thirteen - three unwanted guests

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chapter xiii.
( iron man )

no puedo ahogar
a mis demonios
saben nadar
can you feel my heart ─── bring me the horizon

malibú, california
12 de mayo, 2010

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Entonces los propulsores se encienden y él continúa su vuelo, alejándose de mi vista. Suelto un exhausto suspiro de alivio. Los prismáticos caen de mi cara mientras los sostengo en mis muslos. Estoy considerando seriamente hacer un baile feliz cuando oigo un choque repentino. Levanto la mirada solo para ver un gran traje de metal chocar contra el techo, hacer trizas mi piano y romper el suelo.

Chillo de horror antes de escuchar las alarmas de los coches tras el golpe. Me apresuro hacia el gran agujero en el suelo, mirando hacia abajo mientras un traje de metal descansa sobre el coche deportivo de color azul.

—¡Santo cielo! —grito.

Tonto procede a rociar el traje de metal con el extintor. Corro escaleras abajo, hacia el traje, para ver al hombre en el interior moverse lentamente, demostrando que sigue con vida. Suelto otro suspiro de alivio antes de recordar lo furiosa que estoy. Así que me agacho, recojo un trozo de metal cercano y lo lanzo al casco.

De repente, el traje de metal se sacude y escucho un alarmado:

—¡Ah!

Todavía gruñendo, papá se quita la máscara, la arroja y se vuelve para mirar.

—¡¿En serio?!

—Francamente, te lo mereces —cruzo los brazos sobre mi pecho.

Abre la boca con asombro.

—¿Disculpa? ¿No me has visto atravesar tres pisos?

—Ah, sí, lo vi —frunzo el ceño—. ¡Has volado sin mí! ¡¿En qué pensabas?!

Él hace una mueca.

—Lo siento. No pensé que estarías de acuerdo en hacerlo ahora.

—Los dos podemos ver por qué estaría en lo correcto —miro los agujeros que me conducen a un cielo estrellado y oscuro—. ¡¿Qué demonios pensabas?!

—Lees, ¿no ves lo absurdo que es que yo acabe de hacer historia y tú estés aquí echándome la bronca? —papá frunce el ceño, de pie—. No tiene sentido.

—¿Sentido? ¿Que no tiene sentido? ¡Ah, vale, volvamos a poner las cosas en perspectiva! ¡Tú eres el que decidió salir a volar en una lata! ¡¿Cómo es que no tiene sentido, hm?!

Papá y yo nos miramos irritados mientras él se mueve hacia las máquinas que se supone que lo sacarán del traje.

—¿Quién ayudó a crear esta lata? —dice papá, haciendo una mueca por el áspero procedimiento de quitarse el traje—. Correcto, tú.

—¿Y de quién fue la idea original? —le señalo con un dedo culpable.

—Así es —está de acuerdo, muy astutamente—, y como ideador, creo que tengo derecho a confiar en mi trabajo.

Me burlo y decido gritarle sobre otra cosa.

—¿Por qué se lo ocultamos a Pepper? ¿No crees que sea digna de confianza?

—¡Por supuesto no! —papá gruñe cuando las máquinas sacan la pieza final—. Quiero mantenerla a raya y a salvo. Cuanto menos se sepa, mejor. Menos responsabilidad; ese tipo de cosas.

Luego cruza el taller con su camiseta sin mangas y pantalones. Hace una mueca cuando se inclina frente a la mini nevera y saca una bolsa de hielo. La pone contra su cabeza y se recuesta en la pared para mirarme. Mis brazos siguen cruzados sobre mi pecho y el resentimiento aún no ha abandonado mis rasgos.

Papá suspira y se acerca a mí.

—Escucha, lo siento, ¿vale? Como he dicho, pensé que sería mejor estar solo. Por si acaso —se detiene y mira las mesas de trabajo.

Aprieto la mandíbula.

—Por si acaso pasa algo. En si cayeras a las garras de la muerte, quieres decir.

Frunce el ceño y asiente con la cabeza.

—No quería que estuvieras por si eso pasaba.

—Pero lo estuve y casi pasó. ¡Tenía una gran vista desde nuestra terraza contigo en picado por el cielo, como si estuvieras a punto de convertirte en el equivalente humano de un panqueque!

Él sonríe débilmente.

—¡Lo digo en serio! Papá, necesito estar para cosas así, para ayudarte.

Él asiente y, en este punto, me imagino que estará de acuerdo con cualquier cosa que diga para calmarme.

—Vale, ya he acabado —me encogí de hombros—. Terminé de echarte la bronca.

Él sonríe más y besa mi frente.

—Bien, porque tenemos trabajo que hacer.

—No es lo que pienso, ya sabes —le digo cuando comienza a caminar hacia los ordenadores—, sobre el traje. No quise decir eso cuando dije que era una lata.

Él mira hacia atrás.

—Lo sé, pequeñaja.

Suspiro.

—Bueno, ¿por qué te caíste?

—Hielo —responde simplemente, deslizándose en su silla—. ¿Verdad, Jarvis?

—Una observación muy astuta, señor —responde Jarvis con sarcasmo.

—Y el transductor se aletarga a más de doce mil metros —papá gruñe un poco mientras se inclina hacia adelante en su asiento.

Me estremezco por él.

—¿Duele mucho?

—No —gruñe de nuevo mientras se sienta mejor—. Sí, mmm.

—Iré por otra bolsa de hielo —mientras camino hacia la mini nevera, agrego—: La forma en que conseguiste sobrevivir veinte años sin mí es impensable.

Él se ríe entre dientes mientras enciende la televisión.

—Tan impensable como tú dos años sin mí.

—Sí, es verdad —digo en voz baja.

No habla por un rato, dándose cuenta de lo que acaba de decir. Es un milagro que haya sobrevivido esos dos primeros años de mi vida sin él. Dudo que hubiera estado viva sin él los últimos doce años. Realmente no quiero discutir eso y él tampoco. Solo lo dejamos caer. Papá sigue haciendo mejoras y ajustes al traje, la mayoría de las cuales ni siquiera entiendo. Entiendo la tecnología, pero no de la misma manera que papá. Por lo general, me pierdo cuando entra en detalles.

—Hoy, la alfombra roja está desplegada aquí, en el Auditorio Disney, donde la tercera función anual benéfica de Tony Stark para el Fondo de Familias de Bomberos, es el lugar más caliente para la alta sociedad de Los Ángeles —dice el periodista en la pantalla.

Al escuchar su nombre, papá se inclina hacia un lado para ver la televisión y parpadea, confundido.

Vuelvo hacia él y presiono la bolsa de hielo contra su brazo.

—Ah sí, Pepper va.

Papá echa un poco la cabeza hacia atrás, con esa cara intrigante pero traviesa.

—No recuerdo ninguna invitación. Jarvis, ¿tenemos una invitación para eso?

—No me consta que nos haya llegado una invitación, señor —responde Jarvis.

Me siento en su escritorio.

—Pepper piensa que Obie no quiere que vayas. Se cree que harás explotar las armas o algo así pero, debo decir, que sería todo un espectáculo con la cantidad de artilugios nucleares que hay.

No esboza ni siquiera una pequeña sonrisa ante mi chiste, está demasiado absorto con la noticia.

Me giro para mirar el televisor mientras la mujer en la pantalla continúa.

—... no se la ha visto en público desde su última rueda de prensa extraña y controvertida.

—Ahí lo tienes, resumido en dos palabras: extraña y controvertida.

Al menos, ahora sonríe.

—Tampoco se ha visto a su hija de catorce años, Lisa Stark, desde su entrevista con Vanity Fair. Dicen algunos que sufre estrés postraumático mientras se enfrenta a las primeras etapas del embarazo —frunce el ceño y miro hacia abajo en mi regazo— y que los dos han estado en cama desde hace semanas. Sea cual sea la situación, nadie espera que la dinastía Stark haga acto de presencia esta noche.

Me burlo y me levanto del escritorio. Me muevo hacia la pantalla que muestra la representación del traje. Ahora es de color oro brillante y me recuerda al llamativo collar de un gángster.

—Simulación completa —anuncia Jarvis.

—Un poco llamativo, ¿no crees? —cuestiona papá.

—Normalmente el señor es discreto —dice Jarvis.

Me río.

Papá mira el roadster en el que estábamos trabajando juntos antes de que sucediera todo en Afganistán.

—Sabes qué te digo. Ponle un poco de rojo relámpago.

Me vuelvo hacia él.

—Está bien, ya he dicho que 'controvertido' te describe, pero aunque el rojo relámpago sea genial, no es muy práctico.

—¿Y cuándo has sabido que soy práctico? —pregunta, girando en su silla.

—Y de ahí el 'extraño' —suspiro—. Vale, pero yo decido dónde van los colores.

Él está de acuerdo y rápidamente me pongo a trabajar en organizar el rojo y el dorado hasta que me gusta.

Luego Jarvis dice:

—Simulación completa.

Rápidamente, papá dice:

—Me gusta. Fabricalo. Píntalo.

—Comenzando ensamblaje automatizado —nos dice Jarvis—. Tiempo estimado de simulación: cinco horas.

Descanso los codos sobre el escritorio, preparándome para la larga espera.

—Eh ¿cuánto tiempo tardas en ponerte elegante?

—¿Huh? —lo miro confundida.

—Vamos a salir —papá se levanta y se quita la bolsa de hielo del brazo.

—¿Salir? —repito mientras lo sigo hacia la puerta del taller—. ¿Salir para una pizza o elegante como si estuviera vistiendo algo que no es mío?

—Eh, no, me refiero a 'salir' para pizza o 'elegante' para lo otro —me dice mientras doblamos la esquina hacia la sala de estar.

—¿El acto benéfico? Quieres ir a la tercera función —olvido el título.

—Tercera función anual benéfica para el Fondo de Familias de Bomberos —completa para mí mientras trota hasta el siguiente piso y yo lo sigo lentamente.

—Sí, eso —empiezo a quejarme—. Por favor, no me hagas ir.

—¿Por qué no? Será divertido.

—No, que va —frunzo el ceño y lo sigo a su gran habitación—. Escucha, sabes que estoy a favor de apoyar a la compañía, pero esto es diferente. Es una declaración, y no estoy de humor para reporteros, cámaras y personas que no me quieren.

—Caes bien a todos.

—No, ellos fingen que les caigo bien porque saben que los harás arder vivos si no es así.

Él se ríe.

—Prefiero quedarme aquí con Jarvis y supervisar la pintura.

—Necesitas salir de la casa —él saca su traje del vestidor—. Eres adolescente. Empieza a actuar como una por una vez.

—Lo intento —apoyo mi mano en la cadera—, pero no voy. Eso es todo. Es definitivo. Nada de lo que digas o hagas me obligará a ir.

Levanta una ceja en mi dirección.

—¿Cómo me quedó ser adolescente? —mi cara se desmorona en cuestión.

—Débil. Te doy un 12%.

Gimo y me deslizo hacia él.

Papi.

Él se ríe de nuevo.

—Ve a cambiarte, lo digo en serio.

—Vale, pero ten en cuenta que ser adolescente no significa ir a una fiesta llena de viejos congestionados que hablan de negocios y nada más.

Él está de acuerdo con tristeza.

—Desafortunadamente, tienes razón.

Por suerte, Pepper siempre se asegura de estar preparada para casos como este. Ya tengo un vestido recién planchado y un par de zapatos esperando en mi armario. Hago todo lo posible para que mi cabello se vea al menos cercano a lo elegante, pero tengo que usarlo para cubrir las partes de mis hombros que muestran algunas de mis cicatrices. Siempre ha sido todo un desafío encontrar cosas que las cubran adecuadamente. Ya se trate de trajes de baño o vestidos formales, siempre ha sido mi principal preocupación. Prácticamente me baño en perfume y parece que he olvidado cómo maquillarme después de no hacerlo durante mucho tiempo.

Después de unos veinte minutos, llaman a mi puerta y suena la voz de papá.

—Eres igual que todas. ¡¿Ya has terminado?!

Abro la puerta y frunzo el ceño.

—Las mujeres son más lentas porque los hombres las hacen sentir que necesitan hacer más poniéndose maquillaje, peinándose y toda esa otra basura para parecer atractivas. No culpes a mi género por lo que el tuyo requiere.

Se ve sorprendido.

—Vaya.

Yo parpadeo.

—Lo siento. Odio el maquillaje y se me ocurrió todo eso mientras lo aplicaba.

Sacude la cabeza y sonríe. Naturalmente, insiste en que llevemos uno de sus autos más caros a la fiesta. Hago una mueca todo el tiempo que tardamos en llegar porque estoy bastante segura de que intenta matarnos por la velocidad a la que va.

Cuando nos detenemos, el ayudante nos recibe y acepta con entusiasmo el fajo de billetes de papá. Papá salta suavemente la acera cuando yo me tropiezo con ella. Me atrapa con gracia y me da una sonrisa que muestra que se está riendo de mí. Le doy un codazo mientras continuamos subiendo por la alfombra roja. Él pone una mano sobre mi espalda mientras los reporteros y otras personas al azar se lanzan sobre nosotros. Cuando mira a algunas de las mujeres interesantemente vestidas que pasamos, le doy otro codazo.

—¿Qué? —pregunta, mirándome con una falsa inocencia.

Algunas intentan coquetear con él, pero les doy una buena mueca que las hace callar por ahora.

—Oye, Tony —una rubia de bote aparece, con una sonrisa estúpida cuando pasamos—, ¿te acuerdas de mí?

—Pues no —es todo lo que responde.

Papá le da una palmadita en la espalda a un anciano y le dice:

—Te veo en forma, Hef.

—¿No era ese...? —miro por encima del hombro cuando pasamos junto a él y a las mujeres que está cerca.

—¿Quién?

—No importa —me encogí de hombros.

Obie aparece y papá reduce un poco nuestro ritmo, caminando lentamente hacia él. Me levanto la falda para no tropezar con ella cuando lo alcanzamos.

—Qué cosa, tengo que colarme en mi propia fiesta —dice papá con una leve sonrisa.

Obie se ríe un poco, pero habla en un tono extrañamente insincero.

—Anda, quiénes están aquí. Vaya sorpresa.

—Sí, ¿acaso Lisa no se ve bien? —papá me pregunta, sonriéndome, tratando de romper la tensión entre todos nosotros.

Le devuelvo la sonrisa y le doy esa respuesta típica que todos esperan:

—Papá, no me avergüences.

—Claro —Obie también me sonríe—. Encantadora como siempre, cielo. Te pareces mucho a tu abuela.

Tenía diez años y Pepper me llevaba a una gran exposición de arte que estaba en la ciudad. Papá y yo habíamos tenido otra disputa, la primera desde que tenía cinco años, y nuevamente no era una real, pero no me sentaba bien. Salimos de allí con bastante facilidad, pero ninguno lo discutió. Este miedo irracional seguía molestándome, diciéndome que se iba a deshacer de mí ahora que había discutido con él. Tenía tanto miedo que apenas podía dormir o comer.

Mantuve mis ojos mirando por la ventanilla del coche cuando le pregunté:

—Pepper, ¿qué crees que vio él en mí? Ese primer día en el hospital.

—¿Qué? —Pepper me miró—. ¿Quién? ¿Te refieres a tu padre?

Asentí solo un poco.

—Vio algo —hice una pausa—, algo que le hizo darse cuenta.

Me había estado molestando por mucho tiempo. Me di cuenta de que algo había cambiado en él cuando nos miramos por primera vez y quería saber qué era.

Estuvo callada por un largo momento.

—Es gracioso. Una mañana, antes de que despertaras, llegué a la mansión y lo encontré sentado en la mesa de la cocina. Estaba mirando por la ventana con una mirada de determinación que superaba cualquier cosa que yo había visto en él. Finalmente decidí preguntarle lo qué tú me acabas de preguntar. Pude ver que algo cambió en él, pero no sabía exactamente qué.

La miré seriamente, necesitando saber la razón por la que él me mantuvo cerca en ese momento.

—¿Y qué dijo?

—Dijo que vio a su madre —respondió ella con otra sonrisa—. La única persona en la tierra que estaba segura de que lo amaba, y la vio en ti. Y sabía que no importaba si le pertenecías o no. Lisa, desde el primer día, sabía que los dos teníais un vínculo inquebrantable el uno con el otro. Si había dos personas en la Tierra que debían estar juntas, sois tú y tu padre.

Mi sonrisa es realmente genuina cuando respondo.

—Gracias, Obie. Significa mucho.

—Sí —papá lo rodea, aparentemente terminado con la conversación—. Te veremos dentro.

—Oye. Escucha, ve con calma —Obie se da vuelta para hablar con él en voz baja—, tengo a la junta justo donde queremos.

—Tú mandas. Necesitamos despejarnos —papá nos mueve hacia la entrada—. Volvemos enseguida.

—Mentiroso —murmuro mientras subimos rápidamente las escaleras.

—Sh —bromea apretando los dientes con falsa preocupación.

—¿Qué pasa contigo y con Obie? Algo va mal.

Se detiene y gira su cuerpo hacia la derecha y hacia la izquierda, buscando a alguien.

—Estamos en una encrucijada, creo. Él quiere llevar la compañía hacia un lado y yo a otro.

—¿Y es por eso que no confías en él con tu reactor?

Me mira de forma extraña.

—Nunca he dicho eso.

—Tampoco que no confiabas en él —le respondo—. Ni con el traje. Crees que lo usaría como arma si lo tuviera en sus manos.

Él sonríe falsamente.

—Creo que eres demasiado perspicaz para tener catorce. Ahora ve a divertirte —asiente hacia la pista de baile—, baila con alguien.

—Ew —le digo.

—Venga —me empuja con el hombro y señala con la barbilla.

Lanzo un suspiro y me deslizo entre la multitud, captando su indirecta no tan sutil de querer unos minutos para pensar. Me aparto a un lado e intento mezclarme, queriendo desaparecer. Lamentablemente, no tengo tanta suerte. Muchos miembros de la junta y otros miembros notables o contribuyentes de Industrias Stark se acercan para hablar conmigo. No me equivoqué cuando dije que solo hablan de negocios. Me comprometo sorprendentemente bien, haciendo mi mejor esfuerzo para no parecer "yo." Desinteresada. Aburrida. Ruda. Me escapo de ellos con un cortés "perdón", en busca de alguien que realmente conozca. Como Pepper o papá. Esas son las únicas dos personas que conozco en este lugar con las que puedo hablar. Aunque probablemente debería evitar a Obie.

Lamentablemente veo una cara que me hace querer hacer algo violento.

—Lisa Stark — Christine Everhart sonríe mientras camina hacia mí.

No me resisto al ceño fruncido que se apodera de mis rasgos.

—Ay, no ¿debería empezar a tener cuidado con mis palabras y acciones en este instante? Quién sabe qué más podrías sacar descaradamente de contexto.

Ella se ríe, pero es una risa completamente falsa.

—Espero que entiendas que todo fue parte de mi trabajo. Además, las noticias cambian muy rápido —señala con la mano—. Eso se ha enterrado en lo profundo de numerosas historias. Se desvanecerá rápidamente, te lo puedo asegurar.

—No, que va —pongo una sonrisa incrédula y sacudo la cabeza—. Gracias a ti, esa historia está plasmada para siempre en mi reputación como un tatuaje en la frente. Será estupendo para mi carrera como CEO —me giro para alejarme antes de decidir que tengo más que decir—. ¿Y sabes qué? Aunque digas que sea parte de tu trabajo, ¿en qué lugar del mundo estaba tu decencia humana cuando decidiste escribir eso? ¡Soy una niña de catorce años! ¿Pensaste que estaba bien mentir y decirle a todo el país que mis secuestradores me violaron y dejaron embarazada?

Ella aprieta los dientes y luego veo cuánto me odia.

—Escucha, mocosa mimada.

—¡No, la que no escucha eres tú! —espeto, mirándola a los ojos—. Por una razón que solo Dios sabe, eres considerada un periodista respetable. La gente cree en tus historias. Exactamente el 67%; encontré una encuesta en línea de la población estadounidense creyendo que la heredera de Industrias Stark está embarazada del hijo de un terrorista. Así que, muchas gracias —hago una inclinación baja y sarcástica de la cabeza—, la próxima vez que encuentre a una pobre alma que ha sido liberada recientemente del cautiverio y quiere convertirse en el espectáculo de la nación, sabré exactamente qué número darle.

Satisfecha, me giro y me marcho. Dejando escapar un profundo suspiro, asiento con orgullo por lo que acabo de decir. Me defendí y me sentí bien. Veo el pelo rubio fresa y a una figura familiar llevando a Pepper hacia el balcón. Huh. Papá y Pepper están a punto de hablar a solas. No puedo evitar la sonrisa que toca mis mejillas.

—¿Señorita Stark? —pregunta una voz desde mi lado, una mano cae sobre mi brazo desnudo.

Mis palmas se ponen sudorosas y me siento aturdida mientras lentamente me giro para verlo allí de pie.

Su rostro es tan cruel, simple y elegante como recuerdo. Tiene una pequeña sonrisa en sus delgados labios y sus ojos son tan azules como siempre. No quiero nada más que gritar de terror al ver a Edgar Frost a mi lado, pero físicamente me muerdo la lengua con tanta fuerza que me sangra un poco.

—Baila conmigo —no pregunta mientras su fuerte agarre me empuja hacia la pista de baile.

Me estremezco y mi labio tiembla cuando él toma mi mano entre las suyas y pone una en mi cintura. Contengo el aliento al sentir sus manos sobre mí una vez más. El terror funciona como una daga en mi pecho. Danzamos con la música, de un lado a otro y luego de lado a lado. No siento mis piernas y me da miedo dejar que me guíe. Las cicatrices en mi estómago y espalda arden peor que nunca.

—Oh, vamos, hoyuelitos, di algo —me susurra al oído—, me enteré de la milagrosa recuperación de tus cuerdas vocales. Seguramente quieres presumir.

Mis ojos se cierran.

—No puedo pensar.

—Sí, ya sabes, la emoción tiende a hacer eso a las personas.

Abro los ojos para ver si habla en serio. Honestamente no puedo si es así o no.

—¿Emocionada? —repito—. ¿Por qué estaría emocionada al verte?

—Por lo general, las niñas pequeñas están así al ver a sus padres. Después de todo, soy el único padre que conociste durante los primeros dos años de tu vida, ¿recuerdas? Estoy seguro de que sí. Tienes mejor memoria que cualquier otra persona que conozca —su mano se levanta de mi cintura para quitarme un mechón de pelo de la cara.

Sus dedos rozan mi mejilla y retrocedo ante su toque.

No eres mi padre —le susurro bruscamente.

—Hmm, no, pero solía serlo —sus pálidos ojos se levantaron de mi cara para explorar la sala—. Me pregunto dónde está tu querido papaíto ahora.

Apresuradamente estiro el cuello para buscarlo. Lo necesito. Necesito que venga a ayudarme. Necesito que me aleje de este hombre. No lo encuentro en ninguna parte. Debe seguir en el balcón. Con Pepper. Incluso Obie no está. Me encuentro sola.

—Seguramente necesitaba alejarse de ti —dice.

Pienso en cómo papá me dijo que fuera a bailar. Él necesitaba un descanso.

—Tres meses a solas en una cueva contigo es inimaginable.

Aparto la vista de él, sin responder.

—Sigue sin aparecer, ¿hm? —su mano se desliza desde mi cintura hasta mi estómago.

Todo en mí quiere empujarlo y correr, pero estoy congelada. Es como si él tuviera este poder y control sobre mí que no puedo romper.

—Esto no es real —susurro—. No hay un bebé. No hay nada.

—Me pregunto cómo se siente él, qué culpable debe sentirse al dejar que pase esto —sus labios tocan mi oído mientras continúa susurrando—, cómo dejó que te sucediera cualquiera de todo eso.

'Cualquiera' insinúa que quiere decir más que ser secuestrada y todo lo que se imagina que sucedió en Afganistán. Se refiere cuando yo era pequeña. Quiere decir cuando mamá me estaba criando y golpeando. Quiere decir cuando él mismo me hacía daño. ¿Cree que mi padre dejó que eso pasara?

—No fue culpa suya.

—Estoy de acuerdo —dice, inclinando un poco la cabeza—. Los dos sabemos de quién fue, ¿no?

Las lágrimas llenan mis ojos.

Mía.

Me culpo a mí misma. Lo pensé antes y todavía lo pienso. Yo fui quien convenció a papá de llevarme a Afganistán. Si no estuviera allí, él nunca habría tenido que preocuparse por mí. Solo habría tenido que preocuparse por mantenerse con vida. No tendría que sentir todo ese miedo y culpa. Él y Yinsen no habrían tenido que darse tanta prisa para terminar con el Modelo I si yo no estuviera allí, y Yinsen probablemente estaría de vuelta en Gulmira. Todo lo que sucedió allí fue culpa mía.

—Sí —no puedo creer que la palabra salga de mis labios.

—¿Por qué no damos un paseo, hm?

—No —dejo salir.

Su mano se hunde en mi cintura y me empuja a través de la pista de baile, hacia un área más apartada. Llegamos a un largo pasillo vacío. Me tiembla todo el cuerpo mientras mantiene su mano en mi cintura, obligándome a ir a donde quiere.

—¿Qué quieres? —finalmente pregunto—. Dinero, ¿es eso? ¿Para eso es todo esto?

Se ríe ligeramente.

—El dinero no me sirve. Los mentirosos, los mendigos y los ladrones se esfuerzan por ganarlo. Yo no soy ninguno.

—No, solo eres un abusador de niños —le digo con dureza, pero luego estoy orgullosa de haberlo dicho en voz alta.

Se ríe de nuevo antes de golpearme contra la pared. Lloro y su mano cubre sobre mi boca. Lucho contra él, pero no sirve de nada. Es mucho más grande y más fuerte que yo. Siempre lo ha sido. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas mientras miro sus ojos.

—¿Para eso es todo esto? —repite mi pregunta burlonamente—. Esto es para ti, hoyuelitos. Desde el primer momento en que te conocí a ti y a tu lamentable madre, supe que tenías un destino. Naciste para morir.

Mis cejas se fruncen de dolor.

—Pero me gustó tu espíritu, tu resistencia. Debiste sacarlo de tu padre, porque tu madre no lo tenía —dice pensativo.

De repente veo el destello de un cuchillo en su mano. Empiezo a gritar y a golpear más fuerte que antes. Golpeo mi cuerpo contra él y la pared, tratando de conseguir que me libere o que alguien me escuche. Siento un dolor agudo en mi carne y grito más fuerte en su mano. La sangre gotea por mi clavícula.

—¿No te recuerda a los viejos tiempos? —pregunta—. Sal de tu miseria, hoyuelitos. Tu madre te odiaba y se deshizo de ti. Tu padre parece hacer todo lo posible para alejarse desde que fuiste concebida hasta ahora —sollozo—, y por lo que escuché, en lugar de amigos para hacerte compañía, solo tienes pesadillas. ¿No es demasiado doloroso seguir aquí? ¿No preferirías terminar?

Él se aleja de mí y yo me deslizo hacia el suelo, empujando una mano contra mi nuevo corte. Se agacha y se inclina hacia adelante. Presiona dos besos contra mis mejillas, uno en cada torrente de lágrimas.

—Recuerda todo lo que te he dicho —me susurra al oído.

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