25.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff.

si les llegó una primera notificación y no pudieron leerlo, PERDÓN XDDDDDD no lo había terminado de editar y me equivoqué de botón DHBSFHSAB

La primera carta la recibió trece días después, cuando el paisaje se llenó de nieve y las temperaturas bajaron. Hoseok estaba en el templo, rezando, cuando Dongho apareció y se quedó en la entrada principal, esperándole con calma.

El chico no lo notó al inicio. Inclinado contra el pedestal principal donde las estatuas de los dioses fundadores fueron instaladas años atrás. El Gran Padre, Sang-je, y la Gran Madre, Dalnim, tenían sus rostros cubiertos por una tela para evitar ser observados a los ojos, ya que eso se encontraba prohibido para todos, a excepción del Emperador. Hoseok entró al templo horas atrás, encendiendo las velas del altar junto con el incienso y entregando una ofrenda, y se arrodilló para rezar y pedir por Yoongi y su padre.

―Padre, por favor ―le susurró mil veces―, que Yoongi vuelva, que regrese a mí. Madre, te lo ruego, dame valor y haz que la semilla de mi príncipe dé frutos en mí.

Cuando sintió que fue suficiente para él, se puso de pie e hizo un leve mohín por el dolor en sus piernas. Había pedido entrar solo al templo y no fue interrumpido en ningún momento. Cambió las velas, sin importarle que esa fuera una tarea de los sacerdotes, e hizo un último rezo antes de inclinarse frente a las figuras cubiertas.

El templo imperial era una enorme construcción que se encontraba en unas laderas fuera del palacio. Para llegar había que subir una escalera de granito, con treinta y tres escalones, pues dicho número se consideraban que eran los pasos para la iluminación. El arco y puerta principal, conocida como Chahamun, era magnífico y se encontraba bien cuidado, con un largo de cien yardas aproximadamente. Poseía otros dos pabellones: Anyangmun y Beomyeongnu, a los que podían acceder las personas para rezar y pedir a los dioses; y tres salones: Birojeon, donde sólo los sacerdote y monjes podían entrar ya que ahí se rezaba todo el día a los dioses; Daeungjeon, conocido como el salón de la Gran Iluminación y el templo principal, al cual la familia imperial podía acceder y rezar (allí se encontraba Hoseok en ese momento); y Geungnakjeon, donde los sacerdotes y monjes estudiaban y vivían. Los tres salones se encontraban construidos en madera y piedra junto con un techo de tejas, elevados en piedra y a los que también había que acceder subiendo una escalera. Además, en el patio principal se encontraban dos pagodas: Dabotap y Seokgatap, hechas en piedra y frente al salón Daeungjeon. A esas sólo podía acceder el Sumo Sacerdote.

Por lo mismo, no le sorprendió encontrárselo cuando salió del salón Daeungjeon. Hoseok no bajó la vista cuando sus ojos chocaron con el hombre, que acababa de limpiar la nieve de los leones de piedra que estaban esculpidos con pasión en la pagoda Dabotap.

―Emperatriz ―saludó el hombre, inclinándose―. Me avisaron tarde que vino a visitar el templo y no quise interrumpir sus rezos. Si gusta, ¿quisiera pasar a mi estudio a beber una taza de té?

Hoseok buscó algún rastro de maldad en los ojos del Sumo Sacerdote. No podía evitarlo, y es que todavía no olvidaba los azotes que recibió cuando se le acusó falsamente de robarle a una de las princesas.

Sin embargo, sabía que sería de mala educación rechazar su invitación. El hombre, a pesar de todo, ostentaba un cargo de poder y si se iba a casar con Yoongi, se convertiría en parte de su familia. Lo que menos deseaba era que hubiera rencillas directas con él.

―Una taza de té me vendría bien por el frío ―comentó, tratando de relajar sus hombros tensos y esbozar una sonrisa.

―Acompáñeme, han encendido en ondol en mi estudio y el té ya ha sido ordenado. No queremos que nuestra Emperatriz se enferme en este invierno.

No sabía si lo dijo como broma o como ironía. Trató de no tomarle importancia y siguió al Sumo Sacerdote hacia el interior del salón Geungnakjeon. En el camino se encontraron con algunos monjes y otros sacerdotes, con todos deteniéndose para inclinarse ante Hoseok. Finalmente llegaron al estudio y habitación del Sumo Sacerdote, y el muchacho suspiró con algo de alivio cuando se dio cuenta del té ya servido.

―¿Mucho mejor? ―preguntó Bae Hyunsung al escucharlo.

―Claro ―Hoseok sonrió―. Gracias por la invitación, Sumo Sacerdote. No debía molestarse.

―Se convertirá en la Emperatriz dentro de poco ―Hyungsung le indicó que se sentara en los cojines alrededor de la mesa, y no tardó en obedecer. El suelo estaba tibio gracias al ondol―, y nos convertiremos en familia, ¿no es así? Uno debe ser amable con la familia.

Hoseok mantuvo la sonrisa, observando a Hyungsung servirle el té en su taza. El chico decidió tomarse ese té lo más rápido que pudo para huir pronto de allí sin parecer grosero.

El Sumo Sacerdote se parecía al Emperador en los ojos y el color del cabello, notó al mirarlo con más atención. Era más alto y delgado, mientras que su barba era más larga y con más canas si lo comparaba con su medio hermano. Hoseok nunca indagó demasiado, pero se preguntaba cómo había sido crecer siendo la segunda opción. De seguro le llenó de amargura en su juventud.

―Así es ―aceptó, y tomó la taza con té, soplando para enfriarlo un poco―. Es un bonito templo, Sumo Sacerdote. ¿Cuánto tiempo lleva en el cargo?

―Más de veinte primaveras ―Hyungsung también bebió de su té―. Obtuve el cargo una primavera antes de que Joohyun naciera.

―Es un gran cargo ―alabó él―. Ha hecho un gran trabajo como Sumo Sacerdote y como padre. Joohyun es encantadora y una gran mujer.

―Hice mi mejor esfuerzo ―el Sumo Sacerdote sonrió―, al fin y al cabo, esperaba verla algún día convertida en Emperatriz.

No le sorprendió que quisiera sacar ese tema a la palestra ni se sintió disgustado con sus palabras. Él podía imaginarse un poco la decepción que tuvo que haber sido que todos sus esfuerzos fueran en vano.

Hizo tiempo para contestar bebiendo de su té.

―A veces soñamos demasiado alto ―dijo con falsa dulzura―, pero eso no quita que ella no haya cumplido con sus expectativas.

―Oh, claro que no ―Hyungsung soltó una risa―. Casada con la mano derecha del Emperador... Sigue siendo un gran cargo. Espero verla pronto embarazada, ya que deseo ser abuelo también ―le hizo un gesto a Hoseok―. Disculpe mi impertinencia, Emperatriz, pero ¿no hay buenas noticias todavía?

La sonrisa en el rostro de Hoseok se tensó y trató de no borrarla o poner alguna expresión de desagrado por sus palabras. Lo más probable es que buscaba herirlo con ese tema, pero él no le daría ese poder.

―Dentro de unos días el médico vendrá a verme ―contestó Hoseok, tratando de verse despreocupado.

El médico oficial del palacio partió a la guerra junto con el Emperador, ya que era considerado el hombre ideal para cuidar de él en caso de alguna herida o enfermedad. Por lo mismo, quedó a cargo otro médico que había llegado unos días atrás. Hoseok todavía no lo conocía, pero había escuchado buenos comentarios de él.

―Esperemos que los dioses ya lo hayan bendecido ―dijo el Sumo Sacerdote―, más en estos días. La guerra siempre trae dolor para la gente del pueblo, pero un embarazo los alegrará ―bebió de su té―. He escuchado también que ha ordenado la construcción de un refugio para los más necesitados. Qué piadoso es, Emperatriz, una cualidad siempre ha destacar.

―Ha estado bien informado de mis movimientos ―Hoseok también tomo un poco más de té. Quedaba casi un cuarto―. El pueblo es lo más importante del Imperio, Sumo Sacerdote. Con la autorización de la princesa Yeji, me he encargado personalmente de la construcción de un hogar para quienes lo necesiten en este invierno. Mañana lo visitaré, pues me han informado que ya está casi terminado y van a inaugurarlo ―le observó un segundo―. Puede acompañarme, si lo desea.

―Enviaré a un monje ―le dijo Hyungsung―, mañana vamos a rezar por el regreso de nuestro Emperador y Príncipe Heredero.

―Mmmhn ―murmuró Hoseok, terminando de beber el té de golpe―. Muchas gracias por la invitación, Sumo Sacerdote, pero ya es momento de regresar al palacio. Espero no haberle quitado mucho tiempo.

Hyungsung se puso de pie cuando Hoseok lo hizo, en clara señal de que le acompañaría hasta la salida. Era lo correcto, el chico lo sabía, pero hubiera preferido que lo dejara marcharse solo.

―Tiempo es lo que más tenemos ―comentó el hombre, y Hoseok lo miró―. No se preocupe, Emperatriz, le iré a dejar con sus sirvientes ―Hyungsung caminó junto a él, abriéndole la puerta. Al salir, Hoseok hizo un mohín por el frío que le rodeó, observando cómo se puso a nevar otra vez―. Este invierno se ve largo.

―Será largo ―afirmó Hoseok―, y me preocupa lo mucho que sufrirá el pueblo. Sé que no es tarea suya, pero... ―trató de sonreírle―, enviaré un donativo a distintos orfanatos del Imperio, y me gustaría preguntarle si le gustaría ser parte de ello. Las princesas ya me han donado y el príncipe Euijin me prometió su donación. Me preocupan los niños.

―Le enviaré una donación en representación del Templo ―le dijo el Sumo Sacerdote― y una personal de mi parte, Emperatriz, no se preocupe. Mientras ante llegue a los orfanatos, mejor para los niños ―una inclinación de su cabeza―. Me alegro de verlo tan preocupado.

―Siempre me preocuparé de mi gente ―comentó casualmente―, al fin y al cabo, yo vengo de los más necesitados y sé lo que es sufrir en el invierno.

Lo recordaba con mucho dolor, no sólo por lo que sufría en esas épocas, sino porque sus padres siempre aparecían en esas memorias. Si bien pasó frío y hambre muchas veces, sus progenitores trataron en todo momento de disminuirles el sufrimiento. Dawon y él comían primero y eran envueltos en las delgadas mantas para tratar de hacerle frente al frío. Incluso sus padres juntaban paja para hacerles una colcha y que los hermanos durmieran juntos con el fin de acumular más calor entre los dos.

Se forzó a no pensar demasiado en eso o le darían ganas de llorar. Y no iba a llorar frente a ese hombre.

―No puedo imaginarme lo duro que fue, Emperatriz ―dijo Hyungsung―. Pero me satisface ver que, por lo menos, ahora está bien gracias a la bendición de los dioses.

Si fuera por ti, pensó Hoseok sin poder evitarlo, todavía estaría allí. O, peor, estaría muerto.

Sin embargo, se obligó a continuar con la sonrisa, como si hubiera recibido un gran halago.

―Soy feliz ―contestó―. Mi Príncipe me ha hecho muy feliz.

Para su fortuna, llegaron hacia el arco principal, donde ya le esperaban sus tres doncellas y sus guardias. Le recibieron con una inclinación, y Hoseok miró hacia el Sumo Sacerdote.

―Muchas gracias por el té y la invitación ―dijo con educación―. Volveré dentro de unos días para dejar otra ofrenda, Sumo Sacerdote.

―Le esperaremos entonces, Emperatriz ―el hombre se inclinó―. Siempre será un gusto tenerlo aquí.

Hoseok se dio vuelta y borró la sonrisa de su rostro, apresurándose en caminar por el arco y bajar las escaleras. Wheein se le acercó con una sombrilla para cubrir sus cabellos y que la nieve no le cayera encima, y bajaron con lentitud a través de los veintitrés escalones.

―Lamento haber tardado demasiado ―le dijo a Wheein.

―No se preocupe, Emperatriz ―la muchacha sonrió suavemente―. Rezarle a los dioses siempre será más importante. Aunque tenemos noticias ―se giró y le hizo un gesto a Dongho, que se apresuró en alcanzarles el paso.

―Hoy llegaron varias cartas al palacio, Emperatriz ―dijo su guardia, y le tendió un papel enrollado que Hoseok reconoció enseguida a quién le pertenecía por el sello―. Esta es para usted, mi Señor.

El chico la recibió con la emoción brillando en sus ojos, pero se aguantó para no abrirla hasta que subieran al carruaje, que fue dejado a las afueras del templo. Se apresuraron en llegar lo más rápido posible, pues la nevada aumentó, y Hoseok resopló cuando entró al cálido interior. Minji subió tras él y la muchachita no tardó en tenderle una manta en sus piernas. Si bien el hanbok que llevaba encima estaba relleno de algodón y era más grueso para hacerle frente al frío, a veces se colaba y enfriaba sus pies.

―¿Tiene hambre, Emperatriz? ―preguntó Minji, mientras Bongsun y Wheein se acomodaban frente a él―. El cocinero imperial le preparó mochis.

―¿Mochis? ―Hoseok suspiró―. Está bien, pero no demasiados. He estado algo hinchado desde la semana pasada.

―Es normal ―dijo Wheein―, en invierno hay menos actividad física, Emperatriz. No debe preocuparse.

―Mmm ―Hoseok asintió con la cabeza y recibió el pastelito de arroz, apresurándose en morderlo. Recién se dio cuenta de que realmente tenía hambre en ese momento―. ¿Cuánto tiempo estuve rezando?

―Bastante ―Bongsun lo pensó un momento―. Cerca de cuatro horas, Emperatriz.

Realmente fueron muchas. Hoseok no pensó en quedarse tanto tiempo, considerando que en invierno oscurecía más temprano, pero suponía que estaba tan concentrado en rogar y pedirle a los dioses que Yoongi regresara, que el momento se le fue volando.

―Cuando lleguemos, por favor, prepárenme un baño caliente ―dijo Hoseok, cansado―. Me duelen las rodillas y el encuentro con el Sumo Sacerdote me dejó con todos los músculos tensos.

―¿Qué era lo que deseaba? ―preguntó Wheein.

Hoseok les platicó superficialmente sobre lo que conversaron. Él creyó que dicho encuentro sería peor, pero para su propia fortuna, el hombre se controló bastante y no soltó comentarios mordaces e hirientes.

―Sabe que no puede hacerle daño ―señaló Bongsun―, quizás quiere evitarse más problemas.

―Eso espero ―murmuró Hoseok terminando de comer un tercer pastelito de arroz―. Lo que menos quiero ahora es tener de enemigo a ese hombre ―no pudo evitarlo y pidió un cuarto―. Están muy deliciosos, Minji, ¿acaso el cocinero probó una nueva receta?

―Pues... no lo sé, Emperatriz ―la chica se veía desconcertada―. Le preguntaré cuando lleguemos.

―Por favor ―Hoseok sonrió―. Que me preparé más, por favor.

―Dejará sin arroz al palacio ―bromeó Bongsun, y eso lo hizo reír.

Al final se comió cinco, y sólo porque le dijo a sus doncellas que comieran también. Mientras ellas chismoseaban sobre algunos sirvientes, con cuidado rompió el sello de la carta y la extendió ante él para leerla. Su corazón dio un vuelco al reconocer la letra de Yoongi.

Mi Emperatriz de ojos brillantes

Y corazón acaramelado

Con labios que saben a fresa

Y cabellos suaves y sedosos

Mi corazón duele cuando te pienso

Y mi alma añora tus risas

En mi cabeza sólo estás tú

Y esa sonrisa deslumbrante como el sol

Hoba, mi Emperatriz y dueño de mi corazón, escribo esta carta antes de lo prometido ya que no pude resistirlo. Estar lejos de ti es la peor tortura a la que he sido sometido, pero la promesa de volver a verte es lo que me mantiene adelante.

Me imagino que debe estar nevando. Las aguas del mar se han enfriado y la temperatura es baja aquí, sin embargo, esperamos atracar pronto en nuestro destino. Por favor, cuídate en esos días helados porque no quiero que te resfríes. Como me entere de que has enfermado, cuando nos volvamos, te daré un castigo.

Respóndeme lo antes posible contándome cómo has estado y que has hecho en estos días. Leerte quizás me ayude a no extrañarte tanto, aunque lo dudo mucho. Puede que, por el contrario, empeore mi melancolía hacia ti, pero me arriesgaré a eso ya que necesito saber de ti.

Te adora, tu Emperador.

La carta le hizo sacar una gran sonrisa, tan grande y reluciente, que las tres doncellas se le quedaron mirando.

―Mi Señor me ha emocionado con sus palabras ―dijo a modo de explicación, sin dejar de sonreír. Eso fue necesario para que ellas entendieran y no hicieran más preguntas.

Llegaron al Palacio Imperial cuando ya estaba oscureciendo. Para su fortuna, ya había dejado de nevar y mientras Minji y Bongsun iban a prepararle el baño, Hoseok fue hacia una de las habitaciones del pabellón imperial con Wheein.

―¡Hobi!

El grito infantil lo hizo mirar hacia los tres niños que estaban jugando en el suelo, vigilados por sus cuidadoras y ayas. Les sonrió y fue hacia ellos.

―¿Cómo han estado hoy, muchachos? ―preguntó, inclinándose un poco.

―¡Bien! ―habló el mayor, Jongin, con una sonrisa infantil. Hoseok apreció que le faltaba un diente, por lo que se veía más pequeñito―. Cuidé muy bien de mis hermanitos, Hob– Emperatriz ―corrigió a último momento, y sus mejillas se volvieron rojas por la vergüenza.

Hoseok soltó una risita baja, revolviéndole el cabello.

―Puedes decirme Hobi sin ningún problema, pequeño príncipe ―le dijo, y ahora acarició la cabecita de Dahyun, que fue la primera en hablar―. ¿Y cómo estás tú, princesita?

―¡Bien! ―Dahyun lo abrazó por las piernas―. Pero... pero extraño a mamá, Hobi.

―¿Es así? ―Hoseok la tomó en brazos, arrancándole una risita―. Bueno, mañana me preocuparé de que vayan a ver a sus mamis, ¿bueno?

―¡Bieeeeeeen! ―gritó Dahyun, contenta.

Hoseok entendía los motivos por el que los hijos más pequeños del Emperador fueron trasladados al pabellón principal, sin sus madres y bajo su cargo. Sin embargo, cuando le preguntaban por ellas, él no podía evitar sentirse mal, así que les permitía ir a verlas. No quería que sufrieran un fuerte desapego materno en esas lunas en donde el Emperador y su Heredero estuvieran fuera, y mucho menos Sooyoung, que era la más pequeñita de los tres hijos segundos del líder del Imperio.

El muchacho dejó a Dahyun en el suelo y agarró ahora a la pequeña Sooyoung.

―¿Y tú estás bien, princesita? ―le preguntó con cariño.

―¡Siiiiiií! ―gritó la pequeña―. Hobibiiiiiiii ―añadió, abrazándolo.

En esos días se había encariñado mucho con esos tres niños. Había que preocuparse mucho por ellos, y si bien las sirvientas y ayas eran las encargadas de alimentarlos, bañarlos y acostarlos, Hoseok se pasaba a verlos una vez al día y procuraba quedarse con ellos por unas horas, jugando y haciéndolos reír. De alguna manera... Le hacía sentir como una pequeña madre y le consolaba los nervios en el corazón por el futuro.

Se sentó con ellos en la alfombra y se pusieron a jugar en lo que estaba preparado el baño de Hoseok, que tardó un momento en estar listo. Una vez le comunicaron que el agua ya estaba caliente, se despidió de los niños prometiéndole que mañana irían a ver a sus madres, y les dio un beso a cada uno.

En su habitación se dio un largo baño y dejó que le masajearan los hombros, y cuando quedó a solas luego de cenar, se dedicó a escribir una carta de respuesta a Yoongi.

Mi amado Emperador y dueño de mi corazón,

Escribo estar carta con mi alma llena de amor y anhelo luego de leer tus dulces palabras. Los días y noches son ti se hacen eterno, pero trato de enfrentarlos con mi mejor cara. Me haces tanta falta, mi único amor, la vida sin ti no tiene color alguno.

Han caído ya varias nevadas y el palacio está cubierto de nieve. No paso mucho frío por el tiempo, pero sí porque no estás conmigo, Yoongi. Por favor, vuelve pronto para que vengas a calentarme con tu amor.

Estos días me he dedicado de lleno a la fundación, Yoongi. Mañana iré a visitar la construcción del edificio que dará albergue a los más necesitados en este invierno, y también he donado parte de mi dinero a los orfanatos. Estoy muy preocupada por los niños y niñas de nuestro Imperio, mi Señor. También espero tenerte buenas noticias pronto.

Por favor, escríbeme lo antes posible. Sé que los dioses te cuidarán y no permitirán que te hagan daño, pero aun así siento mucho miedo ante la posibilidad de perderte. Sin ti, mi vida no tiene ningún sentido.

Te ama eternamente, tu Hobi.

Enrolló la carta y con cuidado, Hoseok derritió la cera y la dejó caer en la unión del papel para cerrarla. Antes de que se endureciera, presionó el sello que le regaló Yoongi días antes de irse y que tenía como figura central un girasol estampado.

Será tu sello hasta que seas coronado como Emperatriz ―le dijo Yoongi cuando se lo entregó―. Ese día, recibirás el que ha pasado a través de las generaciones de Emperatrices, Hoseok.

Dejó la carta ya sellada sobre su escritorio, pensando en si llamar a un mensajero que viajara ya a entregárselo a Yoongi, pero luego se dijo que, probablemente, Yeji también querría enviar cartas al Emperador junto con sus hermanos. Lo mejor es que enviaran todas las cartas juntas, así que al día siguiente conversaría con ella.

Con sus cosas ya listas, Hoseok se fue a acostar, tratando de no pensar en el largo día que tendría mañana.

El carruaje se detuvo bruscamente, pero el muchacho no se asomó al exterior. Por el contrario: fue Wheein quien lo hizo, corriendo la cortina.

―¡Más cuidado! ―exclamó ella, irritada―. ¡No estás transportando a un animal aquí, Song! ―escuchó la disculpa del cochero y volvió al interior, dejando caer la cortina para impedir que el frío entrara―. El camino está pésimo por las nevadas, Emperatriz.

―No te preocupes ―Hoseok hizo un gesto con su mano―. Vamos bien con el tiempo, Wheein. Además, no van a inaugurar el lugar hasta que yo llegue ―hizo un mohín cuando el carruaje hizo otro movimiento brusco.

―¿Se siente bien, Emperatriz? ―preguntó Minji, ansiosa.

―Oh, bueno... ―Hoseok movió su cabeza para estirar su cuello―, hoy desperté con algo de dolor, pero no es nada muy grave.

―Tuvo que haberse quedado en la cama, mi Señor ―intervino Bongsun―. Podría estarse resfriando.

―Es sólo dolor muscular ―Hoseok hizo un leve puchero―, no me siento tan mal, de verdad. Con estirar mis piernas se va a pasar. Además, no podía faltar a esto.

―Le puedo decir al cochero... ―habló Wheein, pero el muchacho la interrumpió.

―No, no. Mientras antes lleguemos, mejor.

Las tres damas suspiraron, pero sabían que lo mejor era no discutir con Hoseok. Habían aprendido que tenía una gran capacidad para salirse con la suya en cualquier situación.

―Cuando lleguemos, podríamos ver al médico imperial ―sugirió Minji entonces―, debemos evitar cualquier enfermedad, Emperatriz.

Hoseok aceptó para no preocuparlas más, aunque también con cierta ansiedad interior. Esos últimos días se había estado sintiendo muy cansado al despertar y con el ánimo bajo. Lo relacionó con el hecho de que Yoongi no estaba con él, pero que fueran tantos días seguidos ya le llamaba la atención.

Llegaron a su destino media hora después.

―¡Atención, el Prometido del Príncipe Heredero y Futura Emperatriz, Jung Hoseok!

La puerta se abrió y Hoseok agarró la mano que Yoorim le ofreció para bajar del carruaje sin caerse. Ese día, el cielo se había despejado para dar paso a un tibio sol que calentó su rostro cuando salió del interior, y no bajó los ojos al ver a la multitud de personas alrededor suyo, que se inclinaron para recibirlo.

Ese día, Hoseok se había puesto un exquisito y brillante hanbok de color rojo y negro, con un hermoso diseño de dragón dorado estampado en todo su largo. Las largas mangas estaban recubiertas en piel de ciervo para proteger sus manos del frío, aunque llevaba guantes de cuero como protección aparte. Encima del hanbok, llevaba una capa para que su ropa no se humedeciera en caso de una nueva nevada y también por el frío.

Sobre sus cabellos le acomodaron cuidadosamente un tocado de oro junto con un velo transparente que cubría su rostro en ese momento, mientras que de sus aros colgaban unos largos pendientes de plata y en su cuello el collar que Yoongi le regaló la primera noche que pasaron juntos.

Sus guardias se acomodaron para liderar la comitiva hacia el edificio a metros de él: Hwitaek y Youngmin iban adelante, mientras que Yoorim se quedó a su lado, y Dongho con Hongseok detrás suyo. Sus doncellas iban detrás de ellos con otros dos guardias de turno.

La gente a su alrededor se enderezó, pero no levantaron las cabezas. Hoseok se imaginaba que lo debían estar juzgando y pensando si calzaba en ese papel que debía cumplir.

Caminaron hasta llegar a las puertas del enorme edificio construido: para levantarlo, tuvieron que comprar cuatro terrenos de tiendas. El trabajo quedó a cargo de un reconocido arquitecto que trabajo antes con el Emperador, Cho Siwon, que ya les esperaba en la entrada, y al verlo aparecer, se inclinó.

―Emperatriz ―saludó antes de enderezarse―. Me honra con su presencia hoy día y me alegra verlo otra vez.

―Me han dicho que ya está la obra acabada, arquitecto Cho ―dijo Hoseok.

―Así es, pero pase ―se hizo a un lado―. Si usted lo aprueba hoy, se puede abrir mañana mismo.

Hoseok entró a través de las puertas, observando el amplio relleno con bancas y una pequeña cabina en la esquina.

―La gente tendrá este espacio para esperar a ser atendidos, donde serán registrados por las personas a cargo ―explicó Siwon en lo que Hoseok se levantaba el velo para ver todo con más atención―, se instaló un sistema de calefacción en todas las habitaciones como pidió, así que una vez se encienda, será un lugar cálido para estar. Pase por aquí...

Entraron por el pasillo hacia el lugar que serviría como comedor principal, una enorme sala con las mesas y bancos ya instalados, con suficiente espacio para atender alrededor de cien personas, comentó Siwon. Y no sólo eso: la gente podía ir a comer allí, y también pedir un almuerzo si así lo necesitaba, yendo con su propio plato para que le sirvieran comida y comerla en su propio hogar si ese día no había dinero para comer.

Le mostró los baños también, cada uno con sus respectivas duchas, y luego siguieron al segundo piso, donde estarían las habitaciones para hombres y mujeres. Eran espacios comunes, con literas repartidas a lo largo, y se podían alojar cincuenta hombres y setenta y cinco mujeres, ya que se consideró que muchos niños querrían dormir con sus madres.

Fue una larga visita, ya que Hoseok conversó con varios trabajadores que formaron parte de la construcción, y también con quienes trabajarían de manera permanente en dicho lugar. El refugio sería financiado por Hoseok (y algunas familias nobles que apoyaron el proyecto), pero en cuanto a la administración, quedaría a cargo de un funcionario que Yoongi le sugirió: Lee Taemin. Él también se encontraba allí, presentándole a las personas que desde el día siguiente iban a desempeñarse como empleados del lugar.

―Me gusta el lugar ―dijo Hoseok cuando volvieron a bajar―, muy buen trabajo, arquitecto Cho ―felicitó, sonriente―. Así que espero que mañana entre en pleno funcionamiento.

Los suspiros de alivio no se hicieron esperar junto con las felicitaciones, y Hoseok las recibió con esa bonita sonrisa que poseía, a pesar de encontrarse algo mareado en ese momento. Trató de no verse disgustado por lo mismo, sabiendo que podía malinterpretarse.

Se quedó conversando con Siwon y Taemin a pesar de que deseaba volver al carruaje y volver al palacio. El cansancio se hizo más pesado junto con el dolor muscular, sin embargo, no quería verse maleducado. Incluso aceptó una taza de té que le ofrecieron, sentándose en una de las mesas del comedor.

Finalmente, luego de unas largas horas, consideró como necesario irse y se puso de pie. Por supuesto, el resto de las personas le imitó.

―Se ha hecho tarde ―dijo, sonriendo con agotamiento―, es momento de volver. Repito las felicitaciones, arquitecto Cho. Estaré atento al día de mañana cuando se abran las puertas del lugar. Y, señor Lee ―se giró hacia Taemin―, cualquier cosa que necesite, no dude en solicitármela. Siempre estaré abierto a conversar con usted y mejorar este lugar que, espero, ayude a nuestro pueblo.

―No debe preocuparse de eso, Emperatriz ―contestó Taemin―, me encargaré de administrar bien este lugar.

―Vendré a visitarlo ocasionalmente ―dijo Hoseok, caminando para salir del edificio y acomodando el velo sobre su rostro―, y repito: si necesita algo, acérquese al palacio lo más rápido posible. Esta fundación tendrá todos los recursos para existir para siempre.

Escuchó los agradecimientos en lo que la puerta se abría, y Hwitaek anunció su presencia otra vez. Por lo mismo, no le sorprendió salir y encontrar a las personas apresurándose en inclinarse, abriéndole paso. El resto de sus guardias se enderezaron, rectos, y lo rodearon junto con sus doncellas, comenzando a caminar.

―¡Larga vida a la Emperatriz! ―exclamó una voz femenina entre la multitud, y fue tanta la sorpresa, que Hoseok se congeló.

―¡Muchas gracias, Emperatriz! ―gritó otro hombre, más cerca de él, y no pudo evitarlo: se giró a verlo.

―¡Que los dioses lo bendigan, Emperatriz!

―¡Emperatriz, gracias por el refugio!

―¡Qué tenga una larga vida, Emperatriz!

Los gritos le hicieron sentir el corazón cálido y una lenta sonrisa curvó su cansado rostro. Las personas le estaban gritando todas esas agradables cosas, y el alma de Hoseok no pudo evitar amar más a su pueblo por lo que oía. Por primera vez desde que Yoongi se marchó, él se sentía más feliz.

Llamó a Bongsun, que se apresuró en ir a su lado mientras volvían a caminar hacia el carruaje.

―Por favor, dales una moneda de oro a cada asistente ―le pidió, haciéndose oír por encima de los gritos de agradecimiento y amor.

―Como usted ordene, Emperatriz ―contestó Bongsun.

Comenzó a subir las escaleras con ayuda de Yoorim y oyendo los gritos detrás, cuando un mareo lo atacó. Se tambaleó a media subida y Yoorim se dio cuenta con rapidez, moviéndose para agarrarlo cuando perdió el equilibrio y se fue hacia atrás.

―¡Emperatriz! ―escuchó que alguien gritó, y eso fue lo último que oyó antes de que todo se volviera negro.

Cuando despertó, lo primero que se dio cuenta es que era de noche y estaba acostado en su cuarto, con las luces de las velas y antorchas encendidas. Se encontraba en pijamas.

―Mi Señor ―habló Wheein, y giró la cabeza, notándola a su lado―, que bueno que ha despertado.

―Yo... ―Hoseok hizo un mohín, tratando de orientarse―. ¿Qué ha... ha pasado?

Wheein y Minji, que recién notó estaba al otro lado, le ayudaron a levantarse y acomodaron los almohadones en su espalda. Todavía sentía el dolor en sus músculos y la cabeza le palpitaba ligeramente.

―El médico Shin le estaba revisando hace algunos minutos ―habló Wheein, y Hoseok notó recién a una tercera persona.

Era más joven que el médico oficial, pero tampoco demasiado joven. Tenía una ligera barba negra, con ojos castaños y cabello corto y negro, y estaba vestido con un hanbok blanco en señal de su profesión junto con un gat negro.

―Emperatriz ―saludó el hombre, inclinándose―, me presento: soy Shin Junwoo y estoy cubriendo el puesto que el médico Ahn. Antes de que despertara le estaba tomando el pulso y verificando su condición general.

―Oh ―Hoseok parpadeó, entendiendo la situación―. Yo... La verdad hoy amanecí con dolor en mis músculos y cansancio.

―¿Le molestaría si hago un examen más riguroso? ―preguntó el médico con educación―. De cuerpo completo.

Hoseok no lo entendió al inicio y tardó unos segundos en encontrarle sentido. Cuando supo a qué se refería, sintió sus mejillas coloradas y el impulso de negarse empujó en la punta de su boca.

Sin embargo... No era la primera vez que era sometido a uno de esos exámenes. Al llegar al harem tuvo que realizarse uno, y semanas antes de que Yoongi se marchara también tuvo uno. Era lo que debía hacer para saber el estado de su vientre.

―Está bien ―aceptó finalmente.

Sus doncellas se apresuraron en ayudarlo a acomodarlo y Hoseok sintió la vergüenza inicial por no tener demasiada privacidad, pero era lo que debía hacerse. Él no podía quedar a solas con otro hombre en una habitación.

Se acomodó a orillas de la cama, con las rodillas dobladas en una V invertida. Le extendieron una sábana para cubrir sus piernas desnudas, y trató de ignorar la visión del doctor cubriendo sus dedos con aceite. Miró hacia otra parte.

―Por favor, relájese ―pidió el médico.

Hoseok tomó una respiración profunda y trató de no pensar demasiado en los dedos penetrándole el culo con suavidad. Era totalmente incómodo e invasivo, era evidente, y no podía evitar compararlo con las veces en que Yoongi y él tenían intimidad. Se sentía en absoluto distinto.

Al fin, pasado unos largos segundos de embarazoso silencio, el médico se retiró y fue a lavar sus manos al platillo con agua que una de sus doncellas le llevó previamente. Hoseok miró ahora el techo.

―Felicidades, Emperatriz. Está esperando un hijo.

Otra vez, no lo entendió de inmediato. Hoseok creyó que se lo decía a otra persona, y por lo mismo, no habló enseguida. No hasta que sus ojos chocaron con los de Wheein, y vio la sorpresa en su mirada también.

Entonces Hoseok se enderezó bruscamente, con sus piernas bajando de la cama y pisando el suelo. Observó al médico, que le sonreía con suavidad, y la noticia se procesó en su cabeza.

Embarazado. Estaba embarazado de Yoongi. Él estaba...

―¿Es en serio? ―habló, y su voz se ahogó por la emoción.

―No debe tener más de un mes ―dijo el médico―, pero sí. Se encuentra en espera de un hijo.

Los ojos de Hoseok se llenaron de lágrimas ante las noticias y agarró las manos de Wheein, que también sonrió al entender lo que estaba pasando.

Iba a tener un bebé. Iba a tener un bebé de Yoongi.

Sin poder evitarlo, se puso a llorar de la emoción.

―¡Felicidades, Emperatriz! ―dijo Minji, sonriendo también.

Entre sus llantos, Hoseok llevó su mano a su vientre y lo acarició, con el corazón tan hinchado de amor y emoción. Había un bebé en él, un bebé del amor de Yoongi y él. No podía con la felicidad y júbilo que había en su alma.

Los dioses se habían apiadado de él y finalmente lo bendijeron: él iba a tener un bebé.

El invierno en la isla Tainan no era tan helado.

Desembarcaron cuatro días atrás en la zona este de la isla luego de romper el cerco de naves que protegía ese sector. Los barcos de la isla presentaron una dura batalla y terminaron perdiendo dos en lo que fueron los bombardeos, pero lograron hundirlo luego de largas horas de combate y llegaron a orillas de la playa. Se adentraron en el enorme y salvaje bosque hasta que encontraron un valle en el que asentarse, y ahora estaban a la espera de que todo su ejército se descargara para seguir avanzando.

Había nevado poco, pero sí se encontraron con mucha lluvia. Levantaron un enorme campamento y sus tiendas resistían bien el agua, aunque Yoongi se preguntó varias veces si dejaría de llover en algún momento.

―El avance hacia la capital será largo ―señaló Namjoon, apuntando hacia un punto en el enorme mapa de la isla que poseían―, pero no imposible, Emperador. Si vamos en mar será más largo, pero también seremos más vulnerables.

―Mi propuesta es atacar desde dos puntos ―dijo el general Kim, padre de Jisoo―. Con los barcos destruyendo el puerto principal y nosotros asediando la ciudad. De ahí tenemos dos opciones: dedicarnos simplemente a asediar la ciudad impidiendo que les llegue comida y así lograr que se rindan, o ser más agresivos y, mientras bombardeamos el puerto y atracamos, el ejército terrestre tratara de destruir las puertas de la muralla que protege la ciudad y entrar también por ahí.

―El asedio podría extenderse por meses ―habló Yoongi―, no sabemos cuántas guarniciones poseen. Aunque perderíamos menos hombres con eso. El ataque sería más rápido, pero muchos morirían ―miró hacia su padre.

El Emperador observó el mapa, tan pensativo y callado. Apenas había hablado desde que comenzaron en esa reunión, que ya llevaba largas horas, y se notaba muy cansado. Yoongi no lo había notado antes, pero ahora se percibían los años de su padre en esa mirada agotada y ojeras bajo sus ojos. No sabía si él se veía en esas mismas condiciones.

―¿Cuándo debería desembarcar la totalidad de nuestro ejército, general?

―En máximo dos días ―respondió el general.

―Mañana tendrán mi respuesta, entonces ―su padre levantó la vista―. La meditaré con cuidado y pensando siempre en lo mejor para nuestro ejército ―inclinó la cabeza ligeramente―. Por favor, descansen esta noche. Ahora quiero estar a solas.

Todos, incluido Yoongi, se inclinaron para retirarse. El príncipe sabía que su padre necesitaba descansar mejor y no quería estresarlo más con sus pensamientos, así que caminó hacia su tienda. Estaba llegando cuando Seokjin le llamó.

―Príncipe ―dijo su mejor amigo―, vengo a entregarte esto. Han llegado cartas.

Yoongi sintió sus facciones relajarse casi en automático ante ese aviso. Jin le tendió una carta enrollada, y una suave sonrisa curvó sus labios al notar el sello. Hoseok.

Todos esos días pensaba en su prometido y los deseos de volver pronto con él aumentaban. Cuánto deseaba que esa guerra acabara pronto y regresar a los brazos de Hoseok, estrecharlo y besarlo con todo el amor del mundo. En ese momento, se sentía como si su prometido fuera un sueño y él lo persiguiera para atraparlo.

―Gracias ―dijo―. ¿Quieres acompañarme...?

―Tranquilo ―Seokjin le mostró su propio pergamino―. También tengo correo que leer.

Yoongi le despidió con un gesto, y entró a su tienda, rompiendo el sello y yendo a su cama para leerlo con calma.

Mi amado Emperador y dueño de mi corazón,

Escribo esta carta con mi alma llena de amor y anhelo luego de leer tus dulces palabras. Los días y noches son ti se hacen eterno, pero trato de enfrentarlos con mi mejor cara. Me haces tanta falta, mi único amor, la vida sin ti no tiene color alguno.

Han caído ya varias nevadas y el palacio está cubierto de nieve. No paso mucho frío por el tiempo, pero sí porque no estás conmigo, Yoongi. Por favor, vuelve pronto para que vengas a calentarme con tu amor.

Estos días me he dedicado de lleno a la fundación, Yoongi. Mañana iré a visitar la construcción del edificio que dará albergue a los más necesitados en este invierno, y también he donado parte de mi dinero a los orfanatos. Estoy muy preocupada por los niños y niñas de nuestro Imperio, mi Señor.

Pero eso no es todo, mi amor. He recibido la visita del médico ya que me había estado sintiendo mal, pero grande es mi alegría hacerte saber que vas a ser padre.

Sí, Yoongi, lo que has leído. Estoy en espera de nuestro primer hijo. Esta noticia me ha devuelto algo de felicidad en estos días y me muero porque estés aquí, conmigo, para observar tu sonrisa. Me habría gustado haberte visto al darte esta noticia, pero las circunstancias lo impiden. Sin embargo, me consuela saber que esto te obligara regresar a mí con vida, porque sé que vas a estar conmigo para cuando nuestro bebé nazca. Ahora tú y yo tenemos más motivos para soportar esta separación y luchar por volver a vernos.

Por favor, escríbeme lo antes posible. Sé que los dioses te cuidarán y no permitirán que te hagan daño, pero aun así siento mucho miedo ante la posibilidad de perderte. Sin ti, mi vida no tiene ningún sentido.

Te ama eternamente, tu Hobi y tu hijo.

Al terminar de leer la carta, Yoongi sintió su alma explotar en emoción y deseos de tener a Hoseok frente a él para abrazarlo con todo el amor del mundo. Su amor, su joya, le estaba dando el mejor regalo que podía recibir, y la idea de ver pronto a su hijo casi le hizo llorar de la felicidad.

Iba a ser padre. Su Hoseok estaba embarazado.

Yoongi quería regresar con él.

Entonces él tomó una decisión: esa guerra iba a acabar lo antes posible, porque él necesitaba volver al lado de su amor y, como decía su carta, estar allí para el momento en que naciera.

Dobló el papel cuidadosamente y lo dejó en la pequeña mesita que servía como escritorio, antes de tomar aire y dirigirse a la tienda de su padre para conversar con él.

Y luego, le escribiría otra carta a Hoseok para expresarle su amor. Al fin y al cabo, toda su felicidad se debía a ese hermoso muchacho que brillaba como el sol, la luna y las estrellas.

¡gracias por leer!

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