CAPÍTULO TREINTA Y SIETE -reclutas

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【 CAPÍTULO 37 】 

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RECRUITS
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BUENO, LO HABÍAN INTENTADO A LA PRIMERA, Y POR SUPUESTO, NO TODO HABÍA SALIDO COMO ESPERABAN.

Mientras el silencio se adueñaba de cada espacio en el interior de la Batcueva, el equipo de reclutas meditaba interna y calladamente sobre su próximo paso a seguir, o más bien la próxima orden del principal fundador de aquella alianza.

Bruce Wayne terminaba de tomarse una taza de café humeante a la vez que iba caminando en círculos alrededor de los monitores, con el sonido de sus zapatos haciendo eco en la cabeza de todos dentro de aquel sitio. Un ruido que comenzaba a exasperar la poca tranquilidad que poseía Anne Barton, sentada junto a su primo y con los dedos masajeándose las sienes en círculos.

Haley Rogers suspiró profundamente, cruzándose de brazos para demostrar su incomodidad en medio de toda esa pereza. No habían logrado nada de nada, y aún así, tampoco se les ocurría algo mejor para avanzar cuando claramente el planeta volvía a ponerse en la mirilla de los seres de otro mundo.

No había pasado mucho desde que las amazonas dejaron su mensaje en el templo de Atenas para que la Mujer Maravilla supiera de la verdad que se escondía tras la leyenda de las nombradas Cajas Madre. Objetos por los que el universo dependía enteramente.

Fue entonces cuando los miembros del equipo se dieron cuenta de que había llegado el momento de actuar.

Solo esperaban no ir demasiado lento para que después fuera muy tarde.

— Esto fue tomado en la fosa más profunda de la Tierra —comenzó explicando la ssemdiosa, captando la atención de todos en aquel sitio para que desviaran su vista hacia la pantalla— Debe ser un atlante. Un respirador de agua.

En efecto. Aunque la imagen que aparecía era muy borrosa y poco visible, la silueta de un hombre robusto con el cuerpo cubierto de dibujos se fue descubriendo lentamente hasta que la imagen de la cámara se perdió luego de que este la atacara con su tridente.

— Respiraba aire cuando hablé con él —aclaró el de apellido Wayne, todavía un poco resentido por el hecho de haber desperdiciado su tiempo yendo a buscar a alguien que claramente no estaba dispuesto a brindar su ayuda.

— Un mestizo, entonces.

— ¿Dijo que lucharía con nosotros? —preguntó Anne, provocando que este contuviera una pausada respiración.

— Más o menos.

— ¿Más un más o más o menos?

— Probablemente más o menos.

La pareja se miró mutuamente, leyéndose a través de sus expresiones sin necesidad de intercambiar diálogos.

— ¿Dijo que no?

— Ha dicho que no —asintió.

— Pues en mi opinión es mejor así. Era un completo un grosero—Tori Odinsdottir cruzó sus piernas con elegancia encima de la silla giratoria, aún sin abandonar la expresión indignada que tenía plasmada en la cara. Pues sí, ella había estado presente en el momento de la charla con aquel tal Arthur Curry, y no, no había sido precisamente un caballero.

Ante esto, Diana se aclaró la garganta:

— Los atlantes pueden ser complicados. Mi pueblo estuvo en guerra con ellos una vez, no estoy segura de que podamos confiar en él.

— Alguien se está dejando guiar por el orgullo de su gente —tarareó Becca cruzándose de brazos— Cariño, dime que no te has vuelto tan tosuda como ese tal Arthur Curry.

— No empieces ahora, Becca. No estoy de humor para discutir.

— Diana si vamos a hacer esto vas a tener que estar abierta a más cosas que no... ya sabes —espetó Haley en tono bajo, y justo cuando estuvo a punto de ir hacia la computadora, su cuerpo chocó accidentalmente con el de Oliver— Woah, lo siento.

— No pasa nada —se apresuró él en disculparse.

— La culpa es mía.

— No te preocupes. Suele pasar.

La mayoría de los presentes entornó los ojos con fastidio, probablemente pensando en lo cliché que les resultaba aquella escena o en lo mucho que deseaban dar por culminada aquella reunión para ir a comer algo a la cocina.

Horas y horas trabajando le abrían el apetito a cualquier persona, incluso cuando se trataba de salvar el mundo.

— Así que... —susurró Bruce, apretando el botón que ponía siguiente para mostrar el otro vídeo captado por las cámaras de seguridad de un supermercado— Esta es la tercera persona. Desaparece durante 1/30 de segundo aquí. Un fotograma de vídeo ¿Ven?

La castaña de apellido Rogers frunció el entrecejo y agudizó su vista para lograr divisar el rostro del joven, quien de por sí, ya conocía debido a la última investigación que había hecho con Diana para encontrar al resto de los metahumanos.

— Barry Allen, de Central City —pronunció en apenas un murmullo— Dado que ustedes ya se han encargado del Aquaman. Oliver, Anne y yo podemos ir a por el velocímetro.

— Becca y yo trabajaremos con el número cuatro —agregó la pelinegra, presionando la imagen a continuación que presentaba el cuerpo de un joven de diecisiete años conectado a una máquina— Partes del cuerpo orgánicas y biomecánicas, es un Cyborg.

Entre todos intercambiaron miradas de soslayo, ya sabiendo a la perfección lo que tendrían que hacer a continuación, pero el momento se vio interrumpido por un carraspeo ronco que vino de la compuerta más cercana.

— Amo Bruce —Alfred estaba parado  en el umbral, sosteniendo a la bebé con una manta, quien miraba todo con los ojos muy abiertos y llena de curiosidad— Venía a avisar que la señorita Jen ha despertado de su siesta y necesita un cambio de pañales.

— Cierto uhmm... —el millonario automáticamente posó la mirada en su esposa, viéndola encogerse de hombros como si con ella no hubiera sido— Vale, ya me encargo yo de eso.

Barry Allen, mejor conocido por ellos como “el velocista”, vivía en un almacén sin uso del otro lado de las líneas del ferrocarril. Un pequeño santuario que fue lo mejor que pudo encontrar después de que su padre fuera llevado a la cárcel y se viera a sí mismo sin ningún lugar al que recurrir.

Un pobre diablo solitario de buen corazón que definitivamente no se merecía la mala suerte que lo acompañaba. Ese era el chico.

Lidiar con tres trabajos a la vez, buscando la manera de sobrevivir, conseguir comida, mantener un lugar seco donde dormir y buscar un buen abogado que se encargara del caso de su progenitor no era una realidad fácil a la que amoldarse. Pero bien que hacía lo que estaba en sus manos para ello.

Haley se vió admirándolo de repente. Incluso estudiando con detenimiento aquel lugar podía darse cuenta de que era una mente brillante, y sin duda un talento informático desperdiciado. Por eso, cuando lo escucharon llegar en silencio, prefirieron dejar que fuera su compañero quien iniciara las presentaciones.

Pero tampoco esperaban sacarle un susto de muerte cuando el chico vió que alguien hacía girar su silla como si de un fantasma se tratase.

— Barry Allen. Oliver Queen —la voz del arquero sonó segura, provocando que el muchacho saltara en el lugar.

— Lo has dicho como si explicara el por qué hay un total desconocido en mi casa, sentado en la oscuridad, en mi segunda silla favorita —le dijo, bastante sorprendido.

Oliver se puso en pie para dirigirse a él lentamente y mostrarle una foto de lo que habían captado las cámaras aquel día en el supermercado.

— Háblame de esto.

— Esto es una persona que se parece a mí, pero que definitivamente no soy yo.

Desde la oscuridad, Anne y Haley entornando los ojos, pensando en lo poco creativo que era el chico.

— Alguien... no lo sé, hippie, de cabello largo, chico judío, muy atractivo —continuó— Que bebe leche, yo no bebo leche

La de apellido Rogers levantó la mirada para fijarla en el traje rojo en el que venía enfundado un maniquí.

— Eso explicaría el por qué tienes este traje.

— ¡Jesucristo! —chilló Barry al percatarse de su presencia a sus espaldas— ¿Cuántos de ustedes se han puesto de acuerdo para esconderse en mi lugar?

— Tranquilo, chico. Sabemos que tienes habilidades, pero no cuáles son.

— Con todo respeto señorita rubia, mis habilidades especiales incluyen la viola, el diseño web, dominar el lenguaje de signos, el lenguaje de signos de los gorilas...

— Tejido de cuarzo de arena con base de sílice —lo interrumpió, sin dejar de mirar la extraña armadura con un relámpago en el centro— Resistente a la abrasión, resistente al calor.

— Si, practico el baile sobre hielo de competición.

— Es lo que usan en el transbordador espacial para evitar que se quemen en la reentrada.

— Hago un baile sobre hielo muy competitivo —repuso— Miren, no sé quiénes sean, pero a quien sea que estén buscando, no soy yo.

Fue solo cuestión de segundos, cuando el arquero y la periodista se voltearon al mismo tiempo y fueron contra él. El arquero tiró una de sus flechas por la espalda del chico, mientras que la castaña lanzó su escudo con intención de golpearle la cara.

De más estaba decir que ambos sabían que Barry reaccionaría justo a tiempo, por lo que en tan solo un nanosegundo, ya había atrapado las dos armas con las manos, y observaba la silueta de estas atentamente.

— ¿Tu eres Green Arrow? —cuestionó, con la boca tan abierta que podría haberle cabido una mosca.

— Así que eres rápido.

— Eso parece una simplificación excesiva.

— Barry, estamos formando un equipo de personas con habilidades especiales —Barton se acercó, haciendibresonar sus tacones en wl frío suelo del almacén— Verás, creemos que vienen enemigos...

— Detente ahí —le cortó— Me apunto.

El trío de justicieros frunció el entrecejo a la vez.

— ¿Sí? ¿Así de simple?

— Sí, es que... —movió sus dedos con nerviosismo— Necesito amigos

— Genial.

— ¿Puedo quedarme con esto? —dijo mostrando el escudo.

Con un simple y certero “No”, la periodista le arrebató el objeto con brusquedad, tal y como si el pasar tanto tiempo con Bruce Wayne le hubiera contagiado su mal humor. Pero lo cierto, es que no veía la hora de regresar a Gotham antes de que su cabeza estallara debido al cansancio de varios días en alerta.

Todo en lo que podía pensar era en lo mucho que extrañaba a su hijo, pero comprendía que hasta que todo aquel lío pasara, este se encontraba más seguro con su abuela en Kansas.

— Antes de que me lleven a conocer al resto del equipo ¿Cuántos somos?

— Ocho, incluyéndote —respondió la rubia, sentándose en la parte delantera del auto.

— ¿Ocho? ¿Contra qué?

— Te lo diremos cuando subamos al avión.

— A propósito ¿Cual es tu super poder?

Anne Barton sonrió, justo antes de encender el motor del Batimóvil y que este rugiera con estilo.

— Mi marido es rico.



Hello!!!

Nueva actualización arriba. Espero que les guste. Quería darles esto el día de mi cumpleaños para que vean lo mucho que los quiero y atesoro a todos.

Un saludo a todos,

Debbie

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