26.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y angst.

Este capítulo tiene, en la parte final, una escena delicada a tener en cuenta. Por favor, leer con cuidado y con discreción.

Por otro lado, para las personas que me acompañan en mis stream en Twitch, les pido que no comenten spoilers a inicios del capítulo. Los spoilers serán eliminados.

La primavera llegó con lluvias, por lo que la calefacción del palacio se siguió usando por largos días para mantener los aposentos imperiales templados. En especial los aposentos del prometido del Príncipe Heredero.

Hoseok acarició su pequeña, pero sobresaliente barriga con gesto cariñoso, admirando lo suave que se sentía, mientras Wheein le lavaba los cabellos en la tina y Minji le preparaba una infusión de yerbas para el dolor. El médico le mandaba una infusión especial para que consumiera y fortaleciera su embarazo.

―¿Pasó frío anoche, mi Señor? ―preguntó Wheein, luciendo un poco preocupada―. Las lluvias primaverales suelen ser un poco heladas.

―Estuvo bien ―afirmó Hoseok―. Sólo he tenido un poco de dolor de músculos y cansancio ―sonrió con felicidad―. Es todavía un poco raro dormir, ¡me cuesta mucho acomodarme!

―Es normal, mi Señor ―Bongsun se encontraba arreglándole las ropas de ese día―. Está creciendo un bebé dentro suyo ―ella sonaba muy feliz―. El futuro Príncipe Heredero, ¡que gran alegría ha traído al palacio!

Hoseok no pudo evitarlo y soltó un par de risas por la felicidad también, acariciando con más cariño su vientre. Desde el anuncio de su embarazo habían pasado dos lunas, por lo que ya tenía más de tres lunas con su embarazo, y el médico le había dicho que el bebé estaba creciendo bien. Sin embargo, había recomendado mucha precaución, ya que los embarazos en donceles eran más peligrosos que la media. Hoseok lo tenía muy claro, y por lo mismo, había pedido que buscaran a otros donceles en el Imperio y los invitaran al palacio. Él quería saber la experiencia que ellos poseían respecto a los embarazos y el parto.

Ese día los iba a recibir. Hoseok se estaba preparando para ello, tomando ese baño largo que le ayudaría a relajarse. Desde que su vientre empezó a crecer que tomaba muchos baños de tina, pues el agua caliente le servía para calmar los dolores musculares. Suponía que era normal sentirse así, aunque no era fácil acostumbrarse: todas las mañanas amanecía un poco más adolorido que el día anterior.

―Podría ser una niña ―dijo Hoseok, y a él no le importaba mucho si era niño o niña. Él sería feliz con que naciera.

―Una princesita... ―Wheein también se veía muy alegre―, sí, también sería bonito. El Príncipe Heredero de seguro la mimaría mucho.

La sonrisa en el rostro del muchacho se hizo más grande. Claro que sí, Yoongi amaría a su bebé sin importar su género. Y si era niña, entonces serían más motivos para darle otro hijo. Hoseok amaba verse en el espejo y notar su vientre curvado, sabiendo que cargaba con los bebés del amor de su vida.

Terminaron de bañarlo diez minutos después, cuando el agua ya se estaba poniendo tibia. Hoseok se puso de pie y le secaron con rapidez, antes de comenzar a perfumarlo y vestirlo. Le aplicaron crema para después vestirlo con la ropa interior, y siguieron con un bonito hanbok negro y rosado, con diseño de flores doradas en las mangas y bordes, además de que era más suelto que los otros para no apretar su barriga.

―Es pesado ―comentó Hoseok mientras le peinaban el cabello. Las últimas lunas le había crecido bastante, no como antes, pero ya empezaba a curvársele en las puntas―. ¿Tal vez he estado comiendo demasiado?

―Necesita fuerzas, mi Señor ―comentó Minji―. Es normal, no debe preocuparse. Estuvo con muchos antojos de mochis, ¿lo recuerda?

Todavía los tenía. Sólo días atrás despertó en medio de la noche y le pidió a Bongsun si podía ir a buscar mochis a la cocina. Lo peor fue que no habían, y Hoseok casi se puso a llorar de la frustración, así que despertaron a los cocineros y tuvieron que cocinarle sus preciados pastelitos de arroz. Desde ese día que habían decidido dejar una reserva de mochis por la noche, para que Hoseok pudiera comerlos sin preocupación.

―Ahora que estamos en primavera, podrá comer otras cosas ―agregó Wheein, comenzando a arreglarle el cabello y acomodándole un pequeño tocado de flores y perlas para despejarle el rostro―. Y si todo sale bien, el Príncipe Heredero ya debería regresar pronto. ¿Ha tenido noticias de él?

―La guerra ha ido favorable para nosotros ―comentó Hoseok, aunque estaba algo preocupado, porque no había recibido una nueva carta de hacía al menos trece amaneceres.

Según el último informe enviado, habían sitiado la capital de Tainan, Taibei, y bloqueado el puerto para impedir que siguieran comercializando con otras zonas. Yoongi le escribió que había insistido en un ataque directo para terminar pronto con la guerra, pero le descartaron el plan por considerarlo demasiado arriesgado, y decidieron irse por el asedio. Sin embargo, no le comentó mucho más, ya que estaba más interesado en saber sobre su embarazo.

Hoseok le escribió con muchos detalles, en la última carta, los cambios que había empezado a experimentar y lo mucho que quería tenerlo a su lado. El menor sentía que, con Yoongi, las cosas resultarían más sencillas para él, y es que trataba de no demostrarlo, pero estaba muy asustado en el fondo. Lo que más temía era una pérdida, algo muy común en los donceles, y por lo mismo, tomaba muchas precauciones para que su embarazo llegara a buen término. Sin embargo, lo que más deseaba era que Yoongi volviera pronto y le hiciera sentir seguro.

Le maquillaron ligeramente y acomodaron los zapatos. Una vez estuvo listo, se puso de pie y caminó fuera de sus aposentos, hacia el salón principal, donde recibirían a los donceles invitados. Según le informaron, eran cuatro hombres que habían sido tocados por los dioses, y todos habían tenido hijos, así que serían de mucha ayuda para él.

En el salón ya estaba Yeji, que también decidió recibir a los invitados al considerarlos una bendición de los dioses. Cuando Hoseok entró, aquellos donceles se inclinaron para recibirlo.

―Futura Emperatriz, es un placer ―saludaron, y Hoseok sonrió con facilidad.

Eran mayores que él, lo sabía, y estaba un poco nervioso por lo mismo. A pesar de que en cuanto a títulos Hoseok era superior, eso no quitaba que ellos tuvieran más edad que él. Además, gracias a ser donceles, consiguieron buenos matrimonios con nobles. Hoseok incluso sabía que al más joven de ellos le ofrecieron ser parte del harem del Emperador. Si no se equivocaba, su nombre era Kim Jaehwan.

―El placer es mío ―dijo Hoseok, yendo a saludarlos uno por uno.

―Soy Kwon Soonyoung ―dijo el más cercano a ellos. Era un hombre con cabello negro y liso, de su misma altura, y sonrisa suave―, tengo treinta y dos primaveras, mi Emperatriz.

―Gracias por aceptar mi invitación, Soonyoung ―dijo Hoseok, manteniendo su sonrisa.

―Yo soy Cha Eunwoo ―habló el segundo doncel, un hombre muy atractivo, con cabellos castaños, más alto que él, y ojos penetrantes―, treinta y siete primaveras, mi Emperatriz.

―Un gusto que esté aquí, Eunwoo.

―Y yo soy Kim Jaehwan ―dijo el tercero, que se veía más joven por la sonrisa que tenía encima. Su cabello era ligeramente ondulado y era un poco más bajito―, gracias por la invitación, mi Emperatriz. Soy el más joven de los invitados, tengo veintiocho primaveras.

―Muchas gracias por estar aquí, Jaehwan.

―Y yo soy Kim Yugyeom ―habló el último de ellos, también más alto que él y con cabello oscuro―, y tengo treinta y cinco primaveras, Emperatriz.

―Un placer, Yugyeom ―una vez estuvieron hechas las presentaciones, apuntó a la mesa―. Por favor, sentémonos a comer. Y, otra vez, me alegro mucho de que hayan aceptado mi invitación.

Todos agradecieron y fueron a acomodarse en la mesa. Hoseok saludó a Yeji con una inclinación, que le sonrió en respuesta.

―¿Despertaste bien hoy? ―preguntó ella cuando lo vio sentarse con cuidado, llevando una mano a su vientre abultado.

―Un poco cansado ―contestó Hoseok―, pero el bebé está bien. Mañana el médico me hará una nueva revisión ―se volteó hacia sus invitados―. Por favor, comencemos a comer. Me gustaría conversar con ustedes sobre... el proceso de embarazo.

―Lo que usted quiera, Emperatriz ―habló Yugyeom―. Nosotros... estamos muy felices de ver que logró esto. Que un doncel se vaya a convertir en Emperatriz... ―sonrió con amabilidad― es algo muy bonito de ver para nosotros.

Hoseok sintió su corazón enternecerse ante esa declaración. Había tenido mucho miedo de no poder conectar con ellos y que fuera una reunión fría y lejana, pero ahora, fue como quitarse un peso de encima.

―Gracias ―dijo, conteniéndose para no abrazarlos. No quería demostrarlo mucho, pero a él le gustaba ser afectuoso―, ¿puedo hacer una primera pregunta? ― agregó mientras se servían de los distintos platos de comida. Al ver que todos asintieron, prosiguió―. ¿Cuántos hijos tienen?

Los cuatro donceles se miraron entre sí, como debatiendo quién hablaría primero. Jaehwan tomó la palabra luego de una corta discusión.

―Uno, Emperatriz ―dijo el joven―, mi pequeña Sunmi... Es un encanto. Tiene tres primaveras, mi Emperatriz.

Hoseok sintió algo de alivio al escucharlo decir eso, lo que sólo aumentó cuando Yugyeom también habló.

―Dos, mi Emperatriz ―contestó el más alto―, Haerin, la menor, y Beomgyu, el mayor.

―Yo también tengo uno, Emperatriz ―dijo Soonyoung―, mi adorado Hyunjae.

―Yo tengo tres ―habló finalmente Eunwoo―, dos niñas y un niño. Donghyun, Yujin y Eunchae.

―¿Fue muy difícil? ―preguntó sin poder evitarlo―. ¿Los partos? ¿Ustedes... han tenido alguna pérdida?

Otra mirada compartida.

―Emperatriz ―habló Soonyoung con delicadez―, es normal en los donceles tener alguna pérdida ―los ojos del de cabello negro brillaron en dolor―. La primera vez que estuve embarazado tuve una.

Hoseok tragó saliva y una parte suya se arrepintió de haber hecho esa pregunta, pero otra tenía más que claro que debía hacerla. Al fin y al cabo, debía prepararse para cualquier escenario.

―Pero tuvo la oportunidad de tener otro niño ―señaló Yeji, interviniendo al notar el aspecto inquieto de Hoseok.

―Claro ―Soonyoung volvió a sonreír―, y usted cuenta con más favor de los dioses si llegó hasta aquí, Emperatriz.

―Gracias ―murmuró Hoseok, antes de mirar al resto―. ¿Y... ustedes?

―Sí ―dijo Eunwoo―, también he tenido abortos, Emperatriz. Dos ―el mayor sonrió con disculpa―. Lamento si no es lo que quiere oír.

El muchacho mordió su labio inferior. De pronto, ya no tenía apetito alguno y de manera automática llevó su mano a su hinchado vientre, como si de esa forma pudiera proteger a su bebé.

No, nada malo le pasaría a su hijo. Hoseok no dejaría que le ocurriera nada.

Miró a Jaehwan, con la esperanza pendiendo de un hilo. Sin embargo, ese hilo pareció tensarse cuando vio la expresión de perdón en su rostro.

―También tuve una pérdida, mi Emperatriz ―dijo el menor de los donceles invitados, casi como si estuviera avergonzado.

―Yo no he tenido ningún aborto, Emperatriz ―habló Yugyeom entonces, y Hoseok lo miró a los ojos―. Han sido embarazos complicados, por supuesto. Pero he sido afortunado y mis embarazos llegaron a buen término.

El alivio se reflejó en los ojos del menor, que acarició su barriga un par de veces, como si de esa forma pudiera encontrar un poco de calma.

―Es bueno escucharlos ―dijo Hoseok, tratando de que su voz saliera controlada y no asustada―, lamento que hayan tenido que pasar por eso ―añadió―, me imagino que debe ser duro.

―Lo es ―afirmó Eunwoo―, pero nuestros esposos han sabido consolarnos y hemos logrado seguir adelante. Y estoy seguro de que usted tendrá a su hijo, Emperatriz.

―Por supuesto ―dijo Jaehwan―, y es joven aún. Estamos seguros de que tendrá muchos hijos, mi Emperatriz.

Hoseok se forzó a sonreír, esperando que saliera natural y no nervioso. Por lo mismo, decidió cambiar de tema y preguntó sobre el proceso de embarazo, y para fortuna suya, los donceles se apresuraron de hablar de algo más alegre.

El resto del almuerzo pasó sin mucho sobresalto, aunque el muchacho comenzó a sentirse algo cansado. Junto con los antojos, mareos y dolor de cuerpo, también estaba el hecho de que se agotaba con rapidez y dormía más de lo normal. Por lo mismo, había descuidado algunas de sus tareas, como las visitas al concubinato o ver a los segundos hijos del Emperador.

Yeji pareció notarlo, así que cuando acabaron de comer el postre, comentó que lo mejor sería que se acomodaran en sus cuartos y disfrutaran la tarde libre. Los donceles se quedarían esa noche y partirían al día siguiente a sus hogares, por lo que volverían a reunirse a la cena. No tardaron en despedirse y Hoseok les agradeció la conversación.

―No debes preocuparte, Hoseok ―dijo Yeji una vez quedaron a solas―, tienes a los mejores médicos del Imperio cuidándote, así que nada malo te va a pasar.

―Lo sé ―habló Hoseok―, pero no puedo evitar preocuparme. ¿Y si lo llegó a perder? ―no dejaba de acariciar su vientre, como si de esa manera pudiera asegurarse de que nada malo le pasaría a su bebé.

―No serías la primera Emperatriz en perderlo, Hoseok ―señaló ella, y era cierto, pues en sus clases con el maestro Gwon se enteró de algunas Emperatrices que también tuvieron pérdidas―. Ha sucedido antes. No significa...

―Pero esas Emperatrices tenían gente que las respaldaran ―no pudo evitarlo y la interrumpió―. Eran mujeres de familias importantes. Yo no tengo eso ―sus ojos se pusieron algo llorosos, extrañando tanto a Yoongi y a sus padres―. Si pierdo a mi bebé me quedo sin nada, princesa. No le soy útil a la dinastía.

Yeji le agarró la mano en señal de consuelo y Hoseok le dio un apretón, afectado y triste. Había esperado que esa conversación tuviera mejores resultados, pero sólo aumentó la preocupación que ya sentía.

―Tu bebé va a nacer, estoy segura de eso ―le dijo Yeji con cariño―. Nada malo va a ocurrirte aquí.

Hoseok asintió con la cabeza, tratando de relajar la nueva tensión en sus hombros y sabiendo que le pediría un nuevo masaje a Bongsun. Su doncella tenía manos mágicas.

Conversó un poco más con la princesa antes de despedirse. Quería mucho ir a su cuarto y descansar un momento, y sabía que no le iban a regañar por eso, considerando su estado. Sin embargo, quería cumplir con algunas tareas pendientes que venía aplazando desde hacía varios días.

―Minji ―llamó, y la muchachita se adelantó―, ¿me puedes preparar más té de menta y jengibre?

―Va a ir mucho al baño ―señaló Wheein tratando de hacerlo reír.

―El bebé presiona mucho mi vejiga ―se quejó Hoseok, aunque no pudo evitarlo y sonrió con cariño.

Trató de empujar hacia abajo todos esos pensamientos malos que tuvo. Yeji tenía razón: él no perdería a su bebé. Los dioses lo iban a proteger y daría a luz al heredero del Imperio, y a muchos niños de Yoongi.

Cuando se estaba acercando al salón del concubinato lo anunciaron y todas las concubinas se inclinaron. Sojung, que había estado allí hablando con su grupo de seguidoras, también lo hizo con una expresión de disgusto, pero para fortuna de Hoseok, la muchacha no había tomado la misma actitud de Tzuyu. Y en cuanto todo el mundo supo de su embarazo, Sojung decidía simplemente ignorarlo dentro de lo posible.

Miró hacia la mesa principal, poniendo una expresión de sorpresa al notar que también estaban allí Jisoo y Joohyun... Y, al igual que él, cada una tenía su propio vientre abultado. Pocos días después de que se hubiera enterado de la noticia de su embarazo, las dos anunciaron los suyos. Le hacía mucha gracia cuando los tres se juntaban y comenzaban a quejarse sobre los cambios que estaban experimentando. Por lo mismo, se relajó al verlas, sabiendo que tendría al menos una buena conversación.

―¡Se ve muy hermoso, Emperatriz! ―dijo una de las concubinas cuando se enderezaron y Hoseok iba a sentarse.

―Muchas gracias ―a Hoseok le encantaba tener una mano sobre su vientre, que a pesar de no estar todavía tan grande, si estaba marcado―, hoy amanecí con deseos de venir aquí. ¡Por fin el invierno acabó! ―les sonrió con agrado a Jisoo y Joohyun, que se pusieron de pie cuando él entró al cuarto―. Chicas...

―¿No está con tanto dolor hoy, Emperatriz? ―preguntó Jisoo, siendo mucho más educada desde la noticia de su embarazo. Hoseok le había dicho que no era necesario, aunque con tantas personas a su alrededor, supo que lo hacía también como señal de respeto.

―Hoy no tanto ―mintió, pues no quería preocuparlas, y se sentó alrededor de la mesa―. ¿Ustedes están bien?

―Muy bien ―contestó Joohyun, sentándose con Jisoo una vez él estuvo acomodado―. De seguro tu bebé será todo un guerrero. El mío es muy tranquilito.

Hoseok suspiró, dándole la razón.

―El médico me dijo que cuando cumpla las cinco lunas, el bebé debería empezar a patear ―añadió Jisoo―. Estoy muy emocionada por eso, ¿cómo se va a sentir? No puedo...

Con el parloteo de Jisoo, relajándolo y siendo de ayuda para calmarlo, Hoseok espantó cualquier pensamiento horrible. Nada malo le iba a pasar, eso era seguro.

Yoongi miró hacia las murallas de la ciudad con expresión apática, como si de esa forma, pudiera derrumbarlos de un segundo para otro. La frustración crecía en el Príncipe Heredero cada día y todos en el campamento ya tenían más que claro su evidente disgusto ante las decisiones tomadas, pero al ser minoría al momento de votar, poco se podía hacer.

―Yoongi ―se giró cuando escuchó la voz, dándose cuenta de que era Seokjin―, vamos, se está haciendo tarde.

Le dirigió una última mirada a los grandes muros que poco habían cedido a pesar de los constantes cañonazos que lanzaron días atrás. Los barcos tortuga que habían rodeado el puerto hundieron la mayoría de barcos y destruyeron el puerto, pero al momento de acercarse más, los cañones de las torres que protegían de un posible desembarco lanzaban su carga. Ya habían perdido varios geobukseon de esa forma, así que se decidió mantenerlos alejados y presionar por sitiarlos.

Yoongi creía que era una maldita pérdida de tiempo. Seguía abogando por ataques más directos, por invadir la capital y derribar a la familia real de Tzuyu. Lo único que deseaba en ese momento era acabar con esa jodida guerra y volver a su hogar, con Hoseok y su hijo.

Más de tres meses había estado lejos de él. No creía que pudiera extrañarlo más cada día, pero era posible: Yoongi hasta ya soñaba con estar con él.

―¿Han llegado nuevas cartas? ―preguntó en cambio, volteándose y caminando para volver al campamento.

―Sí ―Jin le tendió la suya―. Habrá una nueva reunión luego de cenar.

―Bien ―Yoongi recibió la carta, pero no la abrió―. Seokjin, ¿qué opinas de esto?

Su mejor amigo y segunda mano se quedó callado unos segundos en lo que avanzaban al campamento. Fue en silencio los primeros minutos, pero Yoongi no le presionó a contestar.

―También estoy ansioso por volver ―dijo Jin―, pero entiendo la decisión que tomaron antes, a pesar de que pienso que no está teniendo los resultados esperados. Sitiarlos nos ayuda a no tener tantas bajas y evitar el peligro directo, sin embargo, también nos está afectando a nosotros debido a que las reservas se acaban cada semana y debemos esperar que nos envíen más. Muchos hombres están molestos también. Es una situación difícil, Yoongi. Ahora, sólo quiero que esto termine pronto.

El príncipe sabía eso. Si bien el matrimonio entre Jisoo y Seokjin no fue por amor, ellos se conocieron, comprendieron y quisieron, y su guardia también estaba preocupado por su esposa y su hijo. Yoongi sabía que la chica estaba siendo protegida y cuidada por lo que le contaba Hoseok en sus cartas, aunque la preocupación no se calmaba con eso.

―Pasó todo el invierno, pero poco hemos hecho ―dijo Yoongi―. Veré a qué llegamos en esta nueva reunión, sin embargo, seguiré insistiendo en lo que he venido presionando hace ya tiempo. El asedio se ha extendido demasiado y no parece que ellos vayan a rendirse.

―Deben quedarles menos provisiones ―señaló Jin, aunque se notaba la duda en su voz.

―Por supuesto, pero a nosotros también ―replicó Yoongi―. Y hemos acabado con la mayoría de los pueblos que pertenecían a Tainan. Sólo nos queda la capital, pero como sigamos así, esto se alargará otras dos lunas más ―una pequeña pausa―. Hoseok ya estaría en su sexto mes de embarazo.

―Su prometido es una persona fuerte ―dijo Seokjin.

―Lo es ―admitió Yoongi sin vergüenza alguna―, pero yo no. Cenaré ahora, nos vemos en la reunión.

Seokjin le hizo un gesto con la cabeza en señal de razón y Yoongi se apresuró a ir al interior de su tienda. El cabello le había crecido mucho las últimas lunas y cada tanto tenía que afeitarse para no parecerse a su padre, aunque la última vez que lo hizo, fue varios días atrás. Estaba sintiendo la barba picar en ese momento, e hizo un mohín mientras abría la carta recibida.

Luz de mis ojos y fuego de mi alma,

Tu última carta me ha dejado más tranquilo, pasaron largos días y comencé a desesperarme. Sé que debo estar calmado y no alterarme por el embarazo, pero cada luna que pasa aumenta sólo mi preocupación por ti, y los deseos de que estés a mi lado crecen. Despertar en mi cama vacía se ha vuelto una tortura, y a pesar de que nuestro hijo me consuela, no sabes cuánto ruego a los dioses para que estés conmigo.

Nuestro bebé está creciendo bien. Mi vientre ya se ha curvado, no es tanto todavía, pero han tenido que hacerme nuevas prendas de ropa. También me cuesta quedarme dormido ahora, no puedo acurrucarme como hacía antes, y ando muy cansado. Bongsun me hace masajes cada día y estoy tomando muchos baños calientes. Además, ¡el bebé ha empezado a presionar contra mi vejiga! Voy mucho al baño y lo odio mucho, Yoongi.

¿Han tomado otra decisión respecto a la guerra, amor mío? Estoy a la espera de que así sea. No quiero parecer una mala persona ni mucho mejor verme como un quejica, mi amor, no puedo evitarlo, y tengo mucho miedo de que los meses sigan pasando y no estés a mi lado. Te necesito, Yoongi. Necesito que estés conmigo, acompañándome en mi embarazo, haciéndome sentir seguro y cuidado. Trato de no deprimirme o alterarme, sin embargo, cada día es más difícil para mí. Tengo tanto miedo, Yoongi, y lamento si soy egoísta por pedir que estés a mi lado.

Lamento también si esperabas leer algo más alegre. Trato de ser positivo, pero tenerte tan lejos me angustia el corazón. Discúlpame también por estas palabras tan tristes y trataré de ser más alegre en los últimos párrafos.

¿Has pensado en algún nombre para nuestro hijo? A mí me gusta mucho Yejun o Minki si es niño, y Hayun o Jiyu si es niña. Por favor, quiero saber tus ideas.

¿Qué más ha pasado aquí? ¡Oh, la fundación! Ha sido todo un éxito. Hace varios días fui a visitarla, aprovechando el fin del invierno, y recibí muchas felicitaciones de nuestra gente. Pronto citaré otra ver al arquitecto para planificar la construcción de una escuelita para los niños. Eso me mantiene ocupada y muy atareado. He visitado poco el concubinato y, por lo mismo, tampoco he hablado mucho con Sojung. Aunque se ha mantenido muy tranquila y eso es un alivio para mí. Las clases con el maestro Gwon siguen a buen ritmo, sin embargo, ya no son tan largas por el embarazo. Me gusta estar con él porque se siente como tener un abuelito.

Creo que eso sería todo, mi amor. Por favor, contéstame apenas puedas y deseo que sea con mejores noticias.

Te ama siempre,

Hoseok.

Cuando Yoongi llegó al final, dobló la carta con cuidado para no arrugarla por la creciente frustración que sentía. Sabía que Hoseok debía estar muy aterrado si era capaz de exteriorizar sus miedos a través de sus palabras, y él estaba esperando que eso fuera tarde o temprano, ya que no lo había hecho antes. En las anteriores cartas se había comportado con gran entereza y siendo firme en cuanto a su papel en la guerra, pero ya pasó mucho tiempo, y el menor probablemente sentía más y más miedo a medida que se acercaba la fecha de parto.

Yoongi también temía por Hoseok, en el fondo. Por su hijo y por Hoseok. Él sabía muy bien las dificultades que atravesaban los donceles en el proceso de embarazo y posterior parto, y tenía la imperiosa necesidad de estar al lado de su prometido para hacerle saber que nadie le haría daño.

Acarició su barbilla, sintiendo la naciente barba raspando sus dedos. Pensó muy bien qué responderle a Hoseok, y por lo mismo, no lo hizo enseguida, sino que primero cenó y luego partió a la nueva reunión convocada esa noche.

Fue uno de los últimos en llegar a la tienda de su padre. El hombre se encontraba frente al mapa de Tainan, con todas las piezas acomodadas cuidadosamente y sin moverse. Llevaba así muchos días.

La barba de Jongshin había crecido mucho, pues su padre no quiso recortársela el último tiempo. Grandes ojeras se marcaban bajo sus ojos y había adelgazado. Al mirarlo de reojo, Yoongi no pudo evitar pensar que se veía más cansado y viejo que de costumbre.

―Supe que llegaron nuevas cartas ―dijo su padre luego de que Yoongi le saludara con una reverencia―, ¿cómo está Hoseok?

―El embarazo va bien ―dijo Yoongi, escueto, y el Emperador no presionó, pues los roces entre ellos se hacían más y más grandes a medida que pasaba el tiempo.

Su padre le pedía paciencia, pero el príncipe sentía que disminuía cada día más.

La reunión empezó a los pocos minutos, una vez llegaron todos los capitanes y generales del ejército. Ese día habían recibido la visita de un emisario del rey, extendiendo una invitación al Emperador para ir a visitar su palacio y buscar una solución pacífica a todo el conflicto.

―Podría ser una trampa ―el general Sooyang señaló―. Además, es una buena señal. Si desean la paz, es porque no les deben quedar demasiados recursos por el asedio.

―El asedio se ha extendido demasiado ―intervino Park Doyun, el capitán de la flota naval―. Mis hombres están inquietos y lo único que desean en desembarcar pronto, mi Emperador.

―¿A pesar de que serán más afectados? ―habló Nae Hajoon, general de la caballería―. Cada vez que se acercan al puerto, las torres los bombardean y destruyen los barcos.

―Un ataque doble provocaría que no pudieran defender bien dos frentes ―apuntó Doyun.

―Podría ser un ataque triple ―dijo Yoongi, y los tres hombres se callaron ante su voz―. Si movemos una parte de nuestro ejército hacia el oeste ―agarró una de las figuras de madera que los representaba a ellos, moviéndola unos centímetros―, en la entrada secundaria de la ciudad, provocaríamos un desastre más grande para ellos. Concentrarse en tres frentes sería imposible y los rodearíamos.

El Emperador se puso de pie y Yoongi cerró su boca. Todos los ojos se posaron en el hombre, que seguía mirando el mapa con ojos oscuros.

―Hemos hablado mucho de las consecuencias de un ataque directo ―habló finalmente, con tono suave y en clara señal de cuál era su opinión.

Sin embargo, la frustración de Yoongi aumentaba y aumentaba.

―Hemos perdido mucho tiempo, Emperador ―dijo el príncipe―, y también recursos y hombres. El ejército de Tainan no es nada comparado al nuestro.

―Hay que derribar las murallas, hacer un agujero por el que podamos atravesar ―contestó Jongshin―. Nuestros cañones no son tan potentes, ya lo has visto.

―Si concentráramos toda la fuerza en un punto estratégico, podríamos derribar una parte de la muralla ―respondió Yoongi.

Silencio a sus palabras. El Emperador levantó la vista.

―Déjennos a solas, por favor.

Los generales y capitanes se apresuraron a salir, sin querer ofrecer siquiera sus opiniones. Parecían saber que lo mejor era alejarse de ambos hombres.

Una vez todos salieron, Jongshin sirvió vino en su copa y le hizo un gesto a Yoongi por si quería también. El príncipe lo rechazó.

―Me imagino que debes estar ansioso por tu hijo ―dijo el Emperador―, por estar con Hoseok cuando nazca. Me alegro de que te preocupes de esa forma, Yoongi, pero te estás volviendo demasiado errático con tus sugerencias. Eso no es bueno.

―Tú estás siendo demasiado pasivo ―replicó Yoongi, controlando su tono para que no sonara como un ataque tan fuerte―. Hemos estado aquí cerca de cuatro lunas, padre, más del tiempo que estimé. Y no veo que estemos más cerca de nuestro objetivo que cuando llegamos.

Su padre se tomó el tiempo para responder, hasta el punto en que el príncipe consideró que debió aceptar esa copa de vino.

―La paciencia es una virtud ―dijo el Emperador―. Lo importante es mantenernos tranquilos. Ya has visto que el rey de Tainan está entrando en desesperación, sólo debemos...

―Si seguimos esperando, podemos estar más lunas aquí, padre ―Yoongi frunció el ceño―. Quiero acabar con esto pronto. Lo que menos deseo es que Hoseok siga con su embarazo sin mí compañía.

El Emperador también arrugó las cejas, como si su explicación no fuera lo suficientemente buena para él.

―Está en el palacio, nada malo le va a pasar ―dijo el hombre.

―No lo sabes ―Yoongi sintió su voz temblar, pero no sabía si era por la molestia o miedo―, no sabes lo que le puede pasar. Lo único que tú y yo sabemos, es que los embarazos en donceles son más riesgosos, y mi prometido está atravesando sólo por este.

Jongshin lo miró a los ojos, pero el príncipe no bajó la vista ni se intimidó. Cuando se trataba de Hoseok, Yoongi sentía que no le tenía miedo a nada ni nadie para defenderlo y protegerlo.

―Yoongi...

―Si esto no acaba pronto por tus decisiones ―añadió―, buscaré yo la forma de que esta guerra termine.

―Príncipe Heredero ―su padre se enojó con su amenaza―, ¿te estás oyendo? ¡No tomes decisiones tan imprudentemente, Yoongi!

El menor tuvo el impulso de contestarle también con un grito, pero al final, sólo tomó una respiración profunda.

―No es imprudencia ―Yoongi sacudió su cabeza―, es pensar también en nuestra gente, padre. Sí, evitamos perder a muchos soldados sólo asediando la ciudad, pero te olvidas de que la mayoría de ellos tienen familia, y hacerlos esperar es mantenerlos en la intriga. Muchos de ellos prefieren moverse ahora y no seguir sentados en el campamento, sin hacer nada, ¿qué clase de fuerza estamos demostrando? ¡Somos un Imperio, Emperador!

Su padre se enojó mucho más cuando Yoongi le dio la espalda, dispuesto a marcharse de la tienda para liberar su ira de cualquier otra forma. Los últimos días, por todo el enojo, agarraba su espada y macheteaba algún tronco hasta despedazarlo.

―¡No le des la espalda nunca a tu Emperador, Yoongi! ―se enfureció su padre, y el menor, a pesar de la molestia, volvió a mirarlo―. Estás actuando como un niño pequeño, ¡cuando no te he criado de esa forma!

―Actúo como un príncipe ―replicó Yoongi―, pensando en lo que mi pueblo también necesita, ¡y esta guerra ya ha tomado demasiado tiempo y gastos! ¿Cómo pasarás a ser conocido a la historia, como Jongshin el Pacífico? Yo diría que más bien como Jongshin el que no hizo nada.

Se excedió, lo supo enseguida, así que Yoongi consideró conveniente retirarse en ese momento o acabaría con la cabeza en una pica. Y menos mal lo hizo, porque escuchó el grito de ira de su padre y las copas cayendo al suelo, con toda probabilidad debido a que el hombre las empujó.

Después de eso, Yoongi no fue invitado a las siguientes reuniones, así que se pasó los días simplemente machando troncos de madera con su espada. Era una buena forma de desahogarse sin golpear a otra persona.

No pudo dejar de pensar en Hoseok. Todavía no le había escrito una carta, angustiado por no saber bien qué decirle. Sabía que su prometido no se enfadaría por el hecho de pasar otras lunas lejos de él, sin embargo, tenía muy claro que eso le afligiría, y lo que menos deseaba era que su ánimo empeorara. Pero tampoco podía ignorar su carta y no escribirle, ya que le haría peor. Que maldito desastre.

En eso estaba pensando, destrozando un tronco con fuerza, cuando sintió una presencia llegar. Al voltearse, se encontró con Namjoon.

―Nam ―saludó con la voz ronca por lo poco que había hablado―. ¿Ha pasado algo? ¿Mi padre me solicita? ―añadió, con algo de ironía en su voz.

―No quiere hablar con usted todavía, Príncipe ―contestó Namjoon, y Yoongi hizo un mohín con su boca―, pero he sido enviado por él. El Consejo ha llegado a una decisión respecto a la guerra.

―¿Eh? ―Yoongi no pudo evitarlo, con tanto sarcasmo filtrándose en sus expresiones, su tono, sus gestos―, ¿seguiremos con el asedio? Si es así...

―Príncipe ―Namjoon le interrumpió―, su padre ha autorizado el ataque. Mañana en la mañana atacaremos desde tres puntos estratégicos y usted liderara el frente central. Su padre se encargará del frente que desembarcará en el puerto.

Yoongi abrió la boca por la sorpresa, pero ningún ruido salió de su boca. La espada cayó al suelo, pasmado todavía, y cuando se movió, lo primero que hizo fue ir hacia su tienda para escribirle una carta a Hoseok.

Mi Emperatriz,

Lamento la tardanza y brevedad de esta carta. Pero tengo buenas noticias. Para cuando te llegue, probablemente nosotros vayamos de regreso a casa.

El día de mañana atacaremos la capital para tomarla.

Esta será mi última carta antes de que nos volvamos a ver. Estoy impaciente por verte otra vez y abrazarte con fuerza. Tu imagen esperándome es lo único que me mantiene respirando en este momento.

Cuídate y cuida a nuestro bebé en estos días antes de vernos. Una vez estemos juntos otra vez, yo me encargaré de protegerte y cuidarte.

Te ama por siempre,

Tu Yoongi.

Hoseok sentía su corazón explotar de felicidad cuando leyó la carta. Había llegado sólo esa mañana, y no pudo evitarlo, por lo que calculó los días: según lo que sabía, las cartas tardaban cerca de doce amaneceres en llegar. Eso significaba que el asalto a la ciudad tuvo que haber terminado y, lo más probable, ya debían estar viajando de regreso.

Se puso de pie por la emoción, aunque llevó una mano a su barriga por el repentino movimiento, con su mundo sacudiéndose ligeramente. Había estado con muchos mareos los últimos días, y al notar que se desestabilizó, Yoorim se apresuró en agarrarlo.

―Cuidado, Emperatriz ―le dijo la mujer con suavidad―, nada de movimientos bruscos.

―Lo sé ―dijo Hoseok, algo cansado pero sonriente―, lo siento, no pude evitar emocionarme. Mi príncipe viene en camino.

Yoorim le devolvió la sonrisa y escuchó las exclamaciones de sus doncellas, que preguntaron enseguida que había pasado. Hoseok se los contó brevemente mientras le arreglaban, pues iría a pasear por los jardines con su hermana y Yeji.

―¿Han pasado los dolores, Emperatriz? ―preguntó Wheein, colgándole unos pendientes de oro.

―No mucho ―Hoseok hizo un puchero―, ahora siento que me duelen los huesos. Pero no importa ―más felicidad―, cuando Yoongi llegue, ha prometido cuidarme. Estoy seguro de que con su presencia no tendré más dolor.

El muchacho estaba más que claro en eso. Yoongi era la solución a todos sus problemas, era la única manera de calmar el dolorcito en su corazón. Con Yoongi, su bebé y él serían más fuertes para enfrentarse a todo.

Una vez estuvo listo, se apresuró en ir con su hermana, que ya le esperaba, y juntos fueron en busca de Yeji. A la princesa también le llegó una carta y se notaba también más alegre y feliz, por lo que el ambiente en el palacio, en general, estuvo más relajado los siguientes días. La noticia de que la guerra estaba acabando corrió por todas las personas e, incluso, el pueblo.

―Haremos una gran celebración, ¿cierto? ―preguntó la princesa Gyuri, mucho más feliz que en los últimos días al enterarse de que vería a su padre pronto.

―Una enorme celebración ―afirmó Hoseok―, tu padre y Yoongi se la merecen.

―¡Por mi padre, Yoongi y el bebé! ―dijo la niña, y eso lo hizo reír.

Siete días después, mientras estaban en una sesión abierto con representantes del pueblo, fue que ocurrió.

Cada cierto tiempo, se permitía que varias personas fueran al palacio para presentar sus quejas, peticiones y problemas. Yeji había estado muy ocupada con dichas sesiones, y Hoseok la acompañaba para darle una segunda opinión. Ese día, el muchacho había ido a pesar de que había amanecido muy adolorido y mareado, sin embargo, le gustaba mucho acompañar a Yeji en dichas reuniones.

Estaban escuchando el conflicto entre dos granjeros que peleaban por la delimitación de un terreno, cuando las puertas se abrieron. Yeji levantó la vista, sorprendida por la interrupción, y Hoseok parpadeó en desconcierto.

―¡Princesa! ―jadeó un desconocido, que por sus vestimentas se notaba que era un soldado. Atrás le seguían dos guardias―. ¡Disculpe... disculpe la interrupción, princesa, pero vengo con noticias de... de...!

Hoseok sintió una molestia en su vientre. En automático, llevó su mano hacia su barriga, haciendo un leve mohín. Había estado con muchos de esos dolores el último tiempo.

―¿Qué pasa? ―Yeji habló con voz fuerte―. Hable, soldado, ¿es enviado de mi padre?

―¡Mi Señora! ―el tono del hombre tembló―. No sé... no sé cómo decírselo. Me pidieron que... que me adelantara. Los barcos deberían estar desembarcando, pero... pero...

―¡Hable ahora, soldado! ―exclamó Yeji, pálida y de aspecto asustado.

―Hemos ganado la guerra ―tartamudeó el soldado―, pero... pero el Príncipe Yoongi ha sido herido de gravedad, mi Princesa.

Hoseok emitió un jadeo, poniéndose de pie ante esas palabras. Una nueva punzada en su vientre, pero lo ignoró, mirando al soldado.

―¿Herido...? ―barboteó Hoseok―. No, ¡no puede ser!

―Hoseok ―Yeji se volteó a verlo, con los ojos brillantes―, será mejor que te vayas, no debes alterarte...

―¡No! ―Hoseok gritó, espantado, en shock, aterrado―. ¡No! ¡Yoongi no puede estar herido! ―volvió a gritar, pero ahora por el dolor en su vientre.

―¡Hoseok!

―Mi Princesa, mi Emperatriz ―sollozó el guardia, y Hoseok se dio cuenta de que estaba llorando―, no es... no es sólo eso. El Emperador...

No. Hoseok no quería escucharlo. No quería seguir oyendo eso. Sin embargo, tampoco podía moverse, jadeando por el sufrimiento.

―El Emperador ha muerto, Princesa.

Yeji soltó un grito de horror y dolor. Hoseok se dobló en dos, con su mano sobre su vientre y gimiendo por una nueva corriente de suplicio que le atacó. Escuchó que alguien dijo su nombre.

―¡Un médico! ¡Necesitamos al médico ahora!

Hoseok sollozó por el dolor y sintió, de pronto, como si le hubieran dado un golpe en su vientre, seguido de su entrepierna húmeda. Eso fue lo último de lo que se dio cuenta antes de perder el conocimiento, con un pensamiento fugaz.

Mi bebé está pateando. Mi lindo bebé está pateando.

En el momento en que Hoseok abrió los ojos, sintió dolor.

Gimió ahogadamente, escuchando un rezo al lado suyo, pero apenas le prestó atención por otra sensación en su garganta. Supo enseguida que iba a vomitar, y sin entender nada de lo que estaba pasando, se estiró por el borde de la cama y vomitó.

Unas manos le acariciaron los cabellos con suavidad.

―Expúlselo todo, mi Señor... ―susurró alguien, y por la voz supo que era Wheein.

Hoseok tosió y escupió hasta la bilis. Ni siquiera pensó si era una imagen favorable o no, con la cabeza estallando en nuevo dolor, y de manera automática, pues era algo que llevaba haciendo desde hace mucho tiempo, llevó una mano hacia su vientre, notándolo todavía algo hinchado. Una ola de alivio le recorrió... hasta que escuchó un llanto.

Levantó la vista. Yeji estaba sollozando, con los ojos hinchados y brillantes. A su lado, su hermana Jiwoo estaba llorando a lágrima viva. Bongsun, atrás de ellas, también parecía retener los sollozos, mientras que Minji se deshacía en llanto.

Al moverse, soltó un nuevo gemido adolorido en su entrepierna.

―¿Qué pasa? ―murmuró, con la voz apretada y empapada en dolor, y fue cuando percibió algo más por encima del olor a vómito: olía a sangre.

Ese hecho, el olor a sangre, le hizo recordar otra cosa. Él se desmayó. Se desmayó porque habían llegado con la noticia... la noticia...

Yoongi. Oh, Yoongi... Y el Emperador...

Nuevas ganas de vomitar lo inundaron.

Alguien se movió y eso llamó su atención. El médico Shin se levantó de la silla, con ojeras bajo sus ojos, pálido y sudor en su frente.

―Emperatriz... ―dijo el hombre, y Hoseok cerró sus ojos, porque ese tono no auguraba nada bueno.

Sin embargo, saberlo no le preparó para el golpe.

―Lo lamento mucho, Emperatriz. Hicimos lo posible, pero... pero ha sufrido de un aborto y perdió al bebé.

Hoseok no rompió a llorar enseguida. Jung Hoseok sólo pensó en lo mucho que le gustaría que esa pesadilla acabara ahora.

sobre el final: es algo que tenía planeado desde inicios del fic. no tengo mucho que decir, sólo perdóneme uwuwuwu

¿será este el final del yoonseok?

¡gracias por leer!

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