Capítulo 3:

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Huelo el aroma a alcohol y poco a poco abro mis ojos. Los cierro levemente al sentir demasiada luz para mi gusto.

— Está despertando, doctor Jackson — dice una mujer vestida de enfermera.

— Gracias al cielo, ¿estás bien? — pregunta mi salvador.

— ¿Qué me pasó? — digo aturdida encontrándome en una camilla.

— Estás en el hospital, nos quedamos atrapados en el ascensor. ¿Recuerdas? — asiento a todo lo que a dicho.

— Tengo que irme, ya es tarde — trato de levantarme, pero él me detiene.

— No, acabas de despertar, tienes que darte unos segundos para reaccionar. Te he sacado unas muestras de sangre, las mandaré al laboratorio — frunzo el ceño.

— ¿Que eres? ¿Médico? ¿Profesor? — preguntó desconcertada.

— Ambas profesiones, suelo ser médico cuando lo necesiten y cuando tengo que suplir algún doctor. Mientras nadie me necesite soy un simple profesor de medicina — explica  provocando un asentimiento de mi parte.

Se pone el aparato médico en los oído para escuchar mi corazón latir. Lo coloca en donde están mis pulmones y me hace respirar.

Agarra la pequeña linterna para ver mis pupilas.

— Violet, búscale agua. Está un poco deshidratada — me hace abrir la boca y sacar la lengua — ¿Eres anémica? ¿Padeces de Hipoglucemia? — pregunta y niego.

— No, suelo ser una persona muy sana. Aunque desde hace unos días, me siento cansada, es normal — le aseguro. No creo tenga nada malo, quizás fue el momento de estrés que acabo de vivir.

Y en cuanto a estar cansada, debe ser por lo agotador que han sido estos días.

La enfermera me trae el vaso de agua y opto por tomarla.

— Tenias varias llamadas perdidas en tú teléfono de un tal James y me tome el atrevimiento de marcarle a ese número — abro mis ojos.

— Dime que no lo hiciste, dime que no marcaste ese número. No le dijiste nada de lo qué pasó verdad — pongo mis manos en su pecho y el me observa confundido y ¿preocupado?

— Hice lo que creí era lo correcto, le expliqué el accidente del ascensor y dijo que venia para acá — cierro mis ojos, no puede ser.

Esta es la excusa perfecta para que ahora James, desista de la idea de dejarme estudiar. De seguro se agarrará de este asunto para decirme que es peligroso, que lo mejor es quedarme en casa y seguir ayudando a su madre.

— Siento mucho si me equivoqué en llamarlo, pero se le escuchaba bastante preocupado — ruedo mis ojos, sí, muy preocupado.

— Lo sé, no te preocupes te disculpo — le aseguro mientras analizo su rostro, mis manos aún están sobre su pecho.

— Hemos pasado muchas cosas y todavía no sé tu nombre — dice curioso y voy a responderle.

— ¿Donde está? — escuchó su voz y seguido de eso veo sus ojos verdes. Se queda observándonos un momento y es cuando reacciono y aparto mis manos del pecho de Damián.

Acto seguido lo aleja de mí para acercarse a abrazarme. Trato de apartarme un poco incómoda, mientras él da besos en todo mi rostro.

— ¿Estás bien? ¿Qué te paso?— pregunta preocupado.

— Estoy bien, James — le aseguro apartándome un poco. Puedo ver por encima del hombro de James, el rostro confuso del profesor.

— Voy a demandar ese lugar — dice y niego rotundamente.

— Tú no vas hacer nada, es un accidente a cualquiera puede pasarle — le pido y el niega.

— Disculpe señor, pero su novia está bien — le asegura Damián.

Siento el cuerpo de James tensarse para luego darle la cara.

— No es mi novia, es mi esposa — gruñe con celos.

Los ojos de él me observan con confusión. Claro, no sabía estaba casada. Si antes dijo que yo no había hecho nada malo, ahora debe pensar que sí lo hice.

— No lo sabía, de todo modos mande unas muestras de sangre al laboratorio del hospital y en dos días tendrán lo resultados. Dentro de todo ella está bien. Aunque le aconsejo que cuide bien su alimentación, ya me dijo que a estado muy cansada — dice Damián  escribiendo algo en un papel — Aquí tiene unas vitaminas. Los dejo solos, pero antes necesito su nombre para ponerlo en las muestras — sus palabras crean algo extraño en mi.

— Kylie...

— Kylie Anderson — James me interrumpe, ruedo mis ojos detesto cuando marca territorio — Le quedó claro — gruñe molesto y tomó su brazo.

— James — digo apenada.

— Hasta luego — Damián, se despide de este incómodo momento y lo veo salir del cubículo.

— Es un inepto — dice mientras suelto su brazo incomoda por la situación.






Dejo mi bolso aún lado y me siento sobre la cama. Un día demasiado largo para mi gusto. Damián, dijo que en dos días salen los análisis que me mando a realizar. Solo deseo acostarme y no despertar hasta mañana.

— Comienzo arrepentirme de haberte permitido volver a la universidad — dice, lo que tanto temía. Sabía diría algo como eso.

— No es culpa de la universidad, es un accidente — le aclaro mientras me pongo de pie.

— No, es culpa de la negligencia que existe en ese lugar. Si mantuvieran todo monitoreado jamás te habrías quedado encerrada. Pudo haber pasado a mayores, no entiendes que pudo pasarte algo mucho peor — gruñe, como siempre exagerando.

— Mejor dime que estás buscando el pretexto perfecto para que me quede aquí de brazos cruzados — suspiro exasperada, harta de sus malditos celos enfermos y maldita obsesión por sobre protegerme.

— Lo único que hago es protegerte. ¿Por que no lo entiendes? — dice molesto.

— Por favor James, ni si quiera puedo hacer ejercicio como la gente normal en un gimnasio. Por si no lo recuerdas me pediste que si quería hace ejercicio tenía que hacerlo aquí en casa — le recuerdo y él gruñe.

— Es por tu bien — me asegura.

— ¿Por mi bien? O más bien por tú bien — lo señalo — Por favor ni si quiera soportas que los hombres me miren — le doy la espalda.

— En que momento cambiamos de tema, aquí el problema real es que estuviste en peligro — me toma del brazo dándome la vuelta para que lo vea.

— Por favor, no pasó nada y no creo que la gente muera por estar encerrados por unos minutos en un elevador — ironizó y sus ojos verdes me observan furioso — Además no estaba sola — le recuerdo y su rostro se desencaja.

— ¿Quien era ese pusilánime? ¿De dónde lo conoces? — pregunta rascando su barba.

— No le digas así, si él no hubiera estado no sé que yo habría hecho — defiendo a Damián, provocando que él se acerque de manera intimidante hacia mí.

— No has contestado mi pregunta, cariño — acaricia mi mentón.

— No tengo idea de quién es ¿Contento? — miento de manera sarcástica — ¿Qué? Ahora también vas a sentir celos de un total desconocido — me burlo y su rostro se enfurece.

— ¡Basta! — grita y harta de todo lo empujó a la cama. La única manera que conozco en la que sé que se puede contra él es esta.

— ¡Basta tú! — gritó subiéndome sobre él.

Observo su rostro, por unos segundos. No lo soporto, pero solo serán unos minutos. Luego la discusión acabará y podré hacerlo cambiar de opinión.

Desabrocho los botones de su camisa de manera salvaje, mientras me muevo sobre su parte baja provocando que gruña y me pegue contra él.

Se da la vuelta el quedando sobre mí y quitando el cinturón de mi pantalón. Quita mi pantalón de manera desesperada.

Termino de quitar mi blusa y desabrocho mi sostén. Él termina de quitarse el pantalón y se sube sobre mí. Besa mi abdomen mientras cierro mis ojos.

Relajo mi cuerpo para que no se de cuenta de todos los malos sentimientos que él provoca en mi. Muerde y besa ambos senos a su antojo.

Gimo de incomodidad al sentir como muerde mi pezón derecho. Termina de bajar mis bragas y abrir mis piernas.

Atraigo su rostro a mi cuello y lo besa con pasión. Jadeo mientras arqueo mí espalda. Sus manos se posan en mí cintura mientras él besa mis labios de manera voraz y hambrienta. Aprieto con mis manos las sabanas al sentir su miembro entrar en mi de una embestida.

Llevo mis manos a su espalda mientras comienza a deslizarse con fuerza y de manera profunda dentro de mí.

Gemidos se escuchan por toda la habitación.






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