¿Heroína?

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"A veces, las respuestas más profundas se encuentran en los lugares más inesperados, y que la verdadera sabiduría a menudo se revela cuando miramos más allá de lo evidente."

Capítulo 7


El cafetín era un espacio verdaderamente especial. Combinaba elementos modernos con un toque de la arquitectura clásica de Nueva York, lo que nos ofrecía un entorno acogedor y vibrante.

Las paredes de ladrillo, a la vista, brindaban un ambiente cálido y un guiño al encanto histórico de la ciudad. Los ventanales de cristal de piso a techo inundaban el espacio con luz natural y ofrecían impresionantes vistas del bullicio urbano que caracterizaba a Manhattan.

Las mesas y sillas eran una mezcla ecléctica de estilos, desde sillas de metal modernas hasta bancos de madera desgastada, lo que creaba un ambiente relajado y cómodo para los estudiantes. Plantas verdes se alineaban a lo largo de las ventanas, aportando un toque de frescura y naturaleza.

En un rincón, una cafetería moderna servía una variedad de bebidas, desde café hasta batidos y tés. El aroma del café recién molido se mezclaba con el sonido del vapor que emanaba de la máquina de espresso, creando una fragancia tentadora que llenaba el aire.

En las paredes, se exhibían obras de arte realizadas por los talentosos estudiantes de la escuela, dándole al cafetín un ambiente artístico y creativo. Incluso, había música suave que se reproducía en segundo plano, proporcionando una banda sonora relajante para los momentos de descanso y socialización.

Pude haber admirado todo aquello en ese momento, pero la verdad es que no, estaba tan abrumada y descontrolada porque el primer día de escuela lo estaba sintiendo como la mierda, que sin darme cuenta, vi como en el mostrador donde ser servía la comida, unas bandejas vacías salieron volando por el aire y chocaron contra un muro. 

Me sorprendí, porque era justo en donde mi mirada estaba clavada mientras me acercaba. Me paralicé. Estaba asustada no solo por lo que había sucedido, sino que hubieran pensado que fuera yo y me relacionaran con una versión menos maldita de Carrie. 

Miré a mi alrededor, pero todos estaban tan atónitos sobre las bandejas amontonadas en la pared, como yo. Vi incluso, como algunos se levantaron de sus asientos y se fueron del comedor asustados. Mi miedo en ese momento, era que una versión de desastre como lo que ocurrió en mi cuarto sucediera, y vez de un manicomio, terminará en un laboratorio como rata de experimentación.

Hasta las ganas de comer se fueron. 

Salí del cafetín y fui hasta el baño, y viéndome en el espejo, pálida, con un semblante preocupado, me pregunté:

—¿Qué está pasando conmigo? ¿Porque están sucediendo estás cosas tan extrañas? Primero con mi papá, luego mi cuarto y ahora esto... 

Toqué mi rostro en busca de algún fallo. 

Traté de calmar mi agitada respiración, cuando un escalofrío recorrió mi espalda. 

En eso, detrás de mí, en el reflejo del espejo, apareció aquel hombre del sueño: su cabello canoso, parecía etéreo y fantasmal, y su mirada inescrutable estaba clavada en mí. Me impresioné ante aquello, y aterrada, no pude ni siquiera moverme.

Antes de que pudiera reaccionar, su figura se acercó a mí con una velocidad sobrehumana, sus ojos parecían contener un oscuro secreto, y su voz, un susurro helado, resonó en mi oído de manera inquietante: 

Eres la siguiente —volvió a decir, como aquella vez, pero esta vez, lo sentí más real. 

Solté un pequeño grito y me di la vuelta bruscamente, pero no vi a nadie. El baño estaba completamente vacío. 

¿Qué mierda está ocurriendo? ¿Me estaré volviendo loca?

Me lavé la cara apresuradamente, frotando el agua sobre ella como si intentara borrar algo de lo que acababa de ocurrir. Pero no podía quitarme esa mirada penetrante de la mente. Quizás todo esto había sido causado por la presión del primer día de clases, me dije a mí misma. Pero las palabras del hombre seguían resonando en mi cabeza: "Eres la siguiente."

¿Qué quería decir con eso? ¿Cómo era posible que yo fuera la siguiente en algo que ni siquiera entendía? Las dudas se acumulaban en mi mente, y el misterio que rodeaba a ese hombre y sus palabras ominosas me perseguirían mucho tiempo después de salir del baño.

Salí del baño, tratando de dejar atrás la extraña experiencia con ese hombre misterioso. Aunque aún sentía un escalofrío en mi espalda, me dirigí a la siguiente clase, que resultó ser Pintura Artística. Parecía ser una asignatura única en la que debíamos pintar lo que expresáramos o sintiéramos en ese mismo momento. Aunque estaba acostumbrada a la pintura como forma de expresión, esta clase tenía un aura diferente, cargada de emociones y, aparentemente, algo más.

La profesora asignada para la clase, se llamaba Evelyn Mitchell, una mujer de estatura media, con cabello largo y canoso que llevaba recogido en un elegante moño bajo. Sus ojos, eran de un profundo azul, que reflejaba una gran sabiduría y experiencia. Su piel ligeramente arrugada mostraba los signos del paso de los años, pero su porte erguido y su elegante vestimenta siempre impecable, demostraban que cuidaba de su apariencia. Y como muchos artistas, vestía con un estilo bohemio, a menudo usando vestidos con estampados artísticos y pañuelos coloridos que complementan su aura creativa.

Era conocida por su personalidad estricta pero sabia y compasiva. Apasionada por el arte y la creatividad, y esperaba lo mejor de sus estudiantes. Su rigurosidad en la enseñanza podía parecer intimidante al principio, pero su objetivo siempre fue desafiar a sus alumnos para que alcanzaran su máximo potencial artístico. Era una maestra firme pero justa, y siempre estaba dispuesta a brindar orientación y apoyo cuando un estudiante lo necesitaba. Tenía un amor genuino por el arte y se esforzaba por transmitir esa pasión a sus alumnos.

Aún así, pese haber entendido el concepto de libertad creativa, por un buen rato, me quedé mirando el lienzo en blanco. 

Podía escuchar los pinceles de los demás moviéndose, incluso murmurar sus propios pensamientos, pero yo no, yo solo me había quedado allí, mirando el lienzo que tenía delante de mí. Lo bueno del blanco, es que era un color que te podía calmar. Tenía un efecto sobre "posibilidades" que ningún otro color podía tener. aunque bueno, algunos no consideran el blanco como un color, el asunto está, en que si vieras el azul, podrías imaginar el mar o el cielo, o alguna otra cosa relacionada, o el verde, tal vez la naturaleza, un insecto o una simple hoja de un árbol, pero el blanco, podía ser cualquier cosa. 

Dan...

Sin darme, cuenta otra cosa extraña sucedió: Mis pinceles, comenzaron a moverse por sí solos, como si tuvieran vida propia, se deslizaron sobre el lienzo y crearon trazos que parecían tener un propósito propio. Me quedé mirando asombrada mientras uno de los pinceles tomaba los colores y plasmaba en el lienzo aquel día en el que Dan me sonreía después de haber dicho lo mucho que me amaba. Era una escena perfecta de felicidad con detalles sorprendentes: su mirada llena de cariño, el sol iluminando su rostro y sus ojos verdes brillando con amor.

Se suponía que debía asustarme ante aquello, pero no sucedió. 

¿Cómo podían los pinceles moverse por sí solos y retratar momentos tan personales de mi vida?

Fue lo que pensé. Pero, sí, podía asegurar que en ese momento no sentí miedo. Estaba hipnotizada por el proceso, como si el lienzo cobrara vida propia y se convirtiera en una ventana a mi pasado. Ver a Dan de nuevo, aunque fuera en una pintura, me llenó de una extraña satisfacción y melancolía.

Cuando el cuadro estuvo finalizado, miré a mi alrededor cayendo en cuenta que podía ser, fácilmente, una escena macabra, pero todos parecían absorto con su propio trabajo. Nadie se percató de lo que había ocurrido, si es que había sucedido realmente, pues ya comenzaba a dudar de la realidad ene se momento.  

Entonces, cuando vi a la profesora que comenzaba a supervisar cada trabajo, me di cuenta que había un problema: no tenía ni una gota de pintura en mis manos, o en mi delantal, así que, por inercia metí los dedos de mi manos en cada pintura, me limpié en el delantal, pero me di cuenta que había exagerado demasiado. Ahora parecía una colegiala del jardín de infancia, que apenas aprendía a usar un pincel.  

Por supuesto, cuando la profesora se acercó, hizo una mueca al verme el delantal y las manos, lo que em avergonzó en su momento. Pero toda su reprensión en el rostro cambió, cuando vio el retrato. No supe en qué momento ocurrió, pero todos los estudiantes de la clase se habían acercado. Estaban tan sorprendidos, como la profesora.  

Nadie sabía que yo y Dan habíamos compartido ese momento, y mucho menos que él había fallecido recientemente. por lo que sí, se trataba de un momento intimo y que aquellos pinceles habían capturado muy bien mis emociones. 

La profesora parecía especialmente impactada, mirando el cuadro con asombro y luego mirándome a mí con una expresión inquisitiva.

—¿Cómo lograste capturar este sentimiento con tanta precisión? —preguntó la profesora, sin apartar la vista de la pintura.

Me encogí de hombros, sin saber qué decir. No había sido yo quien había pintado esa escena. 

Tragué saliva, sintiéndome atrapada en un dilema. No podía admitir que no era mi obra, pero tampoco podía fingir que había sido yo quien la había creado. Miré de nuevo la pintura y luego a Evelyn, buscando una respuesta adecuada.

Evelyn se acercó a mí, sus ojos azules escudriñando los míos. 

—Andrea, este cuadro es excepcional. Has capturado una emoción genuina aquí. ¿Qué te inspiró para crearlo?

Las miradas curiosas de mis compañeros de clase se volvieron hacia mí, esperando mi respuesta. Sentí la presión en aumento y carraspeé antes de hablar. 

—Bueno, profesora, fue un momento que significó mucho para mí. Estaba tratando de expresar la intensidad de una emoción especial cuando perdí a alguien especial.

La profesora Mitchell asintió con aprobación, mirándome por un momento como si leyera mis pensamientos y emociones: —Eso es lo que el arte debe hacer, Andrea. Debe transmitir emociones y experiencias, incluso cuando se trata de un pasado doloroso. Has hecho un trabajo excepcional aquí. Continúa explorando esta vena artística.

Los murmullos y susurros de mis compañeros de clase llenaron el estudio mientras admiraban la pintura. Algunos incluso murmuraban entre ellos, preguntándose cómo había logrado retratar esa escena con tanta autenticidad.

El resto del día, para mi suerte en ese momento, se llevó de manera normal. Pero podía sentir como si algo en mi interior estuviera creciendo, como si se tratara de una energía que tomaba la forma de un monstruo y esperaba salir. Me mantenía alerta y un poco más precavida, porque si algo había estado observando, es que parecía expresarse en el momento en el que mis emociones parecían descontrolarse. 

Claro, la imagen de aquel hombre en el baño y la pintura, parecían haberse tatuado en mi corazón, porque no tenía sentido absolutamente nada. 

¿Cómo era posible que estas cosas ocurriera? ¿Qué era lo que quería mostrarme quien quiera que fuera ese hombre? Pero no sonaba como alguien amable o con buenas intenciones.  Y esa pintura, reflejó con exactitud como me sentía. Y sí, había sido impresionante y placentero, pero estaba segura de que jamás pintaría eso, y así de perfecto mucho menos, al menos que hubiera algún tipo de magia en ella, pensé.  

Dios, creo que realmente me estoy volviendo loca, ahora estoy pensando que la magia existe. 

—Bueno será mejor que nos vayamos antes de que esas chicas locas comiencen a buscarme —Manifestó Calev, cuando justamente me senté en el copiloto con él, lo que me recordaba siempre que no había podido felicitarlo por su cumpleaños número 16, que ocurrió cuando estuve en coma. Pero, al menos, el día escolar había acabado.    

Sonreí burlonamente y respondí.

—Quien iba a pensar que tendrías problemas con las chicas. Esto será una lección para que te comportes —le recriminé, sabiendo que a cualquier hombre se le subiría ese orgullo a la cabeza, fácilmente. 

—No seas mala —contestó—. Vámonos de una vez... esas chicas dan miedo.

Comenzamos a avanzar con el auto, y en cuestión de minutos, estábamos en el centro de la ciudad. Sin embargo, algo parecía estar terriblemente mal. La ciudad estaba en completo caos; algunos semáforos parpadeaban en una locura intermitente y otros simplemente no funcionaban. Calev intentó pasar por un semáforo que solo parpadeaba en verde, y en ese mismo instante, un autobús apareció de la nada.

El auto se detuvo abruptamente, y frente a nosotros, como un espectro surgido de las sombras, estaba aquel hombre de vestimenta negra. En ese momento, por una fracción de segundos, me pareció ser un emisario de la mismísima muerte. Su voz sonó ominosa mientras repetía: 

—¡Te lo dije, eres la siguiente!

El autobús se acercaba rápidamente, y el sonido ensordecedor de su bocina llenó el aire. La desesperación se apoderó de nosotros. Calev intentaba encender el auto una y otra vez, pero era inútil, y yo lo sabía. Estaba paralizada por la misma sensación de ese día, el día del accidente. Todo estaba repitiéndose, y esta vez, sería la próxima en morir. Pero, ¿y si no era así? ¿Y si sobrevivía solo para presenciar la muerte de Calev?

¡No! Eso era algo que no podría soportar. Sería la gota que colmaría el vaso y me convertiría en poco menos que un cascarón vacío.

Los gritos de las personas que observaban la escena llenaron el aire, algunos provenían del autobús descontrolado. 

Debía evitar otra catástrofe. 

Entonces, en ese preciso momento, cuando el impacto parecía inevitable, levanté una mano hacia el autobús. A escasos centímetros de nosotros, el autobús se estrelló contra una especie de pared invisible, deteniéndose en seco y evitando chocar contra nuestro auto. El impacto hizo que las ventanas del autobús estallaran en mil pedazos; muchas personas que estaban en la calle se lanzaron al suelo para protegerse, como si una explosión de algún tipo hubiera ocurrido.

El auto volvió a encenderse como si nada hubiera sucedido. Pero, Calev, a diferencia de mi padre ese día, lo había visto todo y me miraba horrorizado, y yo compartía su horror. 

Pero algo estaba terriblemente mal; una sustancia viscosa fluía de mi nariz. Llevé una de mis manos hacia mi rostro y me di cuenta de que era sangre.

La realidad estaba torciéndose de manera inexplicable a mi alrededor, y no tenía idea de cómo detenerlo. Los eventos extraños y las apariciones de ese hombre misterioso estaban fuera de mi comprensión, y lo peor de todo, no tenía control sobre ellos. La incertidumbre y el temor se apoderaron de mí mientras enfrentaba una verdad perturbadora: algo dentro de mí, algo oscuro y poderoso, estaba desatándose y no sabía cómo detenerlo.

La sangre seguía goteando, y en ese momento, me sentía más vulnerable y asustada que nunca.

—¡Por Dios, Andrea! ¿Te encuentras bien?

Asentí un poco abrumada, y pregunté, temerosa de que mi hermano me tuviera miedo, o peor, que realmente creyera que estaba loca.

—¿Viste lo que ha ocurrido? —Pregunté, mientras buscaba su mirada con desespero, y la vista nublándoseme un poco. 

—¿Cómo no ver algo increíblemente imposible? —Cuestionó, tan abrumado, excitado y desconcertado, como cualquier persona común estaría—. Será mejor que nos marchemos. ¿Quieres ir al hospital?

—No, solo quiero ir a casa y dormir un rato —respondí abrumada, y con un bajón de energía incomprensible—. Me siento agotada.

Durante el camino, los dos nos silenciamos por completo. Estaba claro que tanto él, como yo, estábamos procesando lo que había sucedido. Al menos, ahora sabía que los hechos que habían estado ocurriendo, era una realidad genuina y no producto de mi imaginación, como parecían hacerme dudar. Recuerdo, que llegar a mi casa ese día, pareció ser una eternidad. Sin embargo, al entrar, Calev preguntó.

—¿Quieres que esté contigo? —Estaba claro que seguía preocupado. 

—No —titubeé un poco—. Voy a dormir un rato, tengo dolor de cabeza y solo quiero descansar —masajeaba un poco mi frente y mis sienes. Sentía mi cabeza estallar. 

Este asintió sin decir nada al respecto.

Lo que no sabía, era que a partir de que mis poderes comenzaron a manifestarse, empezaría a sentirme más confundida, asustada y abrumada. Estas manifestaciones incontrolables de miss poderes me harían sentirme diferente y aislada de los demás.

Esa capacidad telequinética que estaba desarrollando, había sido un desafío para mí. Como han podido ver, no podía controlar completamente la habilidad, lo que a menudo resultaba en accidentes y situaciones peligrosas. La falta de control sobre mis poderes me hacía sentirme impotente y temerosa de lastimar a alguien.

Pero también fue cierto, que, con el tiempo, a medida que crecía y aprendía a controlar mejor mis habilidades y mis emociones. A veces me sentía empoderada por descubrir la capacidad que tenía para ayudar a los demás y defenderme a sí misma y a mis seres queridos. Sin embargo, también vivía con el temor constante de que mis poderes se descontrolaran y causaran daño.

Y sí, en general, el proceso de aceptar y controlar mis poderes, se convirtió en un viaje emocional complicado, y con sentimientos que evolucionaron a lo largo de mi historia.

Me encontré en un lugar oscuro, un rincón sombrío de mi mente donde las sombras parecían cobrar vida propia. Era un sueño, pero uno diferente, más nítido, más inquietante. Estaba en el centro, con un foco que me alumbraba, pero a mi alrededor solo había oscuridad y no podía distinguir nada con claridad. sin embargo, entre aquella oscuridad, vi sombras que se arremolinaban y danzaban, eran personas, pero que se les ocultaba cada detalle.

Entonces, lo vi. Emergiendo de la penumbra, el hombre de vestimenta negra se alzó frente a mí. Su figura era siniestra, sus ojos inescrutables brillaban en la oscuridad. Estaba rodeado por otros, figuras igualmente ominosas que permanecían en la sombra.

—Parece que otra vez se te ha escapado de las manos —escuché decir desde un punto a mi costado. 

—Curioso, ¿no? Alguien con la capacidad de resbalarse entre tus manos, sin tener sus capacidades despiertas por completo —escuché decir a otro. 

Me quedé paralizada, incapaz de moverme o hablar mientras observaba la escena ante mí. No entendía lo que estaba sucediendo, pero había una extraña sensación de que esto era importante, que estaba viendo algo que no debía. Entonces, el hombre de vestimenta negra dio un paso adelante, y por algún motivo, sentí que podía verme.

—Ahora será un problema, ella ha despertado...

Desperté con el corazón latiendo con fuerza, tratando de entender el significado de lo que acababa de presenciar en ese sueño aterrador. Me di cuenta, que la puerta de mi habitación, ya limpia y con algunas cosas que su madre había vuelto a comprar después de su desastre, comenzó a sonar. 

—¡Está abierto! 

Mis padres entraron, con el mismo semblante preocupado que comenzó agobiarme ver en ellos. 

—Calev nos contó lo ocurrido ¿Estás bien? —No lo había hecho, pero podía ver que Georgina había estado llorando.

Me asusté un poco. No sabía con exactitud que le había contado Calev, pero esperaba que no fuera tan tonto para contarle sobre lo que habíamos visto, porque no había ninguna explicación razonable sobre ello, más que les hiciera pensar que ambos habíamos enloquecido. Y eso sería una tragedia doble para mis padres. 

—Si mamá, solo fue un pequeño susto —aclaré, con el corazón en un nudo en mi pecho, cansada de que solo supieran malas noticias por mí.

—Calev nos contó que comenzaste a sangrar —añadió Castre, escudriñándome. Asentí. No sabía que decir—. Hija, estábamos hablando tu mamá y yo, y creemos que esta ciudad es demasiado peligrosa para nosotros. Creemos que deberíamos mudarnos a un sitio más tranquilo, con menos tráfico y personas...

—No —dije de inmediato. Sabía que haber venido para acá, no había cambiado nada en cuanto a mi situación, pero para ellos, había sido una buena oportunidad para su vidas y no iba a arruinárselas—. Creo que lo que ha estado ocurriendo ha sido mucho —traté de hablar lo más madura que podía ser para ese momento—, pero no significa que debamos rendirnos. Creo que solo tenemos que darle una oportunidad a esta ciudad, a esta nueva vida, y comenzar a trabajar con lo que tenemos. Calev y yo tuvimos un día bueno en la escuela —mentí a medias—. Lo que sucedió solo fue una coincidencia por un error en esos semáforos, y la sangre en mi nariz, creo que fue a causa del estrés de ese momento, pensé que moriríamos.

Mis padres se vieron entre ellos. Mi mamá puso una mano en mi muslo, reconfortándome, mientras que mi papá besó mi frente, como solía hacerlo.  

—¡Oh! cielo tranquila ya todo está bien —dijo mi madre—. Me alegro que la nueva escuela te haya gustado.

—Entonces, si necesitas algo, solo dilo. Si quieres tómate un descanso, antes de ir al colegio nuevamente —dijo mi padre, tratando e ser razonable con lo que vivía.

—Tranquilos estoy bien —mencioné. Y esa vez no solo lo decía para tranquilizarlo, sino que, sentía como si algo estaba cambiando en mí. No era que los eventos del pasado ya no estaban allí presente, en cuestión de días, meses u horas, sino que sentía como si algo más importante, ameritaba mi atención, y tenía que ver con el descubrimiento de mis poderes y quién me acechaba—. Además, si no voy al colegio, no alcanzaré a graduarme a tiempo —admití una verdad. Mis padres asintieron, un poco más aliviado—. ¿Dónde está Calev? quiero hablar con él.

—Está en su cuarto, iré a preparar la cena —respondió mi madre, eliminando el rastro de lágrimas que se habían formado en sus ojos—. ¿Te gustó tu nueva cama y la cómoda? —asentí, con una sonrisa, aunque no me había puesto a detallar nada de lo que había comprado—. Supuse que eran tus gustos. Solo no vuelvas a destruir todo, ¿sí? 

Como si hubiera sido mi intención. Pero asentí. No iba a discutir.

—Te amo, mi pequeña... cuídate mucho —dijo mi padre, y así salieron ambos. 

Me levanté de la cama con cuidado, y llegué hasta la habitación de mi hermano. Toqué su puerta, y un segundo después, éste la abrió y al verme sonrió, agregando: —Pasa, pequeña heroína.

—¿Heroína? ¿Porque me dices así? —entré y cerré la puerta detrás de mí. Lo menos que quería es que mis padres escucharan. 

—¡Oh, vamos! ¿Andrea viste lo que hiciste hoy? Eso jamás lo había visto en mi vida, al menos que fuera una película de ciencia ficción. De no ser por eso, estaríamos muertos —Calev, tenía toda la emoción y excitación que no había tenido en la tarde. Como de esos chicos que estuvieran hablando del mejor videojuego del mundo o la mejor película para ellos—. ¿Cómo lo hiciste cuéntame?

—No lo sé, solo ocurrió. Estaba tan desesperada por lo que pasaría si ese autobús nos golpeaba y solo pensé en la probabilidad de perderte... —recuerdos del accidente volvieron a llegar—...quizá, eso hizo fue lo que hizo que pasara en ese instante, aunque suene ilógico.

—¡Pero fue increíble! Como me gustaría poder hacerlo y verlo de nuevo —ahora era Calev el que parecía enloquecer. ¿En qué mente humana esperaba que ocurriera algo como eso de nuevo, cuando tu vida podía depender de un hilo?—. ¿Y ahora qué piensas hacer?

—Por ahora mantenerlo oculto, no creo que sea conveniente que la gente lo sepa —admití—. Podrían pensar que estoy loca o que soy un bicho raro, y ya tengo bastantes cosas que asimilar como para preocuparme por eso ahora.

—Tienes razón —aseguró mi hermano—. Por eso, mientras dormías, fui hasta el centro comercial y te compré un traje para que luches contra el mal... —Lo que dijo me hizo reírme. ¿Estaba loco? Pero la risa de mi rostro se fue borrando, cuando lo vi rebuscar entre sus cosas—. ¡Aquí está! — Era una caja de color negro patente, y al abrirlo, extendió un traje de cuero color negro, parecido a la de los cómics de gatúbela. 

Sé que no debía suceder, pero no pude aguantarme y comencé a reírme hasta más no poder. 

—¿Qué ocurre? —preguntó extrañado y con un semblante serio—. ¿Qué te parece tan gracioso?

—Perdóname, Calev, es solo que no sabía que aun te interesaban esas cosas de niños —admití.

—¿De niños? ¡Estás loca!... es lo mejor que puedes hacer. Aprendes a controlar tus poderes, ocultas tu identidad y nadie lo sabría a excepción de mí. Sería como en las películas o los comics, y yo sería tu ayudante. Además, todos los hombres somos niños eternamente. 

—Sí, te volviste loco, no me pondré eso —le aclaré, cruzándome de brazos—. Definitivamente aprenderé a controlar lo que sea que haga, pero olvida que verás a tu hermana con eso puesto —me fue imposible no detallarlo, y ver que realmente la tela era elástica, flexible y de un negro brillante—. Aunque resaltaría mi figura —murmuré—. ¡Pero no!

—¡Oh, vamos! Tú misma lo dijiste "Si quieres oportunidades ve a nueva york", y estas aquí ¿Qué puedes perder?

—La vida Calev —dije, como algo lógico que no tomaba en cuenta—. Déjalo Calev, vayamos a cenar y será mejor que te olvides de eso y te preocupes por el grupo de locas que mañana te perseguirán.

Salí de la habitación. Lo meno que esperaba es creerme lo que obviamente no era. De haberlo sido, Dan y Selena estarían vivos. 

Después de la cena, cuando entré a mi habitación, suspiré al ver que en la cama estaba la caja negra con el traje que Calev había comprado para mí. Sonreí y lo guardé en el armario, negando con la cabeza. Al menos, era un traje que podía servir para una fiesta de disfraces.

Sin embargo, Calev había dicho algo completamente real. Si tenía esos poderes, entonces debía entrenarlos. Me senté en la cama, recordando todo lo sucedido en el día, y con determinación, comencé a agarrar mis zapatos y lanzarlos hacia el aire a ver si podía detenerlos. 

Pero estrepitosamente golpeó contra la pared. 

—Andrea, ¿todo está bien? —escuché a mi madre detrás de la puerta.

—Sí mamá, solo se me cayeron unos zapatos —mentí, mordiéndome los labios. 

Entonces, sabiendo que debía buscar otra forma, decidí más bien ponerme en la pared y lanzarlos sobre la cama. La intención era detenerlos. 

Por supuesto, nada ocurrió por un buen rato, una pila de zapatos estaba sobre mi cama ahora. Me sentí frustrada por eso, y lanzando el último par sabiendo que no pasaría nada, vi como todos floraron de esta. 

Sonreí victoriosa. No era algo impresionante como lo sucedido en esa tarde, pero era algo. Además, confirmé que mis emociones tenían mucho que ver. 

Controlarlo, sería cuestión de práctica, pero... 

¿Quién era aquel hombre? 

¿Qué quiere de mí?

¿Por qué sospechaba que me quería muerta?

¿Acaso sabe lo que puedo hacer?

Y de ser así, debía tener mucho más cuidado. y había otra cosa que también entendí: Algo ocurrió en mí, desde aquel accidente tan trágico.

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