Capítulo 12

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"El universo da diversas señales, desde corazonadas hasta sonidos que parecen divinos, hay una fuerza más grande que te controla, pero siempre puedes cambiar el destino, tan solo un paso en falso, o una mala palabra en una frase puede arruinar todo, solo hay un dilema ¿puedes evitar una muerte"

Estaba leyendo el libro que Madame Rose me prestó, aquellas palabras encajaban perfecto en mi situación, pero me era muy extraño, pues miles de personas sienten lo mismo que yo.

Y eso último, ¿se pudo haber evitado la muerte de V?, con alguna pequeña acción, en aquel entonces pensaba que nunca lo sabría, cuando en unos años ya no tendría más preguntas.

Sostenía el libro fuertemente con mis manos, evitando que las páginas sueltas se fueran por la brisa del aire, me encontraba afuera de la Universidad, sentada en una pequeña banca, esperando a que mi padre saliera y me llevara al trabajo.

-te he vuelto a encontrar -una voz masculina me llamó, rápidamente cerré el libro y levanté mi mirada para verle, era aquel alumno que acudió a la tienda ese día, había recortado su cabello rubio- ¿cómo estás? -preguntó con una sonrisa-

-bien -volteé para a otro lado, intentando no ponerme tan incómoda- ¿y tu? -no se me ocurrió más-

-cansado -dijo mientras se sentaba a mi lado- tu padre es muy exigente, el examen de hoy ha sido lo peor

-así es él -solté una pequeña risita- solo estudia mucho -le di un consejo-

-cierto -nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que él cambió de tema- escuchar la música de BTS me relaja, ¿sabes?

-me pasa lo mismo -no quería hablar de ello, así que rogaba internamente porque callara-

-pero desde la muerte de V me he sentido mal, lo recuerdo mientras reproduzco los discos y no lo sé, lo extraño

Bajé la mirada, él me expresaba su pensar sin conocerme, pero yo no era así, y honestamente no sabía que responder, pues me afectaba mucho hablar de V.

-¡_____! -escuché el grito de mi padre, por lo que me levanté rápidamente y me dirigí a la entrada de la universidad, donde él se encontraba-

-dígame -debía tratarle con más respeto en su trabajo-

-ha surgido una junta de último momento -me explicó- ¿puedes irte sola a casa?

-sí, está bien -no mencioné nada más, y di media vuelta en dirección hacia la estación de trenes-

-¡Dumont! -mi padre llamó al chico, tan solo hice una mueca, esperando que no le hablara por mi- acompaña a mi hija, debe ir a trabajar.

《Joder》
Fue lo único que pensé, Dominique sonrió, y se levantó rápidamente para caminar a mi lado.

-¿te gustaría ir a comer? -se escuchaba emocionado-

-mis jefes me esperan para la comida -le negué la invitación-

-¿y si vamos por una malteada?, mañana, después de la escuela -seguía insistiendo-

-estoy muy ocupada -intenté rechazarlo amablemente-

-por favor, solo será una malteada, conoceme -rogó- y si no soy de tu agrado prometo que no te hablaré nunca más

Como decía el libro, "tan solo un paso en falso, o una mala palabra en una frase puede arruinar todo", no sabía que en aquel momento mi vida cambiaría para siempre, pues había encontrado un reemplazo de amor, de quién no me enamoraría, tendría que fingir, y su única función conmigo solo sería dejar legado familiar.

¿Era un error?.

-de acuerdo

Dominique sonrió, y susurró un "sí", logró su cometido.

La historia sería diferente a partir de ahí, él no era un mal hombre, estaba lleno de amor, era guapo, pero no mi tipo, quizá el resto de chicas pensaban que estaba loca, me cuidaba, no era celoso, teníamos intereses similares, pero mientras él se enamoraba yo solo le tomaba como mi mejor amigo.

Él fue mis primeras veces en la vida, pero Madame Rose tenía razón, no había sentimientos, fingía felicidad, los besos simplemente era como un toque y ya, nunca fui expresiva, y Domique lo entendió.

No volví a hablar de mis sueños, ni de lo que Madame Rose dijo, el libro se mantuvo escondido, y estaba dispuesta a llevarme el secreto a la tumba.

Mi corazón y alma le pertenecían a V, y simplemente esperaba el momento de mi muerte para reencontrarme con él.

Los años pasaron, para mis padres Domique fue el hombre perfecto, Madame Rose y Monsieur Albert le conocieron, y opinaron lo mismo, no estuvieron presentes en mi boda, murieron.

Estaba tan vacía de sentimientos, mis padres estaban felices por no ser como el resto que obligaban a sus hijos a contraer matrimonio, pensaban que estaba con Domique por amor, cuando realmente la que me obligaba era yo misma, con tal de no estar sola, y tener a un amigo.

Mis amigas también pensaban que yo era feliz, todas se casaron menos Alessia quien mantuvo su promesa de estar sola.

La única felicidad que tenía fue mi triunfo en el arte, logré mi sueño de restaurar aquellas grandes obras, toqué los lienzos sobre los que Van Gogh y Da Vinci habían pintado, para seguir conservandolas y que las siguientes generaciones amaran el arte tanto como yo.

La tienda de Madame Rose y Monsieur Albert se quedó para mi, pues ellos no tenían hijos, en su testamento dijeron que todo se vendiera, y así fue, con el dinero compré los otros dos locales que estaban a su diestra y siniestra, para así construir una galería de arte, en honor a ellos dos.

Eran las pocas cosas que me hacían feliz, el resto era fingido, aparentaba la vida perfecta, con el esposo indicado, pero cada día deseaba más mi muerte.

Sentía demasiada impotencia, tan solo quería escapar y perderme hasta mi último día, no aguantaba respirar, y nadie me entendía, no sabían que tras mi sonrisa había una triste historia de desamor.

Hasta que llegó una bendición a mi vida, mi primer hija Marie, quien sería de gran importancia en mi siguiente vida, solo que en ese momento no lo sabía.

Cuando me enteré del embarazo estaba angustiada y triste, no quería traer al mundo a un bebé que creciera en una familia llena de falsedad, al menos por mi parte, tan solo pensaba en que tenia al padre equivocado, y a una madre infeliz.

Lloré por tantas noches al respecto, pero un buen día tan solo decidí levantarme, y comenzar a vivir por ella, pues no era su culpa lo que pasaba a mi alrededor, ella tendría una vida diferente y solo rogaba porque fuera feliz con o sin alguien.

Y así en 1962 nació Marie Dumont, su piel era demasiado pálida, sus ojos verdes, y su cabello de un castaño opaco, era la niña más hermosa del mundo.

A sus dos años no se comportaba como los demás bebés, era demasiado tranquila, y poco quejosa, podía ir al trabajo con ella, no hacía ni un solo ruido, era como si no estuviera ahí.

Mientras ella seguía creciendo yo llevaba en mi vientre a sus dos hermanos, en Noviembre de 1964, a un mes de que nacieran, me reuní con ex-compañeros de la universidad, y junto a otros tres decidimos inaugurar mi galería de arte con nuestras obras.

Volvía a ser feliz por mis hijos, aunque los recuerdos por V nunca se iban de mi mente, cada noche antes de dormir, como si fuera una oración, repetía en mi mente la letra de Mikrokosmos, y recordaba el momento con él, era el único cariño que sentía, y al menos por unos segundos estaba bien, después volvía a la realidad, y debía depender de tres niños.

El día de la exposición, mis secretos serían revelados a alguien más, después de Madame Rose nadie supo al respecto, pero la visita de aquel hombre me hizo hablar.

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