Capítulo 8

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Los ojos de Taehyung se movían de un lado a otro pretendiendo leer un libro junto a su pareja en la terraza posterior, zona en la que se encontraba la piscina. Dongun trabajaba desde casa ese día y él decidió salir para acompañarlo. De algún modo, esa actividad estaba resultando un poco difícil de llevar a cabo. Es que, tener desfilando delante de él a Jungkook y sus amistades en aquella piscina con sus torsos desnudos, le hacía pleitear por el objetivo de su atención.

Usualmente, cuando estaba con su prometido, no había mucho que le llamase la tensión. Aunque fuera difícil de creer, se sentía cómodo a su lado, querido, atendido, no había mucho que le interesara mientras él estuviera presente. Ahora, cuando estaba solo, las cosas eran muy diferentes.

Él era inteligente, cuidaba lo que tenía. Estaba ahí por decisión propia, sus motivos eran claros, estabilidad, una buena vida con todo lo que eso conllevaba. Dinero, de este se derivaba todo lo demás, el poder, la estabilidad y muchos etcéteras. No necesitaba motivos más fuertes que ese, querer vivir bien y sin problemas. Existían muchas personas que eran cruelmente obligadas a ellos por terceros, ese no era su caso, fue una decisión propia que hasta el momento mantenía sin arrepentimientos.

Existían demasiados tipos de intereses, migratorios, educacional, de salud o simplemente el deseo de algo mejor, tal cual sucedió con él. No ejercía la prostitución abierta, simplemente no se acostaba con cualquiera y quien lo hiciera, algo debía reportarle fuera económico o no, pero de amor no se vivía. Cuando el hambre, las necesidades y las calamidades entran por una puerta, el amor salía por la ventana.

Hasta hacía meses atrás, con sus títulos escolares, se le ofrecían los mismos trabajos que aquellos que no tenían ninguno. Envió los papeles a muchas escuelas y universidades durante tres años solicitando al menos media beca sin tener éxito. Cuando habló de esto con Dongun, este inmediatamente envió personalmente los papeles, una semana después, recibió aceptación no de una, sino de cuatro colegios, tres internacionales y uno en el país.

Es que con dinero y poder, poco valían los papeles. Lo comprobó durante mucho tiempo, y sinceramente, era difícil dejar escapar lo bueno una vez que ha sido probado. Por eso se mentalizó, más allá del dinero, a pesar de que no era el hombre de sus sueños, el señor Jeon le brindaba muchas cosas que no estaba dispuesto a dejar ir. Él era el rey de los caballitos de oro, sin embargo, ese día sus ojos continuaban yéndose hacia uno de los príncipes de ese reino.

Al principio sus piernas temblaron cuando los amigos de Jungkook se le acercaron para saludarlo porque estos lo habían visto en aquel club. Supo que el pelinegro disfrutó de la escena, no los detuvo cuando se acercaron a Dongun y él, incluso llevaba una sonrisa cínica en su rostro. No protestó, no evidenció su nerviosismo, simplemente llevó la plática por otro camino hasta que el mentado Jimin y Sincheng decidieron regresar a la piscina junto al menor de los Jeon.

Ese pelinegro de físico de en sueño, con tatuajes hermosos y piercings que hasta ese momento no se permitió recordar. Esos shorts de nailon que se pegaban a sus muslos y hacían notar un bulto que él ya había conocido. Ese cabello negro y mojado que goteaba sobre ese rostro puro, su cuello, su endemoniado abdomen. Cerró los ojos y suspiró, concentrándose en el libro que sostenía, volviendo a mirar disimuladamente por encima de este ahora que el menor caminaba hacia una toalla para secarse.

Si fuera otro, no pasaría nada, pero había en su cabeza esta llama extraña que se avivaba cuando recordaba que no era un cuerpo desconocido. Sus manos se habían posado en él, su boca lo recorrió, se perdió en él hasta hacerlo gemir perdiéndose en un orgasmo, lo hizo eyacular más de una vez. Taehyung cerró sus ojos acariciándose superficialmente sus clavículas, recordando aquella escena que ahora volvía a repetirse y que hasta el momento no había olvidado. Maldición, iba a ser difícil luchar contra esos pensamientos infames cuando lo tenía constantemente paseándose frente a él.

— Iré a buscar algo para los chicos. — Mencionó viendo el asentimiento que le dio su prometido sin apartar la vista de su ordenador. Se incorporó metiendo los pies en las sandalias, dejando el libro de lado para ir hacia la cocina. — ¿Podría algunos bocadillos para los visitantes y algunas bebidas? Si desea yo podría llevárselos. — Musitó al encontrarse con la señora Uhm.

— No se preocupe, señor Kim, yo misma se los llevaré.

— Pero yo podría ayudarla, no me es problema. — La señora lo miró de un modo no tan amigable, pero esto poco le importó al peligris. Aceptó la bandeja que esta le dio con una sonrisa y se alejó hacia la piscina. — Les he traído algo de comer, las bebidas vienen en camino. — Anunció colocando la bandeja junto a una mesa de cristal situada al lado de Jungkook.

Por un momento, Taehyung esperó que este lo ignorara completamente, así le pareció hasta que notó el modo en que su vista se perdió por el cuello de su camiseta blanca, fijándose en sus clavículas. Siendo atrapado, el pelinegro rápidamente, pero con naturalidad, se colocó las gafas que traía en la cabeza en los ojos y miró hacia el cielo, sin poder ver como el labio inferior del mayor se perdía entre sus dientes.

— Muchas gracias, eres muy amable, Tae. — Musitó un Jimin divertido, admirando en silencio el rostro y los músculos en el cuerpo de Taehyung.

Quizás por su atuendo de camiseta blanca y un pantalón de hilo del mismo color, ancho, se veía mucho más varonil y masculino que cuando lo vio aquella noche en el club. Si en aquel momento le dijo a Jungkook que era su tipo, ahora lo corroboraba.

— Nada que agradecer, espero que lo disfruten. — Le sonrió antes de alejarse hasta el lugar que había estado tomando, retomando el libro.

Jimin veía a la distancia la ligera interacción del señor Jeon con su prometido, Sincheng continuaba de igual modo mirando aunque un poco menos discreto porque esa situación le seguía pareciendo rara. De hecho, al enterarse de que Taehyung era el nuevo padrastro de Jungkook, fueron a la casa solo para verlo con sus propios ojos y molestarlo un poquito.

— Es que los comprendo, yo también lo quisiera. — Murmuró Jimin ganándose una mirada de su amigo que discretamente le siguió la mirada hasta ver que observaba a Taehyung. — ¿Por qué chasqueas la lengua? ¡Está divino!

— Bueno, adelanten es todo tuyo, aunque no creo que te vaya a hacer mucho caso. Mi padre es el tercer empresario más influyente y con buena posición económica en el país, si no eres uno de los dos que están por arriba de él, estás perdiendo tu tiempo. — Habló con desinterés. — Apártate de ahí, no dejas que el sol me dé. — Agitó su mano para que Jimin se moviera.

— ¿No te interesa? — Indagó Jimin cuando Sicheng regresó al agua y él se ubicó junto al menor. — Es decir, te gustó.

— Como me pudo haber gustado cualquier otra persona. No es que me haya enamorado ni nada por el estilo. Ya deja de hablar de eso en la casa, ¿quieres? No tenemos quince años para estar discutiendo constantemente sobre qué hicimos o con quién cogimos. Nos viste, de acuerdo, ahora borra ese jodido día de tu memoria.

— Bueno, lo siento, tampoco te pongas así. — Jungkook no volvió a decir palabra, solo se quedó allí acostado por casi quince minutos antes de levantarse para ir hacia su habitación, ignorando tanto a su padre como su prometido en el proceso.

Es que más allá, de cualquier gusto que pudiese existir, siempre sería raro ver a una persona con la que aunque sea un intercambio de flirteo se tuvo haciendo lo mismo con un conocido, amigo o familia, peor con un progenitor. Se sentía incómodo y por momento injurioso hacia toda su vida, hacia su padre a pesar de no haber tenido conocimiento de esto.

Ver a Taehyung paseándose con su padre, verlo besarlo, como lo besó a él, verle tomarle la mano como se la tomó a él, intimar como lo hizo con él. El recuerdo de haberlo escuchado e incluso visto literalmente follándose al hombre que lo procreó, persistía en su mente. Lo peor era que con el paso de los días no diminuía, solo aumentaba los contradictorios pensamientos.

Todas esas cosas se agitaban en su mente mientras tomaba una ducha tras despedir a sus amigos. Siguiendo las reglas de su padre, ya había pasado el tiempo suficiente en esa casa, no quería volverla a pisar en un buen tiempo, preferiblemente, nunca. No obstante, no era del todo posible y lo sabía, lo que hacía todo más embarazoso por un lado y molesto por el otro.

La única vez que se sintió tan extraño y con una vergüenza igual, fue el día que se le confesó a Yoongi cuando cumplió la mayoría de edad. Ese fue el momento más vergonzoso de su vida porque su hyung ni siquiera le respondió correctamente. Lo primero que hizo fue reírse sin creerlo, luego, se le quedó mirando como si hubiese dicho la peor blasfemia y esto fue suficiente para que Jungkook quisiera esconder su cabeza como avestruz.

Se encerró en su habitación por semanas, descendiendo solamente cuando era obligatorio. En algún punto le hizo frente a ese fatídico momento pretendiendo al igual que el mayor que nada había pasado. Ni siquiera recordaba cuando ese enamoramiento pasó, duró bastante tiempo, pero no recordaba el momento exacto en el que miraba al mayor sin nervio, temor, ignominia.

Fue como si él simplemente admitiera que sus sentimientos junto a Min no tenían cabida y este pretendiera que todo fue un juego, un amor esporádico que llegó y se fue al mismo tiempo. De algún modo quizás fue mejor así, eso que creyó no superar simplemente dejó de importarle hasta que se desvaneció y así esperaba que ocurriera con lo que sentía en ese momento.

No estaba enamorado ni mucho menos, sí, era cierto que Taehyung fue ese desconocido con el que fue fácil hablar. Incluso con amistades o personas desconocidas, se podía tener esa química o confianza de hablar de todo, contar hasta la cosa más íntima, fue una sensación familia.

Se sintió cómodo y atraído por él, su personalidad, el modo en que lo retaba incluso con la mirada, ofreciéndole un desafío, algo que él amaba. Jungkook era un hombre competitivo con todas las de la ley, aunque competía por diversión o cosas que realmente le remuneraran algo, mismo si el placer de ganar algo siempre era satisfactorio.

Saber que él pudo conquistar ese reto, que sobresalió por encima del resto. Simplemente, la sensación de ganar no se podía comparar con nada. De alguna forma, se sintió como un vencedor junto a ese hombre que le brindó un glorioso reto.

Tenía la confianza suficiente para saber que ese sujeto podía volver a estar en su cama con el chasquido de sus dedos si así se lo proponía, con una palabra podía hacer que su padre se alejara, pero ninguna de las dos le apetecía. Era como si simplemente estar alejado Taehyung y cualquier cosa que lo envolviera fuese mucho mejor, además, los problemas con su padre siempre eran mejor evitarlos.

— ¿A dónde vas? — Indagó Seokjin al encontrarse con su hermano en el garaje general de su casa al descender del vehículo que conducía su asistente.

— Me voy a mi apartamento, creo que ya pasé aquí el tiempo suficiente. — Espetó jugando con el llavero que tenía en la mano. — ¿Tú qué vas a hacer? No te preocupes, vendré a despedirte mañana.

— No hace falta. — Respondió el mayor despidiendo a Yoongi con un gesto. — No me iré mañana, tengo asuntos que atender aquí en Corea del Sur y por ahora tendré que trabajar desde aquí, al menos temporalmente. De cualquier forma, mi estadía se extenderá.

Una sonrisa se mostró en el rostro del menor, que su hermano se quedara era agradable, una buena noticia en mierda de tanta mierda rara. Con un suspiro, se acercó para abrazar a su hermano. Este que se quedó completamente quieto viendo esa actitud que calentaba su corazón, cuando su hermanito se comportaba como solía hacerlo de niño, buscando refugio en él cuando se sentía mal.

Desde que tenía recuerdo, él cuidó a Jungkook, de hecho, él fue casi todo lo que el pelinegro tuvo como refugio, hermano, madre e incluso padre aun cuando su madre vivía, aún después de que la mujer que les dio la luz una noche simplemente se colgara en el salón de su casa.

Fue Jin quien la descubrió, fue quien intentó bajarla llorando porque por segundos, la vio antes de que cualquier rastro de vida se fuera de su cuerpo. Todavía temblaba, toda ella se retorcía en acera soga que colgaba de la antigua lámpara que aguantó su peso. La llamó en grito, intentó levantarla, coger la silla con la que se ayudó a subirse para ubicarla debajo de sus pies.

Para cuando su padre y nana aparecieron seguidos de algunos trabajadores, no quedaba mucho por hacer. En medio de ese revuelo, lo primero que hizo Seokjin estando aún en trance, fue con doce años limpiar su rostro y correr hacia su hermanito de siete para que este no viera nada. Le dio la mejor sonrisa y le abrazó inventándole una excusa para el revuelo.

Sostuvo su mano cuando su padre buscaba la forma de explicarle que no la verían más. Fue él quien estuvo a su lado en el entierro, el hombro donde siempre se apoyaba su hermano, ese que corría cuando lo escuchaba llorar en la noche o le ofrecía su cama cuando se colaba en su habitación triste necesitando un abrazo. Por eso lo conocía tan bien, él descifraba al pelinegro mejor que cualquier persona, incluso Jungkook mismo.

Por eso estaba consciente de lo abatido y confundido que el menor se encontraba en ese momento. Su corazón golpeó con fuerza, molesto por lo que causó que estuviera así, pero todo lo que hizo fue permitir el abrazo mientras acariciaba su cabeza y luego alejarlo.

— ¿Quieres que vaya contigo? — Jungkook negó dándole una sonrisa.

— No, tengo cosas que hacer, prefiero sinceramente estar solo. ¿Te escribo mañana? — El mayor asintió dando un paso lejos del vehículo donde su hermano estaba a punto de subirse. No estaba muy seguro de que Jungkook realmente estaría acompañado, le parecía más una excusa para que él no fuera, pero la aceptó tranquilo.

— Mi teléfono está encendido a todo momento, solo tienes que enviar un mensaje a cualquier hora.

— Hyung, descansa, eres capaz de pasarte la noche en vela esperando algún mensaje de mi parte. Estoy genial, de hecho, hoy me veré con alguien, así que descuida. — El tono de su voz comenzó a disminuir cuando vio como su padre salió a toda prisa, logrando que Jin se volteara también para ver como el chofer de su progenitor le cerraba la puerta al auto estacionado en la entrada. — ¿Qué pasó? ¿Algo relacionado con el trabajo?

— Lo más probable, pero que eso no te importe. Él a lo suyo y tú a lo tuyo. — Negó moviendo por reflejo su reloj para alejarse. — Vete ya. — Jungkook asintió montándose en el auto y, tras agitar la mano lanzándole un beso, arrancó.

Seokjin entró en la residencia observando como el peligris estaba acostado en el sofá leyendo algo tranquilo. Miró a la señora Uhm que se le acercó para llevarle de comer y no pudo evitar incomodarse.

— Ajumma, envía a otra de las personas de servicio a para que atienda aquí al señor Kim. Su horario laboral ya terminó, está aquí solamente para cuidar de Jungkook y de mí. No se exceda en sus tareas. — Comentó caminando con las manos en los bolsillos de su pantalón hasta donde estaba Taehyung. — Vaya a hacer lo que le pedí, Ajumma, si mi padre dice algo yo se lo ordené. — La mujer asintió y aunque dubitativa, se retiró. — En esta casa lo que sobra es personal, Ajumma es la encargada del personal, no tu sirvienta personal, no lo confundas.

La señora Uhm era lo más cerca a una madre que en verdad tuvo, la única persona fuera de Jungkook que bajaba sus muros y podía llegarle, por eso siempre la defendía. De hecho, él la despidió ofreciéndole una manutención, su padre accedió a ponerle también un apartamento, pero ella no quiso irse y dejarlos o ser mantenida sin hacer nada, por eso aún estaba trabajando allí por su cuenta, viviendo en uno de los chalets. No obstante, una cosa era que ella siguiera trabajando y otra que abusaran de su trabajo.

— Ella está para lo más importante, si deseas a alguien para tus caprichos, pídele a cualquier persona. — Espetó mirando desde su lugar al peligris que lo observaba sin inmutarse. — Espero que no se vuelva a repetir esto.

Sin esperar una respuesta, caminó con paso elegante, preciso y calmo hacia la escalera por la que desapareció. Taehyung rodó los ojos cansado, no quería discutir sin necesidad, él simplemente le pidió a esa señora que le llevara algo, quizás por costumbre, no porque quisiera explotarla. Despejó su frente cubierta por su cabello volviéndose a acomodar una fina bandana que había mantenido en su muñeca enrollada.

Fue después de entrada la noche que la ansiedad acumulada en Taehyung durante algún tiempo hizo de las suyas. Estuvo caminando de un lado a otro en su habitación hasta que se decidió a llamar un taxi y vestirse. La última vez que intentó halar con Jungkook, este simplemente lo cortó sin dejarse expresar, no obstante, no podía continuar pendiendo de ese hilo que en cualquier momento podría quebrarse por su cuenta o por alguien más. Quedaban dos semanas para casarse, no quería que absolutamente nada dañara eso.

Prefirió llamar a un taxi que hacer uso del chofer designado para él, no quería ir al edificio de su hijastro con alguien que le decía a su prometido cada paso que daba. Definitivamente no le mentiría, buscaría la mejor forma de excusar que en efecto había ido a verse con Jungkook, solo omitiría el verdadero motivo para ello. Una verdad a medias que pudiera cubrirle el rastro.

Inexplicablemente extraño encontrarse en la entrada de aquel lugar, esta vez fue dejado en la entrada porque el taxi no tenía autorización para incursionar en el estacionamiento. Al no llevar a un inquilino, por seguridad tenía que aparcar justo en la entrada del edificio. Eso era exponerse más de lo gustado, pero después de todo, no haría nada malo. En verdad estaba ahí para hablar con el hijo de su prometido, no con el hombre con quien justo ahí había tenido un fin de semana maravilloso.

Mirando el imponente lugar, inhaló profundamente para calmarse y exhaló agitando sus tensos brazos. Al comienzo intentó hablar con el de seguridad y recepción para indicarle que necesitaba pasar, pero este solo le dijo que si no estaba informado, a esa hora no se le podía molestar a los inquilinos. Que simplemente llamara al visitante y que este lo autorizara. No obstante, cuando llamó a Jungkook, su teléfono estaba apagado.

Tuvo que optar por mostrar la tarjeta que lo identificaba como parte élite del grupo Jeon, alguien de la familia. Solo con esto, el hombre le permitió pasar tras dar un corto aviso al apartamento. En contra de sus deseos, sus pensamientos por momentos se difuminaban, los besos que allí compartieron. Las risas cómplices, sus manos tomadas.

Los abrazos, esas cosas en las que no se permitió pensar desde que falsamente le dijo que lo llamaría una vez que se estableciera en London. Era claro que no podía darle un número, tampoco lo iba a llamar, solo no quiso en aquel momento responderle su buen trato con una negativa completa.

Metro ochenta, pies descalzos, un pantalón gris deportivo que dejaban ver no solo buenos muslos, sino también una pronunciada entrepierna escondida tras la tela. Una entrada abdominal que formaba una perfecta V, ocho cuadrados perfectos, pectorales pronunciados, un cuello tatuado con algo que a simple vista no pudo diferenciar y un cabello increíblemente negro cayendo sobre su rostro recibió Taehyung.

Confundido, miró a su alrededor para asegurarse en el piso adecuado, Jungkook vivía en el veintiuno. Era ese, los números dorados en la pared frente al ascensor así se lo confirmaban. Después del piso quince, solamente había un apartamento por nivel, por ende, tampoco era la puerta equivocada. Ahí vivía su hijastro, pero ese que le abrió la puerta, definitivamente no era él.

¡Hola! 🙈
Aquí les dejo un spoiler de quién abrió la puerta para Tae. Jeong Jaehyun de NCT.

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