twenty-eight - the starks

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chapter xxviii.
( iron man 2 )

vivimos y morimos
como fuegos artificiales
nuestros legados se
esconden en las brasas
in the embers ─── sleeping at last

queens, nueva york
1 de junio, 2011

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Nunca he dormido tan bien. Con el horrible suceso de ayer, me sorprende que no haya tenido pesadillas y que haya dormido tan profundamente. Son alrededor de las 2 p.m. cuando aparto mis mullidas mantas y suaves sábanas. Froto el costado de mis manos contra mi piel limpia y respiro aliviada. Anoche permanecí durante unas dos horas en la ducha mientras veía cómo la sangre se lavaba de mi cuerpo y hacia por el desagüe. No quiero volver a tener sangre en mí. Trae un montón de malos recuerdos.

La camiseta de papá cuelga de mi cuerpo y mis pantalones de pijama son demasiado largos, así que me tropiezo con ellos mientras camino hacia la puerta. Estúpidamente apoyo la cabeza contra la puerta y dejo escapar un gemido cansado, entrecerrando los ojos y mirando hacia mi frente punzante.

Al menos todo ha vuelto a la normalidad.

El dorso de mi mano frota la piel adolorida mientras lucho por girar la manija de la puerta. Mientras me muevo para salir de mi habitación, me encuentro con papá preparándose para golpear con el puño. Deja caer su mano rápidamente, da un paso atrás para darme espacio y suelto una risa tranquila y torpe. Nos miramos por un largo momento en silencio.

Creo que no todo ha vuelto a la normalidad.

Hola —extiende la palabra mucho más tiempo del necesario.

—Hola —parpadeo.

No hablamos y yo suspiro descontenta. Me doy la vuelta para irme cuando me agarra suavemente la muñeca.

—Espera, espera, espera —sus cejas se fruncen en concentración—. Lees, necesito, um...

Espero mientras mi corazón comienza a latir más rápido.

¿Finalmente lo va a decir? Porque borracho no cuenta. Me pregunto si recuerda haberlo dicho. Ya es hora de que lo diga. Después de que casi morir varias veces, ¿por fin me dirá que me quiere?

De repente suspira.

—Dios, está bien, necesito darte algo —señala hacia la escalera—. Vamos. Está en el taller.

Bajo por las dos escaleras detrás de él, haciendo una mueca de dolor todo el tiempo. Cuando llegamos, papá marca el código de acceso y la puerta se abre. Entramos y papá va inmediatamente a la mesa de trabajo. Miro con curiosidad mientras coge dos cosas circulares y camina hacia mí. Mi mirada cae para poder mirar las extrañas llantas en sus manos; son de color azul claro y tienen pequeños ganchos de metal muy divertidos.

Papá se aclara la garganta y asiente con la cabeza hacia mis manos.

—Levanta las manos.

Lenta y confusamente, las levanto.

Luego toma con cuidado las llantas y las engancha sobre los bordes de mis propulsores. Encajan perfectamente, pero no entiendo su propósito. Si solo hace que se vean mejor, es un trabajo bueno. Luego comienza a girarlas como un dial y veo que coloca las mini flechas en lo que parece ser el número '5'.

—Muy bien, ahora intenta disparar a algo —cruza los brazos sobre el pecho.

—¿Cómo dices? —levanto una ceja.

Papá me toma de los hombros y me dirige hacia un objetivo que ha establecido en el taller. Levanta mis brazos hacia mí y retrocede unos centímetros. Confusa, enderezo mis hombros y posiciono mis hombros y manos. Disparo mientras libero una respiración profunda y un rayo de luz sale de mis propulsores. Un gran agujero atraviesa el objetivo, pero eso no es lo que me sorprende. Lo que sí es que mis palmas no se queman. Cuando mi boca se abre, miro mis manos con asombro.

Papá se acerca, mirando torpemente sus zapatos para no tener que mirarme a los ojos.

—Recuerdo haber visto que te dolía cuando los usabas. Me fijé en Mónaco —suena culpable mientras lo dice. Se aclara la garganta y apresuradamente continúa—. Así que he estado trabajando en esto para ayudarte con el dolor. Debería alejar el metal caliente de tu piel.

—Wow —murmuro, permitiendo que mis dedos acariciaran suavemente las bandas de color azul claro antes de tocar los números del dial—. ¿Y los números? ¿Para qué sirven?

—Eso es otra de mis observaciones. Peleando contra los Hammeroides —hemorroides, ew,— vi que tus propulsores no podían mantenerse con energía cuando te cansabas. Pensé que si tenías un regulador podía decidir la fuerza del plasma. Si alguna vez necesitas defenderte otra vez, lo cual no voy a dejar que vuelva a suceder, pero si lo haces, podrás decidir si quieres que sea letal o no. No sé, podría ser útil —se encoge de hombros como si no fuera gran cosa, sin dejar de mirar hacia un lado.

—¿Y el 0? —susurro, asustada de ilusionarme.

Finalmente se encuentra con mis ojos.

—En '0', los propulsores permanecen apagados.

Tal vez sea tonta, pero puedo sentir lágrimas en mis ojos. Cuando Edgar Frost puso estos discos en mi cuerpo, creí que nunca volvería a ser libre. Siempre tendría que tener precaución. Siempre tendría que temerme. Pero ahora ya no tengo que hacerlo; no cuando tengo algo más que mi culpable yo para controlarlo. Papá me ha dado lo más parecido a una vida normal con estos propulsores. Con una risa ahogada, lanzo mis brazos de su pecho y lo abrazo con fuerza, enterrando mi rostro en su camisa.

Siento sus brazos asentarse sobre mis hombros mientras susurro:

—Gracias, papá. Muchas gracias.

—No es nada, pequeñaja —se detiene por un momento—. Siento todo lo ocurrido. Siento lo de Vanko, lo de Hammer y, bueno, lo siento sobre todo por mí.

—¿Entonces no lamentas que fuera casi asesinada por un ruso grande y aterrador? —enarco una ceja.

—No, no, claro que lo sí —intenta explicar rápidamente, poniéndose nervioso todo el tiempo.

Limpiándome los ojos, me río e interrumpo:

—Es broma. Sé que lo sientes. Te perdono, aunque las dos primeras cosas no fueron culpa tuya.

Besa mi frente antes de retroceder y mirarme seriamente.

—Sé que apostaste con Rhodey y Happy sobre Pepper y yo, y sé que estás muy entusiasmada al respecto, pero solo quiero asegurarme de que no un acta. Pequeñaja, a pesar de que Pepper y yo estamos, no sé, "juntos", no va a cambiar nada de aquí. Pepper seguirá siendo Pepper y yo seguiré siendo...

—¿Mi irresponsable, infantil, sarcástico, molesto pero adorable viejales? —comienzo a enumerar sus atributos.

Y lo único por lo que se ofende se aclara cuando dice:

—No soy un viejales.

—Lo eres. Papá, estás empezando tu ascenso a la mediana edad —uso mis manos para imitar el 'ascenso' antes de continuar con un asentimiento—. Eres oficialmente viejo.

Él rueda los ojos.

—Muy bien. Si puedo volver a mi punto, por favor.

Asiento de nuevo y le indico que siga adelante.

—Mi punto es que sigues siendo lo más importante para mí —coloca sus manos sobre mis hombros y luego me da una sonrisa burlona—. Todavía eres 'mi chica'.

—Oh, Dios —ruedo los ojos y sonrío, recordando la vez que hice un escándalo acerca de ser 'su chica' y cómo no lo dejó pasar durante semanas.

Pasó aproximadamente una semana después del incidente de Obadiah y Edgar y aproximadamente tres antes de que accidentalmente hiciera daño a ese hombre en la calle. En este punto, a papá no le preocupaba que lastimara, así que pensó que sería bueno para mí salir de casa. Al decir "salir de la casa", me refiero a que Happy y papá me escolten hasta París para que podamos ver algunas obras de arte en mi lista de deseos.

Estaba emocionada, pero ahora recibíamos mucha más atención desde el anuncio "Soy Iron Man", y la gente se nos acercaba todo el tiempo.

—Me voy a quedar dormido encima de ti si no volvemos al hotel —se quejó papá mientras caminábamos por el museo de arte.

—No lo haría si fuera tú. Te dejaría caer —continué caminando por la gran sala de exhibición, admirando algunas hermosas piezas del Renacimiento—. Y ni siquiera me sentiría mal.

—Que frialdad. En algunos países, si no me respetas, puedes ser avergonzada públicamente.

—Pues vale —suspiré, cansada y molesta por su constante conversación.

Me encanta bromear con él, pero no cuando estoy mirando arte. La única conversación que creo que debería mantenerse mientras se mira arte es la crítica, no las quejas de un hombre de treinta y tantos años. Me detuve frente a un cuadro particularmente hermoso y sonreí débilmente, estudiándolo. Papá suspiró y sacó su móvil, entrando en Twitter o algo así. Lo juro, es como si papá fuera el adolescente y yo la adulta aburrida. Está todo fuera de control.

—Oh, Dios mío —una repentina y femenina mano tiró de la chaqueta de cuero de mi padre—. ¡Tony! ¡Tony Stark!

Con ojos confundidos y cejas fruncidas, ambos nos volteamos para ver a una mujer morena prácticamente aferrada a papá. Habíamos insistido en que Happy se quedara en el hotel, por lo que ni siquiera estaba allí para que ella nos dejara en paz. Papá le dirigió una sonrisa falsa.

—¿Eres una fan?

—¿Una fan? Osea, sí —la mujer soltó con un fuerte acento sureño—, pero también nos conocemos, Tony Honey.

¿Tony Honey? ¿En serio? Un ceño fruncido se apoderó de mis rasgos.

—Uh —se quitó las gafas de sol y analizó su rostro, inclinando la cabeza hacia un lado—. Ni idea de quién eres. ¿La reconoces, Lees?

—¿De verdad piensas que la reconozco? —me quejé, volviendo al cuadro.

—Tony Honey, tú y yo salimos hace un tiempo. Duró unos cuatro días, pero éramos una pareja. ¿No lo recuerdas?

—Ha dicho que no, señorita. Esa es su señal para marcharse.

Por lo general, no soy tan grosera, pero esta mujer me cabreaba. Bueno, la mayoría de las mujeres me molestan cuando se trata de ellas y papá.

Ella me entrecerró los ojos y fue como si acabara de notar que estaba allí.

—¿Quién eres tú para decirme eso?

—Tiene que irse —papá inmediatamente salió en mi defensa.

—El hecho de que tengas a tu cría por aquí no significa que no puedas hablar con tu chica, Tony —ella frunció el ceño.

—Es bueno saberlo —él continuó—, pero estoy eligiendo no hablar contigo —colocó su brazo sobre mi hombro y miró su teléfono—. Adiós.

—Oh, vamos, bebé —tiró de su manga nuevamente.

—¡Señora! —mi voz resonó en las paredes de mármol—. ¡Que se vaya! ¿Qué es eso de que las chicas siempre dicen que los chinos no pueden entender? Ah, claro —papá me miró y levantó las cejas con diversión—. No es no. Hoy los roles están invertidos. No es que no. ¡Él no se acuerda de ti! ¡No, no eres 'su chica'! Y yo no soy 'su cría', ¿de acuerdo? ¡Si alguien aquí es 'su chica', soy yo!

La cara de la mujer estaba sonrojada antes de resoplar y alejarse. Fruncí el ceño a todos los que nos miraban. Mis palmas ardían con tanta intensidad que hice una mueca y crucé los brazos sobre mi pecho. Tomé aire, mirando con tanta fuerza el cuadro que me sorprendió que no estallara en llamas. Papá siempre se ha sentido extraño acerca de que yo conociera a alguna de sus amigas y, después de esa experiencia en particular, me di cuenta de que yo también.

Papá se inclinó para susurrarme al oído:

—Bien hecho, 'mi chica.'

Dejé caer la cara sobre el dorso de mi mano.

—Odio que sigas con eso, es vergonzoso.

—Es una de mis responsabilidades. Tengo que alimentarte, vestirte, refugiarte y, mi favorita, avergonzarte —ruedo los ojos antes de que él sonría y me de otro beso en la frente—. Siempre serás mi chica.

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