24.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff.

Hoseok se arrodilló en el suelo, acomodando las flores cuidadosamente sobre la delgada capa de nieve y frente a la roca de mármol enterrada en el suelo, con una breve inscripción para identificar quienes yacían allí abajo. Contempló por largos segundos el nombre de sus padres, parpadeando para espantar las lágrimas, y sintió la suave caricia de Dawon en su hombro.

―Será mejor que volvamos, Seok ―dijo su hermana―, volverá a nevar pronto.

―Sí, está bien ―dijo, sorbiendo por su nariz y siendo ayudado por ella para enderezarse―. Gracias por querer acompañarme, noona.

―No iba a dejarte solo ―dijo ella, cruzando ambos brazos―. Además, no me gusta quedarme sin tu compañía en el palacio. Es muy grande y... y a veces siento que desentono.

―Lo siento ―se disculpó él mientras caminaban hacia el carruaje. Detrás le seguían sus tres damas junto con sus guardias personales―, no he tenido mucho tiempo para ti. Entre mis lecciones, mis asuntos y el harem te he descuidado un poco.

No sólo eso. El poco tiempo que le quedaba libre lo ocupaba en estar con Yoongi, que como él, estaba cubierto de tareas y reuniones. Los preparativos de la guerra eran más pesados cada día y llenaban de tensión el palacio cuando, dos días atrás, llegó la declaración de hostilidades por parte del reino de Tainan.

―No les ha hecho gracia el estado en que llegó Tzuyu ―le admitió Yoongi esa misma noche, en la comida―, pero no ha sido sólo eso, por supuesto. La princesa se encargó de escupir su veneno para influenciar en su padre.

―¿Cuándo van a partir? ―preguntó Hoseok, fingiendo una tranquilidad que no sentía.

Yoongi se tomó su tiempo para responder.

―Dentro de doce días. Nuestros ejércitos están casi listos y nuestros planes trazados.

Hoseok asintió con la cabeza. No quería seguir pensando en la guerra y sus consecuencias, así que se arrodilló y deslizó la bata fuera de su cuerpo, quedando desnudo ante su Emperador. Yoongi lo tomó dos veces antes de caer dormido a su lado.

Se subieron al carruaje en silencio y cuando se asomó por la cortina, mirando hacia el exterior, se dio cuenta de que comenzó a nevar otra vez. Junto con la llegada de la declaración de guerra, también la nieve hizo su aparición. Eran nevadas suaves y que apenas cubrían el suelo por completo, pero el frío ya se estaba adentrando en el palacio y no sólo por el tiempo.

―No es una buena temporada para la guerra ―comentó Dawon de pronto, soltando la cortina pues también se había asomado―, pero para la primavera queda mucho todavía, cerca de tres lunas.

―Tienes razón. Los inviernos pueden ser muy duros y más en el mar ―hizo una pequeña pausa―, pero no sólo se juega mi honor o el de Tzuyu, sino también el del Imperio. Amenazar a Tainan, declararles la guerra de manera indirecta y luego no hacer nada, nos haría ver como un Imperio débil ―hizo un leve mohín―. Además, se han avistado barcos de Tainan moviéndose hacia el norte, cerca de Yamato. Al parecer, planean bloquearnos con la isla para impedir nuestro comercio con esa zona. Eso volvería el invierno más difícil.

Dawon le escuchó en silencio, con una clara expresión de sorpresa en sus ojos. Hoseok divagó un poco más en sus pensamientos antes de darse cuenta de la manera en que le miraba.

―¿Qué?

―¿Desde cuándo te has vuelto un experto en la guerra? ―exclamó su hermana mayor, sacudiendo su cabeza.

No pudo sino sonreír ante esas palabras, algo orgulloso de sí mismo. Las lecciones con el maestro Gwon estaban dando sus frutos, eso era evidente, y es que Hoseok ponía todo su empeño para estudiar con el erudito. Incluso podía calificar de sus enseñanzas como agradables y divertidas, ya que el hombre no le trataba como un tonto ignorante, tomándose su tiempo para ayudarlo en sus dudas y explicarle todo con detalles.

―Quiero ser una gran Emperatriz ―contestó.

―Lo serás ―ella se movió en el carruaje, sentándose a su lado―. Nunca te lo dije, Hobi, pero cuando te marchaste de casa, tuve mucho miedo por ti. Estaba tan asustada, hermano. Y nuestros padres también lo estaban.

Hoseok mordió su labio inferior al escuchar esas palabras. No le provocaban sorpresa o disgusto, porque él también lo estuvo: ese día, mientras estaba en el carruaje que le dirigía al palacio, lloró amargamente. A pesar de la gran oportunidad que se le estaba dando, el miedo lo inundó por completo y le sacudía las entrañas.

―Eras... Mejor dicho, eres tan joven ―Dawon hizo un pequeño mohín― y tan inocente y dulce también. No han pasado ni doce lunas, pero ese chico ya no existe más. Todas las cosas que pasaron te obligaron a madurar, y eso me duele.

Él lo sabía, lo tenía más que claro. Se vio forzado a crecer antes de tiempo, a asumir responsabilidad que, en cualquier otra familia, quizás no habrían existido. Llegó al harem con diecisiete años, en un par de lunas cumpliría los dieciocho, sin embargo, ya no sería ese muchacho ingenuo que fue desde que estaba en ese lugar.

―Pienso muchas veces si no debí aceptar venir al harem ―le confesó Hoseok, aprovechando el momento de intimidad con su hermana―, me habría ahorrado muchos dolores, muchas cicatrices. Eso pienso al inicio ―una sonrisa resignada―. Aunque luego me doy cuenta de que no habría sido así, noona. Si me hubiera negado a venir aquí, a permanecer con ustedes, nuestras vidas seguirían siendo una miseria. Seguiríamos viviendo en esa choza descuidada y fría, y visto obligados a aceptar cualquier trabajo mal pagado para subsistir. Al menos ―dolor en su garganta―, pude hacer que mis padres vivieran bien sus últimos días de vida. Al menos ellos conocieron el lujo y la buena alimentación, y no pasaron hambre ni frío. Es mi consuelo, noona.

―Y el mío también ―sollozó ella, y Hoseok la abrazó.

Mientras ella lloraba, el menor sólo pensó en que esa misma noche hablaría con Yoongi para buscar un hombre con el que casar a su hermana mayor. Un buen hombre, uno que la tratara bien y la quisiera, y en especial, la mantuviera fuera del palacio y todas sus intrigas. Como el único familiar vivo que le quedaba, quería asegurarle una vida tranquila y libre de preocupaciones.

Llegaron al palacio para la hora del almuerzo, encaminándose hacia el pabellón imperial, donde las princesas Yeji y Gyuri les esperaban. Ellas habían aceptado muy bien la presencia de su hermana, integrándola a la familia real a pesar de todo, y solían comer juntas en varias ocasiones.

Sonrió con más fuerza cuando vio, junto a las princesas, a Jisoo y Joohyun. La primera se había casado hacía poco menos de quince días, por lo que todavía estaba en el período de luna de miel. Fue una ceremonia muy bonita, tranquila e, incluso, un poco sobria.

―Hablamos con nuestras familias y decidimos no gastar demasiado ―les dijo Jisoo unos días atrás―, con una guerra tan cerca, es mejor ahorrar el dinero.

―Lo si...

―¡No es tu culpa, mi Emperatriz! ―exclamó Jisoo con rapidez―. Una guerra es lo menos que se merece el Imperio de Tainan luego de haber atentado contra ti. Mi padre se enfureció como no te imaginas cuando se enteró de tu ataque.

Aquello lo sorprendió un montón, considerando que, según lo que le contó Yoongi, Kim Sooyang, el General del Ejército y padre de Jisoo, fue uno de los detractores de su compromiso con el Príncipe Heredero.

―Mi padre pudo no haber estado de acuerdo con lo suyo ―le explicó Jisoo al notar su mirada―, pero él será siempre leal a la Familia Imperial. Y tú ya formas parte de ellos, Hoseok, y mi padre tiene la misión de protegerte.

Lo conmovió en lo profundo de su corazón, dándole un abrazo a Jisoo con el alma cálida de saber que, al menos, ya se le consideraba como parte del Imperio.

Luego de la boda habían visto poco a Jisoo, pero los últimos días se trasladó a vivir al Palacio por petición de Seokjin.

―Soy guardia juramentado del Príncipe, mi Emperatriz ―le dijo Jin―, y mi deber es ir con él a la guerra. Por lo mismo, prefiero que mi esposa se quedé aquí, con su compañía...

―No me trates con tanto título y lejanía, por favor ―solicitó Hoseok.

Aquello hizo que el guardia se riera con humor.

―Como diga, mi Emperatriz ―se rió―. Deseo que Jisoo esté protegida y bajo tu cuidado, Hoseok ―una sonrisa sarcástica―. Planeo dejarla embarazada antes de partir, así que deberás cuidarla con mucho ahínco.

―¡No te aproveches de mi bondad! ―bufó Hoseok, aunque no pudo aguantarlo y soltó un par de risas.

Con la presencia de Jisoo y Joohyun (que se casaría en dos días más), Hoseok pudo sentir que estaba recuperando un poco de alegría. El dolor de la muerte de sus padres nunca se iría, pero él sabía que ellos no querrían que se hundiera en el sufrimiento.

―Futura Emperatriz ―saludó Joohyun―. Señorita Dawon.

―¿Ajustando los últimos detalles antes de la boda? ―preguntó Hoseok, acomodándose en los cojines junto a la mesa.

La siguiente hora conversaron largamente sobre la boda y la fiesta que se haría después. Al tratarse de la primogénita del Sumo Sacerdote, el evento sería un poco más lujoso y más largo, con más platos para el banquete y danzas.

―Las concubinas van a presentar un baile ―comentó Hoseok―. La matrona Hwang las está preparando.

―Me habría gustado que bailaras con ellas, Hoseok ―dijo Joohyun.

―Yo sólo le bailo a mi Príncipe ―contestó el muchacho. Ellas se rieron, pero Hoseok lo decía muy en serio.

―Pensé que adelantarían la boda de ustedes ―dijo de pronto Yeji―, antes de que mi hermano se marchara a la guerra.

―Se lo sugerí a Yoongi ―admitió Hoseok―, pero me ha dicho que prefiere hacerlo cuando regrese. Así, nos casaremos luego de que ganemos en la guerra. Eso le traerá más alegría al pueblo.

Escuchó sus ruidos de afirmación ante lo que decía, aunque una parte de él seguía pensando en eso. No quería sonar paranoico o pesimista, sin embargo, no podía evitar sentir algo de miedo por los posibles resultados de la guerra. Sí, eran un Imperio grande y fuerte, pero la guerra era peligrosa y, muchas veces, con consecuencias imprevistas. Los hombres morían con facilidad. Si a Yoongi le llegaba a pasar algo y no tenía heredero alguno, el trono pasaría a Euijin, su hermano menor, que todavía no tenía la edad mínima para gobernar en caso de que también le ocurriera algo al Emperador. Hoseok ni siquiera tendría voz y voto entonces, porque no estaba casado con Yoongi ni tampoco tuvo a un hijo de él. Aquello le preocupaba demasiado.

No había querido expresar dichas preocupaciones con Yoongi, pues sabía que sería darle otra carga más a su prometido. Suficiente tenía con todas las reuniones y tareas que ya poseía diariamente.

La conversación giró a otros asuntos, por lo que Hoseok trató de relajarse y espantar sus pensamientos.

Luego del té, el muchacho se puso de pie. Tenía una última actividad antes de ir con el maestro Gwon, así que se despidió de sus amigas, su hermana y la princesa, para después salir con paso lento. Bongsun se apresuró a caminar a su lado.

―¿Cómo han estado las actividades en el harem? ―preguntó.

―Con los ensayos de la matrona se ha calmado un poco la situación ―le dijo la muchacha―. Pocas conversaciones en su contra, mi Emperatriz.

―¿Cómo se ha portado Sojung?

―Como una víbora ―contó Bongsun―. Ahora que Tzuyu se marchó, está aspirando a convertirse en Concubina Imperial ―una pequeña pausa―. Según he podido investigar, quiere pedirle una audiencia al Príncipe Heredero antes de que se marchen a la guerra.

La noticia no le sorprendió, por el contrario, era lo que se estaba esperando. Sojung era princesa también, de un reino menor, pero una fuerza importante a considerar. Hoseok sería cuidadoso con sus pasos, analizando bien el rol que podía interpretar la muchacha. No la iba a subestimar como hizo con Tzuyu.

―De seguro le ofrecerá una alianza ―divagó Hoseok―, el apoyo de su pueblo en esta guerra a cambio de convertirla en Concubina Imperial. Sería un movimiento inteligente.

―¿Quiere que le eche un ojo, mi Emperatriz?

―Por supuesto, Bongsun ―le sonrió―. La información nunca está de más ―la muchacha le hizo una inclinación―. Minji, ven.

La pequeña dama relevó a Bongsun, yendo a su lado. Era una adorable muchachita, delgada y bajita, que de seguro se convertiría en una belleza dentro de unos años más.

―El Príncipe Heredero debe estar entrenando, así que quiero que le vayas y le des un mensaje de mi parte.

―¿Cuál sería, mi Emperatriz?

―Que le espero para la cena en mis aposentos ―una pequeña pausa―. Luego, debes ir donde los sastres y recoger mi pedido. Luego de mis lecciones con el maestro Gwon iré a limpiarme y perfumarme para recibir a mi Príncipe, así que te harás cargo de esto, ¿puedes hacerlo?

―¡Claro, mi Emperatriz! ―dijo ella, haciéndole una pequeña reverencia antes de marcharse apresuradamente.

―Es entusiasta, mi Emperatriz ―comentó Wheein―, aunque un poco tímida.

―Está aprendiendo ―Hoseok sonrió con cariño―. Wheein, necesito que vayas con el médico imperial y le pidas más té de ñame. Dile que estos días tomaré más infusiones, así que necesitaré el té diario.

―Por supuesto, mi Emperatriz.

Los últimos días había ido con el médico para hablarle sobre la necesidad de aumentar las posibilidades de un embarazo en él. Puede que Jin hubiera arrojado su comentario como una broma respecto a Jisoo, pero él se lo tomó muy en serio para consigo mismo. Iba a quedar en cinta esos días, sí o sí, si es que ya no lo estaba. Un embarazo afianzaría su posición en el palacio y, además, le daría un motivo más a Yoongi para regresar. Así que Hoseok haría de todo para que la semilla de su prometido diera frutos en su vientre.

No tardó en llegar al pabellón del concubinato, adentrándose en los pasillos y dirigiéndose hacia el salón donde debían estar practicando su presentación para la boda de Joohyun con Namjoon. Los últimos días no estuvo marcando suficiente presencia allí por sus otras tareas, pero sabía que no debía desaparecerse por mucho tiempo o eso daría paso a que empezaran a hablar en su contra. Es decir, él sabía que ya lo hacían, pero una cosa era que lo susurraran, y otra que lo hicieran abiertamente, como si él no fuera capaz de castigarlas.

Llegó cuando estaban en mitad de la práctica. Se quedó mirando de lejos, sin sorprenderse de ver que Sojung bailaría en un momento a solas. Se preguntó si ella logró eso por sus propios méritos o sobornó a la matrona.

De cualquier forma, contempló todo el baile en silencio, y sólo cuando acabó, lo anunciaron. Todas las concubinas, incluso Sojung, se giraron e inclinaron ante su presencia. Con la expulsión de Sora y Tzuyu parecía haber quedado claro quien poseía el poder en ese lugar, y claramente, no eran ellas.

―Es un gran baile ―felicitó, entrando al salón―, está listo para la boda, ¿cierto, matrona?

―Así es, mi Emperatriz ―dijo apresuradamente la mujer, sonriéndole amistosamente―, aunque si tiene una sugerencia.

―Oh, no ―se rió―. Sólo quería ver que todo estuviera en orden. Si sale bien, pediré que también bailen en mi matrimonio dentro de unos meses.

―Sería un gran honor, Emperatriz ―se apresuraron en decir la mayoría de las concubinas, fingiendo sonrisas amistosas. Hoseok no le creyó a ninguna de ellas, aunque se quedó viendo largamente a Sojung, que había permanecido en silencio.

―Iré a beber un té al pabellón del jardín, por si quieren hacerme compañía ―dijo, a pesar de que fue mitad sugerencia y mitad orden―. Podrán decirme las peticiones que tengan para empezar a gestionarlas. Si les hace falta un nuevo vestido o dinero, estaré para que me lo digan ―continuó mirando a Sojung, que evitaba su vista―. También me gustaría conversar con algunas de ustedes.

Escuchó sus murmullos afirmativos, girándose para salir de allí. Escuchó unas instrucciones más de la matrona antes de despedirlas, porque la mujer entendió con claridad que no habría más ensayos ese día.

Los sirvientes arreglaron el pabellón del jardín, instalando algunas sillas, barriendo y sacudiendo la nieve, y llevando un delicioso té floral. Con las primeras nevadas el jardín poseía un aspecto muy bonito y casi etéreo, y no quiso imaginarse cómo sería en los siguientes días. La nieve aumentaría, por lo que de seguro sería difícil caminar fuera, además de que Hoseok debía tener especial consideración para no resfriarse. Si pretendía estar en cinta ese invierno, su deber era cuidarse con ahínco.

Varias concubinas salieron y se sentaron a su alrededor. Las peticiones no se hicieron esperar: más mantas para las camas por las heladas nocturnas, nuevos vestidos para la temporada o porque los que poseían se encontraban desgastados, y en algunos casos, joyas. Eso último lo escuchó más atentamente.

―Se rompió mi collar que el Príncipe Heredero nos entregó en las festividades pasadas ―alegó una de las concubinas, Park Nora.

―Necesitaré nuevos aretes que combinen con los nuevos vestidos ―añadió otra, So Jieun.

―Mi padre me ha dicho que los joyeros están haciendo nuevos anillos con modelos de Occidente, sería bonito tener unos así ―se apresuró en decir una tercera, Kim Seobhyu.

―¿Joyas por moda? ―cuestionó Hoseok, observando a las concubinas―. ¿Joyas porque no cuidaron de las suyas? La ropa es necesaria junto con las mantas, además de cortinas más gruesas, pero las joyas son un gasto extra por ahora.

―Emperatriz ―empezaron los quejidos, y él ladeó la cabeza.

―Nos encontramos a punto de entrar en una guerra, ¿y ustedes pensando en eso? ―exclamó, y eso las calló―. Ni siquiera yo he hecho un nuevo pedido de joyas.

―Porque usted ya tiene muchas ―replicó Hwang Woorim.

Las palabras lo enfurecieron, pero trató de no dar paso a la ira y el enojo.

―Si gusta, concubina Hwang ―dijo fríamente―, puede acompañarme a mis aposentos y escoger cualquiera de las joyas que tengo allí para usted.

La muchacha tuvo la decencia de sonrojarse y murmuró una disculpa.

―Mandaré a la modista mañana para que tome sus medidas ―continuó, helado como la nueva nevada que comenzó minutos atrás―, pero nada de joyas. Si requieren nuevas, entonces deben comprárselas por sus propios medios. Cuando la guerra acabe, entonces podrán hacerme una petición nueva para conseguir sus alhajas.

Su tono fue lo suficientemente cortante para que no insistieran y decidieran acatar esa orden. Las despidió, aunque le hizo un gesto a Sojung para que se acercara a ella. A regañadientes ella lo hizo.

―¿Té de rosas? ―ofreció, observando a las concubinas marcharse―. Wheein prepara un exquisito té, Sojung.

―Sería un placer, futura Emperatriz ―aceptó, y Hoseok no pasó por alto las palabras que usó. No era una pulla directa, pero todavía sin aceptar su boda por completo.

Wheein le sirvió té con calma, volviendo a su posición minutos después. Hoseok se tomó su tiempo para volver a retomar la conversación, meditando bien sus acciones.

―Tzuyu y tú fueron buenas amigas ―dijo, y contempló como el bonito rostro de Sojung se deformaba en disgusto―. Y también fuiste amiga mía hasta que los ojos de mi futuro esposo se posaron en mí.

―Peleas infantiles ―contestó Sojung―, ahora, he madurado. Tzuyu cometió un error imperdonable y el castigo recibido se lo merece.

Poco probable tú cambio, pensó Hoseok sin humor, cuando celebraste mi ataque sin vergüenza alguna.

Pero no lo dijo, sabiendo que ella lo negaría sin contemplación.

―Vengo a ofrecerte una tregua y un trato ―volvió a hablar, llamando su atención―. Sé que siempre me tendrás cólera y envidia por haberme casado con el Príncipe Heredero, y no te molestes en negarlo, porque no sirve de nada. Sin embargo, sé también que te encuentras en una posición compleja y debes velar por tu reino ―una pequeña pausa―. Los dos sabemos bien que, en una guerra, tu reino no tiene posibilidad alguna, por lo mismo, no cometerás los mismos errores que Tzuyu.

El enojo pintaba la cara de Sojung, pero también el orgullo y cierta pena. Era claro que ella había pensado en todo eso, por lo mismo, decidió mantener una actitud menos agresiva en comparación a su antigua compañera.

―Me interesa que tu padre apoye a nuestro Imperio en esta guerra ―prosiguió, impasible―, y si lo hace, a cambio, hablaré con mi prometido para que te convierta en Concubina Imperial.

Sojung lo observó largamente, ahora con una expresión recelosa, con toda probabilidad sospechando de sus intenciones. No le extrañó, al fin y al cabo, era un hecho evidente cómo reaccionó Hoseok cuando Yoongi hizo lo mismo con Tzuyu.

―¿Y usted qué ganará, futura Emperatriz? ―preguntó Sojung, sospechosa.

Hoseok sonrió.

―Tranquilidad momentánea, por supuesto, de que tu pueblo no nos ataque sorpresivamente ―no bajó la vista―. Me preocupa más mi pueblo que nuestra rivalidad, Sojung.

Una pequeña mentira. Pero Hoseok necesitaba tener a Sojung más cerca que lejos de él.

Además, él iba a permitir eso, aunque no otras cosas. Un título era eso, un nombre, y no significaba nada más. Él sabía que Yoongi no disolvería el harem por ahora, no con esa guerra encima y la necesidad del apoyo de sus hombres y aliados, aliados que tenían a sus hijas en el concubinato. Si lo disolvía, sería considerado un desaire y podían traicionarlo. Así que Hoseok dejaría sus celos, porque mientras Yoongi se acostara con él y nadie más, entonces no debía preocuparse de otra cosa.

Y eso Sojung no iba a saberlo. Que se contentara con ese título, porque no tendría nada más de Yoongi, Hoseok se aseguraría de eso.

―¿Cómo se qué cumplirá eso? ―preguntó Sojung, todavía insegura.

―Hoy vas a solicitar una audiencia con el Príncipe Heredero y mañana lo verás ―Hoseok bebió de su té―. Le vas a decir que los hombres de tu reino se unirán al ejército y él, en recompensa, te nombrará Concubina Imperial ―borró su sonrisa―. Claro, si es lo que deseas. Tal vez quieres seguir siendo una concubina y yo me estoy precipitando, Sojung.

―¡No! ―la expresión de ella se alteró―. No, futura Emperatriz. Yo... ―lo pensó con rapidez, sabiendo que la oferta de Hoseok no sería eterna―. Acepto su propuesta, Emperatriz Jung. Me parece... Me parece una buena forma de afianzar mi alianza entre mi reino y el Imperio.

―Me alegro mucho, Sojung ―volvió a sonreírse―. ¿Pastelitos?

Se quedó un momento más con ella, platicándole de tonterías superficiales para pasar el tiempo, y luego de media hora, también la despidió. Contempló un momento la nieve caer.

―Qué día más largo ―comentó, a nadie en particular.

―Necesita relajarse ―dijo Wheein, ordenándole a los sirvientes que empezara a retirar sus cosas―. Su té de ñame ya está listo, mi Emperatriz. Sírvaselo caliente, por favor.

―Gracias, Wheein.

Bebió con tranquilidad y, una vez acabó, decidió retirarse e ir a prepararse para recibir a Yoongi. Minji hizo un gran esfuerzo con su misión, teniéndole la tina con agua caliente y sales minerales para relajarle los músculos. La muchachita incluso se ofreció a destensarle los hombros, y una vez estuvo limpio, le aplicó aceites corporales que dejaron su piel suave y con un dulce olor a vainilla.

Unos días atrás mandó a que las costureras le hicieran ropa de cama de seda y para el Príncipe Heredero. Entendieron muy bien sus discretas palabras, encontrándose con un precioso conjunto de color rojo y con brocados de oro, que se pegaba a su cuerpo y dejaba poco a la imaginación. Se colgó unos aretes largos de plata a sus orejas, maquillándose cuidadosamente para resaltar los rasgos de su cara.

Cuando estuvo listo, envuelto en su bata, las puertas se abrieron y Yoongi entró. La cena fue servida minutos atrás.

Yoongi venía con aspecto cansado, pálido y con ojeras. Hoseok sabía que no estaba durmiendo bien, así que se puso de pie.

―Mi Emperador ―saludó, sonriendo con encanto―, le doy dos opciones: comer la cena ahora, o comerme a mí primero ―y soltó la bata, deslizándola por su cuerpo.

El cansancio desapareció del rostro de Yoongi.

Yoongi lo recostó en la cama entre besos, comiéndole la boca tan furiosa y apasionadamente que Hoseok perdió la noción del tiempo. Las manos en su cintura no tardaron en deslizarse hacia abajo, quitándole las bragas (o, mejor dicho, rompiéndoselas. Santos dioses, el menor escuchó el ruido de la costura al ser destrozada) y dejándolo desnudo, excepto por el collar de oro con esmeraldas que rodeaba su cuello.

―Te prohíbo vestirte así frente a mí ―le gruñó Yoongi, observándole con ojos oscurecidos―. Te prohíbo vestirte frente a mí, mejor dicho. Te quiero siempre desnudo y abierto para mí, sólo cubierto de joyas, mi bebé.

―Qué ambicioso, mi Señor ―gimió Hoseok, pero obedeció y le abrió las piernas, feliz.

Hoseok creía que nunca se acostumbraría a recibir su longitud en él. Grande, endurecido y húmedo, cada vez que entraba en su carne se sentía como llegar al cielo y estar en el paraíso. A pesar del cansancio y agotamiento, Yoongi no le descuidaba en la cama y los últimos días, quizás sabiendo que se aproximaba su separación, sólo se volvía más y más lascivo.

Por lo mismo, premiando su atención, luego del primer orgasmo Hoseok decidió tomarlo con la boca, sin importarle si había estado antes en su culo. Las manos de Yoongi en su cabello lo acariciaron y dirigieron las estocadas, y Hoseok recibió toda su semilla en su boca, dejando que se derramara incluso en su rostro.

―Mi Joya más preciosa ―murmuró Yoongi, contemplándole con el rostro enrojecido.

―A comer ―dijo Hoseok, enderezándose y sintiendo el esperma derramado en su trasero filtrándose―, luego podrás repetirlo. Te quiero en mí otras dos veces más antes de que te vayas a dormir.

―Me estás chupando el alma ―suspiró Yoongi, agarrando la bata para vestirlo, pero Hoseok la rechazó.

―Como incentivo, me quedaré desnudo para ti en toda la cena ―dijo, soltando una risa atrevida, y Yoongi emitió un gruñido excitado.

La cena duró menos de lo esperado, quizás por la incitación de Hoseok, que tampoco quiso irse a bañar para quitarse la suciedad. Pronto, Yoongi lo tomó dos veces más, pero no se movió de su interior luego de liberar su esperma por última vez. Hoseok se lo impidió, cruzando sus piernas en la espalda del mayor.

―Cosita golosa ―jadeó Yoongi, sobre él y con el cabello sudoroso―, cosita diabólica.

―Mmmm ―Hoseok murmuró, risueño―, quiero tanto que me hagas un bebé, Yoongi ―lo abrazó por el cuello―. Tómame mañana, antes de irte. No importa si estoy dormido, despiértame con tu polla dentro de mí.

―Dioses, Hoseok, ¿cómo puedes ser tan caliente? ―la boca de Yoongi comenzó a besarle el cuello―. Putita golosa y cachonda.

Aquellas palabras no lo ofendieron, por el contrario, sólo lo excitaron.

―Me gusta ser tu puta, mi Emperador ―provocó, gimiendo por los besos salivosos―. Moriría por tener tu polla dentro de mí siempre, no importa si otros me ven. Úsame como a la más sucia de las putas, Yoongi.

Eso lo endureció de nuevo, pudo sentirlo. Se rió y gimió juguetonamente, antes de que las caderas de Yoongi comenzaran a embestirlo otra vez, arruinando cualquier pensamiento coherente de su cabeza.

―No puedo más ―masculló Yoongi, con voz ahogada y luego del último orgasmo―, me has ordeñado, Hoseok.

―Eso es lo que quería ―se rió Hoseok, antes de acariciarle el cabello―. Ahora, ¿Sojung ha solicitado una audiencia contigo hoy?

Yoongi emitió un gruñido afirmativo. El menor se enderezó.

―La he dejado para mañana. No quiero lidiar...

―Escúchame ―Yoongi calló y Hoseok le agarró de la barbilla―, ella te ofrecerá el apoyo de su reino para la guerra. Lo vas a aceptar, ¿entendido?

―Por lo que veo, has estado planeando algunas cosas ―comentó el mayor, tranquilo―. ¿A cambio de qué me lo ofrecerá? No, déjame adivinarlo ―el príncipe ni siquiera lo pensó tres segundos―. Que le dé el puesto de Tzuyu.

―Qué inteligente eres, mi Príncipe ―Hoseok lo besó―. Se lo darás con una sonrisa en la cara.

―Hoseok ―la impaciencia apareció en el rostro de Yoongi―, sabes que ese puesto implica...

―Pasa la noche con ella ―la tranquilidad se filtró en su voz―. Invítala a cenar, emborráchala o dale algo para dormir. Hazle creer que estuvieron juntos, así se quedará tranquila ―otro beso―. Mientras ella duerme, ven aquí y te montaré. Dejaré que me folles como si fuera tu perra.

―Hope.

Su voz se volvió miel.

―¿No sabes eso? Lo mucho que me calienta que me trates como una sucia perra.

―No tengo fuerzas para follarte ahora, así que para ―gruñó Yoongi, con verdadero sufrimiento en su voz.

Hoseok se compadeció de él, sabiendo que hablaba en serio. Además, él también estaba lleno de su semilla, con su vientre ligeramente hinchado.

―Tómala como Concubina Imperial ―prosiguió Hoseok―, mantenla contenta ahora, la necesito contenta. Luego, cuando la guerra acabe, dé a luz a tu heredero y nos casemos, podrás disolver el concubinato y deshacerte de ella.

Yoongi suspiró, revolviéndole el cabello con cariño. Hoseok tenía una expresión tan astuta, tan atrevida, que el mayor no pudo menos que admirar esa naciente determinación que inundaba a su prometido.

―¿Estás seguro? ―preguntó Yoongi―. No quiero que luego te enfades conmigo.

―Seguro ―prometió, antes de poner una sonrisita zalamera―. ¿Enfadarme? ¿No has dicho que me veo caliente cuando estoy enfadado?

―Me iré a dormir a mi cuarto como sigas provocándome así ―amenazó Yoongi, aunque no había una verdadera intención de cumplirlo en su voz.

Hoseok se rió, abrazándolo y jurándole que iba a detenerse. Al menos, por esa noche.

La partida a la guerra llegó antes de lo que hubiera querido Hoseok, pero trató de prepararse lo mejor posible para mostrar una imagen de fortaleza y decisión.

La armadura del Príncipe Heredero era del hierro más puro y fuerte, limpio y brillante a la luz del sol, que ese día salió finalmente luego de días nublados. Hoseok le ayudó tranquilamente a colocársela, comenzando con un gambesón ligero que le cubría los brazos, el pecho y llegaba hasta las rodillas. Le ajustó los cinturones y le dio un suave beso en la boca antes de seguir con la cota de malla, con brillantes placas metálicas que tintineaban al moverse.

―Te harás daño ―le dijo Yoongi cuando la vio agarrarla―. Deja...

―Estaré bien ―prometió Hoseok―, es lo menos que puedo hacer por mi futuro marido.

Yoongi lo detuvo antes de que le ayudara a colocarse la cota de malla.

―Cuando vuelva ―le dijo―, nos casaremos, Hoseok. Tendrás la boda más esplendida porque es lo que te mereces. Te convertirás en mi Emperatriz, lo prometo.

Sus palabras lograron enviar una ola de calma a su corazón, acelerado por los nervios y la ansiedad de ese día.

―Lo sé ―Hoseok le sonrió―. Debes volver a mí, ¿me has entendido? O no tendré más remedio que casarme con Euijin.

Yoongi soltó un bufido, dejando que Hoseok deslizara la cota de malla por su cuerpo. El gambesón ayudaba a que las puntas de las placas metálicas no le dañaran la piel.

Finalmente, a pesar del peso, levantó la armadura lamelar del Príncipe que le iba a proteger en todas las batallas. Las piezas rectangulares se encontraban enlazadas ajustadamente para no permitir que las armas las cruzaran, y en los bordes había puntas, también de hierro, para ofrecer una ayuda pequeña en las batallas cuerpo a cuerpo. Como el gambesón, la armadura llegaba hasta las rodillas para protegerle lo más posible sin incomodar. Prosiguió a acomodarle las hombreras y coderas, y el cinturón de su jikdo, su espada personal que Hoseok le vio usar varias veces en sus entrenamientos. No sólo eso: dentro de sus otras armas, llevaría su gungdo, su arco coreano compuesto, que también manejaba con experto conocimiento. Lo usaba cuando iban de caza, siempre capturando conejos o ciervos, y ofreciéndoselos para hacerle algún abrigo de piel.

Yoongi se calzó sus botas, ya listo para ir. Hoseok tomó aire antes de tomar aire, y el príncipe le acarició su rostro con cariño.

―No debes preocuparte de nada ―le dijo, seguro―. En unas lunas estaré de regreso. Y Yeji quedará como regente este tiempo, ella cuidará de ti.

Era común que, ante la ausencia del Emperador y su Heredero, el segundo heredero quedara como regente. Pero Euijin todavía no contaba con la edad mínima para asumir una regencia, ya que tenía diez años, mientras que Jongin, su hijo con otra concubina, poseía seis. Por lo tanto, el Emperador estimó conveniente que Yeji se hiciera cargo del reino ese tiempo. Hoseok escuchó que algunos concejeros sugirieron al Sumo Sacerdote como regente ya que era medio hermano del Emperador, pero fue desestimado por su cargo y al hecho de que todos sabían que podía facilitar un golpe de Estado. Si bien el hombre nunca dio señales de traicionar a su familia, era mejor evitar cualquier incitación.

Yeji fue educada para gobernar, a pesar de ser la cuarta aspirante al trono. Su principal misión sería mantener el imperio estable y evitar una posible crisis económica debido a la condición de guerra externa.

―Lo sé ―Hoseok trató de sonreír―, pero no quita la pena de tu partida.

―Te escribiré cartas ―agregó Yoongi―, y espero que tú también me escribas. Una vez asentemos el primer campamento, te informaré de cómo está todo ―le agarró las manos y las apretó―. Si todo sale bien, no estaré fuera más de tres o cuatro lunas.

Debería regresar para el inicio de la primavera, calculó Hoseok, y nunca se le hizo tan lejana esa estación del año.

La puerta fue tocada en el cuarto, sobresaltándolos, y Seokjin apareció, también con su armadura.

―Mi Príncipe, futura Emperatriz ―inclinó la cabeza―. Los caballos están listos para partir. El Emperador también se encuentra preparado.

No les quedó más remedio que asentir y salir de la habitación, con Yoongi agarrando su casco. Hoseok se preguntó cómo podría dormir esa noche, y las siguientes, sin la compañía de su prometido.

El palacio se encontraba en tenso silencio, con pocos sirvientes caminando a través de los pasillos. Lo más probable es que todos se estuvieran despidiendo de los hombres y mujeres que partirían a la guerra. Yoongi le había comentado, noches atrás, que el total del ejército lo componían más de cincuenta mil soldados, entre los pertenecientes al Imperio y a los reinos aliados. Sólo tres días atrás habían llegado los soldados del reino de Sojung, una guarnición de cinco mil hombres.

Caminaron hacia el pabellón principal. Hoseok se encontró con Jisoo, Joohyun y otras damas de alta alcurnia despidiendo a sus maridos y al Emperador. Namjoon estaba, como se esperaba, al lado del hombre mayor, acomodándole a Joohyun una horquilla de plata en sus cabellos antes de besarle en la frente.

También se encontraba allí Sojung, pero a Hoseok no le extrañó que quisiera ir. Con su nuevo título de Concubina Imperial tenía el derecho de ir a despedir al Príncipe Heredero, y ella parecía muy feliz con hacerlo valer. El menor no se puso celoso ante dicha acción, sabiendo que era mejor mantenerla feliz para que no diera problemas. Incluso permitió que se acercara a Yoongi, mientras él se dirigía al Emperador.

―Mi Emperador ―saludó Hoseok, arrodillándose ante el hombre, que a pesar de la edad, se veía glorioso en su armadura, mucho más exquisita que la de Yoongi. Ya llevaba, sobre su cabeza, el casco de hierro que terminaba en punta―. Los dioses lo bendigan, a usted, a su hijo y al ejército, y los traigan de regreso a casa.

―Así será, Hoseok ―el Emperador sonrió mientras Gyuri, que le abrazaba, sollozaba―. Pero mientras, te pido que cuides de mi pequeña princesa y del príncipe Euijin. Además, también mis otros hijos serán trasladados al pabellón imperial ―apuntó hacia más atrás, donde unas criadas se encontraban con otros tres niños: Jongin, Dahyun y Sooyoung. Jongin estaba de pie, pero los otros dos, todavía niños pequeños, estaban en brazos de las mujeres―. Te pido, por favor, que los cuides a ellos también ―una expresión seria―. Sus madres, por supuesto, no se quedarán con ellos.

Entendió el mensaje implícito en dichas palabras. Había que mantener un ojo sobre ellos para evitar alguna rebelión. A pesar de que Jongin era un niño, su madre podía aspirar a que fuera declarado Príncipe Heredero si algo salía mal. Lo mismo ocurría con las niñas.

―Cuidaré de ellos como si fueran propios ―juró Hoseok, levantándose de su lugar.

―Es momento de partir, mi Emperador ―dijo Namjoon una vez Joohyun se alejó.

Hoseok se volteó hacia Yoongi, observando que Sojung retrocedió a su lugar. Su prometido lo observó con tranquilidad.

―Cuídate ―le dijo el príncipe, inclinándose a darle un pequeño beso en la boca―. Extráñame. Te tengo en mi corazón, Hoseok, no dudes de eso.

―Prométeme otra vez que vas a volver ―respondió Hoseok, y su voz tembló.

―Te lo prometo ―Yoongi sonrió―. Claro que volveré a ti, mi Joya más preciosa.

La garganta del chico se cerró y tuvo que parpadear repetidas veces para no romper en llanto desconsolado. Su corazón se estrujó en dolor, sin embargo, logró controlarse para no hacer una escena desagradable. Debía mostrar fortaleza, no debilidad.

Soltó las manos de Yoongi. Casi de inmediato, Gyuri corrió a abrazarlo, y como ella era más pequeña se le permitió llorar en sus brazos.

Observó a Yoongi subir a su caballo con elegancia y costumbre. Agarró las riendas del animal, haciéndolo relinchar, e inclino su cabeza hacia él. El Emperador hizo lo mismo hacia Yeji, y pronto golpearon a los caballos en sus costados, haciéndolos correr hacia las puertas de las murallas del palacio seguidos de su comitiva. El ruido del galopar resonó en el silencioso lugar, y pronto ambas figuras desaparecieron en la lejanía y multitud.

Hoseok soltó el aire que estuvo conteniendo. Volvió a tragar saliva para no estallar en sollozos.

Yeji, calma, se volteó hacia la multitud de personas que fueron a la despedida.

―Es mejor que volvamos al interior ―dijo ella, y a pesar de que era una sugerencia, todos obedecieron―, y continuemos con nuestras tareas como si fuera un día normal ―ella se adelantó y cruzó su brazo con el de Hoseok―. Antes de darnos cuenta, ellos estarán de regreso.

Hoseok asintió, sin voz para poder apoyarla por la dificultad para contener las lágrimas. Fue peor cuando se dio cuenta de que no le había dicho a Yoongi que lo amaba una última vez.

Sacudió su cabeza, espantando sus pensamientos fatalistas. No, no iba a preocuparse de esas tonterías ahora. Yoongi regresaría, eso era seguro, y él le iba a esperar con el corazón abierto, listo para abrazarlo y besarlo, y nunca volver a tenerlo lejos de él.

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro