twelve - mark II

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chapter xii.
( iron man )

soy una chica bonita
en un mundo bonito
pero no me quedaré
quieta pareciéndolo
sit still, look pretty ─── daya

malibú, california
4 de mayo, 2010

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—Quiero abrir un proyecto nuevo, índice Modelo II.

Hago clic en la imagen del viejo traje de papá, Modelo I, en la pantalla del ordenador y la arrastro hacia la mesa de hologramas.

Jarvis pregunta:

—¿Hago copia en la base de datos central de Industrias Stark?

Papá se pone de pie y me sigue.

—Ahora no sé en quién puedo confiar. Guárdalo en nuestro servidor personal hasta nueva orden.

Mientras estudio el traje voluminoso, digo:

—Ya veo que hablabas en serio.

—No quiero que esto llegue a manos equivocadas —me dice distraídamente—; quizá en las mías haga algún bien.

Pasan horas, y probablemente días, mientras trabajamos en el taller, como en los viejos tiempos. Juntos, terminamos de diseñar un traje mucho más elegante y sigiloso. Ahí es cuando comienza el verdadero trabajo. Las botas son lo primero, teniendo que asegurarse de que cada pieza, parte y cable estén ajustadas exactamente para que no se salga de su lugar.

—Siguiente. Arriba. No la bota no, Tonto. Aquí. ¿Captas? Para. Así —papá sigue dando instrucciones al robot mientras trabaja—. Eres inútil. Baja hacia el dedo. Ya lo tengo.

Levanto la vista de la bota en la que trabajo y sonrío. Papá sigue regañando al robot, ya que literalmente hace todo mal. Recuerdo cómo fui yo quien le dio su nombre al robot.

—¿Qué piensas, papi? ¿Crees que esto me ayudará a ganar el concurso de ciencias? —pregunté, moviendo torpemente el objeto pesado sobre mi cadera.

Lo inspeccionó, prestándole toda su atención.

—Definitivamente. Probémoslo. Ponlo allí —señaló al centro de la sala.

Él sonrió divertido mientras yo gruñía y caminaba hacia donde él me dirigía.

—Eh, espera, ponlo allí —su dedo cambió de dirección justo cuando llegué al centro.

Me apresuré a pasar justo cuando él dijo:

—O no, ¿allí?

Solté un suspiro mientras continuaba luchando.

—Bah, vuelve al centro. Quedaba mejor.

Mi cara de siete años frunció el ceño y lo vi contener su risa.

—¡Lo hacías a propósito! ¿Sabes cuánto pesa esto?

Él se rió.

—Lo siento, lo siento.

Gruñí y murmuré irritada durante unos segundos antes de dejar caer mi nuevo invento. Era una demostración mecánica de cómo los volcanes eran formados por placas tectónicas y cómo hacían erupción. Incluso creé un solución que se parecía al aspecto de la lava, así como al humo y al vapor, que era la parte que más le preocupaba a Pepper porque temía que quemara vivos al resto de niños. Estaba ridículamente orgullosa del divertido proyecto e insistí en que mi padre me dejara hacerlo por mí misma, aunque el maestro de quinto grado dijo que a los estudiantes más mayores y a mí se nos permitía la ayuda de los padres.

Corrí y conecté mi creación.

Mis pequeños dedos jugaron con el control remoto que hice hasta que presioné el botón "Inicio." Papá me miró cuando no pasó nada. Fruncí el ceño y lancé el control contra la pared. Lo puse en una mesa cercana y me dejé caer en mi proyecto.

—¡¿Qué le pasa?! —exigí.

Papá se puso de rodillas a mi lado.

—¿Te importa si te ayudo?

—No, adelante —dije antes de que comenzara a mirarlo—. ¿Crees que tiene suelto un tornillo?

—No lo parece —dijo pensativamente—. Podría ser el mando.

—Oh —me sentí increíblemente estúpida cuando miramos hacia donde lo había colocado.

Nuestros ojos se abrieron con horror cuando vi al robot idiota rodar hacia la mesa y dejar caer su largo brazo sobre él con mucha fuerza.

—¡No! —gritó papá justo antes de que comenzara la simulación.

Las placas tectónicas se golpearon, creando un volcán. Luego, el humo caliente y el vapor estallaron en nuestras caras, chamuscando nuestras cejas y numerosos mechones de cabello. Lloré por el dolor ardiente. Inmediatamente, papá me recogió y nos subió a una de las mesas mientras el líquido tibio manaba de la cima de mi volcán hasta el suelo. Mientras me sentaba en su regazo, vimos que el robot pasó a rociar agua en mi proyecto escolar. Gemí cuando el experimento envió pequeñas motas de fuego y electricidad al aire, haciendo que tanto papá como yo nos alejáramos.

Cerré los ojos, tomé el brazo de papá y me lo puse sobre la cara.

—No quiero mirar, no quiero mirar.

Él se rió un poco antes de decir.

—Ah, ¿segura?

Bajé su brazo para ver cómo el robot avanzaba lentamente hacia nosotros.

—¡No! ¡Aléjate! ¡No, detente! ¡Eres, eres..! —papá me miró divertido, mientras buscaba la palabra correcta para describir al robot—. ¡Eres tonto!

El robot se detuvo y siguió rociando mi proyecto mientras me preparaba para gritar nuevamente.

—Lo hiciste —él me sacó de mi ira concentrada.

—¿Eh? —lo miré—. ¿Qué hice?

—Le has puesto nombre. Tonto.

Mostré una amplia sonrisa.

—Le queda bien.

Papá apretó mi pequeño cuerpo.

—No te preocupes por tu proyecto. Podemos hacer uno nuevo, si quieres ayuda.

—Sí, por favor —suspiré, mirando el desastre frente a mí.

—¿Lista?

Levanto la vista y veo a papá sacando la bota en la que estuvo trabajando de la mesa. Termino de arreglar un par de cosas antes de asentir. Lo ayudo a ponerse las botas y enrollar algunos cables alrededor de sus brazos y pecho antes de volver a mi posición. Enciendo las cámaras cuando papá se coloca en el centro del taller, sus pies de metal golpean contra los azulejos. Mientras miro las botas, frunzo los labios y sacudo la cabeza.

—¿Estás seguro acerca de esto? —cruzo los brazos sobre mi pecho, preocupada.

—Psh, irá bien —él le resta importancia mi preocupación.

Sacudo la cabeza otra vez y digo en un tono poco convencido:

—Está bien.

—Vale, marca medio metro y de vuelta al centro —respira hondo y mira al robot que está detrás de él—. Tonto, anímate. Y vigila por si hay un incendio —me señala—. Lees, graba.

—Grabando —le digo, asintiendo.

Él presiona algunos botones.

—Vale. Activar controles de mano —puedo escuchar los propulsores encenderse—. Lo haremos despacio al principio —se encuentra con mis ojos preocupados—. Saldrá bien, pequeñaja.

—Mmhmm.

—A ver si nos levantamos con el diez por ciento de la capacidad de propulsión. En tres —mira hacia el suelo mientras sus manos se levantan a los lados, a punto de presionar los botones de activación—, dos, uno.

De repente, se levanta y vuela por el aire. Escucho un repugnante golpe cuando se estrella contra la pared de cemento detrás de él antes de caer. Deja escapar un fuerte ruido de 'oof' al chocar contra las herramientas de abajo.

Jadeo, llevándome las manos a la boca. Tonto lo rocía rápidamente con el extintor. Corriendo, encuentro a mi padre de espalda con una mueca.

Siento la risa burbujeando en mi pecho, pero me las arreglo para contenerla.

—Oh, Dios mío, papá, ¿estás bien?

Todo lo que obtengo es un débil "ow."

Me muerdo el labio con fuerza, pero no puedo detener la risa que se me escapa.

—No tiene gracia —jadea mientras abre los ojos.

Levanto el pulgar y el índice, mostrando un pequeño espacio.

—Un poco sí.

Él gime de nuevo.

La mecánica del traje es bastante difícil, especialmente cuando tenemos que asegurarnos de que puede usarse para volar, defenderse, ajustar automáticamente las temperaturas interiores, conectarse con Jarvis y ser ligero como para despegar, todo al mismo tiempo. No hace falta decir que apenas dormimos. Papá me obliga a ir de aquí para allá, pero siempre termino en la mesa de trabajo antes de que él se dé cuenta de que me he vuelto a levantar.

Estamos trabajando en los brazos y los hombros cuando papá asiente para que mire en dirección a las puertas. Sigo su mirada para ver a Pepper escribiendo la contraseña y moviéndose para entrar. Los dos estamos distraídos de nuevo cuando ella entra. Papá une las piezas de la muñeca y la parte superior del brazo, ajustando los cables y tornillos. Mis dedos continúan peleando contra la mano mecánica hasta que finalmente coloco el propulsor blanco en su lugar.

—Dos arriba —le ordena papá al robot que lo ayuda.

—Llamaba —Pepper deja lo que sea que lleva en sus manos antes de acercarse a nosotros—, ¿no has oído el interfono?

—Sí, todo —papá se detiene, de repente al darse cuenta de que no tiene idea de lo que Pepper acaba de decir—. ¿Qué?

—Ajá —digo en voz baja, tirando de la nueva mano de metal y el propulsor conectado del soporte de sujeción.

—Ah, vale, está genial —asiente papá, admirando mi trabajo.

Sonrío ausentemente, aún mirándolo.

—Obadiah está arriba.

—Genial —papá la interrumpe.

—¿Qué quieres que le diga? —ella camina lentamente, estudiando la mano de metal que deslizo sobre mi propia piel.

—Nada. Ya voy —dice papá, inclinándose para trabajar en el brazo izquierdo.

—¿No dijiste que no ibas a hacer más armas? —dice Pepper, mirando con cautela la cosa en mi mano—. ¿Es seguro? ¿De verdad tienes que usarlo?

—¡Psh, saldrá bien! —copio la frase muy familiar de papá antes de continuar—: Es un estabilizador de vuelo. Completamente inofensivo. Te lo enseñaré.

Levanto la mano y el propulsor, tocando el botón en la mesa para que se encienda. Los dos me miran, expectantes. Papá parece impresionado, mientras que Pepper está como siempre; por lo general, preocupada cuando se trata de mí. Les sonrío arrogantemente antes de darle al propulsor. Esto va a ser genial. De repente, estalla una larga corriente de blanco y amarillo, que me envía volando a las cajas de herramientas de atrás. Mi cuerpo se derrumba y gimo. Esto no fue tan genial.

—No me lo esperaba —jadeo cuando puedo escuchar a papá riéndose.

—Tony —regaña Pepper antes de inclinarse hacia a mí—. Oh, Dios mío —jadea ligeramente al verme todavía tumbada, papá se acerca para asegurarse de que sigo con vida—. ¿Estás herida? ¿Estás bien? ¿Estás sangrando?

Gimo de nuevo mientras ruedo por el suelo, chocando con sus pies.

—Esto es un asco —me quejo.

Papá sonríe mientras me pone de pie. Cuando subimos las escaleras, Obie está sentado al piano y toca una canción familiar, I Believe de Salieri. Eso es lo gracioso de mí y papá. Somos bastante similares, pero nuestros gustos musicales tienden a ser todo lo contrario. Yo escucho música clásica mientras él escucha "los clásicos" y otras bandas de rock. Papá culpa a Obie; dice que es su culpa que yo esté "de esa forma." Mis pies me llevan a Obie y me deslizo en el banco junto a él. Mis dedos se unen a su melodía y, cuando sonríe en mi dirección, le doy una sonrisa a cambio. Ahora sé que hemos olvidado y perdonado los insultos que nos dimos ese día en la Sala del Reactor. Obie es lo más cercano a un abuelo que he tenido desde la muerte del padre de papá, Jarvis o el padre de mamá... Bueno, francamente, lo de este último no lo tengo muy claro.

—¿Qué tal ha ido? —pregunta papá, moviéndose hacia el sofá.

Obie solo lo mira y yo noto la pizza en la mesa de café. Eso nunca es una buena señal.

—Tan mal ha ido, ¿eh? —papá se dirige hacia allí, demostrando mi punto.

—Solo porque haya traído una pizza de Nueva York no significa que haya ido mal —dice Obie, sacudiendo levemente la cabeza.

—Uh huh, claro que no —papá responde sarcásticamente antes de agarrar un trozo—. Oh, vaya.

Me detengo bruscamente para salir del banco y acercarme a la mesa y al sofá donde se sientan papá y Pepper. Cogo el trozo de la mano de papá y él me golpea, juguetonamente. Lo esquivo y sonrío mientras muerdo la pizza. Luego me instalo en el sofá junto a Pepper para lo que sé que será una conversación interesante. Ella me sonríe desde su portátil y me pasa un brazo por los hombros mientras me inclino hacia ella.

—Hubiera ido mejor si hubieras estado —Obie deja de tocar antes de levantarse y dirigirse hacia nosotros.

Papá tiene la boca llena mientras responde:

—Uh-uh, me dijiste que no asomara la nariz, y eso hago. Y tú te encargas de todo —lo señala con la servilleta en la mano.

—Eh, venga ya. En público. Ante la prensa. Era una reunión de la junta directiva.

—¿Era una reunión de la junta directiva? —continúa papá con fingida sorpresa.

Sonrío un poco mientras tomo otro bocado. Es muy sarcástico. Es guay. Obie se sienta a su lado y lo mira fijamente. Papá inclina un poquito la cabeza hacia atrás, aún masticando. Doy una miradita a Pepper, quien también se da cuenta de la extraña interacción entre ellos.

—Alegan que sufres estrés postraumático —mis manos se aflojan y caen sobre mis muslos mientras Obie continúa—, pedirán un mandamiento judicial.

Papá sacude levemente la cabeza y habla con asombro e incredulidad.

—¿Un qué?

Naturalmente que tiene estrés postraumático —hablo sarcásticamente con el ceño fruncido—, no sé cuál es la sorpresa. Se le ocurrió una nueva idea que a ellos no les gustó y, claro, ¡ahora se tiene que volver loco!

Papá sigue masticando su pizza, enfadado.

Obie suspira:

—Quieren excluirte.

—Sabíamos que las acciones bajarían 40 puntos —dice papá humildemente antes de levantar las cejas.

Pepper corrige en voz baja:

—Cincuenta y seis y medio.

Papá se vuelve hacia ella y dice:

—¿Y eso qué más da? Nosotros somos los accionistas mayoritarios.

Pepper baja la vista antes de volver a mirarlo.

—Tony, la junta también tiene derechos. Ellos argumentan que tú y tu nuevo rumbo no encajáis en la compañía.

Me muerdo el labio y sacudo la cabeza.

—¡Asumo la responsabilidad! Ese sí es un nuevo rumbo... por mí, por la compañía —me estremezco cuando empeora la situación—. Puedo asumir la responsabilidad por la manera de... —se detiene y mira a Pepper, y luego asiente irritado.

Se pone de pie, agarrando la caja de pizza y girando para irse.

—Venga ya. Tony. ¡Tony! —Obie lo llama.

Le doy una pequeña sonrisa a Pepper antes de levantarme apresuradamente para seguirlo.

—¡Voy al taller! —anuncia papá.

—¡Oye, oye! Oye, Tony. Escucha —Obie se acerca a él—, intento arreglar esta situación, pero colabora un poco. Dame algo para impresionarles. Déjame que envíe unos ingenieros para analizar eso —Obie señala el reactor de papá.

Parpadeo, viendo continuar su conversación. Papá sigue negándose mientras Obie presiona. Algo no va bien. ¿Por qué Obie es tan insistente con el reacto? ¿Por qué se preocupa por eso aparte de mantener vivo a papá? O sea, parece que intenta ayuda a la empresa, pero parece que no quiere ayudar a papá.

—¡Buenas noches, Obie! —se despide papá mientras los dos trotamos escaleras abajo.

Días después, el seguimiento mejora en lo que respecta al traje. Papá puede volar sin romperse la espalda, lo cual creo que es totalmente necesario. Estoy estresada cuando papá despega al uno por ciento. Toda la prueba se ve aterradora hasta que finalmente aterriza ileso. En este punto, no tengo otra opción que sentarme exhausta. Cuando arrogantemente concluye con un "sí, puedo volar" no puedo evitar rodar los ojos y sacudir la cabeza.

Me da un ligero encogimiento de hombros y esa cara de 'qué.'

Para poner fin a las constantes molestias de papá sobre comer, subo los escalones mientras él hace algunos retoques finales. Cuando entro a la cocina, encuentro a Pepper sentada a la mesa, trabajando como siempre.

—Hola —le digo.

Ella levanta la vista y sonríe.

—Hola, Lees.

—¿Día duro? —pregunto mientras miro en la nevera.

—No tienes idea. Llevo haciendo papeleo todo el día y la gente no ha dejado de llamar para reunirse con tu padre. Luego está el acto benéfico de esta noche al que debo asistir.

—¿Acto benéfico? ¿Como el de los bomberos?

Pepper asiente.

—Mhm, no creo que Obadiah quiera que tu padre se presente.

—Ajá —digo con una sonrisa, alcanzando la jarra de leche.

—Y él me ha estado evitando como la peste. No quiere hacer nada que implique las palabras firmar, pagar, ir o supervisar.

—Es que está muy concentrado —me río, tomando un sorbo de leche—; en todo menos eso.

Pepper no dice nada por un largo momento.

La miro.

—¿Qué?

—Algo te carcome —dice con el ceño fruncido—, y ojalá nos lo dijeras. Sabes que puedes contarnos cualquier cosa.

Edgar Frost. El dolor en el estómago y la espalda vuelve a aparecer. Hago una mueca y mis dedos se deslizan por mi camisa para tocar ligeramente las delgadas y largas cicatrices. Mis ojos se cierran ante los recuerdos.

Mi pequeño cuerpo tropezó en el baño mientras sollozaba. Mis manos cubiertas de rojo cerraron la puerta y buscaron el cerrojo. Podía escuchar a mamá y a Edgar gritar por mí en risas. Mis piernas se derrumbaron y me tumbé sobre las baldosas. La frialdad calmó el ardor de mi carne sangrante. Mis dedos agarraron desesperadamente un poco de papel higiénico y lo presioné contra mis heridas, tratando de detener el flujo. Un pequeño charco de sangre se formó debajo y el papel higiénico se empezaba a amontonar.

—¡Eres tan egoísta! ¡No puedes acaparar el baño para ti sola! ¡Vamos, mocosa, sal de ahí! —escuché gritar a mamá.

—Oh, oh, deja de llorar, hoyuelitos —Edgar se echó a reír cuando sollocé más fuerte—. Solo estaba jugando contigo.

Solté un suspiro mientras cerraba la puerta del frigo.

—Lo sé. Sabes que confío en ti y en mi papá más que en nadie, pero quiero mantener esto para mí.

—Pero no tiene que ser así —Pepper se levanta y se acerca—, sabes que es bueno hablar de eso.

Ew, hablar.

No la miro a los ojos mientras asiento. Supongo que es cierto hablar del tema. Es lo que solía decir el terapeuta. Por mucho que papá intentó ayudarme a superar el trauma del abuso, se dio cuenta de que había mucho que podía hacer. Las heridas físicas sanarían y él nunca las reemplazaría, pero había cicatrices emocionales que no eran tan fácil de quitar. Sé que siempre quiso preguntarme sobre el tema porque vio lo mucho que me afectó. No quería que sintiera que tenía que protegerlo, pero no importaba. Hay algunas cosas que nunca puedo contarle. Como por ejemplo Edgar cortándome. Cómo casi me convenció de suicidarme a los dos años. Supongo que para eso es un terapeuta, pero esas cosas no se las conté. Dejé de ir cuando tenía once. No quería hablar más de eso. Sigo sin querer.

—Lo sé. Lo siento —sacudí la cabeza, suspirando—. Pero no es nada. Supongo que aún sigo sorprendida de la pregunta del señor Hinckley y de todo lo que pasó, ya sabes.

Ella sigue sin creerme, pero asiente de todos modos.

—Vale.

La abrazo rápidamente, necesitando su amable abrazo.

Ella apoya su mejilla contra la parte superior de mi cabeza.

—Te quiero, Pepper.

Puedo sentir su sonrisa.

—Yo también te quiero, Lisa.

Cuando me retiro para tomar otro trago de leche, ella empieza a guardar sus cosas. Finalmente, me dice que tiene que irse y que me verá mañana. Le digo adiós con la mano y busco algo para comer en la despensa. Me estoy inclinando para coger algunas patatas cuando de repente se escucha un fuerte sonido. Rápidamente me detengo y golpeo mi cabeza contra el estante. Gimo y salgo de la despensa para mirar hacia la ventana. Un extraño objeto metálico está volando por el cielo. Mi mandíbula cae.

—Uh —es todo lo que puedo decir.

Está volando. En el traje. ¡Lo conseguimos! Y lo está probando sin mí. Aún estando enfadada por eso, quiero ver cómo vuela. Corro por la cocina y la sala de estar, hurgando en cajones y armarios hasta que encuentro un par de prismáticos. Salgo corriendo a la terraza y los pongo contra mis ojos. Está fuera de la vista por un tiempo mientras lo busco frenéticamente.

—¿Dónde estás, dónde estás...? —susurro ásperamente.

Finalmente veo el traje de metal una vez más. Vuela más alto y va más rápido; tiene que ir al menos a más de doscientos por hora. Me río y salto, emocionada. ¡Esta funcionando! Ahora va tan algo que se ve super pequeño con los prosmáticos. Entonces, de repente, sucede algo extraño. Parece detenerse en el aire y luego cae en picado. Sus extremidades se agitan frenéticamente mientras se mueve cada vez más rápido.

—No —le susurro, impotente—. Uh, uh, uh.

Me paso los dedos por el pelo mientras él sigue cayendo en lo que probablemente termine en su muerte.

Mi padre va a morir.

Voy a verlo morir.

Y no hay absolutamente nada que pueda hacer.

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Este 11 de marzo es un día especial, es el cumpleaños de Anton Yelchin (para los que no lo conozcan, es Pavel Chekov en Star Trek de JJ, la voz de Jim Lake en Trollhunters, etc), pero por desgracia nos dejó hace cuatro años a una edad temprana. Hoy, cumpliría 31.

Realmente lo echo de menos.

Quería escribirlo aquí para tener un recuerdo en una de las historias a su memoria <3.

Ahora, y por siempre, será una de las estrellas más brillantes del cielo.

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