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Es bien sabido por todos que un príncipe sentirá algún día la necesidad de una esposa. Una mujer despojada de pecado y capaz de interactuar con el entorno y la multitud. Aquella es la creencia dentro de la familia real y pueblo de Albagard, donde todos son capaces de comprenderlo, porque no son simples palabras lo que la reina dice:

—El príncipe contraerá matrimonio tras el eclipse lunar dentro de las siguientes seis semanas —anunció la Reina mientras era aclamada.

Fue difícil para él oír a su madre cuando nunca tuvo necesidad de aquello antes, pues su rebeldía y coraza le volvió incapaz de ello. Por mucho que él la amase y respetase, el proceso del comprender su pensar no fue más que un tormento para él. El hecho de tener que seguir al pie de la letra el plan que fue escrito para llevar a cabo su vida le desesperaba.

—La afortunada será escogida mediante un baile al que acudirá cada doncella del reino.

Luego de un largo tiempo en silencio, tras finalizar su madre con el comunicado, Beomgyu le siguió en silencio hasta los jardines del palacio.

Beomgyu comenzó a preocuparse.

—Madre —le llamó—. Deseo tener una charla antes de retirarme a mis aposentos.

—Adelante, hijo mío.

—Hace mucho, antes de que el matrimonio fuese planeado, algo ocurrió. La presión no era demasiada y no había preocupación alguna por mi futuro como Rey de Albagard. Te preguntarás a qué se debe todo esto. Pues, madre, he conocido a alguien a quien he decidido desposar. La realeza no corre por sus venas y no cuenta con nuestra riqueza, pero mi amor es capaz de llenar aquel vacío que hace falta para formar una vida a mi lado.

Beomgyu recordaba con detalle las charlas y las horas a su lado disfrutando de la simpleza de su compañía y la delicadeza en sus palabras; cada discusión y cada beso bajo la lluvia. El placer de ver su rostro lleno de remordimiento y terror al tener su presencia en el salón. El placer de tener al hombre que su primo deseaba. Aquello era capaz de llenar su corazón, pero él jamás lo confesaría a su madre. Él no sería capaz de confesar que parte de su plan de renuncia a la corona y rebeldía sería desposar a un lacayo. A un hombre.

Sabía que trataría problemas y que él, aún siendo el príncipe, podría ser castigado con pena de muerte debido a ello, pero su deseo y fervor por verle retorcerse y rogar por misericordia eran más grandes.

Él lo volvería su esclavo, y nada podría hacerle cambiar de parecer.

—Te ordeno que digas su nombre, Beomgyu —exclamó furiosa la reina—. Ningún hijo mío contraerá matrimonio con alguien de su clase sin tener mi bendición.

Él sólo sonrió con sorna.

—Seré el primero entonces, madre.

Y sin decir nada más, se retiró del jardín, dejando a la mujer estupefacta en su lugar.

Tal vez en otras circunstancias, Taehyun se habría sentido menos incómodo ante la presencia de Beomgyu, pero recordar aquel beso comenzaba a volverle loco. Recordar sus labios contra los suyos jugando con deseo entre esa delgada línea que los separaba se sentía como un fuego abrazador recorriendo su sistema. Necesitaba dejar de pensar en ello, pero le resultaba imposible cuando aquel había sido el mejor beso que alguien le había concedido a lo largo de su existencia.

Sin embargo, recordar quién era el dueño de aquellos labios no provocaba más que repulsión en él. Saber que había besado a alguien que no debía le provocó culpa. Culpa y arrepentimiento. Se sentía tan incorrecto y corrompido por el deseo de probar que se volvió doloroso. Doloroso porque él amaba a Yeonjun, y destrozar un corazón tan puro como el suyo destrozaba su mente y cordura. Le arrastraba hacia un pozo sin fondo del que ahora jamás podría salir.

—Lamentó mucho la tardanza —le dijo al hombre frente a él; el mismo que no dejaba su mente en paz.

Yeonjun sólo le abrazó necesitado, como siempre hacía.

—Te extrañé tanto, Taehyun —replicó él, con una sonrisa—. Por favor, entra.

Taehyun ingresó a su habitación con timidez y se limitó a pararse frente al espejo para acomodar su traje cuando la puerta fue abierta con fuerza, dejando ver a un joven de ojos azules con furia en su mirar.

Era Beomgyu.

—Lacayo.

Taehyun se sintió desfallecer en cuanto los firmes brazos de Yeonjun lo rodearon, impidiendo cualquier intento de acercamiento por parte de su primo.

—¿A qué has venido? —preguntó con la misma furia en su voz— Vete de aquí.

—He venido por Taehyun, debo hablar con él sobre asuntos importantes.

—¡Sólo déjanos en paz, Beomgyu! ¿Es que acaso disfrutas tanto de la miseria de los demás?

Él sólo sonrió con malicia, porque él lo hacía. Disfrutaba tanto de la mirada cargada de temor que Taehyun le dedicaba cada vez que se encontraban que le resultaba satisfactorio. Beomgyu necesitaba más de ello.

—Vámonos —ordenó, firme y fuerte—. Taehyun.

Sin embargo, no hubo respuesta alguna.

—He dicho que nos vamos —reiteró con demanda en su voz—. Ahora.

Yeonjun le miró con molestia. Él quería acabar con la vida de su primo en ese mismo instante, pero no lo haría.

—Él no irá a ningún lado.

Una risa hizo eco en la habitación.

—Lamento informarte, primo, que no tienes la suficiente autoridad para decidir eso.

Y sin decir nada más, sostuvo su mano y lo alejó de Yeonjun, quien, agotado, lo dejó ir, sintiendo una pequeña parte de su latiente corazón ser arrancada cual pétalo de una flor. Doloroso como una espina y tajante como una daga.

Al llegar al jardín, Beomgyu lo sostuvo sin más y lo besó una vez más, sintiendo a Taehyun removerse con fuerza ante su toque, queriendo alejarse, y aquello sólo provocó la enorme sensación de poseerlo dentro de su ser recorriéndolo hasta la punta de los pies. Se sentía en el mismo infierno, tan caliente y desgarrador en su garganta mientras su lengua era deslizada sin cuidado alguno dentro de su boca, atacándolo completamente sin una armadura para defenderse. Taehyun se sentía indefenso, y Beomgyu lo disfrutaba completamente. Disfrutaba sus gritos y la manera en que mordía sus labios en un fugaz intento de dejarlo, sólo para acabar siendo tomado con fuerza y entusiasmo. Entusiasmo que se sentía como lava ardiente deslizándose en él. Como una ola de viento que le quitó la respiración al momento de alejarse, porque en el fondo, Taehyun sabía que un beso no sería suficiente para él, pero Beomgyu no lo permitiría.

—A partir de ahora me perteneces —demandó cual Rey toma una decisión. Como un juez dando una sentencia. Y Taehyun asintió. Asintió porque lo necesitaba, pero no se entregaría tan fácilmente—. Aléjate de Yeonjun. No quiero que vuelvas a acercarte a él —dijo fuerte y claro—. Es una orden.

—Jamás.

Y huyó del lugar como si su vida dependiese de ello, temiendo ser atrapado por las garras del príncipe que ahora gobernaría su vida por más que él lo odiase, porque Beomgyu era alguien decidido, y eso jamás cambiaría.

Aquí está la tan —o no— esperada actualización, espero y la hayan disfrutado, porque estaré actualizando más seguido. Los amo. <3

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