14.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff.

Chuseok llegó con una cálida brisa otoñal que hizo que Hoseok se arrebujara bajo las mantas, suspirando por el abandono del verano en el país. Sabía que otoño pasaría en un abrir y cerrar de ojos, y pronto el duro invierno azotaría el país.

Se removió en la colcha, abriendo sus ojos y viendo el rostro de su hermana, a escasos centímetros del suyo.

―¿Noona? ―preguntó, un poco aturdido, y de pronto recordó que no se encontraba en el palacio, sino en su casa. O en la casa de sus padres.

Había llegado la noche anterior para celebrar el primer día de Chuseok con su familia, que era lo que correspondía, al menos en esa fecha. La tradición era realizar Charye, el ritual religioso a los ancestros, con los familiares más cercanos, así que en el palacio les permitieron salir si es que así gustaban. Hoseok no lo dudó, pues extrañaba a sus padres y hermana, además que sería el primer Chuseok que pasaría con su nueva condición de Cortesano y concubino del Príncipe Heredero Min Yoongi.

―¿Cómo dormiste? ―preguntó Dawon, su hermana mayor, sonriéndole―. Supongo que no tan cómodo como tu cama en el palacio, pero...

―Oh, está bien ―Hoseok se sentó, adormecido―. Es mejor que la casa que teníamos anteriormente ―bromeó.

Si es que lo que antes tenían hubiera sido una casa. Más bien fue una choza, que ni siquiera tenía madera en el suelo para dormir, sólo tierra que dejaba sus ropas sucias. Compartían cuarto los cuatro, un espacio tan pequeño y oscuro, que sólo lo usaban para dormir, mientras que la mesa era una roca modificada rústicamente para que sirviera.

Qué golpe de suerte, pensaba Hoseok a veces, el haber sido bendecido por los dioses. No sólo por él, sino también por su propia familia, pues lograron cambiar la vida miserable que llevaron durante tanto tiempo. Los privilegios del concubino debían ser traspasados a su familia, y ahora podían darse el lujo de tener una casa moderna, con puertas corredizas y dos habitaciones personales. Además, ya no era necesario que su padre buscara trabajo desesperadamente, como antes, ni que su madre lavara ropa hasta que sus manos enrojecían y se llenaban de callos.

Incluso, en ese Chuseok, comerían más que arroz. Prepararían distintos platos que ofrecer con verduras, frutas y, por sobre todo, carne, un privilegio que pocos podían darse.

―¿Cómo es el palacio? ―preguntó Dawon, sacándolo de sus pensamientos―. ¿El Príncipe es tan guapo como todas dicen?

―El palacio es enorme ―respondió Hoseok, sonriendo―. Es tan grande, noona. Las concubinas y cortesanas vivimos en el palacio del concubinato, tiene un jardín muy bonito y tantas habitaciones. Y el Príncipe... ―soltó una risita―, es el hombre más guapo que alguna vez haya visto.

―¿Es así? ―su hermana mayor se veía muy ilusionada―. ¿Y has estado con él? ¡Cuéntamelo todo! ¿Te ha mirado?

Hoseok sólo volvió a reírse, sintiéndose muy feliz en días. Ahora, con Dawon a su lado, sabía que podía contarle todas esas cosas sin necesidad de tener cuidado, pues ella no le haría daño alguno. No se llenaría de celos, ni le miraría feo, ni le iba a agredir por estar en ventaja con el Príncipe. Ella se pondría feliz por él.

―Claro que sí ―dijo, orgulloso, antes de bajar la voz―. ¡No le digas todavía a nuestros padres! Pero... El Príncipe me ha escogido como su Emperatriz.

―¡¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeé?!

Dawon pegó el grito al oír sus palabras. No era para menos, Hoseok lo sabía, pero aun así, le cubrió la boca con sus manos, rezando que sus padres no la hubieran escuchado.

No sirvió: la puerta se corrió y su madre se asomó, con una expresión de confusión.

―¿Qué ha pasado, muchachos? ―preguntó.

Hoseok soltó la boca de su hermana, que seguía teniendo los ojos abiertos como platos, aunque para su suerte, no dijo nada.

―Nada ―respondió el menor―, es sólo que vi una araña detrás de Dawon noona.

Su mamá les observó otros segundos, con una clara mirada de sospecha, pero al ver que su hija no lo negó, sólo se encogió de hombros.

―Bueno ―aceptó―, vayan a vestirse pronto, deben ayudarme con los platos de hoy. Luego de la comida, iremos al cementerio.

Los dos corearon que no tardarían en ir al baño, pues sabían que su madre tenía razón. Los rituales debían seguirse al pie de la letra en esa fecha tan especial.

Una vez la mujer se marchó, Dawon se volteó hacia Hoseok. Su voz sonó muy excitada y aturdida.

―¿No estás bromeando, Seokie? ¿De verdad te ha escogido? ¿No es una broma? ¡Necesito que me lo cuentes con lujo de detalles!

Hoseok lamió sus labios antes de ponerse a hablar, contándole sobre todo lo que pasó esos últimos meses en el palacio. No se lo mencionó demasiado por cartas, pues sabía que eran peligrosas y podían resultar fácilmente interceptadas por alguien ajeno, así que ahora dio rienda suelta a cada cosa que ocurrió entre él y Yoongi. Excepto, por supuesto, las noches que pasaba con él y las cosas que hacían.

Hizo que Dawon le jurara que no le contaría a nadie, al menos, hasta que el compromiso se hiciera oficial, lo que debía ser el siguiente día. Volvería al Palacio Imperial una vez regresara del cementerio, en la tarde-noche, pues al día siguiente se haría una ceremonia con la Familia Imperial, con una gran comida, en la que presentarían el ganggangsullae para rogar a los dioses por buenas cosechas. Yoongi le prometió que, cuando la cena estuviera acabando, daría el gran anuncio.

Hoseok no podía aguantar los nervios, ansioso para que llegara ese momento. Una vez se comprometiera con el Príncipe, sería trasladado a los aposentos del palacio familiar, y esperaba que esa noche Yoongi lo hiciera suyo de una vez. Lo que más ansiaba era poder acostarse con él para quedar embarazado pronto: mientras antes, mejor.

―Los dioses te han bendecido, hermanito ―le felicitó Dawon, abrazándolo―. ¡Serás muy feliz, te lo aseguro! Emperatriz Jung Hoseok...

―No quiero que le digas a nuestros padres todavía ―agregó Hoseok, llamando su atención.

―¿Y eso por qué? ―preguntó ella, confundida―. Aprovechando que estamos en familia, en estos días... ¡Ellos te darían la bendición, Hoseok-ah!

El muchacho lo tenía más que claro, sin embargo, todavía podían pasar muchas cosas en menos de veinticuatro horas, y no quería llamar todavía a la mala suerte. Lo que menos deseaba era arruinarlo cuando quedaba tan poco.

―Es complicado ―le dijo, y tragó saliva―. Noona, todavía no es algo tan oficial, ¿bueno? Y hay algunas concubinas que... que no estarían felices con estas noticias.

A medida que hablaba, la sonrisa en el rostro de Dawon comenzó a desaparecer, perdiendo un poco el color de su cara. Pareció adivinar con rapidez hacia donde se dirigían las palabras de su hermano menor.

―¿Te han estado molestando? ―susurró.

Más que molestar. Sus padres no tenían idea de que fue acusado de robo, recibiendo azotes como castigo, ni que tuvo un accidente en una de las prácticas de baile. Los líos del Palacio Imperial quedaban entre sus grandes e impenetrables murallas, y más cuando eran conflictos del concubinato.

―Un poco ―admitió, pues no quería asustarla por completo―, pero es normal, noona. Algunas concubinas se han puesto celosas de que reciba las atenciones del Príncipe, y será peor si nos comprometemos. Prefiero que todo esto sea un secreto hasta que se convierta en oficial.

Dawon asintió en señal de comprensión, agarrándole las manos y dándole un dulce apretón. No era mucho, pero después de tanto tiempo alejado de ella, significó mucho para Hoseok, en especial el ser escuchado sin temer alguna represalia o traición. Su hermana mayor jamás le traicionaría.

Ella le prometió que se quedaría callada, y se apresuraron en vestirse para ir a ayudar a su madre con los preparativos de la Charye. Al menos, durante el resto del día, podía relajarse y dejar las preocupaciones de palacio de lado.

Yoongi miró de reojo a su padre mientras caminaban por el sendero hacia el pabellón en donde se encontraban las tumbas de sus antepasados, la dinastía Min, seguidos de las princesas y el príncipe menor, y de un séquito de sirvientes que cargaban las comidas.

―¿Así que ya es oficial? ―preguntó su padre―. ¿Mañana anunciarás tu compromiso con Hoseok?

El Príncipe Heredero se sintió un poco sorprendido de que su padre quisiera discutirlo allí, a pesar de que se lo dijo en el almuerzo. Sus hermanas le felicitaron, mientras que su hermanito, Euijin, preguntó si es que Hoseok sabía jugar tuho, como para desafiarlo a una partida. Más allá de eso, su padre no hizo mención alguna, y Yoongi esperaba que no rechazara la propuesta. En especial considerando lo que le hizo a Hoseok.

El muchacho era orgulloso, por supuesto, y no se olvidaría tan fácilmente del hecho de que su padre pretendió acostarse con su concubino.

―Claro ―dijo, y bajó la voz―, si es que es suficiente para ti, padre. Tal vez piensas que otra concubina estaría mejor en su lugar.

―¿Es eso una pulla, Yoongi? ―dijo el adulto, indiferente―. Recuérdame, por favor, quién es el Emperador aquí.

Yoongi no respondió. Su padre no detuvo su caminata ni se giró a mirarlo, pero el príncipe sabía bien que estaba atento a cualquier movimiento o gesto.

―¿Qué faltas de respeto son estas? ―continuó su padre―. ¿Es que quieres provocarme, hijo mío?

―No, claro que no ―contestó con honestidad el menor―, pero no sé qué pretendes, padre. Sé que has mantenido tus distancias con Hoseok, y agradezco eso, pero no quita que tú...

―¿Qué me haya querido acostar con él? ―completó su padre, y se molestó al ver la sonrisa bailando en sus labios―. Por los dioses, Yoongi, no seas un crío.

Ni siquiera pudo replicarle, porque en ese momento, llegaron al pabellón sagrado e iniciarían con el ritual correspondiente. Tuvo que tragarse la palabrota que estuvo a punto de salir de su boca, aguantándose la irritación también, y se forzó a concentrarse en que todo saliera bien. Lo que menos quería era provocar la ira de sus antepasados y de los dioses.

Estuvieron allí por lo que pareció horas, limpiando las tumbas y ofreciendo la comida preparada cuidadosamente por los cocineros. Cada uno, además, dedicó un especial momento para rezar a la tumba de su madre, la Emperatriz Hyekyo, y a sus abuelos.

‹‹Por favor, madre››, dijo Yoongi en su interior, ‹‹bendíceme con un matrimonio feliz y bueno. Sé que aprobarías a Hoseok. Danos felicidad y muchos hijos››.

Por un momento, deseó que su madre pudiera estar allí, con él, apoyándolo y aconsejándolo en sus pasos a seguir. La muerte de su madre fue un golpe duro para todos en el palacio, pero especialmente para Yoongi, pues él siempre fue su hijo mimado. Además, al ser el Príncipe Heredero, ella estaba siempre atenta a sus enseñanzas y comportamientos. Si bien a veces tenía una actitud arrogante, incluso pedante, conocía muy bien sus límites gracias a su madre, que le crio para ser un hombre hecho y derecho.

¿Cuántos buenos imperios se vieron arruinados por mortales enloquecidos de poder, altaneros y soberbios?, era la pregunta que su madre siempre le hacía. Muchos, demasiados, para su propio gusto. Yoongi se iba a asegurar en todo momento de tener los pies bien puestos en la tierra, no dejaría que la avaricia y la arrogancia lo dominaran. Él no sólo tenía un deber con su propia familia, sino también con todo un Imperio.

A media tarde, luego de que cada miembro de la familia imperial dejara sus respetos correspondientes, decidieron volver al Palacio. Aprovechando otra vez el espacio, Yoongi alcanzó a su padre, que como correspondía, iba a la cabeza de la marcha.

―Dime, hijo mío ―dijo Jongshin, sin voltearse a verlo, caminando con esa tranquilidad que lo caracterizaba―, si no te diera mi bendición y te dijera que buscaras a otra Emperatriz, ¿lo harías?

Yoongi apretó sus dientes, escuchando esas palabras en helado silencio. Ese escenario ya se lo había planteado muchas veces.

―No ―replicó―, me negaría a casarme, entonces, hasta tu muerte.

―Qué atrevimiento, Príncipe Heredero ―Jongshin no se veía sorprendido ante sus palabras, lo que hizo suponer a Yoongi que probablemente esperaba esas palabras―. ¿Y si yo ordenara que Hoseok se casara conmigo?

Eso lo había pensado bastante los últimos días, en especial al recordar lo que su padre quiso hacer. Lo que estuvo a punto de ocurrir entre Hoseok y el Emperador. De sólo imaginar en eso, en la posibilidad de que pasara algo entre ellos, lo enfurecía a más no poder.

―Te desafiaría a un duelo ―contestó el menor―. O, quizás, te envenenaría, o te asesinaría una noche.

―¿Oyes eso, Namjoon? ―habló Jongshin a su mano derecha, que le seguía con calma―. Creo que tenemos un pequeño traidor aquí.

―Peligroso, mi Emperador ―Namjoon sonrió―. ¿Desea que lo encierre en los calabozos?

Yoongi no podía evitarlo, y es que sentía ridículo escuchándolos hablar con tanto sosiego, como si no fuera un tema serio. Como si el hecho de que él estuviera diciendo todo eso apenas mereciera su atención. Aquello le hizo arrugar las cejas, inconforme.

―Por ahora, no ―el Emperador también sonrió―. Mi Hyekyo no estaría feliz de que encerrara a su primogénito junto a las ratas.

―Padre...

―Yoongi ―Jongshin ahora lo observó―, espero que seas consciente de las consecuencias que traerá tu decisión. El amor es bueno en un matrimonio, sí, pero te recuerdo también que tienes un deber mucho más grande que el amor.

Claro que lo sabía, lo tenía más que claro. Yoongi iba a heredar un gran Imperio, sólido y fuerte, y cada decisión que tomara iba a traer consecuencias. En especial considerando la situación de Hoseok: proveniente de una familia humilde, sin ningún contacto social importante ni riquezas grandes. Muchas concubinas podrían considerarlo un insulto, y sus familias, una ofensa a todo su linaje.

―Soy claro en lo que quiero ―dijo Yoongi, firme.

―Entonces, tienes mi bendición ―dijo el Emperador con solemnidad―. Y así como tanto ansías a Hoseok, espero que sepas cuidarlo. Una flor tan hermosa como ese chico no debiera marchitarse por descuido de su guardián.

Con las palabras que su padre dijo, Yoongi sintió como si le quitara un peso de los hombros. A pesar de la pulla entre ellos, el muchacho amaba a su progenitor y esperaba, algún día, ser tan sabio e instruido como él. Además, con eso, quedó claro que el Emperador tendría sus límites con Hoseok y no se atrevería a tocarlo de una forma que no correspondía.

―Gracias, padre ―suspiró el joven.

―Y espero, también ―agregó Jongshin―, que me den nietos. Los dioses saben lo mucho que me gustaría ser abuelo antes de morir.

Ahora sonrió de manera inevitable.

―No te preocupes ―aseguró Yoongi―, haré lo posible para darte nietos.

Su padre le respondió la sonrisa con calma, y Yoongi pensó en lo extraño que podía resultar eso. En el hecho de que su progenitor también se interesara en el chico que él quería, sin embargo, ¿no era evidente? Hoseok era encantador, atraía las miradas donde quiera que fuera, ¿quién no se enamoraría de él?

Esa idea lo hizo ansiarlo. Los últimos días apenas le pudo ver, pues entre los ensayos y los preparativos, además de los propios deberes que Yoongi debía cumplir, no tuvo demasiado tiempo para él. Esa noche tampoco podría estar a su lado, ya que al ser el primer día de Chuseok, decidieron pasarlo en familia. Hoseok no iba a regresar sino hasta el anochecer al palacio, junto al resto de concubinas que decidieron salir para ver a sus familiares.

Recién el día de mañana podría verlo, pero sólo sería cuando iniciara la fiesta como tal. Luego de las presentaciones de baile y música, y de los juegos que llevarían a cabo, sería la cena de agradecimiento, y Yoongi anunciaría sus deseos de casarse con Hoseok.

Y, si todo salía bien, esa misma noche consumaría su relación con el muchacho.

De sólo pensarlo, sentía más ganas de verlo.

Pero pronto. Pronto iba a poder estar con él y llenarlo de todo el amor que se merecía.

Hoseok miró su reflejo en el espejo que la sirvienta sostenía, sonriendo al ver lo encantador que se veía con ese ligero maquillaje. Le dio las gracias, volteándose para ver a algunas concubinas quejándose.

―¡Qué aburrido! ―se quejaba Sora―. Estos colores no me favorecen, ¡así el Príncipe Heredero no va a mirarme!

Tampoco te miraría aunque fueras desnuda, pensó Hoseok, y se rió ante su propia idea. Sora le escuchó reírse, dirigiéndole una mirada de rabia, pero para fortuna de él, se tragó esa ira. Desde el encontrón de días atrás que la chica le ignoraba, sin embargo, él sabía que debía seguir muy enojada con él.

Ganggangsullae no es para destacar ―habló Joohyun―, sino para pedir por buenas cosechas y seguir siendo fértiles, Sora.

―Unnie ―bufó la chica―, a ti no te preocupa, porque hasta con un trapo serías bonita. Todo te favorece.

Qué forma de adularla, siguió pensando Hoseok, de seguro Sora esperaba que Yoongi eligiera a Joohyun o Jisoo como favorita, así no le hería tanto en el ego. Tal vez también quería incitar a la prima del príncipe a ser más atrevida, a pelear contra el cortesano, como una forma de venganza indirecta.

―Todas nos vemos bonitas ―le replicó Joohyun―, incluso Hoseok.

―Gracias, noona ―contestó con suavidad el aludido.

Sora rodó los ojos, girándose para que terminaran de colorear sus labios. Hoseok alisó la chima, de un intenso color rojo, y que otras cinco concubinas y bailarinas llevaban, como Sora y Tzuyu. Por el contrario, seis chicas más iban de azul, como Joohyun y Sojung. Los jeogori de todas eran blancos, mientras que los otgoreum combinaban según el color asignado. Aparte de eso, iban descalzas, ya que la danza se haría en el patio delantero, cuando la luna saliera. Para eso, quedaba menos de una hora.

Se asomó por uno de los ventanales, observando el espectáculo de música que se llevaba a cabo fuera. El Palacio estaba lleno de funcionarios, aristócratas y gente de renombre, listos para ver la gran fiesta que estaba ocurriendo en ese momento. Hoseok se moría por estar allí, entremedio, bailando o jugando con el resto de niños y niñas, como hacía tiempo atrás. Sin embargo, tenía claro que no era bien visto que concubinas y concubinos hicieran eso.

Distinguió, a lo lejos, a la familia imperial: el Emperador sentado en el centro, en el trono alzado sobre todos, vestido con sus mejores ropas. Iba de dorado y rojo, y la corona centelleaba ante el fuego. A su lado derecho, un estrado más abajo, estaba Yoongi, de negro y dorado. Hoseok pensaba que debía lucir más que guapo. A la izquierda, en otra tarima baja, se encontraba el príncipe Euijin, el tercer aspirante al trono, y en otra pequeña plataforma, las princesas Yeji y Gyuri. Como se esperaba, se hallaban rodeados de guardias, listos para protegerlos y dar su vida por ellos.

Pronto estaré allí, suspiró Hoseok, sonriendo con ensoñación, pronto seré parte de ellos.

Los chillidos de la matrona, apurándolos, lo sacó de sus pensamientos. Se volteó hacia la entrada, viendo a la mujer diciéndoles que ya era momento de que se formaran. Hoseok se apresuró en ir hacia ella, listo para ir a la cabeza de la fila, ya que ese era el lugar que le correspondía al ser el bailarín principal.

―¡Apresúrense, niñas! ―decía la matrona―. ¡Están preciosas esta noche!

Oyó sus risitas tontas, pero Hoseok las ignoró, respirando profundamente para calmar los repentinos nervios que aparecieron. Esa sería la primera vez que bailaría ante tanto público, y tenía claro que no podía arruinarlo. No sólo porque sería humillarse frente a muchas personas, sino porque esa danza debía salir impecable.

Detrás de él se ubicó Joohyun, y pronto el resto de chicas empezaron a formarse. Una vez estuvieron todos listos, la matrona salió del cuarto, dirigiéndoles hacia el exterior a través de los pasillos iluminados por las antorchas y la luz de la luna. Los susurros se acabaron, ya que debían mantener una actitud de solemnidad, y Hoseok volvió a respirar. Lo iba a hacer más que bien, se prometió.

Bajaron las escaleras, llegando al primer piso en menos de un minuto, y ahora se encontraron con los pasillos atiborrados de gente. Sin embargo, apenas les vieron, las conversaciones se callaron y los ojos se mantuvieron en la fila de bailarines y concubinas que avanzaban hacia el exterior.

La música de danza se acabó y los juegos se detuvieron. Hoseok sonrió con elegancia al salir al patio, avanzando a paso ligero, casi como si flotara, e ignoró los cientos de ojos puestos en él. Sabía que iba a llamar la atención, al fin y al cabo, era uno de los pocos donceles de los que se tenía registro en el Imperio. Pero los pensamientos del muchacho sólo estaban concentrados en Yoongi, en nadie más.

No se había equivocado: se veía más que hermoso, ataviado en esas suaves ropas de seda, con el dorado brillando en medio del negro. Una cinta negra rodeaba su frente superior, manteniendo su rostro despejado, y eso hacía que se viera más atractivo de lo que ya era. Tenía una sonrisa de medio lado, con la que sabía que derretía a cualquiera que le mirara, y Hoseok tenía que contener las ganas de ir hacia él para besarlo. Más adelante, no ahora.

La matrona hizo una inclinación ante la familia imperial, y el resto de bailarines no tardaron en seguirla, presentando sus respetos. Haciendo una breve introducción, pronto la mujer les hizo un gesto para que fueran a sus posiciones, y no tardaron en ubicarse en dos filas paralelas una a la otra, tomándose de las manos. La de la izquierda la lideraba Joohyun, mientras que la de la derecha, Sojung. Hoseok iba detrás de Joohyun, pero pronto pasaría a protagonizar el resto del baile.

En menos de unos segundos, los músicos hicieron sonar el janggu, y la vieja voz de la matrona a cantar.

Ganggansullae...

Y ellas y él, a bailar y corear.

Manteniendo siempre la sonrisa, comenzaron a saltar y moverse hacia el centro, sin soltarse de las manos, hasta formar un círculo entre las doce concubinas y bailarinas. Luego de dos vueltas, sin romper el círculo, se soltaron de las manos y a mover las manos al ritmo del janggu, sin dejar de corear las palabras de la matrona, y pronto Hoseok pasó al centro, elevando sus manos, junto a Joohyun. Ambos se sonrieron, saltando en círculos y moviendo con elegancia manos y pies. El resto de chicas se agacharon, aplaudiendo de cuclillas, mientras que ellos dos se mantenían de pie, también juntando sus palmas. Las chima se movían al viento, ondeando con elegancia, y Hoseok sabía que debía ser un espectáculo encantador.

Volvieron al círculo antes de formar nuevas filas y a levantar los brazos. Hoseok guio una, pasando por debajo del brazo de su compañera de atrás y así sucesivamente. Podía verse como un baile simple, a primera vista, pero requería de concentración total para no marearse con tantos giros. El círculo regresó, soltándose de las manos, y ahora girando también a medida que caminaban, todos al mismo tiempo. Ahora el círculo se hizo pequeño: Hoseok pasó al centro nuevamente, las chicas de rojo lo rodearon, y las de azul las rodearon a ellas. Comenzó otra vez a saltar y moverse, y entre esos movimientos, vio fugazmente los ojos de Yoongi puestos en él, con una sonrisa más amplia y de satisfacción.

Qué gran triunfo para él, eso era lo que quería.

El gran círculo reapareció, sólo que ahora Hoseok iba al final, y luego de dos nuevos giros, ahora se pusieron en una fila. Las chicas de adelante, guiadas por Jisoo, se juntaron más, moviéndose hacia el centro con gracia, y ante el nuevo grito de la matrona, Jisoo y Joohyun fueron hacia atrás, a Hoseok, con el resto de las chicas manteniendo la fila. La música se volvió más lenta, las muchachas se tomaron de la cintura y se inclinaron hacia delante, mostrando sus espaldas.

El cortesano amplió su sonrisa mientras Jisoo y Joohyun agarraron sus manos, y Hoseok caminó hacia la fila. Ambas chicas agarraron los pies de su falda, y con su ayuda, mientras una bailarina se ponía de rodillas, se subió en la espalda de ella antes de ir más arriba, comenzando a caminar por las espaldas que las bailarinas hacían en la fila. Siempre al ritmo de la música, pausadamente, Hoseok se movió.

Por un instante, tuvo el loco pensamiento de que alguna de las concubinas lo arruinaría, como hicieron semanas atrás esas chicas. Romperían la fila, lo harían caer al suelo, y ahora el golpe sería mucho más fuerte que el de antes, pues ahora sería en concreto. Y no sólo eso, sino que arruinarían ese momento tan importante para Hoseok.

Pero no fue así. Ya fuera un milagro (o que todas se dieron cuenta de lo arriesgado que era), Hoseok caminó con firmeza en esa fila, y cuando llegó al inicio, bajó con más elegancia de la que subió.

Los círculos volvieron. Se agrandó y volvieron a achicarse, y Hoseok, nuevamente en el centro, fue ayudado para subir a los hombros de Nareum, una de las bailarinas que tenía más fuerza. En los hombros de ella, movió sus brazos de un lado hacia otro, sonriendo con orgullo y ahora chocando con los ojos de Yoongi. El Príncipe Heredero movió su cabeza en un gesto casi imperceptible, pero para Hoseok, significó todo.

Ya para el final, el janggu se detuvo y sólo sonaban las cuerdas del sanjo, mientras que la matrona también dejó de cantar. Bailaron con rapidez en el círculo, agarrándose de las manos, y Hoseok guio la salida por donde entraron. Cuando la música se acabó, los vítores y aplausos no se hicieron oír.

Cuando entraron al pasillo, todas se soltaron y parecieron soltar el aire que contuvieron. Hoseok también las imitó, respirando a bocanadas y con el corazón acelerado. Gracias a los dioses que todo acabó bien, sin ningún accidente, y es que quizás él no era el único preocupado por eso. Allí, parecían saber muy bien lo que podía ocurrir si fallaban en esa danza tan importante para el Imperio.

La matrona apareció, ordenándoles que fueran a quitarse las ropas y a unirse a la comida, que sería en breve. Las concubinas debían cambiarse y vestir con sus mejores galas para esa noche, con nuevos hanbok para lucirse. Hoseok estuvo trabajando personalmente en el suyo.

―Salió muy bien ―agregó por último la matrona, sonriendo con orgullo―. ¡El Emperador se veía más que satisfecho para el final!

―Y el Príncipe ―escuchó susurrar a Sora, hablando con Sojung―, ¡no dejaba de sonreír! Se veía tan guapo...

―Le dirigía miradas a Joohyun ―afirmó Tzuyu―, es que unnie se ve tan bonita.

―Si tú lo dices... ―contestó la aludida con una sonrisa extraña en su rostro.

Hoseok no respondió, decidido a no meterse en alguna discusión. Al menos, no esa noche. Esa noche, Yoongi le prometió, sería para él.

Fueron hacia los cuartos donde ya les esperaban sus trajes y algunas sirvientas para ayudarlas. El chico se quitó las prendas de baile con rapidez, limpiándose con un paño húmedo para quitarse el sudor y el maquillaje, y se quedó mirando el hanbok.

Una costurera de gran renombre le ayudó a hacerlo. Hoseok quiso imitar un poco los cortes y pliegues que tenía el que le regaló el Emperador tiempo atrás, pero no del mismo color. No quiso algo demasiado vistoso o con colores chillones, sino que se decidió por una combinación de colores pasteles: el jeogori de un suave celeste, mientras que la chima de un bonito tono rosado, sin que sobresaliera demasiado. El goreum era lo que más color tenía, de rojo. Sin embargo, lo particularmente bonito del traje, era la gasa que decoraba la chima, con un bonito tejido transparente en que se podían observar soles. Muchos y bonitos soles a lo largo de la chima, pero no en ella, sino sobre ella, y al girar, parecían moverse con gracia. La costurera le alabó por la gran idea que tuvo.

―¡Está muy hermoso, Hoseok! ―dijo Jisoo una vez lo vio vestido. El chico se sobresaltó ante sus palabras, antes de sonreírle con timidez.

―¿Tú crees? ―preguntó, mirándose en el espejo de cuerpo completo.

―Claro que sí ―contestó Joohyun desde su lugar.

―No sean amables ―bufó Sora, despectiva―, se ve gordo.

Frunció el ceño ante sus palabras, dirigiéndole una mirada asesina e ignorando las risitas que soltaron otras concubinas. Tuvo que volver a contenerse de ir a golpearla, forzándose a sonreír con indulgencia.

―¿Qué tal si le preguntamos al Príncipe? ―ofreció Hoseok―. Él tendrá la última palabra.

Sora le dio la espalda, pero el chico alcanzó a ver su rostro molesto. Que se jodiera.

Volvió su atención al espejo, haciéndose un pequeño maquillaje ligero y elegante: ojos delineados, un poco de rubor y labios rojos como una fresa. Yoongi siempre decía que su boca sabía a esa fruta, ¿y qué mejor forma para provocarlo que esa?

Una vez se sintió listo, decidió salir al patio para ver los juegos y espectáculos. Jisoo le agarró del brazo, cruzándoselo, y caminaron juntos hacia el exterior. La muchacha se había decidido por un hanbok tradicional, de negro y fucsia.

No fueron los primeros en salir, pero tampoco los últimos. A esas alturas, el lugar estaba a más rebosar de gente, ya que en pocos minutos se daría inicio al banquete y nadie quería perdérselo. Se servirían grandes platos y tragos exóticos, algunos nuevos que fueron traídos de otras partes del mundo.

―Felicitaciones ―habló de pronto una voz detrás de ellos, y los dos se voltearon, viendo a Seokjin aparecer por entremedio de la multitud―, estuvieron fantásticos, Cortesano Jung y Cortesana Kim.

―Gracias ―dijeron ambos al mismo tiempo.

―¿Salió perfecto? ―preguntó Hoseok, un poco ansioso.

―Más que perfecto ―alabó Jin, y se puso a caminar junto a ellos―. El Emperador estaba bastante contento con el rendimiento del harem del Príncipe.

―¿Sí? ―habló Jisoo, tímida―. Dimos nuestro mejor esfuerzo, soldado Kim.

Los ojos de Seokjin se movieron hacia la chica, deteniéndose un momento. Jisoo pareció cohibirse un poco más, apretando su agarre en el brazo de Hoseok, y el chico la observó, confundido.

―Y valió la pena ―contestó Jin con lentitud―. Se veía muy hermosa, Cortesana Kim.

Jisoo apenas asintió con la cabeza y Hoseok arrugó los labios, sintiéndose repentinamente invisible entre ellos. ¿Qué demonios?

Como siguiendo sus pensamientos, Jin volvió a mirarlo.

―Y usted también, Cortesano Jung ―añadió―. Ahora, ¿han probado algunos platos? Les puedo sugerir algunos...

A Hoseok le sorprendió que Jin mantuviera un aspecto impecable y ciertas distancias de ellos, considerando que lo conocía bastante bien como para decir que no era tan serio como se presentaba. Aunque supuso que debía mantener una imagen en público, y más como guardia personal del Príncipe Heredero.

La comida, como pensaba, estaba muy deliciosa. Probaron distintos platos, desde carnes como el pollo, conejo y ternero, con salsas picantes a algunas más suaves; ensaladas y vegetales preparados a la sartén, al horno o sólo con condimentos, revueltos con arroz o fideos; y, por supuesto, el infaltable kimchi, cocinado con distintos ingredientes y, por lo mismo, degustaron un poco de cada uno.

Además, no tardaron en beber también. Hoseok comenzó a sentirse muy alegre a los pocos minutos, riéndose tontamente por los malos chistes de Jin, e incluso Jisoo no aguantaba las risitas torpes. También se les unió Joohyun, que apareció envuelta en un hanbok violeta y celeste. Una vez perdida la vergüenza, incluso decidieron bailar, a pesar de que no fuera un comportamiento esperable de unos Cortesanos.

Por otro lado, el Emperador pronto habló, diciendo que el banquete ya estaba listo para ser servido.

―¿Es qué esto no era un banquete? ―susurró Hoseok, y Jisoo se rió.

―No, esto era el tentempié.

¿Cómo? Hoseok sentía que no podía seguir comiendo más, ¡era demasiada comida!

Ahora fue servida la carne de pavo, jabalí y ciervo, con nuevas ensaladas y más kimchi. ¿Y la gente sólo seguía comiendo? ¡Qué envidia más grande! Hoseok apenas tenía estómago en ese momento, a pesar de que se moría por probar el jabalí. Jin le dijo que era muy delicioso.

―¿Cortesano Jung?

Escuchó su nombre por encima de la música y las risas, y se volteó para ver a Namjoon, abriéndose paso por entremedio de la multitud. El muchacho fue hacia él, tratando de despejarse del poco alcohol que consumió.

―¿Sí, Namjoon? ―sonrió.

―Por favor, acompáñeme ―pidió, amable―. El Príncipe Yoongi requiere de su presencia.

¿Tan pronto?

Parpadeó, pero antes de poder contestar, Joohyun le dio un suave empujón, con una expresión animosa.

―Ve ―le dijo―, Namjoon te cuidará.

Hoseok asintió con la cabeza, algo perdido, ¿desde cuándo ella conocía a Namjoon como para llamarlo por su nombre de pila?

Sin embargo, no tuvo tiempo para pensarlo demasiado, porque tuvo que correr detrás del soldado para no perderlo de vista. Lo bueno de su amigo, es que tenía un cuerpo grande, por lo que podía caminar a través de la multitud con mucha facilidad, sumado a que las mismas personas le abrían el camino. Ir detrás de él fue la mejor decisión de la vida.

Pronto subió a la tarima y se inclinó ante la familia imperial. Saludó cariñosamente a Gyuri, que cuando lo vio, corrió a abrazarlo. Yeji también le dirigió una sonrisa tranquilizadora, e incluso el príncipe Euijin, con quien todavía no hablaba, le guiñó un ojo.

Se arrodilló ante el Emperador y el Príncipe Yoongi, con el corazón acelerado a mil. Era una sensación parecida a la que tuvo antes de comenzar a bailar.

―Hoseok ―saludó el Emperador―, felicitaciones por tu baile. Magnífico como me lo esperaba.

―Muchas gracias, mi Emperador ―dijo el muchacho, sonriendo―. Me alegro mucho de que haya sido de su gusto.

Los ojos de Jongshin brillaron, luciendo como si estuviera a punto de soltar una broma, pero pareció controlarse a último momento.

Chuseok es una fiesta para estar alegres ―afirmó el Emperador, firme, y Hoseok se percató de que, de pronto, todo el mundo estaba callado. Cuando el Emperador hablaba, era momento de escucharlo―, y la danza que las concubinas de mi hijo y otras bailarinas hicieron, nos garantizará un año de buenas cosechas y nacimientos. Esta noche, hay que ser felices y agradecer a los dioses por las bendiciones que nos han entregado.

―Y no sólo eso ―dijo Yoongi, con su voz grave, enviando un escalofrío agradable por la espina dorsal de Hoseok―, sino también es una noche para celebrar nuestro Imperio y a la dinastía Min ―alzó su barbilla, orgulloso―. Y, en especial, para celebrar mi matrimonio. Luego de pensarlo demasiado, he decidido que ha llegado el momento de casarme, y será el Cortesano Jung el afortunado en convertirse en mi futuro esposo y, por sobre todo, en Emperatriz del Imperio.

Hoseok oyó jadeos de sorpresa, muchos murmullos, pero su vista estaba concentrada sólo en Yoongi, en la sonrisa que tenía, en lo guapo que se veía frente a él. Su corazón latía, a punto de desbocarse, y el muchacho sólo temblaba, con su cuerpo lleno de amor por el Príncipe. Por su Príncipe.

Yoongi se puso de pie, extendiéndole la mano, y Hoseok no dudó en agarrársela. Le besó el dorso en señal de respeto, y con ayuda de su prometido (santos dioses, ¡su prometido!), se puso de pie.

―Saluden a Jung Hoseok ―ordenó Yoongi, volteándolo a la multitud, y Hoseok tembló nuevamente, pero de emoción―, prometido del Príncipe Heredero, futura Emperatriz y la Joya del Imperio.

Y Hoseok vio las miradas, la ira en el rostro de muchas de sus compañeras, pero ¿qué importaba eso? A él no le importaba para nada, ¡podían irse a la mierda! Lo único que importaba era ese momento, era que Yoongi le observaba como si fuera su mundo entero, y Hoseok supo que eso era lo que quería.

Por encima de todas las cosas, Hoseok lo que más deseaba era ser el único de Min Yoongi. Era ser su joya más preciosa.

¡gracias por leer!

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