16.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama, fluff y smut.

Este capítulo es tranquilo y de transición. Aunque igual verán a un Hoseok, quizás, un poco altivo, pero consideren también la época que era.

Hoseok sintió sus párpados revolotear, suspirando suavemente cuando pequeños besos fueron depositados en su cuello de manera seguida.

―¿Ya despertó mi joya más preciada?

La voz ronca provocó que abriera sus ojos, encontrándose con el rostro adormilado de Yoongi. Sin poder evitarlo, sonrió y le dio un abrazo, ambas bocas chocando en un beso dulce y tierno.

Aunque pronto el beso se transformó en algo más demandante, posesivo y salvaje. La lengua de Yoongi delineó su labio inferior antes de entrar dentro de su boca, y Hoseok sólo lo abrazó por el cuello, abriendo sus piernas de manera automática. El mayor no tardó en acomodarse entre ellas, y el doncel sintió la dureza.

Se separaron, pero Yoongi continuó besándole el cuello, comenzando a bajar. La boca de Hoseok sólo emitía gemidos suplicantes y temblorosos, tiritando al percibir la manera en que su prometido empezaba a lamer su pezón izquierdo.

―Dioses, mi... mi Señor... ―jadeó el muchacho, con los ojos llorosos y el rostro arrebolado en calor.

―Déjame probarte ―le gruñó Yoongi, y le agarró de las caderas, con sus labios ahora besándole el ombligo y bajando al vientre―. Levanta las piernas y muéstrate, precioso.

Lloriqueó, algo avergonzado a pesar de que era muy estúpido. Demasiado estúpido, considerando que ellos hicieron el amor sólo la noche anterior. Sin embargo, Hoseok no podía evitarlo, y más por lo que planeaba hacer Yoongi.

Pero la mirada de Yoongi, oscura y brillante por la lujuria, era clara: no podía negarse. Hoseok tampoco quería decirle que no, y se dio cuenta, en ese instante, que estaba en sus manos. El príncipe podría hacer lo que quisiera con él y no iba a negarse.

Levantó las piernas y echó las caderas hacia delante, doblando las rodillas y apretándolas contra su pecho. Casi quiso cerrarse de inmediato al sentirse tan expuesto, aunque ni siquiera pudo llegar a concretar la idea, porque Yoongi le agarró de inmediato para mantenerlo abierto.

El mayor contempló, tan rosadito y bonito, la entrada de su pareja. Se veía ligeramente abierto, de seguro por lo que hicieron horas atrás, y bastante húmedo por el semen derramado. Ese pensamiento no le generó un poco de rechazo, por lo que no tardó en inclinarse y escuchar el chillido que pegó Hoseok cuando lo besó.

―¡Yo-Yoongi! ―gimió el menor―. ¡No...! ¡Está...!

―Te encantó ―murmuró Yoongi, lamiendo el agujero y viendo como el pene de Hoseok soltaba un poco de presemen―, mira como te gusta, mi bebé.

―Mi... mi Señor...

Pero la voz de Hoseok se perdió en balbuceos incomprensibles y torpes cuando Yoongi volvió a lamer, sintiendo cómo se contraía bajo él y volvía a abrirse. Comenzó a chupar, besar y meter su lengua, siendo música para sus oídos los ruidos que salían de la boca de su futuro esposo. Bajo su toque, se retorcía y temblaba, y pronto comenzó a mecer las caderas. Las negativas se transformaron en un abrir y cerrar de ojos en súplicas para que siguiera comiéndoselo, para que le comiera el culo, y Yoongi se sorprendió cómo podía hablar así, tan descarado y sucio.

Y qué importaba, pensó también, enterrando más su boca en el trasero de Hoseok, besando hasta el rincón más profundo de él (literalmente). Saber qué ese chico era suyo ahora, por completo de él y de nadie más, era motivo suficiente para hacerle alcanzar el cielo una y mil veces más.

Hoseok gritó al correrse en su pecho, arqueando su espalda y temblando ya sin control alguno. Yoongi le dio un último beso antes de enderezarse, contemplando el desastre: con las piernas todavía abiertas, los labios separados y ojos llorosos, el rostro cubierto de escarlata y el esperma derramado en su pecho, Hoseok apenas era capaz de enfocar su mirada en él.

―Yoonie... ―le escuchó susurrar―, dioses, ¿me habrán... me habrán oído...?

―Puede ser ―Yoongi le agarró de las rodillas, tirando de él, y su polla se encontraba muy dura ante esa visión. Apenas tuvo resistencia alguna―, pero a la mierda.

―Yo...

La voz se cortó al sentir cómo el trozo de carne comenzó a abrirse paso en su interior. Ahora, a la luz del día, resultaba más lascivo y lujurioso todo, y Hoseok ni siquiera sabía si iba a poder aguantar otra ronda. Al parecer sí, porque no pasaron más de dos minutos, cuando su propio pene empezó a alzarse otra vez.

―Pero qué cosita más golosa tengo aquí ―comentó Yoongi al notarlo.

―No, basta ―dijo lastimosamente, a pesar de que no quería que se detuviera. No cuando comenzó a embestirlo con lentitud.

―No te preocupes, mi bebé ―el tono de Yoongi rezumó traviesa maldad―, mi polla puede convertirse en tu pequeño trono.

Hoseok quiso golpearlo por tal descaro, pero pronto se rindió por la forma en que el mayor comenzó a empalarlo. Tuvo que apretar su boca contra la almohada para no gritar tan escandalosamente, como una ramera de clase baja, a pesar de que a Yoongi no parecía importarle.

Tampoco le importó que, varios minutos después, cuando ya acabaron, las puertas fueron tocadas y el guardia dejara pasar a las sirvientas. La cama, al ser de dosel, tenía las cortinas caídas y permitía ocultar el cuerpo de Hoseok (al menos, no ser tan revelador), pero el muchacho se cubrió con las sábanas, avergonzado por la situación. Yoongi se mantenía indiferente a la aparición de las dos mujeres, que fueron directo a preparar el baño, y Hoseok tenía claro que se debía a que así fue para él toda su vida, el ser atendido por otros y que ese tipo de damas lo vieran desnudo.

―¿Qué pasa por tu mente?

Hoseok miró a Yoongi, que se había envuelto en su bata de seda antes de que las sirvientas pasaran. El menor se sentó en la cama, viendo rota su intimidad con el príncipe, y fue una rara sensación de tristeza. Tal vez se debía a que todo era muy repentino, pero no sabía si iba a acostumbrarse a eso, al hecho de ser una Emperatriz. Ya era tarde para analizarlo bien, lo tenía más que claro, y no se arrepentía de su decisión, sin embargo, eso no quitaba que pudiera sentirse así, con su privacidad siendo invadida.

―En nada serio ―dijo, porque no deseaba contarle a Yoongi y que pudiera percibir sus palabras como arrepentimiento―. ¿Tienes muchas cosas que hacer hoy?

―Claro, tu y yo ―el príncipe le agarró la barbilla, alzando su vista― tenemos cosas que hacer. Debo presentarte con los consejeros de mi padre

―Qué emoción ―respondió Hoseok con falso entusiasmo. Yoongi le sonrió.

―Eso será después del almuerzo. Primero, debes acomodarte en tus nuevos aposentos.

―Pero... ―el menor hizo un leve puchero―, no quiero dormir lejos de ti, Yoonie...

―Claro que no, vas a dormir conmigo ―Yoongi se inclinó y le dio un beso dulce―, pero necesitas tu cuarto también.

Hoseok lo sabía, a pesar de que la idea no le agradara demasiado. Sentía que un cuarto aparte podría generar una sensación de separación entre Yoongi y él, y darle también espacio a que llamara a otras concubinas o cortesanas. Si bien el príncipe le prometió que eso no ocurriría, que iba a disolver el concubinato, todavía no era algo seguro. Podía cambiar de idea de un momento a otro. Incluso, fingir que jamás le dijo eso y decirle que tendría que acostumbrarse a eso.

No quería desconfiar de Yoongi, pero ¿por qué no hacerlo? Era el futuro Emperador. Podía hacer lo que quisiera. Y una Emperatriz tenía que someterse a los deseos de su Emperador.

Trató de cortar ese hilo de pensamientos. Lo que menos deseaba en ese momento era dar paso a miedos exagerados y enloquecer por el temor. Si era necesario, iría poco a poco, convenciendo a Yoongi para hacerle ver que no necesitaba a nadie más, sólo a él. Hoseok se encargaría de satisfacerlo como fuera, le daría los hijos necesarios y así evitaría que mirara a otra parte.

Las sirvientas indicaron que el baño ya se encontraba listo, y Yoongi envolvió a Hoseok en otra bata para llevarlo a la bañera. El príncipe les ordenó que no se preocuparan de la limpieza, que él se encargaría de todo, y Hoseok se dejó atender por su prometido con una sonrisa radiante. Yoongi no escatimó en mimos y cariños hacia él, envolviéndolo en suaves jabones con olor a flores y pequeños besos como mariposas posándose en su piel. El menor también bañó a su pareja, y estuvieron a punto de hacer otras cosas, si no hubiera sido porque la puerta fue tocada.

Seokjin entró y Hoseok atrajo la espuma a su cuerpo para cubrirse. Yoongi enarcó una ceja, mirando a su guardia.

―Lamento la interrupción, Príncipe ―Jin no se veía avergonzado―, pero me he enterado de una noticia de su interés. El Emperador se ha reunido con sus consejeros por petición de ellos.

―¿Cómo? ―el buen humor de Yoongi pareció desaparecer de inmediato, con las cejas arrugándose y los ojos abriéndose―. ¿Y no fui invitado? Espera, ¿en Chuseok? ¿Qué es tan grave para que hayan querido juntarse con él en esta festividad? ¿Hay una declaración de guerra?

―Yoongi ―la voz de Seokjin no tenía gracia alguna―, como ambos imaginamos, es acerca del tema que hemos discutido en estos días.

El rostro de Yoongi se llenó de mal humor, pero no parecía ser por la confianza con la que le habló el guardia, sino por el mensaje recibido que Hoseok no entendió. ¿Qué tema? ¿Acaso había algo de lo que él no se enteraba?

―Bien. Estaré listo en diez minutos ―Jin inclinó su cabeza, despidiéndose de ellos, y una vez salió, Yoongi se puso de pie. El agua corrió por su desnudo cuerpo, pero Hoseok permaneció en su lugar―. Lo lamento, Hoseok, pero tengo asuntos qué tratar. Para el almuerzo, mandaré a buscarte.

―Yoongi ―habló el muchacho―, ¿qué es ese tema?

―Nada que puedas resolver ―el tono brusco lo sobresaltó un poco, sin embargo, tampoco se vio capaz de insistir. Yoongi se veía demasiado molesto―. Después hablamos.

No le dio un beso de despedida. Hoseok lo vio desaparecer a través de las puertas, envuelto en su bata, y por los repentinos movimientos que oyó, debían estarlo preparando para su día. Pensó en ir detrás de él para ayudarlo, pero al final, sólo se quedó allí, un poco deprimido por lo que acababa de ocurrir. La burbuja de felicidad pareció haberse reventado con eso.

Pero se dijo, finalmente, que debía ser lo normal. Yoongi era el Príncipe Heredero, el futuro Emperador, y no iba a tener tiempo para él todo el día. Debía dirigir un Imperio, a su gente, y encargarse de todos los asuntos que le atañerían. El papel de Hoseok sería acompañarlo dentro de todo lo posible y aconsejarlo si así lo solicitaba, no reclamarle su atención.

Cuando el agua ya se estaba enfriando, finalmente, se puso de pie y cubrió con la bata. No tardó en salir del baño, encontrándose con las sirvientas esperándolo.

―El Príncipe Heredero nos ha ordenado encargarnos de usted, futuro Consorte ―dijo una de ellas, con una mirada suave.

Hoseok asintió con la cabeza y se dejó llevar por ellas hacia otro cuarto aledaño al suyo. Era tan grande como la habitación de Yoongi, con su propia cama y armarios con nuevas prendas de ropa hecha a su medida. Los muebles y sillones eran exquisitos y lujosos, y el sol entraba de lleno por las grandes ventanas, con una vista privilegiada hacia las montañas.

―Bienvenido a su cuarto, futuro Consorte ―saludó otra sirvienta que había estado allí, en una esquina, y a su lado se encontraba otra mujer―, me presento, soy Seo Hyejin y mi compañera es Jung Wheein.

―Fuimos designadas como sus damas principales ―habló la otra chica, sonriendo con amabilidad―, y de atender todas sus necesidades.

―Gracias ―contestó Hoseok, sintiéndose un poco intimidado porque nunca antes se imaginó que tendría a sus sirvientes personales―. Por ahora, sólo quiero conocer la habitación.

Sus ojos se pasearon por todo el lugar, y de pronto se acercó a uno de los muebles en donde las joyas brillaban: collares, pendientes, brazaletes, horquillas, peinetas y tocados. Todo sólo para él.

A un costado de ese mueble había otro, un mueble tocador, con un gran espejo en el que mirarse y maquillarse. Pudo ver los pinceles para labios y ojos, el polvo de sombras, las tinturas para delinearse.

Hyejin y Wheein no tardaron en acercarse y ayudarlo a vestirse, escogiendo un hanbok elegante. El jeogori brillaba debido a la seda roja, con cuatro círculos dorados y un dragón al centro de cada uno, ubicados en el frente, ambos brazos y la espalda de la prenda, además de otras decoraciones en formas de aves a lo largo de la tela. El otgoreum era también rojo, pero más fuerte y perlado, con un bonito diseño de flores doradas a lo largo. La chima era acolchada, azul y con dos líneas plateadas a lo ancho, con exquisitos diseños de pájaros. Finalmente, al borde de la chima, cubriendo sus pies, retomaba el rojo y con una última línea dorada.

Las últimas semanas su cabello habría crecido ligeramente, no lo suficiente para hacer algún peinado exótico o llamativo, pero las doncellas fueron hábiles y lograron poner una bonita horquilla con un pajarito en uno de los bordes por el costado izquierdo de su pelo.

El maquillaje fue ligero: labios rojos y delineado dorado.

―Ya es toda una Emperatriz ―comentó Wheein, y Hoseok se observó en el espejo, enmudeciendo al devolverse la mirada.

Se veía... esplendido, por decir lo mínimo. Tan bonito y elegante, y su corazón se aceleró al encontrarse más digno para Yoongi. Más digno para su Emperador.

―Deberíamos ir al concubinato ―dijo, poniéndose de pie y calzándose los zapatos―, tengo que ir a buscar mis cosas.

―Como usted ordene, futuro Consorte ―contestó Hyerin―. Además, es importante que se presente también. Usted quedará a cargo del harem una vez contraiga matrimonio.

Esa idea le hizo parpadear ligeramente, un poco desconcertado ante lo que escuchaba, porque no lo había pensado de esa forma. Aunque la muchacha tenía razón, porque la Emperatriz tenía que encargarse de que las cosas en el concubinato se mantuvieran en orden. O, a veces, ocurría también que quizás el Emperador quería pasar una noche con alguna concubina, y era la Emperatriz la que escogía a la chica para acompañar a su esposo.

No, pero eso no ocurriría en su caso. Hoseok se aseguraría muy bien de que Yoongi jamás se atreviera a solicitar a otra persona para compartir su lecho.

Salió de la habitación, con ambas damas siguiéndolo, y se encontró de lleno con tres guardias ya esperándolo: Oh Sehun, Kim Youngwoon y, para su sorpresa, una mujer que se presentó como Heo Yoorim. Era muy alta, no tanto como él, pero se veía grande junto a las otras dos mujeres.

―Futuro Consorte ―saludó Sehun, inclinando su cabeza―, fuimos elegidos especialmente por la mano derecha del Príncipe Heredero para estar a su cuidado y nos encargaremos de velar siempre por su vida.

―Es un placer conocerlos ―contestó Hoseok, tratando de mantener la calma y no dejarse dominar por los nervios―. Ahora iba con mis damas al concubinato, no sé si será necesario que nos acompañen.

―Por supuesto que sí, futuro Consorte ―respondió Youngwoon con educación―. Nosotros seremos su sombra.

Esas palabras debieron haberlo tranquilizado, sin embargo, Hoseok pudo percibir un poco de miedo en su interior. Era evidente que, a pesar de haber sido la elección de Yoongi y ser la futura Emperatriz, podían atentar contra él y hacerle daño.

Pero se forzó a mantener la calma, porque él no permitiría nada de eso. Yoongi y Seokjin, al parecer, tampoco.

Les agradeció y no tardaron en encaminarse hacia el pabellón del concubinato. Hoseok no podía evitar sentirse extraño ante la comitiva que formaban, con una dama a cada lado suyo, y los guardias detrás. Aunque fue mucho más raro al ir pasando por los pasillos y los sirvientes y guardias inclinándose ante él. Ese gesto, que antes vio que le hacían al Emperador, las princesas y príncipes, haciéndoselo ahora a él, y el orgullo lo llenó.

Consorte Jung. Emperatriz Jung. Santos dioses, realmente sonaba perfecto.

No debía sentirse así, pensó, con tanta vanidad y egocentrismo por dentro, pero no podía evitarlo. Venido de lo más bajo, un simple muchacho hijo de campesinos, en camino a convertirse en Emperatriz.

―La boda ―habló, y las dos damas lo miraron―, ¿han estado antes en bodas importantes, Hyerin y Wheein?

Las dos chicas comenzaron a parlotearle acerca de ideas para llevar a cabo su boda, y Hoseok escuchaba sus risas y ánimos con una sonrisa enorme.

Decidió ir primero hacia la habitación de las concubinas.

―Concubinas ―presentó el guardia―, con ustedes, la futura Emperatriz, el prometido del Príncipe Heredero, Cortesano y futuro Consorte Jung.

Los guardias y las primeras concubinas se inclinaron ante él, pero las de más atrás, tardaron en hacerlo. Las miradas como dagas se clavaron en el muchacho, pudo sentir el peso de eso, sin embargo, ni siquiera se amedrentó ante dicha reacción. Era lo que esperaba y sabía que iba a suceder.

Finalmente, pasados unos tensos segundos, las últimas concubinas se arrodillaron ante él. La que más tardó fue Sora, que tenía el rostro lleno de furia.

―Es un placer volver a verlas ―dijo Hoseok, sin borrar su sonrisa―, y no tuve la oportunidad anoche, pero muchas felicitaciones a quienes bailaron y se presentaron en la festividad.

―Gracias, Cortesano ―se escuchó un murmullo general.

―Ahora, tampoco piensen que las cosas van a cambiar mucho ―continuó―, no alteraré las relaciones en el concubinato, pero tampoco permitiré discusiones. Si hay algún altercado, es necesario que me lo hagan saber para así resolverlo lo antes posible. Al Príncipe Heredero no le gustan los escándalos del concubinato, así que no deben molestarlo con eso.

La mayoría de las concubinas respondió positivamente, pero notó que otras sólo tensaron sus mandíbulas, como conteniendo las groserías. Sora estrechó su mirada.

―Disculpe, Cortesano ―habló ella, y Hoseok la miró―, pero usted todavía no es Emperatriz. No debería tomar atribuciones que no le corresponde.

Hoseok no borró su sonrisa, sin embargo, pudo sentir como las comisuras de sus labios se tensaron. Varias concubinas contuvieron su respiración, y otras sonrieron maliciosamente.

No lo dudó un poco. Cruzó el cuarto hacia ella, levantando su mano y abofeteándola en el rostro. Sora se tambaleó hacia un lado, manteniendo el equilibrio apenas, y cubrió su mejilla con sus manos. Nadie más se movió.

―¿Tomarme atribuciones? ―preguntó Hoseok, mirando su mano, que picaba por el golpe, pero fingió examinarse las uñas―. A menos que estés planeando atentar contra mi vida e impedirme contraer matrimonio con el Príncipe Heredero, concubina Lee, soy tu superior y el encargado del concubinato. A menos que el Príncipe dicte, por supuesto, lo contrario, lo que no ha hecho ―fingió suspirar con pesadez―. Sehun, ¿sus palabras pueden ser consideradas una amenaza?

―Si se sintió amenazado, futuro Consorte ―contestó el guardia, tranquilo―, usted puede ordenar su detención y contarle al Príncipe Heredero lo que ha hecho ella.

―¿Fue una amenaza, concubina Lee? ―preguntó Hoseok.

La chica tenía los ojos lagrimosos debido al golpe, pero sus ojos seguían llenos de ira.

―No, futuro Consorte ―respondió humillada.

―Bien, pero quiero oír sus disculpas. Tal falta de respeto no puede ser pasada por alto.

Sora tuvo que tragarse toda esa humillación, arrodillándose y pidiendo perdón. Las sonrisas del resto de las concubinas desaparecieron y miraban hacia el suelo, temiendo provocar más su ira. Hoseok eso esperaba, porque él no se dejaría amedrentar por ninguna de ellas. No dejaría que se atrevieran a faltarle el respeto, como si fuera inferior a ellas.

Se despidió del concubinato, caminando ahora hacia el cuarto de las Cortesanas.

―Hizo bien, futuro Consorte ―habló Wheein a su lado―, ellas deben aprender cuál es su lugar.

―¿Aunque fuera duro? ―preguntó.

―Aunque fuera duro ―aceptó Hyerin―. Ante ellas, usted no puede mostrarse débil. Lo aprovecharán y harán lo posible para derribarlo.

Qué palabras tan ciertas, pensó. A escondidas, con Yoongi, podía dejarse derrumbar y amar, pero fuera, tenía que ser firme y duro como una roca.

No tardaron en llegar a la otra habitación. Y, como ocurrió antes, un guardia lo anunció:

―Cortesanas ―dijo el hombre―, con ustedes, la futura Emperatriz del Imperio, el futuro Consorte Jung.

Entró a la habitación, viendo a las cuatro muchachas sentadas en los sofás. Se pusieron de pie e inclinaron sus cabezas en señal de reconocimiento.

―¡Muchas felicitaciones, Cortesano Jung! ―dijo Jisoo, llamando su atención, y se le acercó con una sonrisa radiante―. Ya no era una sorpresa que fueras el elegido, ¡el corazón del Príncipe Heredero late sólo por ti!

La sonrisa en su rostro fue mucho más honesta, y no pudo evitarlo, así que la abrazó en señal de complicidad. Jisoo le devolvió el gesto, sin borrar esa brillante sonrisa de su rostro.

―Muchas gracias, Jisoo ―le dijo dando un paso hacia atrás―, no sabes cuán feliz soy en este momento, y me gustaría compartir esta felicidad con ustedes.

―¿Felicidad? ―habló Tzuyu, y su voz era tan molesta―. No hay felicidad para nosotras, futuro Consorte ―escupió las palabras con fuerza―. ¿Vernos rebajadas a simples concubinas por un pordiosero como tú?

―Controla tu lengua, Tzuyu ―habló Joohyun con calma―. No le estás hablando a Jung Hoseok, sino a tu futura Emperatriz.

Un silencio a sus palabras. A pesar del insulto, Hoseok no iba a reaccionar como hizo antes con Sora por un motivo más que importante: Tzuyu era una princesa. Si bien no se encontraba en su reino, al ir en calidad de invitada y concubina, la familia imperial debía asegurar su seguridad e integridad. Lo mismo ocurría con Sojung. Si algo les ocurría a ellas, se podía generar una guerra.

―Es una humillación lo que hizo el Príncipe Heredero ―habló Tzuyu, alzando su barbilla con una expresión de ira―, no sólo conmigo, sino con ustedes también.

―Puedes decírselo si quieres ―respondió Hoseok, sin moverse de su lugar―, tal vez te escuche, ¿no crees? Si quieres, puedo pedir que venga ahora mismo, ya que tienes algo tan importante qué decirle.

Otro silencio. Tzuyu, a pesar del enojo y la rabia, no era tan tonta como para decirle en la cara a Yoongi sobre lo que pensaba de Hoseok.

―Lo has embrujado ―acusó Sojung saliendo en defensa de su amiga―, no hay otra explicación para eso, para que te haya elegido por sobre nosotras.

Hoseok apretó sus manos en puños, fingiendo que esas palabras no le molestaron. Sabía que tenía poco que ofrecer en comparación a ellas, pero ¿qué les importaba? Para Yoongi, no era algo central.

―Es una acusación muy grave, Cortesana Kim ―dijo de pronto su guardia, Yoorim, con voz dulce―. ¿Tiene pruebas para acusar a la futura Emperatriz de eso? Porque si no es así, entonces es sólo una idea infundada por la que podría ser castigada.

Sojung pareció morderse su lengua para no responder con alguna palabra grosera. Ante el séquito de Hoseok, se dio cuenta de que no tenía oportunidad alguna, y el muchacho se sorprendió al notarlo: ya no estaba solo. Esas personas, que Seokjin escogió cuidadosamente y Yoongi aprobó, estaban allí para defenderlo y no dejar que pasaran por sobre él.

―Dejaré pasar sus faltas de respeto por alto ―dijo Hoseok, tranquilo―. Cortesana Kim, Cortesana Chou, espero que esto no vuelva a repetirse. Ahora yo soy el encargado del concubinato y ustedes están bajo mi poder. No me gustaría generar tensas relaciones entre mi Imperio ―remarcó―, y el de ustedes, así que, por favor, pido que colaboren.

Las dos aludidas parecían a punto de escupirles alguna palabra grosera, aunque lograron controlarse a último momento. Hoseok casi deseó que lo ofendieran para tener la excusa necesaria y castigarlas, pero tal vez era mejor que la situación acabara en eso.

―Wheein, Hyerin, por favor ―añadió―, mi cama es la del colchón de flores. Todo lo que la rodea me pertenece.

Las dos damas se apresuraron en ir hacia el lugar indicado, comenzando a guardar las pocas cosas que Hoseok poseía en dos baúles. Aprovechando el movimiento, se acercó a Joohyun.

―Hermano ―saludó la muchacha, elegante y calmada como siempre―, felicitaciones. Pronto formarás parte de la familia y seremos primos también.

―Gracias ―Hoseok le agarró las manos―, no sé si es lo que quieres, Joohyun, pero hablaré con Yoongi para buscarte un buen matrimonio. Pienso...

―No te preocupes ―Joohyun le dio un apretón―, mi padre ya se está encargando de ello. El Príncipe Heredero no se lo tomará como una ofensa, y es lo mejor.

―Lo mismo pasará conmigo ―añadió Jisoo, sentándose al lado de Joohyun con una sonrisa leve―. Mi padre no pensaba que tuviera muchas oportunidades, pero está orgulloso de que hubiera llegado hasta aquí. Ha dicho que el Príncipe Heredero nos deja libres para contraer otros matrimonios.

―Me alegro mucho ―dijo Hoseok con honestidad―, aun así, espero verlas cerca y que no abandonen palacio. Han sido buenas amigas en estos meses.

―Tranquilo ―Joohyun parecía reprimir una sonrisa―, nuestros futuros esposos serán, seguramente, hombres de gran importancia para el Emperador y el Príncipe.

Hoseok sospechó que ya debían tener su vista fija en alguien, lo que le hizo preguntarse si es que acaso ellas no estuvieron enamoradas de otras personas antes de Yoongi. Podía considerarse como una traición, visto desde otro punto de vista, pero suponía que ellas contaban con ciertos beneficios al ser hijas de personas nobles. El hecho de haber sido autorizadas a dejar el concubinato ya decía mucho.

Por un momento, hasta quiso hacer lo mismo con Tzuyu y Sojung, devolverlas a sus reinos, sin embargo, sabía que eso sería difícil. Podía tomarse como una ofensa terrible con consecuencias catastróficas.

Finalmente, las dos damas estuvieron listas y sus guardias cargaron con los baúles. Se despidió de las cortesanas antes de salir, viendo que pronto sería la hora del almuerzo. Al volver a entrar al pabellón imperial, no le sorprendió encontrarse con un eunuco que le dijo que le estaban esperando para el almuerzo.

Sus damas lo acompañaron, mientras dos escoltas iban a dejar los baúles y Yoorim iba detrás de él. Hoseok pensó que, en otro momento, le gustaría conversar más con ella y conocerla a profundidad.

En la habitación que fungía como comedor ya le esperaba la familia imperial y otros consejeros, que no tardaron en ponerse de pie y saludarlo. Incluso se encontraba el Sumo Sacerdote, y el placer lo inundó cuando también se inclinó ante él.

Yoongi le recibió y llevó hacia la cabeza de la mesa, sentándolo a su lado. Durante gran parte de la comida, fue presentado ante todos los grandes señores y consejeros, recibiendo sus buenos deseos, y Hoseok aceptó las palabras con una gran sonrisa, incluso las de Bae Hyungsung.

Aunque se percató que Yoongi se veía tenso y molesto a su lado. Hoseok se preguntó si no sería con él, quizás ya se enteró de lo ocurrido en el concubinato, con Sora y las princesas, y estaría molesto con él. ¿Tal vez realmente se tomó atribuciones que no fueron? ¿Quizás Yoongi creía que fue muy duro con ellas?

Para su fortuna, si el mayor estaba molesto con él, no lo demostró en la comida. Hoseok, dentro de todo, fue bien recibido y no escuchó comentarios contra él, tal vez porque el mismo Emperador le trataba como si ya fuera parte de la familia. Al muchacho le habría gustado tener un momento privado para hablar con él, y esperaba que fuera pronto, pues sentía que tenía demasiadas cosas que decirle. Después de todo, la última vez que le vio a solas fue esa noche.

―Hoy habrá juegos en el patio trasero ―dijo el Emperador, cuando comían el postre―, así que espero verlos más tarde junto a sus familias, mis Señores.

―Allí estaremos, Emperador ―contestó el consejero Hann―. Es una fecha de felicidad y celebración, y esperamos ver también al prometido del Príncipe Heredero.

―No dude de eso, consejero Hann ―respondió Hoseok con una sonrisa dulce.

Yoongi parecía ahora muy irritado. Hoseok se preguntaba si no estaría haciendo algo mal, ¿tal vez no le gustaba que fuera tan amigable? ¿O quizás no le gustaba como se veía? No pudo evitarlo y el desánimo apareció.

La comida acabó poco después. El muchacho creía que Yoongi iba a desaparecer, quizás para hacer algunas tareas, pero se sorprendió cuando le agarró por el brazo y atrajo a su lado. Hoseok, por un momento, imaginó que lo iba a besar, sin embargo, sólo cruzó ambos brazos y se puso a caminar, con él a su lado.

―¿Mi Príncipe? ―preguntó, desconcertado.

―Shhh... ―Yoongi le hizo un gesto―, vamos a pasear. Necesito conversar contigo.

Hoseok se dejó llevar, un poco aliviado de escuchar el tono de Yoongi. Seguía viéndose molesto, aunque por su voz, no era con él. El cariño destiló del príncipe al dirigirse a su prometido.

El mayor le llevó hacia el patio trasero, abriéndose paso por entre los arbustos y flores. En un pequeño pabellón, frente a la fuente de agua, lo sentó. Hoseok miró a su alrededor, asegurándose de que estaban solos (si no contaba a Seokjin y Yoorim, claro, que los siguieron y se quedaron más atrás, dejándoles privacidad).

―¿Ha pasado algo? ―preguntó Hoseok.

―Sí ―Yoongi se sentó a su lado―, no quería preocuparte, pero hablé con mi padre y dijo que es mejor prevenirte. Algunos... consejeros no están contentos con mi elección.

―Oh.

Hoseok, por supuesto, se lo imaginaba. Es decir, era bastante evidente que muchos tenían hijas metidas en el concubinato y lo ocurrido les debía generar molestias, por decir lo mínimo.

―En la reunión a la que no fui invitado ―añadió Yoongi―, le insistieron a mi padre para que me convenciera y retrocediera en mi decisión. Ellos querían que eligiera, incluso, a alguna princesa en desmedro tuyo.

Esas palabras le hicieron sentir un poco de miedo. Una cosa era sentirse molesto, y la otra era hablar con el mismo Emperador para sacarlo del camino.

―Por supuesto, mi padre ignoró sus peticiones ―continuó el mayor―, pero te lo estoy contando porque no quiero que te confíes, bebé. No quiero pensar en que alguno de ellos pueda atentar contra tu vida, sin embargo, las precauciones no están demás. Sé que eres amable y compasivo, pero Hoseok, ten mucho cuidado con todos ellos. Si sospechas cualquier cosa, si de pronto alguno se acerca demasiado a ti, por favor, dímelo.

―Sí, está bien ―le aseguró.

―Y ten cuidado en quien confías tus secretos y los míos ―dijo por último―, así como el palacio está lleno de mi gente, también hay gente de los consejeros. No puedes confiar en cualquier persona, sólo en mí y mi padre, ¿bueno?

―Claro, Yoonie ―respondió bajando la voz―, y tú también puedes confiar en mí, ¿lo sabes?

Esas palabras hicieron que el príncipe, de pronto, relajara sus hombros y una sonrisa amorosa se extendiera por su rostro.

―Por supuesto, mi bebé, mi joya más preciosa ―le prometió Yoongi―. Ahora, ¿qué tal si me besas? No sabes cuanto extrañé tus labios de fresita.

Hoseok se rió con alegría, aliviado de que Yoongi no estuviera enfadado o molesto con él. Lo abrazó por el cuello y le dio un beso dulce en la boca.

―Te amo ―le dijo.

―Yo te amo más, Hoba ―contestó Yoongi.

No importaba que confabularan contra él, se dijo Hoseok al darle otro beso a Yoongi, mientras tuviera al Príncipe a su lado, no importaba absolutamente nada más.

¡gracias por leer!

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