22.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff.

Mención y narración de tortura en este capítulo. Si son muy sensibles, tengan cuidado al leer uwu

Esa mañana, Tzuyu decidió tomar desayuno en el salón del concubinato, junto al resto de concubinas del harem.

Observó a lo largo de las mesas a las muchachas conversar en voz baja y apenas soltando risas. Ella sabía que el palacio se encontraba en una especie de pre-luto debido a la condición en la que se encontraba el prometido del Príncipe Heredero, pero ella no podía sentir ni un poco de pena o lástima.

No sólo por el hecho de que formó parte de ese accidente, sino también porque era lo que Hoseok se merecía.

¿Quién se había creído ese chico al tratarla como una segundona, como si fuera inferior a él? ¿Cómo si ella no fuera una importante Princesa? Cuando pensaba en todas las palabras que Hoseok le había dicho, esa actitud prepotente y pedante, su sangre hervía en rabia y odio. Esa conducta pretenciosa debía ser castigada, y ella se encargó de eso.

Aunque sabía que no era culpa total de Hoseok, sino también del Príncipe Heredero. Él también merecía algún castigo, pero Tzuyu no era estúpida, y sabía que no podía tocarlo, no al menos de manera directa. Por eso mismo, ese accidente no fue sólo para darle una lección a Hoseok, sino también al Príncipe. Fue él quien le dio alas a ese muchacho, quien permitió ese comportamiento y quien lo escogió como su prometido. Aunque sospechaba que Hoseok tuvo que haber usado algún hechizo para encandilar tanto al Príncipe, porque... ¿cómo era posible que lo hubiera enganchado así de rápido?

No había una explicación lógica en la mente de Tzuyu. Hoseok encegueció al Príncipe Heredero de alguna manera, porque no existía otra forma de explicar ese compromiso. Sí, Hoseok fue bendecido por los dioses, pero no tenía nada más que ofrecer que eso. En cambio, el resto de las Cortesanas poseían títulos más importantes, conexiones más grandes, y fueron rechazadas por el Príncipe para favorecer a ese pobre campesino. Cuando lo conoció, Tzuyu fue agradable con él ya que no lo consideraba como una amenaza, sin embargo, a medida que las semanas pasaban y los ojos del Príncipe sólo se fijaban en ese chico, ella comenzó a arrepentirse de incluso haberlo alentado. Tuvo que haberlo eliminado en ese momento, se decía ahora, y se habría ahorrado muchas humillaciones.

Es decir, quizás lo habría aceptado si otra persona hubiera sido elegida como Emperatriz, como Joohyun o Sojung incluso. Ellas tenían las cualidades necesarias para un cargo como ese, y más transcendental, eran muchachas importantes y de apellidos de renombre. Incluso, si el Príncipe la hubiera elegido a ella y aún mantuviera a Hoseok en el concubinato, lo habría respetado. Y, en caso de que el Príncipe lo visitara mucho, tal vez habría actuado dándole un leve castigo para que reconociera su lugar y supiera quién estaba por encima de él.

De cualquier forma, no importaba en ese momento. Ella lo solucionó y ahora las cosas iban a seguir el rumbo normal que siempre tuvieron que seguir. Por los dioses, ¿un Príncipe casándose con un pordiosero como Hoseok? Ahora que lo pensaba, era para reírse por lo estúpido que sonaba. Hoseok se dio muchos aires y tuvo que volver a la realidad de manera brutal. Cuando se hiciera prometida, ella se encargaría de hacerlo más miserable de lo que ya era, porque ni siquiera permitiría que se quedara en el harem. Hoseok debía marcharse de ese palacio.

Las puertas del salón se abrieron y por ellas entró el guardia personal del Príncipe. Era un hombre muy guapo, apreció Tzuyu las veces que le vio, y sabía que estaba pronto a casarse.

No le sorprendió cuando fue donde la Matrona y le susurró algo.

―¿Por qué vendrá? ―preguntó Sojung a su lado.

Tzuyu miró a su compañera. Que gran coincidencia que hubiera decidido vestirse elegantemente antes de ir a comer, además de hacerse un leve maquillaje que resaltara sus rasgos.

―A buscarme ―dijo Tzuyu―. ¿Estoy guapa para el Príncipe?

Pudo ver cierta envidia en los ojos de Sojung, sin embargo, no le importó demasiado. Puede que, una vez ella se comprometiera con el Príncipe, a Sojung la subieran de puesto como Concubina Imperial. En ese caso, Tzuyu sabía que existía una posibilidad de que se convirtieran en enemigas.

Así eran las cosas en los harems. Nadie era tu real amigo o amiga, porque en cualquier momento te apuñalarían por la espalda.

―Claro que sí, Tzuyu ―respondió Sojung.

Pero mientras no la subieran de puesto, Sojung debería someterse a ella. Apenas viera algún indicio de rebelión, se encargaría de apagarlo con rapidez.

Mientras la matrona se les acercaba, Tzuyu echó otro vistazo al comedor, y frunció los labios levemente al notar que Bongsun no se encontraba allí.

Qué extraño. Bongsun siempre era una de las primeras en desayunar.

Aunque no le tomó real importancia, no cuando la matrona Han llegó e inclinó su cabeza en un saludo formal.

―Princesa ―dijo ella―, me han comunicado que el Príncipe Heredero desea verla en este momento. El capitán Kim la llevará.

―Bien, gracias, matrona ―respondió Tzuyu, sonriendo deslumbrantemente.

Ignorando las miradas de envidia, se puso de pie y alisó la falda de su hanbok. Caminó a paso ligero, llegando hasta donde estaba la mano derecha del Príncipe, que la saludó con una inclinación leve.

―Buenos días, Princesa ―saludó Seokjin, tranquilo―, por favor, acompáñeme.

―Muchas gracias ―dijo, y siguió al guardia. Una vez salieron del salón, no pudo evitarlo y volvió a hablar―. ¿El Príncipe me llama por algún motivo en especial?

Seokjin la miró de reojo.

―Es por algo importante ―respondió, y eso fue lo único que le dijo.

Algo importante. Tzuyu podía imaginarse lo que era, y observó su mano, a su dedo índice. Qué bonito se vería un anillo de compromiso allí.

Alzó la cabeza, orgullosa, y siguió a Seokjin hacia el pabellón imperial.

Hoseok despertó con un ligero dolor en su brazo, aunque se le había hecho una costumbre despertar así gracias a sus heridas.

Sus ojos cansados buscaron en la habitación, esperando encontrarse con Yoongi, pero no lo vio por ninguna parte. Desconcertado, trató de enderezarse y emitió un suave quejido, sin entender el motivo por el que no había nadie allí. Era la primera vez que despertaba sin compañía desde que estaba en la enfermería.

Aunque eso no duró demasiado. A los pocos segundos, la puerta se abrió y Yoorim apareció, cargando una bandeja con su desayuno.

―¿Yoorim? ―preguntó, volviendo a enderezarse aunque haciendo un nuevo mohín de dolor, especialmente por su brazo, que era el más herido―. ¿Y dónde... dónde está Yoongi?

―Está ocupado, mi Señor ―dijo Yoorim con amabilidad, dejando la bandeja en las piernas de Hoseok―. Hoy lo vamos a trasladar a sus habitaciones. El doctor dijo que ya se encuentra mucho mejor y le será más cómoda su propia cama ―una pequeña pausa―. Ahora, por favor, no haga mucho movimiento. Debemos tener cuidado con las ampollas para que no revienten.

Las de su rostro ya habían bajado, pero su piel seguía de un horrible color rojo porque todavía no sanaba por completo. Hoseok no quería mirarse mucho al espejo, pues al verse, sentiría ganas de echarse a llorar. Él realmente le estaba rogando a los dioses que no le dejaran ninguna marca visible en el rostro.

―Quiero ver a Yoongi ―pidió Hoseok―, ¿puedes irlo a buscar después?

―Mi Señor ―Yoorim le dio de comer unos trozos de fruta―, vendrá a verlo más tarde, no debe preocuparse.

Pero se preocupaba y no podía evitarlo. Temía que Yoongi fuera menos, o de lleno, dejara de verlo porque ya no lo quería. En especial, que empezara a frecuentar alguna otra concubina o a la misma Tzuyu y estuviera pensando en no casarse con él. Hoseok no soportaría que Yoongi dejara de quererlo, no luego de haber perdido casi todo en menos de doce horas por su amor al príncipe.

Sin poder evitarlo, los sollozos se empujaron por su garganta y comenzó a llorar, pensando en sus difuntos padres. Yoorim agarró un par de pañuelos, entregándoselos para consolarlo, sin embargo, su llanto sólo aumentaba con el pasar de los segundos.

Que injusto, ¡qué gran injusticia habían cometido con él! Ese intento de asesinato fracasó, sí, pero había acabado con la vida de sus padres, las personas que más amaba en el mundo. Con sus progenitores, que le cuidaron y protegieron dentro de lo posible, y por sobre sus condiciones económicas. Su padre siempre esperaba que ellos comieran antes de comer él, y su madre le remendaba sus ropas con esfuerzo para que no estuvieran rotas. Por las noches frías, las mantas siempre iban primero para Hoseok y Dawon, y en sus cumpleaños hacían un esfuerzo descomunal para hacerles un regalo, por pequeño que fuera. Hoseok se había prometido, cuando llegó al palacio meses atrás, que él se aseguraría que nada le faltara a su familia.

Y él los quería traer, por los dioses, quería que vinieran al Palacio y vivieran con él, y así garantizar que siempre estuvieran bien. Él les había querido devolver cada gota de amor que le entregaron con el doble.

Yoorim, al verlo llorar tan desconsolado, suspiró y echó un poco de láudano en el jugo de naranja que le llevó. No para hacerlo dormir con profundidad, aunque sí para adormecerlo y no tuviera que pensar demasiado. Ella sabía que, a veces, la mente se convertía en el peor enemigo de uno, y la situación en la que estaba el Cortesano no era favorable para estar tranquilo.

Hoseok bebió el jugo entre hipidos sollozantes. A los pocos minutos, dejó de soltar lágrimas y se acomodó contra la almohada, sintiendo un suave dolor de cabeza palpitante y los ojos pesados e hinchados. Yoorim le ayudó a terminar de comer, o al menos, de comer la mayoría del desayuno.

―No debe preocuparse por su seguridad ―le aseguró Yoorim―, me quedaré con usted.

―Pero... pero Yoongi... ―titubeó, agotado.

―Cuando venga, lo despertaré ―prometió ella―, ahora, por favor mi Señor, no piense demasiado. Debo aplicarle la crema para sus heridas.

Ahora que ya no estaban tan graves, el doctor cambió la receta y le estaban aplicando una crema de aloe vera, que era mucho más refrescante y menos pesada para su piel. Empezaban siempre por su cara, siendo esparcida con mucho cuidado para evitarle dolor, y dejaban el brazo siempre para el final. Qué bueno que tenía láudano para ese momento, pensó Hoseok mientras sentía las punzadas ardientes cuando los suaves dedos de Yoorim dispersaba la crema en su brazo, de lo contrario, no sería capaz de soportar eso tres veces al día.

En algún punto, cerró sus ojos y quizás se quedó dormido, o sólo dormitó, pero no podía saberlo con certeza. De cualquier forma, con sus párpados cerrados, pudo escuchar una conversación.

―... fue puesta bajo custodia...

―¿... el Príncipe...?

―... interrogando a los miembros...

Con esfuerzo y casi dolorosamente logró abrir los ojos, sin saber exactamente qué momento del día era. Aunque eso era lo de menos, cuando notó a Yoorim de pie en la puerta junto a Seokjin, quienes eran los que conversaban. Yoongi no se veía por ninguna parte.

Tuvo que haber emitido algún ruido por la boca, ya que ambos soldados se voltearon a verlo. La mujer se apresuró en acercarse, agarrando un jarrón con agua para llenar el vaso y hacerle beber. Eso era lo peor de despertar, creía Hoseok, porque la sed era insoportable y le costaba hablar en un inicio.

―Hoseok ―saludó Seokjin, inclinando su cabeza―, ¿cómo te sientes hoy?

―Mucho mejor ―suspiró Hoseok―, pero quiero ver a Yoongi, ¿dónde está?

Pudo ver que ambos compartieron una mirada poco discreta. Los nervios empezaron a comerse su estómago, ¿qué significaba eso que acababan de hacer? ¿Que Yoongi ya no quería verle más hasta que estuviera decente? Eso era lo más probable, santos dioses, debía causarle asco con esas heridas a plena vista. Iba a tener que pedir algunos velos para cuando saliera de la enfermería.

O, peor, ¿si quería romper el compromiso? Su corazón se apretó en terror.

Seokjin se le acercó y se sentó en el borde de la cama, y eso era casi una confirmación para Hoseok de la situación. Había enviado a su guardia más personal para que le explicara todo, era la única forma de...

―Hoseok ―dijo Seokjin―, supongo que el Príncipe te informó que Namjoon y yo quedamos a cargo de investigar lo que ocurrió en tu casa.

―¿Ah? ―los labios de Hoseok temblaron―. Sí, me lo comentó.

―Bien ―el guardia suspiró―, hemos... descubierto al grupo criminal que atentó contra tu vida, y Yoongi decidió tomar la interrogación por sus propias manos.

―¿Sus propias...? ―la confusión golpeó a Hoseok―. ¿Él...?

―Serán condenados a muerte ―explicó Seokjin―, pero no hasta que el Príncipe termine con su interrogatorio ―bajó su voz un poco―. Él está ocupado con eso, y por lo mismo no ha podido venir a verte. No pienses que no se ha aparecido porque ya no te quiere.

A Hoseok le sorprendió que Jin supiera lo que pasaba por su cabeza, casi como si lo estuviera leyendo. O, quizás, era debido a que su rostro mostraba todo lo pensaba en ese momento.

―Pero... pero quiero verlo... ―tartamudeó, afectado.

―Y vendrá a verte ―confirmó Seokjin―, pero primero, debe resolver este asunto, Hoseok. Luego, él te explicará todo.

Permaneció callado, escuchando esas palabras y tratando de convencerse de que no había nada de qué preocuparse. La mano derecha de su prometido se lo estaba aclarando, con total honestidad, así que no debía enloquecer.

Además...

Además, Seokjin tenía razón. Si ya sabían quienes le habían hecho, Yoongi debía resolver dicho asunto lo antes posible. Hoseok quería que todas las personas pagaran por lo que le habían hecho, por haber asesinado a sus padres y amigos. Esos asesinos (y la mente detrás de ellos) debían pagar con sus vidas. Si él hubiera podido... Si estuviera en sus manos...

Hoseok quería que murieran.

Sus manos apretaron las sábanas, con la repentina ira golpeando su cuerpo. Esos bastardos habían destrozado parte de su vida, provocaron la muerte de sus seres queridos y pensaron que iban a salir impunes. No, claro que no, Hoseok no iba a permitir que siguieran viviendo sus vidas de esa manera. Ellos iban a pagar, aunque fuera lo último que hiciera en su vida.

―¿Quién estuvo detrás de todo esto? ―masculló Hoseok.

Los ojos de Jin le observaron unos largos segundos en silencio.

―El Príncipe te lo explicará todo, Hoseok. Ahora, por favor, come. Luego te trasladaremos a tu habitación.

En el cuarto resonó un grito de dolor, pero Yoongi no sintió ni un poco de compasión cuando la sangre escurrió por la nariz del hombre que tenía frente a él. Era el quinto que pisaba esa habitación, ya que sus otros cuatro compañeros fueron sacados a rastras una hora antes en peores condiciones que él. Todavía faltaba mucho para arruinarlo más de lo que ya estaba.

―Entonces... ―dijo Yoongi con voz pausada―, ¿me estás diciendo que no tienes idea de la persona que te contrató? ―Su tono era tranquilo, pero quizás era eso lo que más asustaba. Su expresión se veía calmada, aunque había un aura de muerte a su alrededor―. No te creo, hijo de puta. No te creo ni una mierda ―le hizo un gesto a uno de los guardias, que agarró el cabello del hombre con brusquedad y estampó su puño nuevamente en la nariz. Otro crack resonó en la habitación junto con su grito―. ¿Y quieres saber por qué no te creo?

Silencio por parte de Nae. Ese era el apellido del hombre frente a él, y a Yoongi no le interesaba conocer su nombre, porque no le servía de nada. El apellido era suficiente.

―Porque tus otros compañeros te acusaron como el líder ―siguió hablando Yoongi, humedeciendo sus labios―. Dijeron que tú hiciste el trato y recibiste la paga, Nae. Ahora, ¿seguirás negándolo?

Otra vez silencio. Yoongi no se inmutó por la ira ni perdió los estribos, y el único gesto que le hizo a otro de los verdugos que le acompañaban, fue para que siguiera adelante con los planes ya indicados.

Una hora después, contempló tranquilamente los dedos sangrantes de Nae, que emitió un grito doloroso cuando la décima uña de sus manos fue arrancada con brutalidad. El suelo se encontraba empapado en sangre, pero Yoongi sabía que no debía preocuparse, porque con una buena limpieza aquel rastro quedaría eliminado. En ese momento, tenía mejores cosas qué resolver que la suciedad que quedaría allí.

Suspiró, caminando hacia el único lugar por donde se colaba un poco de luz natural: una ventana pequeña, con barrotes para impedir cualquier huida, en lo alto de la celda.

―Nae ―volvió a hablar, y los verdugos dejaron caer la uña al suelo―, sería ideal que empezaras a decir algo, porque pronto empezará a atardecer, y la verdad el aroma en esta celda es repulsivo ―le hizo un gesto a los guardias―. No por ustedes, muchachos, sino porque nuestro querido invitado se orinó encima y eso es jodidamente desagradable. Parece que no está a gusto con nuestros regalos ―apuntó al guardia más cercano―. Dahn, por favor, un diente.

―Como ordene, mi Señor ―respondió el aludido, y agarró con fuerza las tenazas en sus manos, mientras su compañero apretaba las mejillas de Nae para abrirle la boca.

Por la posición, Nae no podía más que gritar, aunque trató de hablar. Sin embargo, sólo salieron gorgoteos de su boca, y pronto un alarido cuando un diente fue arrancado.

―Podría estar aquí toda la noche ―continuó Yoongi―, pero si te soy sincero, yo preferiría escuchar tu confesión ahora, encerrarte e ir a la cama de mi Emperatriz ―una sonrisa sin humor―. Emperatriz que te atreviste a quemar. Otro diente, por favor.

El cuarto se llenó de nuevos aullidos de sufrimiento, hasta que se cortaron de manera repentina.

―¿Se ha desmayado? ―preguntó Yoongi―. Despiértalo, Myoh, no hemos acabado con él.

Un cubo de agua fue suficiente para sacar de la inconsciencia al pobre hombre, que gimió debido al frío. Yoongi consideró seriamente si debía ser agua hirviendo la que vertieran en él, aunque quizás eso podría acelerar su muerte.

―¿En qué estábamos? ―el Príncipe lo meditó unos segundos―. Ah, sí, tu atrevimiento.

―No... ―la voz de Nae salió a borbotones, empapada en dolor. Yoongi se quedó callado―, no... no sa-sabíamos que... que e-era su pro-prometi-tido...

Lo mismo le habían dicho los otros cuatro hombres. A ellos sólo les informaron que debían ingresar a una casa de una familia rica, provocar un incendio y asegurarse de que los integrantes de la casa murieran por el fuego. Yoongi sabía que, si les hubieran dicho que era alguien más importante, alguien relacionado con la dinastía, lo habrían pensado dos veces. O, por último, habrían cobrado más.

―Nae, mira ―su voz se volvió falsamente compasiva―, podemos hacer esto por las buenas. Me dices el nombre de la persona que te encargó esto y mañana mismo serás ejecutado en la horca. De lo contrario, si te sigues manteniendo callado, vendrá un doctor a verte en un par de horas para evitar que mueras. Y mañana repetiremos lo de hoy.

―No vimos... no vimos rostro...

―No, no, eso no me sirve ―Yoongi sabía que mentía―. Me dirás un nombre... o, al menos, me identificarás a la persona que te contrató. Si no, cuando terminemos de arrancarte los dientes, te vamos a arrancar otra cosa. Quizás tu miembro, y te lo pondremos en la boca para que te lo comas ―otra nueva sonrisa sin humor―. ¿No te parece una gran idea?

Le escuchó un sollozo, pero no había ni un poco de compasión en Yoongi. El único pensamiento en su cabeza era saber (o, mejor dicho, tener a otra persona que confirmara sus sospechas) quien fue la mente maestra de eso. Quién se atrevió a hacerle daño a la persona que más adoraba en el mundo.

A Tzuyu ya la tenía bajo custodia. Tuvo que haberla encerrado en un calabozo, rodeada de ratas como se lo merecía, pero debía ser cuidadoso con sus siguientes pasos. Tzuyu negó todas las acusaciones en su contra con ferocidad, e incluso acusó al guardia implicado de haber falsificado la carta y usar su sello sin su consentimiento.

Mi Señor, no lo hice yo, ¿cómo piensa que...?

Lo pienso, porque eres capaz de hacerlo ―dejó la carta de golpe en el escritorio luego de habérsela leído, viendo como palidecía más y más a medida que cada palabra salía de su boca―. ¿Negarás haberla escrito?

¡Claro que sí! ―barboteó Tzuyu, y gritó cuando los dos guardias que estaban dentro de la habitación la agarraron de los brazos―. ¡Mi Príncipe, por favor, escúcheme! ¡Yo jamás, jamás, atentaría contra la vida de Hoseok!

Qué mentirosa más grande. No sólo estaba la carta, sino que también una concubina decía haberla escuchado regañar a uno de sus guardias por haber fallado en su misión. Esas ya eran dos pruebas en su contra.

Sin embargo, Yoongi quería esa tercera prueba. Quería algo más que condenara a Tzuyu, en especial porque podían poner en duda las dos pruebas anteriores: ¿una carta falsificada? Podía ser. ¿Una concubina acusando a una superiora suya? No sería el primer caso. Yoongi iba a asegurarse de tener las pruebas suficientes para deshacerse de esa bastarda.

―Pri-Príncipe...

―Traigan a Ceng.

Las puertas se abrieron y otros guardias entraron arrastrando el cuerpo inconsciente del guardia que cargaba la carta consigo. Tenía también la nariz rota y la cara moreteada, y lo sostuvieron frente a Nae, que lo observó en silencio.

―¿Era o no era el hombre que te contactó, Nae? ―preguntó Yoongi, y ahora él mismo agarró el cabello del torturado, sin importarle si quedaba manchado con sangre―. Piénsalo bien antes de contestar, y si descubro que mientes... ―su otra mano fue hacia su cara y su pulgar presionó superficialmente en el ojo derecho del hombre, que jadeó―, te sacaré este ojo primero, quizás con mis manos, o quizás con un hierro hirviendo. O, tal vez, con alguna aguja. Tantas, tantas posibilidades, Nae...

Lo soltó para que contemplara mejor al infiltrado. Fueron largos segundos en los que Yoongi sólo observó el rostro de Nae, esperando ver algún indicio de mentira o confabulación.

Pasado un instante, habló con la voz entrecortada, con dificultad por los dientes sacados y la sangre en su boca.

―S-sí, Señor, era... era el hombre que me contactó...

―¿Estás seguro? ―volvió a agarrarle el cabello―. ¿No lo dices para acabar con esto, Nae?

Vio el pánico en los ojos de su prisionero.

―No, no, Príncipe... no... ―tragó saliva―. Tiene... tiene el rostro hinchado por... por los golpes, pero... pero es él. Era... Su acento era extranjero, no... no de aquí.

―Como asesino y exmercenario ―habló Yoongi―, debes conocer muchos acentos. Dime, ¿de qué reino?

―De... de Tainan, mi Se-Señor...

Eso era suficiente.

Le habló a los guardias que llevaron a Ceng para que lo retiraran, y a los que se quedaron en la celda con él, que movieran a Nae hacia otra habitación. En un par de días, serían condenados y llevados a la horca, o quizás les cortarían la cabeza para luego colgarlas en los muros. Sería una muy buena advertencia para que todos supieran que con su prometido nadie se metía.

Salió de la habitación, tranquilo y dirigiéndose primero hacia su cuarto, donde ya le esperaba la tina llena de agua caliente, como había ordenado horas antes. Necesitaba un buen baño caliente para quitarse toda la tensión de ese último día, en especial debido a que Seokjin apareció en la madrugada en su cuarto, junto con una concubina, que le entregó la carta que delataba a Tzuyu y contándole sobre la conversación que escuchó. De ahí, no pudo dormir más, pensando en la mejor forma de solucionar ese enorme problema en el que le metió la princesa.

Media hora después, mientras se vestía con ropa limpia, las puertas de su habitación fueron abiertas y su padre apareció. Yoongi lo miró a través del espejo, pensando en lo tensas que habían estado las cosas con su progenitor los últimos días.

―Emperador ―saludó, inclinando su cabeza lentamente.

―Seré breve ―dijo su padre―, me he enterado de que has encerrado y puesto bajo vigilancia a Tzuyu, ¿por qué?

Yoongi todavía no le quiso contar a su progenitor sobre la traición de la chica, ya que no sabía cómo se lo iba a tomar. Su padre era demasiado diplomático, siempre pensando en la paz y la calma. A él también le gustaba la paz, pero no a costa del sufrimiento de su amor. No a costa de Hoseok.

―Anoche, Seokjin vino a verme con una concubina, Park Bongsun ―habló Yoongi, calzándose sus zapatos―. Ella traía una carta interesante, padre ―agarró el pergamino que tenía en su escritorio, y caminó hacia el mayor, entregándoselo―. Por favor, léelo.

Así lo hizo. Jongshin estiró el papel y no tardó más de treinta segundos en leer el breve, pero evidente mensaje. Una vez lo hizo, sus ojos sorprendidos se posaron en el rostro de Yoongi, con la boca haciendo un gesto de confusión.

―¿Cómo? ―preguntó el hombre―. ¿Esto es de la princesa Tzuyu?

―Sí ―inclinó la cabeza―, prácticamente su confesión. Bongsun me dijo que escuchó a Tzuyu hablando con sus guardias y entregándole esta carta a uno de ellos.

Un breve instante de silencio, con su padre todavía tratando de procesar lo que significaba ese mensaje.

―Yoongi ―habló―, ¿estás seguro? Podría ser...

―¿Una carta falsa? ―la ironía pintó el rostro de Yoongi, con una sonrisa mordaz curvando sus labios―. Sí, también lo pensé, pero Namjoon y Seokjin capturaron al grupo de asesinos que atacaron a Hoseok, ¿y sabes qué me confesó hoy su líder? ―un gesto de desprecio―. Confirmó que el guardia que portaba la carta fue quien le contactó y que proviene del reino de nuestra querida princesa ―ya no había un rastro de humor en la cara de Yoongi―. Esa princesa que tuve que contentar por ti.

Su padre lo contempló largos segundos en silencio, sin cambiar su expresión, lo que sinceramente le sorprendió un poco. Él esperaba que sus palabras lo enfurecieran y así desatar una nueva discusión entre ellos, porque eso era además lo que quería. Pensaba que con eso soltaría toda la rabia que venía acumulando desde la madrugada.

―Fue mi error ―aceptó su padre, y eso lo sorprendió totalmente ahora, tanto que no pudo responder enseguida. Jongshin se aprovechó de eso también para seguir―, sí, fue mi error. Yo te empujé a los brazos de esa mujer, creyendo que era lo mejor para el reino... Pero ahora, me doy cuenta de que no fue lo mejor para ti.

No sabía cómo reaccionar, por lo que su silencio prosiguió largamente, tratando de encontrarle sentido a las palabras de su padre.

―El trabajo de un Emperador es duro ―prosiguió el mayor―, velar por el Imperio, pero también velar por los suyos... Puede resultar muy difícil a veces, Yoongi, y también muy confuso. A veces, nos equivocamos y es importante reconocerlo.

Apretó sus labios un breve instante.

―Tzuyu fue capaz de esto sólo por sentirse ofendida ―murmuró Yoongi―, cometer este acto de traición...

―Será enviada de regreso a su reino ―dijo Jongshin, y Yoongi sonrió sin diversión.

―Debería matarla por lo que hizo ―replicó, aunque sabía que su padre tenía razón.

―Quizás, si la enviamos de regreso, nos evitaremos una guerra ―respondió el mayor―, aunque si no es así, nos enfrentaremos a ellos ―su voz se volvió grave―. Sí, merece la muerte, porque atentó contra la Familia Imperial. Y si ganamos la guerra, tendrás su cabeza, es una promesa.

La tensión en el rostro de Yoongi se suavizó al escucharlo decir eso, porque significaba que su padre había aceptado, finalmente, a Hoseok como su prometido y futuro esposo. Eso era lo que necesitaba para quitarse un peso de encima, pues ya se había estado preparando para las nuevas discusiones con el Emperador y todo el estrés que iba a significar.

Conversó un poco más con su padre sobre lo que vendría a continuación, y pronto se dirigió hacia las habitaciones de Hoseok. A esas alturas, ya tuvo que haber sido trasladado, y lo confirmó cuando vio a Seokjin de pie en las puertas, junto con otros dos guardias.

―Yoongi ―saludó Jin―, ya era hora. Hoseok ha estado con los nervios de punta.

―Me quedaré esta noche con él, pide que traigan nuestra cena aquí ―dijo Yoongi, y le dio un abrazo―. Y tú, por favor, esta noche duerme igual. Sé que los últimos días no has descansado por mi misión ―lo estrechó con cariño―. Muchas gracias, Seokjin, por dedicarte por completo a descubrir la verdad. Eres la única persona en la que puedo confiar la seguridad de Hoseok.

―Bueno, alguien debe cuidarte el trasero ―bufó Seokjin, y Yoongi rodó los ojos.

―Ve a ver a tu prometida mejor.

―Muchas gracias, principito ―se rió Jin.

Las puertas se abrieron y le alivió ver que Hoseok no estaba solo. Yoorim, su guardia, le hacía compañía, lo que tranquilizó su corazón.

En ese momento, su prometido dormitaba. Su rostro se encontraba un poco mejor, apreció.

―Mi Señor... ―le escuchó murmurar a Yoorim para despertar a Hoseok.

―No es necesario ―se apresuró en decir Yoongi.

―Mi Príncipe ―Yoorim sonrió con algo parecido a pena―, el Consorte está desesperado por verlo. Me hizo prometer que, sí venía, lo iba a despertar.

No le quedó más remedio que aceptarlo, viendo cómo en unos pocos segundos Hoseok abría sus ojos. Cuando lo vio, se enderezó casi de golpe, como si ignorara su estado, y Yoongi no tardó en sentarse a su lado, en la cama, tomándole la mano con delicadeza.

―Yoonie ―barboteó Hoseok.

―Hoba ―le besó los dedos, cariñoso―, me han dicho que hoy no te portaste muy bien ―un gesto a Yoorim―. Déjanos a solas.

La mujer inclinó su cabeza y no tardó en salir, dándoles un momento de soledad.

―Te extrañaba ―dijo Hoseok con lástima―, me... me acostumbré a tenerte a mi lado, entonces...

―No pasa nada ―otro beso en sus dedos―, yo igual te extrañé mucho, mi Joya más preciosa ―le agarró la barbilla con delicadeza―. Hoy pasaré la noche contigo, así que no debes preocuparte de nada más.

―¿De... de verdad? ―los ojos de Hoseok se llenaron de esperanza.

―Claro que sí ―se inclinó y le besó en la boca superficialmente―. ¿Estás más cómodo aquí? ¿No fue muy duro el traslado?

―No... no ―Hoseok sacudió su cabeza. No quería decirle que todo el movimiento le dejó agotado y apenas lo volvieron a acostar, se quedó dormido casi de inmediato―. Me gusta más mi cuarto que la enfermería.

―Ya me parecía ―Yoongi se movió para recostarse en la cama, a su lado, y se acomodaron para estar juntos pero cómodos―, ahora, ¿qué tal si te leo...?

―Yoongi ―barboteó Hoseok―, Jin... Jin me dijo que ya saben quién me hizo esto. Quién mató a mis padres.

El príncipe se quedó un momento en silencio, como pensando bien en lo que iba a decir a continuación. En un inicio, no estaba del todo convencido sobre si contarle o no la verdad, pues no sabía cómo iba a reaccionar.

―Fue Tzuyu ―respondió Yoongi limpiamente, y Hoseok perdió el poco color de su cara―, una concubina del harem encontró una carta que la incriminaba y capturamos a los asesinos, que confesaron que alguien de Tainan los contactó.

―Tzuyu ―murmuró Hoseok, aturdido.

¿Se lo había esperado? Sí, no era ninguna sorpresa. Estaba en primer lugar en una lista de sospechosos. Sin embargo, oírlo también le descolocó por completo, porque quizás una parte suya esperaba que ella no se encontrara involucrada en su desgracia. ¿Cómo podía pasar por su cabeza hacer algo tan cruel? Por último, si lo hubiera hecho directamente contra él, entonces... entonces...

Pero no había sido justo que involucrara a sus padres, a su hermana, a sus amigos.

―¿La van a matar? ―susurró Hoseok, con el corazón roto―. Yoongi, ¿la van a... a matar?

Una pequeña pausa. El menor cerró sus ojos lagrimosos.

―La enviaremos de regreso a su reino y la despojaremos de todas las cosas que tiene aquí ―dijo Yoongi, y sorbió por su nariz―, y por supuesto, le quitaremos sus títulos.

―La quiero muerta ―barboteó Hoseok.

Otra nueva pausa. Probablemente Yoongi debía estar pensando bien qué decirle, sin embargo, Hoseok sólo quería escuchar su afirmación, nada más.

―Seok ―suspiró Yoongi, y percibió que le dio un nuevo agarre en su mano―, sabes que las cosas no son sencillas.

―Sí ―sollozó el menor―, porque ella es una princesa, y yo un simple pordiosero.

―Hoba...

El llanto sólo aumentó.

―Si yo lo hubiera hecho... ―hipó Hoseok―, si yo hubiera atentado contra su vida, me habrían matado sin dudarlo.

―No ―la voz de Yoongi fue ahora feroz, enmudeciéndolo―, jamás lo habría permitido, porque tú eres mejor que ella en todos los aspectos, Hoseok. En primer lugar, tú jamás lo habrías hecho ―sus suaves manos le limpiaron las lágrimas―. Sí, la dejaremos ir, mi amor, pero lo más probable es que nos declaren la guerra. Y en esa guerra, te traeré su cabeza si así lo deseas. Su cabeza, la de sus padres y la de sus hermanos.

―¿Lo prometes? ―barboteó Hoseok.

―Y la de todo su pueblo, si así lo quieres, Hoseok ―prometió Yoongi―. Incluso si quieres esclavizarla, torturarla, yo te dejaré. Te permitiré lo que tú quieras, mi amor.

―Quiero verla ―masculló el menor―, antes de que se marche, quiero verla.

Yoongi le volvió a agarrar de la barbilla para darle un beso un poco más fuerte, no algo superficial y suave, sino para hacerle saber lo mucho que lo amaba.

―La verás ―le juró Yoongi―, pero ahora, por favor, dejemos de hablar de ella. Quiero consentirte como corresponde, mi amor.

―¿Consentirme? ―se rió Hoseok, tímido―. Ya me consientes demasiado.

―Nunca es suficiente.

Yoongi no bromeaba. Cuando llegó la cena, básicamente le alimentó él mismo, con cuidado para no derramar la comida encima y llenándole para que, según él, no pasará hambre. Había quedado muy preocupado porque esos primeros días apenas podía comer cosas sólidas debido al dolor por las quemaduras en el rostro, y ahora sólo quería que comiera más y más.

―¿Cuándo podré ver a Wheein o a mi hermana? ―preguntó Hoseok más tarde, adormecido.

―Mañana mismo, si quieres ―le dijo Yoongi, cariñoso―, ahora ya estás mejor y tus heridas están sanando bien.

―Sí, yo... yo sólo quiero que no me quedé ninguna cicatriz ―barboteó el muchacho, avergonzado.

―Hoba ―murmuró Yoongi.

―Es sólo que... ―bajó los ojos, triste―, que yo sé las reglas, Yoongi, yo sé que no está permitido que una Emperatriz tenga... tenga marcas, y si queda algo visible en mi rostro...

―No me importa, Hoseok ―prometió Yoongi―, jamás me ha importado, mi vida. Eres lo más preciado que tengo y ninguna cicatriz cambiaría eso, Hoba.

Hoseok recibió un nuevo beso de su prometido, acurrucándose a su lado y abrazándolo para sostenerse esa noche.

Los siguientes días pasaron con relativa calma para Hoseok, aunque pudo notar en el ambiente esa tensión previa a la tormenta que pronto iba a desatarse. Sin embargo, trató de ignorarla para concentrarse en buscar consuelo ante su pérdida y dolor, y encontró algo de alivio cuando pudo por fin ver a Dawon. Su hermana había terminado con quemaduras menos graves ya que alcanzó a escapar de las llamas, aunque se hallaba igual de afectada que su hermano menor por haber perdido a sus progenitores.

Ambos lloraron a sus padres y la situación en la que se habían visto envueltos por culpa de una princesa celosa. Hoseok le prometió que haría pagar a los culpables.

Y fue así. Dos días después, ambos estaban en primera fila en el patio imperial, contemplando la ejecución del grupo de asesinos que habían llevado a cabo su crimen. Hoseok contempló, imperturbable, cómo perdían la cabeza de un corte limpio con la espada, sin sentir un poco de lástima o pena. Aunque fue con un velo que cubría la mitad de su rostro para tapar las marcas en su rostro, ya que no quería que hablaran sobre su aspecto o le observaran con compasión.

Allí mismo se encontró con el Emperador. Hoseok lo saludó con una inclinación, sin saber muy bien cómo reaccionar al estar frente a él, considerando la forma en que ellos discutieron antes de que se fuera donde sus padres.

―Mi Emperador ―murmuró una vez la ejecución acabó, sin mirarlo a los ojos. Yoongi, a su lado, le llevaba del brazo, y Dawon se encontraba más atrás.

―Hoseok ―la voz del hombre era suave y amable―, mi hijo me ha contado que estás mucho mejor y me alegro de verte para confirmarlo.

―Es así ―afirmó Hoseok―, el doctor imperial ha sabido tratar mis heridas.

―Estás en muy buenas manos ―Jongshin carraspeó―. Príncipe, por favor, permite que yo lleve a tu prometido. Tengo que conversar con él.

Hoseok no quería quedarse a solas con el Emperador, pero la orden había sido directa y no una sugerencia. Pudo ver a Yoongi ponerse recto a su lado, como si lo estuviera pensando, sin embargo, al ver que Jongshin no se echaría para atrás con su petición, no le quedó más que hacerlo un poco a regañadientes. Aun así, le dirigió una mirada de advertencia a su padre, y fue donde Dawon para llevarla hacia sus aposentos.

La gente que contempló la ejecución comenzó a dispersarse. El verdugo junto con otros dos soldados empezaron a retirar las cabezas y cuerpos, mientras una persona limpiaba el patíbulo manchado con sangre. Hoseok sabía que dichas cabezas serían colgadas en los muros del palacio, y no sentía ni un poco de pena por eso. Era lo que esos bastardos se merecían.

El Emperador cruzó su brazo con el del muchacho, haciéndolo caminar junto a él. Hoseok tenía un poco de miedo sobre lo que podía oír, pensando el peor escenario: que el Emperador le obligara a romper el compromiso con Yoongi por el hecho de que su cara estaba quemada. Porque su cuerpo podría quedar con marcas.

Las ampollas habían desaparecido por completo de su piel, sin embargo, todavía no sanaba totalmente. Sus heridas seguían muy enrojecidas, y si bien podía cubrir las de sus brazos y piernas, las de la cara eran las que más le pesaban. Evitaba mirarse mucho a los espejos por lo mismo, ya que a veces no se soportaba.

―He escuchado que mi hijo te cuida día y noche ―comentó de pronto Jongshin, llevándolo hacia el jardín principal.

―Sí ―admitió Hoseok―, pero no descuida sus deberes ―se apresuró en decir, queriendo evitar cualquier malinterpretación―, me canso rápido así que dormito mucho, y él lo aprovecha para cumplir con sus tareas, mi Señor.

―¿Oh? ―escuchó su risa, pero el menor no quiso mirarlo―. No te lo estoy reprochando, Hoseok. Me parece... dulce que mi hijo se dedique a ti con tanto ahínco. Es entrañable.

Él no se esperaba esas palabras, pero gracias al velo, pudo ocultar su expresión de sorpresa. Además del hecho, claro está, de que tenía los ojos bajos y no se atrevía a levantar la vista.

―Hoseok ―continuó Jongshin―, sé que estás temeroso por lo que ha pasado últimamente y lo que te hicieron te afectó profundo. Este atentado no tuvo que ocurrir, y en parte, ocurrió por mi culpa.

―Emperador, usted no...

―Fue mi idea enviarte con tus padres y no contemplé que Tzuyu fuera tan celosa. O, mejor dicho, tan desquiciada ―dijo el hombre, impasible―. Tuve que haberlo previsto, o incluso mandarte con más hombres. Cometí un gran error y espero que puedas perdonarme por esto. Tu lugar es al lado de mi hijo, no lejos de él.

Esas palabras hicieron que, recién, alzara la cabeza, sus ojos cubiertos de desconcierto por lo que acababa de oír. La expresión del Emperador era afectuosa.

―Sé que tuvimos nuestros problemas, Hoseok ―reconoció Jongshin―, y fui duro contigo. Es... Es difícil ser un Emperador, y mucho más ser uno bueno. En mis hombros tengo una pesada carga que es dejar este gran Imperio en manos de un heredero competente, y la historia ha demostrado varias veces que grandes reinos pueden caer debido a gobernantes inútiles. Para muchos sabios y concejeros, el amor puede volver débil incluso al más duro de los hombres.

Hoseok escuchó todo eso en calmado silencio, observando los ojos cálidos de Jongshin sobre él y entendiendo las palabras que le estaba dando. Sabía que todo eso se lo estaba diciendo por un motivo importante, y debía prestar atención a todo ello.

―Cuando vi lo enamorado que estaba Yoongi de ti, no pude evitar asustarme. Si bien yo quise mucho a Hyekyo, no puedo decir que la amaba con locura. La respetaba y quería, y ella también lo hacía ―le dio un suave apretón en su brazo―. Nosotros no nos casamos por amor, Hoseok, y eso es algo que tienes claro. Los Emperadores no tenemos tiempo para eso, y el amor puede convertirse en un peligro. Me asusté mucho más al ver lo débil que es Yoongi al tratarse de ti.

―No es debilidad, mi Emperador ―habló Hoseok, agarrando valor de a poco―, el amor no nos hace débiles.

―Claro que sí lo hace ―replicó Jongshin―, en las manos incorrectas, lo hace. Al escogerte a ti, tensionó nuestras relaciones con otros reinos, y eso podía provocar una guerra. El que más me preocupaba es Tainan, y por lo mismo, le aconsejé que lo mejor fuese tomar a la princesa como segunda concubina. Darle un título importante para que así ella calmara las aguas con su reino.

Él no quería pensar mucho en eso, en que Yoongi pasó una noche con Tzuyu y la subió de categoría sólo por su posición. En lo mucho que lloró esa noche, en la humillación que sintió, y no importaba si Yoongi dijera que no lo disfrutó. Él se acostó con ella por el simple hecho de ser una princesa.

―Y me molesté mucho más, por supuesto, cuando tú te enfadaste con mi hijo por sus decisiones ―continuó el Emperador―. Tal vez no habría sido tanto si Yoongi hubiera ignorado tu rencor, pero él estaba realmente afectado y herido por tu comportamiento, lo que me confirmó que mi hijo estaba locamente enamorado de ti. Empecé a temer que este amor lo llevara a su propia perdición.

―Jamás haría algo que afectara a Yoongi ―se defendió Hoseok.

―¿Es así? ―Jongshin sonrió con algo de ironía―. ¿Y si Tzuyu hubiera sido una princesa aún más importante, Hoseok? Si seguimos expandiéndonos, por ejemplo, pronto tocaremos las fronteras del Imperio Catay. ¿Estallaría una guerra si nos convertimos en vecinos? ¿O lo mejor sería buscar una alianza política que nos beneficie? Mis informantes me han dicho que el Emperador tiene una hija preciosa y que no se ha casado. Si nos propusieran ese matrimonio, ¿Yoongi no debería considerarlo a pesar del amor que siente por ti? Dime, Hoseok, ¿qué harías tú? ―el Emperador le acarició la mano―. Yoongi es el Imperio, Hoseok, y el Imperio es Yoongi. En él recae su seguridad y grandeza.

―Si ese fuera el caso... ―murmuró Hoseok―, yo me haría a un lado. Si eso pusiera en riesgo el Imperio, lo haría.

―¿Y Yoongi lo haría?

―Yoongi tomaría la mejor decisión para su Imperio ―la voz del muchacho fue firme―. Sí, es joven y quizás un poco inexperto, pero él ama a su pueblo y no los haría sufrir si pudiera evitarlo. Confío en él y no dudo de que va a tomar la decisión correcta.

Silencio le siguió a sus palabras. Jongshin no dejaba de observarlo, con cierta expresión indescifrable en los ojos que no sabía cómo interpretar. ¿Algo bueno, quizás? ¿O avecinaba una tragedia para él?

―Me alegro de que confíes tanto en mi hijo, Hoseok ―dijo el Emperador―, y espero que no te equivoques ―volvió a caminar, de regreso hacia el interior del palacio―. De cualquier forma, he tomado una decisión respecto a ti.

Mordió su labio inferior, con el miedo apretando la boca de su estómago.

―¿Conoces al maestro Gwon?

Volvió a mirarlo de golpe, sin entender bien el motivo de su pregunta. Sin embargo, ante el silencio del Emperador, no tuvo más que contestarla.

―He escuchado de él ―dijo Hoseok―, Yoongi me ha dicho que es quien le educó cuando más joven, y ahora educa al príncipe Euijin.

―Claro ―concedió el Emperador―, es el erudito más grande que conozco. Maneja cinco idiomas y se instruyó desde matemáticas hasta historia. Es un hombre viejo, pero todavía tiene las fuerzas suficientes para seguir enseñando. Su especialidad, sin embargo, es la política.

―¿Mi Emperador?

―Desde mañana, será el encargado de instruirte en todo lo necesario para que seas una buena Emperatriz, Hoseok ―continuó hablando Jongshin, con voz firme―. Será tu profesor personal, por supuesto, cuando no esté ocupado con Euijin.

―Pero... Emperador...

―Y espero, por supuesto, que prestes atención a sus enseñanzas ―prosiguió el Emperador―. Porque pronto pasarás a ser un miembro de la Familia Imperial, y no sólo eso, sino que serás también la mano derecha de mi hijo cuando asuma como Emperador.

Las palabras del hombre lo enmudecieron y se sintió incapaz de decir algo, porque jamás pensó oír esas palabras del hombre. O, incluso, que quisiera instruirlo y educarlo en lo necesario para convertirlo en lo que se esperaba de él. En darle la oportunidad para enseñarle y prepararlo para ser una Emperatriz digna de Yoongi.

Las ganas de llorar le inundaron, pero pestañeó repetidas veces para no volverse un desastre. Escuchar las palabras del Emperador sacudieron su corazón, y más que eso, le hicieron sentir bienvenido y querido otra vez en el palacio. Luego de tanta tragedia, se sintió como un abrazo amoroso y paternal, de esos que más necesitaba ahora que sus padres ya no estaban.

―Gracias, mi Emperador ―barboteó Hoseok, con la garganta apretada.

―Mi muchacho ―suspiró el hombre, amable―, no hay nada qué agradecer. Sólo espero sepas disculpar la mala actitud de este viejo gruñón.

―Lo perdono, mi Emperador ―dijo Hoseok de todo corazón.

Con eso, el joven se relajó por completo y se dejó llevar por los pasillos del palacio, aunque se percató que estaban adentrándose por uno al que fue pocas veces. Era por donde quedaban las habitaciones de las princesas, pero no le tomó mucha importancia ya que el Emperador simplemente le platicó de algunas cosas.

Al menos, hasta que se detuvo ante una puerta custodiada por cuatro guardias.

―Yoongi me habló de que deseabas ver a la princesa de Tainan ―dijo de pronto Jongshin―. Está aquí, al otro lado de la puerta, recluida y sin posibilidad de salir hasta que tengamos una respuesta de su padre. La siguiente semana deberíamos recibir alguna, y Tzuyu se marchará de este lugar.

Irse sin pagar el crimen que cometió. Hoseok sintió sus manos apretarse en puños.

―¿Estás seguro de que quieres verla? ―consultó el Emperador.

―Sí ―masculló entre dientes.

―Entonces puedes hacerlo ―les hizo un gesto a los guardias―, siempre y cuando no la asesines, Hoseok. Eso nos metería en muchos problemas.

―No ―prometió Hoseok, serio―. Eso no es digno de una Emperatriz ―alzó su cabeza, feroz―, ¿no es así, mi Emperador?

Jongshin inclinó su cabeza en un gesto de asentimiento, y las puertas se abrieron. Hoseok tomó aire profundamente antes de entrar.

A pesar de hallarse en el ala de las habitaciones imperiales, el cuarto era bastante pequeño y poco iluminado. Poseía sólo dos ventanas en lo alto de la pared, no demasiado grandes, y una puerta que supuso debía ser el baño. Una cama se encontraba contra una esquina, y no tardó en ver a Tzuyu sentada en unos cojines, al lado de la mesa, con una sirvienta que le ayudaba a comer. Enseguida supo por qué necesitaba la ayuda: sus manos se encontraban esposadas.

―Déjanos a solas ―le ordenó Hoseok a la mujer, que se apresuró en obedecer, inclinándose ante él y saliendo.

Cuando las puertas se cerraron, le siguió un tenso silencio en el lugar. Tzuyu le observaba desde su lugar, sin moverse y con una expresión de piedra, mientras que él le devolvía la mirada, impasible.

Finalmente, quien rompió el silencio fue Hoseok.

―¿No me invitarás a sentarme, princesa Tzuyu?

La muchacha hizo un extraño gesto en su rostro, como si no supiera bien cómo reaccionar. Finalmente, una sonrisa burlona curvó los labios de esa bonita cara, a pesar de que sus ojos brillaban con ira.

―Futura Emperatriz ―habló, pero su voz estaba cubierta de burla―, muchas gracias por honrarme con su presencia, pero no tuvo que haberse molestado. Fue muy valiente salir de su escondite a pesar de las heridas en su piel.

Apretó sus manos en puños, pero se quedó allí, de pie.

―Quería verte una vez más, Tzuyu ―le dijo―, antes de que te manden con tu familia, con la vergüenza y la desgracia detrás de ti. Y, por supuesto, con una guerra que provocaste.

―Fue tu culpa ―espetó ella―, sólo tu culpa, de nadie más. Si hubieras sido sensato, jamás habrías aspirado tan lejos y conocerías tu lugar.

―¿Mi lugar? ―escupió, despectivo―. Tú deberías haber sido la sensata, en lugar de actuar como una serpiente venenosa.

―Actué como debía ser ―replicó Tzuyu―. Un campesino jamás será superior a una princesa.

―Pues lo es ―Hoseok ladeó su cabeza―, ¿o lo seguirás negando, Tzuyu? Tu intento de asesinato sólo quedó en eso, en un intento, porque sigo vivo y dispuesto a casarme con el príncipe.

Tzuyu podía sentir la rabia corriendo por sus venas al escuchar las palabras de que ese simple sirviente le dirigía, como si no se encontrara en presencia de una princesa. Hablándole con total descaro, mirándola a los ojos y riéndose de ella...

Cuando se enteró de que se encontraba fuera de todo peligro de muerte, fue como si todo a su alrededor se derrumbara. La posibilidad de casarse con el príncipe se esfumó en menos de un segundo, y comprendió enseguida que la habían descubierto, por eso la encerraron en esa habitación. Tzuyu pensó que la condenarían a muerte y esa idea la hizo suplicar por su vida cuando el príncipe apareció dos días después.

Debería matarte ―le había dicho el hombre con la voz helada y grave, mirándola con odio―, hacer que te corten la cabeza y colgarla en las murallas, mientras alimento a los perros con tu cuerpo.

Mi Príncipe, tenga compasión, por favor ―sollozó, arrodillada.

¿Compasión? ¿La misma compasión que sentiste tú cuando mandaste a matar a mi prometido? ―el Príncipe se oía mucho más enfurecido―. ¿De esa compasión me hablas, princesa?

Yo... por favor...

El príncipe calló unos largos segundos, observándola como si no mereciera siquiera una mirada suya. Tzuyu sintió odio ante esos ojos, pero trató de no demostrarlo porque, a pesar de todo, quería vivir.

Te devolveré con tus padres ―gruñó el mayor finalmente―, a pesar de que no te lo mereces ni un poco, Tzuyu.

Mi... Mi Se-Señor, gracias, mil gracias...

Y más te vale calmar a tu padre ―prosiguió Yoongi, inclinándose y agarrándola de las mejillas. Se las apretó sin un poco de contemplación, provocando que la muchacha soltara un gemido de dolor―, le convencerás de no ir a una guerra contra nosotros, ¿está claro? Porque si nos la declara, te prometo que no dudaré ni un poco en matarte y traer tu cabeza para entregársela a Hoseok.

Ella comenzó a sollozar ante la cruel amenaza, pero Yoongi no se veía culpable, y la soltó antes de retirarse sin dirigirle otra mirada. Desde ese día, además, ordenó que le ataran las manos para evitar cualquier posible escape, y sólo soltárselas cuando fuera necesario que comiera.

Cuanta humillación, tratándola como una delincuente cuando sólo hizo lo correcto.

―Podrás vestir toda la seda que quieras ―espetó Tzuyu, despectiva y colérica―, portar las joyas más hermosas y casarte con un príncipe, pero nada de eso quita lo que realmente eres, Hoseok: un pordiosero sucio y repulsivo.

Hoseok recibió el insulto sin inmutarse, porque ya se lo esperaba por parte de ella. La muchacha lo único que podía hacer era eso ahora que había fracasado en su intento de asesinato.

―Y aun así, gracias a este pordiosero enloqueciste y te convertiste en una asesina ―los ojos de Hoseok se estrecharon―. Una lástima, Tzuyu. No sólo eso, gracias a tus acciones, estás a punto de provocar una guerra.

―¡Que estalle una guerra! ―escupió ella―. ¡Si ganamos, te convertiré en lo que siempre fuiste: un asqueroso esclavo! ―alzó la cabeza, orgullosa―. No eres más que eso, un esclavo que se revuelca en el barro.

―Yoongi me prometió tu cabeza ―Hoseok dio unos pasos hacia ella, pero Tzuyu se puso de pie―, y la de tus padres. Se merecen la muerte luego de haber matado a los míos.

―Como si fuera una gran pérdida ―se burló Tzuyu―, eran simples campesinos que se hacían pasar por nobles, ¡ojalá te hubieras quemado como ellos se quemaron!

No, eso no iba a permitírselo. Hoseok era capaz de recibir esos insultos sin inmutarse, pero la memoria de sus padres, eso no iba a manchárselo. Eso no tenía perdón de los dioses.

Sin medir su fuerza ni controlarse un poco, le dio una bofetada en el rostro que la derribó al suelo. Le pegó con el reverso de su mano, sin importarle el dolor que estalló en su propio cuerpo por el movimiento brusco. Eso era lo de menos, se dio cuenta, cuando fue hacia ella, que gimoteaba en el piso, y se subió encima de su pecho.

―¡Víbora! ―le gritó, y levantó su mano otra vez, dándole una nueva bofetada en la otra mejilla―. ¡Serpiente maliciosa, te mereces la muerte!

Cerró su mano derecha en un puño y le dio ahora un golpe. Tzuyu ahora gritó por el dolor cuando el puñetazo cayó en su ojo, pero Hoseok no sintió ni un poco de compasión. Con su otra mano también le dio un nuevo puñetazo en la nariz, y tuvo que haberle hecho daño, porque el rojo pintó el rostro de la muchacha.

Sin embargo, eso no lo calmó.

―¡Estás llena de veneno! ―siguió gritando Hoseok, enfurecido y sólo pensando en sus padres, en sus amigos, que murieron por culpa de ella. No dejaba de golpearla con cada nueva palabra―. ¡La única repugnante aquí eres tú, maldita bastarda!

Azotó su cabeza contra el suelo antes de que los guardias tuvieron que alejarla de ella, que entraron debido a los gritos del propio chico. Le agarraron de los brazos, deteniendo los puñetazos que quería seguir dándole, y observó el rostro ensangrentado de Tzuyu que, entre los golpes, quedó inconsciente. Sangre salía de su nariz y boca.

Ambos guardias lo pusieron de pie y lo separaron, tratando de llevarlo de las manos para no hacerle daño a sus heridas. La sirvienta que se encontraba antes volvió a entrar, con una mirada de espanto, pero a Hoseok realmente no le importaba. Ojalá haberle roto la nariz, haberla dejado ciega de un ojo, haberle provocado una herida en la cabeza, pensó enceguecido por el odio, así ese bonito rostro quedaba arruinado para siempre.

El Emperador le esperaba fuera. Hoseok contempló sus manos: los nudillos se encontraban enrojecidos y con restos de sangre.

―Tal vez no fue una buena idea ―comentó el hombre, con una expresión indescifrable. Hoseok ni siquiera abrió la boca para pedir perdón, porque no lo sentía―. Llévenlo a su habitación, creo que es momento de descansar, Hoseok.

Hizo una pequeña inclinación y los guardias le soltaron, así que Hoseok se apresuró en ir a su cuarto, agotado por el largo día y tratando de calmar esa ira que le provocó esa mujer. Él no pensaba descontrolarse de esa manera, pero las palabras que dijo Tzuyu, hablar de sus padres tan a la ligera, no arrepentirse de lo que hizo... Le sacó por completo de quicio.

Yoorim abrió los ojos con fuerza cuando llegó a las puertas de su habitación, observándole los nudillos ensangrentados.

―¡Mi Señor! ―exclamó ella.

―No es mi sangre ―escupió Hoseok, con los dientes apretados, y abrieron las puertas.

Se quedó quieto en el umbral, observando a Dawon, su hermana, sentada en su cama y esperándole con una expresión desoladora.

―Hermano ―dijo ella, entristecida, y Hoseok fue hacia ella para abrazarla, con la ira transformándose en dolor y llanto.

―Noona ―sollozó, y Dawon lo abrazó con ternura―, lo siento, noona, lo siento tanto...

―No es tu culpa ―consoló ella, y también estaba llorando―, no es tu culpa, mi lindo Hoseokie...

El muchacho buscó consuelo en esas palabras, porque al fin y al cabo, eso era lo que más le pesaba en el fondo de su corazón: el hecho de que sus padres hubieran muerto por su culpa. 

la vdd la decisión de no matar a Tzuyu ahora me la pensé mucho, pero al final lo decidí debido a la trama. En los siguientes capítulos lo entenderán, jejeje

AUNQUE SI GOCÉ LA PALIZA K LE DIO HOBI, AJAJAJAJAJA

¡gracias por leer!

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