Capítulo 2

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  Capítulo 2




5 de octubre de 2014.




Agarró otro vaso de cerveza mientras se reía con uno de sus amigos en el bar.

Eran las ocho de la mañana.
Los dos chicos estaban a las risas, sin importar que fuera muy temprano para estar en un bar y que no había mas nadie en el lugar, más que ellos dos.
Hoy tendría que haber sido "su primer día de clases" si no se hubiera escapado para irse a tomar con uno de sus amigos, que era en lo único que pensaba.
Nada le importaba, era un chico rebelde que en lo único que pensaba era en divertirse y tomar alcohol. Ni la escuela estaba en sus pensamientos.
Cada vez que iba a una fiesta terminaba en el piso, arrastrándose por no poder mantenerse en pie, tanto alcohol lo hacía pedazos. Pero sin embargo a él no le importaba y lo seguía haciendo.
Los días que no salía a fiestas con sus amigos, a la noche en su habitación tomaban más y más alcohol, sin importar que estuviera su madre en la cocina y sus dos hermanitos menores por la casa.
Fletcher no podía dejar de tomar. Era su adicción.
Algunas veces pensaba ¿para qué tuve que haber probado el alcohol? Pero luego se le iba ese pensamiento y seguía con el mismo habito.
Su madre lo sabía y cada día que pasaba estaba más molesta por su actitud, entonces ya no lo dejaba salir los fines de semana. En especial, porque cada vez que venía a unas altas horas de la noche, tenía que ayudarlo a levantarse y acostarse en su cama porque no podía mantenerse en pie.
Sus pensamientos ante eso eran realmente devastadores, porque no pensaba dejar el alcohol, no era parte de sus planes. Entonces por ese motivo ir a su casa era un infierno, todo el día estaba peleando con su madre por no hacerle caso o no prestarle atención. Ella ya no sabía qué hacer con él.
No solo eran los problemas con el alcohol, si no que le daba dolores de cabeza a su madre, porque tenía unas actitudes violentas lo que lo llevaba a gritar. Todo el día gritándole a su madre.
Entonces ella pensó en "La Paz", un internado, porque ya no podía hacer nada con él. No podía sacarle su adicción al alcohol y no podía hacer que le deje de gritar y maltratar todo el día. Si de esa manera, no hacía nada y se quedaba de brazos cruzados, la situación iba a empeorar y su hijo iba a declinar mucha más de lo que estaba.
Todo había empezado desde que su padre había abandonado la casa.
Fletcher nunca pudo aceptar que su padre se haya ido y abandonado a él y a toda su familia. El había querido demasiado a su padre y no pensaba nunca que iba a pasar eso... Había puesto toda su fe en su padre y lo termino decepcionando.
Trataba de no pensar en todos sus problemas por un rato y continuar con su vida.
Su amigo William lo miro con complejidad.
— ¿Tu madre te quiere llevar a ese internado? —Le pregunto, su amigo.
—Así es...— Agarro el vaso de cerveza que estaba sobre la mesa— Ya se ha enterado de lo que hago... Yo le dije que es mi vida, que no se tiene que meterse en mi vida.
Su amigo levanta una ceja.
—Lo va a hacer porque de todas formas es tu madre.
—Si me llega a llevar ahí, yo no le hablaré nunca más.
Tomó un sorbo terminándose la cerveza que le quedaba. Su amigo solo iba por el primer vaso, en cambio el llevaba el tercero.
Eran las ocho de la mañana ¿a quién le daba ganas de tomar? Solo a él...
Fletcher estaba molesto, pero quería continuar hablando con su amigo.
—Me dijo que estaba a prueba... —Trago saliva y continuo— Si seguía tomando, dijo que ella no se iba a hacer cargo no iba a lidiar con borrachos sin remedio.
— ¿Así te dijo? — Pregunto William sorprendido.
—Así de simple...— Suspiro —Por eso me quiere llevar a ese tonto internado para despreocuparse de mí. Pero eso no me importa, lo que me importa es que me interne en su lugar espantoso —Negó con la cabeza y dirigió su vista a la bebida.
—Tonto, te ha descubierto— Largo una risa que se tornaba triste.
—Todos los fines de semana que salía de la discoteca venia borracho, era claro que se iba a dar cuenta. — Hizo una breve pausa— Además no limpio mi cuarto y ella a las mañanas lo limpia, debe ver botellas por todos lados...

Su amigo hizo una breve pausa mientras lo miraba con preocupación.
—Ese internado es de lo más horrible. Tiene escuela... y te ayudan a sacar tus problemas, bueno eso dicen —Dijo con un tono de voz medio bajo, así nadie podía oírlos.
—Yo no tengo ningún problema —Respondió Fletcher atentamente.
—Como tú digas amigo, pero deberías dejar de tomar un poco, porque lo único que vas a conseguir es que te encierren...— Se cruzó de brazos.

Fletcher lo miro como si le quisiera pegar una piña.
— ¿Segunda mama? No, gracias —Solto sarcásticamente.
— ¡Fletcher! —Grito —No es que te esté dando órdenes, pero no sabes lo que es estar allá es por tu bien...
—Te pareces a un adulto hablando así... ¡Te lo aseguro! — Grito violentamente.
Todo le hizo recordar a su madre. Golpeo el vaso y lo dejó en la mesa.
—No te pongas mal...—Dijo en tono tranquilizador para que se calmara porque ya se estaba poniendo nervioso —Es que no quiero que te vayas al internado, te echaría mucho de menos como todos tus amigos— Le apoyo su mano en el hombro para consolarlo.
— ¿Por qué no puedo tomar? Porque a mi estúpida madre se le ocurra... No voy a seguir caprichos...— Se le quebró la voz porque le habían dado ganas de llorar pero no lo haría.
—Tienes que parar...

—No voy a hacerle caso ni a ella ni a ti...— Negó con la cabeza.
—Entonces te irás al internado...— Dijo seriamente.
— ¿Qué? —Saco la mano de William de su hombro.
Lo que le dijo su amigo, lo hizo enojar. Pensaba que él lo tenía que apoyar, lo tenía que decir que siga bebiendo, que se vaya de la casa, porque era lo que él quería escuchar y lo que haría.
Fulminó a su amigo con la mirada, se levantó de la silla, sacó su billetera y dejó el dinero arriba de la mesa.
— ¿Qué eres mi amigo o mi enemigo?
—Tu amigo...— Respondió firmemente.
—No lo creo... —Dijo dudoso.
—Solo quiero ayudarte —Enseguida su rostro se puso tenso.
Fletcher le tiró una mirada enojada.
— ¿Sabes lo que pienso? Que eres un verdadero imbécil.
Salió del bar enojadísimo, pero todo su enojo se detuvo cuando vio a su madre, cruzada de brazos en la esquina.
—Estoy en serios problemas— Dijo en voz baja.
Se cruzó de brazos esperando a que su madre cruzara la calle y lo regañe por haberse ido al bar y no a la estúpida escuela.
—Estas en serios problemas...
Se arrimó a él, lo agarró del brazo fuertemente y lo metió en el auto.
Él se enojó porque creyó que no lo encontraría, pensó que ella se iba a quedar tranquila porque él había supuestamente había ido a la escuela. Entonces comenzó a pensar de cómo había hecho para encontrarlo ¿Lo había seguido?
Cuando empezó a conducir, su madre se puso gafas oscuras.
—Vas a chocar...
—Hueles a cerveza...
—Bueno... ¿Qué crees que hice en el bar? —Rio, después.
— ¡Me tienes harta! —Grito— Yo que me preocupo por ti, no eres capaz de dejar un poco el alcohol...
—No puedo dejarlo... —Dijo rendido.
—Sé que se te hace difícil ¡Pero tampoco quieres! —Suspiro
—Mama... No tengo diez años para que...
Lo interrumpió furiosa
— ¡No quiero que hables ahora, hablaremos en casa! —Grito enojada.
Siguió conduciendo, mientras que el miraba por la ventana furioso con su madre y con todo el mundo. Quería estar solo.
Cuando llegaron, Marie bajo rápidamente del auto y se dirigió a donde estaba sentado Fletcher. Lo agarro fuertemente del brazo, sacándolo del auto y lo guío a la casa.
— ¡No vas a la escuela para irte a tomar! —Hace una pausa para tomar un poco de aire— ¿Cómo se supone que debo estar? —Enfurecida.
—Déjame irme de la casa y problema solucionado— Dijo cansado de todas las discusiones que tenía con su madre.

Marie lo miro con sorpresa.
— ¿Cómo te voy a dejar? ¿A dónde vas a ir?
—Dormiré en la calle... pero tú estarás tranquila.
— ¿Te has vuelto loco? — Negó con la cabeza— ¿Estás loco?
Suspiro con enojo y se dirigía a su habitación. Pensaba juntar las cosas e irse y no volver nunca más, porque sabía que le hacía mal a su familia si se quedaba. Entonces como quería a su madre y a sus hermanos, quería que ellos estuvieran en paz, pero el alcohol no podía dejarlo, prefería dejar a su familia. Su mente estaba dominada.
Pero no pudo irse a su habitación porque su madre lo agarró del brazo
— ¡No hemos terminado de hablar!
—Yo si...
—No puedo dejar que mi hijo sea un alcohólico a una temprana edad... Que se escape de la escuela y que no estudie... Piensa en tus hermanos.
—No puedo dejar de alcoholizarme...
— ¡Entonces vas a ir a rehabilitarte!
Él pensó un poco antes de responder: ¿Ir a rehabilitarse? No quería. Nadie podía obligarlo de esa forma.
— ¡No quiero!
Le grito fuertemente a su madre, lo que hizo que a ella se le llenaran los ojos de lágrimas, pero claramente ella habia puesto una actitud firme y no iba a llorar por una discusión con un alcohólico.
Respiró hondo y se secó rápido los ojos.
—No voy a dejarte ir... ¡No piensas! ¡Y si yo digo que vas a ir a rehabilitación vas a ir!
—Lo único que quiero es que me dejes en paz...
Seguía su camino para ir a buscar las cosas, cuando su madre se cruzó en su camino interrumpiéndole el paso.
— ¡No terminamos de hablar! ¡Eres un chico joven, eres mi hijo, te estás destruyendo! ¿Por qué?
Él se quedó mirándola por unos segundos, por lo que acaba de decir. Hasta que tuvo el valor de responderle.
—Porque quiero... —Clavando sus dientes.
Esquivó a su madre y cerró la puerta de su habitación. Su madre con la mano en el pecho se dirigió a la puerta muy angustiada por lo que había pasado.
Quiso abrir la puerta pero Fletcher la tenía fuertemente para que no la abriera.
— ¡Te lo has buscado! ¡Después no digas que tú eres una víctima y que no te lo advertí! ¡Te lo buscaste!
Gritaba a través de la puerta mientras a Fletcher se le escapaban lágrimas y buscaba en los cajones a ver si no le había quedado un poco de alcohol. Cuando le pasaban cosas complicadas en las que sentía mucha bronca lo único que encontraba para consolarse era una botella de una bebida fuerte. Cuando vio que ya no tenía ninguna bebida para curarle sus penas, comenzó a romper todo lo que encontraba en su habitación.
Fue un momento que no pudo controlar, rompía todo lo que encontraba mientras gritaba. Tenía furia por la pelea con su madre, por cómo había tratado a uno de sus mejores amigos y porque no tenía una fuerte bebida.
Agarró el velador que estaba en su pequeña mesa al lado de su cama y lo arrojo contra la pared. Luego cuando sintió el sonido fuerte de que había roto el objeto, se dirigió a la cama y la empezó a desarmar con violencia.
Tiró todas las mantas al suelo, mientras sentía como caían sus lágrimas.
Se tiró a su cama y comenzó a llorar fuertemente. Le dolía la cabeza y hasta el alma... En ese momento solo quería desaparecer. Todos esos sentimientos se fueron yendo hasta que se quedó dormido del todo.


Casi todo el día estuvo durmiendo y por la noche se quedó pensando en todo lo que había pasado...
Siempre le gritaba a su madre, siempre hacia sentir mal a sus dos hermanos porque les hacía mal escuchar tantas peleas, el alcohol le estaba haciendo que pierda todo... a sus amigos... a su familia.
Se quedó sentado mirando por la ventana la luna y con ganas de sentir una bebida de esas que tomaba, pero no iba a ir a comprar esta noche, se quedaría durmiendo.
Una vez más se acostó en su cama y trato de dormir para ver qué era lo que ocurría mañana en su casa.
No tenía idea de lo que había hecho sus hermanos y su madre toda la tarde ya que no salió en todo el día de la habitación.
Cerró los ojos y se durmió otra vez sintiendo como el hambre se apoderaba de su estomago.

6 de Octubre 8:10 am.

Cuando se despertó vio que todas sus cosas estaban en gigantes maletas y todo estaba en orden.
"¿Qué está ocurriendo?" Fue la primera pregunta que se le cruzo por la cabeza.
Se levantó con los ojos hinchados de tanto llorar y con todo el pelo revuelto. No pensaba salir de la habitación, porque sabía que su madre estaría en la cocina y no quería verla.
Pero uno de sus hermanos se arrimó a la puerta delicadamente, mirándolo fijamente y con tristeza. Era su hermanito Noa.

Fletcher al principio no lo distinguia pero luego lo reconocio y su corazón se acelero.
— Noa... ¿Qué pasa? —Dijo con tranquilidad cuando lo vio.
— ¿Estás mejor? —Pregunto con el rostro inocente que tenía.
—Supongo. — Trato de peinarse el cabello con la mano y se limpió un poco los ojos —Ahora mucho mejor— Sonrió.
Detrás de Noa, salió su hermanita Cristina, también con el mismo rostro de su hermano.
— ¿Todo bien? —Les pregunto mirando con preocupación a sus dos hermanos.
Cristina miro una botella de licor que estaba tirada al lado de la cama de Fletcher. Hoy su madre no había limpiado el cuarto por lo tanto quedaba la mugre de los otros días. La botella estaba vacía.
Le dio vergüenza que su hermana menor vea botellas de alcohol que el consumía, así que rápidamente la patio debajo de la cama.
—Te vamos a extrañar... —Dijo tristemente.
—No quería que pase esto...
— ¿Me van a extrañar? ¿Mama hizo todas mis maletas, verdad?
—Si...—Contesto Noa.
Él se empezó a molestar y patio fuertemente una maleta que estaba acomodada ahí. O Ahora se iba a dirigir a la cocina a gritarle a su madre pero su hermanito lo detuvo...
— Por favor no te pongas violento... —Lo dijo con miedo y tristeza, lo que hizo que Fletcher parara y reaccionara que lo que estaba haciendo les afectaba a sus hermanos.
— Lo siento.
Abrió los brazos para que sus hermanos lo abrasen y así lo hicieron. Hace mucho que no lo hacían, estaba tan enfermo que ya no les prestaba atención. Entonces comenzó a recordar a su familia, que también era importante.
Después de abrazar cariñosamente a sus hermanos, se dirigió a sus maletas y miro por última vez su habitación.
—Los extrañaré... y hasta a mi habitación... —Dijo tristemente.
Salió de su habitación dejando a sus hermanos dentro y vio que su madre estaba con las llaves del coche en su mano. La miro tristemente y preocupado, pero simplemente había vivido tantas cosas en estos últimos meses que ya no quería pelear con ella.
—Quizás el internado no sea tan malo como todos dicen.
Y saco una sonrisa, mientras se ponía un abrigo.

5 de marzo, a las 10:00 AM de la mañana.

La profesora de matemáticas estaba haciendo un diagnostico como primer día de clases, y explicando ecuaciones. Todos estaban aburridos contando los minutos para que se haga la hora del recreo y que termine esa torturadora hora... Estaban normalmente excepto aquel alumno al que todos llamaban "raro".
El chico extraño miraba para todas partes, comprobando a ver si esas sombras oscuras se iban de una vez por todas.
"Aquí en la escuela, no..." decía en su mente.
Una sombra apareció por la cabeza de un compañero que estaba haciendo garabatos en la mesa. Solamente el "chico raro" las podía ver... Nadie más... Por eso se sentía solo.
Miró con terror esa sombra desagradable y anormal. Tenía un aspecto extraño, sin forma, negro y horrible lo cual lo hacía ponerse más nervioso. La sombra se desvió y rozo el brazo de él, haciendo que se sobresalte e interrumpa la clase. Notó que estaba helada.
La profesora lo miro extrañamente, fingió no haber visto nada y siguió explicando. Él lo noto y se sonrojo un poco, pero nada podía hacer que se olvide de esas manchas oscuras, entonces continúo viendo para ver a donde se dirigía.
Pero esta vez ya no era una, empezaron a venir una y otra más y otra más, hasta que el aula se empezó a hacer diferente por todo lo que la estaba impregnando, se puso toda oscura.
Habían desaparecido la profesora y los alumnos solo quedaba él, y la oscuridad. Sabía que solo había entrado al mundo de las sombras. Al lugar que siempre lo llevaba para que vea cosas que en el mundo real no podía verlas.
Sin perder más tiempo se levantó de la silla y empezó a dirigirse a la salida del aula, el niño estaba muy asustado.
Abrió la puerta y vio los pasillos de la escuela totalmente vacíos pero al menos no estaban oscuros como en la habitación que estaba.
A lo lejos veía una sombra que se dirigía a él.
Caminaba algo escalofriante y unos segundos más podía descifrar que cada vez estaba más cerca, y que era de una mujer pero no tenía buen aspecto. Comenzó a correr en la dirección contraria de donde había visto a esa persona o a esa mujer.
Corría velozmente para alejarse de todo... El miedo que lo envolvía era increíble, tenía miedo de que le hagan daño y no poder defenderse. Detrás de él se sentían ruidos horribles, voces espantosas y más cosas terroríficas, lo que hacía que no se detenga y corriera más rápido.
Hasta que todo se desvaneció cuando choco con una alumna de la escuela y cayó al suelo fuertemente.
Lagrimas caían de sus ojos y todavía seguía asustado. Quizás las imágenes se habían ido del todo, pero seguían en su mente y los ruidos hacían que le duelan los oídos.
Cerró los ojos y se tapó los oídos para no escuchar nada más de los sonidos extraños que venían. La chica con la que había chocado se quedó mirándolo sin saber qué hacer.
La profesora había salido corriendo a buscarlo con algunos de sus compañeros pero no habían logrado alcanzarlo.
Corrió tan rápido que dejo atrás a todos.
— ¡Las sombras! ¡Las sombras me siguen! ¡Las sombras! —Gritaba el chico asustándose a todo lo que veía.
Todos trataban de ayudarlo pero nadie podía calmarlo, parecía que había enloquecido. Algunos jóvenes se reían y otros estaban preocupados, los gritos del alumno ponían nerviosos a todos.
Habían salido profesores de sus aulas, algunos alumnos, y se había formado una ronda de un montón de gente que rodeaban al chico asustado.
Lo agarraron de las dos manos y la profesora le termino pegando una cachetada para que dejara de gritar, para que vuelva a entrar en razón porque nadie le estaba haciendo daño... lo que le pasaba era el gran susto que había tenido gracias a que había sufrido algo escalofriante que nadie sabía. Nadie podía verlo como él lo hacía.
Tardo un rato, pero el joven quedo en shock y dejó de gritar.
Paso el resto del primer día de clase, sentado en la dirección esperando a que sus padres lo recogieran e irse de la escuela para irse a su casa.
Sentía vergüenza y se sentía estúpido, sus compañeros lo ignorarían peor ahora por esa escena patética que había tenido hace unos minutos, pero no podía volver el tiempo atrás.
La profesora le contó todo a su madre y luego lo retiraron... No era la primera vez que pasaba algo tan extraño en él, venia teniendo comportamientos anormales los últimos tiempos.
Su madre empezó a preocuparse más de lo que estaba, ya había pensado en un montón de alternativas por si él no se recuperaba. Comenzó a pensar que su hijo no se recuperaría.
Toda su familia quería que él se recuperara. Si supieran que él no tenía la culpa de todo lo que le pasaba...
Durante el día el ánimo de él niño fue subiendo... Mientras su madre pensaba que debía hacer con él, porque esta situación no podía seguir así.

A las 21:00 hs de la noche.

Clavó la pala en la tierra, dando un suspiro y pasándose su mano por la frente. De su mochila saco una muñeca preciosa y la miro con extrañeza. Le parecía muy raro porque estaba haciendo esto...
De niño siempre los había ayudado con tareas más fáciles, pero a medida que iba creciendo se complicaban las cosas.
Estaba en medio del cementerio a la noche con mucho frió, cualquiera que lo viera en ese momento, pensaría que estaba demasiado loco, pero el también sabía que debía cumplir con este tipo de tareas, cada vez que lo pensaba sentía que era su deber y su propósito.
Pero a veces quería ser un chico normal.

Se arrojó al enorme poso que había cavado y se encontró con una tumba lo que le hizo dar un poco de miedo.
Angie era muy buena con el ¿Por qué no hacerle ese favor? De todas formas no era imposible. Claro que ella lo había ayudado, pero lo que valía era todo el esfuerzo que tenía que hacer el solo.
—Muy bien Sam, lo único que te queda es abrir mi tumba y poner la muñeca al lado de mi cuerpo —Le señalo la tumba al joven.
— ¿Estás segura que no me desmayare? — Levanto una ceja.
—No te he dicho que he muerto hace unos días, todavía no estoy repugnante —Dijo mirando a Sam que estaba mirando la tumba con torpeza.
El largo una risita y asintió con su cabeza.
—Está bien... —Confió en tu palabra.
Abrió con fuerza la tumba y largo un grito ahogado cuando se encontró con el cuerpo de Angie, la niña que ahora estaba hablándole y que había conocido hace unos días.
Ella parecía dormida. Estaba bien pálida, tenía un vestido blanco con unos zapatos negros, el pelo negro que tapaba su ojo izquierdo, y sus labios rosados parecían húmedos.
Angie era una niña muy bonita, Sam siempre lo había pensado. A pesar de que se le había hecho un nudo en el estómago al ver el cuerpo de la niña no iba a arrepentirse de hacerle el favor que le había pedido.
—Bueno te asustaste...— Dijo Sarcásticamente.
—Nunca había tenido esta experiencia —Respondió sorprendido.
—Siempre hay una primera vez para todo.
Ella lo miro con una sonrisa, y él se la devolvió.
— ¿Tengo que poner esta muñeca al lado tuyo? —Pregunto dudosamente.
— Exactamente...—Asintió— Te dije que esa muñeca era muy especial para mí, me la regalaron mis padres y siempre la llevaba al lado mío, hasta el día que me morí. Lo que quiero ahora es descansar con ella, ya que es lo único que tengo de mis padres —Susurro tristemente.
—Claro...
La puso al lado de ella y se quedó mirando por unos segundos el cuerpo pálido de la niña. Al relacionarse tanto "con personas muertas" ya no era nuevo para el... De tanto mirar el cuerpo vio que en la mejilla de Angie había un gusano y se alejó pegando un grito.
— ¡Qué asco! — Grito— Pobre tu cuerpo...
—A todos nos van a pasar eso, vamos a ser comidos por gusanos, seres inferiores —Dijo con una leve sonrisa.
Cerró la tumba y escalo a la superficie donde se encontraba el fantasma. Se paró rápidamente, junto todo lo que había llevado con él y se limpió un poco la ropa y el rostro a causa de la tierra.
—Estoy orgullosa de ti... —Se paró frente a él.
—Debes de estarlo... Mira lo que hice por ti...
—Se estuviera viva, te besaría.
—Eres una niñita...— Reía, obviamente que él no la veía como otra cosa, la veía como a una hermana menor, pero la lástima es que estaba muerta.
—Lo sé... Gracias a ti ahora puedo descansar en paz... ¡Felicidades has salvado al fantasma numero diez!
¿Número diez? Era absurdo pero era real.
—La lástima que nadie me cree... —Hizo una mueca.
—Recuerda que todo tu esfuerzo, algún día va a ser recompensado.
Agarro sus manos y a él le dio un escalofrió porque de verdad estaban heladas. La primera vez que había tocado a un fantasma, no sabía que podía hacerlo pero ahora se dio cuenta de que podía y se sorprendió más.
—Muchas gracias— Le sonrió.
— ¿Cómo es que te puedo tocar?
—Es un secreto— Miro alrededor del cementerio y luego lo miro a los ojos.
Soltó sus manos, se dio vueltas y comenzó a caminar... Lo único que la iluminaba era la luz de la luna, hasta que desapareció.
Sam se puso la mano en el pecho y abrió los ojos como platos cuando ya no estaba. El caso de hoy fue tremendo.
Pensaba que empezó a verlos cuando tenía ocho años al principio ellos solo se le aparecían, luego se empezaron a acercar, luego lo empezaron a querer tocar, luego empezaron a hablarle y luego se hacía amigo y le pedían que le hagan un favor.
Después de poner todo en su lugar, se fue corriendo del cementerio, por el camino estaba pensando que decirles a sus padres... Pero por lo menos Angie ahora podía descansar en paz.
Cuando llego a su casa agitado se encontró con su padre Tom leyendo el diario... se dio vueltas para ver quien había llegado y se sorprendió al verlo, con una pala y súper agitado. Su padre habló.
— ¿Qué hacías a estas altas horas con una pala? —Pregunto— ¿De dónde vienes?
— Ahh... — Se quedó en silencio unos segundos para inventar que podía decirle a su padre —De... Plantar una planta...
Su padre levanto una ceja.
— ¿Desde cuándo plantas? —Dijo sarcásticamente.
—Desde hoy... —Respondió secamente
Su padre lo miro de arriba y abajo con rareza.
—En fin... Hoy te la dejo pasar— Gruño— No vayas al cuarto de tu madre, ella está hablando con tu hermana y una profesora de tu escuela de algo serio... No lo interrumpas...
Él se quedó rígido cuando su padre le había dicho que "no interrumpa".
— ¿De qué están hablando? —Pregunto confundido.
—Ve a tu cuarto... —Ordeno.
—Pero...
Su padre lo interrumpe
— ¡Ve a tu cuarto! —Grito.
Dejó la pala en el pasillo de la entrada de su casa y molesto se dirigió a su habitación.
¿Por qué no escuchar la conversación que tenían su madre, su hermana y esa profesora? Algo le decía que la charla era sobre él. Seguramente. ¿De qué podían estar hablando entonces si no era sobre él?
Se arrimó al cuarto de sus padres y de ahí se podían escuchar las voces claras de lo que decían.
Pudo escuchar la voz de Sarah su hermana.
—Antes tenía un montón de amigos... Ahora desde... que habla solo... sus amigos se alejaron...
Sam sintió lo que acaba de decir su hermana y se tapó la boca con un gran dolor en el pecho, su hermana estaba diciendo la verdad... El ya no tenía amigos de la escuela pero era porque los fantasmas aparecían cada vez más frecuentemente, entonces no podía evitarlo.
Luego sintió la voz de su madre Helena.
—Estoy muy preocupada profesora... Desde chico se quejaba que veía cosas raras y que tenía pesadillas ¿Pero hablar solo en el colegio? Antes no lo hacía.
Casi se le escapaba una lágrima cuando oyó a su madre hablar.
Luego sintió la voz de su profesora de clases.
—En mi clase también hace lo mismo y sus compañeros se burlan de él... Deben llevarlo a que se haga tratar en un internado. La paz es especialista en esos casos...Por eso como hablábamos los días anteriores, ya hasta apto para entrar me dijeron.
Cuando escuchaba todo lo que decían, sus ojos se llenaban de lágrimas. No podía creer que su familia no lo comprendiera, que lo trataran de loco y que quieran encerrarlo en un internado de alta complejidad como era "La paz".
Sam abrió la puerta y le cayó una lágrima en la mejilla, la sentía...
—Hijo... —Dijo asombrada porque no podía creer que haya venido justo en el momento que no debía.
—Lo que tengan que hablar...—Dio un suspiro —Lo hablan conmigo... No quiero que hablen de mí a las espaldas...— Dijo en un tono firme para que se dieran cuenta de que se estaba molesto por todo.
Todas las personas que estaban en la habitación se quedaron mirándolo sin saber que decir.
Su hermana reaccionó de una manera triste.
—Creímos que hablar contigo, sería algo difícil...— Dijo tristemente.
—Claro... ¿no? tratarme de loco, sería una tarea difícil... —Le contesto con desprecio.
—No...— Negó con la cabeza.
Fue su madre quien contesto.
Su hermana empezó a preocuparse por el enfado de Sam.
—Solo iras a un internado... Pero estarás bien...— Respondió su hermana para animarlo y tranquilizarlo de toda esa situación muy difícil.
—Es por tu bien... Yo prefiero que te cures— Añadió Helena.
La profesora estaba sentada sin decir ni una sola palabra. Pensaba que no podía meterse en esa discusión.
— ¡Saben pueden hacer lo que quieran conmigo! —Sam hizo una pausa —Pero nunca se los perdonaré...
Su madre se puso tensa al escuchar las últimas palabras que oyo.
— ¡Hijo, no...! —Su madre quiso alcanzarlo pero no pudo hacerlo.
Se fue a su habitación, corriendo y llorando. Ya no quería escuchar a nadie, sabía que lo internarían por su estado, el solo entendía porque estaba así, pero nadie lo podía entender, creía que era un mentiroso o que estaba loco pero el solo decía la verdad.
Lo que más le dolía que ya hace quien sabe cuantas semanas estaban preparando todo para internarlo. Pero lo que paso hoy en la escuela ya había sido lo último para él.
Se miró al espejo y vio como sus lágrimas caían... además no tenía un aspecto bueno, tenía ojeras debajo de los ojos bien oscuros lo que eso no era normal en él.
—Si tan solo una persona me podría creer... Estaría feliz...— Susurro suavemente y con voz quebrada.
Seguía mirándose en el espejo y recordó algunas palabras que oyó decir de su madre y su hermana, además se notaba que su padre también estaba enojado.
En ese momento se sentía un estorbo para todo el mundo, una carga. Entonces cada vez que miraba su reflejo en el espejo, sentía odio y bronca por todo lo que le estaba pasando. Ahora mismo se odiaba a sí mismo, y odiaba ver a personas muertas.
Quizás ya no tendría que ayudarlas.
Una vez más se miró al espejo y con su puño le pego al rostro que estaba reflejado en el espejo. Un fuerte ruido del espejo rompiéndose le retumbo en sus oídos y un dolor le invadió en el puño de su mano derecha donde había golpeado el espejo.
Gemio y se miró con cuidado la mano. Estaba toda empapada de sangre, mientras que los ruidos de los vidrios cayendo lo distraían.
Corrió al baño para ponerse algo y no le importo nada más. Encontró un poco de alcohol y un trozo de algodón y eso lo había salvado.
¿Qué había del espejo? Ya no era tiempo de preocuparse por esas cosas.
Se acostó en la cama y siguió llorando hasta la madrugada...

6 de Octubre a las 09:00 am de la mañana

Juntaba su ropa, sus cosas, las ordenaba en la maleta, y suspiraba tristemente. No lo agradaba para nada la idea de irse de su casa... ¿A qué jovencito como él le gustaría irse de la casa por un problema que él no tenía la culpa? Creía que a ninguno en el mundo.
Sam sabía que nadie le iba a poder quitar ese don del hablar con personas muertas o de ver esas sombras que le anunciaban algo. Ni siquiera una psicóloga, ni siquiera una psiquiatra, ni siquiera el mejor médico del mundo, ni siquiera el internado que lo llevaría.
Sabía que su familia había decido esto hace días, pero él sabía que no estaba loco. Que los demás lo piensen ya no le interesaba... Si había podido superar que sus amigos le dejaran de hablar, esto también lo superaría. De todas formas, no le quedaba otra, era menor y los que todavía dirigían su vida eran sus padres.
Después de acabar con todas las maletas, salió de la habitación... Su hermana, su madre y su padre lo miraban con tristeza, mientras un silencio invadía toda la casa en ese momento, pero el dio una sonrisa demostrando que podía hacerlo.
—Quizás piensen que este loco, pero si quieren probar mandándome a La paz, háganlo... Quizás pueda recuperarme, debo intentarlo y estoy preparado.
Esas palabras le habían salido de la boca.
Su familia lo observo con orgullo asintiendo por lo que acaba de decir, y se fueron todos a acompañarlo el primer día en La paz. Nadie iba a dejar que él se encuentre solo...en ese momento tan difícil para ellos también. 

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