5.La frase

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Capítulo 05|La frase

Jennifer Harper


La advertencia en el techo de mi habitación no me asustó, pero cuando apareció otra en el árbol de Ciro, la intriga se apoderó de mí.

"Intenta correr, bonita."

Ese estúpido enunciado, escrito en rojo, me inquietó. ¿Por qué solo mi cuarto y el árbol de Ciro tenían esa frase? Decidí ir a casa de Ciro para resolver el misterio.

Antes de irme, aseguré que mi padre taparía la inscripción. No podía dormir con eso en mi habitación. Preferiría dormir en la calle antes que en un lugar así.

—Voy a comprar pintura— comentó mi padre, suspirando, mientras salía por la puerta principal.

—Bien, yo iré a casa de Ciro— me levanté de la mesa.

—¿Él vecino? —mi hermano levantó la mirada de su videojuego, frunciendo el ceño.

—No es asunto tuyo—respondí, dirigiéndome al pasillo y llegando hasta la puerta.

—Dile que mañana hay un partido de fútbol —murmuró Taylor desde el sillón.

—¿Lo conoces?—volví a los sillones, entrecerrando los ojos.

—No es asunto tuyo—repitió, con desgano.

Rodé los ojos—Solo dime.

—¿Tanto te importa?—dejó a un lado la consola y se giró hacia mí.

—Pfff, no— agité la mano, restándole importancia.

—Te atrae...— un brillo apareció en sus ojos—¡Oh, Jenni! Te gusta Ciro Parquet—dijo, saltando en el sillón.

—¡No! Solo cállate —le golpeé el brazo— Si le cuentas a alguien esto... —señalé con la mano haciendo círculos— no verás la luz del día.

—Pues que papá se entere solito —me sacó la lengua.

—Ash, mejor me voy —me di la vuelta para salir de la casa.

Ya me había cambiado en la habitación de mi hermano, ya que no quería hacerlo en la mía por miedo a que haya algo o alguien. Eso me perturbaba demasiado.

Solo faltaba llegar a la casa de él. Eran las siete con cincuenta y cinco minutos, sí, muy puntual. Crucé las gravas, cerré el portón que ya estaba abierto y me encaminé por la acera.

¿El clima? No, no estaba soleado. El ambiente permanecía igual que todas las veces que fui a Memphis. Apuesto a que las personas de aquí no conocen el calor del sol. Solo los días nublados, lluviosos y tristes.

No es que sea fan de los días calurosos o del verano, pero me divertía mucho ir a fiestas con piscina o tomar sol en la playa.

Me hubiera encantado pasar mis vacaciones en una isla, pero no pude. Mis padres no lo habrían permitido. Aunque, quién sabe, tal vez en el próximo descanso pediré pasajes a Miami, Japón o incluso a Chile.

—También podría ser Argentina... —murmuré.

—¿Qué pasa con Argentina? —Sin darme cuenta, estaba en el patio de Ciro, y él permanecía sentado en el porche.

—Oh, hola —me acerqué y lo saludé con la mano.

—¿Vas a Argentina? —Frunce el ceño.

—Puede ser... —me toqué el mentón.

—Te acompaño, yo también quiero ir —la comisura de su labio se eleva.

—¿En serio? —arqueo la ceja; pensé que no conocía Argentina.

—See —se levanta y va a abrir el portón de su casa— Las empanadas tucumanas son las mejores. —Abre la puerta y se hace a un lado para que entre.

—¿Tucumanas? —paso por su lado y me adentro en la casa.

—¿Vas a ir a Argentina sin siquiera saber qué es Tucumán? —cierra la puerta y apoya su espalda en ella.

—¿Una ciudad?

—Provincia —corrige—. Chiquita pero linda. —Su boca se curva en una sonrisa.

—¿A dónde tan experto en Argentina? —entrecierro los ojos.

Se encoge de hombros —Escuela. —Se despega de la puerta, avanza por mi lado y camina por un pasillo hasta llegar a la cocina—¿Tienes hambre?

—Mucha —suspiro sonriendo.

Me da una sonrisa con la boca cerrada —Yo igual —agarra el teléfono de pared—¿Quieres una pizza?

Asentí.

—Bien, pizza será —empieza a marcar unos números y habla con una voz femenina.

Mientras tanto, me dedico a mirar su casa.

Estábamos en la cocina, una muy grande por cierto. Al parecer, los familiares de Ciro eran una familia muy adinerada. Los muebles y electrodomésticos del fogón estaban muy limpios e impecables. La casa tenía dos pisos y era más amplia que la de mi abuela.

La casa de Ciro era impresionante. El comedor, con un gran ventanal que daba al patio delantero, tenía una televisión enorme donde un señor hablaba sobre la economía del país. A su lado, un pasillo conducía a una sala de estar con grandes sillones rojos, una chimenea y una mesita. Otro ventanal, igual de imponente, ofrecía vistas al exterior. Los ventanales flanqueaban la puerta de entrada de la casa.

—Guau... —susurré, pasando mis dedos por el espaldar del gran sillón.

Continué caminando y me topé con una puerta semiabierta. Al asomarme, vi un baño. Al final del pasillo, otra puerta quedaba en medio de la oscuridad. No quería ser tan chismosa como para entrar.

Pasé delante de la escalera y encontré otro pasillo. Avancé y me topé con una gran puerta de metal. Al frente, una sala de cine y videojuegos.

—¿Te gustan los juegos? —Ciro me sobresaltó al afirmarse en la entrada de la cocina.

—Bueno, tan feo no soy —la comisura de su boca se curvó en una media sonrisa. Se despegó de la pared y caminó hacia mí, quedando a centímetros de distancia.

Su ceño se frunció ligeramente —¿Te comió la lengua el ratón? —sonrió de oreja a oreja.

Niego con la cabeza —No, yo...

—¿Tú qué? —arqueó las cejas.

—Este... —no sabía qué decir; me estaba quedando sin aire al estar tan cerca de él.

—¿Sí, Jeimi?

Diablos, Ciro, deja de llamarme así o mis piernas se debilitarán.

No digas algo estúpido, Jennifer, por favor.

—¿Qué hay ahí? —señalo con el dedo la puerta de metal a mi lado.

Gira la cabeza hacia la dirección que señalo y frunce el ceño —Es el lavadero —se encoge de hombros y vuelve a mirarme—. ¿Quieres lavar mi ropa? —sonríe.

—¡No! Claro que no, solo... —miro la puerta cerrada—. Me dio curiosidad.

Se toma unos segundos que parecen eternos y me contesta —Bien, salgamos de aquí —se da la vuelta para ir a las escaleras—. Te mostraré mi habitación —musita.

Trago fuerte y subo las escaleras detrás de él. Será la primera vez que entro en la habitación de un chico que no es mi amigo o alguien de confianza.

Pasamos por un pasillo y logro contar tres puertas. La iluminación es cálida, y veo unas lindas mesitas con macetas y flores muy coloridas.

Ciro me mira de reojo —Artificiales, no creas que soy un gran jardinero.

—Ya te estaba por contratar para mi patio —bromeo.

—Yo no sé cuidarlas, pero te compraría las flores más hermosas.

La sangre sube a mis mejillas, que ya las siento acaloradas.

¿Es mi imaginación o hace calor aquí?

Él te pone caliente, Jennifer.

—¿No te gustan las flores? —me pregunta por mi gran silencio.

—Ah, sí, obvio —asiento sonriéndole y le muestro el pulgar hacia arriba.

—Eres graciosa —él sonríe ampliamente.

Ciro se detiene y abre una puerta color caoba.

—Las damas primero —me hace una seña de reverencia.

Le sonrío y paso, dándole las gracias.

¿Su habitación? Mucho más genial que toda la casa. Tiene una enorme cama con un armario bastante amplio donde podrían entrar cinco personas fácilmente. Junto a la gran ventana que da a la calle, hay un escritorio con una silla giratoria y algunos dibujos de paisajes.

Alzo un dibujo que se encuentra sobre el escritorio. Los árboles están meticulosamente trazados, y el perro, con su lengua colgando, cava un agujero en la tierra con una determinación que me hace sonreír.

—Lindo, ¿no? —comento, admirando los detalles.

Me giro sobre mi eje, y Ciro está sentado en su cama, con la espalda recta y los ojos fijos en el dibujo.

—Tienes talento, Parquet —digo, mordiéndome el labio para no sonreírle abiertamente.

—¿Parquet? —frunce el ceño—. Vaya, no sabía que tú me acosabas.

—¿Y quién no? —bromeo, rodando los ojos.

—¿Tu hermano?

Asiento—Me dijo que quiere jugar al fútbol contigo.

—Claro, a unas cuadras hay una cancha de fútbol cinco.

—Bien, le avisaré.

—Y dile que... —El sonido del timbre de la casa lo interrumpe. —La pizza, bajemos —se levanta de la cama, y yo lo sigo.

Pasamos por el pasillo de flores de plástico, bajamos la escalera que tiene una alfombra de color negro y avanzamos por otro de los corredores hasta llegar a la puerta de entrada.

Ciro abre la puerta, y se encuentra con un chico de piel bronceada. Su pelo rubio está tapado por una gorra en la que se lee claramente "Pizzería Memphis".

Vaya, un nombre original.

Sus ojos son muy extraños: uno de color aceitunado claro, mientras que el otro es de un verde muy oscuro. Su frente está un poco sudada, y los mechones que caen en ella están pegados por el sudor.

Tiene un aire de simpatía por la sonrisa deslumbrante que lleva y los hoyuelos que se le forman al sonreír.

Su uniforme se compone de un conjunto de color rojo y amarillo con una placa en el pecho que dice "Break".

—Hola, viejo —el tal Break y Ciro se estrechan la mano—. Tu pedido en tiempo y forma —su cara se ilumina por la sonrisa, y le extiende la caja de pizza.

—¡Hey! Me olvidé de que hoy te tocaba turno a ti —Ciro agarra la caja y le tiende el dinero que está en la mesita junto a la puerta—. ¿Cómo te va?

—Pss, ¿y qué te digo? —Break agarra el dinero y niega con la cabeza, agachado—. Algunos no quieren pagar, y la moto del servicio está en muy mal estado.

—Es Memphis, ¿qué más esperas? —Ciro y Break se ríen, mostrando sus dientes blancos.

—Sí, pero bueno... —Break agita la mano en señal de desinterés—. ¿Qué me cuentas tú? ¿Quién es tu amiga nueva? —Hace comillas con los dedos en la palabra "amiga" y se ríe.

Ciro mira por el rabillo del ojo, y la comisura de su boca se curva en una pequeña sonrisa.

—Jennim —mira otra vez a Break—. La nieta de Marta, la vecina del lado.

—Ah, ya veo —Break se toca la gorra—. ¿Jennifer Harper, no? —Arquea la ceja, mirándome.

Yo solo asiento con la cabeza.

—Y yo soy Break Finish —su sonrisa se desliza, y estrechamos las manos.

—Mucho gusto —le dedico una media sonrisa antes de soltar su mano.

—El mío, y bienvenida a Memphis —se muerde el labio inferior y mira a Ciro.

Ciro le dedica una pequeña sonrisa y le guiña el ojo—Ve a trabajar, Break. Adiós.

Y cierra la puerta. Pocos segundos después, se escuchan los pasos alejándose de Break.

Ciro se gira para mirarme y apoya su espalda en la puerta que permanece cerrada.

—¿Comemos? —me señala el comedor.

Asiento con media sonrisa.

—¿Te comió la lengua el ratón? —su boca se curva en una sonrisa.

—¿Eh? —enarco una ceja.

—Estás más callada desde ese día que te conocí —me sonríe de lado, y avanzamos hasta el comedor.

—Solo... —me siento a un costado de la mesa, y él en la punta—. No confío mucho en los desconocidos.

Sí, mentí.

O bueno, no tanto, pero la cuestión es que él me vuelve tímida, me genera nerviosismo con esa mirada, la sonrisa que me da y lo cerca que se pone de mí.

Esta cena será muy entretenida.


Dios mío que tención habrá en esa cenaaa!!

Estamos todos de acuerdo que la casa de Ciro es GENIAL!

Lo amo,ya quisiéramos que nos compraran pizza😭❤

Bueno en fin jajaja

Tenemos otro personaje en escena🤯
Break Finish, que nos regalé unas cuantas pizzas😋

En fin ¡Que opinan de la frase descubierta por Jennifer en el techo!🥶

Adiós,tengan lindo/a día/tarde/noche💗

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