava, hay zonas de minería cercanas a las cuevas. No todos pueden acceder porque se necesita buena resistencia al calor.

—Oh, ¿es vuestro trabajo?

—Sí, más o menos. Digamos que los minerales son necesarios para el intercambio. Algunos no tienen tanta fuerza, pero si destreza para crear buenas armas o herramientas —explicó Ziren para luego golpear sus manos que tomaban la forma de un martillo—. Uf. El asunto es que, con estos minerales, pagas lo que sería el material y la mano de obra. Así no tienen que buscarlo ellos, solo lo crean y ya.

—Pero debe de ser duro —murmuró, distrayéndose con los ruidos que escuchaba, en especial la lava que burbujeaba.

—Sí, en verdad todos tienen un trabajo duro —aclaró y recogió los minerales, los miró con detenimiento, mostrando una sonrisa—. Mineros, herreros, instructores...

—¿Instructores?

—¿Sabes lo traviesos que son los niños? Pueden tener un arrebato y pillar rocas, acabando en un accidente. En este caso muchos de los instructores son mujeres, las cuales no es que haya muchas en nuestra raza.

Lizcia se quedó sin palabras. No se esperaba algo parecido por parte de los Zuklmers, lo poco que sabía era que comían rocas y nada más.

—¿Es cierto que coméis rocas?

—Sí, algunos lo hacen. En mi caso suelo cazar animales o intercambiar comida, en cambio Xine come piedras y parece que disfruta de largos baños de lava —explicó con un gesto leve de su rostro.

—¿Son piedras comestibles?

Ziren miró a Lizcia, poniendo sus manos en las caderas.

—No estarás pensando en comerte una roca, ¿verdad? —preguntó, a lo que Lizcia afirmó tímidamente—. Los Mitirs no pueden comer eso, les afecta en su estómago y pueden estar días en cama. No puedo permitirlo, en ese sentido me encargaré de ayudarte con tu dieta.

—Y yo que quería probar.

Ànima estaba de acuerdo con Ziren, de hecho, le dijo a Lizcia que se quitara tal idea arriesgada de su cabeza. Tenía que estar sana, no comer esas rocas porque no eran comestibles para los de su raza.

—En fin, podemos volver, ya tengo los minerales a mano. Pronto tendrás tu armadura nueva y no te sentirás tan angustiada —comentó con una sonrisa, una que Lizcia vio.

—Muchas gracias, eh... ¿Ziren?

—Sí, ese es mi nombre y próximo elegido —respondió orgulloso.

Como mejor pudo agarró la muñeca de Ziren para ir caminando poco a poco hacia la ciudad. En el trayecto conoció más datos sobre su raza, en específico sobre su prueba para ser el próximo elegido.

—Desde pequeños nos observa Zuk, aunque muchos crean que está dormido. Evalúa a todos los que puedan ser próximos elegidos. Una vez los tiene, los nombra comunicadores.

—¿Comunicadores?

—Los que sirven y aprenden del elegido. Esto es un título de honor para muchos, aunque luego empiezan a ver que es una montaña difícil de escalar. Primero, la familia lo abandonará porque creen que no sobrevivirá o morirá cuando tenga que hacer las pruebas. Ojo, esto no lo hacen todos.

—Oh, Xine nos comentó eso.

—Ya... —susurró Ziren—. Porque su familia lo abandonó, Lizcia, no como la mía, por ello le adoptamos.

—Oh, por Mitirga —susurró Lizcia.

—Por eso dije que era un obsesionado por entrenar y un Zuklmer solitario. Quería callar las voces que decían que no podría superar al elegido. Se encerró aun estando a su lado e intentando convencerle de que no todos pensaban así de él. Tampoco les puede culpar porque es una mentalidad que todos adoptaron por culpa de Zuk —continuó, soltando un suspiro—. Con el tiempo, yo me hice más conocido a diferencia de Xine. Yo conseguía el apoyo de todos, Xine consiguió la fuerza que un elegido necesita.

—Por ello te sorprendió verlo con nosotros —supuso Lizcia.

—Sí —respondió para luego respirar hondo—. En ese sentido sé que si nos enfrentamos, Xine me ganará como si destrozara tres enormes rocas de un gesto. Me duele mucho que todos confíen en mí sabiendo que no voy a poder ganarle, aunque entrene, sé que él se esforzará el doble y eso me preocupa. No quiero que muera a manos de Zuk.

Lizcia empatizó con el sentimiento de Ziren, agarrando su mano con la fuerza. Un gesto simple, pero que para Ziren le hizo sonreír.

—Ah, creo que hablé demasiado sobre mí y Xine, capaz ni te interese.

—No, me importa y entiendo tu dolor. No es fácil el hecho de que tu mejor amigo haga una prueba en la que arriesga su vida, uno podría angustiarse, más si lo aprecias.

—Somos amigos de la infancia. Éramos piedra y mineral a no ser que algo o alguien nos intentara hacer daño, pero nunca ocurrió, ni siquiera cuando nos dijeron que éramos comunicadores. Nos mantuvimos unidos a pesar de nuestras diferencias —explicó.

—Si le expresas lo que sientes, capaz puedas llegar a algo, puede que los dos seáis...

—No, Lizcia, no es posible que haya dos elegidos, no es como en tu caso —interrumpió Ziren.

Lizcia se quedó en silencio mientras subían hasta a Meris. Los demás Zuklmers que conocían a Ziren le saludaban, aunque miraban con desprecio y asco a Lizcia. Se puso tensa y miró hacia el suelo hasta llegar a la tienda donde estaba su armadura nueva.

—La verdad es que no me lo esperaba, Ziren —murmuró la dependienta. Contaba los minerales que le había dejado en la mesa de piedra alargada—. Eras de los primeros que despreciaba a los Mitirs.

Tal hecho dejó muda a Lizcia. Sintió una gran presión en su cuerpo para mirar de reojo a varios de los Zuklmers que observaban con atención la situación.

—Es una ciega y se ha perdido. A veces hay que ser compasivos, aparte, no es de la realeza ni nada por el estilo. Es una ciudadana como tú o cualquiera de nuestro alrededor. Hay que dejar un lado ese rencor con aquellos que no han hecho, más con esta chica que no ve la crueldad del mundo —explicó Ziren.

—No niego que tienes razón, pero a mí no tienes que explicar esto, sino a todos los que nos observan —susurró la dependienta.

Ziren suspiró y se giró hacia ellos.

—Lizcia, quédate a mi lado. Me temo que aún no vamos a tener la armadura hasta que hable con ellos —aclaró Ziren, tomando su mano con cuidado.

—V-Vale.

«Tranquila, no estás sola. Aun a malas puedo evitar que haya conflictos si alguno se acerca a ti», avisó Ànima, aunque a Lizcia no le gustó oír. Si bien estaba atardeciendo, sabía que su amiga acabaría débil si mostraba su apariencia.

Ziren, dando unos pocos pasos hacia enfrente para salir de la tienda, miraría a todos los presentes. Muchos se encontraban en la plaza principal. Era una gran plataforma de piedra decorada bajo unas líneas rojizas que mostraban el símbolo de los Zuklmers. Esta estaba conectada por unos puentes largos y grandes de piedra que llevaban a las pocas tiendas, escuelas y hogares.

—¡Ziren! ¿¡Cómo es posible que estés al lado de una Mitir?! Pensábamos que ibas a echarla, pero de repente te vemos al lado de ella comprándole una armadura, la mejor de todas. ¿¡Qué intenciones tienes?!

Ziren respiró hondo.

—Entended que no es una Mitir como los que atacaron las ciudades como Vilen o Synfón. Ella es inocente, no conoce la crueldad de Codece. Se ha perdido y la ciudad más cercana que pudo encontrar junto la compañía de esos elegidos fue este sitio —explicó.

—¡Estaba el pueblo de Muisla al lado, podías haberla llevado ahí! —intervino otro Zuklmer.

—Se encuentra cansada por su viaje, dejarla al menos estar un día aquí.

—Claro, un día, dos y luego aparecen el ejército de los Mitirs, ¿no, Ziren?

—Ella no es...

—¡Ziren! Parece que no conoces a Zuk, quien dijo que no podíamos dejar que los Mitirs estén aquí, ¿vas a romper su palabra por esa ciega? —preguntó otro.

—Sed comprensivos, ella no es...

—¡Seguro que está mintiendo y se está haciendo la ciega! ¡Debe de ser una mentirosa!

Ànima y Lizcia no se creían lo que estaban escuchando. Tenían miedo a que podrían hacer los Mitirs y era normal con el caos que hizo el rey.

«Y ahora más que encarceló a Yrmax», pensó Ànima.

Lizcia se mantenía al lado de Ziren, quien solo estaba en silencio escuchando las quejas de los demás Zuklmers. Entendía su miedo, claro que lo hacía, pero no podían ser así de crueles con una joven como ella que nunca hizo nada malo.

—¡No queremos a una Mitir que nos dará...!

—¡Basta!

El grito resonó en toda la plaza. Los Zuklmers miraron asombrados al comunicador. De sus grietas salía ese humo rojizo que expresaba la indignación. Lizcia, discretamente, miró la mano de Ziren, viendo que no le apretaba ni la hacía daño.

—Si hubiera sido una Sytoky, Vilonio, Maygard lo habríais aceptado aun sabiendo que los elegidos en su momento tuvieron errores graves. ¡Incluso el nuestro los tiene! —contestó Ziren con decisión—. Siendo honesto hasta no acepto sus actitudes y decisiones. Es un elegido que dormido en el volcán solo observa y no hace nada más que someternos en este lugar donde debemos despreciar a los demás cuando no es así.

» ¡Vale! Entiendo que los Mitirs no fueron roca limpia, pero tampoco lo fueron los Vilonios cuando robaron la llave. Tampoco lo fue Zuk cuando se enfrentó contra Mitirga y Ayan, el elegido de los Maygards. Nadie es tan bueno como uno quiere pintar y hay que saber entender nuestros errores y no juzgar tanto a los demás.

» ¡Claro que desprecio a los Mitirs! Mejor dicho, desprecio al rey por su inmadurez al querer formar caos cuando ya había suficiente con las aberraciones, pero no por eso voy a dejar que una pobre ciega como ella, que no tiene culpa de nada, pague por algo que no es culpable.

El silencio fue abrumador. Aún salía ese humo de sus grietas, pero se sentía liberado porque pudo expresar lo que sentía. Cerró sus ojos rojos mientras trataba de respirar con lentitud.

Lizcia miró hacia su alrededor, la sorpresa era presente en los Zuklmers que prestaban atención a Ziren. Muchos se arrepentían por sus palabras mientras que otros se fijaron en ella.

—Un momento...

Hasta que uno de ellos se acercó, pero Ziren se puso en medio para evitar que la tocaran.

—Ziren, apártate, creo haber visto algo detrás del casco de Lizcia.

Tal dato la puso tensa. Cerró sus ojos mientras agarraba su bastón con fuerza, permitiéndole ver su alrededor. Todos estaban en su sitio, o eso pudo analizar porque se dio cuenta de que Ziren emitía una energía destacable.

—¿Vas a desconfiar cuando te he dicho la verdad? —preguntó Ziren.

—Solo he pedido ver el rostro de la chica —respondió.

—Hacerlo hará que sufra una insolación y caiga inconsciente, no voy a permitir eso.

—Tampoco hace tanto calor, no seas un exagerado. ¿Me dejas verla o no?

Ziren no tuvo que dar la respuesta al estar aún en esa posición. Esto creó desconfianza y que se movieran con cuidado, o eso intentaban porque el ruido que hacían al ser rocas moviéndose y chocando entre ellas era cantoso para Lizcia.

—No soy el único que desconfía, Ziren. Si mal no me equivoco, vi detrás de ella algo similar a una aberración —aclaró el contrario.

—¡Deja de decir tonterías, esos bichos negros no pueden venir aquí por el excesivo calor! —gritó Ziren.

—Te equivocas —intervino otra voz, una cercana a Lizcia—. Hace poco encontramos a unos que estaban intentando subir a la montaña.

—¿Y por qué no se me informó de eso? —preguntó Ziren.

—No eres un elegido, aparte fui yo quien lo descubrió, lo que conseguí más puntos para caerle bien a Zuk —contestó el mismo Zuklmer con una sonrisa—. Ahora, Ziren, déjanos ver la armadura de esa niña.

—¡Dejarla en paz!

No obedecieron a su orden. Se acercaron con velocidad para al final retirar el casco de su cabeza. Lizcia se apartó y empezó a respirar con dificultad, sintiendo el calor en su cabeza mientras tosía y pedía ayuda.

—¡He dicho basta! —chilló Ziren, yendo a por el Zuklmer que tenía el casco de Lizcia.

Lo que ninguno se esperaba era ver como la cabeza de Lizcia era protegida por una esfera oscura, una que Ànima logró crear a duras penas. No iba a durar mucho, no era resistente a esas temperaturas, pero era mejor eso a que Lizcia cayera inconsciente por el exceso de calor.

—¡Tiene una aberración en su cuerpo! —gritó uno de ellos.

Ziren se quedó impactado, viendo como Lizcia daba varios pasos hacia atrás para evitar ser rodeada, aunque por desgracia chocó contra una pared.

—¡Por eso mismo no puedes ser un elegido, Ziren! ¡Confías demasiado rápido!

Para cuando intentaron hacer algo, una brusca corriente fría interrumpió su paso, apareciendo Curo. Quiso agarrar a Lizcia, pero su plan no funcionó cuando uno de los Zuklmers logró agarrarle del ala y tirarle contra el suelo. Tal impacto hizo sangrar al Vilonio, alejándose de él mientras que Lizcia, mareada, intentó moverse.

Vio como Eymar intervino para mover su báculo y crear un escudo, aunque este no resistió cuando uno de los Zuklmers lo rompió con un puñetazo. Dieron varios pasos hacia atrás hasta que Xine se puso en medio y golpeó sus puños contra el suelo.

Ese brusco y violento puñetazo hizo que varias rocas salieran del suelo y dieran a algunos de sus compañeros. Eymar sacó una de sus botellas y se la dio a Lizcia para que pudiera aguantar las temperaturas.

—¡¿Tú también Xine?! ¡¿Es que no veis que...?!

—¡Ella es la elegida de los Mitirs!

Tal noticia dejó atónitos a todos los presentes, incluso Ziren quien soltó el casco y miró a su mejor amigo.

—Sé que es imposible creérselo, pero es la verdad. Los Mitirs tienen a su elegida, una ciega cuyo objetivo es reunir a todos los elegidos de las diversas razas para acabar con la condena. No es de la realeza, no es nada más que una ciudadana elegida por Mitirga —explicó Xine.

—¿¡Y cómo es posible que tenga una aberración en su cuerpo!? —gritó uno—. ¡No mientas, Xine, ella es una aberración! ¡No te dejes engañar!

A Ànima se le acababa la paciencia, deseaba salir y demostrar que no lo era, pero solo haría poner en riesgo a los demás. Como mejor pudo miró a su alrededor, Eymar seguía aun a su lado y Curo se preparaba para luchar.

—¿¡Cómo os atrevéis a insultarla de esa forma?! —gritó Xine.

—Xine —murmuró Ziren, evitando que sus palabras tuvieran ese temor—. No mienten, hemos visto que...

—¡Callaros! ¡No os creo! ¡Si el elegido de los Vilonios me confirma que es la elegida de los Mitirs! ¡Entonces es porque tiene un poder que la protege!

—¡¿Un poder oscuro?! —preguntó uno de ellos—. ¡Déjate de tonterías, Xine! ¡Ella es el problema, hazte un lado!

—O si no, ¿qué?

Aquellas palabras pusieron tensos a todos los presentes. Preparado, notó como alguien a lo lejos intentaba levantar una grandiosa roca redondeada. Ante esto, Xine agarró a todos en un gran abrazo para rápidamente dar un gran salto y salir de Meris.

—¡Estás loco, Xine! —chilló Curo.

Caían en una pendiente. Xine se deslizaba con sus piernas, creando una gran grieta mientras los demás se agarraban a él. Algunos gritaban y sentían una gran adrenalina en su cuerpo.

—¡Agarraos bien! —chilló Xine con todas sus fuerzas.

Saltó con todas sus fuerzas para ir hacia el otro lado de la montaña, cruzando por un gran lago de lava que tenían justo a sus pies. Curo no paraba de chillar y pequeñas lágrimas salían de sus ojos. Eymar cerraba sus ojos rezando a las Lunas. Ànima estaba preparada por si tenía que usar su poder. Lizcia estaba con una gran emoción y miraba con admiración la belleza del atardecer.

El impacto duro contra el suelo hizo que rodaran sin parar hasta que frenaron. El más afectado sería Curo, no paraba de toser. Eymar había recibido un golpe duro en su cabeza. Lizcia, sentada en el suelo, respiraba con dificultad. Por último, Xine retiraba sus piernas del suelo.

—¡Por todos los elegidos, fue el peor impacto que he vivido en mi vida, peor que el primer aterrizaje de un Vilonio pequeño! —gritó Curo mientras limpiaba sus plumas de la tierra que tenía encima.

—Ahg. Mi cabeza —murmuró Eymar, sintiendo unas ganas horribles de vomitar.

—¿¡Estáis bien?! —preguntó Xine, logrando salir del suelo.

—Si estar bien es no mancharse de tierra, entonces no, no lo estoy —respondió Curo.

—Decía si no teníais heridas —contestó Xine, entrecerrando un poco sus ojos. Prestó atención a Eymar, rápidamente se acercó—. ¿Se encuentra bien?

—Necesito... descansar, me duele todo.

Xine, con cuidado, levantó a Eymar del suelo mientras miraba a Curo y Lizcia que se levantaban poco a poco.

—Tengo un sitio donde descansar, es donde a veces entreno —explicó Xine—, pero a cambio quiero explicaciones. Hay ciertas dudas que tengo en mi cabeza y aun me cuesta creer que ella sea la elegida de los Mitirs.

No hubo ninguna queja, pero preferían decirlo en otro momento ante el cansancio y dolor repentino. Caminaron hacia una explanada con una cueva no muy profunda. Ahí Eymar pudo descansar al igual que Lizcia y Curo. Tal momento lo respetó Xine y decidió entrenar un poco. Así no perdería el tiempo, era lo mejor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro