Capítulo 21: Confianza.

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Xine sabía que se había metido en un buen lío, pero no por eso iba a dejar atrás lo que luchó durante tanto tiempo. Entrenó aun siendo de noche. Cargó varias piedras de gran tamaño y peso, subiendo por la montaña donde en lo más alto descansaban los elegidos. Todos menos Ànima, quien habría salido del cuerpo de Lizcia cuando todos consiguieron tomar el sueño.

Agradecía que fuera de noche, la luz aun existía ante esa lava que tenía cerca suya, pero no era tan molesta junto a la luz del sol. Respiró aliviada, mirando de un lado a otro para sentarse en el suelo, habiéndose alejado un poco de ellos.

—Debo concentrarme. Si mañana es la prueba de los Zuklmers, debería también conseguir mi poder y ser capaz de hacer frente a la luz, sino no podré ser útil y entonces los demás se verán en apuros como ocurrió antes —susurró mientras ponía su mano en la frente—. Qué mal. No pude hacer nada. Solo salvé a Lizcia cuando le retiraron el casco y menos mal que lo hice a tiempo, llego no hacerlo y se habría desmayado o algo peor. Te debo una, Eymar.

Cerró sus ojos mientras dejaba que esa oscuridad la acompañara en sus pensamientos. No paraba de darle vueltas al hecho de estar en un lugar luminoso y caluroso iba a ser un problema para ella. Su cuerpo temblaba, sin parar. Apretó sus manos, sintiendo esa presión al saber que la luz la debilitaba, pero sentía que solo era un prejuicio.

Apretó sus dientes, haciéndose daño para levantarse repentinamente. Una vez más escuchó esa voz masculina que siempre le prometía llevarla a su ciudad. Un lugar donde el espectáculo y la ilusión eran imprescindibles. No solo lo escuchaba de él, la joven chica siempre le agarraba la mano y le pedía que algún día visitara su ciudad.

Ànima se sentía muy confundida consigo misma, ¿qué hizo en la otra vida? Todo le parecían ser símbolos. ¿Era literalmente la luz o eran seres que conoció que trasmitían esa luminosidad? Una parte de ella creía que no era así, pero otra le decía que a lo mejor sus recuerdos eran abstractos y bastante complejos.

Le irritaba no saber nada, por ello, en un gesto desesperado miró en su brazo derecho para fruncir el ceño. ¿Esas tres heridas verticales se habían iluminado en un color grisáceo?

El gruñido lleno de rabia llamó su atención. Giró su cuerpo para ver a Xine temblando sin parar mientras expulsaba humo rojizo de sus grietas. Al verle ahí, decidió esconderse detrás de unas rocas.

—Debo hacer más, debo superarlo, debo conseguirlo —murmuraba Xine, mirando su alrededor—. Juré que sería el próximo elegido para hacer todo correctamente. Nada de rencores, nada de odio entre nosotros sino no vamos a ganar a esas malditas aberraciones

Entonces varias rocas cayeron de su cuerpo, liberando ese humo rojizo y viéndose como esa energía salía como si fuera sangre, solo que en él era lava.

—Carbón. Me he hecho daño, demasiado. —Miró hacia la herida que tenía en su hombro, intentó cubrirla, pero tocarla se tambaleaba.

Ànima quiso hacer algo, pero temía que Xine la confundiera con una aberración. Sus conflictos lucharon, hasta que Xine se levantó un poco para verla. Atento, abrió su boca, expulsando ese humo.

—Adelante, puedes atacarme —pronunció Xine con total confianza—, pero te advierto que me defenderé aun estando herido.

Sus palabras captaron su atención, provocando que se mostrara ante él sin hacer ni un solo gesto agresivo.

—Tranquilo —murmuró Ànima—, no soy una enemiga.

—¿Qué eres entonces? ¿Un tipo de deidad que domina la oscuridad?

Ànima soltó una leve risa.

—En verdad, lo soy.

Xine sentía una calma inusual mientras cubría la herida con su mano izquierda. Daba varios pasos hacia un lado a otro hasta que al final cayó.

—Tranquilo, te tengo.

Aunque para su suerte, Ànima llegó a tiempo para agarrarle. Xine la mirara con asombro, viéndose como las rocas de su rostro se volvían más rojas.

—¿Esto es un tipo de cielo oscuro? —preguntó Xine.

—¿Eh? No. Sigues vivo, Xine. Soy Ànima, no te lo dijeron, pero acompaño a Lizcia en todo momento en su aventura para salvaros de la condena. Siento si te enteras ahora, pero llegas hacerlo antes y capaz te habrías alterado —explicó, intentando llevarle hacia la cueva.

—¿Confundirte? Capaz si hubiera un poco más de luz podría saber que tu apariencia destaca más que las aberraciones. Compararte con ellas es un insulto.

Ànima no supo qué decir, pero era un gran alivio que alguien no la confundiera.

Le llevó hacia la cueva donde estaban los demás. No sabía bien cómo iba a curar su herida porque eran rocas. ¿Tendría que vendarlas con algo especial o solo era incrustar rocas?

—¿Estabas con Lizcia todo este tiempo? —preguntó de nuevo, su voz era cada vez más débil.

—Sí, desde el principio que decidió salir de aventuras y llegar hasta aquí.

—Qué afortunados son algunos.

Ànima arqueó la ceja. Xine cerró poco a poco sus ojos.

—Siento si mis palabras son inadecuadas —musitó Xine.

—No, tranquilo, estás agotado, se entiende —respondió Ànima.

—Mi objetivo después de todo es salvar a los Zuklmers del elegido Zuk. No es capaz de razonar, siempre odia a todos, solo faltaría que lo hiciera con las Sytokys... ¿Estás segura de que no eres una Sytoky? —preguntó confundido.

—No, créeme que no.

Ànima, con mucho cuidado, dejó a Xine con la cabeza apoyada en la pared. Xine creyó que estaba en un paraíso inverso. En vez de ser el cielo brillante, se encontraba en un reino de oscuridad, pero que no era tenebroso, sino pacífico.

A Ànima le angustiaba ver como Xine estaba cada vez peor. Empezó a buscar algunas rocas que fueran grandes y adecuadas a su cuerpo. Pronto lo hizo, tomando varias de ellas en sus brazos. Cuando se giró, la tensión la inundó al ver como varias aberraciones iban atacar a Xine.

—¡Cobardes!

Cabreada, soltó todas las piedras para correr a gran velocidad y darle un puñetazo directo a una de las aberraciones que iba a tocar el rostro de Xine. Las otras intentaron huir, pero no pudieron cuando Ànima invocó sus tentáculos de su espalda.

—¿¡A dónde creéis que vais?!

En medio de ese combate, Xine pudo ver como Ànima luchaba con fuerza, velocidad y decisión. Abrió sus ojos para escuchar cómo la energía rojiza de su cuerpo empezaba a fluir, frenando esa herida de su hombro. Pronto pudo recomponerse, mirando hacia su izquierda las rocas que tiró Ànima.

—Eso servirá.

Mientras tanto, Ànima atacaba sin parar, dando puñetazos directos al rostro o pecho de la aberración que modificaba su forma para reducir el daño. Habría un punto en el que estas se volverían esferas, uniéndose hasta adoptar un nuevo cuerpo, uno similar al de ella.

—Oh, claro, os resulta gracioso —susurró Ànima, apretando sus puños.

Lista para atacarles, vio como esa figura era destrozada ante un potente puñetazo cargado de fuego que las haría gritar de angustia.

—¡Xine! —gritó Ànima atónita—. Debes descansar, no puedes estar...

—No se preocupe, diosa —interrumpió Xine con total confianza—. Gracias a las rocas que recogiste, pude cubrir la herida temporalmente. Puedo seguir luchando, no voy a dejar que tenga todo el peso encima.

—Pero sigues aun...

—Dije que no se preocupara, en serio, lo agradezco y quiero devolvérselo.

Ànima le costaba entender la actitud de Xine, más cuando se giró repentinamente para sacar de sus manos una energía que se asemejaba a la luz. Cubrió su rostro, aunque siguió mirando, dándose cuenta que no le hacía daño, sino ayudando.

Su poder se asemejaba al del fuego. Con sus manos creaba una esfera inestable que cuando la lanzaba, aparte de quemar, la lava aparecía en una explosión.

«Es un aliado, Ànima. Recuérdalo»

Luchó con él, pero su mente estaba distraída en cómo era posible que esa luz no le hiciera daño. No le hería su piel, no se la quemaba, como si fuera capaz de tolerarla y luchar a su lado.

«¡No es un enemigo! ¡Jamás lo fue!», se dijo convencida.

Daba puñetazos directos a las aberraciones, vigilando a veces a Xine. Le sorprendía la perseverancia a pesar de tener un golpe grave en su hombro.

Para su suerte ese conflicto terminó pronto. Huyeron, algo que a Ànima le molestó y fue a por ellas, pero frenó en cuanto escuchó a Xine caer directo contra el suelo.

—¡Xine!

Fue hacia él para agarrarlo con cuidado del suelo. Respiró profundamente mientras levantaba a Xine, llevándolo a la cueva.

«La luz no me hizo daño —pensó mientras seguía llevando a Xine—. Esas figuras luminosas eran amables conmigo. no me querían hacer daño. Son mis aliados como los demás».

Suspiró, llegando a la cueva para dejar a Xine. Vio como los demás dormían, en especial Lizcia. Tenía una sonrisa tierna mientras se acurrucaba en la suave sábana que tenía. Se sentó a su lado, acariciando su cabello para cerrar sus ojos y descansar mientras el Sol aparecía.

Xine dormía como si fuera un bebé y eso era algo que todos vieron cuando se despertaron. Ànima les explicó todo lo sucedido y esto les preocupó. Ahora las aberraciones eran cada vez más resistentes a la luz y el calor.

Lizcia escuchaba su conversación mientras bebía un poco de agua, aunque rápidamente la dejó cuando notó que estaba muy caliente. Parecía ser una de las sopas mal hechas que hacía su madre. Sentada en silencio, escuchó como Xine despertaba con un gruñido discreto seguido de unas rocas siendo arrastradas.

—Ah, me duele todo —murmuró Xine.

—Buenos días, Xine —saludó Eymar con cordialidad—, veo que has tenido un entrenamiento duro. Tu hombro derecho se ha destrozado, pero tranquilo, se está recuperando. Tienes suerte de que mis compañeros me dijeran detalles sobre vuestra raza, entre ellos cómo os curáis.

—Ah, sí —murmuró, mirando su hombro para luego abrir un poco sus ojos—. Tuve un sueño muy raro.

—¿Qué sueño? —preguntó Curo.

—Era... no sé bien cómo explicarlo. Había terminado de entrenar y cuando me caí, alguien me sujetó. Creo que era un tipo de deidad o una Sytoky. Era muy bella, nunca había visto nada igual —explicó mientras ponía su mano en la cabeza—. Su nombre ¿era Ànima? Creo que sí y me ayudó, de hecho, me salvó de unas aberraciones.

—Gracias por el cumplido y siempre estoy dispuesta a ayudar.

Xine poco a poco levantó su cabeza, viendo como Ànima estaba de pie un poco más atrás de los demás. Sus manos puestas en las caderas con una sonrisa tranquila. Xine se quedó en silencio admirándola, escuchándose unas rocas moverse entre sí.

—Ah, pero tú...

—Es real, Xine. Te salvó y ayudó. Su nombre, como dijiste, es Ànima, la diosa de la oscuridad —interrumpió Eymar, ajustando las mangas de sus cuatro brazos.

Los ojos de Xine brillaron en rojo al igual que las rocas de su rostro.

—Yo, siento pronunciar mal tu nombre o ser un irrespetuoso, no quería...

—Tranquilo, Xine. No me molestó nada de lo que hiciste, me ayudaste también contra esas aberraciones y te lo agradezco —interrumpió Ànima—. Ahora lo que importa es que te recuperes para que hagas la prueba.

Xine desvió su cabeza a otro lado.

—Menuda sorpresa ¿eh? —preguntó Curo con una leve risa—. Tendríamos que haberlo dicho antes, pero dudábamos si eras alguien fiable. Ahora que Ànima nos dijo que luchaste con ella, aparte de todo lo ocurrido, podemos darte ese pase de confianza.

—Entonces, de-déjame recapitular —pidió Xine un poco angustiado, levantando la cabeza hacia ellos—. Lizcia es la elegida de los Mitirs, Curo el de los Vilonios, Eymar sería el de los Maygards y Ànima es la diosa de la oscuridad.

—Le has dado justo en la diana —contestó Curo.

—Pero, nunca oí el nombre de Ànima junto a ese título.

—Es porque no es de este planeta, perdió sus recuerdos al encerrarla en una estatua. No sabemos el culpable y por ello la estamos ayudando, aunque ella también nos ayuda —explicó Eymar.

Xine se quedó en silencio, mirando hacia la diosa con admiración.

—Me niego a quedarme de brazos cruzados, cuando conocí a Lizcia, le ofrecí lo que tenía a cambio de esos recuerdos. Ahora estamos en este punto donde juntas trabajamos en conseguir la paz de este planeta —aclaró Ànima.

Xine no sabía bien que pensar. Se quedó en silencio unos segundos para al final mirarlos.

—¿E-Es posible que pueda saber toda la historia?

—¡Oh! ¡Claro! —intervino Lizcia ilusionada—. Puedo explicarla yo, ¿no?

—Adelante Lizcia, sin miedo —contestó Ànima.

Lizcia explicó con emoción. Una vez terminada una parte de la historia, Xine pidió interrumpirla ante una duda.

—¿Y cómo llegasteis a ser elegidas si el rey de los Mitirs es un inútil?

—El rey lo será, el príncipe no —intervino Eymar en un tono serio—. Yrmax actuó bajo las sombras, de hecho, sigue haciéndolo, aunque esté encerrado.

Xine abrió sus ojos en señal de sorpresa.

—¿El príncipe? ¿Encerrado? ¿Él tomó esa decisión a escondidas y Mitirga eligió a ambas? —preguntó.

—Exacto, por lo que estamos en un punto importante en el que, si no actuamos, todo se complicará.

Esta situación le era cuanto menos curiosa para Xine, ¿el príncipe encerrado por su padre? ¿Una diosa ayudándolos? Sentía que una parte de toda esta historia era una locura, pero pensándolo en frío, se dio cuenta de que los cambios por fin estaban ocurriendo.

—Si vinieron aquí era para hablar con el elegido, pero...

—A ese elegido no lo prefiero si soy honesto —interrumpió Curo con una notoria tensión en sus palabras—. Bruto, estúpido, no sabe escuchar y encima casi nos mata. Siendo honesto, me caes bien Xine y, al menos a mí, me gustaría que fueras el próximo elegido.

—El problema es que durante años se luchó contra él para conseguir su puesto. Unos dignos, otros no, pero ninguno lo consiguió. Zuk no va a contenerse, usará todo para acabar con aquel que quiera ser elegido —expresó Xine angustiado.

—Pues habrá que callarle la boca, ¿no? —preguntó Ànima.

—Es el elegido que más años tiene, Ànima. Su altura es más de veinte metros y tiene el poder del fuego y la lava a su lado, o sea, luz —explicó Eymar—. Será peligroso para ti.

—Sí, lo sé, pero no me pienso quedar de brazos cruzados como entenderás.

Todo el cuerpo de Xine tembló. Era una diosa y, por lo que tenía entendido, su poder les cegaba de una manera que impedía actuar a los demás. Saber que iba a luchar hizo que la mirara con aquellos ojos brillantes rojizos como rubíes.

—Me alegra ver que no todos los elegidos o dioses son como los demás, sino que hay algunos como ustedes —comentó Xine, aliviado—. Creo que debo explicar nuestros orígenes y la historia del elegido para que comprendáis un poco la situación. Solo así sabréis como actuar.

—Somos todo oídos —habló Eymar

—Como sabéis, Meris fue creada por Zuk y es quien a día de hoy espera tener un elegido que sepa reinar como es debido. Aunque ahora le veáis con esta actitud, antes no era así. Protegía a todos y creaba terreno con su poder. Era justo y bueno, pero el paso del tiempo y las acciones de los demás hizo que al final cambiara de actitud.

—¿Justo y bueno? —preguntó Curo.

—Sí. Cuidaba y amaba a los suyos con gran paciencia. Era un elegido temido y admirado, pero cuando la elegida Vilonio robó la llave y los mitirs intentaron conquistar Synfón, las cosas cambiaron. Cierto era que antes no le caía bien a los Mitirs por culpa de Mitirga cuando fue encerrada, pero a pesar de ello supo mantenerse y comportarse.

—Entiendo.

—Así pues...

Cuando quiso seguir explicando, el suelo empezó a temblar bruscamente, alterando a todos a excepción de Xine. Sabía lo que ocurría, por ello los avisó a que se cubrieran o salieran de la cueva. Eymar salió primero con Curo, mientras que Ànima y Lizcia tardaron en reaccionar.

Ànima abrazó a Lizcia para crear un escudo, pero para su sorpresa, al levantar su cabeza, vieron a Xine abrazarlas, poniendo su espalda para recibir todas esas piedras.

—¡Xine! —gritó Ànima.

Xine mantuvo su fuerza y resistencia sin importar la herida de su hombro. Grietas aparecían en su rostro en señal del dolor. Lizcia, confundida, se acercaba más a ambos, sintiendo esa protección como si estuviera al lado de sus padres.

El terremoto pronto terminó. Xine se apartó y expulsó humo rojizo de su cuerpo. Ànima fue hacia él para ver sus heridas, dándose cuenta de que pequeñas partes de su cuerpo estaban expuestas. Lizcia, por otro lado, se quedó quieta sin saber que ocurría hasta que Curo se acercó a ella y acarició su cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó Curo.

—S-Sí, pero no sé si Xine...

—Tranquila, ahora se encargará Eymar en ver sus heridas —interrumpió Curo con paciencia.

Curo miró hacia Xine, quien seguía aún expulsando ese humo. Sus heridas serían tratadas por Eymar, dándose cuenta de que si seguía así iba a caer inconsciente.

—No puedes ir a la prueba si estás así de herido, debes descansar, debes...

—Me niego, voy a ir, me da igual si estoy así —interrumpió Xine a Eymar, notándose en su voz una gravedad poco común.

—Entonces yo me niego a que lo hagas solo, te ayudaremos —decidió Ànima.

—Ànima, usar nuestras habilidades en el combate va a ser un problema y posiblemente sean trampas para Zuk —explicó Eymar—. Por lo que sé, la única forma de que lo ayudemos es cuando el elegido le lleve hacia el volcán, nosotros podríamos ir antes de que lo cierre o a lo mejor...

—No hay normas en las pruebas —interrumpió Xine, calmando su voz poco a poco—. Por raro que parezca, no hay normas, nunca ocurrió nada inusual, por lo que se conformaron con lo que tenían. Creen que es normal que, a lo mejor, un Zuklmer tenga poderes relacionados con la magia, cuando no es posible.

—¿Acaso tu raza sabe cómo es o se interesa un poco por su pasado? —preguntó Curo con la ceja arqueada.

Xine negó.

—Los Zuklmers somos muy básicos, a la mayoría no les interesa saber. Son conformistas con lo que tienen y aquellos que quieren ser elegidos es para tener una admiración y fama que poco les durará. A lo mejor por eso Zuk no eligió a nadie aun.

«No me extraña nada que no escojan a un Zuklmer que sea adecuado si todos piensan con lo más básico posible», opinó Ànima.

—Me duele la cabeza, es como si todo me fuera muy pesado —murmuró Lizcia, cansada.

Tales palabras alertaron a Xine, mirando a su alrededor. Quiso apartarse de Eymar, pero no pudo hasta que terminó de curarle.

—Zuk está preparando todo para la prueba. El cielo se está volviendo más rojizo. En nada empezará todo —informó Xine.

Ànima se quedó mirando el cielo, cruzando sus brazos.

—Creo que, si el ambiente es así, podré salir, aparte el sol no es tan fuerte. ¿Es normal esto? —preguntó Ànima.

—Lo es —murmuró Xine para luego mirar hacia Lizcia—. Debo conseguirte esa armadura, el calor será más notorio en su cuerpo y no creo que aguante con lo que tienes, en cuanto los demás...

Xine miró hacia otro lado, pensando sus palabras por un momento.

—Seremos espectadores —intervino Eymar, cruzando sus brazos inferiores—, pero ayudaremos, de alguna forma u otra, más cuando hagas frente a Zuk.

Xine tenía un gran peso encima por deber tan grande y sentir que estaba haciendo trampas. Elevó su rostro para ver cómo todos estaban dispuestos a acompañarlo y apoyarlo en su prueba, algo inusual para él.

—No os decepcionaré —aseguró Xine con una sonrisa confiada.

Pero sabía que podía confiar en ellos.

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