Prólogo

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Hola <3 ¡Este es mi nuevo libro, más adelante os explico cómo conseguirlo!

Prólogo

Le dolía tanto la cabeza que le resultaba difícil mantenerse en pie. Por eso tuvo que tomar asiento ante ese hombre cuyo nombre ni siquiera lograba recordar con claridad.

—Lord... Sullivan —consiguió decir por fin—, entended que... ni siquiera alcanzo a comprender qué queréis de mí, qué me estáis pidiendo. Sé que mi hermano Collin fue el prometido de vuestra hija mayor durante más de diez años, pero yo no puedo devolverlo a la vida. Me temo que no hay nada que me sea posible hacer al respecto.

Ese hombre había aparecido sin previo aviso allí, en sus tierras, y Seth se sentía furioso al verlo sentado frente a él con una mueca orgullosa, como si hubiera algo que hacer para resucitar a Collin. Ojalá lo hubiera.

—El trato estaba claro, McAllister. Mi hija Odette se casaría con el duque de Finnèan y gobernador de la isla. Ese fue el acuerdo al que yo llegué con vuestro padre hace una década.

Seth apretó los dientes. De verdad que ese Sullivan era un cabeza dura. Con disimulo, Seth se llevó una mano a la cabeza y palpó sus sienes. Su piel ardía en fiebre.

—Ya os he dicho que... que mi hermano Collin ha muerto. Lo siento, Lord Sullivan, pero el acuerdo ha terminado.

—No, ¡me niego! —El hombre, grande y gordo, dio un golpe sobre la mesa. Su bigote pareció levantarse como por arte de magia, fruto de su enfado—. Exijo que cumpláis con vuestra parte, McAllister.

Seth no daba crédito a lo que estaba escuchando.

—No puedo ayudaros, lord Sullivan, ¡por enésima vez os lo digo! —gruñó—. Mi hermano ha muerto y yo soy el primero que ha sufrido por su pérdida. Lo único que se me puede ocurrir es... no lo sé, quizás ofreceros a alguno de mis primos más jóvenes, organizar un matrimonio con vuestra hija.

Para su sorpresa, Sullivan negó con la cabeza sin ningún tipo de duda. Después levantó un dedo gordo con un anillo plateado y lo señaló directamente a él.

—Vos, McAllister. Vos sois el nuevo duque de Finnèan, así que doy por hecho que vos sois quien va a desposar a mi hija Odette.

Seth abrió mucho los ojos. ¿Cómo demonios había llegado ese viejo loco a esa conclusión? Pensó que tenía que negarse como fuera, quizás decirle que él ya estaba comprometido con alguna otra dama.

—Me consta que estáis soltero y libre de compromiso —masculló Sullivan.

Seth tuvo que morderse la lengua. No tenía ninguna escapatoria, al parecer ese hombre había realizado sus deberes antes de presentarse ahí, en su castillo de la isla de Finnèan.

—No puede ser. Yo soy uno de los soldados escogidos por el Rey para batallar en Normandía, mi contrato con la Corona permanecerá en vigor durante diez años y me temo que comienza este mismo año. Así que, a no ser que tengáis interés en que vuestra hija Odette me espere durante diez años... ¿qué edad tiene la dama?

—Veintidós años —contestó Sullivan con un gruñido.

Seth esbozó una sonrisa triunfal, alzando una mano.

—¿Veis? Me esperaría durante demasiado tiempo. Pero, de nuevo, os ofrezco arreglar un matrimonio con alguno de mis primos más...

—Ni lo soñéis, McAllister —lo interrumpió Marcus Sullivan una vez más—. Me consta de primera mano que aún no habéis firmado el contrato para ir a luchar a Normandía. Sois un hombre libre ante los ojos del Rey y de Dios.

Seth apretó la mandíbula al escuchar eso.

—No lo he firmado aún porque mi hermano pequeño se ha caído de su caballo y ha muerto —murmuró entre dientes, tratando de contener la rabia que comenzaba a sentir.

Ese Sullivan se estaba convirtiendo en algo más que un fastidio. Los ojillos azules y calculadores de ese hombre le dejaron claro que había algo que estaba maquinando. Algo que arruinaría todos los planes de Seth.

—Entiendo que vos no teníais ninguna intención de ejercer como duque antes, lo comprendo de veras. Vos sois un hombre de guerra, Seth, un soldado que no se siente completo cuando está fuera del campo de batalla. —Era evidente que sus palabras querían llevar la conversación hasta otro punto, conseguir ganarse su simpatía de algún modo—. Pero hace diez años firmé un acuerdo con vuestro padre, Mick McAllister, y me importa bien poco si el duque de Finnèan se llama Seth, Collin o María Antonieta, debéis honrar la palabra de vuestra familia. Mi hija Odette será una McAllister, la nueva duquesa, y no hay más que hablar. Así que os casaréis con ella, aunque esa misma tarde partáis a Normandía. Si os rehusáis, acudiré al Rey y, creedme, por mucho que os aprecie en el frente, no le hará tanta gracia que hayáis roto el contrato de una década con mi clan. No tengo más que decir.

Seth suspiró, dejándose caer sobre esa silla de madera, derrotado. Sabía que nada de lo que pudiera decirle lo libraría de ese odioso hombre y de su dichosa hija. Todo apuntaba a que, por mucho que lo intentara, no podría deshacerse de la vieja promesa de su padre. Seth tendría que desposar a Odette y convertirla en una McAllister.


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