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N/A: Les fallé... pidoperdon :(
Así que les traigo esta humilde ofrenda, esperando que disfruten de ella y puedan perdonarme😪

En fin, no olviden escuchar la canción cuando empiece el show de Kira🔥

PD: Tampoco olviden dejar sus estrellitas y comentarios si es que les va gustando la historia y quieren saber que sucede después😏

Ahora sí, a leer...

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KIRA.

Mi vista se pierde contemplando las luces de los grandes edificios de la ciudad. Ha iniciado la época en la que el frío te congela hasta el culo cuando el sol comienza a ocultarse.

El taxi entra a la zona donde se encuentran todos aquellos lugares donde la gente puede venir por las noches a divertirse. Existen lugares para todos los gustos y necesidade; bares y clubes para quienes vienen a beber o bailar, karaokes para los que les gusta cantar, y hasta lugares más oscuros para aquellos que tienen una mente y gustos más retorcidos; son esas personas que sólo desean saciar sus deseos pecaminosos sin importar cómo lo hagan. En éste sitio nadie se queda sin diversión.

—Hemos llegado, señorita. —la voz del taxista me saca de mis cavilaciones. Parpadeo.

Retiro la mirada de la ventanilla y rebusco en mi bolso el efectivo.

—Aquí tiene. —paso mi brazo por sobre el asiento del conductor y le tiendo el billete—. Muchas gracias, pase buena noche.

El hombre toma el billete mirándome por el retrovisor y me regala una cálida sonrisa. Se la devuelvo.

—Gracias.

Abro la puerta. Al bajar me coloco la capucha de mi gabardina y acomodo mi bolso en mi hombro al tiempo que escucho que el hombre de edad media habla de nuevo.

—Tenga cuidado, esta zona se vuelve un tanto peligrosa a ésta hora. —advierte notablemente preocupado—. Y más para una joven como usted deambulando sola por éstas calles.

Le sonrío.

—No se preocupe, tendré cuidado. —lo tranquilizo.

Es agradable saber que aún existe gente que sin conocerte, se preocupa por tu bienestar.

Él asiente con una mueca en el rostro, no muy convencido y yo doy media vuelta para empezar a caminar rumbo a la entrada trasera de mi lugar de trabajo.

El enorme letrero en colores neón iluminan un poco la solitaria calle que tengo frente a mí; es normal que se encuentre vacía, pues todos se encuentran ya dentro de los establecimientos. Al pasar por la entrada principal del lugar se puede oír el eco de todo el bullicio que hay ahí dentro.

Maldigo para mis adentros; voy tarde.

Apresuro mis pasos. Si el frío no me mata, entonces lo hará Emilia si no llego a tiempo para el show estelar.

Doblo al llegar a la esquina y me adentro en el oscuro callejón donde se encuentra la puerta trasera del Strip Club, que es por donde todas las bailarinas entramos para dirigirnos a nuestros respectivos camerinos y prepararnos para nuestra presentación.

Al llegar, tomo la perilla y abro la puerta de madera oscura para adentrarme al lugar. A un metro alejado de la puerta se encuentra uno de los guardias de seguridad.

Me quito la capucha y frotándome las manos para generar un poco de calor en ellas, camino por el pasillo en dirección a los camerinos. El guardia me saluda cuando paso por su lado.

—¿Otra vez tarde, Kira?

Rio por lo bajo.

—Tuve un día bastante ajetreado, Derek. —me excuso. Es imposible ocultar la mueca que se forma en mi rostro tras recordar la razón por la cuál he llegado tarde al trabajo, de nuevo.

—¿Lo de siempre? —cuestiona.

—Sí, lo de siempre —afirmo desganada.

No me pasa desapercibida la mirada de lástima que tanto odio ver en las personas que saben de mi situación.

—Si necesitas algo…

—No necesito nada —lo corto tajante—. Ya debo irme.

Me apresuro a retomar mi camino sin darle oportunidad de alegar nada.

Al entrar a mi camerino rápidamente empiezo a buscar todo lo necesario para el show de esta noche. Una vez listo todo, me siento frente a la peinadora y empiezo con mi maquillaje. No es que me agrade mucho cargar con kilos de base en mi rostro, pero en mi trabajo es indispensable captar la atención de todos los que presencian el show. Y no sólo eso, sino que cada presentación en conjunto con el vestuario debe ser magnífica. Hablamos de un baile erótico, por el amor de Dios. Provocarle una erección a todos esos hombres que vienen cada noche a observar un striptaese es el contrato asegurado en éste trabajo. En pocas palabras, mi obligación es dejarlos cachondos, sí o sí. Hasta ahora lo he logrado, y en consecuencia, algunos hombres se acercan a Emilia para solicitar un baile privado por el que pagan una buena suma de billetes.

Es también la razón por la que decidieron dejar mis shows cómo la presentación estelar de cada noche.

Minutos más tarde he terminado y me encuentro completamente lista.

Observo mi figura en el espejo de cuerpo completo.

Ésta noche voy vestida con un diminuto y ajustado disfraz de policía que hace resaltar cada una de mis curvas, llevo unas botas negras que me llegan hasta las rodillas y por último, pero no menos importante, la gorra de faena que llevo en la cabeza. El maquillaje que me he realizado me ayuda a resaltar mis facciones y la hacen ver más finas, llevar mi cabello rubio suelto en unas bonitas ondas, también me favorece, dándome un aire sensual y atrevido.

Me gusta lo que veo.

La puerta de mi camerino se abre y Emilia entra a paso apresurado.

—¿Estás lista? —pregunta con respiración agitada. Me da un escaneo rápido antes de responderse a ella misma—. Ah, claro que estás lista.

Suelto una pequeña risa.

—¿Qué te parece? ¿Crees que llame la atención de los clientes? —interrogo con una media sonrisa dibujada en mis labios.

Eleva una de sus definidas cejas oscuras.

—¿Estás de broma? —cuestiona—. ¿Acaso habido una noche en la que no hayas llamado la atención de todos esos hombres?

—Supongo que no.

—Mi cuenta bancaria confirma que no. Ahora, apresúrate que tu show empieza en unos minutos. —me apremia.

Ella se da la vuelta y sale del camerino.

Minutos después la imito, tomando el pasillo que lleva al enorme escenario donde se encuentran las barras que solemos usar para el baile.

Conforme se agota la distancia, las palmas de mis manos aumentan su humedad. Es inevitable sentir esos nervios cada vez que estoy a punto de presentar mi show. Es tener que soportar todas esas miradas lascivas sobre mí, y algunos que otros tipos más repugnantes que se toman el atrevimiento de ofrecerme dinero a cambio de acostarme con ellos, cómo si fuese una prostituta.

No señores, ese no es mi trabajo.

Yo sólo tengo la obligación de presentar un buen baile erótico, y nada más.

Entre mis obligaciones no se encuentra tener que bajarles la calentura también. Eso ya ven ellos cómo se las arreglan.

Y tampoco es cómo si éste trabajo lo hubiese elegido por gusto; más bien fue por necesidad.

Una maldita necesidad.

—¿Estás lista? —la voz de Matt (mi mejor amigo y presentador) me hace reaccionar y darme cuenta que ya he llegado a la parte trasera del escenario.

—Eh, sí —asiento.

—Bien, porque ya subiré a hacer la presentación —me informa—. Tranquila, lo harás espectacular.

Vuelvo a asentir.

Él no dice nada más, sólo me regala una sonrisa tranquilizadora y se marcha hacia los escalones de mármol oscuro que dan paso al escenario.

Yo por mi parte me dedico a controlarme. Limpio mis manos en el pequeño vestido para quitar la humedad en ellas. No quiero que el sudor haga resbalar mis manos de la barra y me haga caer de culo contra el mármol. «Cómo si no te hubieses caído antes» Susurra la molesta voz en mi cabeza.

Y esa es la razón por la que no quiero que eso suceda, porque sé que duele como el infierno.

La voz de Matt a través del micrófono llega a mis oídos.

Suelto un suspiro.

—¡Ha llegado el momento que todos estaban esperando! —se escucha—. ¡El show que todos anhelan ver! Llegó la hora de que suba a éste escenario la mujer con la que todo hombre fantasea, la que todos desean. La chica que hace a todos los hombres arder, la que levanta objetos sin necesidad de tocarlos. La envidia de Afrodita. La única e inigualable; la hermosa ¡Kira! Pero cuidado, porque esta noche ha venido para llevarse a todos aquellos que se han portado mal. ¿Es ese un castigo o una bendición?

No sé si su presentación la hace en serio, o sólo porque es mi mejor amigo.

De cualquier manera, me ha subido la autoestima.

Bien, llegó el momento del show…

Subo al escenario. Los gritos, aplausos y algunos que otros silbidos no se hacen esperar.

Las luces se vuelven tenues sobre el escenario y la música empieza a sonar.

Camino a paso lento y moviendo mis caderas de un lado a otro de manera sensual hasta llegar al centro del escenario sin dejar de jugar con la porra que llevo en mi mano derecha. Le doy la espalda al público y nuevo mi cuerpo al son de la música, pasando mi mano izquierda por mi cuerpo, recorriendo desde mis muslos, mi entrepierna, vientre y hasta subir lentamente a mis pechos, mientras la porra la mantengo por encima de mi cabeza. La hago girar aún arriba y afirmo su gruesa punta en el mármol para después ir bajando mis caderas hasta quedar de cuclillas y levantarme de un rápido movimiento, pero sin olvidar poner en punta mi trasero para resaltarlo y darles un vistazo de él al momento de erguirme.

Vuelvo a posicionarme de frente a todos esos hombres que seguro me comen con la mirada, pero no les presto atención, yo solo me concentro sólo en mi coreografía y nada más.

De pronto, un cosquilleo me atenaza las entrañas. Trato de ignorarlo; lo malditos nervios siempre jodiéndome.

Lanzo a un lado la porra y el gorro de policía mientras empiezo a caminar hacia la barra.

La tomo con ambas manos y me impulso para dar un giro con una de mis piernas enroscadas en él. De nuevo miro hacia el público y por un pequeño momento mis ojos se encuentran con una mirada oscura y una sonrisa torcida. Nuevamente el cosquilleo se hace presente.

Hago caso omiso a lo raro que ha sido eso y me concentro en continuar con el baile.

Con el frío material del tubo pegado a mi espalda, comienzo a bajar la cremallera del vestido que tiene en la parte de adelante. Voy bajándolo lenta y provocativamente, con una sonrisa seductora en mis labios y mirada coqueta. Eso es algo que nunca debe faltar en una presentación.

El vestido cae al piso, dejando al descubierto el conjunto de cuero negro que consiste en un sujetador que a duras penas cubre las aureolas de mis pechos y una diminuta tanga de hilo.

Los gritos del público aumentan.

Y es tan irónico que me sienta observada cuando soy consciente de que tengo más de cincuenta pares de ojos sobre mí.

Mis ojos recorren de nuevo el lugar, en busca de esos ojos que por un instante me hicieron temblar, y no demoro tanto en encontrarlos mirándome de vuelta. Le sonrío provocativamente; ésta vez no tengo que fingirla, salió bien naturalita. Lo cual me asusta, porque jamás coqueteo con ningún cliente, al menos no de forma voluntaria.

«La putería de Amanda se te está pegando» Ay, no.

Y así, sin cortar el contacto visual continuo moviendo mi cuerpo apoyándome de la barra.

Cómo si sólo le estuviese bailando a él.

Me sujeto con fuerza del tubo metálico e impulso mis piernas hacia arriba para terminar enroscándolas en él y evitar caerme. Entonces, cuando me aseguro de que mis piernas no resbalaran, retiro mis manos del tubo y empiezo a tocar mis pechos, recorriendo mi abdomen con ellas hasta llegar a mi entrepierna y me sorprendo al ver que el hombre de ojos oscuros hace lo mismo, llevando su mano a su entrepierna cómo si de esa forma pudiera aliviar algo que lo está incomodando. «Es porque ya le provocaste una erección, tonta». Mi respiración se agita de sólo pensarlo.

Santa madre de las erecciones.

Para el acto final de mi show, voy elevándome para poder llegar a lo alto del tubo. Frotando mi cuerpo en el proceso; desenrosco una pierna y equilibrándome con la otra y mi brazo izquierdo. Y así, me dejo deslizar con mi pierna izquierda y mi brazo derecho extendidos en el aire. Frotando mi entrepierna en la fría barra mientras mi cuerpo desciende hasta quedar recostada con el cabello esparcido en el piso, la respiración agitada y los músculos de mi cuerpo cubiertos por una fina capa de sudor sintiéndose también un poco adoloridos por el esfuerzo físico al tiempo que la música termina.

—¡Qué alguien llame a los bomberos! La diosa Kira ha incendiado éste lugar una vez más, señores.

La gente estalla en aplausos, silbidos y gritos llenos de palabras obscenas. Ugh.

Finjo una última sonrisa para todos y sin más, bajo del escenario. No sin antes sentir por última vez el peso de su mirada.

Sí, sé que es él.

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La diosa Kira:

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