Capítulo Final

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Sus pies deambulaban sin un rumbo fijo por las calles de Seúl. Veía la ciudad que lo vio nacer, la que le daba y quitaba todo constantemente. Entre millones de personas, él era un individuo más entre aquellos que observaban a su alrededor desde el río Han. Fue gracioso porque muchas veces pasó por allí en su adolescencia, corriendo o caminando junto a Hoseok, también solo. Ya en su adultez, siempre pasaba en algún vehículo sin mirar a los lados, olvidándose del sitio con la taza de suicidio más alta del país.

"... pero no te entrometas en mi camino, señor Kim Taehyung, porque te dejaré tan arruinado monetaria y mentalmente, que vas a desear correr hasta el río Han y lanzarte del primer puente por el que pases."

Jungkook le había dicho esas palabras al día siguiente de descubrir que él era la pareja de su padre. Tal parecía que el pelinegro tuvo una premonición de lo que se avecinaría, aunque no fuese lo suficientemente exacto.

Monetariamente, estaba bastante arruinado, no fue estúpido, guardó algo, pero no lo suficiente como para mantener el estilo de vida que deseaba y al que se había acostumbrado. No pasaría del año haciendo los mismos gastos. Sin embargo, tenía para comenzar una nueva vida sin mucho estrés, al menos al inicio, no podía predecir el futuro. Mentalmente, ahí si estaba jodido, no tenía ideas claras y continuaba percatándose de cosas nuevas cada día, cosas que por años ignoró.

Sí, deseó correr hasta el río Han y en ese instante, estaba parado arriba del primer puente por el que pasó. Si bien no deseaba lanzarse porque había batallado demasiado en su vida como para dejarse vencer de ese modo, no podía ocultar que pensaba en cómo sería todo si muriese justo ese día. No más luchas, no más preocupaciones, no más miedos o temores, no más personas o esos tediosos sentimientos de los que huyó por tantos años. La respuesta era sencilla, todos seguirían viviendo y en pocos días o semanas, a lo mucho, estarían riendo como si nada hubiese pasado.

Había perdido el soporte que fue Dongun durante tanto tiempo, había perdido a Jungkook, la persona que le hizo experimentar cosas que a día de hoy continuaba descifrando y evaluando. Park Seojoon le había escrito pidiéndole explicaciones mucho antes de que todo estallara, de que ocurriera todo ese desastre, pero cuando intentó contactarlo después, ya no contestó a sus llamadas o mensajes y terminó bloqueándolo.

Fue divertido que a pesar de no pensar en él, Johnny, quien alguna vez fue su prometido, le escribió para que lo dejase fuera del escándalo, huyendo una vez más como una rata que sentía el barco hundirse. No fue una sorpresa, simplemente un recordatorio para Taehyung. Jimin había tomado un poco de distancia de su vida desde que intentó besarlo, sabiendo que estaba con Namjoon, según el mayor, para evitar que ocurriese cualquier cosa que pudiese dañar su relación. Lo quería, le caía bien, pero no confiaba en Taehyung lo suficiente como para permitirle esa cercanía.

Choi Wooshik había desaparecido de su vida hacía mucho tiempo, todavía recordaba la imagen de su cuerpo sin vida cuando su esposo lo llevó a aquel almacén aparentemente abandonado. Sin embargo, aquello fue como un flash efímero porque no lo volvió a ver. No hubo noticias de su desaparición y, a decir verdad, no quería averiguar si aquello que vio fue real o un simple juego siniestro de su imaginación. Así que eso lo dejaba únicamente con Hoseok, era el único que de alguna manera seguía a su lado, mismo si su relación todavía continuaba en un período de prueba no dictaminado. Todavía quedaba cierta incomodidad que iba disminuyendo con los días, pero persistía entre ellos. Comprendía esa situación, así que Taehyung respetaba el sentir de su amigo.

Tras mirar su reloj, metió ambas manos en los bolsillos de su pantalón negro y camino suavemente por aquel puente. Llenando sus pulmones del aire limpio que gozaba su país ese día. Al parecer su suerte no era tan mala, no había contaminación ese día. Los colores del atardecer bañaban su ciudad y le acompañaron hasta su destino. Entrar en ese hotel fue una lluvia de recuerdos que lo empapó, cuando subió al elevador y entró al club en el que sus ojos por primera vez se cruzaron con los de Jungkook, sintió en su pecho una punzada diferente, no quedaba ni rastros de la adrenalina que una vez experimentó.

— Llegaste. — La voz de Hoseok llegó junto con su sonrisa. — Llegué un poco antes, así que ya estaba en el lugar que reservamos. — Era el mismo que tuvieron aquella noche. — Pidamos algo para beber.

Pasaron casi dos horas antes de que otro grupo llegase, uno muy similar a ese que conoció una vez. La gran diferencia era que en esta ocasión, Seokjin también formaba parte. Todo el cuerpo de Taehyung se tensó cuando vio a los hermanos Jeon, a Yoongi, Namjoon, Jimin y también Singchen.

Jungkook había pasado un día de cierta forma en familia, no pudo ver a su padre, pero incluso su nana estuvo ahí para prepararles una deliciosa comida y acompañarlos hasta la tarde. Su idea era irse a casa, descansar antes de partir al día siguiente, pero Singchen declaró que no permitiría algo semejante, debían despedirse entre risas y bailes, así que Jimin secundó la idea, antes de darse cuenta, todos estaban subiendo al último piso de ese hotel.

El club, poco iluminado, bullía con el sonido de la música, las voces mezcladas y las copas que tintineaban. Era un lugar donde la gente buscaba consuelo, donde podía olvidarse momentáneamente del peso del mundo exterior, algo que necesitaba con tesón para su última noche en Corea del Sur. Le gustaba que su club se reservase el derecho de admisión y que, pese a siempre tener gente, no se atiborrara, que quedase espacio para estar tranquilo.

Sin embargo, en medio de aquel mar de cuerpos en movimiento, dos pares de ojos se encontraron y sus miradas se fijaron en un agridulce reencuentro.

Taehyung estaba de pie al borde de la pista de baile, con el corazón latiéndole con una mezcla de expectación y temor. Sostenía su copa y había estado mirando a Hoseok bailar con alguien más cuando los vio a todos entrar. Sus penetrantes ojos avellanas escrutaron a la multitud, buscando a la única persona que aún ocupaba un lugar importante en su alma, aunque él no supiese a ciencia cierta cómo, cuándo o por qué el pelinegro se volvió tan importante para él. Los recuerdos de sus noches apasionadas, comenzando por esa primera, cuando se encontraron justo allí, mañanas llenas de risas y besos robados inundaron su mente, mezclándose con el dolor de la pérdida que se había instalado en lo más profundo de su ser.

Y entonces, allí estaba. Jungkook, quienes los escritores de romance describirían como su gran ser amado, surgió de entre la multitud, con sus ojos azabaches encendidos por una miríada de emociones. El tiempo transcurrido sin verse como dos amantes había grabado en su rostro líneas de arrepentimiento y tristeza, un eco del dolor que ambos habían sufrido. Cuando sus miradas se cruzaron, el tiempo se detuvo y el peso de su historia compartida se posó sobre sus hombros.

Al principio, su mal llamado amor había sido un torbellino de excitación y deseo desenfrenado auspiciado por la adrenalina, lo prohibido, el juego. Habían bailado por la vida, impulsados por una intensa conexión que parecía inquebrantable. No obstante, con el paso del tiempo, se fueron formando grietas que revelaron la fragilidad de su relación. Las vibrantes tonalidades de su amor se desvanecieron gradualmente en tonos de melancolía.

Ahora, en ese encuentro fortuito, sus ojos hablan un lenguaje que ya no pueden articular. La nostalgia bailaba en el fondo de sus miradas, entrelazada con el dolor y una pizca de arrepentimiento. Era un reconocimiento silencioso de lo que se había perdido, la amarga verdad del que una vez fue un amor infame alcanzando su capítulo final.

El ambiente del club se convirtió en testigo invisible de sus palabras no pronunciadas. La música sirvió de telón de fondo a su dolor compartido, ya que se encontraban a escasos metros de distancia pero separados por un abismo insalvable de emociones. Era como si el tiempo se hubiera plegado sobre sí mismo, permitiéndoles revivir momentáneamente la pasión que una vez compartieron, al tiempo que les recordaba la angustia que había acabado por separarles, todas las mentiras, los errores, el daño y el dolor.

No intercambiaron palabras. No era necesario. El pasado ya lo había dicho todo. Sus ojos, dos ventanas a sus almas atormentadas, transmitían una infinidad de sensaciones: anhelo, angustia y la conmovedora constatación de que su amor podría catalogarse como una hermosa tragedia. Porque ahí seguían, había pasado tanto tiempo desde que se conocieron, desde que esas almas infames se entrecruzaron, que era casi inaudito ver como después de tantos sucesos y las decisiones finalmente tomadas, ellos seguían de cierta forma estancados en el mismo lugar; dos personas que recién comenzaban un correcto desarrollo aunque este no fuese el más positivo o feliz.

A medida que avanzaba la noche, Jungkook y Taehyung acabaron dispersándose entre la multitud, cada uno cargando con el peso de su historia conjunta. El club seguía palpitando con vida, pero para ellos se había convertido en un santuario silencioso donde se enfrentaban a los restos de su infame amor.

Y así, bailaron en mundos separados, unidos para siempre por un amor que les había dado forma, les había marcado y, en última instancia, no les había dejado más que el dolor de lo que podría haber sido, de lo que fue y de lo que jamás volvería a ser.

+++

Todos lo saben, pero siempre sorprende e impresiona ver las jugarretas de la vida, como esta se divierte con las personas a su antojo, sin darles una brecha para que puedan escapar. Porque, seriamente, ¿cuáles son las posibilidades de encontrar a tu expareja en el aeropuerto el día en el que finalmente abandonas tu país natal?

La sala de espera VIP del bullicioso aeropuerto de Incheon era un oasis de tranquilidad en medio del caos. Taehyung y Jungkook se encontraban sentándose en extremos opuestos de la sala, sus miradas evitaban el contacto directo, pero eran dolorosamente conscientes de la presencia del otro. El peso de sus emociones no resueltas flotaba en el aire, mezclado con la anticipación de su inminente partida.

A medida que pasaban los minutos, el silencio entre ellos se hacía más palpable, la única compañía era la de sus maletas y la del personal que en ocasiones se acercaba para preguntarles si precisaban alguno de sus servicios.

— Es curioso encontrarte justamente hoy y aquí. — Taehyung finalmente rompió el silencio. Recién se habían vuelto a ver la noche anterior en aquel club, ambos recogieron sus pertenencias y fueron hacia el aeropuerto sin dormir apenas. — Buenos días.

— Buenos días, Taehyung. — Jungkook le correspondió el saludo en voz baja. — Tienes razón, es bastante sorprendente verte aquí en estos momentos.

Había visto las maletas cuando fue a buscar sus pertenencias en aquella casa que una vez compartieron. Tenía el conocimiento de que eso podría ser sinónimo de un viaje, aunque no tenía motivo para pensar que sería internacional. Bien podría haber querido partir hacia cualquier otra ciudad de Corea, incluso dentro del mismo Seúl, a algún nuevo apartamento. Pero claro, su memoria le recordó el pasaporte que había visto y el billete dentro de él, eso aclaraba que Taehyung había estado pensando en irse del país al igual que él.

Apenas plausible, ambos tuvieron una escueta conversación que fue más bien como un saludo cordial, con un deje de melancolía en sus voces. Ninguno de los dos se atrevía a pronunciar las palabras que les ardían en la lengua, las preguntas que no se hacían: ¿Adónde vas? ¿Qué será de nosotros? ¿Cómo fue este el fin?

Finalmente, el silencio en el cual ambos se sumieron, pretendiendo que miraban sus teléfonos, llegó a su fin cuando se anunciaron sus respectivos vuelos por los altavoces de la sala. Jungkook y el peligrís se levantaron al mismo tiempo, sus movimientos se reflejaron como guiados por una fuerza invisible, como un titiritero que movía todos sus hilos simultáneamente. Uno al lado del otro, caminaron por el pasillo de la terminal, sus pasos en perfecta sincronía. Parecía como si el destino hubiera conspirado para mantenerlos juntos, aunque solamente fuera por esos fugaces momentos.

En el fondo de su corazón, Kim esperaba que sus caminos convergieran, que embarcaran en el mismo avión y encontraran consuelo en la compañía del otro, aunque únicamente fuera por un rato más. Pero al llegar al final del pasillo, la realidad se abatió sobre él con cruel precisión. Estaban separándose, destinados a puertas diferentes que les conducirían a destinos distantes.

La gravedad de la separación se apoderó de ellos y cada paso era más pesado que el anterior. Los dos se giraron, contemplándose el uno hacia el otro, sus miradas transmitiendo una profunda mezcla de nostalgia, seriedad y duelo. Fue un reconocimiento silencioso de la finalidad que les esperaba, la comprensión de que sus caminos se habían separado irrevocablemente.

Absorbieron la visión del otro, memorizándola: la curva de una sonrisa, la chispa de sus ojos, los contornos de un rostro que una vez conocieron íntimamente, que vieron reír, gemir e incluso llorar. En aquel fugaz instante, el tiempo pareció ralentizarse una vez más, siendo considerado y permitiéndoles grabar aquella última imagen en sus corazones antes de la inevitable despedida.

Con un fuerte suspiro, ambos apartaron sus miradas, sus corazones aún cargados de palabras no dichas y capítulos inacabados. Caminaron en direcciones opuestas, cada paso les alejaba más de lo que una vez fue.

Cuando Taehyung embarcó en su vuelo, miró hacia atrás por la estrecha ventanilla y vio por última vez el lugar por el cual Jungkook debía haber desaparecido entre la multitud. El aeropuerto resonaba con el peso de su amor insatisfecho, sus destinos entrelazados truncados por circunstancias ajenas a su voluntad.

Y así, sus aviones se pusieron en marcha, los alejaron, llevándolos en viajes separados hacia lo desconocido. Mientras los motores rugían, Jungkook y Taehyung se perdieron en sus propios pensamientos, con el corazón cargado por el peso de lo que podría haber sido y el agridulce conocimiento de que su infame amor había llegado a su encrucijada final.

En el fondo de sus almas, ambos llevaban el recuerdo de aquella última mirada, un adiós silencioso que encerraba toda una vida de historias no contadas, arrepentimientos y el eterno dolor de un infame amor perdido en los vientos del tiempo.

+++

Sus orejas dolían, pese al gorro que las cubría, el frío invierno ya había hecho mella en ellas. Esa época del año en aquel país británico era bastante gris y fría, desde la nieve que bañaba la ciudad hasta el semblante de los habitantes. No era la primera vez que vivía en Inglaterra, después de casarse con Dongun había vivido allí, pero todo fue emoción, ya fuera por sus estudios, su esposo o las nuevas experiencias lujosas que estaba teniendo gracias a él. Ahora, todo era muy diferente, pisó ese país escapando de Corea, de todo lo que allí dejó.

Con un recipiente de chocolate caliente entre sus manos enguantadas, Taehyung caminaba hacia el consultorio de Wendy Son, su psicóloga. Tras meses de lucha, por fin había encontrado el valor para acudir a terapia, y los once meses siguientes le habían aportado cierta paz, aunque acompañada de un dolor persistente. Son Seungwan había sido profesional y lo suficientemente cordial como para ayudarlo a dejar rápidamente de lado el prejuicio que guardaba hacia los psicólogos después de las no gratas experiencias que tuvo con ellos en su niñez.

El peligrís estaba sentado frente a su psicóloga en un despacho acogedor, con una mezcla de expectación y vulnerabilidad en el aire. Observaba como la mujer se inclinó con sus ojos compasivos fijos en él.

— Buenos días, Taehyung. Me alegro de volver a verte. ¿Cómo has estado desde nuestra última sesión?

— Buenos días, señora Son. — Elevó sus comisuras. — Gracias, me ha ido bien. Ha sido una montaña rusa, pero poco a poco voy encontrando mi sitio en este país.

— Es genial oír eso, Kim. Recuerdo nuestras conversaciones anteriores sobre dejar atrás la fama y empezar de nuevo. ¿Cómo ha sido el proceso para ti? ¿Te estás adaptando bien? — Su tono amable le invitó a compartir sus experiencias, creando un espacio seguro para que él desentrañara la complejidad de sus emociones.

— No ha sido fácil, debo admitirlo. Dejar atrás todo lo que tanto me sacrifiqué por lograr en Corea, la vida que llevaba, el reconocimiento y los privilegios que traía la fama, ha sido un ajuste importante. He estado trabajado duro aquí para construir una carrera partiendo prácticamente de la nada. Ha sido una experiencia humillante, pero también gratificante a su manera.

— Imagino que es todo un reto pasar de un entorno a otro, sobre todo cuando tu identidad anterior estaba ligada a la fama y a todos los inconvenientes que la misma te trajo al final. ¿Cómo has afrontado este cambio?

— Definitivamente, ha sido un proceso de redescubrirme a mí mismo y encontrar un nuevo sentido de la vida. He tenido que empezar de cero, probarme a mí mismo en un sector diferente y construir una red desde los cimientos. No obstante, agradezco la oportunidad de explorar distintas facetas de mis capacidades y pasiones. Es un viaje de autodescubrimiento y estoy aprendiendo a aceptar las incertidumbres que conlleva cuando no tienes a nadie respaldándote.

— Es una actitud encomiable, Taehyung. Se necesita resiliencia y coraje para adaptarse a cambios vitales tan significativos. Además de los retos, ¿hay experiencias positivas o logros que te gustaría compartir?

Taehyung se relamió los labios, permitiendo que su mirada vagara por el lugar y se perdiera en las grises nubes que las ventanas permitían divisar.

— Por supuesto. Aunque ha sido un camino difícil, he celebrado pequeñas victorias por el camino. He conseguido algunos proyectos que me han permitido mostrar mi talento y empezar a labrarme una reputación en este nuevo campo. Ha sido alentador ver que mi duro trabajo da sus frutos, aunque no sea a la misma gran escala que antes. Estos pequeños éxitos me están ayudando a recuperar la confianza en mí mismo y a reafirmar mi decisión de seguir este camino.

Respiró hondo, con la voz teñida de una mezcla de resignación y determinación. Continuó hablando de todos los retos a los que se había enfrentado al empezar de nuevo, del duro trabajo y de las incertidumbres que teñían sus días. La psicóloga escuchaba atentamente y su calidez se filtraba en la habitación. Tras una pausa, desvió la conversación hacia una de las fuentes de sus emociones conflictivas.

— Imagino lo abrumador y confuso que debe ser conocer información tan impactante sobre tu familia. ¿Cómo has afrontado estas revelaciones? — Taehyung se limitó a suspirar, mirando furtivamente hacia sus propios dedos.

—Para ser sincero, ha sido una montaña rusa de emociones. Asumir que mi padre estuvo involucrado con mi marido y que tuvo un oscuro pasado con mi madre, creo que ha destrozado de cierta manera mi percepción de mi propia identidad. He tenido que lidiar con sentimientos de rabia, traición e incluso vergüenza, sabiendo que esa parte de mi vida es de conocimiento público, que la prensa amarillista probablemente sigue sacándole zumo. — Él se había rehusado a mirar cualquier noticia referente a Corea del Sur. — Sabía que ese hombre fue amante de mi marido y después también supe que fue él la mente detrás del asesinato de mi madre, pero unir toda esa información, ya poniéndole una cara al hombre que me procreó, ha sido difícil de procesar.

— Es completamente comprensible que estés experimentando una serie de emociones intensas, Taehyung. Este tipo de revelación puede sacudir los cimientos de tu autoestima. ¿Cómo estás gestionando estos sentimientos?

— Intento ir día a día. He buscado el apoyo de Hoseok, quien es la persona que mejor me conoce, quien junto a mí ha experimentado todo esto. Él me ha acompañado a lo largo de este viaje, pero de cierta forma sigue siendo un poco difícil tocar ese tema cuando nuestros padres son quienes están involucrados. Me ha ayudado a navegar por la confusión y me ha escuchado, creo que eso es lo más importante. Pero hay momentos en los que me siento perdido e inseguro sobre cómo seguir adelante.

— Tener amigos comprensivos y afectuosos puede marcar una diferencia significativa en tu proceso de curación. También es natural tener momentos de incertidumbre y confusión. Podría ser útil explorar estos sentimientos más a fondo en nuestras sesiones y trabajar cualquier emoción no resuelta que puedas tener.

— Me encuentro indeciso sobre si quiero saber más sobre el caso de mi padre o sobre la hermana que me engañó todos estos años. Una parte de mí quiere descubrir la verdad ya pública, pero otra tiene miedo de lo que pueda enfrentar.

Chungha era su hermana, la sobrina de Jungkook también resultó ser sobrina suya, algo más que compartieron sin saber. Sin embargo, estaba consciente de que Chanmi, si bien fue agradable con él y lo ayudó en ocasiones, no estuvo jamás interesada en desarrollar una relación fraternal con él. Sí, eran medios hermanos, pero no se podían considerar familia realmente.

— Es totalmente comprensible sentir conflicto a la hora de buscar más información. El miedo a descubrir más detalles dolorosos puede ser abrumador. Es esencial que sigas tu propio ritmo y estés preparado para enfrentarte a estos aspectos de tu pasado. Podemos explorar los pros y los contras de buscar más información y ayudarte a tomar una decisión que te parezca correcta. Tómate todo el tiempo que necesites, Taehyung. Recuerda, tú tienes el control de tu propio viaje de curación. Seguiremos trabajando juntos, explorando tus emociones y proporcionándote apoyo mientras atraviesas este complejo y doloroso capítulo de tu vida. No tienes por qué afrontarlo solo.

— Agradezco tu apoyo y orientación, significan mucho para mí. — Taehyung asintió sin mirarla y luego volvió a posar la mirada en la ventana. — Saber que cuento con su apoyo me da fuerzas.

— No hay nada que agradecer. Juntos, trabajaremos para comprender, sanar y encontrar una sensación de paz en medio del caos.

Fue entonces que el peligrís la miró, sabía lo que ella esperaba que dijera o al menos mencionara, algo que sin querer se había vuelto una constante en sus encuentros, no en cada uno de ellos, pero resurgía con bastante frecuencia. Ella quería hablar de esa otra fuente de conflicto, el menor de los que una vez fueron sus hijastros, la misma persona de la que él se había enamorado. Sus palabras flotaron en el aire, invitándole a explorar las profundidades de su corazón.

Su mirada parpadeó, con una mezcla de dolor y confusión nublando su expresión. Entregarse por completo al hombre que amaba habría significado desnudar su corazón, su alma y su vulnerabilidad, sabiendo muy bien que nada en la vida era eterno. Y cuando terminara, como inevitablemente ocurrió, tendría la defensa de decir que no lo había dado todo, que no dolía tan profundamente como realmente dolía.

— Entiendo que la ausencia de este otro hombre, tu hijastro y antiguo amante, te ha causado un tremendo dolor. Perder a alguien a quien querías profundamente puede dejar un vacío difícil de llenar. — Taehyung soltó una risa mezclada con un bufido, una acción que la mujer al parecer no dejó pasar porque la vio garabateando su cuaderno. — ¿Cómo has afrontado la confusión emocional que rodea a esta pérdida?

¿Era en serio?

Pocas veces han hablado profundamente de Jungkook, él ha salido a colación muchas veces, pero casi siempre, Taehyung había evitado hablar demasiado de él. Porque para poder expresarse, debía recordar y, cuando lo hacía, se afligía al punto de querer llorar. Era obvia que todavía no había podido afrontar seriamente esa "confusión emocional".

— Ha sido increíblemente difícil, por no decir otra cosa. — Admitió. — El dolor de su pérdida me afecta profundamente, más de lo que alguna vez imaginé. Lo siento como un dolor constante que nunca se calma. Me encuentro añorándole, extrañando la conexión que teníamos, aunque sé que ya no es posible. Es como si me faltara una parte de mí, y me cuesta encontrar el equilibrio en mi vida sentimental.

— En efecto, la pérdida de una relación significativa puede hacernos sentir perdidos e inseguros sobre cómo seguir adelante. Es comprensible que estés experimentando esta profunda añoranza y angustia. — Sí, sí, comprensible, para ella todo era comprensible y eso a veces lo irritaba. Este era el tema que siempre le hacía cuestionarse el estar sentado allí, gastando su dinero en esas terapias. ¿Has podido encontrar algún momento de consuelo que te ayude a atravesar estas emociones?

— Echo de menos no solo la intimidad y la conexión que compartíamos, sino también la sensación de seguridad y consuelo que me proporcionaba mi marido. — Divagó por algunos segundos, recordando la última vez que vio a Dongun y la última vez que vio a su hijo en el aeropuerto. — Sin embargo, aunque echo de menos a mi marido, no se puede comparar con la profundidad del dolor que siento cuando pienso en Jungkook. La intensidad de esa pérdida es abrumadora y me atormenta día y noche.

— Parece que las emociones que rodean a tu hijastro y a tu antiguo amante están todavía muy vivas y profundamente arraigadas. Es importante reconocer y honrar esos sentimientos. El duelo y el desamor pueden ser increíblemente difíciles de manejar, especialmente cuando hay dinámicas complejas implicadas. ¿Has considerado la posibilidad de buscar apoyo adicional, tal vez a través de un consejero de duelo o un grupo de apoyo, para ayudarte a procesar estas emociones?

— Lo he pensado, pero una parte de mí tiene dudas. Temo que volver sobre el dolor y afrontarlo de frente pueda abrir heridas que aún están cicatrizando. Al mismo tiempo, estoy desesperado por encontrar alguna solución y paz en mi interior. No quiero que esta angustia me consuma para siempre.

La voz del hombre temblaba, cargada con el peso de la pérdida y el anhelo. Confesó que la ausencia de su antiguo amante le dejaba un dolor indescriptible, que resonaba en sus noches, robándole el sueño y el aliento. El dolor de echar de menos al hombre que una vez fue su amante superaba cualquier fugaz sensación de seguridad o consuelo que hubiera encontrado en su vida. Era un maldito dolor, enterrado en lo más profundo de su ser, desgarrándole hasta la médula.

Porque el sexo era la mejor forma de divertirse, la única manera que tenía para sentir y hacerle sentir a alguien más que estaba ahí, que no estaba ni estaría solo. Porque con Jungkook todo estaba supuesto a ser una aventura, pero desde esa primera noche en donde lo trató como a una persona con la que estaba iniciando una relación, a pesar de haberlo conocido desde tan pocas horas antes, Jungkook comenzó a cavar en su mente. Después, en su corazón y por último, en su alma. Secándose las lágrimas rebeldes, miró a su psicóloga, con los ojos llenos de desesperación.

— ¿Cómo se puede amar cuando no se cree en el amor? — Preguntó, con la voz cargada de angustia. — Yo no supe cómo amarlo porque no creía que lo que sea que estuviese sintiendo pudiera siquiera acercarse a un sentimiento en el cual no creía. No fue hasta que lo perdí de verdad que me di cuenta de que, más allá de los trucos, la diversión y el juego, Jungkook suponía para mí mucho más, que se había vuelto parte real de mi vida y mis emociones. — Calló buscando calmar su tono, recostándose a su asiento y mirando hacia el techo. — ¿Cómo puede alguien tan impío como yo esperar aferrarse a algo tan bueno para siempre?

La psicóloga lo miró con empatía, con voz suave y tranquilizadora. Reconoció el miedo y la duda profundamente arraigados que le atormentaban, comprendiendo las dificultades que tenía para conciliar su propia percepción del amor con la realidad de sus emociones. Le aseguró que su capacidad de amar, a pesar de sus dudas, no era una medida de su maldad inherente.

El amor, le explicó, es a la vez bello y complejo. Existía en momentos, en conexiones que podían ser frágiles y fugaces. Exigía vulnerabilidad y valentía, y a veces significaba aceptar la posibilidad de un desengaño amoroso. Sin embargo, dentro de ese dolor, le aseguró, yacía el potencial de crecimiento, curación y descubrimiento de un amor que puede resistir la prueba del tiempo.

¿Tiempo?

Taehyung dudaba que a ellos dos les quedase algo que vivir juntos, sin importar el tiempo o la distancia, lo de ellos parecía las cenizas de un cuerpo muerto que ya se expandían hacia el infinito gracias al viento.

Asimiló las palabras de Son Wendy, con el corazón oprimido por el peso de su propio viaje. Sabía que encontrar el amor, creer en su poder, era una batalla personal y continua. Pero en ese momento vulnerable, con el apoyo de su psicóloga, encontró un rayo de esperanza, una chispa que encendió la posibilidad de un futuro en el que el amor podía existir, incluso para alguien como él.

Al final de la sesión, por primera vez sintió una renovada determinación. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, sin garantías de amor eterno. Pero armado con los conocimientos adquiridos en la terapia y el apoyo de su psicóloga, decidió navegar por las complejidades del amor, curar su corazón herido y descubrir el tipo de amor que perduraría. Al menos el amor por sí mismo seguiría vigente.

+++

Ahí estaba de regreso en su país natal con fines profesionales, pero también familiares. En la tranquila soledad de su apartamento, Jungkook se vio arrastrado a las profundidades de sus recuerdos. El entorno familiar de aquel Penthouse servía de inquietante trasfondo a sus contemplaciones, evocando una sensación de melancolía que danzaba junto a los fragantes zarcillos del vino que se arremolinaban en su copa.

Japón le había proporcionado una vía de escape, un santuario donde había buscado consuelo y distancia del dolor que una vez le consumió. Las bulliciosas calles, el idioma desconocido y la vibrante cultura le habían ofrecido un respiro temporal, permitiéndole centrarse en reconstruir su vida y expandir su negocio. Todo esto lo había posicionado como uno de los empresarios más jóvenes y con más éxito en Asia, atrayendo más atención a su nombre y trabajo lejos de la sombra de su padre o hermano. Cuando se mencionaba su trabajo, ya no agregaban un subtítulo que puntualizaba su parentesco, ahora brillaban sus logros.

Sin embargo, a pesar de los progresos realizados, seguía habiendo un raro vacío en su corazón que pensó sería fácil de llenar por su cuenta y sin ninguna otra relación. Las heridas se habían curado, pero las cicatrices de su pasado seguían grabadas en su alma. Había seguido adelante, o al menos lo había intentado, pero el fantasma del hombre al que una vez amó seguía rondando en los recovecos de sus pensamientos.

Al beber un sorbo de vino, la amargura se mezcló con el sabor amargo del arrepentimiento. Ante su mente se agolparon imágenes: momentos de intimidad y risas compartidas, abrazos calmos, besos dulces que no eran sinónimo de pasión, más bien eran un reflejo puro de sus propios sentimiento. Sin embargo, también recordó el punzante aguijón de la traición que había hecho añicos los cimientos de su amor. El dolor de la confianza perdida, antes crudo y abrasador, se había atenuado con el tiempo, pero seguía siendo un recordatorio constante de lo que fue y de lo que nunca volvería a ser.

Porque ningún amor se repetía, ninguno compartía la misma intensidad, inocencia, esperanza o desarrollo, cada experiencia e individuo era diferente, así que no esperaba vivir algo así. De hecho, prefería no volver a experimentar nada de lo que vivió con Jaehyun y mucho menos con Taehyung.

Se preguntaba si se había curado de verdad o simplemente había aprendido a enmascarar el dolor tras una fachada de fortaleza. El negocio que había creado en Japón prosperaba, y su crecimiento era un testimonio de su resistencia y determinación. Sin embargo, mientras el éxito le fluía por las yemas de los dedos, no podía evitar la sensación de que aún le faltaba algo.

El pelinegro anhelaba un cierre, una sensación de finalidad que le liberara de las garras del pasado. Ansiaba encontrar la paz dentro de sí mismo, soltarse por completo y abrazar el presente sin el peso de lo que una vez fue. Pero el corazón, se dio cuenta, es una criatura obstinada, que se aferra a los ecos del amor, incluso cuando la lógica dicta lo contrario.

Mientras el vino giraba en su copa, cada sorbo se convertía en una agridulce comunión con sus recuerdos. El sabor perduraba en su lengua, un recuerdo conmovedor del amor que le había alimentado y herido a la vez. En medio del entorno familiar, se preguntó si alguna vez olvidaría de verdad o si Kim Taehyung ocuparía para siempre un espacio en lo más profundo de su alma.

Con un fuerte suspiro, dejó la copa, cuyo recipiente vacío reflejaba el vacío que sentía en su interior. Mañana regresaría a Japón, a la vida que se había forjado tras su marcha. Las bulliciosas calles y el incesante zumbido de la ciudad le servirían de distracción, un medio para continuar llenando el vacío que aún quedaba en su corazón.

Por ahora, en cambio, en los confines de su regreso temporal, se permitió morar en la melancólica nostalgia, reconocer los restos de amor que se aferraban obstinadamente a su ser. Sabía que la curación no era un viaje lineal, que las cicatrices de su pasado formarían parte de él para siempre, grabando su huella en su interior.

Mientras miraba por la ventana, las luces de la ciudad parpadeando como estrellas en el cielo nocturno, susurró una plegaria silenciosa al universo. Pidió encontrar la fuerza para continuar su viaje, para navegar por los entresijos de la curación y el perdón. Asimismo, hizo un llamado de consuelo sabiendo que, incluso en medio de la angustia y la nostalgia, siempre existe la posibilidad de nuevos comienzos, de un futuro que promete amor y felicidad una vez más.

El sonido de su teléfono fue lo que le sacó momentáneamente de sus cavilaciones, un mensaje le avisaba que aquella casa en donde ellos dos una vez vivieron su idílico e infame amor, había sido finalmente vendida. No lo había escuchado anteriormente, pero también tenía un mensaje de Seokjin. Sonrió al ver la foto de él junto con Yoongi y la niña. Después de la sesión con el psicólogo esa tarde, el mayor de los hermanos Jeon había corrido hacia su familia. Le daba gusto ver que todos estuviesen progresando, continuando felizmente con sus vidas sin infamia y secretos.

+++

— Por favor, realmente estoy agotado después de la filmación de hoy. Si me concedieras el resto de la tarde libre, te lo agradecería desde el fondo de mi corazón. — Caminando por la ciudad después de escaparse de una espontánea entrevista que habían estado organizando, Taehyung respiraba profundamente.

Justamente ese día, se cumplían dos años desde que él llegó a Inglaterra. Desde hacía seis meses formaba parte de una serie de Flix que alcanzó gran popularidad en la plataforma de streaming. Su carrera estaba de nuevo en auge internacional, pero en medio de esa bruma, necesitaba también un pequeño descanso.

Con el cambio de estación y la entrada del verano, las calles de Londres estaban animadas por el ritmo de la vida, mientras la gente se apresuraba por las bulliciosas aceras y sus pasos resonaban contra las fachadas históricas que bordeaban los caminos empedrados que él se divertía contando mientras escuchaba a su manager al otro lado de la línea.

— Muchísimas gracias por cubrirme, — sonrió a la nada ante la respuesta positiva — prometo que mañana regresaré completamente recargado de energía.

Necesitaba un lugar agradable y discreto que le permitiese disfrutar esa escapada. Sus pies lo llevaron a un pintoresco café que colindaba con un restaurante, era curioso que ambos se encontraran a una misma calle discreta y casi abandonada de la ciudad. Poco se hubiese imaginado Kim Taehyung que al llegar ahí se iba a encontrar con una figura imposible de olvidar.

Ahí, extendiendo su mano hacia lo que parecía ser varios socios, Jungkook se encontraba sonriendo cordialmente. Sus miradas no se habían encontrado, pero el corazón de Taehyung pronto comenzó a galopar. Cuando sus miradas finalmente se encontraron, fue por una fracción de segundo. Jungkook miró en su dirección y desvió la vista antes de volverlo a mirar con la misma sorpresa, asegurándose de estar viendo a la persona que está frente a él.

Habían pasado dos largos años desde que sus caminos se separaron. Curiosidad y tal vez una pizca de aprensión bailó en sus interiores. Los recuerdos se agolparon en sus mentes, como un torbellino de emociones.

Una vez, Jungkook pensó volar de un continente a otro en busca de ese hombre que en una noche lo llevó a tocar el cielo e infierno por igual. Recordaba como había hecho hincapié en tomar los negocios de su padre que tanto había rechazado, únicamente para viajar a Inglaterra y tener la excusa perfecta para buscarlo, para verlo. Tantos años después, el destino orquestó un reencuentro fortuito con las mismas escenas preestablecidas. Dos hombres, que una vez compartieron un amor apasionado que se había desvanecido en los lejanos reinos de la memoria, se encontraron cara a cara. Sus ojos, como imanes atraídos el uno por el otro, se encontraron en un momento que contenía el peso de innumerables historias no contadas y emociones no expresadas.

Jungkook terminó de despedir a los sujetos con los que había terminado de cerrar un negocio. Permaneció en su sitio, contemplando a un Taehyung que ahora lucía un hermoso cabello castaño que no recordaba haber tenido la oportunidad de apreciar. Desde siempre, el cabello que lo caracterizó era gris, como la más bella plata.

Con pasos cautelosos, se acercaron. La incertidumbre persistía, ya que ambos se preguntaban si las heridas del pasado habían cicatrizado lo suficiente como para soportar la vulnerabilidad de este encuentro inesperado. Por eso, con una mezcla de inquietud y esperanza, se saludaron cortésmente, sus voces llevaban el eco de recuerdos que llevaban mucho tiempo guardados en los confines de sus mentes.

— Kim Taehyung... — Su nombre salió de la boca como un soplo de viento que erizó cada vello del cuello de Taehyung.

— Jeon Jungkook. — El menor sonrió frente a su nombramiento, detallando simuladamente al hombre que estaba frente a él, como si todavía necesitase una confirmación de que era real. — Es una sorpresa verte por este lado del planeta.

— Puedo decir lo mismo. ¿Qué te trae por aquí?

— Vivo y trabajo aquí desde hace dos años. — El pelinegro abrió su boca para luego cerrarla, elevando las comisuras para mitigar el hecho de no haber tenido la más mínima idea. — ¿Tú?

— Estoy aquí por negocios. — Respondió señalando al lugar donde recién había despedido a sus socios.

— Ya veo... — Los dos permanecieron en silencio, mirando hacia cada rincón perdido, mas coincidiendo continuamente con la mirada contraria. — ¿Ya te vas? Yo recién llego, venía a tomar algo. — Buscando consuelo en la familiaridad, el castaño se armó de valor para romper la tensión e invitó al otro a sentarse a tomar una taza de café. — ¿Te apetece acompañarme?

Jungkook, momentáneamente sorprendido por la propuesta, vaciló un instante antes de aceptar.

— Se trata únicamente de café.

— No te gusta el café. — Taehyung sonrió ante esto y él no pudo evitar imitarlo. — Te acompaño. — Se miraron por un instante, con un acuerdo tácito de que ese encuentro tenía un significado más allá de lo superficial. — Detrás de ti.

Fue raro para el Taehyung que siempre desbordaba confianza no saber cómo caminar apropiadamente. Colocaba un pie delante del otro, pero sentía que era torpe, no sabía cómo comportarse, cómo moverse o hacia dónde mirar. El aroma del café recién hecho se entremezclaba con el murmullo de las conversaciones y el tintineo de las tazas de porcelana, le brindaron la coartada perfecta para que no se notara una torpeza que nunca antes le mostró.

Sentados uno frente al otro, sus cuerpos se inclinaron sutilmente, como atraídos por los hilos invisibles de su historia común. La distancia que les separaba era a la vez enorme e infinitesimal, reflejo del abismo emocional que habían atravesado desde su separación.

Mientras saboreaban sus cafés, su conversación se desarrolló con una mezcla de vulnerabilidad y cautela. Al comienzo fueron frases típicas y sutiles que fueron derritiendo el hielo. Hablaron de las heridas que se habían infligido mutuamente, de las mentiras y traiciones que les habían separado en un velo totalmente distinto. En el pasado, cada vez que tocaron esos temas hubo cierto dolor, resentimiento, molestia, angustia... Ahora, ya no contenía nada de esos, si se tocaban las cicatrices podrían llegar a sentirlas, pero no molestaban o dolían.

Las palabras fluyeron con una mezcla de remordimiento y aceptación, sin buscar la culpa ni la absolución. Cada frase cargaba con el peso de sus errores pasados, pero también con la resistencia que les había permitido reconstruir su destrozado yo.

Sus miradas, antes llenas de anhelo y deseo, tenían ahora otro tipo de intensidad. Eran miradas llenas de sabiduría y comprensión, que reconocían que ambos habían crecido y evolucionado durante el tiempo que habían pasado separados. Hubo un cambio mayor en esos dos años que en todos aquellos que de alguna manera pasaron junto. Quizá porque tocaron fondo y volvieron a salir a la superficie. Porque eran como un fénix que renacía de sus cenizas, como un animal mítico y desconocido que también salía de la profundidad del mar. Reconocían el daño que habían causado y las lecciones aprendidas, agradecidos por la oportunidad de reflexionar y aprender de sus experiencias compartidas.

Jungkook respiró profundamente, rompiendo el silencio que reinaba entre ellos. — Ha pasado mucho tiempo, — dijo en voz baja, con una mezcla de nostalgia y alivio. El castaño asintió, con una pequeña sonrisa en los labios.

— Sí, ha pasado mucho tiempo, — respondió, con la mirada clavada en la contraria. — Me alegro de que hoy podamos sentarnos aquí, abiertos y dispuestos a hablar.

— He pasado mucho tiempo reflexionando sobre lo que pasó entre nosotros, — Jungkook confesó, reclinándose en su silla, buscando las palabras adecuadas. — El dolor que nos causamos mutuamente, los errores que cometimos. Me he dado cuenta de que nunca fue culpa de uno solo. Los dos tuvimos algo que ver.

A medida que se profundizaba en la conversación, las cortesías dieron paso a una exploración más profunda de sus trayectorias individuales. Hablaron de sus trabajos y muy ligeramente de sus vidas privadas, la curación que habían buscado, de las relaciones que habían forjado y de los autodescubrimientos que habían dado forma a sus nuevas vidas. El paso del tiempo les había otorgado una nueva claridad, permitiéndoles reflexionar sobre la tumultuosa danza que habían compartido y los espacios que se habían establecido desde entonces.

— Me alegra saber que has estado bien. — Mencionaba Taehyung con una sonrisa, una comodidad inigualable que seguía sintiendo a su lado. Porque sí, una parte de él estuvo nervioso, tenso, pero a la vez, volvió a sentir paz.

— Puedo decir lo mismo. Me hace feliz saber que has continuado con tus sueños, que te está yendo bien. — Agregó elevando las comisuras, perdiéndose en el sonrojo que bañaba las mejillas del mayor. — Tendré que ver esa serie, aunque será difícil verte como Lucifer, el rey de los demonios y ángeles caídos.

— ¿De verdad te cuesta tanto imaginarme en ese papel?

— ¿Te soy sincero? — Taehyung asintió. — No tanto. — Ambos rieron ante esto, aceptando una segunda bebida en su mesa. — Pero igual será interesante de ver.

— Por supuesto, soy un increíble actor.

— Eso jamás ha estado en duda, puedo dar fe de ello. — Los dos se miraron, Taehyung relamió sus propios labios y luego desvió la mirada cuando notó los dedos de Jungkook tamborileando sobre la mesa. Si continuaba significando lo mismo que años atrás, estaba ligeramente nervioso o ansioso.

En medio de su diálogo, una sutil calidez empezó a impregnar el ambiente. Era el reconocimiento de lo que una vez había sido, los recuerdos de amor y pasión que habían entrelazado sus almas. Aunque su conexión se había transformado, el destello de afecto permanecía, como testimonio de la profundidad de su historia compartida.

— Taehyung... — El nombrado elevó su vista, perdiéndose en los azabaches ojos que firmemente lo miraban. — ¿Sucede algo? ¿Está todo bien?

— Sí, está todo bien. — Mostraba una amplia sonrisa cuadrada, pero Jungkook sabía que se escondía algo más detrás de ella.

— Tal parece que hay algo que te incomoda, ¿quieres decírmelo? Parece que quieres decirme algo. — Hubo un corto silencio opacado por el ligero murmullo de otras mesas.

— En realidad, sí hay algo que ha estado picando en el fondo de mi garganta. Hoy te he visto por casualidad y no sé si en el futuro nos volvamos a ver, pero no sé si decir lo que tengo guardado en mi pecho sea correcto.

Ambos volvieron a callar, el aire entre ellos se sentía cargado. No había una tensión incómoda, pero se notaba el cambio pese a sus sonrientes semblante. Los labios de Jeon se volvieron trémulos, como si también intentara decir algo sin mucho éxito.

— Te escucho, — musitó, mirándolo fijamente — estoy preparado para escuchar todo lo que tengas que decirme, Tae.

— Hay algo que, después de muchos años, puedo decirte sin temor o dudas. Son palabras que no vienen condicionadas a lo que fuimos, como o pudiésemos ser. No importa si mañana volvemos a ser dos extraños, si ahora somos dos hombres que nos encontramos por casualidad en un país diferente al que nos vio nacer. — Exhaló con pesadez el aire acumulado en sus pulmones y lo miró. — Te amo, sin un pero, principio ni fin.

Jungkook imitó su acción, exhaló con fuerza el aire acumulado, sintiendo el fuerte impacto que esas palabras estaban teniendo en él en ese momento. Porque si bien el contrario las había dicho en el pasado, era la primera vez que realmente las sentía. La primera vez que no las percibía como simples palabras vacías, no podía explicarlo, pero le creía a Taehyung.

— Te quiero como si te hubieras convertido en un órgano más de mi cuerpo del cual no dependo completamente, pero que está ahí, manteniéndome vivo. Te amo como únicamente una persona puede amar a otra. Sin miedo, sin expectativas y sin querer nada a cambio, excepto que me permitas tenerte aquí en mi corazón como el recuerdo y sentimiento más hermoso que he podido experimentar en esta vida. — Pese a que sus ojos picaba, uno hubo lágrimas, solo una sonrisa de alivio, la tranquilidad de finalmente haber organizado sus sentimientos y haberlos podido expresar correctamente. — Gracias, por permitirme experimentar esto.

Cuando sus tazas de café se vaciaron, una sensación de tranquilidad se apoderó de ambos. Habían atravesado los territorios inexplorados del perdón y el crecimiento, ahora se encontraban en el principio de un nuevo capítulo. Comprendieron que, aunque su pasado marcaría para siempre sus historias individuales, aún no era el momento de reavivar lo que se había perdido. En su lugar, optaron por abrazar el presente, apreciando el raro regalo de la amistad que parecía estar florecido de las cenizas de su romance.

— Muchas gracias por ser sincero conmigo, Tae. — Casi por inercia, las manos sobre la mesa buscaron el tacto anhelado, calmado con una sutil y fugaz caricia. — Sabes que yo también te amé. Ahora que te tengo frente a mí y te escuchó, reconozco qué es esa cosita que ha estado en mi corazón todo este tiempo. — Te amo. — Agregó con seguridad y firmeza.

— Sé lo que vas a decir. — Era cierto, ambos sabían lo que Jungkook iba a decir. — Los dos sabemos que el amor por sí solo no basta. Necesitamos algo más para que funcione, algo que, a pesar de todo, ninguno de los dos puede dar en este momento. — Levantando la mano para pedir la cuenta, lo observó sin cautela. — ¿Damos un paseo?

Jungkook aceptó sin dudar, debatieron sobre el pago de la cuenta, pero fue el mayor quien finalmente extendió su tarjeta. Los dos salieron de aquel lugar, envueltos en una agradable calma. El tiempo pareció suspender su implacable marcha mientras se sumergían en el momento presente, apreciando la oportunidad de volver a conectar. Las risas llenaban el ambiente y lavaron cualquier resto de dolor, incomodidad o dudas que pudiesen haber quedado en lo más profundo de sus corazones. Había cierta belleza en presenciar la transformación que el tiempo había provocado en ellos, las cicatrices de su pasado servían ahora como recordatorios de su resistencia y fortaleza.

A medida que el atardecer declinaba, se cernía sobre ellos la certeza de que sus caminos volverían a separarse. Las despedidas, por naturaleza, suelen estar teñidas de cierta incomodidad, una delicada danza de emociones contenidas. Sin embargo, cuando estaban a punto de separarse, algo se afianzó fuertemente en sus corazones.

En un momento de vulnerabilidad y comprensión tácita, se abrazaron, fue un abrazo que lo dijo todo. Los muros que antes los separaban se derrumbaron y fueron sustituidos por un calor compartido que irradiaban sus brazos entrelazados. Era un abrazo que llevaba el peso de las palabras dichas y de las no dichas también, de la comprensión compartida y de una promesa silenciosa de apreciar la conexión que habían redescubierto. Se permitieron sentir los ecos de lo que fue, pero también la promesa de lo que podría ser.

Al separarse, sus miradas se cruzaron por última vez. Con una inclinación de cabeza y una sonrisa, se despidieron, llevando consigo los recuerdos de un encuentro fortuito que había reavivado un destello de luz en sus almas. Y cuando regresaron a sus mundos separados, lo hicieron sabiendo que a veces, incluso después de un desengaño amoroso, hay espacio para el perdón, el crecimiento y el renacimiento de bellas emociones. Con una mezcla de gratitud y un toque de melancolía, se aventuraron de nuevo en la bulliciosa ciudad, sabiendo que sus caminos se habían cruzado una otra vez, dejando, una vez más, una marca en sus corazones que el tiempo nunca borraría del todo.

En los días y años siguientes, seguirían conectados, entrando y saliendo de sus vidas como confidentes, aliados y recordatorios del profundo impacto que una vez tuvieron el uno en el otro. Porque en el tapiz de su historia compartida, habían encontrado consuelo en la belleza de su amor imperfecto, sabiendo que las cicatrices que llevaban eran testimonio de su resistencia y capacidad de curación.

Hemos llegado al final de Infamous, aunque todavía nos quede el epílogo. Son casi las 5 A.M, así que ya lo subiré mañana. Espero que haya sido de su agrado.

LORED

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