El Maestro de las Sombras

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"La vida nos muestra su fragilidad en los momentos más inesperados, recordándonos que incluso los héroes más fuertes pueden herirse, y que la verdadera fortaleza reside en cómo nos recuperamos de las heridas que nos inflige el destino."

Capítulo 17

Descubrir que Dilan estaba casado, me llevó una oleada de emociones que me ahogaron, dejándome en un estado de confusión abrumadora. La idea de que él ya hubiera compartido su vida con alguien más, me golpeó como una sorpresa devastadora, y una extraña sensación de traición que se apoderó de mí. 

Mi mente, por supuesto, se llenó de preguntas y dudas sobre lo que eso significaba para nosotros, y el pánico me invadió al considerar la posibilidad de un compromiso tan serio. A pesar de mi amor por él, en ese momento, el futuro se volvió incierto y aterrador, y me encontré luchando con mis propios sentimientos y miedos.

—Lo estaba —escuché su voz detrás de mí, supe que me había escuchado afirmar su estatus cívico. 

Me volví a él, y puedo garantizarle que no solo estaba sorprendida por lo anterior, sino por encontrarle en paños menores. La única tela que le cubría, lo hacía de la cintura para abajo. Y aunque no quise, mi mirada se deslizó sobre su pecho musculoso y abdomen marcado, evidencia de su dedicación al ejercicio, y la suavidad dorada de su piel contrastaba con la toalla que colgaba de sus caderas. 

Cada línea y contorno de su cuerpo parecía cuidadosamente moldeado, y no pude evitar sentir una atracción magnética hacia él. Sus piernas atléticas y fuertes completaban la imagen, y mi corazón latía aún más rápido ante la visión de su irresistible físico, que me dejaba sin aliento. Era como si la perfección se hubiera materializado justo ante mis ojos, y me encontré perdiéndome en su belleza sin poder apartar la mirada. Ni siquiera en la playa, vi tanto como en ese momento. 

¿Acaso lo había hecho a propósito para manipularme?

Lo que fuera, su respuesta me dejó sin aliento y mi mente comenzó a dar vueltas. El hecho de que estuviera casado y que no me lo hubiera dicho antes, desencadenó una tormenta de emociones dentro de mí y ni siquiera ese cuerpo me haría olvidar lo que mi mente y mi corazón imaginaban.

—¿Qué ocurrió? ¿Por qué no me lo has dicho en todo este tiempo? —pregunté, mi voz temblorosa y llena de inseguridad.

Dilan se acercó lentamente a mí mientras hablaba, y su presencia física solo hacía que mis emociones fueran aún más intensas, además, su cuerpo tan cercano, solo añadía más confusión a la mezcla de sentimientos que estaba experimentando.

—Fue hace unos años atrás —empezó tan martirizado, como cuando hablaba de Selena—. Tenía solo 18 años cuando lo hice, estaba muy joven. Había empezado la universidad y la conocí, duramos cuatro meses de novio, y creyendo que estábamos muy enamorados, nos casamos. Al mes siguiente, ella había muerto en un accidente de auto. 

Al escucharle decir eso, sentí una mezcla abrumadora de compasión, tristeza, confusión y extrañeza, al mismo tiempo. Mi corazón se apretó con empatía hacia él, al imaginar el peso de esa pérdida y el dolor que debió haber experimentado. La coincidencia de que ambas mujeres en su vida hubieran muerto en accidentes de auto, me dejó con una sensación inquietante de fatalidad. Me encontraba conmovida por su historia, pero también me sentía insegura, preguntándome si él pensaba que yo también podía estar en peligro, debido a esta extraña conexión.

—La razón por la que no había hablado de ello, es porque fueron momentos dolorosos —continuó, mirándome fijamente—. Y cuando me enteré que Selena había muerto también en un accidente de auto, pensé que había sido mi culpa, ya que al parecer las chicas que me gustan parecen tener un destino fatal con accidentes de autos. A excepción de ti, entre comillas —sopesó, pensativamente—. Tú al menos, me has hecho sentir seguro, por alguna extraña razón.

Cada palabra que salía de su boca se clavaba en mi corazón. Había experimentado tanto dolor en su pasado, y yo, apenas sufría por una pérdida amorosa por Dan. 

La historia de su matrimonio anterior y la muerte de su esposa me hicieron verlo de una manera totalmente nueva, y me di cuenta de que había mucho más en él de lo que yo había imaginado.

A medida que hablaba, se acercó aún más a mí, y sentí que mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Sus ojos se encontraron con los míos, y una chispa de deseo y vulnerabilidad parecía brillar en su mirada.

—¿No lo entiendes, verdad? Yo te amo, Andrea, quiero estar contigo. Eres la chica que me da una seguridad única. Además, ya no soy un chico, y es por eso que quiero casarme contigo. Tengo 26 años y dentro de poco estaré en los treinta, no quiero ser un anciano para tener hijos...

Sus palabras me dejaron atónita. El amor y la pasión que sentía por mí eran palpables en cada palabra y gesto, y mi corazón se debatía entre la emoción y el miedo. La idea de casarse y tener hijos me llenaba de temor, y las palabras de Dilan me hicieron enfrentar una realidad que había estado evitando.

—¿Hijos...? Creo que llegaremos tarde, será mejor que te apures —dije apresuradamente, tratando de desviar la conversación y ocultar mi pánico ante la idea de la maternidad.

Dilan me miró, con una mezcla decepcionada reflejada en sus ojos, que sin saberlo, eso me asesinó de inmediato. Quise corregir lo que había dicho, pero no fue a tiempo, él solo suspiró y se alejó de mí, desapareciendo hacia su cuarto. 

Me quedé allí, en medio de su sala de estar, sintiendo que todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Mi mente estaba llena de preguntas sin respuesta, y mi corazón estaba dividido entre el amor que sentía por Dilan y el miedo a un futuro incierto que él quería conmigo. El encuentro había dejado una marca profunda en mí, y sabía que tendría que enfrentar mis propios sentimientos y temores antes de tomar una decisión sobre mi relación con él.

La verdad es que no me sentía preparada para asumir todo eso en ese momento. 

A pesar de que luchaba contra el crimen y que tenía responsabilidades importantes por eso, seguía siendo muy jóven en muchos aspectos. 

No podía dejar de ser simplemente una chica de secundaria para convertirme en esposa o madre de la noche a la mañana. Lo que Dilan había planteado había sido abrumador y, aunque le amaba, al menos eso creía después de oírle decírmelo, no estaba segura de lo que quería en mi vida. Sus palabras habían abierto un abismo de incertidumbre en mi interior, y no sabía cómo lidiar con ello.

Miré el reloj y vi que faltaban solo 20 minutos para las 19:00. Salimos de su casa y noté que se había vestido con elegancia, luciendo una camisa azul con chaleco y pantalón de vestir negro, combinando perfectamente con sus zapatos de charol del mismo color. Lucía impecable.

Busqué su mirada, pero él parecía evitarla, apartando la suya. Eso me dolió un poco. 

¿Acaso esa conversación había afectado tanto lo que sentíamos el uno por el otro? Como fuera, no iba a descubrirlo allí, el tiempo lo revelaría. 

En cuestión de minutos, estábamos en el auto, sumidos en un incómodo silencio. Solo intercambiábamos algunas palabras cuando era estrictamente necesario. Finalmente, llegamos al teatro Paramount en Times Square, Manhattan. La imponente estructura gris seguía siendo tan majestuosa como siempre, y el gigantesco letrero de Hard Rock que iluminaba las calles, invitándonos a adentrarnos en sus dominios. 

Aunque el teatro aún no estaba abierto al público, Dilan, como director de la obra, nos permitió entrar por una puerta trasera que nos condujo directamente a los vestidores. Allí, todo el elenco se estaba preparando para la interpretación de la famosa obra "Lavanda". El ambiente estaba lleno de tensión y emoción, pero yo seguía atrapada en mis pensamientos y sentimientos, incapaz de sacudirme la incertidumbre que me atormentaba desde la conversación con Dilan.

Él me presentó frente a todos sus alumnos como su novia, y aunque quería hablar con él sobre nuestra conversación pendiente, la multitud y el ajetreo del lugar lo hicieron imposible. Opté por darle espacio y salí del abrumador escenario, dirigiéndome hacia el exterior del teatro. 

El edificio en sí era asombroso, con exquisitos acabados de madera y porcelana, adornado con colores dorados que daban la impresión de que el lugar estaba bañado en oro. Los relieves artísticos le conferían un aspecto antiguo y elegante, y las telas rojo sangre se complementaban con los asientos dispuestos en filas ascendentes. Era un lugar verdaderamente hermoso.

Mi boleto estaba en primera fila, así que tomé asiento y esperé allí. El teatro comenzó a llenarse gradualmente hasta que estuvo completamente abarrotado. Calev, Clear, Kyle y Tatiana llegaron a tiempo y se sentaron en la misma fila en la que me encontraban, todos estaban animados, y yo, ene se momento, solo fingía estarlo para no tener quedar demasiadas explicaciones, sobre qué me ocurría.

A las 20:00, comenzó la función con Dilan en el escenario, dando la bienvenida a todos y presentando la obra con una pasión palpable en cada palabra, como solo él podía hacerlo. 

Los aplausos resonaron en el teatro, y Dilan hizo una reverencia antes de bajar las escaleras y ubicarse a mi lado. Le sonreí, pero él parecía estar en otro lugar, ignorándome por completo y haciéndome sentir insignificante en ese momento.

Como me lo había mostrado, la historia seguía a Luna, una joven artista en busca de su voz creativa en el agitado Nueva York contemporáneo. Luchando con la presión de la ciudad y las expectativas de su familia, Luna se sumergiría en un mundo surrealista de sueños y deseos reprimidos. A medida que exploraba su identidad a través de la danza y la música, se encontraba con personajes enigmáticos que representaban diferentes aspectos de su subconsciente.

Los personajes, como leí, incluyeron a "La Musa," una figura misteriosa que encarnaba la inspiración artística y le hablaba a Luna de vez en cuando; "El Espejo," que reflejaba las dudas y los miedos de Luna, que se mostraban como figuras grotescas, mezclados con el coro que narraba no solo su viaje emocional, sino sus propios demonios internos. Al final, encontró la liberación a través de la expresión artística.

Allí se suponía que debía terminar. Sin embargo, cuando el telón cerró, y las personas se miraban las caras al no anunciar la conclusión de esta, otra vez se abrió y el narrador final, dijo que había un último acto: Un personaje secundario, la mejor amiga de Luna, Andrina, se destacó en escena, interpretando su papel de manera fascinante cuando la trama tomó un giro inesperado. 

En ese momento, ella adquiría un supuesto perfume de lavanda con el que encantaba a todos los hombres, desencadenando una lucha entre pretendientes. Un villano la secuestraba, pero en medio del conflicto, Andrina reveló su verdadera identidad como Galica y lo derrotó con facilidad, usando su telequinesis.

Esta sorpresa me hizo reír y aplaudir, ya que Dilan había incorporado aspectos de nuestra propia historia en la trama de la obra. Luego, el personaje decidió quedarse con el chico que había amado desde la infancia, a pesar de las dudas sobre si él era digno de su amor. No obstante, la obra dejó la puerta abierta a una continuación, ya que el chico aún no conocía la verdadera identidad de la chica. Además, Rachel, quien había descubierto su secreto, planeaba vengarse por haber perdido al chico que a ella le gustaba, lo que añadía un elemento intrigante a la trama. 

Por supuesto, la combinación de drama, romance y comedia en la obra, cautivó a la audiencia, y los aplausos al final no se hicieron esperar.

Eran las 22:00 PM cuando finalmente la obra llegó a su fin, y para las 22:30, el teatro ya estaba cerrado por completo.

—¿Vienes con nosotros? —preguntó Kyle, con una sonrisa amplia y uno de sus brazos rodeando a Tatiana por los hombros. Ella me miró con una expresión sincera y cálida.

—No, esperaré a Dilan —respondí con determinación.

—Recuerda llegar temprano, todavía no tenemos edad para estar fuera tan tarde —advirtió Calev, el cual recibió una mirada acusatoria de mi parte, ya que era el más joven entre todos nosotros, incluso Clear le llevaba un año de ventaja.

—Creo que deberías ser el primero en seguir ese consejo, hermanito —le respondí con una sonrisa traviesa, tratando de poner las cosas en perspectiva. Esto provocó risas entre el grupo antes de que se despidieran y se marcharan.

Al final, se alejaron juntos, dejándome sola en las desiertas calles de la noche. Me quedé esperando en el auto de Dilan, y mientras pasaban los minutos, comencé a impacientarme.

—Lo siento, tenía que felicitar a los actores, hablar con el equipo y discutir algunas propuestas con la dirección —se justificó Dilan cuando finalmente llegó, con un tono ligeramente apenado en su voz.

La verdad era que no me importaba esperarlo. Estaba a punto de decírselo cuando, de repente, unas patrullas de policía pasaron a toda velocidad. Miré a Dilan con sorpresa, y él suspiró antes de hablar.

—Entiendo... yo los seguiré en el auto, mientras tanto, tú cámbiate.

Asentí y me apresuré a cambiarme rápidamente. Había estado acostumbrada a llevar el traje de vigilante sobre mi ropa, ya que nunca sabía cuándo podría ser llamada a la acción. Sin vergüenza de que me viera Dilan, me despojé de ropas, mientras sacaba otras prendas de mi cartera, hasta que finalmente, me coloqué el antifaz. Lo único que podía cubrir mi rostro y despistar un poco a la gente, sobre mi identidad. 

Habíamos iniciado la persecución de una patrulla, cuando en el camino se unieron una docena más, a toda velocidad, con las luces y sirenas destellando en medio de la oscuridad de la noche. Lo que fuera que estuviera sucediendo, debía ser grande e importante. 

La tensión en el aire era palpable mientras nos acercábamos a lo que parecía ser una situación peligrosa. 

Desde la ventanilla, asomé mi cuerpo y, sentándome sobre la puerta del auto, me preparé para la acción. Sin vacilar, creé una pared invisible justo frente al coche de los malhechores, una barrera impenetrable que los dejó sin opciones y los hizo chocar con violencia, poniendo fin a su intento de escapatoria.

La policía rodeó rápidamente el vehículo accidentado, pero antes de que pudieran intervenir, los delincuentes desesperados sacaron un arsenal de armas. Eran al menos ocho fugitivos, y la situación se tornó aún más peligrosa. 

—¡Quédate en el auto! —le grité, mientras salía de su auto corriendo hacia aquel lugar.

Dilan, no hizo caso, salió del auto, lleno de preocupación y llegó corriendo detrás de los agentes, tratando de mantenerse a salvo. Incluso, los policías le gritaban que retrocediera, en mi caso, solo tuve que elevarme por encima de ellos, dejándoles atónitos a todos, aunque algunos ni me habían notado y le gritaban a los criminales que bajaran sus armas. 

Sin embargo, en un giro inesperado, los fugitivos comenzaron a disparar indiscriminadamente. Estando todavía en el aire, alcé mis manos, y creé un escudo invisible telequinético, que detuvo cada una de las balas en su camino. Los agentes me miraron con asombro y horror, sus rostros reflejando su incredulidad ante lo que acababan de presenciar. En medio del caos, uno de los fugitivos gritó algo, una frase que resonó en el aire cargada de amenaza:

—Sabía que aparecerías... 

Mi mirada se fijó en el sujeto que había hablado, un típico neoyorquino con una apariencia enigmática y elegante. El cabello era negro y ondulado, ojos oscuros y penetrantes, y una barba cuidadosamente recortada. Era alto y llevaba un traje a medida de alta calidad que realzaba su presencia imponente. Incluso, llevaba guantes negros.

Por supuesto, me desconcerté porque no sabía quién era y que trata quería conmigo. Pero, el hombre a su lado, si lo reconocí, era le mismo delincuente que había atrapado por primera vez. Entonces, lo comprendí, todas las patrullas y la cantidad de policías que seguían apareciendo, se debía a que ese hombre había escapado de la cárcel. 

Fue entonces cuando un oficial de policía se acercó a mí. Era un hombre de estatura media y complexión atlética, de piel oscura y cabello canoso. Sus ojos profundos y oscuros reflejaban su determinación y su experiencia en el trabajo policial. Vestía un traje oscuro y una corbata impecable, lo que le daba un aire distinguido incluso en medio de la acción.

—Así que tú eres... —comenzó el oficial Johnson, según su placa en su pecho, su voz firme y tranquila mientras se acercaba a mí—. Galica, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, reconociendo al oficial con quien había estado en contacto en numerosas ocasiones a través de llamadas telefónicas, pero nunca antes lo había visto en persona.

—Así es, soy yo —respondí, manteniendo mi atención en los delincuentes que aún estaban rodeados por la policía—. ¿Carl? —le miré nuevamente— Johnson...

Carl pareció sorprendido al verme en persona y me miró de arriba abajo antes de hablar de nuevo.

—Pensé que eras... más alta —dijo con un ligero tono de asombro—. Pareces tener la estatura de mi hija adolescente.

Ignoré su comentario sobre mi altura y me centré en el asunto en cuestión.

—¿Quiénes son estos tipos? —pregunté, indicando a los delincuentes.

Carl suspiró antes de responder, su mirada fija en los hombres que estaban siendo detenidos.

—El hombre elegante es Alexander Blackthorn, también conocido como "El Maestro de las Sombras". Es el cerebro detrás de una banda criminal conocida como "Los Alquimistas del Caos". Han estado robando y traficando artefactos antiguos de valor incalculable en la ciudad durante años.

Mi curiosidad aumentó al escuchar sobre "El Maestro de las Sombras". Era el líder de aquella organización que, accidentalmente, me había enfrentado en el edificio Meisner. Pero a él nunca antes lo había enfrentado personalmente.

—¿Qué más sabes sobre él? —pregunté, deseando obtener más información.

Carl continuó explicando, su voz llena de conocimiento sobre el caso.

—Alexander Blackthorn proviene de una familia adinerada en Nueva York. Es un hombre inteligente, apasionado por la alquimia y la arqueología. Pero su inteligencia lo llevó por un camino oscuro, convirtiéndose en el líder de "Los Alquimistas del Caos". Se ganaron una reputación por robar artefactos antiguos y venderlos en el mercado negro. Tiene una relación con él, Ronald Morales, el mismo que atrapaste la primera vez. 

Recordé las veces en las que había luchado contra la banda de los Alquimistas del Caos y cómo habíamos evitado algunos de sus robos. Pero lo que más me sorprendió fue la mención de tal atrapada de mi parte. 

—¿Cómo sabe que esa fue mi primera vez? —Pregunté sorprendida.

—No lo sabía, lo intuía, pero ahora lo he descubierto —sonrió el oficial, las voces de los demás policías seguía resonando en la escena al ver como estos no se rendían y autos llegaban detrás de Alex. Por supuesto, la prensa también había llegado—. Ronald solo comentó que se encontró con una mujer de cabello rojo y un hombre, y sin previo aviso, fue suspendido en el aire e impulsado contra una pared, y fue la forma en como lo atraparon. Claro, no le creímos, hasta que vimos las cámaras...

Mi corazón, estaba acelerado no solo por el enfrentamiento delante de mí, sino que miré asustada a Carl, pensando que ya conocían mi rostro los agentes públicos. 

—Vimos la cinta, pero lamentablemente ambas figuras estaban justo de espaldas a la cámara y no pudimos saber de quienes se trataban...

Sentí que cobré la respiración de nuevo. 

—Como sea, el hombre vino en busca de su novio —añadió Carl, mirando fijamente hacia los ocho malhechores, y como una docena más aparecían detrás de él, mientras Alex parecía rebuscar algo en la maletera del auto—... Debemos asegurarnos de que estos tipos enfrenten las consecuencias de sus acciones, y ahora tenemos al pez gordo delante de nosotros. 

—¡Oh no! —exclamé alarmada al ver Alex sostenía una bazuca, su rostro retorcido en una sonrisa siniestra.

—¡Todos retírense! —gritó Carl, su voz llena de desesperación.

En mientras me miraba con ojos aterrados, su voz temblorosa—. 

—¡Aléjate... estás loca! —escuché una voz temblorosa detrás de mi, y vi a Dilan, con ojos aterrados.

Una sonrisa irónica se curvó en mis labios, aunque sentía un nudo de ansiedad en el estómago. No podía permitir que esa bazuca causara daño a alguien.

El malhechor apretó el gatillo, y el proyectil salió disparado en mi dirección a una velocidad vertiginosa. Reaccioné instintivamente, creando un campo protector a mi alrededor. Pero la explosión fue mucho más poderosa de lo que esperaba. El impacto me golpeó con fuerza y me lanzó por los aires, atravesando el parabrisas de uno de los autos de la policía con un estruendoso crujido. Grité de dolor mientras sentía que algo caliente se derramaba por mi costado; estaba sangrando.

Mi mente giraba mientras me esforzaba por recuperar el control. A través del cristal roto, pude ver la sorpresa en los rostros de los criminales,  pero a diferencia de los policías que mostraban una expresión de desconcierto, y la de Dilan una mezcla de horror, miedo y pánico, Alex y todos su grupo tenían sorpresa, combinada con alegría y furor de victoria sobre su rostro. allí entendí, que habían comprendido que no era invulnerable y seguía siendo tan mortal como todos ellos.  

Con cuidado, me levanté de entre los restos del parabrisas destrozado. Jadeé y gruñí un poco del dolor, sabía que no iba a poder caminar, así que hice uso de toda mi fuerza mental, para elevarme y no forzar mi cuerpo más de lo que ya estaba. Mis manos temblaban, y sentía miedo de morir realmente. Mi respiración era agitada y mi costado palpitaba de dolor. Pero no podía dejar que eso me detuviera.

—Creo que no lo entiendes, superheroína —dijo Alex, con sorna, apuntando nuevamente su proyectil hacia mí—. Estás acabada. Y si no somos nosotros, alguien más lo hará, ahora que toda la organización criminal sabe que sangras. 

Otro disparó ocurrió, pero esta vez, en vez de contener el impacto como solía hacer, con una mano desvié el ataque hacia el cielo. La explosión que hubo luego, retumbó en el aire, y algunas ventanas de los edificios al costado se hicieron añicos, haciendo parecer que del cielo llovía vidrio, por supuesto, todos tuvieron que cubrirse, y mientras eso sucedía, con la otra mano, envié una onda telequinética tan fuerte que no solo mandé a volar a todos los criminales allí, sino que los autos colapsaron y salieron disparados uno encima de otros, rodando por las calles, incluso, algunos aplastaron a algunos de los delincuentes, si bien no iba a matarlos, les habría causado heridas. 

Luego, descendiendo al suelo, con otro gesto lleno de dificultad, por el cansancio, y la acción que requería, alcé la docena de hombres del asfalto. Algunos aullaron despavoridos y de dolor, pero Alex y Ronald, tomados de la mano se miraron, y solo se carcajearon de la noche, de mí y de todo lo que había provocado, pese a que ya no iban a poder hacer más, parecía que su meta se había cumplido. Y era cierto, yo era humana. Esa fue siempre su misión. 

A pesar del dolor palpitante en mi costado y la fatiga que pesaba en mi mente, no podía permitir que su triunfo fuera completo. Con cuidado y concentración, moví mi mano en un gesto brusco y descendente, haciendo que los criminales caigan al suelo de manera violenta. Sus cuerpos golpearon el pavimento con fuerza, y sus gritos llenaron el aire mientras se retorcían de dolor. Las armas que habían caído al suelo durante la explosión, quedaron fuera de su alcance, inútiles ante mi telequinesis.

Los policías, que habían estado observando la escena con asombro y temor, finalmente se recuperaron y se apresuraron a esposar a los criminales, asegurando que no pudieran escapar.

En medio de la confusión y el caos que había causado, sentí un mareo abrumador y mis piernas temblaron peligrosamente. Estaba al borde del agotamiento y necesitaba ayuda para mantenerme en pie. 

Un policía fue el que me atrapó cuando sentí que iba a sucumbir en la calle. Le miré por un momento: era rubio, sus ojos eran azules, pero que reflejaban amabilidad  y tenía toda la pinta del típico policía de ciudad que parecía sacado de una revista. Realmente, muy atractivo. 

—Veo que no eres del todo invencible, estás lastimada —comentó mientras examinaba mi herida con preocupación—. Deberías ir al hospital, esa herida se ve un poco profunda y podría infectarse.

Mi timidez afloró mientras me miraba. Sus palabras resonaban en mi mente, y aunque quería negar que estaba herida, sabía que tenía razón.

—No te preocupes, estoy bien —respondí, tratando de sonar valiente a pesar de la incomodidad.

Él sonrió por mi actitud y, tocando con suavidad mi hombro, añadió:

—Insisto... si quieres, te doy un aventón.

Dudé por un momento, pero finalmente negué con la cabeza.

—No, si me voy, será por mi propia cuenta.

—Está bien, pero antes de irte, permíteme...

Antes de que pudiera terminar su frase, se acercó rápidamente y me besó. Mi reacción instintiva fue empujarlo por acto reflejo, pero no pude evitar pensar que había algo en él que me resultaba familiar. Sabía que Dilan había visto aquel beso y sentía su mirada quemándome. Su ceño estaba fruncido, y se aproximaba con los puños apretados, colocándose delante de mí mientras hablaba con determinación.

—Yo me encargo, oficial. Puedes irte en paz. Además, creo que todavía tienes trabajo por hacer —Estaba claro, todavía había que, además de encerrar a los delincuentes, decomisar las armas y limpiar las calles. 

El policía asintió y se alejó, aunque parecía un tanto confundido por la situación, pero no sin antes lanzarme una sonrisa que me hizo bajar la mirada avergonzada. Dilan y yo quedamos frente a frente, y su mirada reflejaba una mezcla de celos y preocupación mientras me observaba en silencio.

Me condujo en silencio hasta su auto, y durante el trayecto, ninguno de los dos pronunció una sola palabra. La tensión en el interior del vehículo era palpable, y aunque me preocupaba su reacción, no sabía por dónde empezar la conversación. Me cambié el traje, sintiendo aún más el dolor de la herida, y noté que Dilan aceleraba el auto.

¿No iba a decir nada?

Al llegar al hospital, a la emergencia, me sentía bastante mal, pero no quería admitirlo. La doctora, una mujer de aspecto serio, se acercó a nosotros rápidamente y me preguntó qué había ocurrido. Miré a Dilan, que estaba a mi lado, y antes de que pudiera responder, él tomó la palabra.

—La encontré así —dijo en tono preocupado, y me di cuenta de que estaba tratando de protegerme.

La doctora asintió y nos separó, llevándome hacia una camilla mientras él quedaba atrás. Sentí una mezcla de agradecimiento y ansiedad al ver cómo me alejaban de él.

Mientras la doctora y los enfermeros comenzaron a hacer una evaluación rápida de mi estado, me sentí expuesta y vulnerable. Levantaron mi blusa y utilizaron un aparato ecográfico para examinar mis heridas. La frialdad del gel sobre mi piel me hizo estremecer, pero eran las expresiones de todos lo que me hacía sentir peor, tal vez, de lo que realmente estaba.

¿Sería tan malo?

La doctora se inclinó sobre la pantalla mientras observaba las imágenes de mis heridas y la hemorragia interna. Sus cejas se fruncieron, y murmuró para sí misma en voz baja, evaluando la situación.

—Esto es más serio de lo que pensaba. Las laceraciones son profundas, y la hemorragia no se detiene fácilmente. Necesitarás cirugía de inmediato.

Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba sus palabras, y un nudo se formó en mi garganta. No sabía qué decir o cómo reaccionar, así que asentí con la cabeza en silencio, permitiendo que los profesionales médicos hicieran su trabajo.

El miedo se apoderó de mí en ese momento. No era miedo a morir, sino miedo a irme de este mundo habiendo tenido una pelea con Dilan. La idea de que nuestra última interacción fuera una discusión me llenó de tristeza y arrepentimiento. Quería decirle cuánto me importaba, quería disculparme por mi imprudencia y explicarle que no era su culpa.

Pero en ese momento, me encontraba en manos de los médicos, y no sabía si tendría la oportunidad de hablar con Dilan antes de la cirugía. La incertidumbre y el pesar se apoderaron de mí mientras me preparaban para la intervención.

Lo peor, ¿qué pasaría cuando mis padres supieran que lo que me ocurrió fue estando a cargo de Dilan? 

Otra vez, sentía que el caos había llegado a mi vida. 

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