El Aprendiz de Zeus Cap.3

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—¿Dónde... Estoy? ¿Morí por culpa del Dios Griego? —recuperé la consciencia, estaba en uno de esos templos de los dioses, cuando llegué vi que abajo de la montaña habían escaleras grandes y anchas que subían al palacio gigante y antes del palacio habían templos hasta llegar abajo y al inicio del Monte del Olimpo.

—Por suerte, no. ¡Ganaste, Tom! —esa era la voz de Hefesto, me alegraba escucharlo, seguía vivo pese a los dos simples golpes que recibí de Ares.

Recuperé la vista y vi a Hefesto y a Apolo frente a mí.

—Díganme que... Le dí una paliza Ares.

Sus caras cambiaron a unas inseguras.

—No, sólo lo golpeaste y lo mandaste a volar, no recibió tanto daño pero se rindió al ver que estabas mal.

Refunfuñé varias veces, no le gané y se rindió por mí. ¡Carajo!

—¡No le gané! —me levanté y vi que la parte superior de mi cuerpo estaba al descubierto, tenía un moretón en el abdomen.

—Ni estuviste cerca —y Hefesto con su ayuda. Vaya...

Me levanté de una cama del cuarto del templo.

—¿De quién es el templo?

—Mío —respondió sorpresivamente Ares, entraba a la sala donde estaba y se acercaba con una sonrisa.

(Ni un rasguño con el golpe que le acerté)

—No puede ser, ni siquiera algo... —murmuré mirándole el lugar donde le dí.

—Al menos te defendiste —dijo él —, eres fuerte, pero no como para derrotar a alguno de nosotros. Supuse que tenías que enojarte para sacar el poder de Zeus.

—Es una mala manera —comenté apático.

—Mira el lado bueno: los dioses quedaron fascinados con tu acto, pero Zeus no, estaba serio y se fue sin decir nada —contó Hefesto.

—¿Y ahora qué?

—Hera dijo que fueras al mundo real, ella iba a hablar con Zeus acerca de ti —reveló Apolo, entonces esa diosa que estaba al lado de Zeus cuando me presentaron era la mismísima Hera, esposa de Zeus —. Yo te llevo.

***

Me despedí de Ares y de Hefesto, le dije a Apolo que ni siquiera pude despedirme de Afrodita, él me dijo que Hefesto y ella eran pareja, algo que quedó marcado dentro de mí y que no podía creer.

Volví a la tierra pero estaba en uma montaña un poco alejado del centro de Atenas, estaba lejos de encontrar a Jessie. Muy lejos. Estuve caminando por unos largos instantes para estar ya en la ciudad, fue muy difícil bajar de la montaña y buscar una ruta. Estuve buscando a Jessie, los había encontrado casualmente en el callejón donde nos reunimos antes.

—¡Oye! ¿Dónde estabas? —preguntó Mort, él tenía treinta años y Jessie treintaidós. Mort era de cabello oscuro y alborotado, de ojos negros mientras que Jessie es de cabello rubio y ojos claros y con un poco de barba. Ares me pidió guardar el secreto de mi poder y de los dioses, así que tenía que mentirles.

—Me... Perdí —por suerte creyeron eso, antes era muy olvidadizo y tonto, pero ya no. Ellos vieron mi ropa que era la que tenía Apolo.

—Qué buen look, te ves bien, pareces un guerrero —comentó Mort.

—E-Es robada.

—Ya lo sabemos —dijo Jessie sin impresión.

Los tres éramos inseparables cuando estábamos juntos, pero no siempre estábamos del todo juntos, éramos ladrones y teníamos que irnos a diferentes lugares y separarnos en el proceso y encontrarmos por casualidad en cualquier lado o reunirnos en otro lugar planeado. Mort y Jessie se fueron a hacer cualquier cosa, yo me fui a un bosque desolado de Atenas a entrenar mis habilidades; no sabía cómo usarlos, tenía que sacarlos de alguna forma sin tener que enojarme y hacerme fuerte haciendo flexiones y abdominales, o escalando árboles al menos.

Estuve todo un día meditando a ver si lograba algo para sacar mis nuevos poderes pero nada, estuve intentando varias veces sacar mi poder pero era inútil, me sentía inútil sin poder usar mis rayos. Ya no robaba, de vez en cuando Jessie me encontraba y decía todo lo que hizo, pensaban cambiar sus vidas, cosa que estuve de acuerdo, los cambios son buenos, pero requieren mucho esfuerzo.

—¿Por qué haces flexiones en medio de un bosque? —me preguntó Mort, ellos estaban conmigo mirando cómo hacía ejercicio; como no podía enfocarme en mis poderes, decidí hacer ejercicio para fortalecerme, hacía mas de doscientas flexiones por día y más de cien abdominales, era trabajo arduo pero todo para mejorar y para impresionar a Zeus y sus dioses.

(Y diosas)

—Para hacerme fuerte —respondí entre jadeos.

—Pues vas bien —comentó Jessie, ya tenía unas semanas haciendo esto pero no era suficiente, necesitaba más tiempo, pero ya se me notaban mis abdominales pero no mis pectorales, yo trepaba ramas gruesas de árboles y subía para fortalecer mis brazos. De vez en cuando los rayos de mi cuerpo salían por sí solos y cuando tomaba consciencia desaparecían como si nada. Haciendo ejercicio me creía Hércules, pero no le llegaba a los talones, no era nada.

Pasaron cinco meses, cinco meses de trabajo sin descanso y aún no sacaba a flote mis poderes pero mis músculos ya progresaron, tenía bíceps, pectorales y abdominales, pero no como Ares, ese sí era todo un dios, pero algo es algo. Nunca más volví al Olimpo ni tampoco recibí señales de los dioses, parecen que me olvidaron, se deshicieron de mí, o eso pensaba.

Un día, mientras hacía flexiones, recibí una visita inesperada.

—Has trabajado muy duro, ya hace cinco meses que se te notan tus esfuerzos y ganas para fortalecerte —dijo una mujer cerca de mí repetidamente sacándome de mi rutina.

Me levanté y dirigí mi mirada adonde provenía tal voz, una voz serena, entre lo grave duro y lo agudo dulce. Esa mujer estaba sentada en la rama gruesa de un árbol alto.

—Lo siento, pero no me sé su nombre, sé que estaba en el Olimpo, pero nunca la conocí —le dije apenado, su cabello era castaño oscuro y sus ojos eran de color miel, era toda una belleza, tenía una espada guardada en su espalda, llevaba un faldón casi igual a la de Afrodita pero ésta era de combate y parecía una guerrera, no era flaca, parece que tuvo entrenamiento, o tiene.

—Entonces es un gusto al fin, Tom McFly. Soy Atenea, la Diosa de la Guerra y la Justicia.

—Dígame, ¿es mejor en batalla que Ares? —le pregunté como un bobo con ansias por saberlo.

—Aún eso no se decide —respondió ella, se nota que quiere saber quién es el mejor. Bajé de nuevo y seguí haciendo flexiones.

—Pensé que me olvidaron —cambié de tema.

—No fue así, siempre te hemos observado desde el Olimpo, tu cabello rojo llama mucha la atención.

—Eso lo sé muy bien, soy especial —sonrío con arrogancia irónica.

—Tal vez. Ya se puede notar tu fuerza... —me detengo y la miro, ella me recorre con su mirada todo mi cuerpo con una voz un tanto coqueta y sorprendida de mi esfuerzo —Pero aún falta sacar tu verdadero potencial.

—No es fácil, todo se da con el tiempo.

—Supongo que ya sacaste a flote tus poderes, veamos de qué estás hecho; le diste un fuerte golpe a Ares pero vamos a ver cómo te va conmigo —sacó su espada y se posicionó para atacarme.

—¡Espere! ¡Aún no sé cómo usarlos! —le avisé antes de que me hiciera algo con su espada, puso expresión de decepción y guardó su espada.

—En ese caso, sigue trabajando.

Bajé de nuevo y volví a hacer flexiones para ella, para enorgullecer y complacer a una diosa.

—¿A qué se debe su inesperada visita? —no esperaba a alguien como ella aquí, no después de hace ya un largo tiempo.

—No me enviaron, si es lo que piensas. Vine por mi cuenta. Vi que querías hacerte fuerte, pero necesitas a alguien que lo haga, que te enseñe a ser fuerte —dijo mirando los árboles a los alrededores con total atención —, me refiero a entrenarte y hacerte un guerrero; ahora que tienes los poderes de Zeus, eres considerado un Semidiós no perteneciente en el Olimpo, aun así siendo un mortal y todo...

—¡¿En serio?! —¡genial! ¡Soy reconocido por los dioses!

Ella suspiró.

—Sí, y ahora te entrenaré. Serás mi aprendiz, te enseñaré a blandir una espada y a hacer algo más que ésto.

—Yo no he aceptado nada... —ella se mandó sola y yo no dí un "sí" como respuesta. Como Semidiós, ahora tengo el derecho y la oportunidad de revelarme, si es que en realidad soy uno y me consideran uno.

—Y no lo espero. Tienes que sacar afuera tus poderes —mientras seguía haciendo flexiones, ella se sentó en mi espalda dándome peso extra, era mejor tener peso y malo a la vez, pero lo mejor de todo es que sentía su trasero en mi espalda, y eso me inspiraba mucho —. Tienes lo necesario para aprender a blandir una espada. Mañana lo haremos.

—¡Sí, señora! —grité y ella rió un poco con satisfacción, ahora hablar con ella y sentirla me dio muchos ánimos.

***

Al otro día Atenea me llevó a su templo en el Olimpo y me dio una de sus espadas y me enseñó a blandirla a nivel básico, era toda una experta y una excelente tutora en estas cosas; ella me ocultaba, nadie más que ella sabía que estaba aquí en el Olimpo y no me dejaba salir fuera de su templo, estaba escondido ahí.

Los días pasaron y ya sabía cómo utilizar una espada, le agradecí a ella y siguió entrenando mi cuerpo y mi habilidad para blandir el arma. Un día tuvimos un pequeño combate de espadas en su templo y Hermes escuchó el ruido rechinante que hacían las espadas al chocar pero Atenea le mintió y lo alejó.

Un día descansando después de entrenar me pidió que le contara mi historia, mi origen.

—Yo soy huérfano, nunca conocí a mis padres, de seguro uno de ellos dos tenían mi color de cabello, siempre quise conocerlos o saber el origen de mi vida pero dos chicos en ese tiempo me encontraron y me adoptaron.

—Mort y Jessie. Apolo les echaba un ojo pero ahora cambiaron.

—Así es, éramos inseparables y sobrevivíamos haciendo robos entre  pero ya todo cambió. ¿Sabe? Nunca me he quejado de mi vida, nunca fui negativo ni nada y nunca me esperé entrar, por accidente de un dios, al Olimpo y tomar un poder que no era mío.

—El rayo, en vez de matarte, se unió a ti y te dio poderes.

—Entiendo. Tal vez Zeus me odie por eso...

—Tal vez sí. Tal vez no. Sólo te ve incapaz y no merecedor de su poder ya que no lo has liberado.

—Aún busco la forma —lo entiendo, y no lo culpo, tal vez me vea como culpable y mi presencia hizo un revuelo en éste lugar.

—Mira el lado bueno: has progresado. Tal vez le pida a Ares que pelee contigo de nuevo.

—¡No, definitivamente no! —negué sobresaltado y ella rió por eso —¡A-Aún no estoy listo, pero pediré la revancha algún día!

—Sería interesante de ver para ese entonces. Como regalo, le pediré a Hefesto que me haga una espada mejor y única para ti.

Me emocioné un poco pero lo oculté.

—¿E-En serio?

—Por supuesto. Te la has ganado. Sé que no tienes hogar pero quiero que sepas que aquí, en mi templo y bajo mi manto, tienes uno, aunque lo nieguen y no lo merezcas de verdad. Te quedarás conmigo.

—Se está arriesgando mucho —era muy arriesgado y temía por ella, temía en que se metiera en un problema por mi culpa.

—Todo por el próximo Aprendiz de Zeus.

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:,)

(Sólo pondré eso)

:,) :,) (': (':

(': :')

Éste capítulo es uno de mis favoritos porque ahora entramos a una nueva etapa en la vida de Tom con Atenea, mi diosa favorita que amo con el alma, por eso hice que fuera ella quien lo buscara para hacer un HOMBRE a Tom. ¿Quién dice que los dioses son malos? Mi Atenea es buena y le va a dar una espadita al pelirrojo. ¿Qué opinan ustedes? No olviden votar dándole a la estrellita, apreciaría mucho su apoyo por la historia.

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