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La primera vez que Choi Beomgyu vio a Kang Taehyun tenía ocho años.

Para Beomgyu, él no era más que el sucio hijo de uno de los criados del palacio.

—Eres un bicho raro —dijo altanero, manteniendo su posición de siempre—. Ve hacer lo que sea que estés haciendo a otro lado.

Los ojos verdes del niño lo vieron con curiosidad, como si no supiese quién era él.

—¿Por qué sigues aquí?

Taehyun se encogió en su lugar. Su padre le había dicho que no debía hablar con nadie en el palacio, mucho menos con otros niños, y Beomgyu era un niño. Él sabía perfectamente que era el príncipe y que él no era más que el hijo de uno de sus tantos criados, y también tenía la suficiente edad para saber que eso apestaba. Por su parte, Taehyun quiso gritarle y arrojarlo al suelo para seguir gritándole, pero él no era un niño de esos, y sólo tenía siete años.

Era correcto decir que él lloró tras oír el fuerte grito que dio el príncipe, y que por supuesto, Taehyun huyó hacia el jardín del palacio para seguir llorando frente al arbusto de gardenias que se encontraba oculto tras un gran y viejo pino.

Sus sollozos no cesaban y se encontraba completamente solo. Solo y avergonzado por haber hecho enfadar al príncipe.

Finalmente logró mantener la calma y retomar su respiración, jadeando y tallando sus ojos para quitar todo rastro de lágrimas en él.

Escuchó pasos detrás suyo.

—¿Quién eres?

Él lo miró curioso.

—Soy Taehyun.

—Ese es un lindo nombre —dijo el niño, extendiendo su mano— ¿Qué haces aquí solo?

Él dudó sobre decir algo más, recordando las órdenes que su padre le había dado.

—¿Eres tímido?

—Mi padre dice que no debo hablar con otros niños en el palacio.

—Yo no lo veo por aquí.

Taehyun sonrió y sostuvo su mano.

—¿Quién eres tú? —preguntó.

—Soy Yeonjun —respondió él—. Primo de Beomgyu.

Taehyun abrió y cerró la boca. Hizo una mueca y luego lo miró.

—No creo que sea correcto que hable con usted, entonces —pronunció rápidamente—. Que tenga buen día.

Yeonjun sostuvo su brazo antes de que él pudiese marcharse.

Taehyun le miró sorprendido y se detuvo. Sabía que su padre le daría un buen sermón si se enterase de que estuvo hablando con alguien más en el palacio, pero Yeonjun parecía agradable. Él solía pasar sus días vagando por el lugar sin nadie a su lado, ni siquiera su propio padre. Él no podía culparlo por sentir curiosidad.

Suspirando, Taehyun sonrió y preguntó esperanzado:

—¿Desea que me quede aquí?

Yeonjun sonrió.

—Por favor —dijo él—. Beomgyu es un aburrido, jamás quiere jugar conmigo y sólo le interesa estar pegado a las faldas de su madre todo el día.

—El príncipe fue grosero conmigo.

Yeonjun suspiró.

—Beomgyu es grosero con todo el mundo menos con sus padres. Debería darle una lección la próxima vez que lo vea.

Taehyun dejó salir una pequeña risa.

—Me gusta tu risa, es linda.

—Yo creo que su nombre es lindo.

Ese fue el comienzo del caos en su vida.

Si Taehyun hubiese sabido que aquella inocente amistad le traería tantos problemas durante su adolescencia, quizás él lo hubiese pensado dos veces antes de responderle.

El salón se llenó de la familiar melodía que lo había rodeado alguna vez cuando fue apenas un pequeño niño de siete años. La habitación era iluminada por los grandes y coloridos ventanales que formaban parte de la decoración del palacio mientras su cuerpo era cubierto por la fina capa de terciopelo que rodeaba sus hombros. Ahora, con dieciséis años, había sido convocado por el vizconde Choi para ser su fiel asistente y lacayo del palacio del reino de Albagard.

—Puede ingresar a la habitación del vizconde —indicó Minjoon, colega y reconocido asistente de cocina por su carácter.

Taehyun asintió e ingresó tras dar dos golpes suaves a la puerta.

Al ser abierta, aún sin hablar, dos fuertes brazos lo atraparon en un fraternal y necesitado abrazo cargado de afecto. Taehyun se reincorporó al ser liberado y sonrió alegre al ver al dueño de tan exquisito aroma a lavanda.

—Yeonjun.

Él sonríe y Taehyun es contagiado de su inmensa alegría al reencontrarse luego de nueve largos años desde su partida hacia Lorvil.

—¿Debería llamarlo por su nombre de pila o utilizar algo más adecuado al trabajo, señor?

—¡No seas anticuado, Taehyun! —exclamó Yeonjun— Estás aquí por mí, para ayudarme y cumplir con tus labores, pero sigues siendo el enano al que cuidaba de Beomgyu cuando era un pequeño niño asustadizo.

Taehyun río junto a él.

—Como ordene, señor.

—Nada de formalidades entre nosotros —él dijo—. Sólo Yeonjun está bien, Taehyun.

Ambos rieron y se movieron por la habitación en busca del regalo que Yeonjun había estado preparando para él desde que la gran noticia de que volvería a palacio le fue dada.

Sabía más que nadie lo mucho que Taehyun detestaba a la realeza, pero también sabía más que nadie lo mucho que Taehyun lo adoraba, y es por eso que decidió llamarlo a él antes que a cualquier otro plebeyo del reino.

Él quería a Taehyun.

—Compré esto durante un viaje por Albagard.

—Es lindo —respondió Taehyun—. Pero debemos ir al gran salón, la reina Clarisse te espera, puedes enseñármelo luego.

—Está hecho de oro puro con piedras incrustadas, contiene un rubí entre ellas.

—Debemos irnos, Yeonjun.

Él lo ignoró.

—Tiene tu nombre grabado —Taehyun abrió sus ojos en grande—. Es para ti.

—Pero es demasiado caro, Yeonjun —intentó excusarse—. No puedo aceptarlo.

—Date la vuelta.

Taehyun obedeció en silencio.

—No te muevas —ordenó Yeonjun, pasando el collar alrededor de su cuello—. Déjame ver.

—Se siente un poco extraño.

—Te ves precioso —respondió él—. Ahora podemos irnos.

Taehyun asintió y se movió en silencio hasta la puerta, siendo detenido por Yeonjun.

—No te lo quites.

—No lo haré —dijo—. Lo prometo.

Yeonjun asintió y siguió a Taehyun hasta el salón del té.

Al llegar, Taehyun realizó una pequeña reverencia y se retiró del lugar en silencio para comenzar con el verdadero trabajo: limpiar el salón principal.

Cuando sintió el agua tocar sus zapatos, comenzó a trapear con esfuerzo y sin descanso, asegurándose de que toda mancha de suciedad sea eliminada.

Mientras limpiaba, Taehyun tuvo el vago recuerdo de las palabras dichas por su padre antes de morir, dándole impulso a seguir limpiando con avidez. Fue hace algunos años atrás cuando su padre enfermó de leucemia que Taehyun comenzó a servir a la alta sociedad para conseguir medicamentos, pero nada impidió su muerte. Tras el desafortunado evento, Taehyun decidió dedicar su vida a servir a la familia real como último deseo de su difunto padre, y a pesar de su odio hacia los gobernantes del reino, él continuó siendo un lacayo más entre los suyos.

Cuando acabó con su labor de limpiar el suelo, Taehyun se puso de pie para dirigirse hacia la biblioteca para sacudir el polvo en los enormes muebles que sostenían los incontables libros que hay en ellos.

—¿Quién eres?

Al escuchar la pregunta, Taehyun voltea asustado.

—Kang Taehyun, señor —alzó la mirada con lentitud, encontrando frente a él al hombre más deslumbrante que alguna vez sus ojos habían presenciado— ¿Se le ofrece algo?

Él lo miró con desinterés.

—Nada en específico —contestó—. Sólo daba un paseo por la biblioteca, acabo de llegar.

Taehyun no dijo nada, en cambio, continuó limpiando el estante en completo silencio, siendo observado por el chico ahora sentado sobre el pequeño sofá con un libro en sus manos.

—Eres nuevo aquí, ¿no? —preguntó, con la mirada fija en las páginas del libro— Soy quien pronto gobernará estas tierras, puedes llamarme... su majestad.

Él no dijo nada.

—¿Estás ignorándome, lacayo? —espetó.

—No lo hago, señor.

—Dije que me llames su majestad.

—Lo haré a partir de ahora, su majestad —respondió con molestia en su voz.

Beomgyu sonrió con soberbia.

—Mucho mejor.

Antes de que pudiese abrir la boca para decir algo más, Taehyun ya se encontraba de pie junto a la puerta, listo para dar una reverencia como despedida para continuar con sus quehaceres del día.

—Con su permiso —dijo rápidamente antes de dar media vuelta e irse.

Beomgyu le miró extrañado salir por la puerta de la biblioteca, decidido a seguirlo por el palacio cuando lo vio pararse frente a la puerta de la habitación de su primo.

A él le pareció extraña la manera en que Yeonjun lo abrazó e invitó a ingresar a su recámara.

—Mis más sinceras disculpas por la tardanza, señor.

Yeonjun le miró ofendido.

—Creí haberte dicho que me llames Yeonjun, Taehyun —le recordó con gentileza—. Aquí estamos solos, puedes dejar de lado las formalidades.

—Está bien... Yeonjun.

—Mucho mejor —dijo él— ¿Gustas dar un paseo por el jardín?

—Estoy trabajando ahora, Yeonjun.

—Pero estás aquí para servirme —aclaró—. Acompáñame.

Al salir, Taehyun pudo jurar sentir una mirada cargada de enojo sobre su espalda durante el recorrido hacia el jardín.

Él aún se preguntaba si acaso Beomgyu lo recordaría, o si aún pensaba en el incidente del vaso de agua a sus siete años. Taehyun se preguntaba si él aún lo odiaría por haber derramado agua sobre su lujoso traje de terciopelo, o si él aún recordaría aquella ocasión en la que tuvo que arrodillarse para atar las agujetas de sus zapatos luego de caer al suelo en el jardín mientras jugaba junto a Yeonjun durante ese verano.

Taehyun tenía demasiadas preguntas sin respuesta.

—¿Recuerdas esto? —preguntó Yeonjun— El arbusto de gardenias donde hablamos por primera vez.

Taehyun sonrió.

—Por supuesto que lo recuerdo.

—Solías ser un niño tan adorable —dijo—. Ahora eres un adolescente, todo un jovencito.

—Tú también creciste, Yeonjun.

Él rió por un momento.

—¿Qué tal estuvieron esos años sirviendo al vizconde Lee?

—Espantosos —respondió Taehyun—. Él fue realmente cruel conmigo. ¡Me obligó a beber agua junto a los cerdos para su diversión! —continuó— Ustedes los ricos tienen una idea bastante distorsionada sobre el concepto de la diversión.

—Tal vez nosotros la tenemos —Yeonjun sonrió con gracia al oír el bufido del castaño— A propósito, ¿sabes qué día es hoy?

—Hoy es martes.

—No me refiero a eso —corrigió Yeonjun—. Hoy es cinco de febrero. Es tu cumpleaños.

Taehyun abrió sus ojos con sorpresa.

—Lo siento, lo olvidé por completo.

—¿Por qué te disculpas? ¡Anímate un poco, ya tienes diecisiete años!

—Diecisiete... es un gran número.

—Creciste demasiado —Dijo Yeonjun, conmocionado—. Por favor, ya no crezcas más, mi pequeño.

—Ya no soy un niño.

—Para mí siempre lo serás —respondió—. Incluso cuando te cases y tengas hijos —continuó—. Me aseguraré de que te cases con la señorita más hermosa de este reino.

—Pero a mí no me gustan las mujeres, Yeonjun.

—Cierto. Error mío.

Lo que ellos no sabían era que un curioso joven de cabello azabache y ojos azules cuál zafiro los escuchaba desde lejos, decidido a que el nuevo lacayo rogase por piedad ante él.

Beomgyu se aseguraría de hacer su vida un desastre a partir de ese momento, y Taehyun se convertiría en su esclavo.

Estaba seguro de ello.

Another prince está de vuelta como Jardín de lirios, una obra dedicada a elvslou y jupiterafters3x. 🌷

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