Una noche [YoungJae x YuGyeom]

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~Advertencia: contenido explícito.

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YuGyeom jamás había tenido una aventura de una noche. Todas las veces que se acostó con alguien fue -como mínimo- unas cuántas semanas después. Todos sus amigos lo habían hecho y estaban conformes con eso, así que naturalmente él terminó sintiendo curiosidad, sin embargo, YuGyeom no es como sus amigos. Es un poco tímido al conocer personas y no establece una relación de confianza fácilmente, así que un polvo exprés no era algo que encajase con su personalidad. Motivo por el cual iba a rechazar la propuesta del tipo que se había acercado a él con intenciones bastante obvias.

—Vamos a un lugar más privado.

El aliento alcoholizado le rozó la oreja y él se removió incómodo por eso. En primer lugar, su espacio estaba siendo invadido, y en segundo, el tipo era de lo más molestoso.

—En realidad no me apetece— dijo tomando su bebida y desviando la mirada hacia Kunpimook en busca de ayuda. Pero al parecer, el chico estaba mucho más ocupado besándose con su novia. —Deberías buscar a alguien más para divertirte.

Fue un alivio tremendo cuando vio que el desconocido le hizo caso y salió de la zona exclusiva donde se encontraba sin hacer barullo ni nada. La prometida de Jae Beom había reservado una zona en el club para festejar su cumpleaños, ella tenía más amigas que amigos, sólo unos cuántos hombres formaron parte de la lista, entre ellos Jae Beom -desde luego, porque su chico no podía faltar-, Kunpimook, JinYoung, unos tres más que no conocía y él.

El novio de la festejada se había retirado temprano porque al día siguiente tenía una reunión de trabajo importante, su mejor amigo estaba envuelto en otro mundo con su pareja y JinYoung se encontraba hasta el otro extremo hablando animadamente con otros invitados. Suzy y las amigas de esta, con las que platicó horas antes, estaban bailando de lo más contentas al ritmo de la música. YuGyeom no tenía más opciones. Soltó un suspiro y se recargó contra el sillón de cuero. Quizás ya era hora de marcharse, después de todo no tenía ganas para seguir bebiendo o levantarse siquiera a bailar con las chicas.

Pero entonces recordó que había llegado con Kunpimook, así que no podía irse a menos que tomara un taxi, cosa que no iba a hacer ya que lo odiaba con toda su alma, además que la tarifa era alta a esa hora.

—¡YoungJae!— Lalisa levantó la mano e hizo señas para que un hombre pelinegro se acercara hacia el sitio. Tenía el cabello peinado hacia atrás, vestía una camisa blanca, corbata azul, pantalones que le sentaban de maravilla y una chaqueta larga de color negro. Debía admitirlo, el tal YoungJae era apuesto. —Creí que no ibas a venir.

—Tuve que quedarme a revisar unas cosas. Pero aquí me tienes— el tipo se sentó a su lado y YuGyeom pudo sentir una corriente en sus extremidades cuando se fijó en él.

Fue algo imposible apartar su mirada curiosa sobre el recién llegado mientras este se servía licor. Seguro debió verse como un idiota, porque YoungJae lo analizó de pies a cabeza y arqueó una ceja cuando enfocó de nuevo su rostro.

Carraspeó dos veces antes de hacer su patética presentación. —Hola. Soy Kim YuGyeom.

No supo si el tipo lo hizo adrede, pero no le contestó enseguida. Primero se acomodó sobre sillón y bebió un poco antes de responderle. Aquellos ojos afilados recorrieron de nuevo a YuGyeom al mismo tiempo que degustaba el licor.

—Hola. Mi nombre es Choi YoungJae— Por un momento pensó que no iba a recibir más palabras que esas, porque YoungJae le dio la impresión de ser un hombre serio y ligeramente pesado, pero en lugar de ser ignorado, el pelinegro le sonrió. —Te ves un poco perdido.

—Bueno, en realidad creo que lo estoy. Me siento fuera de lugar, no conozco casi a nadie.

—Estamos igual. Sólo conozco a Bae y a Manoban, y esta última acaba de irse con su novio hacia quién sabe dónde.

YuGyeom volteó y efectivamente, el lugar donde la pareja había estado se encontraban vacío y ahora una brecha de tamaño considerable lo separaba de los demás invitados, dejándolo prácticamente sólo a él y a YoungJae en ese extremo.

No tener a ninguno de sus amigos cerca le hizo sentir más perdido que antes y se preocupó realmente por cómo iba a acabar la velada.

—Demonios, creo que no me iré pronto de aquí.

—Eso es bueno— dijo el pelinegro. —Porque de lo contrario no tendría compañía— YoungJae se bebió lo último del licor y tras un golpe seco dejó la copa sobre la mesa. —Bien, YuGyeom, háblame de ti.

Al principio fue difícil responder a las preguntas de YoungJae, pero conforme pasó el tiempo YuGyeom pudo mantener una conversación sin preocuparse por la opinión que pudiera formarse sobre su persona. Probablemente no se lo volvería a encontrar pronto, ya que en todos esos años de tener ciertos amigos en común, jamás se lo había topado por ahí. El hombre resultó justo como YuGyeom se lo imaginó al comienzo; era serio y vaya que era pesado. No dejaba que cualquiera se le acercara o tocara, era muy selecto para hablar con las personas y la mayoría de las veces se aburría rápido de la gente nueva, por eso no salía más allá de su círculo, pero por alguna razón acabaron congeniendo, además tenía un humor peculiar que terminó por agradarle. Normalmente, él no se juntaría con personas de su tipo, aquellas que denotan mucha energía y dominancia, porque YuGyeom se incomoda fácilmente, pero Choi YoungJae podría ser la excepción.

Por cada minuto que corría lento como un caracol, YuGyeom empezó a darse cuenta de que en serio estaba disfrutando de la compañía del pelinegro. Fue algo extraño ya que nunca entró en confianza tan rápido con alguien. Compartían ciertos gustos e ideales, pero tenían más diferencias que cosas en común. Si tuviera que describir al mayor, YuGyeom considera que lo que mejor se asemeja a él es: hijo de puta. Es que no le cabía en la cabeza cómo es que alguien pudiera ser tan arrogante, egocéntrico, narcisista y aún así ser buena onda. Porque YoungJae lo era, sin duda era genial. ¿Qué demonios tenía ese hombre que le atraía tanto?

¿Acaso era su rostro bien parecido?

Podría ser. Sus facciones no eran ni muy marcadas ni muy suaves. Sus ojos pequeños eran encantadores, sus labios tenían tanto forma como un color perfecto y cuando se alzaban en sonrisas preciosas como las que le mostraba cada cierto tiempo, YuGyeom no podía desviar la mirada hacia otra parte.

¿Quizás era su cuerpo?

Probablemente. No lo tenía trabajado por completo, sin embargo lucía de lo más apetecible. YuGyeom se lo imaginó sin camisa más de una vez, con el abdomen semi marcado y brazos fuertes. ¡Oh, pero qué brazos! Él quería que lo sostuviera fuerte entre ellos y no lo dejara ir fácilmente.

¿O acaso era su forma de hablar?

Sí, a él le encantaba. YoungJae le hablaba de una forma tan bonita que le hacía sentir mariposas en el estómago y el pecho.

Simple y sencillamente le atraía mucho.

—Hey, Yugs. ¿Te irás con nosotros?

—¿Eh?

Parpadeó un par de veces y miró alrededor por primera vez desde que YoungJae llegó. La gran mayoría ya se había puesto de pie y se dirigían a la salida. Como Suzy lideraba la fila dispareja, supuso que la velada ya se había acabado.

—¿Dónde está JinYoung?

—Él ya está en el auto, nos está esperando. ¿Vienes ya?

—Bueno, sólo espérame unos...

—Yo lo llevo.

Casi se atraganta al oír eso. ¿YoungJae se había ofrecido voluntariamente?

El pelinegro miró a su amigo tailandés y este le devolvió una mirada titubeante. No confiaba en él, y no lo culpaba por eso.

—¿Listos?— Lalisa llegó y se aferró al brazo de su novio.

—Llevaré a YuGyeom— Choi se dirigió a la chica, ignorando si él ya había tomado una decisión.

—¡Eso es perfecto! ¡Me alegro que se llevaran bien! No te preocupes, Bam. YuGyeom estará en buenas manos.

La felicidad de la pelirroja se debía a que al ser amiga de Choi, sabía de antemano todo lo que conllevaba el hecho de que alguien le agradara al hombre. Al parecer eso convenció a su amigo, ya que si la chica confiaba en Choi, entonces Kunpimook no tendría por qué dudar.

—¿Por qué te ofreciste?— una vez estando afuera, YuGyeom caminó al lado del mayor hasta que llegaron a su auto.

—Sólo quería pasar más tiempo contigo— YoungJae se sentó sobre el capó, encendió un cigarrillo y le dio una calada. —Hice planes para nosotros.

Así era YoungJae. Planeaba y hacía las cosas sin pedir opiniones, eso es algo de lo cual se pudo percatar conforme el reloj avanzaba, así como también que preferiría dirigirse a los demás por sus apellidos en lugar de usar los nombres. Pero por alguna razón se sintió libre de decir el suyo.

—¿Planes? ¿De qué clase?

—Sólo planes, YuGyeom. Planes que seguro te gustarán.

—Ni siquera me das una pista— refunfuñó.

—No seas impaciente.

YoungJae se tomó su tiempo en fumar y a pesar de que el lugar estaba casi en total silencio -a excepción de los autos que pasaban a lo lejos y las pocas personas que caminaban por el estacionamiento- no fue incómodo para él quedarse sin decir nada y que el mayor tampoco dijera una sola palabra. En su lugar, YuGyeom le vio fumar tranquilo y se distrajo hallándole formas al humo que se disipaba en el aire.

Una ventisca hizo que se encogiera en su lugar en busca de calor. Aún sin emitir sonido alguno, YoungJae pasó un brazo por sus hombros y lo acercó hacia él para evitar que siguiera sintiendo frío. YuGyeom recibió caricias en el cabello y todo se sintió tan acogedor que se tomó la libertad de acomodarse sobre su pecho, después de todo él tampoco pidió permiso para tocarlo.

El tiempo pasó de esa manera. YoungJae fumaba tranquilamente mientras le hacía dormitar contra su cuerpo y YuGyeom disfrutaba de las caricias tiernas.

—Kim— el menor recibió palmaditas sobre sus mejillas y escuchó reír a YoungJae cuando abrió los ojos con lentitud. —No te duermas.

—¿Terminaste por fin?

En ningún momento quiso apresurarlo, porque de esa manera habrían roto el contacto.

—Sí— YoungJae pisó la colilla del cigarro y soltó el resto del humo en sus pulmones.
—¿Sabes? Me dio hambre. Vamos por algo para comer. ¿Te parece?

Y fue así como terminaron comprando papas fritas y malteadas en un local de comida rápida. Como a YoungJae no le gustaba comer en los restaurantes por supuestas cuestiones de salubridad (YuGyeom piensa que se debe más a que es un niño mimado), se quedaron apoyados contra el auto mientras observaban las estrellas y las luces de la ciudad desde el sitio donde Choi aparcó.

YuGyeom jamás había estado en ese lugar. Era una zona nueva que dejaba ver lo encantador de la ciudad desde arriba, recientemente se había vuelto popular debido a lo llamativo que era.

—No imaginé que iba a terminar en un lugar como este en plena madrugada. Me agrada— murmuró jugando con sus dedos.

YuGyeom se había acabado la malteada y las papas, YoungJae era el único que seguía comiendo con tranquilidad. Se había quitado la chaqueta para dársela a él, así que en ese momento disfrutaba del dulce calor que la prenda le otorgaba, así como también disfrutaba ver al mayor con las mangas de la camisa dobladas hasta los codos y el cabello ligeramente despeinado.

—Ahh, YuGyeom. ¿Qué hubieras hecho sin mí si no llegaba?

—Me hubiera divertido, desde luego. Antes de que llegaras la estaba pasando bien con Suzy y sus amigas.

YoungJae fingió una expresión indignada.
—Pues yo no te vi contento cuando llegué.

—Eso fue porque un extraño se me acercó y me hizo sentir incómodo. Quería tener sexo conmigo, obviamente le dije que no. No me gusta coger con desconocidos.

YuGyeom frunció el entrecejo al recordar al idiota que intentó llevárselo de ahí. Ugh, de sólo recordarlo le daban escalofríos para nada agradables. Sacudió la cabeza ligeramente y mandó a volar esos pensamientos.

Como YoungJae se había quedado en silencio, YuGyeom miró al hombre preguntándose por qué no había hecho un comentario burlesco o sarcástico, porque si hay algo que descubrió acerca de Choi a lo largo de las horas además de lo ya mencionado, es que era tan sarcástico así como era guapo, o sea, bastante. El pelinegro se le quedó observando con las cejas levantadas y con una papa a medio comer.

—Auch— murmuró.

—¿Qué pasa?

YoungJae desvió la mirada hacia las luces de la ciudad y guardó silencio de nuevo. YuGyeom juraría haber visto una expresión apenada en su rostro por primera vez en la noche.

—Bueno, yo... En realidad pensaba llevarte a mi cama— dijo con una sonrisa tímida y llevándose la última papá frita a la boca.

¿Qué YoungJae pensaba qué?

YuGyeom se sintió sonrojar por tal declaración. —¿Por qué querrías hacerlo?

Una vez más, Choi no le contestó enseguida. Con toda la calma del mundo arrojó los recipientes de plástico y las bolsas vacías de las papas a la basura. Estaban al aire libre pero aún así el espacio se sintió pequeño cuando regresó a su lado.

YoungJae lo miró fijamente, como la primera vez que posó su mirada sobre YuGyeom al sentarse a su lado. Esos ojos penetrantes lo escudriñaron una y otra vez mientras que YuGyeom estaba a punto de gritar ahí mismo.

—Porque eres jodidamente caliente. Y porque me gustaste cada vez más y más mientras hablábamos cosas sin sentido.

YuGyeom abrió la boca para decir algo, pero nada salió.

YoungJae reveló lo mismo que YuGyeom sintió por él. ¿Debería mandar todo a la mierda e intentarlo?

—Sube, está haciendo más frío.

Acató las órdenes de YoungJae e ingresó al coche. No estaba cálido, pero sin duda era menos helado que afuera. El mayor tomó su lugar frente al volante y YuGyeom se sintió oprimido cuando escuchó el seguro colocarse. YoungJae tomó un frasquito de gel antibacterial y colocó unas cuántas gotas en sus manos para después extenderle la pequeña botella. Murmuró un diminuto gracias que sólo pudo escucharse debido al espacio.

Mientras esparcía el frío gel por sus manos, su mente divaga por los cielos.

"Este hombre no es tu tipo, YuGyeom. Es muy ególatra, dominante. Es precisamente de los que debes evitar. Este hombre es..."

—Bueno, supongo que de todas maneras me arrepentiré si no lo hago.

Tomó la corbata entre sus dedos. YoungJae se sorprendió cuando la agarró con brusquedad y lo acercó para estampar su boca contra la suya. Transcurrieron unos cuántos segundos antes de que Choi reaccionara y le siguiera el ritmo lento y sensual.

El contacto entre sus labios fue explosivo. YuGyeom jamás se sintió de esa manera. La confesión de YoungJae le hizo inflarse con orgullo por causar esa llama ardiente en un hombre como Choi. Un hombre vanidoso, arrogante y sarcástico como la mierda que ahora tenía el aspecto de sus más excitantes fantasías.

Eran opuestos, pero encajaban muy bien, tal vez por eso ambos se sentían de esa manera respecto del otro.

Se separaron dejando un hilito de saliva que pronto se rompió. YuGyeom tuvo la osadía de pasar al asiento de atrás y retar al mayor con la mirada a que hiciera lo mismo. No tuvo que esperar, Choi se iba acomodando mientras él se sentaba sobre sus muslos, con las piernas a los costado apresando al pelinegro contra el asiento y su cuerpo.

YuGyeom se encargó de halar la corbata para aflojar el nudo y mostrarse firme, él quería tener un poco de control esa noche. Dio inicio a un vaivén suave de caderas que le hizo suspirar y le sacó un gemido al mayor de tan agradable que se sentía. YoungJae dejaba besos húmedos por su cuello que no hacían más que calentarlo a medida que intensificaba la fuerza de sus movimientos. Si así se sentía sobre la ropa, no podía imaginar cómo sería tenerlo desnudo contra él.

YoungJae iba cauteloso, sus dedos se deshicieron de los botones sin que se diera cuenta, y entonces los besos llegaron hasta sus clavículas, hasta su pecho donde la lengua ajena se marcó como fuego sobre su piel.

—¿Puedo?— preguntó YoungJae.

YuGyeom asintió sin saber qué era lo que había querido, pero no tuvo que esperar mucho para averiguarlo. La boca del pelinegro apresó uno de sus pezones y YuGyeom gimió complacido por la nueva y deliciosa estimulación.

Los fríos dedos del mayor recorrían su piel, por la espalda y luego a la cintura donde incrustaba los dedos cada vez que YuGyeom rotaba las caderas sobre su entrepierna. Él sabía cómo tocar, pasaba por los lugares correctos que lo encendían aún más, así que perdido en la sensación del momento, YuGyeom se dio la tarea de aferrarse a los cabellos del hombre y revolverlos como había querido hacerlo desde un principio.

No creyó que las cosa fueran aún mejor hasta que sintió una embestida por parte de Choi, entonces supo que no tardaría en perder la cordura. Manos ansiosas recorrían su cuerpo, una boca hambrienta había liberado sus pezones y ahora le devoraba los labios de una manera tan ansiosa que le hacía estremecerse de pies a cabeza. Los gemidos de ambos eran amortiguados por el contrario, sus movimientos sincrinizados de cadera comenzaron a tornarse más rápidos y bruscos, buscando un dulce alivio anhelado.

Sin embargo, YuGyeom tuvo otros planes. Tiró fuerte de la corbata y así detuvo los movimientos del mayor. Este jadeó sorprendido de nuevo, por haber interrumpido abruptamente los roces placenteros. Choi hizo el intento de retomar sus movimientos, pero YuGyeom se aseguró de que entendiera; él decía cuándo.

Su timidez se había retraído hasta el fondo.

—Y tú me llamaste impaciente hace unas horas— YoungJae mostró indicios de quejarse, pero la corbata servía muy bien para detener todas las acciones que planeaba. YuGyeom estaba extasiado, tener control sobre el señor perfecto le daba un poderío inalcanzable.

Sacó la lengua y jugó con los labios del mayor. Estuvieron así unos largos minutos donde todo era besos apasionados y mordidas gentiles, hasta que el pelinegro bajó la guardia. Sintió cómo el duro cuerpo bajo él se tensaba por los movimientos retomados. YuGyeom daba saltos cada vez más rápidos. ¿Su incentivo? Los gemidos de YoungJae, sin duda.

Con tal de seguir escuchando a YoungJae perdido en la lujuria, YuGyeom alzó las caderas, retorció la corbata y sonrió más que satisfecho por las reacciones tan emotivas del mayor. El pelinegro soltó un gruñido frustrado al ya no tener nada contra qué frotarse.

—Maldita sea, estaba tan cerca— el menor deslizó una mano ente ellos y presionó ligeramente el miembro de YoungJae, quien esperaba impaciente a que YuGyeom se dignara saltar de nuevo. —Eres una deliciosa tortura— murmuró el pelinegro antes de reclamar sus labios.

YoungJae lo besó de una forma que le hizo derretirse contra su cuerpo. Dejó de darle importancia a su autocontrol, fue divertido y caliente como el infierno, pero a YuGyeom también le dolía y ya era hora de darle una recompensa al mayor, una muy buena, así que acomodándose de nuevo sobre sus piernas, se movió sin tener intenciones de detenerse. Los ojos de YoungJae se oscurecieron y este, apretando su agarre sobre las caderas de YuGyeom, fingió embestidas rápidas sobre la ropa. YuGyeom se estremeció por completo, incluso con los ojos cerrados pudo ver cientos de puntitos blancos cuando YoungJae dio un último empuje que acabó por llevarlos a la liberación que tanto querían.

El ambiente en el auto ahora estaba caliente y las ventanas habían empezado a empañarse. Ambos estaban hechos un desastre, YuGyeom con marcas de dientes en su cuello y YoungJae con los labios hinchados, el cabello despeinado y la corbata floja debido a tantos tirones. La humedad caliente dentro de sus pantalones no era de lo más lindo, pero sí le daba un toque excitante.

—Creí... Que no te gustaba coger con desconocidos— dijo YoungJae entre jadeos para recuperar el aliento.

—Para todo hay una primera vez. Además... No eres un completo desconocido— respondió igual de agitado.

Ahora la idea de dormir en la cama de alguien más no le parecía tan descabellada.

YoungJae condujo hasta su casa y lo llevó directamente hacia su recámara. Se dio el tiempo de desnudar a YuGyeom por completo, de admirar y tocar cada trozo de su cuerpo. Se pasaron horas descubriendo lo que a ambos les gustaba y a él le encantó que el pelinegro fuera tan dedicado en hacerle sentir bien.

—¿Sabes? Esto no tiene por qué acabar esta noche— la voz ronca de YoungJae interrumpió el agradable silencio en el que habían estado encapsulados.

Ambos estaban acostados sobre las sábanas desordenadas, no habían lámparas encendidas así que la oscuridad los arropaba casi por completo, solo la cortina ligeramente corrida dejaba pasar un poco la luz, lo suficiente para que YuGyeom pudiera distinguir las facciones de YoungJae. Tenía un perfil fantástico, una nariz que le parecía linda, mejillas suaves que le gustaría apretar y llenar de besos. Sus labios eran increíbles, delgados pero apetecibles y se sentían bien cuando los mordía con cuidado. Habían muchos rasgos de YoungJae que ahora encontraba de lo más encantadores, pero sus favoritos, quizás desde el primer momento, fueron sus ojos. Pequeños y alargados pero intensos con ese color de la noche que le hacía suspirar totalmente perdido en ellos. YuGyeom había estado fascinado cuando el pelinegro le observó con los ojos dilatados, todo el tiempo le miró de una forma tan intensa motivado por el placer, y eso no hizo más que hacerle sentir deseado como nunca antes y complacido de la misma manera.

Lo había adorado tanto.

Y él no quería que la cosas terminaran de ese modo. No quería un fin, porque quizás, y estúpidamente, YuGyeom se había enamorado en una sola noche.

—Entonces... ¿Quieres repetirlo?— preguntó trazando líneas invisibles sobre los tatuajes de YoungJae. Jamás se hubiera imaginado que el niño correcto tendría marcas de tinta sobre su piel, pero terminó por gustarle, de hecho le calentó bastante. Todo en él era sexy, hasta sus jodidos tatuajes.

—Todas las veces posibles.

YoungJae se dio la vuelta hasta quedar recostado sobre el pecho de YuGyeom, donde dejó besos suaves que le aceleraron el corazón.

En el auto, YuGyeom había tenido algo de control, pero el pelinegro se adueñó de él en esa habitación. No tuvo ni una sola oportunidad, la esencia dominante del hombre reinó en el lugar, escabuyéndose hasta por debajo de su piel que terminó bañada de marcas violetas. Sin embargo, por más que YoungJae fuera un tanto rudo, no dejó de preocuparse por YuGyeom, si no era incómodo para él, si le dolía o se sentía bien. Lo trató increíble y eso hizo que terminara tan enganchado a él.

Llevó sus manos hasta la cabellera ajena y comenzó a jugar con los mechones rebeldes, presionando sus cuerpos de nuevo en un enlace íntimo y marcado. Deslizó una de sus piernas entre las de YoungJae de manera juguetona y suspiró ante la sonrisa complacida del hombre. Tras recibir caricias lentas y besos que le robaron el aliento, YuGyeom supo que en realidad, el pelinegro es quien más entusiasmado se encontraba por compartir más que solo una noche.

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Soy un asco para las partes hot, sin embargo, aquí le metí una para forzarme a mejorar en esta clase de redacción. Puntos extra para mi por hacer el intento.

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