28.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y angst.

Capítulo auspiciado por sylverkoky otra vez. Se ha convertido en la auspiciadora oficial de Jewel JAJAJAJAJA

A Yoongi le costaba dormir por el dolor en su herida.

No era sólo dormir lo complicado. Hablar y comer le generaba una gran incomodidad, y era peor cuando tenían que hacerle curaciones. El doctor Han muchas veces sugería darle una pequeña cantidad de láudano para relajarlo, pero Yoongi estaba cansado de sentirse aturdido. Necesitaba la mente despejada totalmente para poder pensar y procesar todo lo que había ocurrido en menos de una luna.

La muerte de su padre no sólo fue un golpe duro. Lo destruyó casi tanto como enterarse del aborto de Hoseok. Con su padre muerto, él asumiría entonces como Emperador, y ahora no se sentía un poco preparado para esa tarea. Menos cuando sentía tanta culpa, esa odiosa culpa devorándole el corazón.

¿No fue su culpa que su padre hubiera muerto? Si no hubieran lanzado eso ataque tan rápido, si hubieran esperado más, entonces no habría sido asesinado. No sólo eso: Hoseok tampoco habría perdido a su bebé. Indirectamente, Yoongi le provocó el aborto luego de insistir en atacar directamente y abandonar el asedio. La noticia de la muerte de su padre y que hubiera sido herido descompensó por completo a su prometido, ¿cómo no? Un embarazo en un doncel era frágil y los nervios de Hoseok se destrozaron con lo ocurrido. Yoongi provocó todo ese desastre por su propia desesperación.

La muerte de su padre, la de su hijo, y su cicatriz...

Yoongi era el único culpable de eso.

Esa idea se repetía durante todo el día en su cabeza, y a veces por la noche, cuando el dolor no lo dejaba descansar. Ni siquiera quería mirar su reflejo en el espejo, porque eso sólo terminaría por deprimirlo más. Todo el mundo le decía siempre que era uno de los hombres más atractivos que alguna vez vieron, pero ahora, ¿dirían lo mismo con esa enorme y fea cicatriz? No es como si al final el aspecto fuera importante, sin embargo, no podía evitar que eso le afectara.

Sus ojos se movieron cuando escuchó un gemido suave a su lado. Ya era de noche, pero Yoongi no había dormido un poco, y ahora menos.

Hoseok tembló, acurrucado a su lado y durmiendo. Elevó su mano y acarició los cabellos del muchacho, como si eso pudiera calmarlo de sus pesadillas. Hoseok había tenido muchas últimamente, y despertaba siempre agitado y lloroso. No le preguntaba de qué trataban, porque él podía imaginárselo.

Lo vio temblar otra vez.

―Ssshhhh... ―murmuró, agotado y cansado―. Está bien, Hoba...

Como si su voz le atrajera, Hoseok se movió más contra su cuerpo, pegándoselo y en busca de consuelo. Eso pareció tranquilizarlo.

Cerró sus ojos para tratar de dormir un poco. Le fue difícil, ya que él también tenía sus propias pesadillas: el momento en que él y sus hombros subían al barco donde iba la familia real de Tainan, el fuego a su alrededor, el guardia personal del rey acercándosele con su espada en mano y el ruido de sus armas al chocar. Ese bastardo se aprovechó cuando se distrajo al notar la flecha impactando en el hombro de su padre, y de pronto el dolor estalló en su rostro. Si no hubiera sido por Seokjin, que saltó para protegerlo, de seguro habría muerto.

Cuando la mañana llegó, Hoseok se movió a su alrededor para limpiarle la herida. Yoongi lo miraba y notaba su aspecto, y su estómago se apretaba en dolor, porque su Hoba parecía haber desaparecido: no había luz a su alrededor, las sonrisas se desvanecieron y esos llorosos ojos le observaban siempre con sufrimiento. Había tanta culpa en esos preciosos ojos que su corazón dolía con fuerza.

―Hoba ―murmuró, y Hoseok parpadeó, como sacándole de sus pensamientos. Le había estado ayudando a comer, pero se quedó quieto cuando Yoongi le dijo que ya estaba satisfecho―, has estado muy callado.

―Lo siento, mi Prínci– Emperador ―se corrigió a último momento.

Eso era lo otro. Le llamaba poco por su nombre, usando sus títulos la mayor parte del tiempo. A Yoongi no le gustaba eso.

―¿Cómo has estado de tus calambres? ―preguntó, porque eso era algo que todavía le preocupaba.

La expresión de Hoseok se volvió más desolada.

―Mejor ―dijo―, hoy no he sentido ninguno. Ya han pasado varios días y el doctor Han mencionó que deberían desaparecer por completo.

―Bien ―Yoongi reflexionó un momento―. Hoy tengo reunión con el Consejo, ¿quieres acompañarme?

Hoseok revolvió la taza de té que consumía desde que el doctor Han llegó y el médico le recomendó para sus dolores.

―No tengo muchas opciones ―el menor se encogió de hombros, como queriendo restarle importancia.

―Hoba ―Yoongi arrugó el ceño―, sigues siendo mi prometido, claro que tienes opciones. Si te sientes muy mal...

―No es eso ―Hoseok mordió su labio inferior―, es sólo que... Yo sé lo que va a pasar allí, mi Emperador. Ellos...

―Primero ―el mayor le interrumpió―, te pido que dejes de tratarme así, Hoseok. Tengo un nombre por el que puedes llamarme.

―No debería...

―Hoseok ―Yoongi le devolvió la mirada con seriedad.

Vio la manera en que sus ojos se cristalizaron y Yoongi se preguntó si estaba siendo muy duro con él. Tal vez, considerando todo lo que había pasado, pero él no sabía de qué otra forma razonar con él. Desde que regresó que su prometido era un libro cerrado ante él, evitando mostrar todas sus emociones. Sólo un par de veces rompió en llanto frente a Yoongi, como si le avergonzara que lo viera llorar.

―Yoongi ―dijo finalmente.

―Bien ―el mayor asintió―. En segundo lugar, Hoseok, el doctor Han ya lo dijo. Eres joven. Podrás tener más hijos ―la expresión del menor se congeló mientras Yoongi suavizó su rostro―. Podremos tener más hijos, ¿te ha quedado claro?

Hoseok le contempló con desconcierto, como si no acabara de entender lo que le estaba diciendo. Pasaron varios segundos, mientras Yoongi esperaba esa bonita sonrisa de felicidad que hacía latir su corazón.

No obtuvo eso.

―Yoongi, no.

Ahora el pasmo inundó al mayor por esa respuesta. El menor sacudió su cabeza.

―¿Qué?

―No puedes arriesgar a la dinastía así ―comenzó a explicar Hoseok―, no puedes... Tú necesitas hijos y yo no fui capaz de darte uno.

El médico le dijo, en muchas ocasiones, que no debía tensar su rostro o fruncir el ceño con fuerza, pues eso al final sólo le terminaría causando dolor. Ahora, sin embargo, no pudo controlarlo: su ceja se arrugó mientras que su mandíbula se apretó.

―¡Yoongi! ―exclamó Hoseok al verlo, de seguro observando la manera en que los bordes de su herida se apretaban.

―¿Arriesgar la dinastía? Suenas como mi padre, que en paz descanse ―escupió Yoongi, con la voz temblando en enojo―. No estás arriesgando nada porque sé que vamos a tener otro hijo. Tú eres mi Emperatriz.

―Por favor...

―¿O es que acaso no quieres casarte conmigo? ―exclamó el mayor, y ahora sintió el corazón herido.

A pesar de sus palabras iniciales el día en que se enteró de todo, ahora que se encontraba más lúcido y logró procesar todo a medias, romper su compromiso no estaba en sus planes. No totalmente.

Los ojos de Hoseok se llenaron de lágrimas ante sus palabras.

―¿Y si no puedo darte otro hijo? ―sollozó Hoseok―. ¿Si esto se repite y se repite?

―Entonces haré de Euijin mi heredero ―dijo Yoongi, decidido―, si con eso logro estar contigo...

―Yoongi, no, por favor ―suplico Hoseok, poniéndose de pie―, no puedes hacer esto, no por mí. Tienes un deber. Un gran deber.

―Mi primer deber siempre serás tú ―replicó el mayor.

Hoseok lo miró todavía con los ojos lagrimosos, como si no pudiera terminar de entender por qué Yoongi decía esas cosas. Para el Príncipe era la verdad, la única verdad, y ahora lo podía ver todo más claro.

―Mi corazón es tuyo ―dijo Hoseok―, pero tú corazón le pertenece al Imperio, Yoongi. Eso tu padre te lo enseñó muy bien. No puedes decepcionarlo. No ahora. No puedes...

Yoongi volvió a apretar su mandíbula ante la mención de su padre muerto, aunque se forzó a no hacerlo por el látigo de dolor que recorrió su rostro. Hoseok sorbió por su nariz, pero agarró el pañuelo cuando, por el gesto que hizo, una de las costras que se estaban formando se abrió y salió un poco de sangre.

―Hoba ―dijo Yoongi, sintiendo el suave pañuelo frotando su mejilla―, no me harás cambiar de opinión.

―¿Por qué siempre tienes que ser tan terco, Yoongi? ―dijo el menor con la voz temblorosa.

Le devolvió la mirada con ese gesto resuelto, aunque sus ojos se volvieron un poco cariñosos, y se movió para envolverlo en sus brazos. Por la herida no podía hacer más que eso, y le habría gustado poder besarlo en la boca, sin embargo, el mismo Hoseok lo esquivaba a veces. Yoongi se preguntaba si, con su rostro herido, le daba algo de asco. Tal vez sí.

―Seok ―suspiró―, ¿tal vez ya no te gusto tanto? ¿Tal vez ya no me amas ahora que tendré esta cicatriz para toda mi vida?

―¿Qué? ―por un instante, el miedo desapareció del rostro del menor, cubierto ahora por la sorpresa y el desconcierto―. No. Yoongi, no... No es así ―Hoseok le acarició la mejilla sana con una mano, y el toque fue tan suave, que el mayor no pudo evitar apoyarse en ella―. No digas eso, nunca más. Sólo... Sólo que me siento tan culpable por todo, Yoongi.

La voz de Hoseok volvió a quebrarse, pero Yoongi sólo lo estrechó más en sus brazos.

―Perdí a nuestro bebé ―comenzó a llorar Hoseok, enterrando su rostro en el hombro del príncipe―, lo perdí y no... no pude hacer nada...

―No estaba destinado a nosotros, Hoba ―susurró Yoongi―, si los dioses nos lo quitaron, es porque no era para nosotros...

―Pero yo lo quería ―la desesperación llenó a Hoseok, que lloraba como un animalillo herido―, yo lo quería. Era mío. Era nuestro. Nuestro bebé. Yo lo quería...

Yoongi cerró sus ojos, sintiendo sus propios ojos lagrimosos ante esas palabras, porque él sentía lo mismo en ese momento. Por muy fuerte que quisiera mantenerse, el dolor en él le atravesaba profundo, con los sollozos de Hoseok calando más y más en su corazón. Era su bebé. Era su hijo.

―Y lo perdí ―Hoseok lo abrazó por la cintura con fuerza―, por mi culpa lo... lo perdí...

―No fue tu culpa ―Yoongi habló a pesar de su garganta apretada―, claro que no lo fue. Hiciste lo posible...

―Yo te mandé allí, a esa guerra ―sintió su camisón húmedo por las lágrimas derramadas―, te mandé con tu padre cuando no tuve que hacerlo. Perdí a nuestro hijo y maté a tu padre, y tú estás herido sólo por mí.

―No ―Yoongi le acarició el cuello, la nuca, tratando de consolarlo―, no fue tu culpa de ninguna manera, Hoba. No quiero que sigas pensando en eso, por favor. Por favor, mi amor, mi Joya más preciosa, no vuelvas a decir algo como eso.

Hoseok no lo repitió, pero Yoongi sabía que esa idea no iba a desaparecer tan fácilmente de su cabeza. No cuando pensaba lo mismo, sólo que con la culpa dirigida hacia él mismo.

Hoseok lloró tanto que Yoongi, al final, decidió cancelar el Consejo de esa tarde. Había protestado ante esa decisión, sin embargo, su prometido se mantuvo firme en esa decisión y dijo que él tampoco se encontraba del todo bien para esa reunión.

Luego del desayuno, ayudó a Yoongi a bañarse. Le limpió los cabellos con suavidad, el suave tacto enviando un escalofrío por su espina dorsal y pensando en lo atractivo que seguía siendo el mayor. Tal vez era un pensamiento superficial y estúpido, pero mientras le desenredaba con un peine, la belleza de Yoongi lo golpeó con fuerza. Habían pasado ocho amaneceres desde que regresó y había recuperado el peso perdido, con un aspecto menos enfermizo. La cicatriz marcaba su rostro, pero Hoseok no encontraba que fuera repulsiva o fea. Sólo acentuaba la belleza del más bajo.

Haber llorado le alivió un poco. Desde que Yoongi llegó que estaba luchando por aguantarse las lágrimas, creyendo que lo que menos necesitaba el príncipe era verlo hecho un desastre. Volcó todos sus esfuerzos, toda su concentración, en atender lo mejor posible al mayor y tratar de que aquella herida sanara, tal y como hizo el mismo Yoongi cuando él fue azotado y quemado. Puso todo su esfuerzo en eso para no centrarse en su dolor, en su sufrimiento, porque de lo contrario, iba a volverse el desastre que fue aquellos primeros días desde que despertó sin su bebé.

Comenzó a enjabonarle los brazos y hombros. Yoongi tenía los ojos cerrados, relajado por completo en el agua caliente, y el menor sólo podía pensar en que no era justo que su Príncipe tuviera que sacrificar su lugar por él. Yoongi fue criado toda su vida para gobernar una vez fuera el momento, ¿y pensaba en dimitir en favor de su hermano menor por él? No, Hoseok no iba a permitir eso. Hoseok no dejaría que el lugar de Yoongi se le fuera arrebatado por un enamoramiento.

Le echó más agua para limpiar sus cabellos y procedió a peinárselos con suavidad. Unos días atrás le cortaron el cabello, no corto, pero si le quitaron varios centímetros. Ahora le llegaba hasta por los hombros.

―Iré a visitar a Joohyun y Jisoo ―dijo Hoseok de pronto―, he ignorado mis tareas estos días. Tampoco he visitado el concubinato.

―No son días normales ―contestó Yoongi con calma mientras el menor secaba ahora sus cabellos―, con todas las cosas que han pasado... No debes preocuparte por eso, Hoseok. Además, el palacio estará de luto unas lunas.

―Lo sé ―el más alto suspiró―, pero hay que volver a la normalidad también, ¿no es así, Yoongi? Probablemente en el Concejo de mañana van a discutir tu coronación. Emperador Min Yoongi... ―una débil sonrisa pintó su rostro―, deberá hacerse una fiesta grande para alegrar a las personas, mi Señor.

―Mi coronación y nuestro matrimonio ―reflexionó Yoongi, y Hoseok se calló, porque no quería seguir discutiendo con él.

Hoseok no podía entenderlo. Durante mucho tiempo peleó por el amor de Yoongi, quería que fuera suyo y de nadie más, pero ahora que el mayor se lo declaraba, él no quería aceptarlo. ¿Cómo podían cambiar las cosas tan rápido? No había dejado de amarlo, eso lo tenía más que claro, sin embargo, la culpa que sentía en su corazón era demasiado grande y sentía que esa era la única forma de poder solucionar el desastre que hizo. Provocó una guerra, santos dioses, provocó la muerte del Emperador y la muerte del hijo del Príncipe Heredero, ¿y quería seguir luchando para convertirse en Emperatriz? Eso no tenía ningún sentido para el menor.

Ayudó a Yoongi a vestirse con un camisón limpio y lo llevó a la cama. Le acomodó las almohadas e hizo pasar a Seokjin.

―Estaré fuera el resto de la tarde ―le explicó a la mano derecha de Yoongi―, pero volveré antes del anochecer. Por favor, procura que no haga nada brusco.

Yoongi se veía realmente molesto mientras Hoseok hablaba, pero simplemente ignoró su mirada.

―No tengo cinco años ―exclamó Yoongi.

―No, tienes tres ―replicó Hoseok, y por un instante, se sintió como si no hubiera pasado nada malo. Como si las cosas estuvieran bien―. Ha querido agarrar por varios días una espada, Seokjin. Que no lo haga ―alzó la barbilla―, o soy capaz de cortarte las bolas.

Jin enarcó una ceja.

―Como diga, mi Emperatriz ―dijo, y Hoseok sacudió la cabeza ante un título.

―¿Dónde se encuentra Jisoo? ―preguntó.

―En el salón del pabellón imperial ―contestó Seokjin―. Está junto a Joohyun y sus doncellas.

Hoseok asintió. Al menos no se encontraban junto a otras mujeres nobles, de lo contrario, tendría que enfrentarse a sus miradas juzgadoras. No necesitaba eso en aquel instante.

Fue donde Yoongi, acariciándole la mejilla.

―Por favor, no hagas ninguna tontería ―pidió―. Volveré más tarde.

―¿Tontería? ―Yoongi le agarró la mano y le besó los dedos―. Lo único que deseo es que vuelvas a mí, mi Joya más preciosa.

Hoseok suspiró, dirigiéndole una última mirada antes de caminar hacia la salida de los aposentos. Como estaba acostumbrado, ya le esperaban afuera sus guardias y doncellas.

―¿Cómo ha estado el harem? ―le preguntó a Bongsun con el ceño ligeramente fruncido.

―No hay mucho movimiento y Sojung... ha actuado con cuidado ―dijo la muchacha―. Está respetando el luto general, aunque sí he escuchado algunas quejas de que quiere venir a ver al Prínci– al Emperador, mi Señor.

Frunció el ceño ligeramente ante aquellas palabras. Él esperaba que Bongsun actuara sin cuidado, como hizo Tzuyu en su momento, pero la chica parecía haber aprendido la lección con rapidez. Hoseok sabía que debía visitar el concubinato, sin embargo, no tenía muchas ganas de hacerlo. No quería observar esas falsas miradas de pena y compasión.

En el salón del pabellón estaban Jisoo, Joohyun y Namjoon. Los tres, junto con los guardias y doncellas, se inclinaron al verlo entrar, y miró unos segundos más largos a quien fue la mano derecha del difunto Emperador.

Namjoon también fue herido en el enfrentamiento por lo que había estado descansando lejos del ojo público. Además, por lo que sabía Hoseok, se sentía responsable por la muerte del Emperador. Yoongi había mencionado en ponerlo a su servicio cuando mejorara.

También estaba el doctor Shin. Hoseok había dejado de verlo, pues con el regreso del médico Han, los cuidados del Príncipe estaban bajo la mano del hombre más viejo.

―Emperatriz ―dijo Jisoo, y Hoseok trató de ignorar su vientre marcado. Mismo vientre que tenía Joohyun―, me alegro de verlo, mi Señor. Lo extrañábamos mucho.

―También las extrañé ―fue a tomarles las manos para saludarlas―, a ti también, Namjoon. ¿Cómo te has sentido? Disculpa por no ir a visitarte, con lo del Príncipe...

―No se preocupe, Emperatriz ―Namjoon sonrió. Había perdido algo de peso y notó su brazo en cabestrillo―, he sido cuidado muy bien por mi esposa.

Joohyun sonrió ligeramente y Hoseok se sintió feliz de que, al menos, ellos estuvieran bien.

Se sentaron y comenzaron a comer. Hoseok escuchó la plática ligeramente, mientras Minji le preparaba un té para destensarlo un poco. El médico estaba tomándole el pulso a Jisoo.

―¿Te has sentido mal? ―le preguntó Hoseok.

―Un poco mareada ―dijo Jisoo―, pero supongo que es normal. Un embarazo es tan difícil... ―se calló abruptamente, abriendo sus ojos con fuerza―. Lo siento, Emperatriz, no quería verme... No quería sonar desagradecida...

Hoseok hizo un gesto con su mano. ¿Había dolido? Por supuesto que sí. Sin embargo, él sabía que no había mala intención de Jisoo. Y, sumado a eso, él tendría que aprender a vivir con eso. Con ese dolor en su corazón.

―Está bien ―asintió con la cabeza―. ¿Estás tomando algún té en especial? El médico Shin me daba uno para fortalecerme en mi embarazo... ―una pequeña pausa―, tenía muchos dolores e incomodidades. Sé que es difícil.

―No tomo muchos té ―dijo Jisoo―. Me ponen mal enseguida, desde el inicio me dieron náuseas.

―Oh, yo sí estoy con el mismo tuyo ―dijo Joohyun―. ¿De qué era, médico Shin?

―Melisa y pasiflora ―dijo el hombre, poniéndose de pie―. Todavía queda un poco en la tetera, señorita Kim.

―¿Era de lo que yo tomaba también? ―comentó Hoseok, y movió su taza hacia Minji―. Por favor, sírveme Minji, si no es mucha molestia ―Minji asintió, agarrando la taza con cuidado―. ¿Tu padre, Jisoo...?

Se interrumpió cuando escuchó un grito bajo, una maldición y algo quebrándose. Todos se voltearon a ver el lugar de donde salió el ruido, observando a Minji en el suelo con una expresión de sorpresa. El médico parecía haberla empujado por accidente.

―Disculpe, señorita Minji ―dijo el hombre con voz en pánico―, no fue mi... mi intención... Déjeme ayudarla...

―No se preocupe ―barboteó Minji, avergonzada―, fue mi culpa, yo no me fije... Voy a limpiar este desastre...

El médico se disculpó ante Hoseok también y las otras muchachas, mientras que Minji agarró un paño y comenzó a limpiar el té derramado.

―Se encuentra bien, señorita Kim ―dijo Shin, hablándole ahora a Jisoo con su tono tembloroso―, nada de lo que preocuparse. Si me disculpa...

Y sin esperar una respuesta, hizo una inclinación más para despedirse y marcharse, mientras que Minji seguía limpiando.

―Pobre hombre ―comentó Namjoon.

―Se habrá puesto nervioso con la presencia de Minji ―dijo Joohyun―, hace tiempo busca una esposa.

―¿Mmm? ―Hoseok ladeó la cabeza―. ¿Le conoces bien, Joohyun?

―Sí ―ella asintió―, sirve en el templo imperial desde hace unas primaveras.

Hoseok sintió la manera en que su boca se abría ligeramente, sorprendido por esas palabras a pesar de que no eran extrañas. Es decir... Para que fuera traído al palacio debió tener grandes referencias, ¿no es así? ¿Y qué mejor referencia que ser médico del principal templo, el segundo edificio más importante del Imperio?

Volvió a mirar a Minji. Se había puesto de pie y sostenía el paño con una mano. La otra la estaba olisqueando, y tenía el ceño ligeramente arrugado.

―¿Pasa algo, Minji? ―preguntó, inquieto.

Minji lo miró.

―Oh, nada... Yo... Nada, Emperatriz. Sólo me distraje ―barboteó, pero sus cejas arrugadas no se borraban.

Hoseok también se sentía un poco desconcertado y fuera de sí. Las palabras de Joohyun respecto a dónde había trabajado antes el médico Shin le hizo sentir extraño, como si algo no encajara. A él nunca le dijeron que antes el hombre trabajaba en el templo imperial. ¿No era una información importante, algo que él debía saber?

Joohyun parecía conocerlo muy bien, era evidente que su padre también debía conocerlo mejor. ¿Y sí...?

No. No. Hoseok no quería pensar en eso. Las posibilidades...

Apretó sus labios un instante. Podía ser. Claro que sí.

Se forzó a aparentar una tranquilidad que no sentía, con el corazón acelerado y latiendo sin control alguno. Su cabeza estaba pensando un montón de cosas e ideando varios escenarios en los que no se puso antes, y se preguntó si no pecó de ingenuo y tonto. ¿Cuán posible era eso que estaba pensando? Demasiado, para su propio gusto.

De pronto, quiso ponerse de pie e ir donde Yoongi para contarle lo que pasaba por su cabeza, pero enterró sus uñas en las palmas de sus manos para contenerse. No, ¿cómo le iba a decir sin tener una prueba alguna? Lo que estaba diciendo era demasiado grave, era un crimen horrible, y si acusaba a alguien sin tener una prueba, Hoseok sería el único hombre muerto.

Sin poder evitarlo, sus ojos volvieron a Minji. La chica estaba recogiendo los trozos de taza rotos, pero había confusión en su mirada también. Una nueva idea apareció: ella sabía algo.

Tomó aire para mantener la calma y se forzó a quedarse tranquilo, fingiendo estar atento a la conversación que se desarrollaba frente a él.

Sólo más tarde, cuando se estaba retirando, hizo que su doncella fuera a su lado.

―Minji ―dijo, con su voz extraña―, ¿qué pasa?

―¿Mi Emperatriz? ―ella parpadeó, algo confundida―. ¿Qué pasa respecto a qué?

Hoseok miró al frente.

―Dime lo que pasó por tu cabeza cuando derramaste el té.

El pánico golpeó a Minji.

―Mi Señor, yo... No quiero... No fue adrede...

―Sé que fue un accidente, pero pensaste algo ―Hoseok no quería presionarla ni ser duro con ella, pero él necesitaba saber lo que Minji vio―. Dímelo ahora.

Se veía a punto de llorar y el corazón de Hoseok se estrujó. Le recordó un poco a él una primavera atrás, cuando estaba recién entrando al palacio y con tantos sueños por delante. Hoseok sentía que esos sueños, ahora, se habían convertido en una pesadilla.

―Mi Emperatriz, yo sólo... ―ella sorbió por su nariz―, es que... es que yo le traje todos los tés en su embarazo, mi Señor, y... y...

Hoseok se detuvo, obligándola a mirarlo a los ojos.

―... y ese té no... no olía a los que el médico Shin me... me entregaba pa-para usted...

El estómago de Hoseok se cerró y apretó.

―Pudo haberse confundido ―dijo el muchacho―. Tal vez no era el té que me preparaba a mí.

Minji asintió con la cabeza desesperadamente, sin embargo, no se veía del todo convencida.

―Pero... ―comenzó a decir Hoseok para que siguiera hablando.

Ella rompió en llanto.

―Pero su... su bebé y la sangre olía tanto a los tés que él me entregaba... ―sollozó, temblorosa―, me di... me di cuenta cuando li-limpiaba el té derramado... ―su llanto aumentó y cayó de rodillas al suelo―. ¡Lo... lo si-siento, Emperatriz, no quería...! No quería pensar eso...

Hoseok miró hacia todos lados en el pasillo, verificando que no estuviera pasando nadie. Sus otras doncellas tenían expresiones de piedra, mientras que sus guardias estaban de pie, observando la escena con gestos sorpresivos.

Lo que había dicho Minji era grave. Demasiado grave. Si alguien escuchaba, podía considerar que Minji estaba acusando al médico de alta traición. La chica parecía desesperada para justificarse, sin embargo, Hoseok no quería sus justificaciones. Él quería saber la verdad.

―A mi cuarto, ahora ―habló, y Yoorim, acostumbrada, fue la primera en moverse para levantar a Minji.

El muchacho se apresuró en ir a sus aposentos, a los que no iba desde hacía varios amaneceres, desde que Yoongi volvió. Comentó en voz alta, a sus doncellas y guardias, que iba a descansar un momento y que no quería que nadie externo entrara a sus habitaciones. No tardaron en llegar, ordenando que cerraran la puerta con fuerza y sólo dejando que Yoorim entrara, pues seguía llevando a Minji, que sollozaba en voz baja.

Cuando el ruido de las puertas resonó en la habitación, Hoseok no pudo evitarlo y empujó una de las mesitas al suelo.

―¡Mierda! ―exclamó, sintiendo sus ojos llenos de lágrimas―. ¡Mierda, ¿cuáles son las posibilidades...? ―su voz se cortó y miró a Yoorim―. ¿Tú no lo sabías? ¿Qué el doctor Shin trabajaba con el Sumo Sacerdote?

―No, vi Señor ―susurró ella, con la temblorosa―, se lo habría dicho.

Hoseok pasó una mano por su rostro, moviéndose por el cuarto como si estuviera enjaulado.

―¿A qué olían mis tés, Minji? ―preguntó.

―A... a unas flores ―barboteó la muchacha―, no sé a cuáles, mi Señor. Nunca pregunté... ―más llanto―. Cu-cuando retiré las... las sábanas pensé que olía mucho a ese té, pero... pero no lo pensé, mi Señor. Perdón, perdón...

Hoseok no sabía por qué estaba pidiendo perdón, pero su cabeza no tenía espacio para eso. Lo único que había era en que todos los días bebía los tés que Minji le entregaba, sin falta, porque el médico le había dicho que le ayudarían su embarazo. Lo iban a fortalecer.

―Mi Señor ―habló Wheein, pálida y fuera de sí―, si es así, ¿fueron órdenes del... del Sumo Sacerdote?

Tiempo es lo que más tenemos, le había dicho ese hombre antes de que su embarazo fuera un hecho, con esa voz baja y que le provocaba escalofríos. Él había creído que se refería a otra cosa, no le tomó importancia... Había pecado de ingenuo.

―El Príncipe debe saberlo ―dijo Bongsun, también desconcertada―. ¡Él va...!

―¡No lo va a saber! ―exclamó Hoseok, volteándose a verlas―. No si no tengo pruebas. No...

Recordó el episodio del collar. Él también pensó que ese hombre estuvo implicado, sin embargo, Yoongi fue claro con sus palabras cuando se lo dijo: acusar al Sumo Sacerdote sin una prueba es casi una condena de muerte. Y acusarlo de haberle provocado un aborto, cuando todavía no estaba casado con Yoongi, cuando todavía no era coronado Emperatriz, era un suicidio. Nadie le iba a creer, por el contrario, iban a decir que se lo estaba inventando para salir impune.

―Minji ―volvió su atención a ella―, ¿nunca lo viste preparar el té?

―No, él me lo entregaba listo ―lloró. Parecía tan culpable, como si hubiera sido su responsabilidad, como si ella tuviera que haber verificado que el té era el correcto―. Decía que era melisa y pasiflora, ¡pero se lo prometo, al olerlo era totalmente distinto!

Hoseok asintió, ausente y con nuevas ganas de llorar. Una parte suya quería creer que sólo estaba pensando así por el dolor, porque quería quitarse la culpa de encima, sin embargo, ¿era todo una casualidad?

Rememoró todos sus dolores, sus quejas. Cada día despertaba peor, como si ese té no estuviera funcionando, aunque el médico insistía en que le ayudaría. Hoseok, incluso, una vez le sugirió cambiarlo por otro, pero Shin sólo dijo que era el mejor té para él.

Ahora tenía que confirmarlo por sí mismo.

―Bongsun ―murmuró, y ella se movió―, ve donde el médico Han y dile que... que me prepare un té de melisa y pasiflora. ¡Sólo él debe preparármelo, ¿entendido?! Y quédate mientras lo hace ―no quería verse amenazante, mas él necesitaba asegurarse de la fidelidad de sus doncellas. De su círculo cercano―. Nadie puede saberlo, ¿está claro? ¡Todo lo que conversamos, se queda aquí! ―añadió, mirando a cada una de sus damas y a Yoorim.

Las cuatro mujeres asintieron con sus cabezas, notando sus ojos volviéndose firmes y seguros. Incluso Minji, que tenía los ojos lagrimosos todavía, sacudió su cabeza.

―Minji ―dijo, ahora hacia la menor―, necesito saber de qué estaba hecho el té. Necesito saber de qué flores eran.

Hoseok no quería arriesgarla, no considerando su edad, pero no tenía otra forma de averiguar lo que había ocurrido realmente. Minji conocía el aroma del té mejor que nadie y quien tuvo mayor contacto con el médico Shin.

―Yo... Mi Señor... ―titubeó, antes de sorber por su nariz―. Lo... lo voy a intentar...

―No, no vas a intentarlo ―él se acercó a ella―. Debes hacerlo, Minji, incluso si debes usar las estrategias más sucias para averiguarlo.

La vio tragar saliva, evidentemente nerviosa, y por un instante creyó que iba a negarse. Si lo hacía, sería su condena.

No fue así. Al final, luego de unos largos segundos agónicos, Minji aceptó con su voz baja. Hubo un pequeño azote de dolor en su corazón, pues todos allí sabían lo que implicaba la frase "estrategias más sucias". Minji era sólo una niña. Pero también la llave para abrir la puerta de esa posible verdad.

Porque si era cierto... Eso sólo significaba que habían matado a su bebé. Habían matado a su bebé.

Hoseok no creyó que pudiera sentir más dolor, sin embargo, ese pensamiento le rompió el corazón. Lo habían envenenado por meses para deshacerse de su bebé, de él. Habían asesinado a su bebé.

Y si eso era cierto, Hoseok quería vengarse. Él no iba a permitir que ese asesinato saliera impune.

―Yoorim ―dijo―, necesito que consigas un espía. A alguien que vigile tanto al médico Shin como al Sumo Sacerdote. Que siga todos sus movimientos y te mantenga informado.

―Me haré cargo de eso ―dijo su guardia.

―Y Wheein ―miró a su amiga, su doncella más cercana, su mano derecha―, vigila mi espalda en todo momento. En unos amaneceres más... Yoongi tendrá un Concejo al que debo ir ―su tono se volvió firme―, saben lo que pasará, ¿no es así? Van a insistir que rompan mi compromiso con Yoongi. Voy a caer en desgracia ―apretó sus manos―, así que Wheein, te vas a quedar conmigo. Si es así, ustedes serán reasignadas, pero las necesito siendo mis ojos en todas partes. Incluso dentro del concubinato.

―Así se hará, mi Señor ―dijo Bongsun.

―Y Yoongi no se enterará de nada de esto. No hasta que tenga todas las pruebas posibles ―recalcó―. Su silencio es lo más importante ahora.

Todas juraron mantener la boca cerrada. Hoseok sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, que lo que pasaba por su cabeza era una idea arriesgada y podía acabar mal, pero él iba a llegar al fondo de ese pozo en el que lo habían sumido a la fuerza.

Hoseok tendría las cabezas de aquellos que habían matado a su bebé.

estaba calculando los capítulos amix, y estamos entrando en parte de la recta final (?) Por lo que veo, cerraré el fic en 35 capítulos, JAJAJAJAJAJ para que se vayan preparando plissss

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro