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La puerta de su habitación fue abierta, dejando ver al joven rubio con una jarra y una toalla en sus brazos. Él ingresó a su habitación sin hacer preguntas, caminó hasta su cama y sin cuidado alguno tiró de sus sábanas, dejándolo al descubierto mientras la luz del sol daba directo a sus ojos.

Ese lacayo era un maleducado.

—Su primo me ha enviado a atenderlo esta mañana, señor.

Taehyun siempre fue un joven obediente, atento ante cualquier petición, y por sobre todo, cortés. Al servir a la familia real, él debía conocer sobre modales y cómo hablar con ellos, pero sabía que Beomgyu era un caso perdido. Beomgyu era un joven altanero y egocéntrico, ambicioso y con un carácter difícil de comprender. Dos polos completamente opuestos. Taehyun se dedicaba a realizar sus labores con sumo cuidado. Beomgyu era despegado a sus deberes reales. Desde niño le costó entender el por qué debía hablar con honoríficos a la realeza de los reinos cercanos y el por qué su madre se esforzaba tanto por hacerle ver como el hijo perfecto. ¿Es que nadie ahí podía actuar como una persona normal?

En cambio, Taehyun siempre fue alguien esforzado y trabajador. A pesar de haber crecido sin una madre y con un padre enfermo, jamás tuvo la necesidad de recurrir a trabajos sucios para obtener lo que quería. Era un hombre de valores y principios impecables, estudioso y humilde. Sin embargo, él tenía un defecto: su enorme timidez. Taehyun solía actuar como alguien rudo y difícil de intimidar, pero al estar frente a Beomgyu, todo aquello parecía esfumarse en el aire, y quizás se debía al temor que siempre sintió hacia él, ¿pero por qué temer de un futuro Rey incapaz de gobernar a su propio reino? Beomgyu incluso parecía más una estrella brillante para acaparar la atención del pueblo y desviarlos de la corrupción de sus gobernantes que un príncipe.

Las puertas del baño fueron abiertas una vez que Taehyun acabó de preparar la tinaja para limpiar su cuerpo, caminando hacia la cama para sostener a Beomgyu por los brazos sin ningún cuidado.

—Debe levantarse antes de que su baño se enfríe, señor.

—¡Ya te dije que me llames su majestad! —exclamó el príncipe con molestia— No comprendo por qué Yeonjun envió a alguien a molestarme desde tan temprano. En especial tú.

Taehyun le miró con desinterés y le ayudó a llegar hasta el baño, ignorando sus reclamos.

Allí había una enorme bata de seda que sólo se obtenía de la seda de los gusanos del reino de Kassia, un reino no tan distinto a Albagard. Ambos con herederos torpes y Reyes enfermos, una alta e injusta sociedad en donde los ricos están en la cima y los pobres mueren de hambre y fiebre escarlata. Ambos reinos repletos de bellas durmientes a las que un día, cuando el sol vuelva a brillar y la cura la enfermedad encuentren, cuando el Rey visite a su pueblo y florezcan los cerezos, el príncipe las despertaría.

El reino de Kassia no era muy distinto. Comparado con Albagard, que también poseía un príncipe carente de amabilidad y labor real, no era más que un simple grano de arena a su lado. Hay demasiadas cosas por descubrir en este mundo, pero cada cosa tiene su lugar, y Taehyun estaría a punto de descubrir una de ellas.

—Debe quitarse la ropa —dijo Taehyun con sus rosados labios—. Su majestad.

—¿Tú has preparado esto?

Beomgyu se detuvo en seco, observando la tinaja llena de leche de burra y pétalos de rosa.

—Por órdenes de su primo, su majestad —contestó Taehyun, examinando minuciosamente cada detalle— ¿Esperaba algo más... común?

Beomgyu sonrió altanero hacia él.

—Me gusta lo extraño.

Con aquella afirmación, Taehyun se acercó para despojarlo de sus ropas. Beomgyu se removió algo incómodo, extraño ante la sensación de alguien más tocándolo de esa manera tan... inapropiada, pero sorprendido por la agilidad e inusual delicadeza del joven. Pero él, mirándole de frente con indiferencia, preguntó:

—¿Está todo bien, su majestad?

—Excelente —respondió él, indicándole a Taehyun que era indicado que prosiga a quitar su camisón.

Cuando se encontró desnudo ingresó a la tinaja con ayuda del joven antes de hundir su cabeza en el líquido que se encontraba en ella. Estar sumergido se sentía como ahogarse en su propia miseria. Beomgyu había estado haciéndolo durante mucho tiempo.

—Creo que debe salir de ahí, su majestad —sugirió Taehyun—. Tendré que llamar a su primo si no lo hace.

Él salió de inmediato al oír aquello, no podría soportar a Yeonjun burlándose por haberse sumergido en la leche de un animal.

—Es bueno que esté disfrutando de su baño, señor. Su piel lucirá brillante al cabo de unas horas —halagó Taehyun, oyendo un quejido por lo bajo al frotar fuertemente la esponja contra su piel.

Beomgyu le miró con enojo.

—¿Estás haciendo esto a propósito?

—¿Esto? —preguntó fingiendo ignorancia— No sé de qué está hablando, señor.

—Sabes muy bien de lo que hablo.

—Me temo que no lo hago, su alteza.

Beomgyu decidió ignorarlo y concentrarse en los dedos que acariciaban su torso juguetonamente, danzando sobre su vientre al compás de la suave melodía que susurraban los labios del joven sirviente. Él pudo emitir alguna queja, mas no lo hizo. Decidió dejar a Taehyun jugar un poco. Decidió dejarlo jugar por todas esas veces en que destrozó sus juguetes cuando eran niños. Por aquella vez en que en un fugaz arranque de ira hacia Yeonjun envió al jardinero a cortar el arbusto de gardenias que solía admirar hasta la puesta de sol durante días.

Taehyun mordió su labio nervioso antes de hablar:

—Sigue molesto conmigo, ¿no es así?

Beomgyu le miró con desentendimiento en su mirada.

—No sé de qué estás hablando —respondió—. Yo ni siquiera te conozco, lacayo.

—Lo que usted diga, amo.

Taehyun pensó en insistir, pero sus instintos de supervivencia indicaron que era mejor continuar con su trabajo en silencio, pasando las yemas de sus dedos a lo largo de su cabello castaño, retirando la suciedad en él. El cabello de Beomgyu era largo y suave, pero sus ojos azules eran la verdadera joya que resaltaba en su ser. Él era alguien idílico. Digno de un príncipe.

Sus ojos se elevaron hacia él como si su respiración hubiese viajado hasta la punta de su nariz, chocando contra ella. Taehyun giró su cabeza con los ojos del príncipe puestos en él. Él logró sentirse nervioso ante la presencia de alguien que no fuese Yeonjun.

—Es la primera vez que lo veo observarme durante más de diez segundos, señor.

Beomgyu sonrió coqueto.

—¿Llevas la cuenta?

—Yo no lo hago —respondió neutro—. Prefiero a los hombres amables y con algo de humanidad en su ser, no a personas como usted, mi señor.

—¿Personas como yo?

—Ya sabe. Imbéciles incapaces de tomar un baño por su propia cuenta —guiñó un ojo, respondiendo con coquetería—. Preferiría a alguien que no arranque mis flores. Alguien que no destroce mis raíces y mis... gardenias.

—¿Tus flores? —preguntó confuso, incapaz de recordar— Veo que te gustan mucho, lacayo.

—Mi nombre es Taehyun.

—Lacayo —corrigió a su gusto, restándole importancia—. Ve por mi ropa, estoy listo.

Taehyun se movió a través del baño hasta alcanzar las finas piezas de terciopelo azul y botas de cuero para ser llevadas hasta el príncipe, siendo apartadas sobre el banco que se encontraba a un lado de la tinaja.

—Eres muy valiente para hablarle así a un príncipe, Taehyun —le dijo Beomgyu—. Acabas de llamarme imbécil. Eso podría ser considerado un crimen, ¿sabes? Yo podría enviarte a la cárcel por ello.

—Pero no va a hacerlo, mi señor.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

Taehyun sonrió.

—Usted no enviaría a la cárcel al hombre del que su primo está profundamente enamorado.

Beomgyu le miró con molestia.

—No eres divertido.

—No debo serlo —respondió—. Al menos no para usted.

Su respuesta sólo ocasionó molestia en él, llevándolo a dar con su mano puesta firmemente en su cintura, presionando con furia en ella. Sus dedos puestos en aquella curva debían estar prohibidas para otro hombre, pero el saberlo no causaba más que emoción en lo más recóndito de su ser. El deseo de poseer lo prohibido. El querer probar al hombre que Yeonjun amaba.

Sus dedos largos se posaron tras su nuca, tocando su cuello con nada más que maldad en ellos. Su pecho agitado por probar. Por poseer. Sostuvo su cintura con más fuerza, acercándolo a él mientras el fuego era encendido por la chispa de emoción que disparó al momento de encontrar sus labios.

Ambos sabían que era incorrecto. Uno por venganza y otro por el ferviente deseo de ser amado.

—Me aseguraré de que esta sea la última vez que te atrevas a enfurecerme, Taehyun —aseguró con decisión—. Me amarás y lo disfrutarás. Rogarás por compasión y te retorcerás ante mis pies. Tenlo por seguro.

Aquella mañana marcó un nuevo inicio en su vida. El inicio de una sentencia que los perseguiría durante el resto de su existencia.

Se viene bueno amiguitossss.

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