6.

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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff. 

El Emperador Min ya les estaba esperando dentro del salón, sentado al centro de la lujosa y abundante mesa, sin nadie más a su lado. A unos pasos de él, se encontraba el Catador Real, además de que se podían ver varios soldados rodeando el salón de banquetes.

Yoongi iba un paso delante de él y Hoseok bajó la vista.

―Padre ―saludó el príncipe, inclinando la cabeza en señal de respeto.

Hoseok se apresuró para arrodillarse.

―Emperador ―dijo con la voz suave―, muchas gracias por la invitación.

―Pensé que estarías con Joohyun ―habló el padre de Yoongi, un poco sorprendido.

Hoseok no sabía cómo tomarse esas palabras, pero trató de no sentirse ofendido. Él sabía que Joohyun era la que tenía la gran ventaja en el concubinato. La que sería elegida, con toda probabilidad, como Emperatriz. Además, era parte de la familia de Yoongi, era evidente que el Emperador debía conocerla mucho más.

―Joohyun es un poco aburrida ―replicó Yoongi, encogiéndose de hombros―. Vamos, Hoseok, a comer. Sé que debes tener hambre, te tuve ocupado todo el día.

No tuvo que tomarlo con un doble sentido, pero no pudo evitarlo. Sus mejillas se colorearon de rojo ante esas palabras, pero trató de disimularlo al mantener la vista baja, lleno de temor. Era un sacrilegio mirar al Emperador a los ojos si no se era de la familia.

Pudo escuchar un suspiro. Por un instante, creyó que era Yoongi, hasta que oyó la voz:

―¿Hoseok? ―el Emperador habló, con voz fuerte―. No temas, puedes levantar alzar la vista. No me gusta cenar con personas que miran todo el tiempo el suelo.

Vaciló un instante, temeroso todavía, sin embargo, era una orden directa. No podía desobedecer lo que su Emperador le decía.

Alzó los ojos, tomando asiento al lado de Yoongi, por el lado izquierdo de la mesa.

―Supongo que ese moretón no se lo habrás hecho tú, Príncipe Heredero ―habló el Emperador, observándolo directamente con el ceño ligeramente fruncido―. Mírame, Cortesano.

Hoseok no sabía dónde ocultarse, sintiendo el loco impulso de salir corriendo para no verse embrollado en tal tensa situación. Las palabras del hombre no eran acusadoras, pero se veía algo molesto, y mucho más cuando Hoseok se vio obligado a sostenerle la mirada.

―¡No, claro que no! ―y quien saltó no fue Yoongi, sino Hoseok. El príncipe lo observó bruscamente―. ¡Oh, lo siento, Emperador, no quise...! ―bajó la vista, enrojeciendo por la vergüenza―-. Perdón, mi Señor, no pretendía...

Se volvió a callar, queriendo golpearse la cabeza por tener esos estúpidos arrebatos en los que hablaba sin pensarlo. Pero también porque escuchó una risa suave por parte del Emperador, sin lucir enfadado por lo que acababa de hacer. Yoongi trataba de contraer una sonrisa, aunque fallando a medias.

―Qué encanto ―comentó el hombre―. ¿Hijo, tú respuesta?

―No fui yo ―intervino Yoongi, tranquilo―. Jamás golpearía a ninguna de mis concubinas, por mucho que me hicieran enfadar. Hoseok ha dicho que fue un accidente, ¿no es así, Seokjin?

―Sí, mi Emperador ―respondió con calma el soldado, de pie detrás de ellos―. Vamos a tener más cuidado para que no le vuelva a pasar al Cortesano. Un rostro como el suyo no debería tener esas marcas.

Hoseok no sabía si reír ante esas palabras, porque sonaban un poco extrañas viniendo del soldado. No como si le estuviera coqueteando, sino como si supiera algo más.

―Bueno, ¿qué tal si empiezas a comer, Hoseok? ―preguntó el Emperador―. No te preocupes, toda la comida ya ha sido probada por mi maravilloso catador. Nadie come mejor en el palacio que él, ¿cierto, Kim?

―Claro, mi Emperador ―respondió el hombre.

Hoseok dio las gracias, todavía muy avergonzado por el arrebato que tuvo, y empezó a comer con cuidado de no derramar algo y provocar otro desastre. Mientras se alimentaba, los Min se pusieron a conversar sobre algunos asuntos del reino, y Hoseok lo aprovechó para mirar de reojo al Emperador.

Yoongi se parecía mucho a su padre: la piel pálida y el cabello negro venían de él, además de la forma de sus ojos. Era muy guapo, de una forma distinta a la que era Yoongi, pues tenía una extraña belleza madura, a pesar de ser ya un hombre de edad. Sus ojos, a diferencia de los del príncipe, eran de color avellana-miel. Con la luz, podían verse más oscuros o más claros, y quizás era el principal atractivo del Emperador. En ese instante no estaba con su corona encima, por lo que sus cabellos oscuros se encontraban amarrados en una cola baja.

―Hoseok ―habló el Emperador, y el chico le miró con una sonrisa tímida―, recuerdo que en tu presentación has mencionado que te gusta el baile.

―Sí, mi Emperador ―contestó Hoseok, tratando de que su voz saliera estable―, desde pequeño me ha gustado, pero no tenía oportunidad para perfeccionarlo. Una vez aquí, con las clases, pude pulir mucho más mis pasos.

―¿Te consideras buen bailarín? ―preguntó el Emperador.

Se quedó callado un momento, sin saber si debía ser modesto o no.

―Sí ―confesó, luciendo algo nervioso―, si fuera más egocéntrico, diría que soy el mejor, pero no sé...

―Tal vez debería ver eso ―intervino Yoongi―, exigirte que me bailes cuando estemos a solas.

―Pero ¿para qué privar de tal maravilla al mundo, Yoongi? ―dijo el Emperador―. ¿Qué tal si nos bailas, Hoseok?

―¿Emperador? ―titubeó, sorprendido. Incluso Yoongi se veía un poco abrumado con la petición, sin intervenir y con una expresión atónita―. No creo...

―Namjoon ―dijo el hombre―, ve por Jaewook y Yonghwa, por favor. No importa si están descansando, dile que los necesito, y que traigan sus instrumentos.

―Padre ―tartamudeó Yoongi, todavía descolocado―, no es necesario, en otro momento...

―Soy un hombre ocupado ―le interrumpió el Emperador, impasible―, así que disfrutaré de mis pequeños momentos de libertad, Príncipe Heredero. Quiero que veamos a Hoseok bailar.

Hoseok notó, en ese instante, que el Emperador solía usar el título de Yoongi para darle la advertencia de que no le rebatiera. Cuando vivía en su antigua casa, con sus padres, poco escuchaba de los Emperadores de la familia Min, pues al bajo pueblo no le importaba quien gobernara, mientras tuvieran qué comer. Sin embargo, algo era claro: al Emperador no se le discutía, bajo ninguna excusa, y eso Yoongi parecía saberlo bien.

Sintió la tentación de insistir en hacerlo en otro momento, pero si Yoongi ya no dijo nada, ¿qué podía hacer él? Hoseok no estaba tan loco como para objetar con el Emperador, no con algo tan burdo como el baile. El hombre podría considerarlo una ofensa y mandarlo a castigar.

―Espero que lo disfrute, mi Emperador ―dijo con tono suave, recibiendo una sonrisa de aprobación―, no me gustaría decepcionarlo.

Yoongi, a su lado, tenía el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera irritado. Sin embargo, Hoseok no sabía qué hacer en esa situación para hacerle cambiar la cara.

―Estoy seguro de que jamás decepcionas, Cortesano ―respondió el Emperador, levantando su copa como si estuviera brindando antes de beber.

Sin poder evitarlo, Hoseok sintió su rostro un poco colorado, pero le echó la culpa al vino.

Pocos minutos después, las puertas del salón fueron abiertas otra vez y por ellas ingresó Namjoon, seguido de dos personas que Hoseok reconoció como músicos del palacio. A veces, iban a sus clases de baile y tocaban los instrumentos para que ellos danzaran. Jaewook tocaba el janggu y Yonghwa tocaba el daegeum.

―Emperador ―saludaron los dos al mismo tiempo, arrodillándose.

―Quiero que toquen algo para que el Cortesano Jung dance ―dijo el hombre, limpiando su barbilla―. Por favor, una melodía alegre. Necesito algo de alegría estos días.

Los dos músicos se apresuraron en acomodarse, y a Hoseok no le quedó más remedio que ponerse de pie y caminar hacia el centro del salón. Sin embargo, a medio camino, se volteó hacia el Emperador.

―Mi Señor ―le dijo, educado―, ¿no tendrá, por casualidad, unos abanicos disponibles?

―Namjoon ―llamó el Emperador.

―Enseguida le traigo unos, mi Emperador ―habló el soldado, que parecía fungir también como mano derecha del Gran Señor.

Le sonrió al Emperador con vergüenza, pero el hombre le contemplaba con tranquilidad, casi con gusto. Yoongi seguía viéndose algo molesto, pero al menos su ceño se notaba mucho más relajado.

Namjoon volvió poco después, entregándole dos abanicos violetas a Hoseok. Los abrió y cerró hábilmente, observando el bonito diseño de mariposas que estaban pintadas en el centro.

Les indicó a los músicos que empezaran a tocar una melodía, y pronto, ambos se pusieron en ello.

Hoseok, contrario a lo que pensaba, no estaba nervioso. La danza era una de sus cosas favoritas en el mundo, le gustaba cómo podía usar su cuerpo para expresar sus emociones y liberar lo que le estresaba. Le servía demasiado para canalizar lo que le hacía sentir mal, como si fuera una especie de purificador de su cuerpo. Y, a pesar de haber llegado tarde al harem, desde el inicio demostró gran habilidad para el baile, los instructores se lo dijeron.

Sonrió ampliamente, sin poder evitarlo, al sentir los primeros acordes de la música, y abrió los abanicos con amplio conocimiento. No titubeó ni un instante cuando comenzó a mover el cuerpo con elegante habilidad, sus pies sintiéndose ligeros, como si apenas rozara la superficie del suelo. El hanbok parecía flotar a su alrededor, mientras se movía por todo el espacio disponible para bailar, girando y moviendo los abanicos con sus manos.

Miró, entre sus movimientos, brevemente al príncipe y notó la sonrisa de placer que poseía ahora, con el disgusto desapareciendo de su rostro. Le lanzó una amplia sonrisa antes de volver a girar al ritmo de la melodía.

Los abanicos en sus manos eran movidos sin mucha complicación, como si fueran una extensión más de Hoseok, y el chico no podía dejar la felicidad que sentía por bailar. Por un instante, se olvidó de que estaba frente al Emperador y su hijo, y sólo se dejó llevar por la música, con una preciosa sonrisa en su rostro. Hoseok parecía brillar mientras giraba, saltaba y brincaba, como si tuviera alas y volviera su cuerpo más liviano.

Cuando la melodía terminó, Hoseok cubrió su rostro con uno de los abanicos, excepto sus ojos, y el otro lo cerró, con el brazo extendido al aire. Respiraba agitadamente por todos los movimientos, pero seguía conservando ese aire encantador que lo caracterizaba.

Sus ojos se movieron a Yoongi, pero permanecieron un instante allí, pues se sobresaltó al escuchar los repentinos aplausos del Emperador.

―Encantador ―dijo el hombre, con una sonrisa de aprobación―, realmente encantador, Cortesano. No te equivocabas, debes ser el mejor bailarín del concubinato ―se rió―. ¡Qué digo, del palacio!

Hoseok se enderezó, tratando de ocultar o aminorar su sonrisa un poco, pero falló en el proceso. El elogio le hizo sentir muy feliz, pues no era de cualquier persona, sino de la máxima autoridad del Imperio. Del superior de Yoongi.

―Me alegro mucho, mi Emperador ―dijo Hoseok, cerrando el otro abanico―. Es usted muy amable.

―No, honesto ―replicó el Emperador―. ¿Qué opinas tú, Yoongi? Qué cortesano más precioso tienes, hijo mío.

―Sí ―contestó Yoongi, ahora sin la sonrisa―, creo que he sido afortunado.

Hoseok le observó, como queriendo saber qué estaba pensando el príncipe, pero Yoongi volvía a tener cierta frustración en su rostro. Sin embargo, cuando sus ojos chocaron, pareció calmarse.

―Bailas muy hermoso, Hoseok ―halagó Yoongi.

―Gracias, mi Príncipe ―le respondió Hoseok, moviéndose para ir a retomar su lugar junto a Yoongi.

―Vamos, siéntate a mi lado ―habló el Emperador, haciéndole un gesto a su izquierda―. Tu baile merece tal honor.

Se quedó congelado un instante, sin saber qué hacer en ese preciso momento. ¿Cómo...? ¿Sentarse al lado del Emperador? Pero... ¿y Yoongi?

La molestia brilló en la cara del príncipe, aunque, ¿qué podía hacer Hoseok? Se lo estaba ordenando directamente.

Trató de mantener la sonrisa en su rostro, a pesar de que los nervios volvieron a aparecer en él. No pensó que las cosas pudieran escalar de esa forma, considerando que él estaba allí porque Yoongi lo llevó. La cena, la conversación, el baile... ¿no era todo demasiado raro para Hoseok?

El Emperador comenzó a preguntarle sobre su familia, siendo amable y comprensivo con él, a pesar de no venir de una familia honorable. Yoongi poco intervino en la conversación, dedicado más a beber vino y no estallar en ira ante lo que estaba ocurriendo frente a él.

Por favor, ¿su padre creía que era idiota? Poco más le estaba haciendo ojitos a Hoseok para que lo mirara.

Se enfureció más consigo mismo al reconocer esa emoción como celos, pues jamás sintió algo como eso en su vida. Siempre tuvo lo que quiso, los celos no eran una emoción para él. Pero los estaba sintiendo, y todo porque su padre le quitó toda la atención de Hoseok. ¿Qué demonios era eso?

El resto de la cena pasó en un santiamén. Pronto, el Emperador dijo que ya era momento de ir a la cama, y los despidió con una sonrisa satisfecha.

―Tal vez te llamaré para otras cenas ―le dijo a Hoseok―, eres un buen conversador, Cortesano Jung.

―Me aseguraré de que esté allí ―contestó Yoongi, callando a Hoseok y marcando terreno―, si es que no le ocupo su tiempo.

Hoseok se ruborizó, avergonzado.

―Cuando usted guste, mi Emperador ―respondió, otra vez tímido, y Yoongi le agarró del brazo.

―Buenas noches, padre ―se despidió, casi tirando de Hoseok hacia las puertas.

―Buenas noches.

Yoongi no dijo algo mientras se retiraban, ni siquiera cuando salieron al pasillo, alejándose del salón. Hoseok se dejó llevar en silencio, hasta que no lo aguantó más.

―Príncipe...

―¿Qué? ―preguntó Yoongi, un poco brusco.

―Me está haciendo daño ―susurró Hoseok.

Yoongi se detuvo de golpe, girándose a mirarlo y notando la forma en que apretaba el brazo del chico. Con rapidez lo soltó, y Hoseok frotó el lugar donde Yoongi le estuvo presionando, no de una forma para causarle un dolor horrible, pero sí para provocarle incomodidad.

―Mierda ―masculló Yoongi, y se volteó hacia Seokjin―. Jin, llévalo al cuarto de cortesanas.

―Como diga, mi Señor ―respondió el soldado, adelantándose y cogiendo el brazo de Hoseok con suavidad.

―¿Cómo? ―Hoseok miró hacia Yoongi―. Pero mi Príncipe, usted dijo...

―No estoy de humor ―le interrumpió el mayor, con una expresión sombría―. Será otro día, Hoseok.

―Vamos, Cortesano ―habló Seokjin, demasiado amable para su propio gusto―. Debe descansar, es un largo día.

―Sí, yo sólo... ―le tomó la mano a Yoongi, que parecía no querer mirarlo―. Buenas noches, Yoongi. Gracias por el día de hoy, me hiciste muy feliz ―añadió, sin saber si tenía el derecho para besarlo o no.

Los ojos del príncipe se suavizaron con sus palabras, todavía algo reacio a verlo directamente a los ojos, pero lo agarró de la nuca y le dio un beso suave en los labios. Eso bastó para relajar a Hoseok.

―Buenas noches ―se despidió Yoongi―, también fue un bonito día, Hoseok.

Y sin decir otra cosa, el mayor le soltó y se giró, marchándose a pasos apresurados. Hoseok se quedó contemplándolo desaparecer un momento, algo deprimido por lo que acababa de ocurrir. Él esperaba pasar la noche con Yoongi otra vez, no necesariamente para hacer algo más, sino sólo para estar con él.

―Cortesano ―llamó Seokjin, y Hoseok se apresuró en tomarle del brazo, comenzando a caminar―, no se preocupe por él, a veces es así.

―Mmm...

―Aprovechando este momento ―continuó Jin―, me ha parecido curioso que no haya decidido hablarle al Príncipe sobre su moretón.

Hoseok lo miró. Seokjin tenía una expresión de calma, a pesar de que sus ojos se veían calculadores.

―Fue un accidente ―masculló Hoseok.

―Al Príncipe no le habría hecho ninguna gracia saber que el Sumo Sacerdote le levantó la mano ―Jin alzó su barbilla―. Y tampoco saber que un Cortesano le ha mentido de esa forma.

Hoseok palideció ante esas palabras. Seokjin le sonrió con amabilidad.

―Seokjin, por favor...

―No le pienso decir nada a Yoongi, si es lo que te asusta, porque entiendo tu posición ―le interrumpió Jin―, pero si quieres que te dé un consejo, escúchame: ten cuidado con el Sumo Sacerdote, Hoseok. Es un hombre muy ambicioso.

―No le he hecho nada ―se defendió Hoseok―. Yo no le agrado.

―Ninguna concubina le agrada, sólo su hija ―suspiró Seokjin―. Pero si vuelve a pasar esto, no tendré más remedio que intervenir, ¿me entiendes?

Hoseok asintió con la cabeza, sin saber qué contestar exactamente ante esas palabras.

A los pocos minutos, llegaron hacia las puertas de sus aposentos, custodiada por dos guardias. Seokjin se alejó un paso, inclinando su cabeza.

―Si pretendes ser Emperatriz, Hoseok ―le dijo con lentitud el soldado―, no puedes dejar que nadie pase por encima de ti.

Hoseok lo observó en silencio un instante.

―Buenas noches, Seokjin ―se despidió, y el más alto se despidió.

Las puertas se abrieron y Hoseok entró, repentinamente cansado por todo lo que hizo ese día. El cuarto estaba casi a oscuras, sólo con una lámpara encendida, el fuego iluminando el camino a su cama. El resto de las chicas ya se encontraban en el mundo de los sueños.

Se quitó las joyas y el maquillaje, y comenzó a desvestirse. Poco después, se arrastró bajo las sábanas, y pensó en lo complicado que era vivir en ese palacio. Era un mundo desconocido y lleno de intrigas, y tal vez, no se encontraba listo para ellas.

Con ese breve pensamiento, cayó dormido.

¡gracias por leer!

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