CAPÍTULO CUARENTA Y TRES -el inicio del tiempo

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【 CAPÍTULO 43】

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UNA SENSACIÓN COSQUILLEANTE Y CÁLIDA RECORRIÓ CADA ESPACIO DE SU CUERPO DE LA PUNTA DE LOS DEDOS HASTA EL ÚLTIMO PELO DE SU CUERO CABELLUDO, solo para concentrarse finalmente en el hueco vacío de su estómago, casi y como si este estuviera recordándole que no había comido nada desde la mañana, y eso por supuesto no le agradaba en lo absoluto. Creía que quizás después de despertar podría pasarse por una cafetería, y comerse una buena ración de McDonalds con papas fritas incluidas, ketchup, mostaza y quizás...

Espera un momento.

Haley se removió con incomodidad sobre la superficie carrasposa en la que se encontraba tendida ¿No se suponía que estaban en medio de una batalla contra demonios alienígenas?

— Hals. Hals tienes que despertarte —alguien la estaba sacudiendo por los hombros con tanta fuerza que de seguro le desprendería el cuello en cualquier momento.

La castaña comenzó a abrir los ojos de a poco, dándose cuenta de que la nave se había estrellado contra un montón de escombros, y ahora sus compañeras se encontraban reponiéndose de la caída.

— ¿Cómo te encuentras?

— La cabeza me duele un poco, pero creo que se pasará en unos segundos —contestó en un hilo de voz—¿Están todos bien?

— Puede que me haya encajado una de mis propias flechas en el trasero, pero sí, todo controlado —Anne levantó una mano y luego estiró una de sus piernas, haciendo una mueca de desagrado luego de esto.

Las cuatro rieron ante su broma, siendo esto un pequeño soplo de serenidad en medio de todo aquel caos.

— ¿Alguien sabe donde están Oliver y Bruce?

— No. Pero creo que ese no es nuestro principal problema ahora, chicas —advirtió la de apellido Barnes, señalando con su mano al grupo de parademonios que las observaban amenazadoramente a pocos metros.

El cuarteto tragó saliva al unísono, quedándose paralizadas en un mismo lugar mientras esperaban a que alguno hiciera su primer movimiento.

— ¿Qué hacemos?

— Se me ocurre algo —aportó Becca, segundos antes de soltar— ¡Corre perra, corre!

Automáticamente, sus pies respondieron al mandato que sus palabras lograron asimilar incluso más rápido que sus sentidos, echando a correr a toda velocidad por entre los escombros que se cruzaban en su camino, y que afortunadamente, lograban beneficiarlas a la hora de camuflarse para perderlos de vista.

Haley sentía que los pulmones se le escaparían en cualquier momento por la boca. Sus respiraciones se agitaban a cada segundo en el que su cuerpo se estremecía con el simple roce del viento, esperando que en cualquier momento alguna de esas criaturas terminara atrapándola para llevársela por los aires al igual que un monigote.

— Siento como si acabara de meterme en una película de El Corredor del laberinto —exclamó la castaña cuando le pasó por el lado a dos de sus compañeras— ¡A tu izquierda!

— ¡Oh por favor! —se quejó la apellidada Odinsdottir con fastidio— Eso no vale, tengo piernas de perro salchicha.

— ¿¡Alguna se ha dado cuenta de que están a punto de alcanzarnos!?

— ¡Anne! ¡Las flechas! —advirtió Becca.

La mencionada aceleró su carrera hasta encontrar un espacio libre donde pudo frenar sin caerse.

— Necesito tiempo —sacó una explosiva de su carcaj, lista para acomodarla en el arco, pero no sería suficiente a menos que tuvieran un arma lo bastante poderosa para frenar a los insectos alienígenas.

— Yo te ayudo.

Diciendo esto, Tori se posicionó delante de las tres, y tras tomar una profunda bocanada de aire, dejó que toda su energía fuera liberada de su cuerpo a través de un potente grito.

Aprovechando que los parademonios se quedaban atrás, retorciéndose al tiempo que se sostenían la cabeza por la potencia del sonido, Anne apuntó en una dirección media por encima de sus cabezas y disparó, casi al mismo tiempo en el que Haley lanzaba su escudo, de forma que ambos se cruzaron en el camino del otro, provocando una explosión que acabó destruyéndolos a todos de una sola vez.

— ¡Hip hip hurra! —y mientras la apellidada Barton celebraba su buena puntería alzando sus brazos al cielo, como si esperara una recompensa divina por su gran hazaña, esta vino en la forma de tres mujeres que se abalanzaron sobre ella hasta caer al suelo entre risas.

Dos pares de ojos que las observaban entre negaciones les advirtieron de su presencia carraspeando su garganta con seriedad, provocando que estas alzaran sus semblantes llenos de polvo hacia ellos.

— ¿Y vosotros idiotas dónde se habían metido?

Haley miró con expresión indignada hacia los nombrados Batman y Green Arrow, quienes parecían muy despreocupados, observándolas desde el interior de la nave carguera.

— Teníamos que sacar esta si queríamos regresar a por vosotras —explicó el rubio con obviedad.

— ¿¡Dejándonos solas con esos bichos!?

— No lo habríamos hecho de saber que no podrían apañárselas por sí mismas, y mira hasta donde llegaron  corriendo —Bruce los interrumpió, haciendo una seña con su mano para que los siguieran.

— Muy gracioso.

El millonario les dedicó una media sonrisa:

— Venga suban ya, tenemos que volver con el resto del equipo.

— Hey Bruce —lo detuvo Haley antes de que pudieran ponerse en marcha— ¿Eso quiere decir que hemos ganado?

El hombre miró atentamente hacia todas sus pupilas, tan sucias y toscas como se veían, llevando los rastros de una guerra sobre sus débiles hombros y un brillo ocular radiante que determinaba fortaleza.

No podía sentirse más orgulloso por todo lo que habían aportado.

— Sí. Hemos ganado.

Finalmente, después de tantos problemas, la liga había logrado cumplir con su misión cuando la sincronización de las Cajas Madre fue completamente interrumpida gracias a la intersepción de Cyborg, y el cuerpo moribundo de Steppenwolf fue atravesado por el filo del tridente de Aquaman, golpeado por el puño de Superman y decapitado a manos de la Mujer Maravilla, arrojándolo a través del portal de regreso al planeta de Apokolips. Poniendo un punto definitivo a la falla de la Ecuación Anti-Vida allí en la Tierra.

El grupo de metahumanos contemplaron la llegada del amanecer respirando el nacimiento de una nueva era y una nueva oportunidad para vivir, seguros de haber cumplido con su deber y con la humanidad.

Un sentimiento de regocijo vibrante llegó a instalarse en sus corazones con tal orgullo, que a muchos les fue muy difícil no demostrarlo de las formas más inimaginables posibles.

Ejemplo de ello fue ver cómo Tori Odinsdottir corrió dando gritos de alegría hasta los brazos de Arthur Curry, quien la levantó en vilo y la hizo girar en el aire al igual que si fueran un par de niños. Mientras que otras como Diana Prince y Rebecca Barnes simplemente se abrazaron fuertemente, aliviadas de que lo peor ya hubiese pasado.

Barry Allen y Víctor Stone se dedicaron un asentimiento mutuo, en señal de que volvían a estar a salvo otra vez.

Bruce, en cambio, atrajo a su esposa y su mejor amiga por los hombros, viendo con sus propios ojos cómo todo volvía a la normalidad y el Sol salía esa mañana más luminoso que nunca en Rusia.

Y entonces estaba él.

Haley no se había percatado de lo mucho que había echado de menos aquella sonrisa hasta que lo vió de nuevo. Enfundado en su traje oscuro con la S en el pecho, símbolo de que todavía existía esperanza en los lugares mas remotos.

Clark extendió los brazos en su dirección y ella se lanzó a ellos sin siquiera vacilar, aferrándose a su cálido cuerpo mientras escuchaba el latir de su corazón vivo contra su pecho.

De alguna forma, esa era la única prueba que necesitaba para saber que estaba viva.

— Lo hicimos —Haley sonrió, y aún siendo un completo desastre, al kryptoniano le pareció la mujer más hermosa de todo el universo.

— Lo sé —respondió él, besando su frente devotamente— y ahora es tiempo de volver a casa.




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