Capítulo 08

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Las puertas del salón principal se abrieron casi cuando Jennie apareció, y los guardias ni siquiera parecían capaces de mirarla a la cara. Tal vez así esperaban no parecer cercanos a ella a pesar de que fue la General quien los asignó como guardias de ese lugar y conocía sus fichas muy bien. Anotó, mentalmente, quitarlos de ese cargo cuando volviera a su oficina.

Si es que volvía. Era muy probable que el rey Min quisiera quitarla de su puesto. En el mejor de los casos, podría seguir en la milicia. En el peor, podrían condenarla por inoperancia y enviarla a la Subterránea. Si eso llegaba a pasar, no descansaría hasta capturar a Lisa con sus propias manos y hacerle pagar toda esa humillación.

Entró al enorme y exquisito salón, construido tanto tiempo atrás por los primeros reyes de la dinastía Min. Jennie caminó hasta el fondo, tratando de no mover demasiado su hombro que, a esas alturas, parecía arder en dolor. Cuando llegara a casa, buscaría un calmante para tratar de aguantar ese sufrimiento que le quemaba el cuerpo. Tenía más que claro que le iba a doler por varios meses más, pero Jennie no podía darse el tiempo de una recuperación lenta.

En Inopia debía ser funcional en todo momento. De lo contrario, eras desechable en cualquier instante.

Se arrodilló e inclinó su cabeza ante el rey Min Jeonghoon, que se encontraba sentado en su trono, ataviado con las ropas de fiesta. El rey no iba a estar presente en la boda, pues recibiría en su castillo a la pareja recién casada.

A su lado, sentada en las escaleras, estaba la reina y omega del rey, una mujer que se llamaba Chaekyung. Jennie no recordaba haberla escuchado hablar en algún momento, y casi siempre tenía la mirada perdida. A veces, creía que la drogaban con jechul también, pero luego sólo comprendió que se había acostumbrado a ser silenciosa y pasar desapercibida. Era lo que se esperaba de un omega, al fin y al cabo.

Y, de pie y esperándola también, se encontraba Seonghwa con una clara expresión de ira y furia en el rostro. Contrarrestaba enormemente con la cara de su padre, que era calma e, incluso, con un poco de humor negro.

—Mi rey —murmuró Jennie, tratando de que su voz no temblara por el dolor—, mi príncipe.

—¿Me puede dar una explicación, General Jennie? —comenzó a decir Seonghwa, y su voz también se sacudía por la cólera—. Lo que ha pasado el día de hoy...

—Seonghwa, cállate.

La voz grave del rey Jeonghoon interrumpió toda la palabrería del príncipe, que se calló por la sorpresa. Incluso Jennie se sintió un poco pasmada por lo que había oído, ya que creía que iba a tener que escuchar todos los insultos por parte de Seonghwa.

Alzó la cabeza lentamente. El rey se acomodó en su lugar y apoyó su mano en la cabeza de la omega, como si fuera una especie de perrito que acariciar.

—Lo que ha pasado es bastante grave —dijo Jeonghoon, acariciando su barbilla en un gesto pensativo—, pero la culpa no ha sido sólo suya, General, sino también del estúpido de mi hijo.

Escuchar el insulto provocó que la alfa se sintiera más atónita de lo que ya estaba. Jamás había escuchado algún insulto hacia el príncipe, básicamente porque insultar a la familia real estaba fuera de toda norma.

—¿Qué? —barboteó Seonghwa, con su tono fuera de sí—. ¿Qué estás diciendo, padre?

—Lo que acabas de oír —dijo el hombre más viejo, con su voz ahora un poco más helada—, esto también es tu culpa. Quisiste que tu boda fuera un evento mediático, gastaste un dineral en todo y ni siquiera pudiste preocuparte un poco por la seguridad. Sabes bien que la policía y el ejército ya no es lo mismo de antes, y nos encontramos diezmados en eso. Hiciste de tu boda un circo, y esa omega lo supo aprovechar mejor que todos —lo vio sonreír con ironía—. Y esto será una blasfemia, pero esa omega jugó muy bien sus cartas. Nos ha sorprendidos a todos, ¿no es así, General Kim?

Jennie no podía menos que darle la razón al rey, incluso contra su voluntad. Lo que había hecho Lisa... Fue una apuesta más que arriesgada y casi un suicidio. O podía salir muy bien, o todo saldría terriblemente mal, sin embargo, Lisa tuvo la valentía de lanzarse contra toda autoridad con esa acción. Ya no era sólo una omega rebelde, sino que ahora pasaba a ser una enemiga declarada del estado.

Aunque ellos también fueron culpables de lo ocurrido, pues nadie en ese lugar había tomado en serio a Lisa. Ni el rey, ni el príncipe, ni los antiguos generales... ni Jennie. Todos despreciaron a la omega varias veces, minimizando sus acciones y protestas con un simple "está descarriada". La misma Jennie la tuvo a su merced varios días atrás, y en lugar de actuar como debería, lo aprovechó para su propio beneficio personal. Ahora ya no se sentía tan victoriosa por lo que había logrado esa noche en el burdel.

Lisa estaba más que descarriada, eso era ya evidente. Jennie sabía que, una vez fuera capturada, de seguro sería sometida a la dosis más fuerte de jechul para que fuera obediente.

Como si la tuviera frente an ella, podía volver a leer ese informe que repasó varias veces.

Omega altamente voluble. Al hablarle con la voz alfa, presenta resistencia y negación. NO dejar sin su dosis semanal de jechul.

Lisa era más que voluble, eso era evidente ahora. Con toda probabilidad debería ser sometida a dos dosis semanales de la droga omega para que no volviera a rebelarse nunca como había ocurrido hasta ese momento.

Aquel pensamiento hizo que en su cabeza volvieran a repetirse diversas preguntas que llevaba tiempo haciéndose. Desde que leyó todos los informes, toda la información, se había dado cuenta de que había algo que no encajaba. ¿Cómo, en primer lugar, pudo rebelarse? Se suponía que los omega de la Clínica no podían estar sin su dosis de jechul. Además, la General sabía que la primera alfa de Lisa fue una científica de renombre llamada Roseanne Park, que fue asesinada por la misma omega la noche en que huyó de la civilización. Todo estaba en los registros: las autoridades fueron a hablar con Rosé por una llamada de advertencia de un anónimo, y encontraron el cuerpo apuñalado de la alfa en su casa. Esa noche estuvieron a punto de atrapar a la omega, que huyó por una de las ventanas, pero se les escapó finalmente, y no se supo de ella por cerca de seis meses. Muchos la creyeron muerta.

¿Por qué Lisa la asesinó? ¿Cómo pudo hacerlo, si se suponía que estaba bajo los efectos de jechul? Jamás se había visto que un omega actuara de esa forma cuando se encontraba sometido por la droga.

—La General estaba a cargo de la seguridad —trató de defenderse Seonghwa, sacándola de sus pensamientos—, ella debía...

—Claro que Kim debía hacerse cargo de eso —volvió a interrumpirle el rey, y el príncipe hizo un mohín de disgusto—, pero tú pudiste haberle hecho el trabajo más fácil, empezando porque tu boda se hubiera celebrado aquí, en el castillo, y no en la iglesia principal. Claro que no, el señorito quería su fiesta enorme y ser alabado por todo el pueblo —se burló el hombre, con clara mofa en su voz.

Al parecer, no era la primera vez que ellos tenían una discusión de ese tipo, pudo apreciar Jennie al ver cómo Seonghwa trataba de ocultar su expresión de ira. La familia real no parecía demasiado unida en ese instante, y se veía mucho peor con la reina sin decir nada todavía.

—Si hubieras estado realmente preocupado por la boda, habrías actuado de otra forma —continuó Jeonghoon—, pero no fue así, y ahora has perdido a tu prometida.

—Puedo conseguirme otra —replicó enseguida el príncipe, pero pareció arrepentirse enseguida de sus palabras cuando la expresión de su padre se endureció.

—¿Es que no lo entiendes, estúpido? —escupió el rey, enfurecido—. Lo que esa omega hizo no ha sido sólo quitarte a tu prometida, sino también humillarte en público y mucho más que eso, poner en duda nuestro liderazgo y monarquía. Ha alterado los cimientos de nuestra sociedad y eso es terrible para nosotros —soltó un bufido—. ¿Pero qué más puedo pedirle a un idiota que fue mimado desde la cuna por su inútil madre?

Vio moverse a la omega por primera vez. La mujer bajó la vista, con el rostro enrojecido en vergüenza.

—Lo lamento, mi rey —la escuchó murmurar, pero Jeonghoon la ignoró.

—Hay que recuperar a tu omega y debe ser viva —dijo el hombre—, y capturar a esa otra omega rebelde.

—Esa omega rebelde debe morir —farfulló el príncipe.

—¿Es que no oyes nada de lo que digo? —rugió Jeonghoon, y se veía a punto de golpear a su hijo—. ¡Lo que menos necesitamos ahora es un mártir!

Seonghwa se encogió en su lugar, palideciendo y perdiendo por completo toda la valentía posible. Jennie no quería estar en medio de toda esa discusión, porque parecía ya más que evidente que el rey quería castigar a su hijo por lo ocurrido.

Como si estuviera recordando su presencia, Jeonghoon se volteó hacia Jennie, recuperando la calma.

—De pie, Kim —dijo el hombre—. Usted tampoco está exenta de culpa, eso lo tiene más que claro.

—Por supuesto, mi rey —dijo Jennie, inclinando la cabeza mientras se ponía de pie—. Si usted desea mi renuncia...

—Claro que no —Jeonghoon le interrumpió—, suficiente escarmiento es lo que ha ocurrido hoy. Tal vergüenza... —escuchó su risa sarcástica—. Al fin y al cabo, fuimos humillados en público por esa omega. Jamás, en trescientos años de historia, había ocurrido algo así. Esa omega, o es muy inteligente, o ha perdido la cabeza por completo.

Puede que las dos cosas, pensaba Jennie. Cuando la vio en medio de ese salvaje encuentro, con Lisa frente an ella luego de haber soltado el carruaje, Jennie concentró todas sus fuerzas en capturarla y no en ir hacia Soyeon. Ese fue su error, lo pudo ver ahora, porque Lisa adivinó su movimiento con mucha anticipación. Se puso como carnada e hizo que sus amigos se llevaran a Soyeon (y Shuhua, de paso), mientras ella los distraía.

Todavía podía ver el desafío en su cara. En esa ocasión Lisa no apareció con uno de sus bonitos vestidos, sino con unos pantalones de cuero y una corta camisa blanca de flecos que le llegaba justo arriba de la cintura. Su cabello negro estaba un poco oculto por un sombrero y cargaba con una pistola en sus manos. Era la primera vez que veía a una omega así, sin prendas coloridas o afeminadas, y en su mente, como una idea lejana, sólo podía pensar en lo atractiva que lucía.

Por supuesto, eso fue antes de la explosión en una abandonada casa cerca de donde estaban ellas. Jennie había perdido la audición un instante, pero siguió moviéndose, dentro de lo que pudo, ahora tras Soyeon cuando se dio cuenta de la trampa en que se había metido.

—Aunque me ha decepcionado, Kim —agregó el rey—, pensé que usted le tomaría el peso a esta omega. No me sorprende que los viejos generales no lo hubieran hecho en su momento, pero usted... —lo vio hacer un leve mohín—. Una omega rebelde siempre es peligrosa, ¿por qué cree que nos esforzamos en tenerlos tan bien controlados?

—Fue mi culpa —aceptó Jennie—, no creí que tendría la valentía para tanto. Sus acciones anteriores siempre fueron infantiles y las veía como una forma de llamar la atención, pero no pensé jamás que se atrevería a tanto.

—Y ya no es sólo un problema individual —continuó Jeonghoon—, eso lo sabe bien.

Más que bien. Si Lisa fue capaz de actuar de esa forma, es porque tenía un grupo detrás que respaldaba sus acciones. Con toda probabilidad, alfas, betas y omegas que vivían en la Subterránea y se encontraban resentidos por sus tristes vidas.

Pero no sólo ellos. También gente de arriba, como Madame Yoo y puede que personas con grandes influencias. Esa era una preocupación más grave, porque ¿en quién podría confiar entonces?

—Quiero que capture a esa omega, Kim —gruñó el rey—, y que esté viva. No la quiero muerta, porque un mártir es aún más peligroso. Si está viva, tendrá el castigo que merece y será también una lección para todos los otros que quieran rebelarse —lo vio asentir hacia ella—. Apenas esté capturada, usted la marcará y dejará preñada. Quiero que se convierta en su omega de cría.

—Por supuesto, mi rey —como estaba la situación, eso Jennie ya lo tenía más que contemplado. Era el castigo mínimo que se merecía Lisa—, no tenga duda alguna de eso. Sobre la prometida del príncipe —continuó—, ¿querrá enviar algún mensaje de negociación?

—No todavía. Primero, quiero redadas y tratar de buscar la máxima información posible —otra mueca, pero ahora de asco—. Es muy probable que oculten a Soyeon en la Subterránea.

—No pienso tocar nada de ahí... —trató de protestar Seonghwa.

—Te casarás con Soyeon apenas vuelva —la voz del rey era dura—. Como los omegas vean que ni siquiera nos preocupamos por uno de los nuestros, van a pensar en unirse a esa rebelde. Lo que más necesitamos ahora es mantenerlos tranquilos y apagar toda chispa que pueda desembocar en un incendio.

Al príncipe no le quedó más que callar, pero Jennie notó la hostilidad que dirigía hacia ella. De seguro le debía estar culpabilizando por todos sus males.

Aunque a Jennie, particularmente, no le interesaba. Si el rey no la acusaba, Jennie no tenía mayor preocupación.

—Puede retirarse, General Kim.

La alfa se inclinó una vez más, despidiéndose y saliendo del lugar a paso apresurado. En ese preciso momento sólo necesitaba un calmante para el punzante dolor de su hombro y, además, descargar su ira en alguna parte luego del desastre que Lisa había hecho.

—¡LIBÉRENME AHORA, INMUNDAS, ¿NO SABEN QUIÉN SOY YO?!

Lisa soltó un suspiro de exasperación al escuchar el primer grito que soltó la prometida del príncipe cuando Yuqi le quitó el paño que cubría su boca.

—¡USTEDES VERÁN, CUANDO MI PRÍNCIPE VENGA A RESCATARME...!

—Cúbrele la boca otra vez —suspiró Lisa, y Yuqi se apresuró en obedecer—. Que voz tan insoportable.

Soyeon trató de resistirse para que no volvieran a taparle la boca, pero al final no pudo hacer nada y sólo mordió el paño, moviendo sus piernas con furia, como si así pudiera liberarse de las ataduras que estaban en sus manos y cintura. Estar atada a una piedra no era lo más cómodo posible, sin embargo, la mente de la omega, parecía no razonar acerca de cómo actuar ahora. Las amenazas eran lo ideal en ese momento, creía. Además, todo era mucho más incómodo porque ni siquiera se había cambiado, seguía con su vestido de boda, ¡qué ahora estaba todo manchado con tierra y suciedad! Ella nunca se había sentido tan sucia como hasta ahora.

Lisa se volteó a ver a la otra omega. Se encontraba al lado de Soyeon, aunque sin ninguna atadura porque ni siquiera había hecho el amago de resistencia. Abrazaba sus piernas y ocultaba su rostro entre ellas, y Lisa no sabía si estaba llorando. Muy probablemente sí.

A ella no le sorprendía eso. Lisa sabía lo difícil que era enfrentar la realidad, y esa parecía ser muy dura para esa pequeña omega.

Ella recordaba esos primeros meses en que Rosé le quitó...

Parpadeó. No. No iba a ir al pasado, tenía otras cosas de las que preocuparse.

Sintió un poco de compasión cuando enfocó su vista en la omega desconocida. Se veía pequeña y muy, muy frágil. Ignorando los sonidos que emitía Soyeon a través del paño, se acercó a la otra chica. Esta iba con un vestido amarillo y decorado con flores.

—Oye, tú —le dijo, llamando su atención—. Sé que esto sonará un poco hipócrita, pero... ¿estás bien?

La muchacha levantó la vista. Así, Lisa apreció que se veía mucho más joven de lo que era realmente, como si tuviera quince o catorce. Había una marca en su cuello, y eso sólo quería decir que venía de la Clínica.

—¿Cómo te llamas? —siguió preguntando Lisa.

Los ojos de Shuhua le observaron como si estuviera perdida y no entendiera qué ocurría a su alrededor.

—¿Cuánto... cuánto ha pasado?

Lisa miró hacia donde debía estar la entrada, que a esas alturas apenas se veía a través de la oscuridad. Ya había anochecido y, por lo mismo, no había ni un poco de luz natural que proviniera del exterior. La única luz posible en el lugar era la que procedía de las fogatas.

—Varias horas —contestó Lisa—, ya ha anochecido. La cena estará lista pronto.

La muchacha parpadeó, como si quisiera acostumbrarse a la luz que provenía de las pequeñas fogatas.

—¿Cuál es tu nombre? —volvió a decir Lisa.

Pudo ver el balbuceo en el rostro de Shuhua, como si no supiera qué contestar.

—Shuhua —dijo finalmente.

—Shuhua —repitió—. Eres una omega de la Clínica, ¿no es así? ¿A qué alfa fuiste asignada?

La omega frente an ella se vio ahora más aturdida ante sus palabras, más desorientada. De seguro pensaba en cómo Lisa podía saber eso.

—A Seo Soojin —respondió Shuhua.

—¿Soojin? —Lisa ahora se veía sorprendida—. ¿La mano derecha de Jennie?

—Sacaste un dos por uno —comentó Miyeon, que se había acercado con una mirada reservada—. Shuhua, ¿no es así? Me puedes decir Yeonnie.

—Tú fuiste la que me subió al caballo —dijo de pronto Shuhua, y pareció espantarse, bajando la vista—. Yo... uh...

La expresión seria de Miyeon fue reemplazada por una con más humor ahora, luciendo una sonrisa de gracia.

—Tienes buena memoria —señaló la alfa—. Espero no haberte asustado demasiado, comprenderás que estábamos en peligro y debía sacarte lo más rápido posible.

Shuhua no añadió nada, viéndose tan retraída y fuera de sí por las palabras de Miyeon. Lisa podía comprenderlo, porque ella sabía que los omegas no podían hablar cuando no se les preguntaba algo directamente. Un omega silencioso era más perfecto que uno ruidoso, era de las primeras enseñanzas que debían aprender.

—¿Cuándo fue tu última inyección? —preguntó Lisa.

Los ojos de Shuhua se movieron por todo el lugar. Pudo escuchar el gruñido de Soyeon a su lado, de seguro enfurecida con ella por hablar con quién, se suponía, era la enemiga. O, peor aún, no estar intentando huir aprovechando que no estaba atada.

Sin embargo, Shuhua no era idiota. Apenas diera el indicio de querer escapar, la atarían.

Su mirada fue hacia el rostro delgado, pero curtido, de la omega. Sus ojos no eran blandos o suaves, por el contrario, eran claramente duros y desafiantes. Ella jamás vio ese tipo de miradas en algún omega porque estaba prohibido en cualquier sentido. A veces, Shuhua recordaba... recordaba cuando era más pequeña y protestaba el trato que recibían, y la forma en que la golpeaban y castigaban.

Aunque los ojos no eran lo único desafiante en ese rostro. Sus labios, por lo que había visto, hacía muchas muecas y mohines al hablar, era tan expresiva y casi grosera al platicar. Al reírse, lo hacía con escándalo y casi a gritos, y Shuhua se sentía horrorizada por eso, ¿cómo una omega podía actuar así? Las risas debían ser tímidas y poco bulliciosas, ¡a los alfas no les gustaba eso!

Y lo peor... lo peor, es que allí era esa omega la que daba las órdenes. Hablaba con las personas que vio en ese lugar sin un poco de vergüenza y muchos le respondían con respeto. Shuhua sentía todas sus ideas alterarse allí, y era más...

Santo Dios.

—Hace cuatro días —respondió Shuhua.

Su mente se sentía como un hervidero de ideas, como si fuera una olla a presión a punto de estallar. Cuatro días. Cuatro días era demasiado para ella, más en la situación en que estaba. Esos cuatro días se convertirían en cuánto tiempo más, porque Shuhua sabía que no saldrían a la mañana siguiente. Por lo que había alcanzado a oír, querían negociar con la monarquía, y esas cosas no ocurrían en un par de horas.

Pudo notar los ojos de Lisa puestos en ella.

—La desintoxicación es dura —le dijo la omega—, pero una vez tu cuerpo se desacostumbre de esa mierda, las cosas serán muy distintas, Shuhua.

Entonces, Shuhua pudo saberlo: esa omega estaba desintoxicada de jechul, algo que ella nunca concibió en su mente. Un omega de la Clínica jamás podía estar sin su dosis de jechul, eso era imposible en muchos sentidos. Sin jechul, ellos se volvían imperfectos, llenos de pecados y defectuosos. Eran omegas sucios y merecían ser castigados.

Shuhua no quería convertirse en ese tipo de omega. La sola idea le volvía loca.

—No puedo... —barboteó, y su voz tembló—, no pueden dejarme... Lo... lo necesito...

La cara de Lisa se endureció. Miyeon, a su lado, le dirigió una mirada a su amiga.

—Aunque quisiera darte una inyección —aclaró Lisa, con su voz fría—, no puedo hacerlo, porque si no te has dado cuenta, Shuhua, no tenemos los recursos para conseguirte una.

Los ojos de Shuhua se pasearon por el rostro helado de la tailandesa antes de dirigirse hacia Miyeon, que suponía debía ser beta por su nulo olor. La desesperación cubrió su expresión porque lo que acababa de escuchar no podía ser cierto.

—Lili —llamó una tercera voz—, la cena está lista.

—Bien —Lisa inclinó la cabeza—. No te molestes en desgastarte, Shuhua. Lo único que puedes hacer ahora, es rezar para que las cosas salgan bien —le dirigió una fugaz mirada a Soyeon—. Y calmar a tu amiga, por supuesto. Si sigue actuando así, tendremos que tomar medidas.

Shuhua se sentó en el suelo con el alma cayendo a sus pies, el mundo desmoronándose a su alrededor. Su montaña de ilusiones y sueños estaba siendo derribada en menos de un minuto, porque la omega tenía claro lo que iba a pasar si alguna vez salía de allí: ella ya no sería más omega de Seo Soojin. Aunque le rescataran, había estado en un lugar lleno de suciedad y, por sobre todo, sin su dosis de jechul, convirtiéndose en esos omegas que la sociedad repudiaba y odiaba. Le quitaría la marca y de seguro le enviaría a un prostíbulo, o peor, a una granja de cría.

O mucho, mucho más horrible, a la Subterránea.

Los ojos se le llenaron de lágrimas ante ese pensamiento y su labio tembló. Sin embargo, antes de poder romper en llanto desquiciado, un feo y sucio plato hondo con algo extraño fue puesto delante de ella. Aturdida, levantó la vista y vio a la misma beta que habló brevemente con ella (¿se llamaba Yeonnie?) dejando, lo que debía ser la comida, frente a ella.

—Es sopa —le explicó la beta—, es de cebolla. No es un plato gourmet, pero tampoco es tan mala...

Shuhua no se movió de su lugar. Observó la sopa y su estómago emitió un pequeño ruido de hambre. Llevaba demasiadas horas sin probar bocado alguno.

Aunque no se estiró para comer de la sopa, pues vio a otra persona acercándose hacia ellas. Sólo que esta beta (no le reconocía el olor) se inclinó frente a Soyeon, llevando también un plato con sopa.

—Lili era partidaria de no darte de comer —habló la otra beta—, pero la he convencido de que no es bueno para ti. No queremos... hacerte daño, así que por favor, ¿puedes comportarte al comer?

Soyeon tenía una clara expresión de odio en sus ojos, siendo un perro rabioso a punto de atacar a cualquier persona que se le acercara. Era un poco gracioso de ver, considerando que la omega seguía en sus ropas de boda, con el vestido blanco y de globo lleno de manchas de tierra. De cualquier forma, Soyeon se comportaba como si fuera la reina del lugar, mirando a cualquiera que se le acercara con claro desprecio en los ojos.

—Yeonnie, ayúdame —pidió la beta.

La aludida se puso de pie y ayudó a desatar las manos de Soyeon y continuó con el paño en su boca. Shuhua estuvo a punto de decir que era una pésima idea, pero lo pensó mejor y decidió quedarse callada. Puede que, dentro de toda su desgracia, acercarse a Soyeon y hacerle ver que estaban en la misma situación le beneficiara. Al fin y al cabo, la omega provenía de una importante familia aristócrata y de seguro ellos no dejarían que su hija sufriera esos vejámenes.

La beta que sostenía el plato de comida se lo tendió a Soyeon, que ya con sus manos sueltas agarró el plato.

A Shuhua no le sorprendió un poco lo que hizo.

Soyeon, sin cambiar un poco el mohín de su rostro, le lanzó el contenido de la sopa a la beta, algo que agarró desprevenida a esa tipa. En el lugar se instaló un tenso y corto silencio.

—¿Tú piensas que voy a comer un poco de sus asquerosidades, alfa defectuosa? —gruñó Soyeon con su voz llena de odio y asco.

Ahora, esto sí sorprendió a Shuhua: una figura pasó a su lado como si fuera un rayo y Soyeon pegó un grito cuando Lisa, con ojos de hielo, le agarró del cabello con fuerza.

—Escúchame, basura —espetó Lisa, ya perdiendo el tono amable con el que le habló a Shuhua minutos atrás—, ¿crees que no conozco a los omegas de tu tipo? Ustedes son lo peor, son casi iguales a todos esos alfas asquerosos que gobiernan este país lleno de mierda —la obligó a levantar la vista y Soyeon pareció perder el valor—. Omegas como tú lo único que quieren es mantener su patético estatus quo a costa de nosotros, los omegas clínicos —esbozó una horrible sonrisa—. Sí, conozco muy bien a los de tu clase. Se contentan con migajas con tal de no ser enviados al lugar al que nos envían a nosotros, y tienen el descaro de creerse más importante sólo por comer esas migajas, sin darse cuenta de que ustedes también son insignificantes para esos alfas que tanto defienden y dicen amar.

Más silencio alrededor de ellas, pero nadie saltó para defender a Soyeon. Shuhua también se acobardó ante el poder y autoridad que emanaba de Lisa, sin querer meterse ni un poco en su camino.

Lisa, con su otra mano, agarró las mejillas de la omega y se las apretó. La posición en la que la obligaba a mantener, con el cuello estirado, obligó a Soyeon a agarrar las muñecas de Lisa para tratar de que la soltara, pero la fuerza de la extranjera era increíble: apenas se inmutó.

—Yo pensaba dejarte en paz —le escupió Lisa, con el tono golpeado y agresivo—, pero olvídalo. Haré de tu vida aquí un infierno, y desearás haberte comido esa deliciosa sopa de cebolla, porque no vas a comer nada más hasta que te pongas de rodillas y me ruegues un trozo de pan duro —Lisa le tiró del cabello y Soyeon pegó un nuevo grito—. Ese mismo pan que a ustedes les encanta arrojarnos a nosotros, los omegas, alfas y betas defectuosos.

Y tan rápido como la agarró, la soltó.

El cuerpo de Soyeon se desplomó en el suelo, y la omega respiraba aceleradamente, con el rostro enrojecido y la mirada cristalina. Se veía a punto de estallar en llanto, quizás por el miedo o, tal vez, por la humillación.

Los ojos aterrados de Soyeon se posaron en los de Shuhua.

—¿Qué... qué miras tú? —barboteó, con la voz como un hilo, y trató de buscar valor, más avergonzada por haber sido agraviada frente a una omega de menor categoría—. ¡Tú... tú también eres una basura, como todos estos, Shuhua! Te oí... te oí conversar con ellas, ¡ya estás sucia! ¡Eres una omega defectuosa, como ella!

Lisa parecía no tener compasión alguna, porque levantó la mano y la dejó caer en la mejilla de Soyeon.

—Omegas como tú son a veces peores que los mismos alfas —dijo Lisa, y Soyeon cubrió la zona en que fue golpeada—, sometidos y esclavizados, tratan a los suyos como si no compartieran raza. Adivina, Jeon Soyeon: tú no eres más que otra esclava, sólo que con otro tipo de cadena distinta a la nuestra —se inclinó unos centímetros—. Ahora, si no te callas, pensaré seriamente en cortarte la lengua y enviársela a tu principito en una carta, ¿quieres eso?

Shuhua notó la manera en que Soyeon contrajo sus labios, de seguro conteniendo la sarta de maldiciones e insultos que quería soltar. De cualquier forma, se quedó callada porque se tomó en serio la amenaza de Lisa.

La omega líder se enderezó. Ni Miyeon ni la otra beta (no, Soyeon la llamó "alfa defectuosa") parecían sorprendidas, y esa alfa defectuosa sólo murmuró algo sobre cambiarse ropa.

—Y tú, Shuhua —la omega aludida se encogió cuando Lisa se volteó a verla—, si te veo compartiendo comida con tu amiga, correrás la misma suerte que ella, ¿lo has entendido?

—Sí, sí —tartamudeó Shuhua.

—Bien —Lisa les dio la espalda—, ahora, ¿qué me contabas sobre tu abuela, Hye?

La escena anterior no pareció haber ocurrido para la mayoría de las personas allí y nadie saltó en defensa de Soyeon, que se acurrucó en su lugar. Shuhua ni siquiera se molestó en hablarle o decirle algo, ya que era evidente que, si lo hacía, recibiría algún insulto.

De cualquier forma, Shuhua ya no tenía fuerzas para nada más. Ahora sólo quería dormir, fingir que todo era una pesadilla y tener la esperanza de que, al despertar, estaría en el departamento que era de Soojin, en sus brazos y a salvo.

O, incluso, que estaría en la Clínica, en su cuarto de paredes, sábanas y pijama blanco, envuelta en limpieza, pureza y expiada de todo pecado.

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